Discursos

SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS, BAN KI-MOON
DECLARACIÓN DEL SECRETARIO GENERAL DE LA ONU, BAN KI-MOON, ANTE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS

3 de junio de 2007 - Panamá


Sr. Presidente,

Sr. Secretario General,

Distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno y Ministros de Relaciones Exteriores,

Excelentísimas señoras y Excelentísimos señores,

Señoras y señores,

Es un gran honor para mí estar aquí con ustedes. Agradezco profundamente la invitación del Gobierno de Panamá y del Secretario General José Miguel Insulza para asistir al 37° período de sesiones de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos.

Creo que corresponde que mi primera reunión con ustedes se celebre aquí en Panamá. Todos los aquí reunidos podemos recordar que hace casi 200 años, en 1826, Simón Bolívar, el gran visionario continental, convocó el congreso de Panamá y habló de crear una asociación de Estados en el Hemisferio.

Cincuenta años más tarde, la visión estratégica de Bolívar se convirtió en una realidad práctica, a medida que por toda América del Sur se propagaba una epidemia de fiebre amarilla, que a través de intercambios marítimos alcanzó los Estados Unidos. Sólo en Buenos Aires la epidemia provocó 15.000 muertos, y 20.000 a lo largo del río Mississippi. En 1881 se celebró en Washington una conferencia para debatir la forma de hacer frente a esta nueva amenaza mundial. En esa conferencia, Carlos J. Finlay, delegado de España que representaba a Cuba y Puerto Rico, desveló una importante teoría científica: que un mosquito era el vector de transmisión de la fiebre amarilla.

La epidemia de fiebre amarilla fue una de las prioridades del programa de la Primera Conferencia Internacional de los Estados Americanos que se convocó también en Washington en 1890. De esa Conferencia surgió la Unión Panamericana, que se convirtió naturalmente en la Organización de los Estados Americanos. La Conferencia también decidió crear una Oficina Sanitaria Internacional, que finalmente se convirtió en la Organización Panamericana de la Salud, hasta la fecha el organismo intergubernamental de salud que ha funcionado ininterrumpidamente durante más tiempo en el mundo.

Muchos decenios más tarde y tras numerosas amenazas mundiales, quiero rendir homenaje a los sabios hombres y mujeres de esta región que ya en el siglo XIX percibieron que había problemas que un solo gobierno por sí solo no podría solucionar, y que tuvieron el valor de dejar de lado otras rivalidades y diferencias para colaborar en asuntos de interés mutuo. En todo esto hay una moraleja sobre un pequeño insecto que ningún país pudo vencer y que sólo claudicó gracias a la cooperación internacional.

Desde entonces esta región ha llegado a desempeñar una valiosa función en el multilateralismo, en esferas que van del desarrollo a la seguridad y los derechos humanos.

Individualmente, muchos de sus países están haciendo una contribución crucial al fortalecimiento y la renovación de las Naciones Unidas, como miembros de la Comisión de Consolidación de la Paz y el Consejo de Derechos Humanos recientemente creados, y como participantes en nuestras operaciones de mantenimiento de la paz en todo el mundo, sin olvidar el papel destacado que desempeñan en Haití, en una de las situaciones más problemáticas de las Américas.

Esta región ha sido pionera en forjar acuerdos multilaterales regionales en numerosos frentes, desde el libre comercio y la migración, al desarme nuclear.

También han abierto ustedes nuevos caminos en el estudio de la democracia. Durante la última mitad de siglo se han hecho importantes contribuciones al estudio de la democracia y la democratización en los idiomas de esta región, basándose en las experiencias vividas. En 2001 todos ustedes firmaron decididamente la Carta Democrática Interamericana, en la que todos los miembros se comprometen a mantener el nivel más alto de gobernanza democrática. El mundo tiene mucho que aprender de su ejemplo, y todos seguimos de cerca sus esfuerzos para mantenerse a la altura de los objetivos de la Carta.

Solamente en el último año y medio se han celebrado 12 elecciones presidenciales en la región. Aún así, en algunas partes de las Américas la democracia también suscita recelo, desde la percepción de que aún no ha respondido a las aspiraciones de los pobres de la región, a la preocupación por la delincuencia organizada y la corrupción. Esta reacción contra la democracia nos recuerda que la lucha contra la pobreza y las desigualdades sociales extremas debe ser una prioridad regional. Algunos de estos problemas requerirían la cooperación regional e internacional; otros se pueden resolver con la intervención eficaz de estructuras institucionales ya establecidas. Todos juntos tenemos que demostrar que los gobiernos elegidos democráticamente pueden satisfacer las necesidades de aquellos que los han elegido.

Las Naciones Unidas están dispuestas a ayudarles en todo lo que sea necesario para fortalecer las instituciones de gobierno y promover el estado de derecho. Ya estamos trabajando en alianza con varios países para mejorar los sistemas electorales y la gobernanza. En semejante empresa intentamos compartir las experiencias adquiridas en otras regiones, reconociendo a su vez las características particulares de los países. También estamos trabajando con asociados regionales para calmar tensiones sociales, tratar los síntomas y los efectos del desempleo y promover la educación cívica, la justicia, los derechos humanos y el civismo democrático.

En general, la Organización de los Estados Americanos es un asociado indispensable de las Naciones Unidas. Desde el comienzo de nuestra asociación hace seis decenios hemos llegado a apreciar la necesidad de colaborar de manera estructurada y eficiente. Estamos preparando las vías para compartir información, conocimientos especializados y recursos de manera más eficaz, incluso con la vibrante asociación de la Organización de los Estados Americanos con la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe.

Quisiera recordar brevemente la historia del mosquito y la Conferencia de los Estados Americanos de 1890, pues hay otra moraleja. Y esta es que la ciencia y la política pueden ser aliados, no adversarios ya que al trabajar de consuno la ciencia y la política pueden salvar vidas humanas y medios de subsistencia.

Esta es la alianza que tiene que imponerse en torno a una de las amenazas globales más graves a la que nos enfrentamos en la actualidad, el cambio climático. Se trata de una amenaza que llegará a afectar a todos los habitantes del planeta. En esta región ya es una amenaza inminente para muchos, desde los que viven en pequeñas islas, que se ven amenazados por la intensidad creciente de las tormentas tropicales, a los que viven en zonas montañosas que dependen de los recursos hídricos de los glaciares que se deshielan.

Según las evaluaciones más recientes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, el calentamiento del planeta es un hecho inequívoco, su impacto es claramente perceptible, y está fuera de toda duda que las actividades humanas han contribuido en gran medida a desencadenarlo.

Los efectos adversos ya se sienten en muchos ámbitos, entre ellos la agricultura y la seguridad alimentaria, los océanos y las zonas costeras, la biodiversidad y los ecosistemas, los recursos hídricos, la salud humana, los asentamientos humanos, la energía, el transporte y la industria, y los fenómenos climáticos extremos.

Los cambios proyectados del clima de la Tierra no son sólo un problema ambiental. También pueden tener graves consecuencias sociales y económicas.

Creo firmemente que en la actualidad todos los países reconocen que el cambio climático exige una respuesta global a largo plazo, acorde con los últimos hallazgos científicos, y compatible con el desarrollo económico y social.

Se trata de un asunto que guarda estrecha relación con el encomiable tema que han elegido ustedes para su Asamblea General, “La energía para el desarrollo sostenible”.

En este ámbito, su región se enfrenta a considerables desafíos, que necesitan tratarse con dinamismo, innovación y honestidad. Creo que están ya en el buen camino.

La región está empezando a apuntar hacia fuentes de energía renovables, y se ha convertido en un líder mundial en materia de biocombustibles, ámbito que, si se trata con cuidado, tiene grandes posibilidades. También se están aplicando con éxito programas nacionales de ahorro de energía para promover una utilización racional de los recursos, una mayor sostenibilidad del medio ambiente, y el crecimiento económico.

Los países de la región también han apoyado los esfuerzos que realizan las Naciones Unidas para hacer frente al cambio climático. Este año tenemos que intensificar nuestros esfuerzos colectivos; de esta forma, cuando las Partes en la Convención sobre el Cambio Climático se reúnan en Bali en diciembre tendremos la base de un acuerdo que permitirá avanzar rápidamente en las negociaciones para constituir un régimen fuerte para después de 2012 que incluya todos los aspectos esenciales de este problema planetario.

Tales progresos son cruciales si el mundo quiere avanzar en la prevención y la adaptación ante el cambio climático. Y son igualmente vitales si queremos alcanzar los objetivos de desarrollo del Milenio, nuestro proyecto común para un mundo mejor, para la fecha fijada de 2015. Este año tendremos que ver cómo se ha avanzado realmente en el cumplimiento de los objetivos: en la mitad del camino hacia la meta fijada, hemos llegado a un punto crucial. El calentamiento del planeta podría obstaculizar gravemente nuestra capacidad para alcanzar los objetivos, e incluso dar marcha atrás en los logros del desarrollo humano.

Los asuntos que tiene ante sí la región son complejos, y por eso hay aún muchos más motivos para enfrentarlos en el plano regional. Si se dirigen con visión y valor, sus deliberaciones pueden desembocar, como ocurrió hace más de un siglo, en acuerdos sobre el uso óptimo de los recursos de la región con el fin de forjar una vida mejor para las generaciones futuras. Ese es, sin duda, el significado verdadero de la frase “desarrollo sostenible”. Y tales deliberaciones son sin duda la única forma de llegar a una solución sostenible para un problema que no respeta fronteras —aunque el problema sea tan pequeño como un mosquito o tan grande como el propio planeta.

Les agradezco una vez más su hospitalidad, y les deseo un período de sesiones lleno de éxitos.