Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
REUNIÓN DEL GRUPO DE SEGUIMIENTO DE LA CUMBRE DE LAS AMÉRICAS

6 de marzo de 1997 - Washington, DC


Resulta para el Secretario General de la OEA satisfactorio y estimulante haber sido invitado a compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el seguimiento de esa gran iniciativa que fue la Cumbre de las Américas, en Miami, y sobre la no menos trascendental de realizar una segunda, el próximo año, por invitación del gobierno de Chile.
Es además propicio que cuando los países, en los umbrales del próximo milenio, comienzan a identificar las características de lo que deberá ser este segundo encuentro hemisférico, realicemos una pausa en la marcha para tomar conciencia de la distancia recorrida, para examinar el papel que en el proceso han jugado las instituciones del sistema interamericano, y para definir el camino que queremos desbrozar, y cómo nuestras instituciones se deben transformar de manera que sean útiles para el cumplimiento de los objetivos que nos tracen los presidentes y jefes de los gobiernos, en nombre de los pueblos de las Américas.
Quisiera comenzar constatando una realidad. Sin duda alguna este proceso ha desbordado todas las expectativas. Casi de un plumazo tantas décadas de dictaduras, de sistemáticas violaciones de los derechos humanos, de lenguaje defensivo y de confrontación, de guerras civiles, de total escepticismo sobre lo que podríamos lograr mediante la acción conjunta, y finalmente de profunda crisis económica por los problemas de la deuda, han quedado atrás. Y ello ha ocurrido por el final de la Guerra Fría y por el vigoroso proceso de reformas económicas y de recuperación de la estirpe democrática que se ha puesto en marcha. En pocos años prácticamente todos los países del Hemisferio tenemos un escenario de valores compartidos, de coincidencias alrededor de cuáles son los principales problemas a resolver de manera conjunta. Al identificar este momento de nuestra vida colectiva, en el cual era posible darle ese vuelco a las relaciones hemisféricas, fue particularmente afortunado el Presidente Bill Clinton.
También tenemos conciencia de la necesidad de resolver nuestras diferencias y conflictos fruto del creciente proceso de integración y globalización, haciendo uso de un vigoroso sistema multilateral de instituciones y un marco normativo que regle nuestras relaciones e incremente la cooperación mutua en un número creciente de áreas.
Sin duda la Declaración de Principios y el Plan de Acción de Miami, al igual que el proceso de seguimiento que lo siguió, nos han dejado las más útiles enseñanzas. En realidad no requerimos reinventar la rueda para diseñar un proceso que parta de postulados que interpreten las aspiraciones de nuestros pueblos y cuyas acciones tengan tales características que convoquen por igual a nuestros gobiernos, nuestras instituciones y nuestros ciudadanos. La mejor manera de resumir lo que se ha logrado es que hoy no sería posible concebir un mejor mecanismo para concertar voluntades e integrar nuestras sociedades y nuestras economías.
Quisiéramos ahora resumir lo que a juicio de la Organización de los Estados Americanos son las principales enseñanzas de estos últimos dos años:
1. El sistemático seguimiento del proceso con las periódicas reuniones de este mecanismo de seguimiento ha servido al propósito de revalidar políticamente los acuerdos con los nuevos gobiernos elegidos desde finales de 1994, lo cuales han recogido las decisiones de Miami con igual grado de compromiso que los signatarios originales. La ocurrencia de este fenómeno es lo que en la práctica ha conducido a mantener la dinámica del proceso y ha creado el entorno para la realización de la nueva Cumbre.
2. Un segundo factor fundamental para entender el éxito del proceso de implementación de los acuerdos de Miami lo constituye el trabajo de preparación y seguimiento realizado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos. La dedicación y profesionalismo del equipo dirigido por el embajador Richard Brown, la permanente presencia del Consejero Mack MacClarty y el liderazgo provisto por los subsecretarios Alexander Watson y Jeffrey Davidow, respectivamente, merecen el reconocimiento de todos los que de una u otra manera hemos estado involucrados en esta tarea.Además del apoyo logístico de este equipo, el Departamento de Estado ha recorrido el difícil camino de crear un mecanismo que debería cumplir la difícil tarea de indagar por actividades de tantos países de una manera sistemática y eficiente: escucharnos a todos, profundizar el diálogo, determinar nuevas responsabilidades y estar atentos a la ejecución de la multitud de iniciativas contenidas en el Plan de Acción, sin caer en algunos de los dispendiosos procedimientos y mecanismos que han sido tradicionales en nuestro sistema.
3. La incorporación de prácticamente todas las cancillerías como responsables coordinadores de diversos temas y de los eventos necesarios para dar cumplida ejecución a los mandatos, representó un significativo avance que es necesario preservar. No podrían hoy las instituciones del sistema interamericano sustituir el enorme poder de convocatoria o el logístico con que las cancillerías han contribuido al proceso.
4. En cuarto lugar debemos mencionar la tarea que han realizado las organizaciones del sistema interamericano. Me corresponde a mi hablar de la OEA que ha volcado muchos de sus esfuerzos para cumplir los mandatos derivados de la Cumbre y para apoyar a los países en algunas de las áreas donde se definieron compromisos de carácter nacional. Hemos puesto en marcha un profundo proceso de reforma y reorganización interna para transformar la Organización de una manera que nuestra agenda se sintonice con los temas que definieron los países y para que de manera creciente pueda asumir las cada vez mayores responsabilidades que se nos han ido asignando. Diré simplemente que en los últimos 15 meses hemos adoptado una estructura más simple y hemos ampliado nuestra área de acción temática, al tiempo que hemos reducido en 22% el número de empleados permanentes de la OEA.
Tales factores nos han permitido responder en forma adecuada a los mandatos que hemos recibido. Haciendo un poco de memoria, de los 23 temas que se establecieron en el Plan de Acción de la Cumbre de Miami, la OEA recibió responsabilidades en 11 de ellos. Con la evolución del proceso la Organización intervino en dos más, para llegar a un total de 13, un número bien superior al de las demás entidades del sistema.
A lo largo de los últimos 26 meses hemos defendido la democracia donde ella ha estado amenazada y desarrollado acciones donde ella es vulnerable. Hemos luchado con intensidad contra sus enemigos: frente al narcotráfico hemos acordado, en el seno de la CICAD, una estrategia bien balanceada en cuanto a las responsabilidades de todos con miras al siglo XXI; hemos acordado, con el liderazgo de Venezuela, una convención contra la corrupción pionera en el mundo; con Lima como anfitrión, hemos expedido una declaración y un plan de acción contra el terrorismo que por primera vez excluye cualquier argumento de naturaleza política para explicar o justificar los actos terroristas; realizamos en colaboración con el gobierno de Chile una Conferencia Regional sobre Medidas de Fomento de la Confianza y la Seguridad que está contribuyendo de manera importante a aliviar tensiones y crear un clima de cooperación militar y civil; estamos iniciando un vigoroso proceso dirigido a fortalecer nuestro sistema de derechos humanos; hemos realizado una significativa contribución al proceso de preparación para la negociación que habrá de conducirnos a la creación de una zona de libre comercio; y hemos recogido los mandatos de la reunión presidencial de Bolivia para asegurar que en América nos movamos hacia los criterios del desarrollo sustentable.
Además en pocas semanas, en la Ciudad de México, relanzaremos nuestros esfuerzos de cooperación para asegurar que seamos leales al principio de la solidaridad continental y que muchos países, y no tan sólo unos pocos, ayuden a los países que más lo necesitan. Vamos a usar a la OEA como un gran movilizador de recursos de muchas agencias, instituciones y países para fortalecer también nuestra agenda social y nuestros propósitos de integración. Esta será nuestra mayor contribución al esfuerzo hemisférico de lucha contra la pobreza.
Además de estos temas específicos de la Cumbre de las Américas, la OEA ya ejerce un papel importante cumpliendo funciones secretariales y de apoyo técnico para reuniones de los ministros de Comercio, de Educación, de Desarrollo Sostenible, de Trabajo, de Desarrollo Social, de Ciencia y Tecnología, de Cultura, de los responsables del tema de Puertos y de los coordinadores de los Fondos de Inversión Social. Los ministros del Interior y de Justicia han recibido apoyo también a propósito de las negociaciones que condujeron a la convención contra la corrupción, y al plan de acción contra el terrorismo.
Así mismo hemos buscado poner en marcha mecanismos que aseguren un trabajo ordenado y sistemático para desarrollar el sistema jurídico interamericano sobre el cual descansa el arbitrio de nuestras diferencias, las que seguramente van a crecer como consecuencia del acelerado proceso de globalización e integración.
De manera creciente estamos coordinando nuestra tareas con el BID y el Banco Mundial y con el sistema de instituciones de Naciones Unidas. El BID empieza a ser una fuente importante de recursos para nuestros proyectos en el campo de la democracia y de política social, y esperamos con la magnífica voluntad de Enrique Iglesias extender las áreas de cooperación. En resumen, hemos respondido positivamente al gesto de confianza y a las responsabilidades asignadas por los Estados.
¿Qué hemos aprendido de este proceso? Trataré de contestar esta pregunta en forma muy esquemática:
1. La Cumbre de las Américas estableció de manera ad hoc un mecanismo de diálogo orientado al intercambio de experiencias, a la definición de instrumentos normativos para encauzar las relaciones hemisféricas y a la definición de otros mecanismos de acción colectiva. En la búsqueda de su modernización y de cumplir los mandatos de la Cumbre, la OEA ha ido evolucionando de ser una institución básicamente orientada a proyectos a una más orientada a la concertación de políticas hemisféricas y a retomar su papel como principal foro para el diálogo hemisférico.
2. Los consensos y las tareas delineadas por los Jefes de Estado son de tal envergadura que su implementación requiere además de la voluntad de los países, de la acción concertada de estos con las agencias del sistema interamericano. Se requiere de manera creciente que éstas, y en particular la OEA, transformen su estructura y recursos en función de las definiciones de los presidentes y jefes de gobierno. La OEA está en un interesante proceso de recibir requerimientos, solicitudes, mandatos de diversos funcionarios nacionales, ministros y otros funcionarios de distinta jerarquía, a veces bien coordinados por sus cancillerías, a veces con una relación más tenue.
3. En la OEA hemos identificado que las posibilidades de éxito de una iniciativa específica crecen de manera significativa cuando se nos ha asignado la tarea de manera expresa y particular; cuando se nos demandan tareas en las que la Organización tiene experiencia o una clara ventaja comparativa; cuando para cumplir los mandatos se realizan reuniones especializadas; cuando se da una estrecha comunicación y coordinación a nivel nacional entre ministerios sectoriales y cancillerías; y cuando las responsabilidades que se nos asignan están al alcance de nuestros recursos, los cuales pueden ser arbitrados por nuestra Comisión de Asuntos Administrativos y Presupuestarios.
4. Por último, creo que debemos comprender los beneficios que adelantan los procesos multilaterales en espacios multilaterales. Ello permite institucionalizar el trabajo, asumir los procesos como proyectos acumulativos, y atenuar las posibles desconfianzas y disparidades naturales entre países más pequeños y países más grandes.
¿Qué sugerimos para la próxima etapa?
El proceso de la Cumbre de las Américas se diseñó como un proceso de los Estados y para los Estados. En la ejecución de las tareas se dió una importante misión a las instituciones, no así en el seguimiento. Esto ocurrió por temor y recelo de que el viejo espíritu se hubiese llevado, con su quebrantamiento, toda la capacidad de algunas instituciones y muy en particular la de la OEA, de atender de manera pronta y eficiente un vasto plan de acción colectiva interamericana.
En esta nueva etapa, cuando el proceso tiende a su institucionalización y cuando la OEA ha recuperado su capacidad para cumplir ciertas funciones, creemos que es posible revisar el esquema inicial con miras a fortalecerlo. Por esa razón, me permito sugerir lo siguiente:
1. Confiar en que la OEA es capaz de manera creciente de cumplir a cabalidad su papel de foro de diálogo hemisférico. Aún tenemos algunas debilidades financieras y administrativas, algunas de las cuales esperamos resolver con la creación en breve del Centro de Estudios para la Democracia, con un importante apoyo del BID.
2. La OEA está desarrollando, dentro del nuevo Consejo Interamericano de Desarrollo Integral, la capacidad para servir de centro de documentación e información respecto de los diferentes procesos que se avanzan en las agendas de las reuniones hemisféricas. Los Estados y sus gobiernos deben contar con un espacio definido que asuma la responsabilidad de recopilar la documentación, procesarla y mantenerla al día para el uso de quien la requiera.
3. La OEA está en el proceso de adquirir una buena capacidad no sólo en su función de centro de intercambio de experiencias, sino en la de institución en cuyo seno se pueden diseñar las políticas hemisféricas y se pueden producir documentos consensuados de recomendaciones de política en diversas áreas de trabajo interno, como ocurre en instituciones multilaterales como la OCDE.
4. La OEA, junto a las instituciones aquí presentes, puede proveer apoyo de secretariado técnico. Esta es una función que de manera creciente demandarán las reuniones ministeriales y las de políticas sectoriales. Ello requerirá, para aprovechar al máximo las instancias y momentos de encuentro de las autoridades nacionales, preparar para la consideración de los países documentos de trabajo ordenados y dispuestos por ellas.
5. La OEA puede ofrecer a los Estados ser el depositario de la memoria institucional del proceso de cumbres y de los acuerdos que allí se alcancen principalmente por la vía de cumplir funciones secretariales en las reuniones ministeriales y sectoriales. En la medida en que el proceso de cumbres hemisféricas adquiera mayor continuidad, resulta conveniente establecer un espacio claramente definido en el cual los Estados miembros, los gobiernos nuevos, y la comunidad en general puedan encontrar una relación clara de lo acordado, los documentos entregados por las secretarías y los países, las constancias o elementos que los países hayan querido aportar y en general cada uno de los hilos del rico tejido del proceso que se originó en Miami.
6. Habrá que fortalecer y refinar los mecanismos que le permiten a la OEA ser el escenario y la depositaria de los acuerdos jurídicos que han de regular nuestras relaciones. Ésta es una función que demandará una creciente atención y recursos, pero sobre todo un fuerte mandato político.
7. La OEA y las demás instituciones del sistema pueden hacer un aporte al proceso de preparación de la próxima cumbre, preparando documentos de trabajo ordenados por los países, apoyándose en experiencias tan valiosas como la que hemos adquirido dentro del comité tripartito en el área de comercio.
8. Es nuestra responsabilidad además ayudar a crear un mecanismo más expedito para que, por vía de resoluciones aprobadas por nuestras Asambleas Generales, podamos incorporar de una manera pronta y expresa los mandatos de la Cumbre. Igualmente otorgar a nuestra Comisión de Asuntos Administrativos y Presupuestales la autoridad para realizar los ajustes presupuestales con una clara legitimidad y celeridad.
9. Será necesario más que nunca que las instituciones del sistema interamericano creen buenos sistemas de comunicación e información y continúen el proceso de coordinación en marcha no solo con miras a realizar un mejor trabajo de ejecución sino pensando en la mejor utilización de recursos escasos.
10. La OEA está comprometida en una política de optimizar la utilización de sus recursos que demandará de los países algunas decisiones que, ante todo, deben ser tempranas sobre actividades de la Organización que hacían relación al antiguo sistema de prioridades de ésta. Dependiendo de la magnitud de sus nuevas tareas requerirá igualmente de un análisis de fuentes alternativas de financiamiento que no se originen en el sistema tradicional de cuotas pagadas por las cancillerías.
No quisiera terminar sin agradecer de manera muy sincera a don George Alleyne su generosa hospitalidad y a los representantes de los países su atención para escuchar estas reflexiones dirigidas a buscar una manera de contribuir al logro de los objetivos que perseguimos de una manera colectiva.
Finalmente, deseo reiterar que la Organización que represento tiene la voluntad y las posibilidades de trabajar mano a mano con las naciones aquí reunidas, en la construcción del sueño hemisférico. Sé que a veces se nos mira con algo de escepticismo, quizás porque los cambios que hemos emprendido no son del todo conocidos en las diferentes capitales. Pero lo cierto, la verdad, es que la OEA está de vuelta. Y por eso creo que en esta coyuntura histórica, en vísperas de cumplir sus primeros 50 años de vida, la Organización tendrá una segunda oportunidad de ser el paraguas bajo cuyo alero se cobijen nuestras acciones para hacer realidad los sueños colectivos de paz, prosperidad justicia e igualdad para los pueblos de todo el Hemisferio.