Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA INSTALACION DE LA XXV SESION ESPECIAL DE LA ASAMBLEA GENERAL

12 de noviembre de 1998 - Washington, DC


Bienvenidos todos a este XXV Período Extraordinario de Sesiones de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos.

Antes de referirme a los asuntos que nos congregan, quiero reiterar mis más profundas condolencias y las de la Organización que represento, a los gobiernos y los pueblos de Centro América por las consecuencias del huracán Mitch, que ocasionó terribles pérdidas en vidas y devastaciones tremendas en la región. Y al mismo tiempo, ofrecer a estos países, a sus gobiernos y sus habitantes, toda nuestra disposición de trabajo, todas nuestras energías, todos los recursos que estén a nuestro alcance, para colaborar en la ayuda solidaria que las tareas de atención a las víctimas y de recuperación requieren tanto hoy como en el futuro.

Como ustedes saben, la semana pasada se reunió el Consejo Permanente, para discutir la mejor manera en la que Organización puede ofrecer asistencia a las zonas arrasadas por el huracán en Honduras, Nicaragua, Guatemala, El Salvador y Belice. Hemos comenzado un proceso que incluye acciones de corto, mediano y largo plazo dentro del cual la Secretaría General, con una estrecha colaboración del Presidente del Fondem, el embajador Christopher Thomas, está trabajando con los gobiernos, las entidades multilaterales, los donantes del sector privado, la Fundación Panamericana para el Desarrollo y organizaciones no gubernamentales, para ofrecer la ayuda necesaria a los damnificados y colaborar en la plena recuperación de los territorios devastados. Celebro las iniciativas para encontrar recursos adicionales para el FONDEM, de tal manera que dentro de las muchas restricciones financieras que hoy tenemos, podamos hacer alguna contribución adicional para la atención del desastre. Me permito también pensar que en su momento la CEPCIDI discutirá la manera de apoyar a estos países hermanos con recursos de cooperación que permitan apoyar las actividades de reconstrucción.

A tal efecto, la Secretaría General se permite sugerir a la CEPCIDI la adopción de decisiones que permitan que recursos no ejercidos del Fondo Especial Multilateral del CIDI puedan destinarse de manera prioritaria a la realización de acciones destinadas a apoyar los esfuerzos de reconstrucción. De igual manera, sugiere que, a título excepcional, a estos países se les permita mantener la disponibilidad de recursos destinados a proyectos que ellos están ejecutando, a fin de que puedan destinarlos al apoyo de los esfuerzos de reconstrucción. Adicionalmente, a estos países debieran brindárseles las facilidades necesarias para que, a la luz de estas lamentables catástrofes, puedan reorientar los proyectos que les apruebe la CEPCIDI para ser ejecutados durante 1999.

Estas sugerencias debieran, repito, complementarse con esfuerzos específicos que, en su calidad de foro interamericano, pueda adelantar la Organización en el ámbito del Consejo Permanente, del CIDI y sus demás órganos a fin de estimular, facilitar y promover los esfuerzos de cooperación en los países afectados.

Señor Presidente:

Estamos reunidos aquí en desarrollo de una propuesta que en buena hora hizo el gobierno de Venezuela de cambiar el calendario y mecanismo del proceso de formulación del presupuesto de la Organización. Esta recomendación del Consejo Permanente, aprobada por nuestra última Asamblea General, reunida en Caracas en junio pasado, decidió variar la práctica hasta entonces existente de aprobar el presupuesto en el marco de dicha reunión anual de cancilleres.

La Secretaría General apoyó con entusiasmo la propuesta venezolana, pues era y sigue siendo de la opinión de que la discusión política propia de la Asamblea General Ordinaria deja en un segundo plano los temas presupuestales y administrativos, en un momento en que tales temas demandan una creciente atención de los representantes de los países por la enorme presión que se da hoy sobre nuestros limitados recursos, y porque las cifras financieras de la Organización muestran una tendencia preocupante que requieren correctivos de fondo.

A esta circunstancia se suman el cumplimiento de los nuevos mandatos y responsabilidades surgidas de las Cumbres de nuestros gobernantes, como también los cambios que se originan en las políticas para aumentar la eficiencia, mejorar los métodos de trabajo y hacer más flexible nuestros métodos de contratación. El nuevo calendario tiene además la virtud de trabajar con información más precisa y proyecciones más cercanas a la realidad, cuando se aproxima al comienzo del siguiente período presupuestal.

Así pues, ustedes están aquí reunidos para revisar y considerar la propuesta del programa- presupuesto, la cual ha tomado casi un año en ser elaborada. Durante este tiempo, dicha iniciativa ha cambiado sustancialmente ya que importantes eventos, tales como la Segunda Cumbre de las Américas y la XXVIII Asamblea General Regular, que han ocurrido en 1998, nos han impuesto nuevas y esenciales tareas para desarrollar el vasto proceso de integración interamericano en curso. Sin embargo, lo que no ha cambiado apreciablemente durante este período es la situación financiera de la Organización, de modo que hay que responder a nuevas y fundamentales demandas, con los mismos niveles de recursos.

Y aquí tenemos que ser muy cuidadosos. La Secretaría General enfrenta dos problemas de recursos financieros distintos pero relacionados. El primero, el cual puede llamarse de liquidez, surge del hecho de que en los últimos cinco años la Secretaría General no ha recibido la suma completa de las cuotas que deben ser pagadas por sus Estados miembros y, en especial, por algunos de sus principales contribuyentes. Al día de hoy, las cuotas atrasadas suman 57 millones de dólares, cifra equivalente a casi 9 meses de erogaciones presupuestales.

Esta circunstancia, junto con la convergencia de otros factores que han mermado sus ingresos, ha dejado al Fondo Regular en diversas ocasiones con niveles peligrosamente bajos de recursos líquidos a partir de 1995. El año pasado pudimos sortear las dificultades gracias a la pronta respuesta de varios Estados miembros no morosos. Pero no podemos estar seguros de que en el futuro se puedan repetir estas acciones.

Esfuerzos importantes están, también, siendo realizados para atenuar esta situación. Diversas medidas de austeridad han venido siendo aplicadas desde el ejercicio presupuestal de 1996, y perseveraremos en ellas en el período presupuestal de 1999.

Ninguna de las dificultades de liquidez del pasado se asemeja a la situación actual. El saldo de nuestra cuenta bancaria en días recientes bajó a niveles insuficientes para cubrir siquiera dos días de gastos, y la Secretaría General está sujetando pagos de facturas a sus proveedores para poder seguir adelante, pero esta situación no se puede prolongar indefinidamente. Las últimas proyecciones del flujo de caja no son nada alentadoras. Esto se debe a que las reservas de liquidez han sido agotadas como resultado de carencias anteriores, y porque no conocemos un calendario de pago para los recursos que se nos adeudan. Nadie se debería sorprender entonces si a la vuelta de pocos días, como resultado de estas dificultades, no podemos responder a las obligaciones que tenemos con nuestros funcionarios y proveedores, ni prestar los servicios a los Estados Miembros.

La Secretaría General reconoce las dificultades financieras de algunas naciones, particularmente como resultado de la reciente crisis financiera. Aún así, debido a la gravedad de la situación, nosotros debemos apelar a aquellos países con atrasos para que cancelen sus obligaciones de cuotas lo antes posible o, al menos, hagan un acuerdo de pagos que nos facilite el manejo de la emergencia actual.

En este contexto, la Secretaría General expresa su agradecimiento y apoyo a la propuesta presentada por Canadá para controlar, de una vez por todas, el problema del atraso en los pagos de cuotas. La propuesta de Canadá ofrece un mecanismo equitativo para evitar que el problema de falta de pago oportuno de las cuotas siga frustrando las posibilidades de ejecutar el presupuesto que los mismos Estados miembros aprueban.

El segundo problema, más de carácter estructural, es la pérdida significativa del poder adquisitivo de los presupuestos de la Organización a lo largo de los últimos años. Este es un hecho y no una queja. Desde hace algún tiempo ya, el Fondo Regular ha enfrentado una reducción de sus recursos tanto en términos reales como nominales. Para sólo citar algunas cifras, entre 1996 y 1999 el valor del presupuesto del Fondo Regular va a pasar de 84.3 a 78 millones de dólares. Si a ello se le agrega el componente inflacionario, se encuentra que la caída real supera los 11 millones de dólares.

Este es el resultado directo de que las cuotas, que representan 95% de los ingresos totales, se mantienen congeladas desde 1994, a pesar de las repetidas solicitudes de la Secretaría en el sentido de mantener el valor real de las mismas. A este problema se ha agregado el hecho de que los llamados otros ingresos, en forma de intereses y de arrendamiento de espacio de oficinas, han caído en forma acelerada, de un nivel de 10.2 millones de dólares en 1995, a uno esperado de 4.3 millones de dólares en 1999.

La disminución en los ingresos se ha traducido, como es lógico, en menores gastos. El número de personas que trabajan para la Secretaría General es hoy inferior en 25% al de hace tres años, con un total de 629 en todos los fondos, cifra bien lejana de las mil de hace 10 años, o de las de más que 1600 de hace 25 años. Estas reducciones drásticas han sido necesarias para adecuar la Organización a sus ingresos y a las realidades financieras de los gobiernos, pero al mismo tiempo, han dejado algunas áreas con niveles de personal mínimos necesarios para cubrir las crecientes demandas de servicios por parte de nuestros Estados miembros.

No obstante la estrechez, la Secretaría ha podido movilizar algunos recursos hacia los temas de mayor prioridad. Areas como Democracia, Derechos Humanos, CICAD y la Unidad de Comercio representan una amplia y creciente proporción de nuestro presupuesto. Si en 1990 estas áreas alcanzaban a 5.5% del presupuesto del Fondo Regular, para 1999 representarán 14.3%.

Paralelamente con lo anterior, se ha duplicado el número de reuniones de los cuerpos políticos de la Organización: de aproximadamente 170 reuniones al año en 1994 pasaron a 250 en 1997, ello sin incluir las reuniones del CIDI y la CEPCIDI. Esto no solo sirve para ilustrar el aumento de tareas para los representantes de las Misiones Permanentes, sino que también indica la cantidad creciente de trabajo y de actividades para cumplir los mandatos asignados a la Organización.

No obstante, confiamos en la cooperación de las representaciones permanentes para mejorar más en esta área. Entre enero y octubre, por ejemplo, se contrataron servicios de interpretación para el Consejo Permanente y sus órganos subsidiarios por 702 horas, de las cuales se utilizaron solamente 403 horas, lo que representa un factor de uso del 57 %, mientras que en las Naciones Unidas el plan de racionalización de las operaciones señala como mínimo un factor de utilización del 80%. En términos monetarios, la pérdida por no uso del tiempo asciende a casi 140 mil dólares.

Por esa y otras razones, la Secretaría General prevé una muy limitada flexibilidad para adoptar medidas de similar naturaleza, mientras se espere continuar con las asignaciones en marcha y se continúe dependiendo de los actuales niveles de ingresos. Una mayor demanda por los disminuidos recursos de la Organización terminará necesariamente en el corte de programas y mayor reducción de personal en el futuro.

Lo he dicho en otras ocasiones y hoy lo reitero: la Secretaría General considera que, frente a los problemas de orden estructural de congelación de los ingresos nominales, es inescapable que más temprano que tarde tomemos las decisiones que sean menester para amoldar la Organización a las actuales realidades financieras. Por esa razón propuse en Caracas una racionalización del número de las oficinas nacionales y una mayor focalización del programa de becas, con el fin de que estos se concentraran en los países más pequeños y de menor desarrollo relativo. Tales decisiones podrían adoptarse de una manera gradual o escalonada. Quisiera insistir en que tales iniciativas tengan un análisis por parte de los países miembros pues seguramente será necesario tomar medidas de esta naturaleza para confrontar los problemas de orden financiero estructural.

A dichas propuestas se llegó después de hacer un examen cuidadoso de la manera como están compuestos los recursos del Fondo Regular. En 1999, 50% de ellos se destinará a pagar costos de personal, sin incluir oficinas nacionales; 12% a servicios comunes; 10% a becas; 7% a las oficinas nacionales; 5% al costo de reuniones y conferencias; 4% a aportes a organismos; 3% a viajes; y 2% restante a producción de otros documentos. Un análisis más detallado muestra pues grandes rigideces y nos deja poco espacio para una reducción significativa de costos. El enfoque que la Secretaría ha propuesto nos daría, además, el tipo de equilibrio que es necesario para que algunas regiones como el Caribe y Centroamérica no vean, en el nuevo rumbo que ha tomado la OEA para cumplir los mandatos de las Cumbres, una amenaza a los programas de cooperación que consideran esenciales.

Sin embargo, la Secretaría General no cejará en su empeño de promover la búsqueda de una mayor eficiencia y la modernización de los procedimientos, en un marco de austeridad y de restricciones financieras. Ese ha sido el espíritu que ha alentado los documentos que se le han presentado al Grupo de Estudio y Trabajo Conjunto del Consejo Permanente, eficientemente presidido por el embajador Antonio Mercader.

En ese sentido, hemos propuesto algunos cambios en las Normas Generales y de personal. En la medida que surgen temas nuevos, aparece también la necesidad de contar con funcionarios que aporten nuevos conocimientos y habilidades, vinculados, además, de conformidad con los cambios y oportunidades que ofrece el mercado laboral. Las actuales normas de personal no favorecen una contratación flexible de personas, incluyendo expertos o consultores en temas específicos. Así mismo, los incentivos económicos y las cláusulas laborales de la OEA favorecen la permanencia de los funcionarios en el largo plazo en comparación con las personas que se vinculan a la Secretaria General a corto o mediano plazo.

La Secretaría necesita más dinamismo y rotación en su fuerza laboral; necesita más funcionarios con contratos de corto y mediano plazo; requiere de más consultores y menos funcionarios permanentes. Y ello es así en la medida en que eso es lo que nos exige la agenda política del Hemisferio. Además la Organización requiere pagar con condiciones que sean más competitivas e introducir criterios más flexibles en los diversos tipos de contratos y de beneficios hoy adoptados como prácticas administrativas corrientes en otras instituciones multilaterales. Esto no significa en ningún momento que no se preserve un régimen de carrera con un personal cuya permanencia asegure la continuidad de algunas de las funciones esenciales de la OEA, ni que se vayan a desconocer los derechos salariales de los antiguos empleados, quienes se merecen nuestro apoyo, admiración y reconocimiento. Un grupo está trabajando en este propósito con miras a presentar sus propuestas a la próxima Asamblea Ordinaria.

De la misma manera, presentamos un documento que plantea simplificar las normas presupuestales y adoptar mecanismos más ágiles y modernos en la preparación y ejecución de los mismos. Esto nos permitirá igualmente ejercer un control más estricto sobre las erogaciones a lo largo del año y conforme al comportamiento de nuestros ingresos.

Con respecto a la determinación del nivel de cuotas, ofrecimos algunas nuevas sugerencias para calcular la distribución de las mismas entre los Estados miembros, que esperamos les sean útiles para su discusión sobre el tema. De adoptarse, ellas no cambiarían dramáticamente las tendencias que hemos descrito pero aliviarían la situación de ingresos en el futuro más inmediato.

Y, por supuesto, hemos dado nuestra opinión sobre las nuevas estrategias de cooperación, un tema que ha ocupado buena para de las deliberaciones del Grupo Conjunto y cuya discusión refleja la complejidad de este asunto. Esperamos que del resultado de las deliberaciones surja un nuevo esquema que permita potenciar de manera realista las posibilidades de la OEA, sin por ello perjudicar los importantes avances que ha hecho la Secretaría al convertirse en agencia ejecutora de fondos externos en programas de democracia o de desarrollo sostenible, para solo mencionar dos áreas significativas. Existe un relativo consenso sobre la necesidad de centralizar en la SEDI el desarrollo y ejecución de todos los proyectos financiados por el FEMCIDI y por otros fondos, de vincular más el programa de becas a la cooperación solidaria y de fortalecer los mecanismos del CIDI para captar más recursos externos.

En el frente administrativo también es necesario adoptar decisiones acordes con las nuevas responsabilidades que debe asumir la Organización. En lo fundamental, el Secretario General considera que una reforma administrativa debe apuntar tanto hacia el fortalecimiento de las facultades de la Secretaría General, como hacia el fortalecimiento de los Organismos y mecanismos de control por parte de los Estados Miembros.

Es preciso devolverle a la Secretaría algunas facultades que la Carta y otras normas de hecho le dan, pero que se han perdido por prácticas inveteradas y con una equivocada aplicación, a mi juicio, de la norma del consenso no solo en los asuntos políticos, sino también en las decisiones pequeñas y elementales en materia financiera administrativa o de personal. El cómodo esquema en el que finalmente nadie es responsable de las decisiones administrativas, como consecuencia de que ellas son el producto de un malentendido cruce de funciones entre la administración y los cuerpos políticos, en donde cada decisión administrativa es producto de mecanismos de decisión colectiva y de dispersión de responsabilidades, es muy nocivo para los intereses administrativos de la OEA. Esta microgestión que se volvió costumbre, corresponde a una cultura organizacional que hace lenta la administración, invita a la ineficiencia e impide el necesario control de los órganos políticos a la Secretaría General.

Son todos estos requerimientos, justificaciones importantes para permitir el fortalecimiento de la Secretaría General, en lo que tiene que ver con la autonomía y capacidad administrativa para llevar a cabo los mandatos políticos. A nuestro juicio, a la Secretaría se la debe juzgar por los resultados y no pretender hacer de la ejecución presupuestal un ejercicio de administración colectiva. Eso solo dificulta y demora los procesos en detrimento de los intereses de los Estados y hace casi imposibles los balances de resultados.

En su mayor parte, estas iniciativas representan la filosofía de la Secretaría de "hacer más con menos" o por lo menos, "de hacer más con lo mismo". Esto no es simplemente retórica. Se ha alcanzado mayor eficiencia, pero existe un límite hasta dónde se pueda llegar con este enfoque y ya estamos llegando a su umbral.

Yo creo que todos concordamos en que las discusiones del Grupo Conjunto son centrales para la salud futura y la continuación de la renovación de la Organización. Estoy seguro que muchas de las propuestas sobre la mesa conducirán hacia iniciativas concretas que pudieran cambiar significativamente el trabajo de la OEA. No obstante, debo reiterar mis palabras de precaución: sin el pago oportuno de las obligaciones y sin algún paliativo al deterioro permanente de nuestros ingresos aun en términos nominales, los programas de renovación y el cumplimiento de nuestros mandatos van a encontrar grandes obstáculos. Si efectivamente no lo logramos estaremos a la vuelta de unos pocos meses en situaciones de iliquidez que pueden poner en serio peligro el cumplimiento de las funciones básicas y la atención de los compromisos contractuales.

La Propuesta del programa-presupuesto para 1999 que está a consideración de las delegaciones, puede ser vista como un documento de transición en momentos en que la OEA se enfrenta a su cruda realidad financiera, y mientras concluye la labor del Grupo Conjunto que estudia las propuestas de reforma a la Organización.

Las discusiones que antecedieron la presentación de este presupuesto fueron complejas e intensas y, por lo tanto, es necesario reconocer la juiciosa labor del Presidente de la Comisión de Asuntos Administrativos y Presupuestarios, el embajador Osbert Liburd y, en general, el trabajo abnegado y agobiante que todos los miembros de la Comisión han realizado en esta oportunidad para encontrar una solución parcial a un problema que está demandando decisiones al mas alto nivel político de nuestras Cancillerías. Más allá del debate de las cifras individuales, la Secretaría considera que hoy existe una conciencia mucho más precisa sobre la compleja realidad presupuestal y financiera de la Organización y sobre sus verdaderas posibilidades a la hora de asumir nuevas obligaciones.

Consciente de la estrechez de las circunstancias, desde hace meses he dado instrucciones precisas para que la austeridad sea la norma en las actividades de la Secretaría. Este año deberíamos ahorrar cerca de dos millones de dólares en el presupuesto de gastos, sin por ello afectar el desarrollo de las actividades previstas. Para 1999, las economías van a continuar. He dado instrucciones para congelar las vacantes, con excepción de algunas labores esenciales, al igual que las solicitudes nuevas de reclasificación. Estamos en proceso de concluir negociaciones para reducir el costo financiero de nuestras obligaciones hipotecarias. Seremos aún más estrictos en la aprobación de viajes y encabezaré los propósitos de austeridad, con el objeto de reducir su costo.

La reunión de hoy debería representar, entonces, no solo la aprobación de un presupuesto bajo las restricciones anotadas, sino el comienzo de un proceso de reflexión y de decisiones que prontamente nos coloque en una mejor situación financiera y, por ende, en capacidad de cumplir a plenitud con las responsabilidades que nos han sido conferidas, lo que esta Secretaría considera factible si tomamos con oportunidad las decisiones que sean menester.

Todo esto ocurre en un escenario en el cual la OEA es el epicentro de los esfuerzos que se realizan para vigorizar un esfuerzo colectivo que nos conduzca no solo a una mayor integración comercial, sino al fortalecimiento de las instituciones democráticas y de protección de los derechos humanos, así como a la solución de los más acuciantes problemas que enfrentan nuestras democracias. Esto condujo a que se haya fortalecido el papel de la OEA como depositaria de la memoria institucional del proceso de Cumbres y de secretaría técnica de las reuniones ministeriales y de expertos. Es en ese contexto en que debe entenderse cómo se triplicaron los mandatos de la OEA en la Cumbre de Chile.

Las labores derivadas de esas nuevas obligaciones han multiplicado las actividades de la Organización. Permítanme tomarme unos minutos para describirles el intenso ritmo de trabajo que por estas semanas se adelanta en diversos temas, simplemente para contar lo que se ha hecho en el lapso de tiempo que coincide con la preparación de esta Asamblea que hoy iniciamos. Y no me voy a referir a las reuniones ministeriales de educación y trabajo, ni a la celebración de las reuniones de los grupos de negociación del ALCA en Miami. Solo me voy a referir a lo acontecido en los 30 días que corren en medio de la celebración de esta Asamblea Extraordinaria.

La semana pasada tuve la oportunidad de estar en Santiago, Chile, en el simposio sobre Probidad en el Hemisferio. Este fue un encuentro que surgió como mandato de la Segunda Cumbre de las Américas, en el cual funcionarios gubernamentales, expertos de las instituciones multilaterales y representantes de organizaciones de la sociedad civil se reunieron para intercambiar experiencias, para examinar el estado de ratificación de la Convención Americana, para revisar el Programa Interamericano contra la Corrupción, y discutir sobre diversas formas de colaboración y de nuevas acciones para el fortalecimiento de las instituciones que luchan contra la corrupción en el hemisferio.

La semana pasada inició labores el nuevo Relator Especial de la OEA para la Libertad de Expresión. Él será responsable de velar por este tema primordial en el hemisferio, en el marco de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y de atraer la atención inmediata de la misma cuando se presenten situaciones que requieran tomar medidas de precaución frente a violaciones o amenazas en contra de este derecho fundamental.

Hace un par de días, en Bruselas, se realizó una reunión del Grupo de Consulta sobre el programa del Perú sobre Desarrollo Alternativo, Prevención y Rehabilitación, el primero en su clase en realizarse bajo los auspicios de la CICAD, el BID y la Unión Europea, el cual le da una nueva dimensión a la Estrategia Hemisférica contra las Drogas y, por sobre todo, reconoce los significativos éxitos que ha tenido el Perú en las acciones de interdicción, desarticulación de redes del narcotráfico, el eficiente sistema de control de precursores químicos y los muy significativos esfuerzos en desarrollo alternativo y programas de prevención.

Además, hace dos semanas en Honduras el Grupo de Trabajo Intergubernamental para el Mecanismo de Evaluación Multilateral determinó el proceso y cronograma para el diseño e implementación del mismo, así como también los indicadores y las políticas de comunicación.

La XXIX Asamblea de Delegados de la Comisión Interamericana de Mujeres se reunirá el próximo lunes aquí en Washington para discutir las medidas de implementación de las iniciativas sobre la Mujer que fueron acordadas en la Segunda Cumbre de las Américas.

La Unidad para la Democracia está colaborando con el Diálogo Interamericano para servir, dentro de una semana, de anfitrión a la primera reunión de la Red de Legisladores de las Américas que se celebrará República Dominicana la próxima semana. Esta agrupa a distinguidos legisladores del hemisferio para estrechar los vínculos de los poderes legislativos, intercambiar experiencias y ayudar en el proceso de integración y en el fortalecimiento de instituciones hemisféricas .

Desde hace varias semanas se viene reuniendo el grupo de trabajo creado por la Comisión de Seguridad Hemisférica que está negociando la Convención Interamericana de Transparencia en la Adquisición de Armas Convencionales.

Y con miras a la Segunda Conferencia Interamericana Especializada sobre Terrorismo que se realizará dentro de 10 días en Mar del Plata, Argentina, en la cual se va a hacer seguimiento al Plan de Acción de Lima y a discutir la propuesta de crear el Comité Interamericano Contra el Terrorismo y a buscar nuevas maneras de fortalecer la acción colectiva en este frente. Para tal efecto ha sido necesaria la convocatoria de una reunión de expertos nacionales, celebrada hace pocos días aquí en Washington, lo mismo que varios encuentros del respectivo grupo de trabajo.

Señores Embajadores y Delegados:

Esta apretada descripción de las labores que la OEA desarrolla, mas allá de su intensa actividad en su sede, es la mejor demostración de que el proceso hemisférico tiene una tremenda vitalidad. La Organización continuará siendo su epicentro si tenemos la voluntad política y la creatividad para tomar las decisiones necesarias para adecuarla a las intensas y cambiantes demandas hemisféricas.

La Secretaría General ha logrado alcances significativos en varios frentes a pesar de la escasez de recursos. Estamos entusiasmados con los nuevos mandatos y seguimos comprometidos en la exploración de maneras novedosas para implementarlos. No queremos muchos más recursos, porque somos realistas. Simplemente esperamos que las cuotas se mantengan en su valor real y se paguen a tiempo. Nada más, pero tampoco nada menos.

Señor Presidente:

Todo esto ocurre cuando el cambio que necesita la OEA empieza a ser realidad. Mal haríamos en detener ese proceso en momentos en que el hemisferio necesita que sus entidades multilaterales estén a tono con los nuevos tiempos.

Estoy seguro por lo tanto de que continuaremos desarrollando la agenda política de la Organización y de que tomaremos las decisiones correctas para lograr el fortalecimiento de nuestra institución, que es hoy esencial al cumplimiento de los propósitos colectivos que se han trazado nuestros gobiernos y nuestros pueblos. Creo que los países miembros ven a la OEA como una entidad cada vez más útil en un hemisferio donde cada vez hay más demanda por multilateralismo que instituciones o recursos su mano.

Al desearles suerte en sus deliberaciones reitero el compromiso de la Secretaría a mi cargo para seguir trabajando con ahínco en la construcción de un hemisferio más justo, próspero y democrático.

Muchas Gracias.