Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA INSTALACIÓN DE LA REUNIÓN DE EXPERTOS PARA DISEÑAR UN PROGRAMA DE EDUCACIÓN PARA LA PAZ EN EL HEMISFERIO

14 de octubre de 1999 - Cartagena de Indias, Colombia


Quiero en nombre de todos agradecer al pueblo y al Gobierno de Colombia, en especial a los cartageneros, por su hospitalidad al recibirnos hoy aquí para la realización de esta reunión de expertos dedicada a delinear un programa de educación para la paz en el hemisferio. Para mi, como colombiano y como americano, me es particularmente grato volver a esta ciudad, que simboliza el espíritu de las Américas, su historia, su cultura, su mezcla de razas, su gente.

Nuestras gracias, también, al Canciller de Colombia, Don Guillermo Fernández de Soto, americanista egregio, quien ha sabido guiar, con tino y acierto, las relaciones exteriores de mi país y la ha puesto al servicio de la mas apremiante y trascendente de los propósitos de Colombia: la diplomacia para la paz. Igualmente, permítanme destacar la labor del Embajador Luis Alfredo Ramos, quien asumió con gran dedicación y seriedad los trabajos preparatorios para esta reunión.

Finalmente, quiero también expresar los agradecimientos de la Organización hacia Don Federico Mayor, Director General de la UNESCO, abanderado de la cultura de paz. Gracias a su iniciativa, las Naciones Unidas proclamaron el 2000 como el Año Internacional de la Cultura de Paz.

El tratar con los temas de Educación para la paz nos trae en América muchas reflexiones sobre lo que todos debemos hacer construir un mundo en el cual la paz sea un valor supremo. Y para interpretar cabalmente lo que ello significaría, tendríamos que afirmar que la paz esta estrechamente relacionada con los otros valores que unen a la gran familia Americana. Esos valores, que con el fin de la guerra fría todos aceptamos hoy, son aquellos que orientan nuestra existencia, que definen los objetivos de nuestros gobiernos, las tareas que se imponen nuestras instituciones, los propósitos de nuestros ciudadanos. Nos proponemos entonces referirnos a lo que estamos haciendo los americanos para aclimatar un clima de paz y convivencia para luego aproximarnos a los temas del rol de la educación en la formación de una cultura de paz.

El entorno regional tiene nuevas características: la desaparición del autoritarismo y la dictadura en América Latina, la superación de muchos de los conflictos internos, el derrumbe de las barreras comerciales, la integración económica, el tránsito a la democracia en prácticamente todas las naciones de América, son algunas de las principales manifestaciones de los tiempos que corren. También tendríamos que incluir el incremento de la violencia y la criminalidad como uno de los elementos que identifican nuestro transcurrir de fines de siglo.

Ha comenzado una nueva era en nuestra región en la que las naciones están unidas por una comunidad de valores y de ideales. Esos valores están relacionados con la lucha por la preservación de la democracia y la profundización y el acrecentamiento de los valores democráticos, con la búsqueda de una mayor igualdad, con la preservación de la naturaleza, con la protección de los derechos humanos y la ampliación de las libertades publicas, con la prosperidad y el desarrollo económico, con la lucha contra la pobreza y contra todas las formas de discriminación, con la libre circulación de bienes, servicios , personas, y con la lucha contra los males y peligros que acechan nuestras democracias.

La cooperación es hoy la tendencia. Hemos clausurado décadas de aislacionismo, de confrontación y de desconfianza. Poco a poco, en temas centrales como la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el control de armas, las naciones de América han suscrito Convenciones o estrategias hemisféricas, que las vinculan jurídica y políticamente en la búsqueda de objetivos y resultados comunes. No tengo duda de que el actual proceso de integración económica que se vive en las Américas esta contribuyendo grandemente a la disminución de las tensiones entre países en nuestro hemisferio.

Estamos viviendo una transición del viejo orden a uno distinto que apenas estamos construyendo. Hay más espacio para la acción diplomática, para la prevención de conflictos, para avanzar, como efectivamente lo estamos haciendo, en la redefinición del concepto de seguridad hemisférica que nos apoye en la búsqueda y la defensa de la paz.

En manejo de conflictos en el sistema interamericano, básicamente estamos actuando en tres etapas distintas y no necesariamente encadenadas: diplomacia preventiva, manejo de crisis y gestión posterior al conflicto. En todos los casos el objetivo es el mismo: defender el sistema democrático; afianzar las conquistas democráticas que se realizan en los países; fortalecer sus instituciones representativas y con ello estamos haciendo una contribución a la causa de la paz.

Hemos creado una doctrina americana de solidaridad con la democracia que actúa contra cualquier amenaza, de derecha, de izquierda, del crimen organizado, no importa cual sea su denominación o ideología, cualquiera que pretenda perturbar o interrumpir el proceso democrático e institucional de un país. Y esta doctrina se pone en marcha desencadenando una serie de acciones diplomáticas y coercitivas, respaldadas todas en acuerdos e instrumentos de carácter internacional.

La diplomacia preventiva se desarrolla tanto para eliminar tensiones entre países, como para ayudar a los gobiernos a hacerle frente a los conflictos internos. Para disminuir tensiones, a lo largo de toda la década de los noventa y particularmente desde 1995, los países miembros de la OEA convinieron una serie de medidas de confianza que tienen como objetivo intercambiar información sobre asuntos militares y de seguridad de forma regular, lo mismo que realizar consultas sobre ciertos temas. En nuestra Comisión de Seguridad Hemisférica se recoge y se distribuye esta información, que hace referencia a los presupuestos militares de las naciones, a la notificación previa de los ejercicios militares, al intercambio de documentos sobre sus doctrinas de seguridad, a la entrega de datos sobre inventarios de algunas armas, a la realización de reuniones para incrementar la seguridad en las fronteras, en fin, a un conjunto de temas de seguridad y defensa, que al ser de conocimiento de todos y al generar mecanismos de consulta, crean un ambiente de mayor tranquilidad.

Se ha firmado la paz entre Ecuador y Perú; Argentina y Chile han resuelto su diferencia en sus fronteras, Adoptamos un tratado para controlar el trafico ilegal de armas y otro de transparencia en la compra de armas; avanzamos en las tareas de desminado en Centroamérica, y los Ministros de defensa tienen reuniones periódicas.

El desarme y la limitación de armamentos esperamos sea el próximo paso en la gran Conferencia sobre seguridad que se citará a comienzos de la próxima década. La reducción de los presupuestos de defensa a un 2% en promedio para toda América Latina nos parece un signo alentador en esa dirección.

Finalmente, en actividades post-conflicto, la OEA en los últimos años ha jugado un papel importante en actividades como vigilancia del cese al fuego, desarme y desmovilización de grupos armados en Nicaragua y Suriname; ayuda a refugiados en Nicaragua, Haití y Honduras; asistencia humanitaria en Haití; solución de conflictos a nivel de comunidad en Guatemala; y observación de los derechos humanos en Haití y Centroamérica.

En Nicaragua y Guatemala hemos contribuido a la creación de condiciones y procesos que hagan posible la transición de una cultura de confrontación a una cultura de diálogo, a través de la facilitación de foros y otros espacios de diálogo entre los principales actores de esas. Las llamadas Comisiones de Paz, en Nicaragua, son agrupaciones civiles independientes impulsadas con el objeto de estimular la participación de la sociedad civil en la promoción y protección de los derechos humanos y la resolución pacífica de conflictos en las zonas de mayor tensión.

Todo el andamiaje de nuestra diplomacia preventiva, del uso de procedimientos pacíficos para el manejo de crisis y la acción post-conflicto, está fundada en el principio de la defensa de la democracia. Ese es nuestro paradigma de la solidaridad. Hemos desarrollado una experiencia y una capacidad propia en protección de derechos humanos, en observación electoral, en atención a países que han sufrido confrontaciones internas, y esa capacidad la hemos puesto la servicio de la reconstrucción de las instituciones democráticas.

La búsqueda de la paz en las Américas esta estrechamente asociada al celoso respeto a los principios de nuestra Carta. El derecho internacional como norma de conducta de los estados; el respeto a la no intervención en los asuntos internos de otro estado; la igualdad jurídica de todos los estados; el respeto a su soberanía y a su integridad territorial y por sobre todo utilizar y aplicar los mecanismos de solución pacífica de controversias que ella prevé: la negociación directa, los buenos oficios, la mediación, la investigación y la conciliación, el procedimiento judicial, el arbitraje y los que especialmente acuerden las partes.

Por qué son importantes todos estos acontecimientos? Porque muestran la tendencia actual de nuestro hemisferio. Una tendencia marcada por el avance de los mecanismos del diálogo y la solución pacífica de los conflictos; la búsqueda de nuevas y más eficaces medidas de fomento de la confianza; y la consolidación de importantes procesos de cooperación en los temas de seguridad. Esa es la tendencia: la de aplicar fórmulas de diplomacia y no de intimidación, de cooperación y no de confrontación.

Van quedando atrás los años en que a nivel internacional solamente se oía la voz de las naciones para adherir o atacar. Los años en que todo se subordinaba al miedo y a la amenaza suprema. Con el fin de la guerra fría la política exterior se ha revitalizado y se han roto las ataduras que impedían la acción diplomática o el diálogo para solucionar conflictos y diferencias.

Hoy las principales amenazas a la paz de las naciones o del hemisferio, son de carácter no militar: el narcotráfico, el terrorismo, el tráfico de armas o, en otro plano y dependiendo de cada país, los desastres naturales o la inseguridad ciudadana. No es que en el pasado estos problemas no existieran. Lo que ha sucedido es que muchos se han agravado, principalmente por su carácter transnacional y su impacto sobre el conjunto de las sociedades y, también, como consecuencia de la globalización y la mayor interdependencia que en el mundo de hoy se manifiesta en todos los campos.

Y al regresar a la defensa y promoción de la democracia como la principal de nuestras actividades en la defensa de la paz lo que queremos significar es que es fundamental que los países tengan o busquen tener instituciones fuertes, representativas, eficaces, fruto de la voluntad mayoritaria de la nación. Ellas deben estar imbuidas de pluralismo, de tolerancia, de respeto por las diferencias y la diversidad Que de veras sea posible construir una sociedad más abierta y menos desigual, una democracia más participativa, un Estado más eficiente y responsable, una política social revolucionaria y eficaz, una comunidad más solidaria.

Instituciones generosas en materia de derechos para proteger de manera especial a las mujeres a los niños, a los ancianos, a los grupos mas vulnerables; a las minorías étnicas, a los grupos indígenas, a los migrantes y sus familias. Las sociedades que propician la paz no son aquellas que han eliminado todos los conflictos y las diferencias, son aquellas que se encuentran a sí mismas en torno a unos principios esenciales de libertad, de respeto y de solidaridad. No es en los campos de batalla, sino allí, en ese terreno, en el de la legitimidad y eficacia de las instituciones que nos hemos dado de manera democrática, donde tenemos que ganar de manera inobjetable la disputa con los violentos.

Deben ser instituciones que nos den una capacidad para asumir el papel preponderante en el nuevo orden internacional que se está gestando; para la nueva era de las revoluciones tecnológicas que se suceden con pasmosa rapidez; para una economía que se está abriendo a un escenario mundial cada vez más interdependiente. También debemos preparar las instituciones para una sociedad pluralista cada vez más compleja; para un ciudadano que quiere tener mayor participación en las decisiones, comprometerse con los cambios y no depender del paternalismo; para un Estado servidor que debe responder con dinamismo a las numerosas peticiones y grandes expectativas de la comunidad; para una nueva política en la cual el debate abierto de las ideas sea predominante.

A todo lo ancho de América es fundamental abrir nuevos espacios a la participación ciudadana para que las decisiones sean percibidas como resultado de un compromiso justo en el cual todos tuvieron igual oportunidad de intervenir y de ser considerados.

Y mas allá de la necesidad de una mayor participación ciudadana es esencial dar la debida prelación a enfrentar y superar los inaceptables niveles de violencia, los más elevados del mundo, que el conjunto de nuestras sociedades sigue padeciendo. Para ello es necesario trabajar de manera concomitante tanto en materia de prevención como en la modernización y la eficiencia de la justicia. Y, como todos lo sabemos, sin pronta y cumplida justicia no hay democracia. A la impunidad a las organizaciones criminales y al terrorismo es necesario hacerles frente con la reforma de la justicia, con la búsqueda de su dignificación y fortalecimiento. Requerimos una administración de justicia accesible, eficaz, eficiente, independiente, dignificada, fuerte y sensible a los valores democráticos, para que la justicia no se pierda entre montones de expedientes, salga de los anaqueles y se ponga al alcance de todos, para que puedan acudir a ella y recibir pronta respuesta.

Así mismo debemos fortalecer los mecanismos de cooperación jurídica y judicial en las Américas y fortalecer también la justicia constitucional como un elemento esencial para la garantía de los derechos humanos, la sujeción de todas las personas al ordenamiento jurídico de cada Estado y el efectivo control al ejercicio del poder por las autoridades públicas. Asimismo es necesario fortalecer los mecanismos alternativos de solución de conflictos, es necesario rehabilitar los delincuentes y hacerle frente a los problemas de hacinamiento en las cárceles.

Hay que enfrentar la corrupción con un mejor equilibrio entre los poderes del Estado, con el fortalecimiento de la justicia, reforzando el papel de la prensa libre, promoviendo la transparencia en la contratación pública y la eliminación de tramites y permisos en las entidades oficiales que proveen o contratan servicios o bienes. Y cuando enfrentamos los problemas del terrorismo debemos comprender también que sólo a partir de ese fortalecimiento de la democracia, que haga de nuestras instituciones unas instancias más representativas y legítimas ante los ojos de nuestros ciudadanos, podremos conseguir la vigorosa reacción no simplemente de los gobiernos sino de la sociedad para encarar toda forma de manifestación terrorista.

En cuanto a la prevención, son múltiples los escenarios y las posibilidades de acción. Hay que generar oportunidades reales de empleo y progreso, para los jóvenes; combatir la violencia intrafamiliar, los abusos contra las mujeres y los menores, con sanciones ejemplarizantes y con programas de educación.

Pero al tener en mente el contexto social en el cual podemos abonar un valor tan esencial como el de la paz, tendremos que focalizarnos en como educamos para la paz; en como formamos en nuestras sociedades ciudadanos para la paz, que se comporten de tal manera que estimulen un clima social que propicie un comportamiento pacifico en todos los actores sociales. Tendríamos que empezar por señalar que una tal tarea esta cimentada en el mandato que recibimos de nuestros gobernantes en Santiago para hacer de la educación el eje principal de nuestros esfuerzos para buscar la igualdad. Se estimula así también el desarrollo del capital humano y con ello el desarrollo económico consubstancial con nuestros propósitos de prosperidad sin los cuales es imposible concebir sociedades que en todo tiempo tienen que competir internacionalmente y sin el cual el avance individual seria inalcanzable. Es por eso tan esencial que podamos desarrollar sistemas educativos que permitan interrogar, comentar, disentir, encontrar respuestas alternativas bajo distintas hipótesis; una educación menos basada en los conocimientos y más orientada a investigar, a desarrollar conceptos propios, y a aprender a usar los instrumentos a la mano, y en cualquier caso, no confesional, no dogmática que afirme los valores de una sociedad en que tengan cabida los derechos fundamentales de los ciudadanos, por encima de las razones religiosas o las razones de Estado. Una educación sin duda más apropiada para un mundo diverso, multicultural, multiétnico.

Suena simplista, pero lo cierto es que debemos garantizar que esos ciudadanos puedan adquirir la capacidad de razonar y aprender por cuenta propia, es decir, nuestro sistema educativo debe construir su capacidad de formar personas inteligentes y productivas, en condiciones de analizar y elegir opciones, de argumentar sin usar la fuerza y de comprenderse a si mismos y a los demás. Ciudadanos así formados serán capaces de respetar y valorar la diversidad, de evitar los brotes de violencia rural y urbana y de adquirir el conocimiento que les garantice un adecuado ingreso al mundo del trabajo, aumente nuestra competitividad internacional y asegure una mayor igualdad en los ingresos.

Sólo si transformamos en verdad nuestros sistemas educativos seremos capaces de formar ciudadanos autónomos, informados, eficientes, responsables y tolerantes, que estén en capacidad de asumir una actitud crítica frente a la información, que valoren la practica democrática, el respeto por la ley, el respeto mutuo, la tolerancia ,la solidaridad, la solución pacífica de los conflictos y la búsqueda de consensos, el sentido de la ética y la probidad y que, por lo tanto, puedan acceder a una calidad de vida que asegure el desarrollo de las instituciones democráticas y la paz social. Se trata de crear una cultura de vida, que se transluzca en todos los actos cotidianos, en el entendimiento de los derechos pero también de los deberes que cada uno tiene en la sociedad y con respecto a sus semejantes.

Y es importante que en el Sistema Educativo nunca se transija ni con la tácita aceptación de la violencia, ni con la violencia como consecuencia de la evolución política, ni con la violencia como método de lucha. Están allí, como ejemplo irrepetible, tantas Universidades publicas de América Latina donde los jóvenes salieron de preparados para a la lucha armada, para ingresar a algunos de los más deplorables escuelas y movimientos de terrorismo.

Es fundamental el poseer una educación haga posible por parte de los jóvenes ejercer su ánimo de cuestionamiento los ideales de la juventud, sus propuestas y esperanzas que no reduzcan sus ofertas a consideraciones pragmáticas y utilitarias. Es fundamental que aprendan que la política, las acciones publicas o estatales están allí para el mejoramiento social, para la búsqueda de una mayor igualdad económica para contribuir a la igualdad de oportunidades. Es fundamental también siempre crear en los estudiantes un sentido de la responsabilidad y del deber con la sociedad.

Y es importante tener presente que ese no es un asunto de tener un sistema educativo ideal en un momento de nuestra realidad, sino uno que tenga la capacidad de transformarse y de ir asimilando los dramáticos cambios que se ha dado con la revolución informática y del conocimiento y con la globalización.



Por otra parte debemos ser conscientes de que aunque es necesario destinar más recursos a la educación el problema principal está en la calidad de las políticas y de las instituciones educativas. Hemos descuidado también la solución de los problemas a nivel de la primaria con lo cual lo que hemos hecho es ahondar la distancia entre ricos y pobres, entre estudiantes urbanos y rurales, entre los estudiantes blancos y mestizos con los de las etnias indígenas o los de población negra. Tenemos así graves problemas de equidad y calidad. Es obvio que nuestro sistema educativo no ha respondido a esos desafíos. Muchos analistas hablan de manera creciente de la separación radical entre nuestro sistema educativo y nuestras necesidades de cambio político y económico, y desarrollo social. Y este esfuerzo requiere, a su vez, el compromiso de todos aquellos actores e instancias que forman parte de la sociedad. Si bien el sistema educativo formal es uno de los principales responsables de la promoción e inculcación de los valores democráticos, esta responsabilidad debe ser compartida con otras instancias de socialización, tales como la familia, los grupos comunitarios, las organizaciones no gubernamentales y los medios de comunicación.

Revertir la mala distribución de los ingresos en América, es un elemento esencial en la consolidación de la paz, y tiene mucho que ver con la educación. Algunos quieren ver en el modelo económico recién adoptado el origen de tanta desigualdad. Y quisieran sugerir que la solución a esos problemas es simplemente regresar al pasado. Pero en nuestras sociedades no hay como hacerlo. Esos son sólo quimeras.

Hemos tenido en el pasado, en términos generales, políticas educativas y sociales ineficaces y la razón de la persistencia de la pobreza y de la mala distribución del ingreso se encuentra en las falencias de un estado hipertrofiado, lento, ineficaz y en las deficiencias de nuestro sistema educativo, y no en simplistas explicaciones retóricas sobre el egoísmo de nuestros empresarios, o las características de nuestro modelo económico.

Es por eso tan inquietante lo que algunos afirman en el sentido de que la globalización esta borrando todas las fronteras y que y piensan que en el futuro el estado no será mas imprescindible. No sabemos si eso va a ocurrir en otras sociedades pero no va a ser lo que ocurrirá en América. No hay duda que la globalización ha incrementado de manera dramática las exigencias sobre nuestras sociedades y no sólo sobre nuestras economías lo que ha generado nuevas demandas sobre el estado y sus crecientes responsabilidades. Y esto representa un gran desafío de reforma del Estado, donde aún existe una enorme tendencia hacia la hipertrofia estatal, a la excesiva burocratización, al escogimiento de los funcionarios públicos con criterios en exceso politizados. Por eso debemos tener claro que sólo un estado eficiente y que atienda esas responsabilidades podrá responder a estos desafíos. No de otra manera podremos superar los desafíos de los violentos. Por sobre todo hay que ganar para el Estado el monopolio del uso de la fuerza.

Al desearles éxitos en el desarrollo de sus trabajos, no puede haber palabras más apropiadas que recordar la primera frase del preámbulo del acto constitutivo de la UNESCO, que reza "al nacer las guerras en el espíritu de los hombres, es allí también donde ha de configurarse la defensa de la paz". La misión que se les ha encomendado a Ustedes es la de brindar sus aportes para que ese propósito humanista se cumpla a lo largo y ancho de nuestro continente.

Muchas gracias