Contexto


Mensaje del Secretario General de la OEA en el Día Internacional de Apoyo a las Víctimas de Tortura

  26 de junio de 2018

Han pasado 3 décadas desde que la comunidad internacional aprobara los instrumentos jurídicos principales para la protección contra la tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes.

El continente americano lo hizo incluso antes, en 1985, al salir de uno de los momentos más oscuros, violentos y dolorosos de su historia.

Los países decidieron prevenir y sancionar la tortura, entendiéndola como el peor delito a la dignidad humana y una negación de los principios y valores consagrados en la Carta de la OEA y la Carta de las Naciones Unidas.

El tiempo pasa, y lamentablemente esta aberrante práctica sigue ocurriendo en las Américas y en el mundo.

Dijimos expresamente en la Convención que la tortura jamás es justificable incluso en los siguientes casos:

"El hecho de haber actuado bajo ordenes superiores no eximirá de la responsabilidad penal correspondiente.

"No se invocará ni admitirá como justificación del delito de tortura la existencia de circunstancias tales como estado de guerra, amenaza de guerra, estado de sitio o de emergencia, conmoción o conflicto interior, suspensión de garantías constitucionales, la inestabilidad política interna u otras emergencias o calamidades públicas.

Ni la peligrosidad del detenido o penado, ni la inseguridad del establecimiento carcelario o penitenciario pueden justificar la tortura".

Y sin embargo hay personas que siguen sufriendo las peores formas de maltrato físico y psicológico en nuestro continente. Personas que, de sobrevivir, quedarán marcadas para siempre por haber sido víctimas de lo injustificable. Familias que sufren durante y después de estas aberraciones.

La pérdida de respeto a la dignidad humana, al sufrimiento humano, prueba que quien lo está infringiendo ha perdido su esencia, su humanidad y su capacidad de ser interlocutor. Ha perdido toda legitimidad para ejercer el poder.

Nuestra comunidad hemisférica no debe tolerar estas prácticas. Permanecer en silencio frente a la tortura es ser cómplice de la misma.

Todos somos responsables de combatir esta lamentable práctica. Y la única forma de hacerlo es denunciando y escuchando la verdad de las víctimas y sus familiares, y haciendo rendir cuentas a los responsables.

Es la única manera de poder decir Nunca Más de forma consecuente.

Referencia: D-036/18