Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
DISCURSO DEL SECRETARIO GENERAL DE LA OEA EN LA SESIÓN INAUGURAL DE LA IV CUMBRE DE LAS AMÉRICAS

4 de noviembre de 2005 - Mar del Plata, Argentina


Sr. Presidente de la Nación Argentina, Dr. Nestor Kirchner
Sres Presidentes y Primeros Ministros
Sres. Cancilleres y Ministros de Estado
Sres. Embajadores
Sres Representantes de Organismos Internacionales
Sras y Sres.


La Cumbre de las Américas ha sido, por más de una década, el mayor evento de nuestro hemisferio. En las cinco Cumbres sostenidas en estos años (Miami, Santiago y Québec, además de las de Santa Cruz y Monterrey) Uds. han adoptado decisiones que han repercutido y siguen repercutiendo en la vida de las Américas. La Carta Democrática Interamericana, el lanzamiento de las negociaciones del ALCA, la Convención Interamericana contra la Corrupción, la Relatoría de Libertad de Expresión y la creación del Comité Interamericano para el Control del Abuso de las Drogas, son sólo algunos de esos resultados.

Por ello nos preparamos por un largo período para estas Cumbres y por ello ellas generan tanta expectación. En los últimos meses y hasta ayer hemos dialogado muchas horas entre nuestros Gobiernos, en los organismos del Sistema Interamericano, con jóvenes, mujeres, pueblos originarios, empresarios, trabajadores, organizaciones no gubernamentales, parlamentarios y muchos grupos más, tratando de alcanzar acuerdos que permitan hacer de esta Cumbre el evento relevante que nuestros pueblos merecen.

Aunque el trabajo ha sido largo, vuestros coordinadores han podido adoptar conclusiones muy importantes, incluidas en el texto de la Declaración y en el Plan de Acción. Sin embargo, quedan aún muchos asuntos en que la voz de nuestros líderes puede hacer una diferencia sustantiva y estamos ciertos de que Uds aprovecharán esta oportunidad para entregar las propuestas y políticas que orienten el quehacer de nuestra Comunidad Interamericana en los próximos tres años.

Se realiza además esta Cumbre en un momento crucial. 2004 fue el mejor año económico vivido en la región en más de dos décadas y 2005 y 2006 enfrentan también buenos pronósticos, a pesar del problema provocado por los altos precios del petróleo. Tenemos gobiernos democráticos en todo el hemisferio y muchos países, entre ellos todos los que han sufrido crisis de gobernabilidad, se aprestan a realizar en los próximos meses elecciones democráticas para elegir nuevamente sus autoridades.

Y sin embargo, sentimos que reina en torno a nosotros una atmósfera de incertidumbre, natural después de las crisis vividas en los primeros años de esta década. Desde el punto de vista de la gente, las preguntas claves son dos: primero: ¿seremos capaces, esta vez de mantener los ritmos de crecimiento necesarios para que nuestra región no siga perdiendo relevancia en la economía mundial, frente a otras regiones en desarrollo que han tenido, en las últimas décadas, tasas de crecimiento mucho más altas? y ¿será posible que esta vez, ahora si, los beneficios de nuestro crecimiento y nuestra democracia beneficien a los más de doscientos millones de pobres, la mitad de ellos indigentes, que hoy habitan nuestra región?

El tema elegido para esta Cumbre, que nuestros ciudadanos identifican en múltiples encuestas como el principal problema de la región, va al corazón de estas preguntas. Según las cifras más recientes, anualmente se incorporan al mercado de trabajo en América Latina y el Caribe, cinco millones de personas, cifra enorme producto del impacto de las altas tasas de natalidad de décadas pasadas y de la creciente y bienvenida incorporación de la mujer al mundo laboral. Si ya tenemos más de veinte millones de desempleados oficiales, la sola mantención de esa cifra significa un enorme esfuerzo. Pero además 7 de cada 10 nuevos empleos son informales y muchas personas que trabajan no ganan lo suficiente para mantener a sus familias por encima de la línea de la pobreza. Peor aún, la brecha entre los salarios de los trabajadores no calificados y los de empleos calificados ha ido aumentando, y la concentración del ingreso en un pequeño grupo de personas se vuelve cada vez más ostensible.

Pobreza y empleo están indisolublemente vinculados, pero de manera más compleja de lo que se piensa, porque hay muchos más pobres que desempleados y nuestro desafío incluye a los pobres que no trabajan y también de los que trabajan por menos de lo que necesitan para vivir.

Existen condiciones indispensables sin las cuales esta tarea no podrá ser acometida con éxito. Estas condiciones son el crecimiento, los equilibrios macroeconómicos y la apertura de mercados. En ellas hemos tenido avances importantes, como las tasas de crecimiento anotadas; una reducción sustantiva de los déficits y la inflación; y la suscripción de una cantidad importante de acuerdos comerciales y bilaterales y regionales, entre los cuales el acuerdo CAFTA – DR es el más reciente. En la preservación de estas macropolíticas se sustentan las políticas concretas que Uds adoptarán en materia de productividad, eficiencia, fomento a la pequeña y mediana empresa, acceso al crédito, educación y capacitación y muchas otras que forman el núcleo principal de la Declaración y el Plan de Acción de Mar del Plata, para aumentar el empleo y disminuir la pobreza y la desigualdad.

Otras políticas públicas son también necesarias para enfrentar los problemas sociales del hemisferio. Muchos de los cambios producidos hace dos décadas tenían el sano propósito de generar un mayor espacio a la libertad en el mercado y fomentar la iniciativa económica privada. Pero a veces la distorsión ideológica condujo al empequeñecimiento y el desprecio por las políticas públicas, por el papel del Estado y el Gobierno en la distribución de la riqueza y en la provisión de los servicios sociales esenciales para la mayoría de los americanos.

Reconocer el valor que tienen las políticas públicas no significa en caso alguno recaer en tentaciones estatistas que limiten la capacidad de las empresas y las personas para desarrollar plenamente su capacidad de generar riqueza. Al contrario, la creación de un clima económico y social propicio a la inversión, al emprendimiento privado, a través de reglas claras que eliminen temores, abran mercados, reduzcan al máximo las trabas burocráticas y garanticen a la iniciativa privada la posibilidad de brindar crecimiento, son políticas públicas ineludibles para nuestros gobiernos.

Porque en cualquier escenario, debemos reconocer que la mayor generación de empleo siempre se producirá a través de la iniciativa privada en un clima de estabilidad. Pero también es efectivo que la sola acción del mercado se ha mostrado insuficiente para generar una justa distribución del ingreso y para atender las necesidades sociales en materia de educación, salud, vivienda y seguridad que los sectores más pobres de la población requieren. Es hora de aceptar que el combate a la pobreza y la desigualdad requieren también de políticas públicas claras, focalizadas y dirigidas por gobiernos dotados de recursos y capacidad técnica.

La tarea fundamental de la política y los políticos es resolver los problemas de la gente y no generar más problemas, como muchas veces ocurre en nuestros países. Uno de nuestros mayores desafíos es aumentar sustantivamente la gobernabilidad en la región. Hemos tenido en los últimos años graves problemas de estabilidad política y de calidad de la gestión pública.

Mejorar la calidad de la política pública en el hemisferio significa, en primer lugar, ampliar y fortalecer la libertad en las Américas. La superación del desempleo y la pobreza supone sociedades más libres, con plena expresión y participación de todos sus ciudadanos, con más justicia, con transparencia, con más libertad de expresión y organización, con pleno respeto por la igualdad de género, respetando la diversidad de sus pueblos originarios, sus conciudadanos afrodescendientes, sus grupos más vulnerables, los millones de migrantes y desplazados. Asimismo debemos garantizar una mayor seguridad frente a las catástrofes naturales, el Sida y las pandemias, el narcotráfico y el crimen organizado, la proliferación de pandillas y el terrorismo. Sólo así podremos contar con el pleno respaldo de nuestros pueblos a los objetivos que nos hemos trazado.

En este marco debemos hacer uso de los instrumentos básicos de que disponemos. La Carta Democrática Interamericana contiene todos nuestros compromisos para forjar una comunidad de naciones libres, cuyos gobiernos no sólo se generan democráticamente, sino también gobiernan con pleno apego al estado de derecho, garantizando siempre los derechos humanos de todos sus ciudadanos. La Carta no es sólo un acuerdo de Gobiernos; es también una victoria de nuestros pueblos y como tal debemos respetarla de manera irrestricta.

En ese marco, toda diversidad es siempre legítima. Somos naciones muy distintas, por origen, tamaño, riqueza y tradiciones. Tengamos principios y políticas comunes, pero reconozcamos también que existen caminos distintos para alcanzar nuestros objetivos.

Sres. Jefes de Estado y de Gobierno,

La Organización de Estados Americanos, junto a las demás instituciones del Sistema Interamericano seguirá trabajando en los próximos años, bajo la dirección de Uds en hacer realidad los acuerdos de esta Cumbre y está dispuestas a asumir las responsabilidades que Uds le asignen. Entre ellas estarán, por cierto, el seguimiento del proceso que hoy iniciamos para generar empleo decente, reducir la pobreza y fortalecer la gobernabilidad; así como la organización de las actividades de nuestro sistema y de la próxima Cumbre de las Américas.

Hagamos de esta Cumbre un momento de esperanza. Salgamos de aquí convencidos de que podemos convivir, trabajar y progresar juntos. Hagamos que el esfuerzo inmenso que la Nación Argentina y su Gobierno han puesto en la excelente organización de este encuentro fructifique. Respondamos con sentido positivo las grandes incertidumbres que hoy aquejan a los pueblos de las Américas enviando un mensaje de unidad y compromiso con sus principales problemas.