Discursos

MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE PANAMÁ, HARMODIO ARIAS CERJACK
DURANTE EL XXXIV PERÍODO ORDINARIO DE SESIONES DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS

8 de junio de 2004 - Quito, Ecuador


En nombre de la Excelentísima Señora, Mireya Moscoso Rodríguez, Presidenta de la Republica de Panamá, presento al pueblo y gobierno del Ecuador nuestro mas cordial saludo y les expreso nuestro agradecimiento por su hospitalidad, que nos permite celebrar en esta Muy Ilustre Ciudad de Quito, Patrimonio de la Humanidad, el encuentro anual de nuestra hermandad hemisférica.

Igualmente felicito al Presidente Lucio Gutiérrez, a su gobierno y a mi distinguido amigo el Canciller Patricio Zuquilanda por su acierto al escoger como tema central para nuestras reflexiones: “El Desarrollo Social y la Democracia frente a la incidencia de la corrupción”.

Felicitamos al amigo Ex-presidente y nuevo Secretario General de la OEA, Dr. Miguel Ángel Rodríguez y a la vez le deseamos éxitos en sus futuras y delicadas funciones. También quiero aprovechar la ocasión para agradecer y felicitar al Secretario General saliente, Dr. Cesar Gaviria, por todos los éxitos y aciertos obtenidos frente a nuestra organización en estos últimos 10 años. ¡Gracias Don Cesar!

En esta asamblea, podemos volver a congratularnos de que el continente que habitamos sigue siendo un concierto de democracias, y que los gobiernos que representamos, tal y como lo expresaron los Jefes de Estado y de Gobierno durante la pasada Cumbre Extraordinaria de Monterrey, continuamos comprometidos, de manera inalterable, para que la democracia siga siendo patrimonio común e inalienable de nuestros pueblos, porque estamos convencidos de que sólo mediante su pleno ejercicio alcanzaremos el bienestar y progreso para los sectores más necesitados de nuestros países.

Señor Presidente:

Abro ahora un espacio para referirme al alentador informe que nos ha presentado el doctor César Gaviria, Secretario General de nuestra organización, y registrar con satisfacción que la difícil etapa de confrontaciones internas, vivida por la hermana nación venezolana, ha encontrado cauce para su normalización.

Cumplida, con éxito, la ratificación de firmas y acordada la celebración del referendo previsto en la Constitución venezolana, nuestra Comunidad democrática debe alentar, tanto al gobierno como a la oposición venezolana, para que recorran, con pleno respeto a las reglas de la convivencia democrática, las etapas que culminarán con el referendo en fecha que resulte diligente y oportuna, tal como se convino en el acuerdo del 29 de mayo de 2003.

Respetuosos como somos del principio de no intervención, no nos compete tomar partido por las posiciones que buscarán el respaldo de los electores, pero sí debemos expresar nuestra confianza en que los resultados de ese ejercicio democrático serán fiel reflejo de la voluntad soberana del pueblo y, debidamente respetados y acatados por todos los venezolanos.

La democracia se consolida mediante la celebración de torneos electorales transparentes, en los que el voto, libremente emitido y honestamente escrutado, determina quienes deben ejercer el poder público, poder que sólo emana del pueblo.

Pero también sabemos que el sistema democrático solo se fortalece y consolida, de manera duradera, en la medida que puede dar, con rapidez, respuestas a la impaciencia de quienes no tienen mucho mas tiempo para esperar.

Nuestro país, podemos decirlo con orgullo, ha celebrado en 1991, 1994, 1998, 1999 y el pasado 2 de mayo de 2004, 5 eventos electorales que han sido ejemplo de civismo y sobre todo de incuestionable transparencia.

Recientemente, el 2 de mayo, casi el 80% de las personas registradas en el padrón electoral cumplieron con el deber ciudadano de votar. Esa es clara prueba de que en Panamá creemos en el sistema democrático.

Pero nosotros, al igual que otros países del hemisferio, sabemos que esa fé puede resquebrajarse si no podemos impulsar, rápidamente, el Desarrollo Social.

La democracia y el desarrollo social son interdependientes.

La OEA tiene una trayectoria de éxitos en su lucha por fortalecer la democracia representativa.

La Carta Democrática que aprobamos en Lima, en el año 2001, en cumplimiento del mandato que nos impartieron nuestros Jefes de Estado y de Gobierno en la Tercera Cumbre de las Americas, es prueba de nuestra decisión y compromiso de seguir consolidando los regímenes democráticos.

Nuestros pueblos tienen el derecho de vivir en democracia. Y los gobiernos la obligación de promoverla y defenderla. Así lo ratificamos en la Carta Democrática Interamericana.

La primera manera de protegerla y defenderla es practicándola plenamente, forjando una auténtica cultura democrática, en la que el diálogo y no la confrontación sea la vía para dirimir nuestras diferencias. La segunda, es garantizando la seguridad y la estabilidad, internamente y en el continente. El marco de referencia para guiarnos en este aspecto es la Declaración sobre Seguridad en las Americas que, aprobamos en la ciudad de México el pasado mes de octubre. La tercera, es creando las condiciones para asegurar el desarrollo sostenible, que nos permita avanzar en la superación de la pobreza.

La adopción e implementación de una Agenda Social Interamericana sigue siendo nuestra gran asignatura pendiente. Hace más de una década adoptamos el Programa Interamericano para Combatir la Pobreza y la Discriminación, pero muy poco hemos avanzado para convertirlo en un instrumento activo y de resultados. Mas recientemente, en la reunión de Margarita, del pasado año, sobre Pobreza, Equidad e Inclusión Social, y en la reunión de la Comisión de Desarrollo Social, celebrada en Chile, hicimos avances importantes, pero todavía hay un largo camino por recorrer.

El Desarrollo Social es nuestro gran reto. De él depende la consolidación de nuestras democracias y también la seguridad de nuestras sociedades.

Pero cómo alcanzar el desarrollo social y la democracia plena y participativa, cuando nuestros recursos son cada día más escasos y limitados por la estreches de nuestras economías, la dificultad para ampliar nuestras exportaciones, el peso de la deuda publica y la incidencia de factores como la corrupción.

Repito que fue un acierto de nuestros anfitriones, habernos propuesto reflexionar sobre la relación que hay entre “El desarrollo social y la democracia, frente a la incidencia de la corrupción”.

Este flagelo, del que no creo está exento ningún país, compromete nuestro desarrollo y lleva desaliento a nuestras sociedades.

Pero su tratamiento tampoco puede ser generalizado discriminando las responsabilidades de donde corresponden. Porque la corrupción puede estar presente en los gobiernos, pero proviene de los sectores privados. No debemos olvidar que no hay corruptos sin corruptores y viceversa.

Para atacar con éxito la corrupción necesitaremos del concurso de todos, pero, muy especialmente de los medios de comunicación. Estos tienen la responsabilidad primaria de dar tratamiento responsable y objetivo a los casos de corrupción. Su festinamiento, que desgraciadamente ocurre con frecuencia, no contribuye a la solución de este problema sino que la agudiza.

Abrigamos la confianza de que en la próxima conferencia de los Estados Parte de la Convención Interamericana contra la Corrupción, que celebraremos en Managua, en junio próximo, avanzaremos hacia un programa interamericano que nos ayude a reforzar ese instrumento y a luchar más efectivamente contra ese problema común.

Unas palabras finales, para reiterar nuestro agradecimiento a nuestros anfitriones por la magnífica organización de esta asamblea. Gracias a sus esfuerzos y a la participación de todos ustedes, nuestra OEA se fortalece y consolida su papel como el principal foro político de nuestro continente.

Muchas gracias.