Resoluciones Asamblea General


NOTAS PARA PALABRAS DEL JEFE DE GABINETE DE LA OEA SOBRE EL PROCESO DE CUMBRES

El inicio de un nuevo siglo enfrenta a las Américas a nuevos desafíos y oportunidades. Con el fin de la guerra fría y la creciente interdependencia el sistema internacional se transformó al influjo de nuevas condiciones y reglas de juego en las relaciones internacionales.

En el ámbito interamericano, se comenzó a diseñar una nueva agenda. Unidos por una comunidad de valores y de intereses, de ideales políticos y económicos compartidos, de retos cuya superación requiere de la acción colectiva y de la cooperación, e impulsados por una enorme voluntad política, los primeros mandatarios comenzaron a reunirse para delinear una nueva agenda interamericana que, poco a poco, ha transformado de manera radical la dinámica y la naturaleza del diálogo político hemisférico. El proceso de Cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno que se inició en Miami, en 1994, estuvo encaminado y promovido por una activa diplomacia presidencial que logró sustituir la confrontación que caracterizó las relaciones interamericanas del pasado, por una visión cooperativa del futuro.

El proceso, percibido por muchos como un signo del "multilateralismo emergente del siglo XXI", consiste en la institucionalización de una serie de reuniones al más alto nivel en las que participan todos los gobiernos del hemisferio elegidos democráticamente, con el propósito de discutir asuntos comunes y buscar una solución a problemas compartidos. La agenda que se ha ido delineando, se asienta en varios pilares: la preservación y el fortalecimiento de la democracia y de sus instituciones, de los derechos humanos y de la justicia; la solución pacífica de controversias; el mejoramiento y el acceso a la educación y a la salud; la integración económica y el libre comercio; la erradicación de la pobreza y de la discriminación; la protección del medio ambiente y la búsqueda del desarrollo sostenible; y la lucha contra la corrupción, el terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado.

La realización de reuniones cumbres no es algo nuevo. La historia de las cumbres americanas puede dividirse en dos períodos muy distintos. El primero se remonta a las dos reuniones presidenciales que se celebraron entre 1956 y 1967. El segundo, comprende la institucionalización del proceso de cumbres, las cumbres de Miami, Santa Cruz y Santiago, la implementación de los mandatos emanados de dichas cumbres, y los preparativos para la cumbre que se realizará el mes entrante en Quebec, Canadá.

Bajo los auspicios de la Organización de los Estados Americanos, la cumbre presidencial que se realizó en julio de 1956 congregó en Panamá a los líderes de veinte países del hemisferio con el fin de fortalecer a la OEA para convertirla en una fuerza promotora del desarrollo económico y social de la región. Los gobiernos crearon comités para estudiar los problemas críticos de la región, adoptaron la Declaración de Panamá, que exhortaba a la realización de un esfuerzo conjunto para promover la libertad y mejorar el nivel de vida de los pueblos, y sentaron las bases de lo que más tarde sería el Banco Interamericano de Desarrollo. En la segunda cumbre, realizada en Punta del Este en 1967, los gobiernos, conscientes de que las precarias condiciones económicas y sociales amenazaban con aumentar la inestabilidad de la región, se propusieron fortalecer la Alianza para el Progreso, cuyo objetivo era la promoción del desarrollo y de las relaciones pacíficas en el hemisferio. Para ello adoptaron la Declaración de Presidentes de las Américas, que contemplaba la creación de un mercado común latinoamericano antes de 1980, que no incluiría a los Estados Unidos, y un aumento de la cooperación multilateral en lo que se refiere al desarrollo de la infraestructura, la agricultura, el control de armamentos, y la educación. Desafortunadamente, los mandatos emanados de dichas cumbres no se cumplieron, y por lo tanto no se alcanzaron las metas consignadas en las declaraciones de los presidentes.

Décadas más tarde, el nuevo contexto mundial y nacional, creó el marco propicio para impulsar un nuevo proceso dinámico, con características singulares y cuyo impacto ha desbordado todas las expectativas. A diferencia de las anteriores, las cumbres actuales cuentan con la participación de 34 gobiernos, entre los cuales por primera vez figuran Canadá y todos los Estados angloparlantes del Caribe. En cada una de ellas, los Jefes de Estado y de Gobierno acordaron compromisos específicos. Mientras las Declaraciones de Principios contienen una visión integral del Hemisferio que se quiere construir, una definición del horizonte común al que deben dirigirse todos los pueblos de la región, en los Planes de Acción, se establecen medidas concretas de acción, se asignan responsabilidades específicas y se definen los instrumentos de coordinación necesarios para hacer realidad las metas propuestas. Las cumbres brindan, así, una visión pragmática de la América posible.

En la Primera Cumbre, celebrada en Miami, se estableció un pacto para promover el desarrollo y la prosperidad en base a la defensa y el fortalecimiento de la comunidad de democracias del hemisferio, se determinó que la prosperidad debía buscarse mediante la integración económica y el libre comercio, que la pobreza y la discriminación debían erradicarse, y que el desarrollo sostenible debía lograrse sin destruir el medio ambiente.

Una de las iniciativas más importantes fue la de avanzar hacia la creación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) antes del año 2005, lo cual permitiría el libre intercambio de bienes y servicios entre las diferentes naciones de la región. Otra iniciativa, se refirió a la convocatoria de una Cumbre de las Américas sobre Desarrollo Sostenible, que se realizó en Bolivia en 1996, con el propósito de establecer una visión común del futuro dentro de un contexto de desarrollo sostenible y ratificar los principios establecidos por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo realizada en Río de Janeiro en 1992. Luego de arduas y complejas negociaciones se acordó que el concepto de desarrollo sostenible debía incluir elementos económicos, sociales y del medio ambiente. Ello dio como resultado la aprobación de la Declaración y del Plan de Acción de Santa Cruz, en el que se contemplaban iniciativas en las áreas de salud, educación, agricultura sostenible, ciudades y comunidades sostenibles, recursos hídricos, zonas costeras, energía y minerales.

La Cumbre de Santiago, celebrada en 1998, también fue precedida por intensas negociaciones y consultas que, en esa oportunidad, se llevaron a cabo en seno del Grupo de Seguimiento de la Implementación de Cumbres (GRIC), creado con posterioridad a la Primera Cumbre para facilitar el proceso y otorgarle dinamismo y efectividad. El Grupo se reúne periódicamente, informa anualmente a los Ministros de Relaciones Exteriores sobre el estado de la implementación de los planes de acción y está encargado de hacer los preparativos para las futuras cumbres, teniendo en cuenta los aportes de la OEA, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de la Organización Panamericana de la Salud, y de otras organizaciones internacionales involucradas en el proceso.

La agenda acordada en Santiago otorgó una mayor importancia a los temas sociales, particularmente a la educación, y se incluyeron iniciativas tendientes a consolidar y mejorar la calidad de las democracias en la región, promover y defender los derechos humanos, mejorar la administración de justicia, avanzar en la integración económica y el libre comercio, y erradicar la pobreza y la discriminación.

El diálogo político al más alto nivel que se inició en 1994, ha permitido alcanzar compromisos, acuerdos y acciones colectivas, sobre la base de visiones y valores compartidos, convirtiéndose así en la principal herramienta de integración y cooperación en el Hemisferio. Desde Miami y en cumplimiento de mandatos específicos, se han suscrito convenciones interamericanas en temas como la lucha contra la corrupción y contra el tráfico ilícito de armas, se han aprobado estrategias regionales en la lucha contra las drogas ilícitas y contra el terrorismo, y para la participación pública. Asimismo, el proceso de cumbres ha impulsado la realización de reuniones ministeriales para diseñar planes de acción en los diversos temas de la agenda vinculando, de esa manera, a las autoridades sectoriales a la agenda multilateral.

En abril de este año, los Primeros Mandatarios del Hemisferio se reunirán en la Ciudad de Quebec, Canadá. Sobre la base del camino ya recorrido, y teniendo en cuenta la disparidad de los logros alcanzados y la necesidad de redoblar los esfuerzos de los gobiernos en algunas áreas de acción, en estos días se están culminando las negociaciones para identificar nuevas iniciativas, concretas y asequibles, y definir un temario preciso, pertinente y orientado hacia la obtención de resultados puntuales. Para ello, también se han recogido las opiniones de los ciudadanos de la región, quienes se han expresado tanto a través de consultas como en las reuniones de la Comisión Especial de la OEA sobre Gestión de Cumbres Interamericanas, y en diversos eventos y foros, tales como los encuentros paralelos a las reuniones ministeriales que fueron organizados por la sociedad civil.

En esta oportunidad, el Plan de Acción estará articulado en torno a tres ámbitos temáticos: el fortalecimiento de la democracia, la creación de prosperidad y la realización del potencial humano, y estará acompañado por una Declaración sobre Conectividad.

A grandes rasgos es posible afirmar que mientras Miami fue la cumbre del comercio, Santiago fue la cumbre social. Hoy, muchos vislumbran que la próxima cumbre, que se realizará en Quebec, será la cumbre de la democracia.

El compromiso con la democracia, los derechos humanos y el Estado de Derecho es, sin duda alguna, la columna vertebral del proceso de cumbres y la base del desarrollo y la integración hemisférica. Sin embargo, a pesar de los innegables avances, la presencia de la democracia en las Américas está lejos de ser definitiva y concluyente. En muchos rincones de la región hay quienes sienten escepticismo y desencanto porque la democracia todavía no ha sabido responder a las expectativas ciudadanas; porque sus instituciones democráticas carecen de fortaleza y legitimidad debido a su incapacidad para resolver los problemas sociales, por los pocos avances alcanzados en la lucha contra la pobreza o la mala distribución del ingreso; porque se ve el resurgimiento de indicios de autoritarismo, porque no se ven funcionar de manera apropiada el equilibrio de poderes públicos o porque no consiguen suficiente participación ciudadana. La incapacidad del Estado de cumplir con sus obligaciones, poco a poco erosiona la credibilidad de las instituciones democráticas latinoamericanas y se comienzan a ver atisbos de inestabilidad. Es por ello que se espera que en Quebec, los Jefes de Estado y de Gobierno reafirmen su compromiso democrático y aprueben sendas iniciativas tendientes a mejorar y fortalecer los sistemas democráticos de la región. Más aún: la Declaración Política incluiría una "Cláusula Democrática", conforme a la cual una alteración del orden constitucional o la interrupción del orden democrático en cualquiera de los Estados lo excluiría de participar en el proceso de cumbres y, por extensión, en el Area de Libre Comercio de las Américas.

La OEA y el proceso de cumbres

¿Cuál ha sido el papel desempeñado por la OEA en este proceso? En un principio, las instituciones interamericanas estuvieron en gran medida al margen de las negociaciones preparatorias de la Cumbre de Miami, que se desarrollaron fundamentalmente a través de la diplomacia presidencial y bajo el liderazgo de los Estados Unidos. En Miami, sin embargo, el sistema interamericano recibió un gran desafío: el desafío de construir una nueva arquitectura americana. Los organismos regionales, como la Organización de los Estados Americanos, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización Panamericana de la Salud, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe, recibieron un voto de confianza y fueron convocados a brindar asistencia a los países en el cumplimiento de los diversos compromisos adquiridos, y al GRIC en las tareas de seguimiento de los mandatos. Hoy es posible afirmar que ya no hay prácticamente terrenos vedados a la cooperación internacional y a la acción multilateral.

En ese nuevo escenario, la OEA fue llamada a apoyar el desarrollo de la nueva agenda interamericana, a convertirse en el instrumento político de un nuevo multilateralismo dirigido a responder a los desafíos de la globalización, a transformarse en el foro de concertación política y jurídica multilateral y en un centro de intercambio de experiencias, de definición de políticas, de acuerdos y acciones colectivas en el hemisferio. Prueba de ello son los mandatos que ha recibido de los planes de acción y las resoluciones adoptadas por las últimas reuniones de la Asamblea General, que incorporan dichos mandatos y unifican la agenda de las cumbres con la de la Organización .

Ante la necesidad de responder con eficacia a los retos de la nueva agenda regional y a las importantes tareas que le fueron asignadas, la OEA puso en marcha un proceso de reforma y modernización. Hoy es posible afirmar que la OEA es una institución más dinámica, más competitiva y más flexible, que se ha convertido en el marco institucional que permite coordinar y apoyar gran parte de las tareas derivadas de los acuerdos de las cumbres.

Además de las tareas que se llevan a cabo en áreas específicas de acción, actualmente, la Organización desempeña diversos roles, algunos de los cuales han recaído en la Oficina de Seguimiento de Cumbres, creada en 1998 para apoyar el proceso de cumbres:

En los años que han transcurrido desde Miami, la OEA ha adquirido una invalorable experiencia en el apoyo a los Estados miembros, a través de distintos mecanismos, en la ejecución de los mandatos de las cumbres. Hoy, por decisión de los gobiernos del Hemisferio, existe identidad y coherencia entre el proceso de cumbres y la agenda de trabajo de la Organización, ambas al servicio de un vasto proyecto de construcción de ciudadanía en las Américas, que garantice la igualdad de oportunidades a todos sus habitantes.

Conclusión:

Las cumbres hemisféricas han permitido cimentar un proceso de diálogo constructivo y fructífero, precisar ciertos valores comunes de naturaleza económica, política, social y militar, identificar problemas comunes, y adoptar estrategias, mecanismos, y planes de acción para fortalecer los valores que unen a los pueblos de la región, y encontrar soluciones a aquellos que los separan. Gracias en parte a la flexibilidad del proceso de cumbres para responder a los múltiples desafíos de la globalización en varios frentes, hoy es posible afirmar que éste ha desbordado todas las expectativas.

Como ha sido expresado por el Secretario General de la Organización, César Gaviria:

Si ayer la unión de las Américas era una quimera, una retórica vacía, un anhelo postergado, hoy es una realidad palpable, un proceso de vastas proporciones que va de Alaska a la Patagonia y que incorpora todos los temas de que una u otra forma preocupan a las naciones y los habitantes de este hemisferio .