Discursos

PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CHILE, EXCELENTÍSIMO SEÑOR SEBASTIÁN PIÑERA
INTERVENCIÓN REALIZADA POR S.E. EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CHILE, DURANTE LA SESIÓN PROTOCOLAR DEL CONSEJO PERMANENTE

28 de septiembre de 2018 - Washington, DC


Muy buenos días:

Es para mí un gran privilegio poder compartir con ustedes, en esta Casa de las Américas, en el seno de la Organización de Estados Americanos, que es el foro político que une a todos los países que creemos en la democracia en el Continente Americano.

Y quisiera compartir con ustedes solamente tres reflexiones: una respecto al pasado, otra al presente y, finalmente, el futuro.

Respecto del pasado. La mayoría de los países de América ya llevamos más de 200 años de vida independiente, y este continente lo ha tenido todo: un territorio vasto, amplio, recursos naturales generosos, no hemos tenido las Guerras Mundiales que casi destruyen a Europa el siglo pasado, no hemos tenido las guerras religiosas o étnicas que asolaron a países europeos y a países del Medio Oriente, no hemos tenido muchas de las restricciones que el resto del mundo sí ha tenido.

Y, sin embargo, en general, la inmensa mayoría, salvo muy honrosas excepciones, seguimos siendo países subdesarrollados, con altos niveles de pobreza.

Y esto no es un designio de Dios, ni mucho menos una fatalidad del destino. Es porque no hemos sabido aprovechar las enormes oportunidades e inmensas potencialidades que nuestro continente tiene para enfrentar los desafíos del desarrollo y los desafíos de mejorar la calidad de vida de nuestros pueblos. Eso es una realidad.

Tenemos muchas cosas de las cuales enorgullecernos cuando miramos nuestra historia y nuestro pasado, pero también tenemos muchas cosas de las cuales lamentarnos, entre ellas, el no haber aprovechado en plenitud las enormes oportunidades que Dios nos regaló en este continente.

Y por eso, la historia tiene algo que la hace muy particular, ya está escrita: podemos hablar de ella, comentarla, pero no podemos cambiarle ni siquiera una sola coma. Lo maravilloso del futuro es que es un libro abierto, en que podemos tomar nuestros pinceles y trazar los caminos del futuro.

Y por eso quisiera hablar -en un momento más- de las oportunidades, los desafíos que enfrenta América Latina, de aquí hacia el futuro.

Pero quiero hacer una breve reflexión al presente.

La verdad es que -tal como lo dijo el Secretario General de esta Organización- América Latina, y América en general, también vive problemas muy especiales y la libertad, la democracia, el respeto a los derechos humanos, el Estado de Derecho, la libertad de expresión, no están garantizados. Hay que conquistarlos, fortalecerlos todos los días.

Es un poco como el aire. Cuando uno respira, no echa de menos el aire, pero déjenme compartir con ustedes lo que siente una persona que se siente asfixiada y se da cuenta de la importancia inmensa que tiene el aire. Lo mismo pasa con la democracia: cuando la tenemos, a veces no la valoramos, no la defendemos, no la promovemos lo suficiente. Y cuando la perdemos, sabemos que es muy difícil recuperarla.

Y eso es lo que ha pasado en algunos países de nuestro continente. Por ejemplo, un país como Venezuela. Sin duda que Venezuela no es una democracia, no hay separación de poderes, no hay Estado de Derecho, no hay libertad de expresión, no hay respeto a los derechos humanos, no hay tampoco respeto para las ideas pluralistas y diferentes, hay cientos de presos políticos. Y eso uno lo sabe y lo siente de inmediato.

Yo he estado en Venezuela. Miren, la democracia es un poco como el amor: cuesta definir lo que es el amor, pero uno se da cuenta inmediatamente cuando está enamorado y también se da cuenta inmediatamente cuando no está enamorado. Y basta pisar tierra venezolana para darse cuenta que ahí no hay una verdadera democracia.

En consecuencia, porque es cierto que existe el principio de la autodeterminación y de la autonomía de los pueblos y de los países, pero en los tiempos modernos valores como la libertad, la democracia, el respeto a los derechos humanos, no reconocen fronteras, y está en la Carta Interamericana y en la Carta Constitutiva de la OEA, que ésta es una responsabilidad conjunta y compartida de todos los países que creemos, apreciamos y valoramos la democracia, de no permanecer indiferentes cuando ésta es amenazada, en la forma en que lo está siendo en países como Venezuela, y también hay otros países, algunos están suspendidos de esta Organización -como es el caso de Cuba-, donde tampoco se respetan los verdaderos principios esenciales de una verdadera democracia.

Por eso yo quiero plantear que el rol que juega la OEA, y el rol que juega cada uno de los países amantes de la democracia, para colaborar con los países que han perdido sus democracias, para colaborar, por ejemplo, con el pueblo venezolano, para que pueda recuperar lo antes posible, y en forma pacífica, esas libertades que les han sido arrebatadas, esa democracia, ese Estado de Derecho, ese respeto por los derechos humanos, es una responsabilidad de la cual ningún país que cree y ama la democracia, puede excluirse ni puede sentir alguna indiferencia.

Y ésa es una tarea que está pendiente en muchos países de nuestra América y, por lo tanto, es un desafío frente al cual tenemos que asumir con una tremenda voluntad, con una tremenda responsabilidad.

Yo lo he dicho otras veces, yo creo que la opción militar no es una opción buena para este problema, porque uno sabe cómo comienzan las intervenciones militares, pero nunca sabe cómo terminan las invasiones, la cantidad de muertos, el dolor, el sufrimiento que eso puede causar.

Pero eso no significa que exista una enorme cantidad de otros mecanismos que tenemos que usar, y cada vez con mayor fuerza y voluntad, para ayudar al pueblo venezolano a recuperar su democracia y para forzar a un gobierno autoritario y no democrático, a reconocer y respetar esos valores esenciales que son parte, por lo demás, de las ideas básicas que permitieron constituir esta Organización de Estados Americanos.

Y déjenme dar una mirada hacia el futuro.

Normalmente pensábamos que los pilares del desarrollo eran tener una democracia estable, legítima, con buenas instituciones. Gordon Brown, Primer Ministro británico, decía que, en materia de formación de instituciones, los primeros 500 años eran los más importantes, dando a entender que es un proceso que toma tiempo y dedicación.

Pero una democracia con instituciones sólidas y estables, es un requisito esencial para poder aspirar a ser un país desarrollado.

Y cuando hablamos de desarrollo, estamos hablando de desarrollo integral, no solamente económico, sino que llegue a todas las áreas del quehacer humano.

Cuando hablamos de verdadero desarrollo, estamos hablando de un desarrollo inclusivo, que llegue a todas las familias, a todas las personas, no solamente a ciertas elites. Y cuando hablamos del verdadero desarrollo, también estamos hablando de un desarrollo sustentable, que sea respetuoso, armonioso con la naturaleza y con el medio ambiente.

Y, por lo tanto, ahí tenemos un primer pilar.

El segundo pilar -o antiguo pilar- es que, sin duda, el verdadero motor que mueve a los países es la libertad. La libertad hay que desatarla, para que pueda desplegarse en plenitud. Y ella es la que produce innovación, emprendimiento, imaginación, creatividad, que son los verdaderos recursos inagotables y renovables que tenemos para enfrentar, y especialmente, los desafíos del futuro.

Y, por supuesto, un tercer pilar, que siempre teníamos muy presente, es que los países tienen que ser más inclusivos, no pueden ser países tan diferenciados o tan desagregados. Tienen que ser inclusivos, para que todos sintamos que somos parte de ese proceso.

No hay nada que motive y entusiasme tanto a un pueblo, como un proyecto grande, noble, factible, en que todos sientan que tienen un lugar para aportar, pero también todos sientan que tienen un espacio para beneficiarse de los logros de ese proyecto.

Estos pilares no están garantizados, y hay que construirlos y reforzarlos todos los días. Son necesarios, pero en los tiempos modernos son absolutamente insuficientes.

¿Cuáles son los grandes pilares que, en muchos casos, tenemos que construir o reforzar para poder enfrentar los desafíos de esta Sociedad del Conocimiento y la Información, de esta Revolución Tecnológica, que está cambiando nuestras vidas, en forma vasta y profunda?

Yo creo que son bastante comunes en la inmensa mayoría de los países miembros de la Organización de Estados Americanos.

Y si pudiera resumirlos muy simplemente, yo diría, primero, necesitamos una revolución copernicana en materia de calidad y pertinencia de nuestro sistema educacional.

Mañana, o la próxima semana, el Banco Mundial va a dar a conocer un informe que lo ha hecho por primera vez, que no solamente mide la educación por el número de años de educación que tiene cada país, sino que mide un indicador que combina años de educación con calidad de la educación. Y, por tanto, es un ranking del verdadero potencial que la educación genera en cada país.

Yo les puedo asegurar que América Latina va a salir muy mal rankeado en esa medición. Algunos países podrán estar mejor que otros, pero el conjunto de América Latina tiene plena conciencia de que necesitamos mejorar en forma copernicana la calidad de nuestra educación, para que podamos ser ciudadanos de esta Sociedad del Conocimiento y la Información.

Y eso es mucho más que saber leer y escribir, esto requiere habilidades, pensamiento crítico, capacidad de innovar, capacidad para entender el mundo que nos rodea, mayor flexibilidad, requiere de dominar idiomas que hoy día no dominamos y no me refiero solamente al idioma inglés, me refiero al idioma digital, al idioma de la programación, que es el idioma universal que está caracterizando a esta Revolución Tecnológica y esta Sociedad del Conocimiento y la Información.

Y ahí, desgraciadamente, estamos muy atrasados, y lo que es más preocupante: no estamos progresando con la suficiente velocidad. La calidad de la educación en las pruebas internacionales que nos comparan con otros continentes del mundo, como la Prueba TIMSS o la prueba PISA muestran no solamente que estamos rezagados, sino que el rezago o la brecha está aumentando. No hemos reaccionado a tiempo, y esa batalla, la batalla por la educación, es la madre de todas las batallas.

En segundo lugar, en un mundo en que el principal peligro de esta nueva sociedad es la obsolescencia. El cambio es tan rápido que, si no nos adaptamos a ese cambio, vamos a quedar obsoletos, la educación es el gran instrumento para evitar el riesgo de la obsolescencia.

Y también tenemos que invertir mucho más en ciencia y tecnología para poder entenderla mejor, para poder saber de qué manera nos puede ser útil, para poder adaptarla a las necesidades de nuestros países, y para poder generar también ciencia y tecnología en nuestros propios países, otra área donde nuestro continente está muy rezagado.

Tercero, yo creo que es fundamental, y lo dije anteriormente, comprender que este mundo cambiante requiere una capacidad de innovar y de emprender y muchas veces los Estados en lugar de promover y apoyar la innovación y el emprendimiento, lo único que hacen es asfixiar la innovación y el emprendimiento a través de una burocracia que asfixia, que frena, que detiene la fuerza y la capacidad creativa y de imaginación de nuestros pueblos.

Y ahí tenemos un tercer gran desafío.

Pero además, el Estado en muchas de nuestras sociedades, en lugar de ser un socio estratégico que colabora con el desarrollo de la sociedad, muchas veces se ha transformado más bien en un lastre, que con toda su burocracia y con toda su discrecionalidad, en lugar de aportar muchas veces frena y detiene la modernización de nuestros Estados, el incorporar a nuestros Estados no los requerimientos o necesidades del siglo XIX o ni siquiera del siglo XX, sino que lo que realmente se requiere para el siglo XXI es una tarea pendiente en la mayoría de nuestros países.

Por ejemplo -tal como usted lo recordó Presidenta- nosotros planteamos en Chile una meta grande, ambiciosa pero factible: queremos transformar a Chile en un país desarrollado, en forma integral, inclusiva y sustentable, antes que termine la próxima década. No es un sueño: si Chile logra recuperar las tasas de crecimiento que tuvimos y que perdimos y que ahora estamos recuperando, esa meta es factible, y podemos superar a muchos países europeos, que hoy día son parte de la OECD si logramos mantener ese ritmo de crecimiento y desarrollo integral durante un período de doce años, que es lo que nos falta antes de que termine la próxima década.

Y dentro de eso, la modernización del Estado. En esto tenemos muchos enemigos, obstáculos, el temor al cambio, el amor por el statu quo, la burocracia, pero tenemos un gran aliado, que es la tecnología.

La tecnología de hoy día hace posibles cosas que antes eran imposibles. Por ejemplo: en Chile, el 50% de los trámites que las personas tienen que hacer con el Estado, se pueden hacer ya en forma digital, sin esa tremenda carga de tiempo y recursos que significa andar recorriendo distintas oficinas públicas, sino que desde la comodidad de un teléfono inteligente o de un computador personal.

Vamos a subir ese porcentaje a 80% durante nuestro Gobierno, y de hecho ya hemos superado largamente el 50% para que el Estado esté al servicio de la gente.

Octavio Paz, ese gran poeta, literato, ensayista, Premio Nobel mexicano, cuando hablaba del Estado se refería al “Ogro Filantrópico”. “Filantrópico”, porque se supone que ayuda a la gente, y “Ogro” porque para la inmensa mayoría de nuestros ciudadanos el Estado es un ente lejano, distante, hostil. Tenemos que acercar el Estado a la gente y la tecnología es nuestro gran aliado, porque a través del uso de la tecnología podemos disponer que el Estado esté al servicio de las personas, y los considere como sus verdaderos mandantes y no que piense que las personas están al servicio del Estado, que es la tentación o el desvío que muchas veces afecta a los gobiernos.

Y en esta materia, algunos ejemplos. Por ejemplo, en nuestro país estamos implementando una política que el Estado no le puede pedir a una persona ningún certificado que ya se lo pidió alguna vez, o que el propio Estado emite.

¿Qué sentido tiene pedirle un certificado de nacimiento a una persona para hacer un trámite, si el propio Estado es el que emite el certificado de nacimiento? Sólo el Estado lo puede emitir. O ¿qué sentido tiene pedirle un certificado de supervivencia, que ocurre en muchos países, que para hacer un trámite hay que demostrar que uno está vivo, basta con demostrar que uno está presente y con una identidad.

En Chile tenemos una identidad digital que es parte del patrimonio de todas las personas, y por tanto con esa identidad digital vamos avanzando a que las personas puedan interactuar con el Estado y con la sociedad civil, usando las ventajas de las tecnologías nuevas.

La identidad digital que cada uno controla, porque tiene un mecanismo de seguridad y de claves; la firma electrónica, que permite hacer una enorme cantidad de trámites sin desplazarse de la comodidad de nuestro propio teléfono inteligente o de nuestra propia oficina o computador.

Ahora estamos avanzando en un proyecto en el cual hemos recibido ayuda muy importante de las principales empresas tecnológicas. Yo tuve hace unos meses un privilegio, fui invitado a una conferencia en un pequeño Estado que se llama Idaho, en el norte, en una ciudad pequeñísima que se llama Sun Valley, donde tuve la oportunidad de interactuar con personas como Jeff Bezos, el líder de Amazon, creador y líder; Tim Cook, el líder de Apple; con Mark Zuckerberg, el líder de Facebook, con el líder de Yahoo!, con muchos de los principales innovadores. Y ahí uno se da cuenta de que ese potencial ya está, ya existe.

Y eso nos permitió, por ejemplo, en Chile acelerar una iniciativa que se llama el “Hospital Digital”, que es básicamente una combinación de tres grandes fuerzas: el Big Data, que nos permite acumular una enorme cantidad de información, la ficha médica de cada paciente, con todos sus diagnósticos, todos sus tratamientos y, al mismo tiempo, toda la experiencia acumulada en el mundo para diagnosticar y tratar distintas enfermedades; las telecomunicaciones, que nos permite comunicar esa información con los pacientes, con los doctores; y además, la inteligencia artificial que permite utilizar eso en una forma integrada.

De hecho, la Web 1.0 conectó computadores con computadores; la Web 2.0 computadores con personas; la Web 3.0 está conectando computadores con personas y con cosas: en el marco de la inteligencia artificial, eso es el internet de las cosas que va a revolucionar o está revolucionando nuestras vidas en una forma impresionante.

Fíjense ustedes, no es sólo aplicar tecnología, si no nos ponemos a la vanguardia de esta Revolución Tecnológica, no solamente vamos a hacer menos bien lo que ya se está haciendo, el mundo está cambiando la forma de hacer las cosas, y el que no se sube va a quedar simplemente obsoleto.

Vean ustedes como YouTube está matando a la industria de la televisión; Amazon a la industria del comercio; Airbnb a la industria de los hoteles; Uber a la industria del transporte; Facebook a la industria de los portales de contenido; Spotify a la industria de la música; Netflix a la industria del cine, Booking a la industria de las agencias de turismo; Google a todo lo que se llama las páginas amarillas, donde se ofrecían y se juntaban consumidores con oferentes; lo que hace WhatsApp, que está terminando con la telefonía fija, las redes sociales que han reemplazado en gran parte a los medios de comunicación; lo que pasa con los Smartphones con la industria de la fotografía, lo que pasa con e-mail y la industria del correo.

En fin, podríamos seguir y seguir para ver cómo esta Revolución Tecnológica no solamente está permitiendo hacer mejor las cosas que se hacían antes, está cambiando radicalmente la forma en que se hacen las cosas, y el que no lo entienda se va a quedar a la vera de la historia y del camino.

Por esa razón, yo pienso que, en América Latina, y Las Américas en general -yo sé que hay países desarrollados dentro de esta Organización, como es el caso de Estados Unidos y Canadá, pero estoy pensando en la inmensa mayoría de los otros 31 miembros de esta Organización- tenemos hoy día una gran oportunidad, llegamos tarde a la Revolución Industrial, hemos llegado tarde a todas las revoluciones, pero no podemos llegar tarde a ésta, y esta Revolución Tecnológica, esta revolución del internet de las cosas, la robótica, la inteligencia artificial, de las impresoras 3D y 4D, va a cambiar nuestras vidas en forma mucho más amplia y mucho más profunda de lo que nos cambió la revolución que hemos experimentado en los últimos 20 años, que ha sido impresionante.

La que viene es más amplia, es más profunda, por algo la velocidad del cambio se acelera y no se frena. Uno siempre cree que después de la tremenda revolución que hemos tenido en los últimos 20 años, va a venir un periodo de tranquilidad. No es así, todo lo contrario, se está acelerando. Y, por tanto, no tenemos más opción que subirnos a esta oportunidad que nos significa la Sociedad del Conocimiento y la Información, que -como yo les dije- es generosa con los países que quieren abrazarla en términos de oportunidades, pero es cruel con los países que le dan la espalda y simplemente la dejan atrás.

Y por eso, yo creo que uno de los grandes desafíos que tiene América Latina es no pensar que el subdesarrollo es parte de nuestra naturaleza y que somos un continente periférico, que vamos a estar siempre a la retaguardia, cuando sabemos que hoy día sí tenemos la oportunidad, tal vez la mejor oportunidad en nuestra historia, de recuperar el tiempo perdido y de escribir juntos las páginas más luminosas y más hermosas de nuestro continente.

Muchas gracias.