Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
DISCURSO DEL SECRETARIO GENERAL DE LA OEA EN LA INAUGURACIÓN DE LA SEXTA CUMBRE DE LAS AMÉRICAS

14 de abril de 2012 - Cartagena, Colombia


Excelentísimo Sr Presidente de Colombia,

Sres. y Sras. Jefes de Estado y de Gobierno de los Países de las Américas.

Permítanme iniciar mis palabras agradeciendo al Presidente Juan Manuel Santos, a su gobierno y al pueblo de Colombia por la generosa acogida que nos brindan como anfitriones de esta VI Cumbre de las Américas.

Disfrutamos, Sr Presidente, la hospitalidad de Colombia y de Cartagena de Indias, este histórico puerto del Caribe, tan cercano a Centroamérica, pero anclado en América del Sur, que simboliza el encuentro entre mundos que es nuestra región y es el mejor reflejo de la diversidad y riqueza cultural de los países que la componen.

Quiero también entregar a los Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno de las Américas el saludo de los organismos que componen el Grupo de Trabajo Conjunto de Cumbres. Hemos venido a recibir de Uds. orientaciones que nos permitan desarrollar de mejor manera nuestro trabajo en estos próximos tres años. Hemos escuchado las voces que vienen de la sociedad civil, los trabajadores, los pueblos indígenas y los jóvenes. Esta Cumbre es la más concurrida y plural de nuestra historia.

Felicito al Presidente de Colombia por el tono constructivo y positivo que ha dado a la agenda de esta Cumbre. Ello coincide con la nueva realidad regional. Los países de América Latina llegan a Cartagena fortalecidos por su desempeño en una crisis global en la cual sus economías han mostrado una fortaleza antes desconocida. La crisis sí llegó a esta región, pero las cifras sólo cayeron en el 2009. Ya en 2010 casi todos nuestros países tuvieron tasas positivas, con un fuerte crecimiento en muchos de ellos. 2011 también fue un buen año y se esperan resultados positivos para el 2012. El buen manejo económico, el aumento del consumo interno y los precios de sus exportaciones infundieron en el Sur de América una nueva confianza. A ello se une la disminución importante de las cifras de pobreza; las cifras record de inversión externa; la expansión de las empresas “multilatinas” que dan una nueva dimensión al proceso de integración; el crecimiento del empleo y una mayor estabilidad en los mercados de América del Norte.

Esta podría ser una buena década para la región y la invitación que nos hace el Presidente Santos es a no caer en la división ni en la complacencia, sino a mirar con objetividad y sentido constructivo los obstáculos que dificultan aún nuestro progreso.

Estos tienen que ver con los atrasos en nuestra infraestructura y nuestro desarrollo científico y tecnológico; con la pobreza que afecta aún a muchos de nuestros habitantes, ligada a la discriminación racial y de género; con la desigualdad en nuestros ingresos, nuestros sistemas tributarios y en el acceso a los servicios públicos; con el tráfico de drogas y la acción del crimen organizado, frente a cuya persistencia y fortaleza es necesaria una profunda revisión de estrategias; y con el impacto devastador del calentamiento global, que hace que desastres climáticos antes esporádicos se hayan convertido en una realidad frecuente en nuestras regiones.

La base para nuestra acción común es sólida. Nuestros países están hoy abiertos al mundo de manera más diversificada; pero gran parte de los intercambios siguen produciéndose dentro del hemisferio y sus subregiones. Los ocho mayores países de América Latina están entre los treinta principales socios comerciales de Estados Unidos, con cifras de comercio bastante equilibradas. Todos ellos también están entre los principales importadores de productos de América del Norte. A ello se une la creciente importancia de la inversión extranjera directa de América del Norte hacia el Sur (y la reciproca también está en cifras record); el fuerte comercio de servicios; y el hecho de que Canadá y América Latina proveen la mayor parte de los productos energéticos y estratégicos que importa Estados Unidos. Pero no se trata solamente de nuestras economías, mucho más asociadas de lo que algunos creen. También está nuestra gente, que emigra más que el resto de la población mundial, principalmente dentro de su propio continente; un 15% de la población de América del Norte es ya de origen latino y caribeño, y los niños y niñas de ese origen que nacen en Estados Unidos son el 25% del total.

Hay también una cuestión de valores. Este hemisferio es, junto a Europa, una de las dos regiones democráticas del mundo. Ningún participante en esta Cumbre debe su presencia aquí a nadie más que a su propio pueblo, que lo ha elegido. Por cierto, no tenemos democracias perfectas, ni cerca de ello. Pero ¡cómo ha progresado esta región en las últimas décadas!. Razón de más para seguir trabajando juntos en el cumplimiento de los compromisos asumidos con nuestros ciudadanos al suscribir, nuestra Carta Democrática Interamericana.

Pero en esta última década los países de la región han forjado una mayor autonomía. Por ello, para que las relaciones hemisféricas sean satisfactorias para todos, es necesario que todos compartamos responsabilidades en pie de igualdad. Nuestros documentos fundacionales nos ponen hoy ante una disyuntiva: la Carta de nuestra Organización de Estados Americanos proclama la inclusión en nuestro sistema de todos los países de América, mientras que la Carta Democrática Interamericana, el mayor avance político del hemisferio en las últimas décadas, proclama nuestro compromiso común con la democracia, no sólo en su origen, sino también en su ejercicio, con pleno respeto de los derechos humanos, - civiles, políticos y sociales.

La democracia avanza en América y la mejor forma de fortalecerla no está en la presión externa, en la imposición o en la exclusión. La solución a nuestro dilema de inclusividad y democracia está en el diálogo, la cooperación y la tolerancia.

En este marco, nuestra América unida es una realidad posible, con fortalezas institucionales innegables para alcanzar sus objetivos comunes. Pero América es también un continente de regiones y por ello la acción hemisférica será más realista si reconoce las realidades regionales de América del Norte, Centroamérica, el Caribe y América del Sur y las instituciones que han surgido para expresarlas. La OEA y el Sistema Interamericano no están en competencia con las organizaciones regionales, ni con los foros que han surgido para expresar nuestro creciente anhelo integrador; por el contrario, les da la bienvenida.

En un marco de tolerancia y diálogo debemos asociarnos, para lograr la prosperidad que está hoy a nuestro alcance. América se acerca ya a los mil millones de habitantes. Ellos esperan de sus líderes, reunidos hoy en Cartagena un claro mensaje de unidad, para potenciar nuestra competitividad y nuestros intercambios, derrotar la pobreza, la discriminación y la desigualdad, proteger los derechos humanos de todos nuestros ciudadanos, defender su seguridad y hacer posible la sociedad libre y democrática que reclaman.

Muchas gracias.