Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
SESIÓN EXTRAORDINARIA DEL CONSEJO PERMANENTE PARA CONMEMORAR EL QUINCUAGÉSIMO ANIVERSARIO DE LA CIDH

11 de noviembre de 2009 - Washington, DC


Ciertamente este es un año simbólico para la gran causa de los Derechos Humanos en el continente Americano. Se cumplen 50 años de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 40 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 30 desde la instalación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Cuando este sistema se inició, muchos latinoamericanos no entendían la importancia de estos instrumentos ni de la necesidad de crear órganos internacionales para su protección. Los países del Caribe no eran aún miembros de la organización y hace 50 años se vivían períodos difíciles de dictaduras; dictaduras criminales sobre todo en países de Centroamérica, pero no existía la conciencia de las terribles violaciones que tuvimos que enfrentar a partir de la década de los 70. Entendimos de manera difícil, en los años posteriores, que la defensa de los Derechos Humanos es esencial en la lucha por la democracia; que no existe democracia sin un respecto irrestricto a los Derechos Humanos. El “nunca más” que aprendimos de los familiares de los ejecutados políticos y de los detenidos desaparecidos, tiene ese contenido: ninguna democracia puede aceptar a ningún título restricciones o violaciones de los derechos humanos fundamentales.

La Comisión Interamericana fue creada como mecanismo de promoción de los Derechos Humanos. La intención primaria no era que se dedicara de forma tan directa a lo que posteriormente se dedicó: protección y defensa de los mismos. Fue el desarrollo de los hechos de nuestra región la que nos llevó a ejercer un rol mucho más proactivo para proteger a las víctimas y ahí es donde se aprendió lo esencial de algunas instituciones que no debemos perder de vista: la independencia y la autonomía de nuestros organismos jurisdiccionales en materia de derechos humanos.

Porque nuestra Comisión es autónoma, a diferencia de lo que ocurre en otros organismos internacionales. Lo ha sido así desde el comienzo y esa autonomía le ha permitido defender de manera irrestricta -incluso en momentos en que el continente estaba bastante poblado de dictaduras- los derechos de las personas. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos se convirtió así en un símbolo de la lucha incansable por el hombre, por la mujer americana, por la defensa de sus derechos fundamentales.

A partir del año 79 contó también con la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que, como se ha dicho aquí, si bien no ha sido todavía reconocida en su jurisdicción por una cantidad importante de países, tiene la ventaja que su poder jurisdiccional es mayor por la facultad de imperio respecto de los Estados que han acogido la Convención. Con ella y con el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, hemos constituido una agrupación, una organización, un sistema de Derechos Humanos en el continente al cual coadyuvan también otras organizaciones que ejercen funciones específicas en su campo como la Comisión Interamericana de Mujeres.

Al celebrar estos aniversarios con la presencia de la Presidenta y los miembros de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la Presidenta los miembros y el Director del Instituto de Derechos Humanos, es ciertamente importante, como decía el Presidente, que veamos la posibilidad de mejorar aún más este sistema.

Hemos logrado enormes avances e impulsado reformas estructurales en las legislaciones y políticas públicas de los Estados miembros con miras a una mayor y mejor garantía de los Derechos Humanos. Se ha logrado ampliar la protección de Derechos Humanos de decenas de miles de ciudadanos latinoamericanos y del Caribe de manera directa y también ampliar los sistemas de protección de sectores importantes de la población y en diversas áreas. Entre los aportes principales en esta materia está la derogación de leyes de amnistía que contrariaban los instrumentos interamericanos de Derechos Humanos por buscar perpetuar la impunidad de los autores de crímenes atroces; la derogación de leyes de desacato que penalizaban expresiones críticas a los funcionarios públicos; la adopción de leyes sobre acceso a la información publica, sobre debido proceso o aquellas que sancionan la violencia doméstica; la adopción de políticas públicas dirigidas a erradicar el trabajo forzado y la violencia contra la mujer, el trabajo de los niños, a garantizar la participación política de los pueblos indígenas, por citar tan sólo algunos de los ejemplos más relevantes que el Sistema y esta política han tenido en la región.

En lo que se refiere a la jurisdicción de la Corte, quisiera destacar además los grandes avances en relación a cómo los Estados, en su gran mayoría, hoy acatan su jurisprudencia y además es seguida como un criterio de orientación por muchos altos tribunales nacionales de la región, lo que muestra que hay una importante interacción entre las jurisdicciones nacionales y la jurisdicción interamericana de protección de los Derechos Humanos. Sus decisiones, además, son citadas en otras regiones y en otros sistemas de Derechos Humanos. Esto es una muestra importante de la maduración que ha habido en la región, en donde hace pocas décadas esto era absolutamente impensable.

Sin embargo, la situación de los Derechos Humanos en el hemisferio sigue estando caracterizada por avances importantes y contrastes. Nuestras democracias registran importantes progresos institucionales y materiales: las elecciones libres de nuestros gobernantes, las reformas institucionales importantes de la Administración en pro de la transparencia, el fortalecimiento de las organizaciones de la sociedad civil. Pero junto con ello persisten elementos como la desigualdad en la distribución de las riquezas, el considerable aumento de denuncias por violencia intrafamiliar y el alarmante aumento, en algunos lugares, de homicidios de mujeres sólo por su condición de tales. Subsiste también la existencia, a éstas alturas de nuestra historia y de nuestro desarrollo, de muchos niños desnutridos y fuera del sistema escolar; de pueblos indígenas cuyos derechos son desconocidos; defensores de derechos humanos y periodistas asesinados o perseguidos y una situación inaceptable en muchos establecimientos penales de nuestra región de conflicto armado interno que aún provoca un número importante víctimas.

Es cierto que hemos progresado mucho en América Latina y el Caribe, pero nuestra región sigue teniendo índices inaceptables de pobreza. Hoy en día los habitantes de la región cuentan con mayor participación en la decisión de políticas que los afectan directa o indirectamente, lo cual de por si constituye una condición positiva para transformar esa inequidad existente en una sociedad más justa y más acorde a los intereses y derechos de sus ciudadanos, pero América Latina sigue siendo, más que un continente pobre, un continente injusto. Por todo ello la labor del Sistema Interamericano de Derechos Humanos es sin lugar a dudas, esencial.

No es un sistema completo, lo ha dicho el Presidente. Sus progresos son enormes y esto lo muestra no solamente los muchos logros que se han señalado en esta ocasión, la existencia de relatorías en prácticamente todos los temas importantes, la presencia permanente de la Comisión donde hay violación de derechos; a pocas semanas del golpe de Estado en Honduras estaba ahí nuestra Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Pero no tenemos todavía un sistema completo. No todos los países son miembros de la Comisión y de la Corte. Todos son miembros de la Comisión, como está establecido en la Carta, pero no todos acatan las decisiones que se pronuncian por nuestros organismos.

No podemos negar, por otra parte, que existen quejas de ciudadanos por las demoras en atender sus casos Demoras que se deben en la mayor parte de las ocasiones a la enorme cantidad de casos, porque cada vez son más los ciudadanos de las Américas, no que ven sus derechos violados, sino que son concientes de sus derechos, porque cada vez más gente acude a la Comisión y son cada vez más restringidos los recursos con que contamos para enfrentarlos.

El mejor homenaje que podamos hacer al Sistema Interamericano de Derechos Humanos es seguir luchando por ese compromiso: hacer que este sistema autónomo, admirado por su fuerza, por el respeto que se le tiene, por la libertad con que dicta sus resoluciones, sea primero acatado por todos y segundo, respaldado por todos, no solamente de palabra, sino que también en los hechos.

Es una pieza fundamental para nuestra Organización, es un elemento central que está en el corazón de la OEA. Por lo tanto, tenemos que ser capaces de hacer el compromiso, ya no los 21 países de hace 50 años atrás, sino los 35 que somos ahora, de respaldar, fortalecer y engrandecer el sistema de Derechos Humanos que ciertamente es una pieza fundamental de la democracia de nuestro continente.

Espero que hoy se pueda lograr la aprobación del Fondo de Asistencia Legal del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, con el objeto de facilitar el acceso real y efectivo al Sistema a aquellas personas que actualmente no tienen los recursos para llevar su caso adelante. Ese es el mejor homenaje que podamos hacerle a un sistema de Derechos Humanos como el que estamos destacando hoy, pero principalmente a aquellas personas para las cuales todo esto existe, para quienes debemos reforzar nuestra labor y compromiso: las víctimas de las violaciones a los derechos humanos. Por ellas, para ellas, un saludo afectuoso, para los que dirigen en nombre de todas las Américas este trabajo tan fundamental en la Comisión, en la Corte, en el Instituto, nuestro saludo y nuestro compromiso personal y el compromiso de este Secretario General y de esta Organización, de continuar esta labor que comenzó hace 50 años y respecto de de la cual aún tenemos mucho por hacer y cumplir.

Muchas gracias