Discursos

EMBAJADOR JORGE VALERO, VICEMINISTRO PARA AMÉRICA DEL NORTE Y ASUNTOS MULTILATERALES Y REPRESENTANTE PERMANENTE DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA ANTE LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS
INTERVENCIÓN DEL EMBAJADOR JORGE VALERO AL ASUMIR LA PRESIDENCIA DEL CONSEJO PERMANENTE DE LA OEA

10 de abril de 2007 - Washington, DC


Señores Representantes Permanentes,
Señor Secretario General,
Señor Secretario General Adjunto,
Señores Representantes Alternos,
Señores Observadores Permanentes,
Señores funcionarios de la Organización de los Estados Americanos,

Señoras y Señores,

Evoquemos la palabra angustiada del hombre. Rememoremos la poesía:

“Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre”.

Palabras premonitorias del gran poeta universal Pablo Neruda, tan oportunas como dramáticas, cuando ocurren grandes mutaciones en la naturaleza, provocadas por el irracional modelo consumista de desarrollo.

Las alarmas se han encendido. Un Cambio Climático Global, de consecuencias impredecibles, está ocurriendo. La temperatura del planeta se ha incrementado a los niveles más altos en miles de años, afectando a los seres vivos y a los ecosistemas.

Así lo ha advertido un Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) en su primer informe titulado: "Cambio Climático 2007: La Evidencia Científica".
Estamos llegando a niveles de contaminación incompatibles con la vida humana. Los gases de efecto invernadero son la principal causa del calentamiento mundial. Estudios científicos recientes indican que la temperatura media global subirá -a finales de este siglo- entre 1,4 y 5,8 grados centígrados. Las zonas más afectadas en nuestro hemisferio serán la Amazonía y las regiones árticas.
Los desastres naturales y antrópicos proliferan en todos los confines de la tierra y afectan dramáticamente a los países en desarrollo. Y los pobres (Frank Fanon los llamaba los condenados de la tierra) son las principales víctimas de estos desastres,
En el segundo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos de la ONU, presentado en la Conferencia Internacional sobre Calentamiento Global, celebrada en Bruselas, hace apenas cuatro días, el 6 de abril de 2007, se asegura que:
“Los más pobres entre los pobres del mundo, y eso incluye a personas pobres en sociedades prósperas, van a recibir el peor impacto. Esas personas tienen menos capacidad para adaptarse a los cambios climáticos”.
No es extraño, entonces, que el noventa y seis por ciento de los muertos por desastres naturales y antrópicos hayan sido pobres que viven en países en desarrollo, como se revela en la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres de las Naciones Unidas. Más de dos mil desastres naturales han causado casi 1 millón de muertos, en los últimos 16 años.

En el informe de los Expertos de la ONU también se señala que el “el 30% de las especies conocidas se extinguirá”; “la sequía y el deshielo dejarán sin agua dulce a mil millones de personas”; y “cientos de millones ya están condenadas a padecer inundaciones por el aumento del nivel del mar”.

Huracanes, inundaciones, deslaves, deslizamientos terráqueos, deforestaciones e incendios forestales, causan terribles calamidades en el mundo. Ningún país de nuestro continente está exento de estas amenazas.

Los hermanos países caribeños son los más afectados en nuestra región, por los huracanes que recurrentemente azotan sus territorios, causando pérdidas humanas, amenazando su seguridad y obstruyendo sus potencialidades para el desarrollo.
Ante este dramático panorama que amenaza a la especie humana, ¿qué papel le corresponde jugar a la OEA?
Consideramos que es imprescindible colocar el tema del cambio climático y sus secuelas, en el centro de la agenda interamericana. En ese sentido proponemos, a todos los países reunidos en este foro, renovar con mayor vigor y determinación, la Resolución AG/RES. 2184 (XXXVI-O/06) denominada “Reducción de Desastres Naturales, Gestión de Riesgos y Asistencia en Casos de Desastres Naturales y otros Desastres”.

En la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo de las Naciones Unidas se afirma que “El derecho al desarrollo es un derecho humano inalienable, en virtud del cual todo ser humano y todos los pueblos están facultados para participar en un desarrollo económico, social, cultural y político, en el que puedan realizarse plenamente todos los derechos humanos y libertades fundamentales, a contribuir a ese desarrollo y a disfrutar de él”.

Y en esta Declaración también se reconoce que los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales son indivisibles, interdependientes, injerarquizables y universales y deben ser garantizados por igual. La OEA debe ponerse a tono con este enfoque de las Naciones Unidas.

La OEA, asimismo, debe desplegar todas sus potenciales institucionales para que el derecho al desarrollo sea una realidad, ya que vivimos –como lo reconocen varios informes de las Naciones Unidas- en el continente más desigual del mundo.

Es necesario realizar en la OEA una reflexión profunda sobre el derecho al desarrollo y sobre la necesidad de reconocer la universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos. En ese sentido, proponemos realizar un Diálogo entre el Consejo Permanente de la OEA y el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

La pobreza devalúa la condición humana. La pobreza socava las bases de la democracia y de sus instituciones; es fuente de conflicto y de inestabilidad. La injusticia, la desigualdad y la discriminación son también causas de inestabilidad en nuestro continente. Si no logramos alcanzar en nuestros países democracias con justicia social la democracia puede colapsar.

Erradicar la pobreza y superar la desigualdad deben ser objetivos prioritarios de todos los países de la OEA. En ese sentido, se requiere adoptar políticas sociales innovadoras y progresistas, sin dilación, teniendo en mientes experiencias exitosas de cooperación que se vienen desarrollando en nuestro continente.

Nuestros pueblos demandan que se mejore la calidad de la democracia. Para que exista una verdadera democracia es necesario garantizar la plena observancia de todos los derechos humanos y libertades fundamentales. Ya tenemos una Carta Democrática Interamericana, que reconoce los derechos políticos y civiles. Sin embargo, la OEA tiene ahora el compromiso de aprobar la Carta Social de las Américas y su Plan de Acción, para que los derechos económicos, sociales y culturales sean también reconocidos.

Razón tiene el Secretario General de la OEA cuando señala que aprobar la Carta Social de las Américas es “una forma de impulsar la ciudadanía social y fortalecer la democracia”.

El Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela ha propuesto que, una vez que concluyan las negociaciones sobre la Carta Social de las Américas y su Plan de Acción, se realice una Asamblea Extraordinaria de la OEA en Venezuela, para aprobar estos instrumentos.

En la lucha contra la pobreza no se deben escatimar ni recursos ni esfuerzos. Para la implementación de la Carta Social de las Américas y del Plan de Acción se requiere dotar a la OEA de recursos extraordinarios, distintos a los previstos en el Fondo Regular. A esos efectos, la Presidencia del Consejo Permanente iniciará consultas con los representantes de todos los Estados.

El pueblo haitiano cifra sus esperanzas en todos los países de la OEA. La cooperación solidaria con este hermano país caribeño debe ser potenciada plenamente, en el ámbito económico y social. La Presidencia del Consejo Permanente propone que la OEA declare a Haití la máxima prioridad en materia de cooperación en el continente.

Energía para el Desarrollo Sostenible. Un amplio debate sobre este tema está planteado, con motivo de la próxima Asamblea General de la OEA, a celebrarse en Panamá.

Se trata de considerar si la energía puede ser utilizada para alcanzar un desarrollo sostenible, endógeno y soberano o, por el contrario, para aumentar el endeudamiento externo y profundizar la dependencia foránea de nuestros países.

Se trata de considerar si la energía puede ser utilizada para eliminar la pobreza y mejorar la calidad de vida de nuestros pueblos o, más bien, para aumentar la desigualdad y el lucro de empresas privadas multinacionales.

La Presidencia del Consejo Permanente propone que se asuma un enfoque humanístico sobre este tema. La integración y la cooperación energética, basadas en principios de solidaridad, complementariedad y reciprocidad, pueden ser herramientas para atacar la pobreza, alcanzar el desarrollo económico y social de los pueblos, y forjar sociedades democráticas con justicia y equidad social.

Nuestros países pueden incrementar sus fortalezas y reducir sus vulnerabilidades. Más del 80% de las reservas de petróleo y de gas de nuestro continente se encuentran en América Latina. Venezuela cuenta con las mayores reservas probadas de petróleo en el mundo, y es el quinto poseedor mundial de reservas de gas y primero en el continente. He allí un gran potencial que puede estar al servicio de nuestros pueblos.

Es imprescindible que los países más vulnerables de nuestra región que no disponen de hidrocarburos, tengan un acceso justo, equitativo y universal a la energía, que les permitan alcanzar su desarrollo integral, en beneficio de sus pueblos.

Una integración energética solidaria abona el desarrollo integral y promueve la justicia social en los países hermanos del continente.

En ese sentido, debemos apoyar y reconocer las iniciativas de cooperación energética regional, como PETROCARIBE, PETROSUR, el Gran Gasoducto del Sur, el Gasoducto Transcaribeño, el Acuerdo Energético de Caracas y el Acuerdo de San José, entre otras, que actualmente se implementan de manera exitosa.

Los Estados tienen un derecho soberano sobre sus recursos naturales y la potestad para definir los medios que consideren más convenientes, para acceder a la energía y para hacer prevalecer el interés público.

El precio de la energía debe ser justo para el productor y razonable para el consumidor. En ese contexto, se deben ponderar los factores que distorsionan los costos de la energía, que favorecen principalmente a los dueños de la economía mundial.

Es necesario cambiar los patrones de consumo energético y hacer un uso ético, eficiente y equitativo de la energía, impulsando también programas y actividades de cooperación en materia de ahorro y uso eficiente de la energía.

No se trata de estigmatizar ni de endiosar ningún tipo de energía. Fomentemos el desarrollo sostenible de energías alternativas renovables, incluidos los biocombustibles, y promovamos la utilización ambientalmente amigable de los combustibles fósiles, que seguirán desempeñando -por décadas- un papel dominante en el suministro de energía.

En la producción y uso de los biocombustibles se deben armonizar los aspectos agrícolas, sociales y ambientales, para evitar que se ponga en riesgo la seguridad alimentaria de nuestros pueblos.

Gran trascendencia tendrá la I Cumbre Energética Suramericana, a realizarse en la República Bolivariana de Venezuela, los días 16 y 17 de abril de 2007, que congregará a los Jefes de Estado y de Gobierno de doce países del hemisferio: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay y Venezuela.

Los líderes suramericanos discutirán sobre Petróleo, Gas, Biocombustibles, Balances Energéticos, Energías Alternativas, Petroquímica y evaluarán las experiencias exitosas. Los resultados de esta Cumbre deberán reflejarse en la Declaración de Panamá “Energía para el Desarrollo Sostenible”.
En el marco de nuestra gestión en la Presidencia del Consejo Permanente impulsaremos un diálogo interactivo sobre el tema “Energía para el Desarrollo Sostenible”, a cuyos efectos organizaremos una Sesión Extraordinaria de este cuerpo.
La OEA -lo reiteramos- debe avanzar hacia una profunda transformación conceptual e institucional.

La OEA debe superar los condicionamientos ideológicos de la guerra fría, y fomentar el diálogo y la cooperación con todos los países del continente, sin excepción.

La OEA debe ser un foro abierto para el debate libre y desprejuiciado sobre los nuevos paradigmas del desarrollo, y propiciar la discusión sobre las calamitosas consecuencias del neoliberalismo y el Consenso de Washington.

La OEA debe reflejar los cambios progresistas que ocurren en el continente.

La OEA debe ponerse a tono con las doctrinas filosóficas y políticas más avanzadas, renovar su discurso y avanzar hacia una definición integral y multidimensional de la democracia y los derechos humanos.

Estos son temas para la reflexión en el seno de la OEA.

Desde la Presidencia del Consejo Permanente, trabajaremos en concierto con todas las delegaciones, para que la OEA sea expresión de los mejores intereses de los pueblos de América.
Las esperanzas redentoras del ser humano deben ser el centro de nuestros esfuerzos. Reivindiquemos su lugar en el seno del universo. Es el momento para que renazca el verdadero retrato del hombre y se confunda con la madre tierra; se mute en hombre naturaleza, en hombre universo, en hombre libre, pensante y actuante, que se apodera de su destino, para elegir -él mismo- la orientación de su marcha.