Discursos

ING. CARLOS MORALES TRONCOSO
PALABRAS OFRECIDAS POR EL ING. CARLOS MORALES TRONCOSO EN EL ACTO DE CLAUSURA DE LA XXXVI ASAMBLEA GENERAL DE LA OEA

6 de junio de 2006 - Santo Domingo, República Dominicana


Señores Ministros de Relaciones Exteriores y Jefes de Delegación,
señor Secretario General, José Miguel Insulza
Señor Secretario General Adjunto, Embajador Albert Ramdin,
Excelentísimos señores, Observadores Permanentes, invitados, señoras y señores:

Hemos concluido los trabajos del trigésimo sexto período ordinario de sesiones de la Asamblea General, y tenemos muchas razones para congratularnos por las tareas que hemos cumplido en nombre de nuestros países y en beneficio del hemisferio.

Durante los últimos tres días hemos dedicado nuestros mejores esfuerzos a debatir con inteligencia, convicción y espíritu constructivo los temas más importantes de la región. Los trabajos de esta Asamblea General se han llevado a cabo en el espíritu de compromiso y consenso que todos conocemos.

Quiero reiterar nuestro reconocimiento público, al pueblo de la hermana República del Perú, por mostrarnos a todos la maravillosa fiesta democrática de unas elecciones presidenciales ejemplares, celebradas, precisamente el mismo día en que se inauguraba este evento.

Igualmente, me siento comprometido a expresar nuestro aprecio a las naciones que ostentan la condición de Observadores Permanentes, por la generosa disposición que mostraron durante nuestro diálogo de seguir brindando e incrementando su apoyo, para que nuestra organización pueda continuar programas y proyectos de gran importancia en la agenda hemisférica.

Nosotros, los países de las Américas, hemos demostrado nuestro firme compromiso con el logro de nuestros ideales y de nuestros principios, y el resultado ha sido un nuevo ímpetu a nuestra agenda a través de declaraciones y de resoluciones.

En particular, quisiera resaltar el contenido de la Declaración de Santo Domingo, el documento final de nuestras deliberaciones, para reconocer con satisfacción que en ella ya se evidencia un marco apropiado para el logro de nuestra aspiración común de construir una Sociedad del Conocimiento.

Me he sentido especialmente complacido por la precisión y la riqueza con la que esa Declaración expresa el compromiso continental hacia esa meta, y de reconocer el estado generalizado de conciencia entre nuestras naciones de que el de la Sociedad del Conocimiento es un camino que debemos y podemos recorrer juntos. Concentrémonos en las muchas cosas que nos unen, de una manera transparente para que todos cooperemos en la consecución de la solución de nuestros problemas.

Es un documento que recoge la visión de ese nuevo paradigma que se corresponde con la realidad de nuestras naciones.

Es un documento que asume la Sociedad del Conocimiento como aquella en la que las herramientas que proveen las tecnologías de la información y de la comunicación deben ser utilizadas, además, para afianzar la democracia, combatir la pobreza, multiplicar los empleos, educar, adiestrar y profesionalizar los recursos humanos, para hacernos competitivos como productores y tan ágiles en el comercio como exige la globalización de la economía moderna, y para hacer eficiente al Estado, rodearlo de procedimientos éticos y transparentes, y para mejorar los servicios públicos.

En la Declaración de Santo Domingo se le solicita a nuestro Secretario General que promueva el uso de las tecnologías de la información y la comunicación para potenciar la participación de todas las personas en la vida pública, elemento fundamental para la gobernabilidad democrática.

Igualmente está la solicitud al Secretario General para que siga apoyando las acciones que eleven el acceso a la escolaridad y la calidad de la educación en todos los niveles, y el reforzamiento del compromiso de promover la alfabetización, así como la inversión en ciencia, tecnología, innovación, ingenierías y matemáticas en los niveles educativos que corresponda.

A medida que nos acercamos a la clausura, nos vamos no sólo satisfechos, sino con un renovado empeño para trabajar en el desarrollo pacífico y democrático de nuestros pueblos.

Permítanme aprovechar la oportunidad para expresar los agradecimientos al gobierno de Panamá por haberse ofrecido como sede para el trigésimo séptimo período ordinario de sesiones en el 2007.

Quiero hacer un reconocimiento muy especial al personal de la Secretaría General de la OEA y al de la Cancillería dominicana y a todos aquellos de una manera u otra con entusiasmo, esfuerzo y dedicación contribuyeron con el éxito de esta Asamblea. Nos queda la satisfacción del deber cumplido.

Para finalizar, quiero agradecer profundamente la activa participación del Presidente Dr. Leonel Fernández, los Ministros y Jefes de Delegación, delegados de los países, los Observadores Permanentes, los miembros del sector privado y la sociedad civil que también hicieron posible esta Asamblea General.

Estoy seguro que ustedes, como yo, consideran que esta Asamblea General ha sido muy provechosa para los intereses de nuestros países, y aguardamos con interés su presencia en Panamá.


Muchas gracias.