Discursos

EMBAJADOR ROBERTO ÁLVAREZ GIL
PRESIDENTE DEL CONSEJO PERMANENTE DE LA OEA EN SU PRIMERA SESIÓN DEL CONSEJO

11 de julio de 2005 - Washington, DC


Señores Embajadores, señor Secretario General, Observadores, miembros de la Secretaría General, colegas todos, es para mi país, República Dominicana, y para mí, un gran honor asumir la Presidencia del Consejo Permanente. Como ya dijera días atrás, es, además, un enorme reto, pues asumo esta alta representación a la vez que acabo de iniciar mis labores como Representante Permanente ante la OEA. Espero contar con la colaboración de todos ustedes.

Permítanme ante todo extender, a nombre del Consejo Permanente, las condolencias y solidaridad de este órgano ante la pérdida de vidas y la destrucción material sufridas por los pueblos dominicanos, haitianos, jamaicanos, cubanos y estadounidenses por el devastador huracán Dennis.

Asimismo, deseo expresar el enérgico rechazo del Consejo Permanente por los detestables atentados terroristas ocurridos el pasado jueves 7 de julio en la ciudad de Londres, que han causado unos 50 muertos y más de 700 heridos. Extendemos al pueblo y al gobierno del Reino Unido nuestra solidaridad y a todos los familiares de las víctimas el más sentido pésame. He tomado la iniciativa de preparar y circular un proyecto de declaración del Consejo Permanente para su consideración.
Quiero también efectuar un reconocimiento al Embajador Alberto Borea Odria, Representante Permanente del Perú, por su gestión como Presidente del Consejo Permanente durante el pasado trimestre, así como por la colaboración que recibí de su parte en la transición. Este reconocimiento se hará con más detalles en otra sesión del Consejo cuando contemos con su presencia.

Señoras y señores, doy inicio a esta primera sesión como Presidente del Consejo Permanente con el compromiso de aunar esfuerzos y buscar consensos con todos y cada uno de ustedes y en particular con el grupo de coordinadores. Dedicaré especial atención al cumplimiento de los mandatos del trigésimo quinto periodo ordinario de sesiones de la Asamblea General, a la Cuarta Cumbre de las Américas fijada para los días 4 y 5 de noviembre en Mar del Plata Argentina, así como a todo lo relacionado con los trabajos preparatorios para la elaboración de la Carta Social de las Américas.

Señor Secretario General, le ofrezco mi total disposición de colaboración para coadyuvar a hacer realidad las metas que tenemos por delante.

Señores delegados, creo en esta institución y en sus ideales. Creo en nuestro continente como lugar de esperanza y de oportunidades para sus habitantes. Estoy convencido que los valores democráticos que inspiran a la OEA son nobles y acertados. Pero los ideales requieren más que declaraciones, se precisa también de hojas de ruta con planes de acción concretos y para poder actuar se necesitan recursos.

Ustedes conocen mejor que yo la crítica situación financiera de nuestra Organización. He pasado varios días actualizándome con el presupuesto y el estado de pago de las cuotas y sinceramente la situación creada por el déficit presupuestario crónico es altamente delicada, para no decir alarmante.

La Asamblea General Extraordinaria para considerar medidas que puedan mejorar la situación financiera de la OEA y que debe celebrarse antes del 31 de enero de 2006 es fundamental para el relanzamiento de esta institución. Estoy consciente del trabajo que se ha venido realizando en temas relacionados al ajuste en la escala de cuotas y en un potencial incremento en los ingresos por cuotas. Necesitamos elegir las directivas de las comisiones con la mayor celeridad e iniciar las labores con toda la prontitud posible. Insto a todos mis colegas a participar activamente en el trabajo de la Comisión de Asuntos Administrativos y Presupuestarios para lograr el éxito deseado por todos.

Estoy plenamente consciente también de que mi país, República Dominicana, tenía un extendido atraso en el pago de su cuota; asimismo, claro estoy que la cuota dominicana no está entre las más importantes de esta Organización. Pero sí puedo decir con humildad y propiedad que a pesar de que el Presidente Leonel Fernández heredó el 16 de agosto de 2004 una de las peores crisis económicas de la historia de mi país, con el Fondo Regular de la Nación en rojo, el gobierno dominicano inició, para ponerse totalmente al día, un plan de pago voluntario que en dos años representará, entre atrasos y cuotas anuales, un monto total de $1,696,433 dólares. Reconociendo la necesidad imperativa de continuar fortaleciendo el importante papel de la OEA y de aumentar el monto total de su actual Fondo Regular, el gobierno dominicano está de acuerdo con un aumento equitativo de las cuotas, dentro de los términos de la Resolución 2157 aprobada en Fort Lauderdale.

Pero hablo de República Dominicana desde la presidencia del Consejo porque al Caribe en general le corresponde en este momento una buena parte de la responsabilidad para un desenlace exitoso de nuestra agenda. En esta importante coyuntura en que tenemos a un Secretario General que ha demostrado ya con dos viajes al Caribe su interés por nuestra región y que el Secretario General Adjunto proviene precisamente del CARICOM, por coincidencia del destino descansa exclusivamente en manos de países caribenos dirigir la presidencia del Consejo Permanente desde el pasado 1 de julio hasta el 31 de diciembre de 2006, es decir por un año y medio. Esta oportunidad única debe ser interpretada, en mi criterio, como un deber de coordinación y colaboración que conlleve un alto sentido de desprendimiento a favor de la agenda de la OEA. Este es el momento, distinguidos colegas caribeños, para preguntarnos qué podemos hacer nosotros por nuestra Organización.

Señores Representantes, el Secretario General ha señalado en varias oportunidades que uno de los mayores logros de la OEA es el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Concuerdo con esa apreciación. Además, en varios países se toman pasos firmes para hacer justicia por las graves violaciones de derechos humanos de antaño; así tenemos, por ejemplo, que en Argentina se han hecho avances significativos para llevar ante los tribunales a los responsables de las violaciones más atroces cometidas entre 1976 y 1983; esperamos que la reciente decisión de la Corte Suprema de Argentina, aplaudida por el Presidente Kirchner, de declarar inconstitucionales las leyes conocidas como “Punto Final” y “Obediencia Debida” abrirá la puerta para continuar con el procesamiento judicial de cientos de militares y policías acusados de delitos de lesa humanidad y violaciones de derechos humanos fundamentales.

Por su parte, en Chile, la publicación en noviembre de 2004, del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura nombrada por el Presidente Lagos, ha desenmascarado la triste realidad de que, entre septiembre de 1973 y marzo de 1990, ocurrieron unos 27,255 casos de tortura en 802 recintos a través de todo el país. Esta dolorosa situación ha sido enfrentada con madurez política en Chile y ha permitido la continuación de más de 300 causas relacionadas con las más graves violaciones de derechos humanos; hoy día purgan condena los asesinos más connotados de la dictadura pinochetista.

Con la publicación en agosto de 2003 del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, en Perú también se iniciaron esfuerzos por establecer judicialmente responsabilidades por las violaciones de derecho humanos atribuidas a agentes del Estado entre el 1980 y el 2000, incluyendo a unos 4,414 casos de desaparecidos.

Pero no puedo desaprovechar esta oportunidad sin resaltar que, a pesar de estos avances, aún persistan desafíos en nuestro Continente que requieren atención. Si bien han quedado atrás los años difíciles de las violaciones masivas de los derechos humanos, todavía convivimos con la multidimensionalidad de sus consecuencias. Una de éstas es la identificación de los restos mortales de los desaparecidos. En Argentina se han recuperado e identificado sólo unos 250 restos de desaparecidos y en Chile alrededor de 185. En Guatemala y Perú la situación es similar. Cientos de miles de familiares hoy día todavía buscan a su madre, padre, esposo, esposa, hijo, hija, hermano, hermana. ¿Dónde están sus restos? ¿Cómo murieron?

Los avances científicos logrados en los últimos años en la identificación de personas a través de pruebas de ADN han abierto nuevas posibilidades para la identificación de un mayor número de restos de desaparecidos. Existe un proyecto llamado Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas “Desaparecidas” (ILIID), integrado por equipos de antropología forense privados de Argentina, Guatemala y Perú. El objetivo de los equipos de estos países es de buscar, recuperar, identificar y devolver a los familiares en dos años los restos de unas 1,600 personas. En la Iniciativa se está consciente de que será imposible recuperar los restos de miles de personas, pero entienden que es fundamental que se haga un esfuerzo serio y sostenido por traer sosiego a los familiares de todas las víctimas posibles. A título informativo, con el financiamiento disponible en Kosovo se identifican los restos de unas 400 personas por mes.

No conocer la suerte final de nuestros seres queridos y de poder proveerles un lugar donde descansar de manera digna y donde se pueda honrar su memoria es una herida que nunca cicatriza y que mantiene una división en nuestras sociedades, retrasando las posibilidades de un desarrollo sostenible y equitativo. Apelo a la conciencia y sensibilidad de nuestros gobernantes, así como a toda persona o entidad que pueda hacerlo, a colaborar con esta vital Iniciativa. Sólo la identificación de los restos mortales puede cerrar la pena por la cual atraviesan tantas familias que buscan justicia, pero ante todo la verdad. En palabras del Presidente Aylwin de Chile: “El imperio de la verdad es el fundamento de toda convivencia. Esto es válido en los múltiples niveles de la vida social, desde el hogar hasta la comunidad universal; rige tanto para las relaciones familiares como para las relaciones en el seno de las naciones, y aun entre éstas”.

Vivimos en épocas de comunicación global y de tecnologías alucinantes que han terminado con el tiempo tal como lo conocimos para trasformarlo en instante. Sin embargo, nuestro diálogo, en nuestro continente y en esta Organización, sigue marcado por aquello que García Márquez llamara -en su discurso Nóbel- “el nudo de nuestra soledad”. El desafío para nosotros ha sido –y sigue siendo- la injusticia, los castigos de la pobreza de más de doscientos millones de personas, la persistente desigualdad, y la debilidad de las instituciones que deberían ser la voz de todos nosotros que vivimos en ese nudo.

En palabras del Informe del Banco Mundial titulado, “Desigualdad en América Latina y el Caribe: ¿ruptura con la historia? Cito: “La desigualdad es un aspecto predominante de las sociedades latinoamericanas en lo que se refiere a las diferencias de ingreso, el acceso a los servicios, el poder y la influencia y, en muchos países, el trato que se recibe de la policía y del sistema judicial. De acuerdo con las encuestas domiciliarias, el 10% más rico de los individuos recibe entre el 40% y 47% del ingreso total en la mayor parte de las sociedades latinoamericanas, mientras que el 20% más pobre, sólo recibe entre el 2% y el 4%. Estas diferencias son considerablemente más altas que en los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), Europa Oriental y gran parte de Asia. Por otra parte, el atributo más característico de la desigualdad de los ingresos en América Latina es la concentración inusualmente alta del ingreso en el extremo superior de la escala. (La cifra es comparable sólo con algunos países de África y los estados de la ex Unión Soviética). A modo de comparación el 10% más rico de Estados Unidos recibe el 31% del ingreso total y en Italia, éste recibe el 27%.”

Señores delegados, he mencionado temas tal vez incómodos, porque creo en la necesidad de ampliar el diálogo para poder recoger de verdad lo que nuestros gobiernos y nuestros pueblos merecen. Volviendo a García Márquez y para finalizar, creo en la posibilidad de construir un lugar “donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad, tengan por fin, y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Muchas gracias.