Discursos

EX PRESIDENTE DE EL SALVADOR LIC. FRANCISCO FLORES
ANTE EL CONSEJO PERMANENTE DE LA OEA

27 de enero de 2005 - Washington, DC


Quisiera agradecer esta especial cortesía de los países del hemisferio, representados por sus embajadores de permitirme compartir con ustedes mis ideas sobre nuestro hemisferio y la OEA.

Con el propósito de hacerles una presentación compacta que no desborde un límite razonable de tiempo, quiero concentrarme en los temas que le son hoy día, de singular importancia a los países del hemisferio, como la pobreza crِítica, el crecimiento económico, la vulnerabilidad ante desastres naturales. Y por supuesto abordar algunos temas organizacionales que tienen especial importancia para la OEA. Permítanme hacerlo desde una perspectiva viviencial y personal.

El combate a la pobreza crítica es la prioridad de todo Estado serio y responsable. Todos sabemos que la pobreza es sinónimo de aislamiento. Cuando una comunidad no tiene vías de acceso que la comuniquen al resto del país, sus posibilidades de accesar a las ventajas del desarrollo terminan donde termina la carretera.

Cualquiera de ustedes que ha tenido la oportunidad de internarse en las comunidades pobres de nuestro hemisferio podrá comprobar con pasmosa recurrencia que al ser preguntadas sobre cual es su necesidad más urgente, toda comunidad aislada les dirá que es la carretera.

Puestos a escoger una sola cosa, no les pedirán ni una escuela, ni un centro de salud, ni viviendas de bajo costo, ni fuentes de ingreso. Les pedirán la carretera.

No es que no necesiten educarse, curar a sus enfermos, cobijarse de los elementos, o encontrar empleos, sino que la carretera significa todas esas cosas.

A través de ella accesan a las escuelas, los centros de salud, pueden vender sus productos, y comprar a menor precio sus materiales de construcción o sus artículos de consumo.

Lo mismo sucede cuando una comunidad no cuenta con suficiente suministro de energía. No puede alargar el día para ser mas productiva, ni puede sustituir el músculo humano con máquinas para así liberar las fuerzas creativas de su población y así resolver sus problemas.

La ausencia de telecomunicaciones masificadas por precios accesibles es también una forma de aislamiento. Cuando éstas no existen no se pueden tejer redes de apoyo, advertir riesgos, compartir información, ahorrar tiempo.

En fin, sin estas inversiones no se puede prosperar ni salir de la pobreza.

Combatir la pobreza le requiere a cada uno de los Estados Miembros de esta Organización una fuerte inversión en carreteras, energía y telecomunicaciones.
Esta inversión en infraestructura básica supera para la mayoría de países pobres sus posibilidades presupuestarias.

Cargados de deudas, enfrentados a enormes demandas adicionales a los costos de sus sistemas de educación y salud, sin posibilidad de accesar a fondos frescos los países en desarrollo no obtendrán los recursos que necesitan para dotar a sus habitantes con la infraestructura necesaria para producir oportunidades de desarrollo.

Mi experiencia es que solo los proyectos de integración regional, que permiten concebir de las posibilidades de una región en conjunto, pueden desarrollar los nuevos mecanismos para superar las limitaciones de los Estados concebidos individualmente.

Por ejemplo, un sistema regional de garantías estatales, que proporcione el incentivo necesario para involucrar a los organismos multilaterales de financiamiento, la banca privada, los cooperantes en un proyecto de desarrollo regional, es a mi criterio el camino para accesar a recursos frescos, colocarlos donde más se necesitan y permitirle así a los Estados en desarrollo los instrumentos para enfrentar los retos que tienen por delante.

Recientemente conversé con el Primer Ministro Patrick Manning de Trinidad y Tobago sobre su visión de una integración regional en el caribe.

Su concepción de una armonización comercial como base de un proyecto de integración para producir una economía caribeña, me parece que señala el futuro de esta región tan rica en posibilidades.

En Centroamérica tomamos la decisión de integrar nuestras economías. A través de un ejercicio basado en el respeto a nuestras diferencias, pero unidos bajo una misma visión de nuestro futuro, conformamos un equipo de negociación centroamericano que logró concluir exitosamente la negociación de un tratado de libre comercio con los Estados Unidos.

El tratado contempla los mecanismos necesarios que necesita la región para aprovechar las ventajas de tener abierta la puerta de la economía mas grande del mundo.

Lo más importante, a mi criterio de esta negociación, es que al aceptar entre nosotros las reglas que negociamos con terceros, producimos de hecho el tratado de integración económica de Centroamérica.

Este proceso ha dinamizado los otros aspectos de la integración. Centroamérica esta ensayando ya aduanas integradas, poniendo las bases para una superintendencia regional en el área financiera, coordinando a sus fuerzas policiales en esfuerzos conjuntos, concibiendo de su infraestructura como un sistema y desarrollando los proyectos concretos para lograrlo.

Durante mi periodo de gobierno El Salvador fue el líder de la integración regional. No es para mi teoría ni especulación el construir una visión de integración, despertar el entusiasmo alrededor de ella, crear la credibilidad necesaria en los países desarrollados y pasar a la concreción de la misma.

La integración de estas dos regiones, el caribe y Centroamérica, hacia el interior de si mismas, entre ellas y con las puertas abiertas para su productividad en el mercado de los Estados Unidos podría convertir a la región mesoamericana en una potente fuerza económica y despertar un nuevo motor del crecimiento.

Centroamérica sola se ha convertido ya en un socio comercial para los Estados Unidos mas importante que el volumen de comercio de Rusia e India juntas.

La voluntad de los pequeños países centroamericanos por sacar adelante a sus economías ha roto la tradicional tensión con los Estados Unidos para construir un proyecto común.

Si los Estados Miembros me dieran la oportunidad de servir en la OEA tendrían en mí a alguien que lo ha hecho, que tiene la credibilidad para plantear ante los países desarrollados y los organismos multilaterales de financiamiento un proyecto de esta dimensión.

Mas importantemente las economías pequeñas y presupuestariamente asfixiadas tendrían un convencido de la integración trabajando con ellas, con un proyecto especifico en el seno de la organización para lograrlo.

Los beneficios son enormes. Centroamérica tras ser una región de conflictos y de desesperanza ha pasado a ser una tierra de libertades y oportunidades.

Centroamérica, aún en los difíciles años recientes marcados por graves crisis económicas, ha crecido a tasas positivas, logrando una ansiada estabilidad.

En El Salvador, la pobreza crítica se ha reducido en un 20% en los últimos 12 años. Logro que es un enorme orgullo y fuente de nuestra más profunda satisfacción.

Cuando se rompen las barreras conceptuales que nos limitan a pensar de nuestras naciones bajo el parámetro limitante de las fronteras nacionales, se destapan posibilidades inimaginables.

El concebir de los puertos y aereopuertos como una red integrada, las dimensiones de una economía regional articulada para crecer de forma sostenible, la homologación de la jurisprudencia para combatir el crimen y producir así un sistema de seguridad regional, son algunos de los beneficios de escoger el futuro como opción.

La OEA, concebida desde sus inicios para articular las aspiraciones de un hemisferio deseoso de vivir en libertad, superar la pobreza crítica, alcanzar niveles de crecimiento que satisfagan las necesidades de su población, y producir mayores niveles de seguridad, es la organización llamada a articular esta visión y convertirse en apoyo esencial a todos los gobiernos que persiguen esta aspiraciones.

Los desastres naturales en países pequeños y vulnerables como el mío, tienen un impacto pocas veces comprendido. Recientemente estuve después del huracán Iván con el Primer Ministro Keith Mitchell en la isla de Grenada.

La devastación era increíble. Los vientos tenían tal fuerza que habían levantado los contenedores de los cargueros estacionados en la bahía y los dejó desparramados en las colinas de la isla.

Los techos de casas y edificios habían sido arrancados. El 90 % de los hogares de esta isla sufrieron daños. Los pobladores se sentaban en la acera de sus casas inmovilizados por el desastre que tenían ante sus ojos.

El Primer Ministro comprendía la necesidad de actuar rápidamente socorriendo a los heridos, reparando tuberías de agua, reestableciendo líneas de energía e inyectándole esperanza a una población que no terminaba de digerir la devastación instantánea de lo que habían construido a través de generaciones de esfuerzo.

Lo que necesitaba era una respuesta rápida de la comunidad internacional, pues estaba frente a un fenómeno que desbordaba todas las capacidades financieras y organizacionales de su gobierno.
He estado en la posición de ese Primer Ministro. Hace cuatro años mi país, El Salvador fue sacudido por dos terremotos consecutivos en un espacio de 30 días. El 60% de todos nuestros municipios se vinieron al suelo. Nos enfrentábamos a la catástrofe natural más grande de nuestra historia.

Después de la primera etapa en que nos concentramos en salvar vidas. Fue necesario reubicar a todas las poblaciones que viviendo al pie de las montanas mas afectadas se encontraban en grave riesgo. Esto significaba movilizarlos, construir los campamentos con condiciones aceptables de salubridad, establecer las líneas de abastecimiento y atender las necesidades más urgentes como la de los ancianos y los niños.

Teníamos solo cuatro meses para construir viviendas temporales para un millón doscientos mil habitantes, pues las lluvias torrenciales de nuestro invierno representaban un riesgo enorme dada la vulnerabilidad del suelo.

Por definición un desastre natural de estas proporciones desborda las posibilidades de un país.

Una respuesta rápida y suficiente solo puede ser proporcionada por la comunidad internacional cuando tiene montado un sistema de apoyo estructurado con anterioridad, y sujeto a detonar su respuesta de forma inmediata.

Los elementos básicos de transporte aéreo, asistencia médica, alimentación, vivienda provisional, generación de energía y suministro de agua potable son urgentes siempre en la primera etapa. Recursos financieros, y logísticos son también urgentes al principio, y cruciales en la etapa de reconstrucción.

Estos solo pueden proporcionarse eficientemente cuando existe un sistema montado con la suficiente antelación.

Por experiencia se que la solidaridad de nuestro hemisferio esta disponible para cualquier país que sufra un desastre natural. No es un problema de recursos. Es un problema de anticipación.

Aquí veo un enorme reto para una organización que teniendo la legitimad de convocar esos recursos pueda estructurar los mecanismos de apoyo que necesitan los países que enfrentaran estas profundas crisis.

He estado en los zapatos del Primer Ministro Keith Mitchell… sé lo que está viviendo a la par de sus compatriotas en Granada. Espero tener la oportunidad de trabajar con una organización que pueda montar sistemas de apoyo efectivos; de forma que la solidaridad del hemisferio tenga un canal oportuno para salir al socorro de los que más necesitan.

Nuestro hemisferio esta caracterizado por la diversidad. Desde pequeños estados insulares hasta la economía mas grande del mundo, el nuestro es cuna de la riqueza de culturas y geografía pero sitio también de grandes disparidades.

Por esto es que creo que un organismo que aspira a ser el centro de articulación política de nuestras aspiraciones, es fundamental que tenga en el Secretario General la perspectiva de una nación pequeña.

No es posible, por un salto de imaginación comprender las dificultades de las naciones pequeñas, lo acuciante de sus problemas, la conciencia de lo que funciona, y de tantas soluciones que por no nacer desde la perspectiva vivencial de una nación pequeña y pobre terminan siendo problemas en si mismas.

Es esencial a mi criterio que en la elección del futuro Secretario General de la OEA, el criterio de equilibrio este en la mente de los que tomaran esta decisión, pues frente al enorme peso de las naciones grandes es necesario abrirle espacio a la perspectiva de las naciones pequeñas.

De todas las situaciones difíciles que enfrenta el hemisferio, el caso de Haití resalta por su complejidad política, y el gravísimo deterioro en las condiciones de vida de su población.

He tenido el privilegio de conversar a profundidad este tema con dos líderes de singular estatura y compromiso con esta nación hermana. Me refiero al primer ministro de Bahamas Perry Christie y al primer ministro de Jamaica P.J. Patterson.

El prestigio que comandan afuera de las fronteras de sus países los hizo ser reclamados para participar en orientar la grave crisis de Haití. No voy a recapitular su pensamiento, pues probablemente ustedes lo conocen mejor que yo.

Pero diré lo siguiente, ambos tienen un alto grado de frustración con lo que acontece, y mantienen un serio compromiso en buscar el mejor cauce para la crisis haitiana.

Cuando tuvimos la oportunidad de ahondar en este tema, recapitulé todo lo que había vivido durante la cruel guerra que destruyó mi país de 1978 a 1992.

Regresé a mi país en 1983, en lo más profundo del conflicto, y con el sueño de encontrar un rincón de mi patria donde dedicarme a mis libros- soy profesor de vocación, y ganarme la vida- soy de naturaleza agricultor. Por unos pocos años pensé que me había escapado de la guerra.

No fue así. En 1989, la guerrilla decidió que mi familia era blanco militar, asesinó a mi suegro cuando tenía a mi hija en sus brazos. Ella se salvó de mi milagro.

Esto me dejó con la disyuntiva de todo ciudadano en guerra- qué se hace con la ira cuando toda nuestra dignidad ha sido atropellada?

Muchos escogen la venganza, toman las armas y se vuelven parte del problema. No soy quién para juzgarles, he estado ahí y les comprendo.

Yo sin embargo, decidí que la única forma de vivir en un país en guerra es comprometido con lograr su pacificación. Así fue que me convertí en político por amor a mi patria.

Acepté ser parte del gabinete que lograría el histórico acuerdo de paz en 1992. Trabajé conduciendo el foro de discusión de las fuerzas civiles, elaboré la agenda de reconstrucción.

Me convertí en diputado y fui electo por unanimidad como presidente de un congreso que tenía en su seno a los anteriores actores del conflicto.

Después fui electo presidente.

Cuento esto no por hacer recuento de meritos, sino para explicar que he sufrido la guerra, he servido a un país en guerra y contribuí para sacarlo adelante, reconstruirlo y hacer de él uno de los grandes éxitos hemisféricos.

Comprendo a Haití, se lo que está viviendo.

No me produce pesimismo sino deseos de contribuir a su solución.

Se ha logrado en otras partes, porqué no lo vamos a lograr en Haití?

Ustedes que viven el día a día de esta Organización se preguntarán qué pienso sobre la OEA como estructura.

En su gran tarea de proteger el sistema de libertades a graves de garantizar la transparencia de los procesos electorales, la OEA tiene una gran credibilidad.

Debo decirles que en general es necesario que la OEA se vincule más estrechamente a las grandes decisiones del hemisferio.

He sido parte de innumerables Cumbres Presidenciales en los últimos 15 anos como Ministro o Presidente y no he encontrado a la OEA donde debería estar- en el centro del debate hemisférico, como articulador del mismo ni como estructura de apoyo o seguimiento a las grandes decisiones.

Hay que tomar muy en serio el papel de Secretaría de las Cumbres presidenciales y llenar el vació que hoy tienen los gobernantes de no tener un espacio permanente de discusión de los temas fundamentales de sus países.

Vincular a la OEA con el centro del debate hemisférico es el gran reto de la organización, y lo que le devolverá su relevancia y su prestigio.

Como fuente del equilibrio hemisférico es importante que la organización predique con el ejemplo.

Los cargos importantes no pueden ser monopolizados por los países grandes. La organización debe ser ejemplo de lo que aspira.
Quiero reconocer el trabajo organizacional que empujara el anterior Secretario. En este esfuerzo la Organización invirtió mucho tiempo y muchos recursos.

De este trabajo señalaré únicamente que hay que reevaluar las decisiones que se tomaron sobre la Comisión de los Derechos Humanos. Por su naturaleza, los dictámenes de esta Comisión deben estar lo menos contaminados posible por consideraciones o presiones políticas.

El actual secretario en funciones Embajador Luigi R. Enaudi también ha contribuido grandemente en este esfuerzo. Diré que hay que construir sobre lo construido.

Para finalizar quisiera sugerirles que se anticipe la elección del Secretario General antes del último día de febrero. Para qué prolongar una situación anormal, cuando la Organización tiene tanto trabajo por delante.