Discursos

LUIGI R. EINAUDI, SECRETARIO GENERAL ADJUNTO DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN OCASIÓN DEL HOMENAJE A LA POETISA GABRIELA MISTRAL

14 de septiembre de 2004 - Washington, DC


Señor Embajador Esteban Tomic, Representante Permanente de Chile ante la Organización de los Estados Americanos,

Dra. Georgette Dorn, Jefa, División Hispana de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos,

Miembros de las Misiones de Chile,

Embajadores y Amigos


Es para mí un honor y orgullo representar a la Secretaría General en esta ceremonia en homenaje a la gran maestra, poetisa y Embajadora de la Cultura Latinoamericana, Gabriela Mistral, cuya vida y obra son de tanta trascendencia para las letras y el pensamiento no sólo de Chile y del continente americano sino del mundo entero - e incluso para nuestra Organización.

Gabriela Mistral fue una ferviente lidiadora por la educación en general y por la educación de la mujer en particular. Su sueño fue tener una América Latina sin fronteras en la que el pensamiento y el trabajo pudieran circular libremente para el bien y la alegría de todos. La escritura de Gabriela Mistral es de una gran sensibilidad de espacio cultural, un sortilegio de fuerzas morales, como amor, verdad, humildad, compasión y fe.

Si me permiten voy a leer algunas líneas de los versos Madre Triste y Sol de Trópico, que caracterizaron mucha de su obra.

Madre Triste
Duerme, duerme dueño mío,
sin zozobra, sin temor,
aunque no se duerma mi alma,
aunque no descanse yo.


Estas líneas indican porque Gabriela Mistral fue una figura de la cultura universal.

Pero quisiera ahora leer parte de otra poesía que explica su fama de Americanista.


Sol de Trópico
Sol de los Incas. Sol de los mayas,
maduro sol americano,
sol en que mayas y quichés
reconocieron y adoraron,
y en el que viejos aimaráes
como el ámbar fueron quemados.
faisán rojo cuando levantas
y cuando medias, faisán blanco
sol pintador y tatuador
de casta de hombre y de leopardo.
sol de montañas y de valles,
de los abismos y los llanos,

Sol de los Andes, cifra nuestra,
veedor de hombres americanos,
pastor ardiendo de grey ardiendo
y tierra ardiendo en su milagro,
que ni se funde ni nos funde,
que no devora ni es devorado;
quetzal de fuego emblanquecido
que cría y nutre pueblos mágicos;
llama pasmado en rutas blancas
guiando llamas alucinados...


En ocasión a un homenaje que se le hiciera a la escritora chilena en esta casa, entonces la Unión Panamericana, celebrada
el 19 de marzo de 1946, ella dijo “afirmo mi fe en vuestra institución y me fío a ella junto con los míos en cuanto a entidad válida para la hora de la tormenta o del simple peligro”.

La sede de la Secretaría General de la OEA que representa la unidad de las Américas, le rinde tributo una vez más a esta mujer ilustre de Chile y de las Américas, quien siempre proclamó su fe en los principios y objetivos del panamericanismo, la libertad, la paz, la democracia, la justicia y como lo hemos oído en las pocas palabras que compartimos ahora juntos, la dignidad.