Discursos

MINISTRO DEL INTERIOR DE CHILE, JOSÉ MIGUEL INSULZA
DURANTE LA SESION EXTRAORDINARIA DEL CONSEJO PERMANENTE DEL 9 DE DICIEMBRE, 2003

9 de diciembre de 2003 - Washington, DC


Desde la Cumbre de las Américas, de 1994, se han vivido años de progreso del sistema interamericano: democratización y fin de la guerra en Centroamérica, avance en la lucha por los derechos humanos, contra el narcotráfico, convenciones contra la corrupción, convocatoria realizada en Miami y fortalecida posteriormente en Denver, San José de Costa Rica y en Santiago de Chile, para una negociación hemisférica de Libre Comercio.
Todos estos años, fueron de afianzamiento de nuestro sistema. A pesar las dificultades y los conflictos que hemos vivido, a pesar del cambio dramático en el hemisferio y en el mundo, del clima de inseguridad como producto de los acontecimientos del 11 septiembre del 2001 -fecha en la cual, culminando un largo proceso, se suscribía la Carta Democrática de las Américas- ciertamente la Organización y el sistema interamericano han seguido su camino.

Creo que el periodo en el que Cesar Gaviria ha sido Secretario General, será recordado como el periodo en el cual la OEA hizo frente a numerosos conflictos y dificultades y siempre tuvo una presencia sustantiva que permitió dar la Organización aquello que toda organización quiere tener: relevancia. Nada peor para un organismo internacional que no tener relevancia ante los acontecimientos que ocurren y ser un actor secundario. Ciertamente, mas allá de las críticas que se puedan hacer a la OEA, esta ha estado presente en los conflictos, sean ellos de índole política o económica; ha llevado el mandato de sus naciones integrantes, y ha conseguido en muchos casos, mantener, con grandes dificultades, la vigencia de la democracia allá donde ha estado amenazada.
Sin embargo, creo que es claro que los problemas subsisten.

Cuando pasada la reunión sobre comercio en Miami y la reunión de México sobre seguridad hemisférica, se reúne el GRIC (Grupo de Revisión e Implementación de Cumbres) para preparar la agenda que nuestros jefes de Estado y Gobierno van a refrendar en enero en Monterrey, es un buen memento para hacer una reflexión y para reconocer que a pesar de nuestros avances, tenemos problemas urgentes. Hemos
conversado esto con el Secretario General, no son problemas que podamos dejar para su solución en el tiempo, son problemas urgentes, de hoy. Las crisis políticas son aún frecuentes, no son crisis marcadas por amenazas de autoritarismo como antes -si bien eso podría volver a ocurrir- pero están marcadas por la inestabilidad de gobiernos electos democráticamente; que por lo demás, han sido elegidos en procesos electorales democráticos, normales.

Detrás de estas crisis, hay una insatisfacción importante por funcionamiento de nuestras democracias. Encuestas que se han hecho en el hemisferio así lo demuestran. Me refiero en este caso especifico, a los países de América Latina, no así a los países del Caribe, donde efectivamente las democracias están funcionando desde su nacimiento como naciones. Tenemos un problema de insatisfacción en la gente, que la lleva a preguntarse: ¿que hace la democracia por mi?, mas que: ¿que hago yo por la democracia? Según cifras de la CEPAL, la pobreza sigue afectando a 225 millones de personas en América Latina y el Caribe, algo cercano al 43 por ciento de la población total de América Latina y el Caribe.

Distinto, por cierto, según el país del que se trate. Cerca del 20 por ciento, además, es pobreza extrema, es indigencia, es imposibilidad de tener lo necesario para subsistir, lo cual, en estadísticas de la FAO, redunda en desnutrición que afecta a 55 millones de personas en nuestra región. A esto se agregan problemas importantes en la gobernabilidad, en la falta de preparación ante una serie de dificultades. Nuestras naciones, especialmente las más pequeñas, siguen siendo vulnerables a los desastres naturales y a problemas de medio ambiente. Los problemas de narcotráfico, de lavado de dinero, del crimen organizado, problemas económicos producto de crisis internacionales y volatilidad de capitales. Si nosotros como naciones sentimos la inseguridad que provocan estos problemas, cómo sentirá la inseguridad nuestra población crecientemente temerosa de que estos asuntos los afecten.

Hay una explicación relativamente simple, que atribuye esto a
la globalización: "si hay más desigualdad, más problemas, más pobreza, es por la globalización". Creo que no es así. La globalización genera problemas pero también genera oportunidades, riqueza, crea posibilidades, abre la cultura y el mundo a nuestras naciones. Pero también pone de manifiesto de manera más flagrante y más visible, las desigualdades y los conflictos. Además, no es una globalización sólo económica, es también política, cultural, muchas veces ideológica, y hasta militar. Y no es inimaginable que, habiendo tantos pobres en nuestra región, de pronto otras lacras generadas por la desigualdad no lleguen a ella.

Ciertamente, estos no son problemas que vayamos a resolver con un sistema internacional, por bueno que sea. Una organización internacional -y la OEA es una organización de naciones soberanas- más bien está obligada a convertirse en un escudo que proteja la soberanía de sus miembros. Por lo tanto, no va resolver los problemas por sí sola y existirá sólo en la medida que sus miembros estén dispuestos a cooperar entre si. Si cada uno va por su cuenta, no hay nada que, ni el más perfecto conjunto de instrumentos internacionales, pueda hacer.
De ahí la necesidad de permanecer siempre a la búsqueda de organizaciones cada vez más democráticas, más participativas y más relevantes para cada uno de sus miembros. De ahí también, la necesidad de ir revisando constantemente los procedimientos de nuestra agenda, en la búsqueda permanente de estos tres valores: participación funcionamiento democrático y especialmente, relevancia, calidad en trabajo que hacemos.

El sistema interamericano tiene potencialmente estos requisitos: está adecuadamente conformado por todos sus miembros y tiene sus instancias a los más altos niveles. Hemos agregado con éxito en la última década, las cumbres de Jefes de Estado y Gobierno, a nuestros mecanismos de programación y toma de decisiones, y a eso va al material de trabajo con el cual es mucho mas posible tomar las decisiones estratégicas del caso. Tenemos anualmente una Asamblea General y tenemos este Consejo Permanente integrado por representantes permanentes del más alto nivel de los países miembros; tenemos una agenda que dice relación con la democracia, con el desarrollo social, con la gobernabilidad, con la seguridad, aprobada al más alto nivel. Son asuntos que en todos nuestros países tienen la mayor importancia; nadie podría decir que los asuntos que están puestos frente a este Consejo, a la Asamblea y a las cumbres, no son los de mayor trascendencia para nuestra región. No somos una organización que hable de una cosa mientras el mundo discurre por otro lado.

Por último, tenemos un sistema: es cierto que somos una organización fundamentalmente política, pero un organismo económico de peso en la región -el BID- funciona en la misma ciudad y tenemos la posibilidad de coordinación con él; tenemos la OPS, organizaciones regionales de la ONU, las que podemos integrar en un concepto de sistema para darle una dirección adecuada. Por eso me niego a aceptar a la OEA
cuando se define -positivamente a veces- como diciendo "qué bueno es esto: un foro político donde podemos discutir". Así es, pero no debe ser sólo foro político, sino también de decisión, donde los países miembros consensuen , concuerden las formas de cooperación que sean mas útiles a sus naciones. Y eso va más allá del hecho de que cada uno exponga su posición; eso requiere un trabajo más paciente y permanente que combine la convicción con el liderazgo. Y para eso tenemos suficiente material en la OEA.

Ciertamente, tenemos un problema de gobernabilidad, de gobernancia, que -repito- ya no es el problema de las elecciones. Estas generalmente se desarrollan adecuadamente, y en eso ha hecho un gran trabajo la Secretaría General. Son cada vez más transparentes, vota cada vez más gente, los sistemas se perfeccionan. Hemos tenido en los últimos
meses, varias experiencias electorales para demostrar que los sistemas resisten, incluso, resultados estrechos y complejos. La reciente elección en Grenada es un caso material en este punto: una elección tremendamente estrecha, cuyo resultado ha sido aceptado per el conjunto de la comunidad, aunque la lucha electoral haya sido larga y combativa. El tema no es electoral, el problema es que en muchos de nuestros países la gente siente que la democracia no le está respondiendo. La última encuesta de Latinbarómetro es sustantiva al respecto: más de un 60 por ciento uniformemente cree y apoya la democracia como la mejor forma de gobierno; pero sólo la mitad de ellos están satisfechos con la democracia; este sistema tiene apoyo, incluso, entre la gente que siente que la democracia no le ha dado nada. Pero las cifras indican que eso tenemos que enfrentarlo y atacarlo.

Creo que tenemos amplio espacio para intercambiar experiencia, trabajo, para cooperar en materias de derechos humanos, corrupción, buen gobierno, financiamiento de la política, gestión del interés privado, de transparencia de contratos y compras de Estado, gestión de fondos sociales. Todos tenemos experiencia en estas materias. Hace poco me reuní con una red de nuestros gobiernos dedicada a la gestión de la pobreza extrema y me dieron un conjunto de ideas de cooperación que se puede activar, podemos y debemos trabajar con ellas. No para convertir a la OEA en una organización asistencial, pero sí para trabajar juntos en desarrollar nuestra capacidad de gestión, más eficacia, más transparencia en los problemas relacionados con el gobierno, y específicamente en lo relacionado con la pobreza y el desarrollo. En este trabajo, nuestra cooperación con el BID y la implementación de los recientes acuerdos de Monterrey de financiamiento del desarrollo, debiera ser elemento central.

Tenemos problemas urgentes también en otras áreas. En materia de seguridad, los acuerdos de la Conferencia de México, son ciertamente centrales, fundamentales. Hemos hecho un trabajo importante ante los desafíos que surgieron el 11 de septiembre del 2001. Somos un continente en el cual podemos asegurar de manera realista -y debemos chequear esto día a día- que no tenemos grandes riesgos de surgimiento de aventuras terroristas fundamentalistas. Pero tenemos problemas de seguridad importantes. No provienen de la misma fuente del 11 de septiembre del 2001, pero provienen de la existencia de amplias redes de narcotraficantes, de la delincuencia cada vez más organizada y más internacionalizada, de grupos extremistas locales -que no siendo fundamentalistas, están disponibles para vincularse con ellos-, del incremento fuerte del crimen y el delito en las grandes ciudades, que ha sido asociado al desarrollo de la sociedad moderna, y que es un problema a combatir.

Pensamos que es preciso iniciar un proceso de acercamiento, de trabajo conjunto en estos temas. Es impresionante cómo son simétricos los problemas que enfrentamos en todas estas materias. ¿Cómo podemos cooperar entre nosotros y trabajar en conjunto sobre estos asuntos? La Conferencia de México, fue muy importante porque, por primera vez, en nuestras decisiones de seguridad, se puso de manifiesto la presencia de los gobiernos civiles a la cabeza de estos temas. Y espero, sinceramente, que nuestra cooperación en materia de seguridad finalmente pase de ser una buena cooperación entre nuestros ejércitos y nuestras policías, a ser una cooperación de gobiernos en el marco de una adecuada coordinación y diálogo democrático.

También tenemos problemas en nuestras negociaciones comerciales, que no vamos a resolver en breve tiempo. Este es un tema que se lleva en otra sede, pero también es tema del organismo político de las Américas. Ciertamente, cuando se mira lo que ha pasado del 94 hasta ahora, se encuentra un clima de negociaciones comerciales más difícil.
Creo que en Miami todos hicimos un gran esfuerzo para que el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas no se terminara. Pero hay mucho que construir todavía, hay un largo camino por avanzar en la generación confianzas y la búsqueda de agendas comunes. Hay sedes negociadoras, por cierto, pero este también es un asunto de carácter
político en el que la Organización y su Consejo deben involucrarse para ir limando asperezas e ir sabiendo cuales son los puntos en los que podemos alcanzar acuerdos significativos en materia comercial.

Hay procesos de negociación en marcha, nosotros acabamos de concluir uno exitoso con Estados Unidos; se acaba de anunciar que esta en marcha un acuerdo de Estados Unidos con Centroamérica y también se anunció la búsqueda de negociaciones de Estados Unidos con Perú y Ecuador. Hay movimiento en materia comercial, pero no tenemos acuerdos de base a nivel hemisférico y no vamos a resolver los problemas sin alcanzar acuerdos básicos a nivel hemisférico. Y estos tienen que ser alcanzados considerando a todos los actores y eso no parece fácil en este memento. Se requiere también en materia comercial, un diálogo político serio que reconozca posturas diferentes y busque los consensos que sean posibles.

Creo que podemos hacer estas y muchas otras cosas. Ciertamente, todos estamos claros sobre la necesidad de fijar dentro de esta organización, las prioridades adecuadas dentro del piano de la seguridad, de la democracia, del desarrollo y el comercio, y de la cooperación, sobre todo con las naciones más pequeñas. Es necesario buscar prioridades y también un mejoramiento sustantivo de nuestra gestión como organización. Leí un informe reciente que señala que la Secretaría General tiene vigentes 200 mandatos. Nadie puede cumplir 200 mandatos. Hay que buscar una forma de adecuar las cosas -y creo que eso es posible en la medida que trabajemos para forjar los consensos adecuados entre nosotros- y buscar la mejor forma de gestionar nuestra organización. Repito: no creo
que tengamos problemas estructurales, lo que necesitamos es un esfuerzo de liderazgo y voluntad política, porque los problemas que mencionaba al comienzo son problemas de ahora.

Podríamos llegar a acuerdos muy generales en las Cumbres y seguir adelante. Pero, insisto, la pobreza sigue creciendo, la exigencia se mantiene, la gente desconfía de nuestros sistemas de gobierno, en la medida que no somos capaces de resolver sus problemas, y esta Organización, a mi juicio, tiene la significación la importancia, la representatividad y la relevancia para alcanzar soluciones hemisféricas.