Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
INSTALACION DEL TERCER FORO INTERAMERICANO SOBRE PARTIDOS POLITICOS

23 de noviembre de 2003 - Cartagena, Colombia


Presidente Uribe, estimados amigos:

Gracias al pueblo de Cartagena por su siempre generosa hospitalidad. Gracias a usted presidente Uribe por la acogida que nos brinda en su casa. Nos cae muy bien realizar este foro bajo su patrocinio por los extraordinarios esfuerzos que usted realiza para renovar las costumbres políticas, para fortalecer las instituciones democráticas de Colombia, para defender el estado de derecho, por la identificación que todos tenemos con su lucha contra el terrorismo y contra la corrupción, por su lucha contra la pobreza y la exclusión social. Los que nos hemos convocado a este foro democrático vemos su tarea de gobierno como ejemplo del liderazgo democrático. Sin duda usted encarna la imagen misma del buen gobernante; usted es un líder serio, pulcro, inteligente, visionario, un trabajador infatigable.

El tema que hoy nos convoca está profundamente ligado a la defensa y promoción de los valores democráticos, y cada día surgen nuevas, muchas y muy significativas amenazas a nuestras democracias. Pero para comprender a cabalidad la magnitud de esos desafíos, tenemos que compartir el amplio sentido de lo que hoy entendemos por democracia en las Américas.

En primer lugar, su concepción se ha extendido a todo lo que consideramos parte del sistema político: elecciones libres, justas, transparentes; independencia y equilibrio de los poderes públicos; transparencia y lucha contra la corrupción; participación ciudadana; fortalecimiento de los partidos políticos; descentralización y fortalecimiento de los gobiernos locales; el Congreso, sus poderes, su funcionamiento; acceso de la oposición a la información, rendición de cuentas; libertad de prensa, libertad de expresión; papel para la sociedad civil.

En el entretanto y a lo largo de la última década hemos presenciado las crisis de volatilidad de capitales, la característica más indeseable de la globalización. En todo caso, millones de ciudadanos de todos los estratos se sienten en una situación de vulnerabilidad, se sienten amenazados por fuerzas que ven como incontrolables, que les traen inseguridad económica, incertidumbre social, enfrentamiento de clases y culturas degradación ambiental. Esto ha generado enorme presión sobre nuestros partidos y sistemas políticos.

Sin duda, la principal función de nuestros partidos políticos es trabajar con eficacia para asegurar un futuro mejor para todos aquellos que están por fuera de la economía de mercado, para los que viven en la miseria, para los desnutridos, para los indígenas, para los analfabetas, para los ancianos, para las poblaciones más vulnerables.

Por otra parte, más allá de los inmensos desafíos que nos ha puesto la globalización económica, los fenómenos de la globalización política han significado también enormes desafíos a nuestras democracias. La globalización política ha generado una conciencia planetaria en la búsqueda de la justicia social y en la defensa de los derechos de todos los ciudadanos. Nos va deja ver las falencias, las debilidades, los vicios de nuestros sistemas y partidos políticos de manera mucho más intensa y pronta que las deficiencias económicas.

Hasta hace poco, los países contaban con la opción de tener un sistema político lleno de deficiencias, pero con la globalización política eso ya no es posible. Hemos visto los problemas de fraude electoral, o de falta de equidad en un certamen electoral, o los problemas de discriminación contra los indígenas, las mujeres, los niños. Todo esto se convierte, de inmediato, en una oleada de descalificaciones para nuestros sistemas y partidos políticos.

Por otra parte, el respeto de los derechos de cada ciudadano de América se ha ido convirtiendo en un asunto que a todos nos compete. El ataque despiadado a la corrupción en la búsqueda de mayor transparencia y la rendición de cuentas, son inescapables.

Así mismo, las ONGs y la sociedad civil con sus poderosas movilizaciones hoy gozan de mucha más libertad de movimientos, sus voces tienen mucho más eco, sus gritos se oyen en todos los continentes. Hoy hay más agentes, más voceros, más organizaciones mostrando las falencias de nuestras instituciones, descubriendo sus limitaciones y exigiendo sus transformaciones.

Y si esto fuera poco, la democracia tiene que cargar con la herencia del anterior modelo económico, la mayor desigualdad del planeta, y en algunos países aun más pobreza fruto del dramático ajuste, el sensible deterioro de los ingresos per cápita, o los malos sistemas educativos.

No puede sorprendernos, entonces, como por momentos pareciera que se va a desquiciar todo el andamiaje del sistema político.

Y en segundo lugar, cuando hablamos de democracia la estamos relacionando con un buen funcionamiento del Estado o de las instituciones públicas que cumplen funciones de supervisión, regulación o control, o que prestan servicios públicos: educación, salud, policía, justicia o seguridad. Y sin duda ello representa un grandísimo desafío para los partidos políticos que son los que tienen que responder por la eficacia de las instituciones públicas.

Esto significa que la democracia de cada país termina siendo responsable de todo lo que haga o deje de hacer el estado, el gobierno o cualquier órgano de poder público, de todo lo que hizo o dejó de hacer en el pasado. Significa que la democracia tiene que cargar con todas las consecuencias o limitaciones de la política económica o de la política social como tiene que asumir los malestares, las tensiones del intenso cambio económico, social y político que se ha dado en la última década. Por estas inmensas responsabilidades tienen que responder los partidos políticos.

Y es en medio de este complejo panorama en el cual se expidió en el 2001 la Carta Democrática Interamericana. La Carta es una guía de comportamiento democrático. Ella demuestra el profundo compromiso que todos los americanos tenemos con la democracia. Describe el esfuerzo para compartir una visión y un conjunto de objetivos, necesidades y aspiraciones. No voy a adentrarme en sus contenidos, pero sin duda tiene una amplísima visión de los aspectos que la conforman y nos demanda acciones preventivas y sancionatorias también, cuando a ello hubiere lugar. No obstante, su objetivo principal es ayudar a las democracias a recibir apoyo hemisférico cuando su proceso político o institucional están en peligro o cuando el ejercicio legítimo del poder esta en riesgo.

Estas consideraciones plenamente justifican el que nos demos esta cita en Cartagena para revisar todas las experiencias de cómo fortalecer las democracias americanas del que es tal vez una de las más grandes necesidades, el fortalecimiento de sus partidos políticos.

Sin duda, necesitamos partidos políticos que tengan la capacidad para hacer consensos sobre aquello que es fundamental y dejar los demás aspectos a la libre competencia democrática. Los partidos deben estar en condiciones de diseñar las políticas indispensables para llevar a buen término la plataforma partidaria y debe hacerlo de una manera que le permita movilizar la opinión pública en la dirección de sus propuestas. Si los partidos no se encuentran en un ambiente institucional estable, sino volátil, o de inestabilidad o retroceso económico tampoco será posible lograr que los acuerdos gocen de respeto en el tiempo.

La realidad es, sin embargo, que los partidos, año tras año, vienen reduciendo su capacidad de influencia en la sociedad, y hoy son, como lo demuestran las recientes encuestas de todos ustedes conocidas, la institución con menor confianza dentro de nuestras sociedades, muy por debajo de la Iglesia, el Ejecutivo, el Poder Judicial o las Fuerzas Militares. La pregunta y el desafío que debemos resolver es cómo revertimos ese proceso.

El Foro Interamericano sobre Partidos Políticos que hoy celebra su tercera reunión ha estado propiciando durante dos años seguidos un intercambio profundo y abierto sobre este tema entre protagonistas del mundo político, de las organizaciones internacionales e incluso de la academia y la sociedad civil. En este encuentro buscamos la construcción de una Agenda Interamericana de la Modernización y Reforma de los Partidos Políticos.

El asunto de los partidos políticos es también de mucha importancia en Latinoamérica porque en la última década todo el énfasis se ha puesto en el fortalecimiento de la sociedad civil, en la transparencia, en la corrupción, en la rendición de cuentas y toda la discusión se ha hecho contra los partidos políticos. Se creó entre muchos la falsa idea de que era posible fortalecer la democracia en las Américas ignorando o aún sólo atacando los partidos políticos. Los tiempos han demostrado qué tan desacertada era esa premisa.

Vamos ahora a examinar algunas ideas para conformar dicha agenda. En primer lugar, hay que recordar que gran parte de las rupturas democráticas se originaron en situaciones de debilidad del ejecutivo y fragmentación del legislativo. De la debacle de la democracia la región tomó varias lecciones y estableció en la mayoría de las nuevas constituciones o legislaciones el sistema de segunda vuelta para la elección presidencial.

Esta ha sido una solución a medias, pues es necesario reconocer que puede evitar el quiebre democrático porque sin duda aumenta la legitimidad del ejecutivo, pero no resuelve la crisis de gobernabilidad.

La gobernabilidad tiene muchas aristas, pero una de las más importantes tiene que ver con la imposibilidad de sacar adelante reformas cuando el gobierno tiene que enfrentar congresos divididos y resulta incapaz de adelantar las tareas que ofreció al electorado. Para ello es necesario revisar el marco institucional en el cual operan los partidos. Si queremos partidos fuertes, necesitamos marcos legales que faciliten su funcionamiento, no sólo como aparatos electorales, sino como instrumentos de fortalecimiento democrático, sea desempeñando funciones de gobierno, sea desde la oposición.

Esto requiere, cuando menos, una garantía mínima de recursos públicos que permitan el mantenimiento de un aparato partidario sólido y que los partidos desarrollen sus más básicas tareas en términos de información para sus afiliados y preparación de sus cuadros.

La revisión de este marco institucional debe llevar también a mejorar las garantías para el ejercicio de la oposición, al igual que el perfeccionamiento de la capacidad de actuación de los partidos en los parlamentos que son su escenario natural. La crisis de los congresos no es sino reflejo de la crisis de los partidos y mientras estos no logren superar sus dificultades, difícilmente se podrá pensar que los congresos lo puedan hacer por sí solos. Existe una peligrosa y negativa tendencia en todas las encuestas que muestran a los congresos y los partidos en el más bajo nivel de aprecio por los ciudadanos.

Uno de los puntos centrales en esta tarea de revisión de los marcos institucionales tiene que ser la referente a los temas de la financiación política. Ya he mencionado la necesidad de asignar un mínimo básico para que los partidos no sean instituciones fantasmas.

Los ciudadanos tienen derecho a conocer el origen de los dineros con que hacen campaña los políticos. Se requiere un compromiso a fondo con la transparencia tanto para conocer tanto el origen como el destino de fondos públicos y privados. De acuerdo con los datos del World Competitiveness Report, (reporte sobre competitividad) América Latina es la región con mayores índices de financiamiento político ilegal, con el mayor índice en lo que se denomina captura de leyes, políticas y regulación por empresas.

En el tema del financiamiento hay que hacer un buen balance entre la rendición de cuentas, los topes para las contribuciones de personas y empresas a las campañas, el nivel de gasto, y además, reembolso de gastos electorales y buenos mecanismos de supervisión. Estos mecanismos hacen imprescindible una autoridad electoral independiente y bien equipada para investigar y sancionar.

En estos temas de financiación son fáciles de imaginar las distorsiones que se crean entre los aparatos estatales y las campañas políticas. En todo caso hay que ser creativos para evitar la corrupción, para asegurar la igualdad y para no incrementar en exceso los costos de las campañas, como es necesario preservar la credibilidad e integridad del proceso.

Sobre estas materias casi nunca es posible hallar soluciones concluyentes pero obtener respuestas para determinados contextos y hacer un buen intercambio puede ser muy enriquecedor.

Pero ni un ambiente político favorable, ni una regulación propicia, pueden asegurar que los partidos recuperen la confianza de los ciudadanos si sus dirigentes no tienen un fuerte compromiso con la democratización y modernización de los mismos.

El primer elemento a considerar es que los partidos tienen que recuperar su vocación de prepararse para gobernar. Lo que hemos venido presenciando es que los partidos, y especialmente los candidatos, emplean gran cantidad de recursos, tanto económicos como personales e institucionales, en el proceso de ganar las elecciones. Enormes sumas de dinero van a pagar consultores, publicidad y otros elementos propios del debate electoral. Y ni las campañas reservan recursos para la transición, ni para preparar el gobierno, ni los estados ponen a disposición de los presidentes electos tales recursos.

Como consecuencia, con frecuencia tenemos gobiernos que asumen el poder sin saber realmente elementos básicos sobre la situación financiera o el estado de muchas políticas públicas. A esto se suma que el ejercicio del gobierno mismo no es muchas veces tarea del partido, sino de ciertas élites o grupos tecnocráticos que vacian de sentido la competencia política y que aumentan la sensación de incredulidad de los ciudadanos al tiempo que el malestar de los cuerpos partidarios.

Esto nos trae a un tema que tenemos que mirar con mucha seriedad y es que empiezan a verse en Latinoamérica las debilidades de los sistemas presidenciales. Hemos visto no sólo la debilidad de los gobiernos que no tienen una mayoría parlamentaria, sino en muchos casos la desestabilización que genera una rápida movilización política a través de los débiles mecanismos institucionales. Empezamos a ver, por ejemplo, cómo la sensación histórica de exclusión de las comunidades indígenas ha tenido en algunos casos efectos devastadores sobre el sistema político de varios países.

Esto nos lleva a una situación en la cual el simple fortalecimiento de los partidos políticos no es suficiente. Se necesitan pactos o acuerdos con representantes de algunas minorías sobre las reglas del juego democrático. En este caso la simple utilización de los mecanismos de mayoría democrática resulta insuficiente para tratar a las minorías.

En una situación así, es claro que grupos marginalizados debieran recibir recursos públicos para organizarse y poder y fundamentar sus demandas. Pero tanto los partidos como las ONGs tienen que actuar de manera responsable y no estimular puntos de vista extremistas que hagan el consenso imposible y puedan terminar en una espiral de violencia.

Esto nos lleva desde luego a una situación en la cual debemos acordarnos que ciertas formas de participación política deben estimularse, mientras que otras deben estar limitadas o prohibidas. Esto es particularmente importante para defender la democracia y el estado de derecho y rechazar la violencia provenga de donde provenga.

Es por eso necesario que en las normas que regulen la operación de partidos y su financiación se cuente con normas contundentes que prohíban la discriminación, que protejan la libertad de expresión y de prensa, y creen un entorno de tolerancia, diversidad y pluralismo.

Es muy importante asegurar que los partidos respondan a las necesidades de sus circunscripciones. Es muy peligroso que los ciudadanos tomen la impresión de que los países son gobernados por pequeñas élites que operan en las capitales y con las presiones de la globalización se puede llegar rápidamente a la idea de que los gobiernos han dejado de ser representativos del país.

El oficio de los partidos es gobernar. Se compite en las elecciones para acceder al poder, llevando a cabo los programas y las ideas que se presentaron a los ciudadanos. Si no se hace un esfuerzo serio al interior de los partidos para garantizar que generen tanto el conocimiento como los cuadros que requiere el ejercicio del gobierno, no se podrá recuperar la confianza de los ciudadanos.

En un informe del PNUD que será presentado el año próximo hay un dato que merece toda nuestra atención: un 64% de los latinoamericanos considera que los políticos mienten para ganar las elecciones. Si no se hace un esfuerzo profundo por presentar programas de gobierno serios, jamás se logrará el necesario respaldo ciudadano para las reformas que la región requiere.

Como parte de ese esfuerzo, los partidos tienen que construir capacidades propias para generar conocimiento. Los partidos no pueden depender de la información de terceras fuentes para participar en el debate y análisis de los principales problemas de un país. Igualmente, los partidos tienen que recuperar su capacidad para cumplir su función básica de reclutar y preparar los cuadros políticos que la función de gobernar requiere.

Finalmente, los partidos requieren integrarse de modo más activo a las nuevas dinámicas de la globalización. Las organizaciones internacionales de los partidos tienen que lograr convertirse en interlocutores válidos de grandes poderes internacionales, tal como a su modo lo han logrado las organizaciones de la sociedad civil.

Para ello es necesario que nuestros partidos y nuestros gobiernos logren gobernar sobre la globalización y al mismo tiempo avanzar de manera colectiva hacia una mayor gobernabilidad democrática. Es necesario tomarle el pulso a las transformaciones mundiales, entenderlas, adoptar estrategias para enfrentarlas y modernizar las instituciones públicas y privadas para operar en el nuevo entorno.

Esta experiencia nos debe servir en el ámbito hemisférico para fortalecer nuestra integración e impulsar la cooperación hemisférica; para poner en marcha, con los instrumentos que tenemos en el ámbito americano, un proceso de integración que tenga los equilibrios, los contrapesos, las compensaciones que lo hagan viable y justo; para asegurar que cada país pueda encontrar que la integración lo beneficia, que un comercio más abierto pero reglado lo fortalece y que podemos construir acuerdos más participativos de nuestros gobiernos. Sólo de esta manera lograrán nuestros partidos articular a sectores vastos de la opinión nacional. Para ser bien simplistas hay que comprender bien la realidad nacional para poder articularla a través de los partidos políticos

Nuestros gobernantes y nuestros dirigentes políticos deben construir una nueva ética política, una nueva política social, partidos y organizaciones políticas fortalecidas, un mucho más decidido compromiso en la lucha contra la pobreza, fortalecer nuestros sistemas educativos, hacer más competitivas nuestras economías, medidas eficaces para mejorar la distribución del ingreso.

Particularmente en Latinoamérica estamos urgidos de recuperar la idea de un estado fuerte, eficaz, prestigioso. Un estado con capacidad de vigilancia, regulación y control. Necesitamos un estado democrático, respetuoso y garante de los derechos de todos.

Necesitamos partidos políticos fuertes para consolidar la democracia en la región, para promover las reformas que se requieren con urgencia. La nueva etapa de esas reformas tiene como requisito y como condición una reforma política que fortalezca los partidos políticos a todo lo ancho de América. Los invito a que de este tercer foro salgamos comprometidos a trabajar en este propósito común.

Muchas Gracias.