Discursos

ROBERTO TOVAR FAJA, MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE COSTA RICA, REPRESENTANDO LA PRESIDENCIA PRO-TÉMPORE DEL SICA
CEREMONIA DE PAZ BELICE-GUATEMALA

30 de septiembre de 2002 - Washington, DC



Señor Presidente del Consejo Permanente
Excelentísimos señores Ministros de Relaciones Exteriores,
Señor Secretarios General y señor Secretario General Adjunto,
Excelentísimos señores Embajadores,
Señores Conciliadores,
Señores delegados,
Señores funcionarios de la OEA,
Señores periodistas,
Señoras y señores:


Tanto para Belice como para Guatemala, setiembre es el mes de la Independencia, de la emancipación, de la mayoría de edad que marcó el momento en que tomaron las riendas de sus destinos. Por ello, es esperanzador que sea hoy, el último día de setiembre, cuando estos dos países hermanos culminan en abrazo fraternal la negociación iniciada hace ya dos años, mediante el acuerdo Shoman-Orellana, y
bajo los auspicios de la Organización de los Estados Americanos.

Para el Sistema de Integración Centroamericana, del cual mi país ejerce la Secretaría pro tempore, para Costa Rica y para todos los países hermanos de América Central, este encuentro es histórico. Lo es, naturalmente, para Guatemala y para Belice, que con la conclusión de las jornadas de conciliación han logrado superar una serie de diferencias de larga data y han franqueado la puerta para transitar juntos, con paso firme y decidido, hacia luminosos destinos. Pero también es éste un capítulo de historia centroamericana propicio para enorgullecer a todos los hijos de nuestra región, sin distinción de fronteras. La historia de la América Central y la historia de la América Latina en su conjunto, han estado infortunadamente jalonadas, como lo sabemos todos, por múltiples episodios bélicos y amargas disputas, a veces por verdaderas nimiedades. El acto de hoy, del cual estamos siendo protagonistas y testigos, tiene por ello una trascendencia simbólica, que va mucho más allá de la solución de diferencias bilaterales. Belice y Guatemala, con la feliz culminación de estas negociaciones, están escribiendo con caligrafía de sabios las primeras páginas de lo que puede ser la historia centroamericana y hemisférica en el siglo XXI: una historia de concertación y de madurez, una jornada perenne de conciliación y amistad, en la que las discrepancias se resuelvan mediante el diálogo y la negociación.

En la Antigüedad clásica se representaba a la Paz con un ramo de olivo y un cuerno de la abundancia. Con lo primero se simbolizaba la agricultura, actividad que por su propia índole requiere de los seres humanos una dedicación y una concentración incompatibles con la guerra. Con lo segundo se quería evocar eso que los entendidos de hoy llaman los dividendos de la paz: todos esos recursos y beneficios generados por la ausencia de guerra y el crecimiento fecundo de la convivencia armónica.

Ante nosotros tenemos el horizonte para la materialización de ambas imágenes. Como parte del nuevo espíritu que anima a las Américas, me complace también destacarlo, las laboriosas negociaciones que hoy culminan han establecido mecanismos para la cooperación entre Belice y Guatemala en aspectos que resultan de significativa importancia para el futuro de las relaciones entre ambos países y, en cierta medida, de la región en su conjunto. Este aspecto resulta tan decisivo como el final de las diferencias bilaterales, puesto que deja sentadas las bases para que la concertación entre gobiernos y pueblos continúe intensificándose, continúe acercando a unos y otros. Representa ello una garantía de que la conciliación no se limitará a un acuerdo de diplomáticos, sino que se está destinada a ser cimiento efectivo de entendimiento y conjunción de voluntades. De que las fronteras serán puntos de encuentro y no de separación, los ríos arterias y no murallas, el mar espacio de comunicación y no de separación. En el fomento de esta actitud de confianza y colaboración y con la apertura de nuevos y promisorios espacios para la labor conjunta, se estarán cumpliendo los anhelos encarnados en la hermosa Plegaria Nacional de Belice, de que "todos nuestros esfuerzos tiendan a la paz, la justicia social, la libertad, la felicidad nacional, el aumento de la industria, la sobriedad y el conocimiento útil." De las viejas cadenas se forjarán, como lo dice el Himno Nacional de Guatemala, "el arado que el suelo fecunda".

Debemos todos un homenaje de reconocimiento a estos dos países hermanos, por la actitud madura, racional y perseverante con que se han conducido a lo largo de las negociaciones y por la buena fe y sensatez con que han reaccionado ante las no pocas dificultades surgidas a lo largo de las tareas de conciliación. Sea nuestro reconocimiento extensivo también a los señores a quienes ha correspondido el arduo papel de conciliadores y a sus equipos de trabajos, que con tanta dedicación, sabiduría y acierto han generado propuestas y hallado soluciones, con el firme propósito de que algún día pudiese llegarse al acto que hoy nos reúne. En su conocimiento jurídico y diplomático, en sus afanes por encontrar salida a las diferencias, en sus recomendaciones oportunas y fundamentadas, se encuentran muchas de las claves del éxito de este empeño.

Un tributo especial merece también la hermana República de Honduras, quien ha colaborado al éxito de estas jornadas con espíritu fraternal y desinteresado. Con ello se ha hecho eco de las palabras de un hondureño de alma noble y talento sin igual, el sabio centroamericano José del Valle, quien escribió: "Trabajemos con celo y constancia. No recibiremos nosotros todos los frutos de nuestros trabajos, pero los recibirán nuestros descendientes: los recibirán nuestros semejantes: los recibirá la patria, donde hemos nacido: los recibirá la América que amamos y debemos amar."

Esa América se regocija hoy por la alcanzada victoria de la razón y la armonía. Y es por ello también de justicia dedicar como hijos de América una manifestación de reconocimiento a nuestra organización hemisférica, a su Secretario General y su Secretario General Adjunto y a todos los funcionarios de la OEA que de un modo u otro han contribuido a promover las negociaciones entre Belice y Guatemala y a la confluencia enriquecedora de sus puntos de vista. La jornada a la que hoy asistimos es una victoria compartida para los beliceños y los guatemaltecos, pero es también una victoria para la organización regional, cuya razón de ser estriba precisamente en la solución pacífica de las controversias y la promoción de la concertación y la cooperación entre los países de las Américas.

Estamos cumpliendo el primer aniversario de la adopción, en Lima, de la Carta democrática, que ha robustecido los propósitos y principios en que se fundamenta la OEA, al reafirmar los valores en que deben sustentarse los gobiernos de los Estados miembros. Ese documento reitera la vocación del hemisferio de ser tierra fecunda para el Derecho, la voluntad de sus hijos de conducir en sistemas de libertad, justicia y paz. La ceremonia que hoy nos congrega realza el aniversario de la carta de Lima y nos infunde optimismo en la fortaleza y capacidad del Sistema Interamericano.

Señor Presidente,
Señoras y señores:

Belice y Guatemala, lo mismo que otros países hermanos, fueron escenario de los esplendores de la cultura maya, cuyas realizaciones todavía nos deslumbran. Tenían los mayas, pueblo guerrero como casi todos los de su tiempo, una cosmogonía en la que abundaban las divinidades feroces y las ceremonias cruentas. Pero estaba también entre aquellos señores del cielo, de la tierra y del inframundo, uno a quien se llamaba Yum Kaax, el dios del maíz. Se le representaba como un ser apuesto, lleno de fuerza y juventud, de cuya cabeza emergían hojas de maíz y mazorcas. Tenían muchos enemigos, como los tiene la planta del maíz: la sequía, el exceso de lluvia, los huracanes, los animales dañinos y las plagas. Pero se le consideraba como un dios benéfico, que traía prosperidad y abundancia, porque en la planta que lo encarnaba hallaban los hombres y mujeres de aquellos tiempos el sustento para sí y sus hijos y la promesa de que siempre habría un porvenir.

Acerquémonos a estos acuerdos con algo de ese respeto y ese regocijo de los antiguos mayas ante la planta del maíz. Que en ellos brille el espíritu benefactor atribuido a Yum Kaax: que en ellos encuentren beliceños y guatemaltecos surco amplio para sembrar nuevas semillas, para verlas germinar y crecer y para, hombro con hombro, recoger la cosecha abundante y llevar la sonrisa y la dicha a quienes la esperan anhelantes.

Muchas gracias.