Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
ACTO DE INSTALACION DEL 90VO PERIODO DE SESIONES DE LA COMISION INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS.

11 de septiembre de 1995 - Washington, DC


" Hoy existen nuevos problemas y nuevas demandas que reclaman una adecuación jurídica, conceptual, operativa e incluso política a las labores del Sistema Interamericano de Derechos Humanos."

Hace un año, en mi primer acto público como Secretario General, participé en la instalación del 87 período de sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En aquella oportunidad señalé mi admiración por el papel histórico que ha jugado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la vigilancia de los derechos humanos en nuestro hemisferio y por su contribución decisiva en el proceso de transición democrática de nuestros países. Fue también en esa ocasión en la que manifesté mi pleno compromiso de contribuir de manera decisiva para lograr el robustecimiento del sistema interamericano de derechos humanos.

Ello es esencial si queremos cumplir con las trascedentales responsabilidades que se nos ha asignado en la promoción, la protección y el respeto de los derechos humanos y de la democracia en el hemisferio.

Hoy quiero señalar algunos avances en materia de derechos humanos que se han observado en el hemisferio y algunos de los desafíos que se presentan para el futuro inmediato. También quisiera brindar un reconocimiento a la labor de la Comisión Interamericana durante el último año y en especial a tres de sus Miembros que finalizan sus mandatos en unos meses. Todos ellos dejan una herencia de compromiso intachable con la causa de las libertades y los derechos de los compatriotas de las Américas.

Esta coyuntura, en la que se ha emprendido con paso cierto el camino hacia el fortalecimiento presupuestal e institucional de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, nos abre la posibilidad de continuar y profundizar el diálogo sobre el futuro del sistema.

Por fortuna a lo largo y ancho del Hemisferio se observa que los Estados mantienen en marcha, en algunos casos bajo adversas circunstancias, el proceso de consolidación y profundización de la democracia. Sin duda auncuando aun persisten síntomas de incertidumbre sobre el futuro de la democracia en algunos pocos casos, en general la democracia ha regresado para quedarse. Ello nos debe llevar a pensar en cómo hacer el tránsito de un sistema interamericano de derechos humanos en cruzada contra la dictadura a otro que ha de ser, sin perder sus responsabildades fiscalizadoras, aliado de la democracia. Hoy existen nuevos problemas y nuevas demandas que reclaman una adecuación jurídica, conceptual, operativa e incluso política a las labores del Sistema.

Mientras la democracia constituye un requisito fundamental para la observancia de virtualmente todos los derechos, su existencia no elimina de por sí todos los abusos o provee todas las garantías necesarias. Es evidente que las violaciones a los derechos humanos pueden ocurrir tanto en países con sistemas democráticos incipientes como en otros ya muy consolidados.

Pero es de la esencia de la democracia que se facilite el desarrollo de instrumentos cada vez más eficaces y de mayor alcance para lograr de manera estructural y permanente una mejoría sustancial en las condiciones de protección y promoción de la vigencia de los derechos humanos y de las libertades públicas. Hay que aprovechar esa inclinación natural de la democracia.

El estado de derecho en el que descansa un sistema democrático brinda a los ciudadanos que han sido víctimas de abusos la facultad de demandar y obtener una investigación, acceso a un proceso legal justo y sanción penal a aquellos que resultaren responsables. Asimismo, en una democracia, los gobiernos tienen la responsabilidad de garantizar y consolidar progresivamente el respeto de los derechos humanos y las libertades públicas.

La actual situación en las Américas está lejos de ser perfecta y muchos gobiernos elegidos democráticamente enfrentan enormes desafíos en su esfuerzo de promover un Poder Judicial independiente, eficaz, transparente y accesible a todos los ciudadanos. Allí hay mucho por hacer.

Existen también ciertas dificultades en algunas de las naciones que están en transición democrática para re-orientar sus instituciones de defensa y sus estrategias de seguridad nacional de una manera plenamente compatible con la natural subordinación del poder militar a la autoridad civil legítimamente constituída. En ese terreno, con discreción y de manera cautelosa, es necesario también avanzar.

Las condiciones de las cárceles y la excesiva demora en el juzgamiento de las personas detenidas constituyen problemas endémicos en muchas países. Asimismo, se observa la imperativa necesidad de promover los derechos de los sectores tradicionalmente marginados como los pueblos indígenas, los niños y las mujeres. Existe un verdadero desafío en eliminar la violencia y la discriminación sexual, racial y social e incorporar plenamente todos los sectores de nuestras poblaciones en la vida nacional y en el proceso de consolidación democrática.

Señoras y señores embajadores, distinguidos comisionados:

Todos sabemos que la consolidación democrática se enmarca en un proceso en el cual la reconciliación nacional constituye un imperativo fundamental. Todos sabemos asimismo que la cicatrización de las heridas proveniente de violaciones a los derechos humanos que tanto afectaron el tejido social de nuestras naciones, forma parte de un largo proceso que debe comenzar con la aceptación de la verdad y de la justicia como base de la reconciliación. Sobre ese punto quiero hacer una reflexión.

Hemos vistos con inmensa preocupación, en los últimos tiempos, una serie de situaciones en algunos países del hemisferio en los cuales el ineludible debate sobre el pasado desencadena retóricas amenazantes y actitudes desafiantes para con el orden constitucional. Aun existen sectores recalcitrantes que prefieren adoptar posturas obsoletas, incompatibles con los nuevos tiempos.

Esos acontecimientos deben recordarnos que la recuperación de la democracia, del estado de derecho, y de la plena vigencia de los derechos humanos es un proceso dinámico, en el que los pueblos no pueden dormirse sobre los laureles de unas libertades recuperadas. La preservación de la democracia exige de una permanente consolidación y fortalecimiento. La democratización será solo irreversible cuando hayamos consolidado una verdadera cultura de respeto a la libertad y a la justicia en todos los rincones de las Américas. Para ello la solidaridad de todas las democracias en los momentos difíciles y el trabajo dedicado de la Comisión de Derechos Humanos, junto con los demás órganos del sistema interamericano, están llamados a jugar un papel fundamental.

Hay un nuevo clamor que debe ser atendido. Los gobiernos democráticos y la sociedad tienen una inmensa voluntad por mejorar el respeto de los derechos humanos. Ellos no se pueden quedar solos. La Organización de Estados Americanos y los distintos componentes del Sistema Interamericano de Derechos Humanos tenemos la obligación de apoyar el fortalecimiento de las instancias nacionales de promoción y protección de los derechos humanos. Permítanme mencionar algunas sugerencias al respeto.

Primero, debemos enfatizar que las relaciones entre los sistemas nacionales de protección de los derechos humanos y el sistema interamericano deben caracterizarse por la complementariedad y la cooperación. El sistema interamericano no sustituye la responsabilidad primaria de los Estados, quienes deben cumplirla con instituciones nacionales transparentes, eficaces y accesible a todos.

De allí, que la OEA y los organos del Sistema deban considerar la posibilidad de una acción más vigorosa en el terreno del apoyo técnico a los Estados para el esfuerzo de evaluación y reforma a las instituciones nacionales de protección de Derechos Humanos. Colectivamente debemos reflexionar para buscar maneras cada vez más constructivas para articular el esfuerzo a nivel interamericano con los empeños que adelantan los sistemas nacionales.

En segundo lugar si queremos un Sistema Interamericano de Derechos Humanos fortalecido, va a ser necesario dedicar más recursos para suministrar a los Organos y a sus miembros los medios adecuados para cumplir sus funciones; desarrollar procedimientos mejor estructurados; y adoptar metodologías de trabajo apropiadas para manejar el apreciable incremento de las denuncias presentadas y de casos que conllevan mayor complejidad y diversidad jurídica.

Debemos considerar un incremento en el número de sesiones de la Comisión, fortaleciendo también el equipo técnico con personal del más alto nivel profesional y moral.

Un tercer lineamiento a seguir para adaptar el Sistema Interamericano a los tiempos que corren es incrementar dramáticamente la cooperación entre todas las instancias que tienen funciones y responsabilidades directas e indirectas en las diferentes facetas de la problemática de los derechos humanos. Hasta ahora esa cooperación ha sido marginal y esporádica. La Comisión, la Corte, el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, la CIM, el Instituto Interamericano del Niño, la Unidad para la Promoción de la Democracia, por ejemplo, podrían aglutinar energías y esfuerzos para desarrollar muchas actividades de interés comun.

En la medida en que el Hemisferio deja atrás la pesadilla del autoritarismo y de las guerras fraticidas, se tiene la esperanza de que también disminuyan la violencia y las violaciones a los derechos humanos. De ser esto así, se abre por primera vez la posibilidad de dedicar más energías y recursos a desarrollar la protección de muchos otros derechos fundamentales que han estado en olvido ante el apremio y la obligación de luchar por el derecho a la vida.

Tenemos una ventana de oportunidad para que con el requerido apoyo de la Secretaría General, la Comisión y de los otros Organos del Sistema Interamericano nos adentremos con mayor vigor en la lucha contra la discriminación, en la defensa de los derechos económicos y sociales, en el apoyo a las minorías vulnerables y en la construcción de una cultura de la libertad y de la participación.

Dentro de esos nuevos desafíos la OEA le otorgará especial atención a promover la plena observancia y vigencia de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de la mujer a través de proyectos y programas específicos en dichas áreas. Para ello se fortalecerá el apoyo a las tareas que en este campo vienen efectuando la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos y la Comisión Interamericana de Mujeres.

Es alentador observar la importancia que los países han dado a la ratificación de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, de 1994. En un año, 22 países han firmado dicha convención y 11 países la han ratificado. Además, quiero reconocer y apoyar el nombramiento y el trabajo del Relator Especial para los Derechos de la Mujer, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y la realización del estudio sobre "Las normas y prácticas de los Estados miembros de la OEA con referencia a sus obligaciones internacionales de promover y proteger los derechos de la mujer."

Otro desafío para la Organización es desarrollar un papel activo y efectivo en la promoción y protección de los derechos de lo pueblos indígenas. Entiendo que la Comisión tiene avanzado un borrador de proyecto de Declaración de los Derechos de las Poblaciones Indígenas, documento que pronto se presentará a consideración de los gobiernos. Es altamente recomendable que dicho borrador de Declaración sea asimismo difundido y consultado con representantes de instituciones y organizaciones indígenas del hemisferio, a fin de que en él se refleje su visión sobre el futuro.

Hace un año dije que las bases jurídicas e institucionales para el óptimo desempeño del sistema interamericano de protección a los derechos humanos estaban puestas pero que faltaban dos elementos de gran transcendencia: el primero, la aplicación de una voluntad política comprometida con el pleno ejercicio de las posibilidades del sistema interamericano; y en segundo término, la asignación de recursos más significativos para la ejecución de sus tareas.

En este último año podemos decir que hemos visto progresos concretos en las dos aéreas mencionadas. Como ejemplo de voluntad política tenemos los principios del Plan de Acción de la Cumbre de las Américas, donde se aprobaron trece metas relacionados con derechos humanos, y la "Resolución de Montrouis: Una Nueva Visión de la OEA" adoptada por la la última Asamblea General de la OEA, que dá particular importancia a temas relacionados específicamente con derechos humanos.

Ambos foros se comprometieron a fortalecer a esta Comisión y a la Corte Interamericana de Derechos Humanos dotándolas con mayores recursos humanos y materiales. En la Asamblea General de la OEA celebrada en Haiti, los Estados miembros aprobaron un aumento muy significativo en el presupuesto de la Comisión Inter-Americana de Derechos Humanos. Esta decisión expresa no solo una apoyo a la Comisión sino también un reciente reconocimiento a la magnitud de los desafíos que la Comisión y todos nosotros tenemos por delante.

Antes de finalizar, quisiera reconocer en forma especial la contribución brindada a este cuerpo por los tres distinguidos miembros de la Comisión que están terminado sus mandatos a fin de este año y que están participando en sus últimas sesiones en la Comisión: los doctores Michael Reisman de los Estados Unidos, Patrick Robinson de Jamaica y Leo Valladares de Honduras.

El doctor Michael Reisman es un abogado distinguido internacionalmente y con impecables credenciales académicas. Su labor ha sido clave en las primeras soluciones amistosas alcanzadas por la Comisión, en dos casos que involucraban a Argentina. Mas aún, él ha sido una de las fuerzas principales en el establecimiento de la Fundación Interamericana de Derechos Humanos, una iniciativa de la Comisión para lograr que abogados prestigiosos del hemisferio representen ad-honorem a la Comisión ad-honorem en casos presentados antes la Corte Inter-Americana de Derechos Humanos.

El Doctor Patrick Robinson, quien ha sido miembro de la Comisión por 8 años, es el Relator del proyecto de borrador de la Declaración Americana de los Derechos de los Pueblos Indígenas. Desde junio de 1995, el Doctor Robinson está colaborando de manera personal como miembro de la Comisión de la Verdad en Haiti.

El Doctor Valladares es conocido por su coraje personal, y por su inagotable energía y compromiso con los derechos humanos tanto en la Comisión como en su propio país. Es el miembro de la Comisión que ha participado en el mayor número de visitas en loco desde la creación de la Comisión. Es el primer y actual "Comisioando Nacional para la Protección de los Derechos Humanos" en Honduras donde se ha destacado por su coraje de investigar y publicar un informe sobre los desaparecidos, aún a riesgo de su propia vida. En virtud de este valioso trabajo el Dr. Valladares ha recibido el reconocimiento de los sectores democráticos de su país y del Hemisferio.

Ustedes, Señores, han hecho contribuciones muy trascendentes a la Comisión y estoy seguro que seguirán luchando por la plena vigencia de los derechos humanos en otras instancias nacionales e internacionales. Estamos muy agradecidos por su labor y compromiso con la Comisión. Les deseo el mayor de los éxitos en el futuro.

Para terminar quiero simplemente reiterarle a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que puede contar con mi más decidida voluntad de respaldo y apoyo. Ustedes en el Secretario y en la Secretaría no solo tienen un amigo de su labor sino un aliado incondicional.