Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
CLAUSURA DE LA SESION ESPECIAL DE LA COMISION DE MEDIO AMBIENTE

12 de abril de 1996 - Washinton, DC


La Comisión del Medio Ambiente del Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos ha deliberado en forma fructífera con un grupo de calificados expertos de las naciones del continente durante dos días de intenso trabajo. Sus recomendaciones constituyen un paso en firme en el proceso de definir las prioridades que esta Organización deberá desarrollar en las próximas décadas en materia de medio ambiente y desarrollo sostenible.

Quiero agradecer a los representantes de todos los países su presencia en esta importante reunión, así como expresar mi testimonio de reconocimiento al Presidente de esta Comisión, Embajador Fernando González Guyer, por su permanente esfuerzo para hacer realidad este encuentro.

Se ha reconocido aquí el papel que ha jugado la OEA en el difícil proceso de instaurar la conservación y buen uso de los recursos naturales renovables y el medio ambiente como un interés público en las naciones del continente; y en el también difícil proceso de crear conciencia sobre los problemas ambientales de carácter colectivo a nivel regional y subregional.

Los primeros trabajos de nuestra Organización en este campo anteceden a la Conferencia sobre el Medio Ambiente Humano, en cuya realización contribuyó de manera positiva. El reconocimiento por parte de la Conferencia de Estocolmo sobre los problemas ambientales de naturaleza transfronteriza hizo que la OEA fortaleciera sus programas plurinacionales, como lo son aquellos dirigidos al manejo y desarrollo integrado de las cuencas hidrográficas compartidas entre dos o más naciones, y al desarrollo sostenible de zonas fronterizas, acciones en las cuales exhibe experiencias de gran relevancia.

Igualmente, siguiendo los derroteros de Estocolmo debió llevar a cabo una gran actividad en los programas de asistencia técnica dirigidos a que gobiernos y ciudadanos incorporaran lo ambiental como asunto de interés nacional, pues en aquella época muchos de los países del continente estaban ausentes de esa problemática o la tenían incorporada en su agenda con muy baja prioridad. De ahí el énfasis que se le diera durante muchos años a programas a nivel nacional, tales como aquellos dirigidos a la educación ambiental y transferencia tecnológica, la formulación de los planes de acción ambiental, los inventarios de recursos y la planificación y administración de los parques nacionales.

De otra parte, la Organización reconoció tempranamente las profundas vinculaciones entre medio ambiente y desarrollo que fueron el punto de atención de la Cumbre de Río en 1992. Así lo atestiguan sus programas sobre desarrollo regional integrado, desarrrollo sostenible del turismo y prevención de desastres.

Para su acción futura la OEA deberá, tal como ha sido recomendado en el curso de esta sesión especial, capitalizar la experiencia adquirida a través de los programas de cooperación técnica realizados en aquellas áreas, y que se han constituído en su estrategia fundamental durante las dos últimas décadas. Sin embargo, su acento deberá ahora darse a los programas dirigidos a resolver problemas ambientales de carácter colectivo a nivel regional o subregional en el contexto del desarrollo sostenible.

Esto no quiere decir que vayamos a excluir la asistencia técnica a nivel nacional, sino que nos proponemos concentrarla en aquellos aspectos que tengan que ver con la solución de los problemas ambientales transfronterizos. Además, hay que recordar que en las dos últimas décadas han aparecido en el continente nuevas instituciones internacionales con disponibilidad de recursos, humanos y financieros, que están en posibilidad de ofrecer apoyo para el desarrollo de las capacidades para la gestión ambiental y para la financiación de proyectos de conservación y buen uso de los recursos naturales renovables y el medio ambiente a nivel nacional. Me refiero a instituciones como el PNUMA, el Banco Mundial, el BID, el Fondo Mundial Ambiental, así como a los organismos responsables de la puesta en marcha de los diversos tratados multilaterales, y a los ambiciosos programas de las organizaciones no gubernamentales internacionales.

A nuestro juicio la OEA, antes que prestar asistencia técnica a nivel nacional, debe orientar, promover y gestionar para que los gobiernos puedan obtener esta ayuda de otras organizaciones como las mencionadas. Ellas, sin duda, tienen mayor ventaja comparativa para hacerlo.

Además de cumplir con la función tradicional de ofrecer programas de cooperación técnica que apunten a la solución de problemas de carácter multinacional, la OEA deberá desarrollar otras dos funciones fundamentales, las cuales han sido ejercidas hasta el momento en forma muy marginal.

En primer término, la Organización debe convertirse en el gran foro interamericano para el intercambio de información y la formulación de políticas sobre medio ambiente y desarrollo sostenible. En segundo lugar, la Organización debe contribuir en forma sustantiva a la creación y mantenimiento de la legislación ambiental en el continente.

Estas son metas ambiciosas que constituyen una respuesta a las directrices planteadas para la Organización en diferentes declaraciones y decisiones de sus órganos superiores, y que están consignadas, entre otros, en el Plan Interamericano de Acción (1989), en la Nueva Visión de la OEA (1995) y en el Plan de Acción acogido en la Cumbre de las Américas.

Todos estos mandatos a nivel continental deben enmarcarse, a su vez, en los acuerdos logrados en la Cumbre de la Tierra: la Declaración de Río y su expresión programática, la Agenda 21, las convenciones de Biodiversidad y Cambio Climático y los Principios de Bosques; así como en algunos de los desarrollos que siguieron a la Cumbre, como es el caso del Programa de Acción para los Estados Islas, de gran prioridad para la subregión del Gran Caribe.

La Agenda 21, suscrita en Río de Janeiro en 1992, asigna a las organizaciones intergubernamentales un papel fundamental en la promoción de las tareas colectivas orientadas a resolver los principales problemas del medio ambiente a nivel global, regional, subregional y nacional. Es esta una directriz que está adquiriendo cada vez más vigencia, tal como se expresa en las deliberaciones y recomendaciones de la Comisión de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, y como lo demuestra el positivo balance que en materia de formulación de políticas y en la generación de normatividad a nivel doméstico e internacional, han jugado las organizaciones regionales como la Comunidad Europea o las organizaciones que obedecen a intereses económicos como la OECD.

Además, después de Río se está desarrollando un proceso de reorganización de lo que pudiera denominarse el sistema de gobierno ambiental, por lo cual es necesario que la OEA, como máxima organización política intergubernamental del continente, redefina y fortalezca su papel dentro de este sistema, tomando en consideración los profundos cambios que se han producido en el campo ambiental en los últimos años.

La OEA debe jugar un papel catalizador en la puesta en marcha de la Agenda 21, en la concreción de muchas de las obligaciones adquiridas por los países de la región en diversos tratados multilaterales, y en la identificación de posibles soluciones a los problemas ambientales de carácter transfronterizo. Para ello la Organización debe desarrollar en forma integrada las funciones de servir de foro para el intercambio de información y la formulación de políticas sobre medio ambiente y desarrollo sostenible, contribuir a la creación de la normatividad ambiental en el continente, y desarrollar programas de cooperación técnica, que es justamente la estrategia desarrollada por las organizaciones internacionales que más impacto han tenido en la orientación de los asuntos ambientales a nivel global o regional.

Desde la Cumbre de la Tierra en Río, los acuerdos y tratados multilaterales hacen siempre referencia al desarrolo sostenible, una concepción que obtuvo su validación al más alto nivel político en dicha conferencia.

Si bien es cierto que aún estamos lejos de poner en práctica el desarrollo sostenible, que él ha adquirido un marcado sesgo ambientalista y que, incluso, se le ha llegado a utilizar para justificar acciones depredadoras de los recursos naturales, también lo es que el desarrollo económico y social no puede continuar haciéndose en detrimento de la base natural que lo sustenta.

Es este entendimiento el que ha llevado a la rápida y casi sorprendente aceptación del desarrollo sostenible como una meta que la humanidad debe buscar, y a las múltiples acciones realizadas por los diferentes estados y organizaciones internacionales en pos de su aprehensión. Es esta una tarea en la cual debemos comprometer a fondo a la OEA si queremos mantenernos como una organización vigente en las próximas décadas.

La Organización, como foro político, debe coadyuvar a dilucidar los alcances, las limitaciones y las formas de operacionalizar el desarrollo sostenible en las Américas. Es una tarea compleja que debe partir del entendido que existen diversos caminos posibles para alcanzar esa meta y que, en su conceptualización misma, deben tomarse en cuenta las profundas diferencias existentes entre los países altamente desarrollados de la región y aquellos en desarrollo.

En ese contexto, la Organización debe jugar un papel central en la tarea de identificar los problemas ambientales colectivos del presente y del futuro, explorar las diversas alternativas para su prevención o solución, analizándolas a la luz de sus consecuencias políticas, económicas, sociales y ecológicas, y establecer un orden de prioridades para enfrentarlos.

Adelantar esta tarea es más necesario ahora que, por mandato de la Cumbre de la Américas, estamos dando los pasos que nos conducen a la integración económica del continente como estrategia fundamental para su desarrollo.

Con respecto a este tema, es urgente establecer las bases para que el incremento del comercio entre los países de las Américas no sea un nuevo factor de destrucción de los recursos natrurales renovables y del medio ambiente, sino que por el contrario se convierta en el propulsor mismo de la sostenibilidad del desarrollo.

Igualmente, debemos asegurarnos de que lo ambiental no se utilice como una barrera artificial de acceso a los mercados, atentando así contra las bases mismas del libre comercio. Y debemos también crear las condiciones para que aquellos sectores industriales caracterizados por su pobre desempeño ambiental, con frecuencia asociado, en el caso de la pequeña y mediana industria, a bajos niveles de productividad, adelanten una reestructuración tecnológica que les permita permanecer y acrecentar su participación en los mercados domésticos e internacionales.

Nos encontramos en la tarea de avanzar en la comprensión de las relaciones existentes entre integración comercial y conservación y buen uso del medio ambiente, con el propósito de formular recomendaciones de política sobre la materia, que es quizá uno de los mayores retos que tiene ante sí la OEA, ya que como se sabe son campos en los cuales apenas se comienza a trabajar en forma sistemática a nivel global. Es un reto ineludible puesto que se trata de trabajar en el corazón mismo de las relaciones entre medio ambiente y desarrollo.

Son, entonces, campos que la OEA deberá desarrollar mediante una labor conjunta de sus unidades, en especial la jurídica, la de comercio y la de medio ambiente. No se trata, debo hacer énfasis, de sustituir las importantes tareas adelantadas sobre el particular por la Organización Mundial de Comercio y la UNCTAD, o por las organizaciones comerciales a nivel subregional, como el Nafta o Mercosur, sino de efectuar el complemento requerido a nivel regional.

Quiero referirme a este último tema con el fin de contribuir al debate sobre la fijación de las prioridades de la Organización en su nueva función como gran foro político del dearrollo sostenible a nivel interamericano, uno de los propósitos de la sesión especial que hoy clausuro. Ya ustedes también tuvieron la oportunidad de examinar otras dos posibles áreas de acción que se plantean en uno de los documentos sometidos a su consideración.

En primer término, la estrategia de desarrollar un programa dirigido a examinar las consecuencias o implicaciones políticas, económicas y sociales de los hallazgos científicos y tecnológicos que en el campo ambiental y del desarrollo sostenible efectúen centros de investigación especializados de la región. Esto implicará que la OEA concentre sus recursos para la ciencia y la tecnología en el proceso de identificar las investigaciones más relevantes adelantadas por otras instituciones, para traducirlas en documentos que puedan ser debatidos a nivel intergubernamental con el fin de definir recomendaciones de políticas sobre el particular.

En segundo término, se ha propuesto que la OEA propicie estudios de evaluación que permitan a los países de la región identificar las aproximaciones más exitosas para resolver los problemas ambientales críticos y que coloquen a la Organización en la posibilidad de efectuar recomendaciones que sirvan a los países para la formulación de sus políticas domésticas, o para enfrentar problemas de carácter colectivo. Naturalmente esta actividad deberá hacerse a partir del reconocimiento de las responsabilidades comunes pero diferenciadas que caben a los países desarrollados y a los países en desarrollo, en relación con muchos de los problemas ambientales que aquejan al globo y a la región.

Como es obvio, el desarrollo de estas dos estrategias requiere de una cuidadosa definición de prioridades e identificación de oportunidades.

Tal vez uno de los temas que más ha llamado la atención a los participantes de esta sesión, y que ha suscitado más controversia, es el relacionado con el papel que la OEA debe jugar en el proceso de la creación del derecho ambiental internacional en las Américas. Tal como quedó consignado en los documentos analizados, considero que este es uno de los campos a los que se debe dar una mayor prioridad.

La construcción del derecho ambiental internacional requiere de la participación de organizaciones del orden regional, y la OEA ofrece, por su naturaleza, un espacio con ventajosas condiciones para hacerlo. En uno de los documentos, "Temas Propuestos por la OEA en Materia del Desarrollo del Derecho Ambiental Internacional" se presentan cinco áreas programáticas, y dentro de cada una de ellas un conjunto de opciones.

A muchos les habrá parecido un programa excesivamente ambicioso y, tal vez, irrealizable. Lo que en realidad nos propusimos fue plantearnos un amplio horizonte de posibilidades con el fin de tener una base para seleccionar las actividades prioritarias que la Organización misma adelantará. Así mismo, buscar que otras organizaciones, por sí solas, o en conjunto con la OEA, adelanten buena parte de esa agenda que, valga decirlo, no es exhaustiva, sino una indicación de la magnitud de la tarea que deben realizar en forma mancomunada diferentes entidades del continente.

No sobra insistir en que una de las principales motivaciones para que la OEA se concentre en este campo lo constituye el hecho de que en las dos últimas décadas se registra, a la vez, un impresionante desarrollo institucional y legal en los países de las Américas, tanto a nivel nacional como multilateral, y un enorme aislamiento entre los países en lo que se refiere al intercambio de experiencias, incluyendo los éxitos y fracasos obtenidos. Estamos convencidos que la compilación y evaluación sistemática de los desarrollos institucionales y legales es una condición necesaria para el fortalecimiento de la capacidad de la gestión ambiental, tanto a nivel doméstico como colectivo.

Otra de las motivaciones tiene que ver con el proceso de integración económica al que he hecho alusión. Es urgente entender cuales son las bases institucionales y legales ambientales para que el comercio sea un auténtico dinamo del desarrollo sostenible.

Una tercera motivación es la de dotar a los gobiernos de los medios requeridos para participar en forma activa en el proceso de creación del derecho ambiental internacional, y para adaptar sus legislaciones domésticas a los compromisos derivados de los tratados por ellos ratificados, áreas en las cuales se identifican grandes carencias en muchos de los países de la región.

Obedeciendo a estas motivaciones se plantea la necesidad de que la OEA lidere y desarrolle un programa ambicioso y de largo plazo, cuyas prioridades deberán ser el producto de un cuidados escrutinio por parte de la Organización

Como estrategia para que adquiera la experiencia y la legitimidad requerida para calificarse en el cumplimiento de esta nueva función, se propone que en una primera etapa adelante un programa que ofrezca a los gobiernos información, evaluaciones y recomendaciones de política para el desarrollo institucional y de las legislaciones ambientales nacionales, que debe incluir en forma prioritaria las acciones necesarias para que los países adecuen sus organizaciones públicas y su normatividad a las diferentes obligaciones contraídas en los múltiples tratados multilaterales.

Es necesario reiterar que la OEA sólo en forma excepcional ha contribuído a la formulación de políticas sobre el medio ambiente, y al desarrollo y mantenimiento del derecho ambiental internacional. La nueva Unidad de Medio Ambiente se ha concebido como un instrumento básico para el proceso de construcción y consolidación de estas nuevas funciones dentro de la OEA y para su debida coordinación con los programas de cooperación técnica que deben servir de soporte para su ejercicio.

De una parte, ella debe propiciar las condiciones para que la Organización adelante en forma coordinada y coherente sus funciones en el campo ambiental y del desarrollo sostenible, en contraste con la forma atomizada como sus departamentos y organismos adelantan hoy sus actividades.

De otra parte, la unidad está llamada a trabajar con los múltiples organismos, unidades y departamentos de la Organización con el fin de incorporar el desarrollo sostenible como una concepción que debe guiar el diseño e implementación de los programas de la OEA en sus diferentes áreas.

Para adelantar tan ambiciosas metas, la OEA debe definir y desarrollar una estrategia para colaborar con otras organizaciones internacionales que trabajan en el continente, tanto intergubernamentales -las agencias del sistema de las Naciones PNUD y PNUMA, la comunidad Europea, el GEF, el BID y el Banco Mundial- como no gubernamentales -asociaciones de industriales y comerciantes, el Consejo Empresarial del Desarrollo Sostenible-. Es esta también una función primordial de la nueva Unidad Ambiental, como estrategia para hacer más efectiva su acción, así como para multiplicar los limitados recursos humanos y económicos con que cuenta.

Como un ejemplo de ese tipo de colaboración, quisiera referirme a la Reunión de Expertos en Tecnologías Ambientalmente Sanas, realizada en Otawa Canadá, en noviembre de 1995, con el decidido apoyo de la Comisión de Medio Ambiente del Consejo Permanente de la OEA. Entre las recomendaciones más importantes emanadas de este evento, se destaca la referida a la realización de esfuerzos compartidos entre la OEA, el Ministerio de Institutos del Canadá y el IDRC, a fin de promover un ambicioso programa interamericano para estimular la eficacia ambiental de la pequeña y mediana industria.

Tal como se afirma en el documento "La Unidad de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible", el objetivo esencialmente político de la Organización le exige generar e incentivar procesos de gran dinamismo a través de los cuales los gobiernos modifiquen sus intereses y concepciones en favor de la defensa y la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible. Y movilizar y coordinar redes complejas de entes generadores e implementadores de políticas que incluyen, además del tipo de organizaciones antes mencionadas, a los gobiernos y a sus diversas organizaciones.

Al haberse aumentado la jerarquía política de las autoridades ambientales en la mayor parte de los países de las Américas en los últimos cuatro años, tal como se manifiesta en los numerosos ministerios y comisiones del medio ambiente creados, la OEA tiene la oportunidad de constituir a estas entidades, con sus nuevas funciones y recursos, en soporte y campo de acción en todos los asuntos que tengan que ver con la gestión ambiental. Pero es también esencial que convoque la colaboración de otros ministerios y organizaciones en aquellas acciones sectoriales críticas para alcanzar esa meta necesaria, pero aún evasiva, del desarrollo sostenible.

Creo, en suma, que esta reunión que hoy clausuro constituye un importante paso en el proceso de definición de las prioridades que la OEA debe fijarse en materia de medio ambiente y desarrollo sostenible, proceso que estamos adelantando en el contexto de los acuerdos de Rio, de los mandatos de la Cumbre de las Américas, y en el cual la Cumbre de Bolivia sobre Desarrollo Sostenible, en cuya realización estamos participando en forma activa, se visualiza como un nuevo hito para el establecimiento de la agenda de nuestra Organización.

Muchas gracias