Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA CONFERENCIA ESPECIALIZADA SOBRE TERRORISMO

26 de abril de 1996 - Lima, Peru


Señor Presidente Alberto Fujimori,
Señor Canciller Tudela y Sres. Ministros de Estado,
Señores Jefes de Delegación
Señores Embajadores,
Señoras y señores,

Antes de comenzar quisiera señalar que he llegado a Lima procedente de Asunción donde en nombre de la OEA y de todos los países miembros , a quienes ustedes representan, hemos dado, en su propia casa, un vigoroso respaldo continental al Presidente Wasmosy y a su gobierno constitucional. Allí se dio un contenido concreto al compromiso solidario que todos tenemos, de defender la democracia donde ella se viera amenazada por los rezagos de formas de militarismo, amparadas en la prevalencia de teorías políticas autoritarias, correspondientes a un enfrentamiento bipolar ya superadas por las democracias de América.

Esa acción vigorosa de la OEA y de todos nuestros gobiernos y la reunión que culmina hoy, corresponden ambas a las trascendentales decisiones tomadas por los Jefes de Estado y de Gobierno en Miami hace cerca de año y medio.

Allí fue claro que, terminada la guerra fría, los americanos verificamos la existencia de unos valores comunes en lo político, lo económico y lo social. Allí ustedes, los presidentes, asumieron una visión de la integración de nuestros países que va mucho mas allá de la creación de una zona de libre comercio para el año 2005.

Ustedes se comprometieron a adelantar con el mismo entusiasmo acciones para defender y fortalecer la democracia y sus libertades, para darle un vigoroso respaldo a las instituciones americanas de derechos humanos, para establecer una vigorosa política social en los campos de la educación y la salud, para estimular las acciones que nos conduzcan al desarrollo sostenible, para completar nuestra infraestructura física, y para hacerle frente a los problemas de nuestra democracia, como el terrorismo, la corrupción y el narcotráfico.

La OEA, sus países miembros y en particular el Perú, hemos asumido la totalidad de las obligaciones adquiridas con la misma seriedad y el mismo nivel de compromiso. De tal manera que, ayer, estábamos en Asunción en compañía de los cancilleres del Mercosur, con el respaldo de nuestros presidentes, de nuestros cancilleres y de nuestro Consejo Permanente, defendiendo la democracia Paraguaya de anacrónicos pero reales brotes de insurrección y, hoy ,lo estamos en la culminación de esta Conferencia Especializada sobre terrorismo, haciéndole frente a enemigos persistentes, sorpresivos, violentos y no menos dañinos para nuestras democracias, como quiera que socavan la confianza en las soluciones democráticas, participativas, civilizadas y pacíficas en las que estamos todos comprometidos

Desde los setentas este tema llegó a la agenda hemisférica cuando muchos de nuestros países fueron sacudidos por el ascenso del terrorismo; algunas de las grandes urbes de nuestro continente y de otras regiones se convirtieron en el escenario de dramáticos eventos que amenazaron a miles de ciudadanos indefensos, con métodos de intimidación colectiva que no hacían distinción entre autoridades y ciudadanos y que no conocieron fronteras. Aún eventos que ocurrían en otros continentes podían tener consecuencias en el nuestro, por lo que nadie estaba a salvo de semejante amenaza.

Los actos de terror indiscriminado, los secuestros de aeronaves, las amenazas contra representaciones diplomáticas, fueron manifestaciones de ésta verdadera peste que amenazó la tranquilidad en prácticamente todos los rincones del globo.

Los Estados acudieron entonces, además de a sus legislaciones internas, a acuerdos internacionales y a las entidades multilaterales para adoptar instrumentos que permitieran luchar contra este fenómeno: la Convención Europea contra el Terrorismo; en las Américas, la Convención de Washington; y en el escenario global, las convenciones de Nueva York, de Montreal y de Tokio, entre otras.

Ya desde entonces se consideró, con criterio fundado tanto en razones jurídicas como prácticas, que no cabía establecer justificaciones de naturaleza política a la ejecución de actos terroristas. Sin embargo, en el ámbito americano no fue posible avanzar todo lo que se deseaba en una manifestación de voluntad colectiva contundente en este sentido.

La existencia de un gran número de dictaduras militares en el continente; la aplicación extensiva y abusiva que hacían éstos regímenes de la calificación de 'terrorista' para quienes ejercían la oposición legítima; la intransigencia de las posturas ideológicas en una época de alta intensidad en la confrontación bipolar; el recelo, en cierta medida justificado, de varios países sobre propósitos abiertamente autoritarios que albergaban las dictaduras militares, dificultaron el consenso requerido para adoptar definiciones de fondo. Esto abrió, y es necesario que lo digamos con franqueza, un cierto espacio político para expresiones de naturaleza terrorista.

Así, los esfuerzos iniciales por regular estas conductas criminales y por encontrar caminos dentro del derecho internacional para combatir una de las peores formas de violencia de que se tenga noticia en la historia, no tuvieron el eco suficiente en las américas donde grupos terroristas obtuvieron con frecuencia tanto financiación como santuarios para escapar a la acción de la justicia.

Pero las circunstancias políticas del hemisferio han cambiado radicalmente. Todos los gobiernos de los Estados que hacen parte de la OEA son elegidos democráticamente. En todos los estados tenemos más y mejores herramientas contra cualquier forma de arbitrariedad oficial; las actuaciones de nuestros funcionarios públicos son objeto de mayor revisión y control; hay cada vez más espacio para la participación ciudadana en los asuntos públicos y son, sin duda alguna, más fuertes los mecanismos a nivel interno e internacional que amparan las libertades y garantías de nuestros ciudadanos.

Afortunadamente hoy, ya por lo menos para los gobiernos del hemisferio, como lo señaló el representante canadiense, el terrorismo no es una alternativa al proceso democrático, ni la violencia es aceptable para perseguir fines políticos.

Así lo entendieron los países del hemisferio y sus gobernantes, cuando en la cumbre de las Américas, en Diciembre de 1994, manifestaron con decisión que "el terrorismo nacional e internacional constituye una violación sistemática y deliberada de los derechos de los individuos y un asalto a la democracia misma".

Esta clara y sólida voluntad política es la que a la vez ha inspirado e impulsado los objetivos de esta Conferencia Especializada sobre Terrorismo a través de la "Declaración de Principios" y el "Plan de Acción" que con tanta solemnidad y compromiso los representantes de los países han suscrito el día de hoy.

Los estados han manifestado el propósito de establecer en sus legislaciones internas medidas severas para un delito que han acordado considerar de carácter común, han acordado adherir y ratificar los convenios internacionales sobre terrorismo, han decidido intensificar el intercambio de experiencias, el intercambio de información policial y de inteligencia y todos los procesos de cooperación judicial.

Estas y otro buen número de acciones sientan las bases de lo que en el futuro debe convertirse en la región del mundo mejor preparada contra esta amenaza, lo cual debe constituir, por lo menos, una señal inequívoca de que no habrá ni santuarios ni financiación para los autores de acciones terroristas en porción alguna del territorio americano.

Los instrumentos adoptados hoy exigen un trabajo ordenado y metódico que nos imponen una serie de actividades que debemos atender dentro de éste renovado espíritu de cooperación que prevalece en nuestro hemisferio. Esta lucha reclama la solidaridad de todos y cada uno de los países; requiere la efectiva cooperación que se ha acordado para apoyar los procesos investigativos y judiciales, para garantizar una oportuna y adecuada sanción a quienes resulten comprometidos en actos terroristas. La OEA, prestará sin duda alguna el concurso y apoyo que este proceso demande, en la forma en que lo establezcan los representantes de los países.

Es nuestro objetivo inmediato acordar unos nuevos instrumentos que permitan avanzar en la causa común de lucha contra el terrorismo, incluida la posibilidad de adoptar una convención para llenar los inmensos vacíos que dejo la convención de 1971. Para avanzar en ello deberíamos estar seguros que se trata de un instrumento que los países estarían comprometidos a adoptar, ratificar y efectivamente utilizar.

Las acciones adelantadas constituyen, sin duda, un paso importante que no sólo demuestra nuestra renovada voluntad, sino que nos permiten avanzar en nuestros propósitos de encontrar una política americana que parta de unos principios comunes, identifique unos medios y nos lleve a una vigorosa acción colectiva.

Un buen punto de partida será el apoyar a Centroamérica para que dentro del recién suscrito Tratado de Seguridad Democrática, pueda hacerle frente al terrorismo que infortunadamente echo raíces como consecuencia del largo período de confrontación. En el la comunidad internacional se preocupó más por legitimar el uso de la violencia que por estimular soluciones pacíficas.

Quiero además señalar que en la OEA hemos hecho una buena recopilación de la legislación interamericana desde que el tema entró a nuestra agenda, se está avanzando en un trabajo de comparación de legislaciones internas y de sistematización de las medidas adoptadas por los diferentes países. Son estas labores el punto de partida del plan de trabajo al que debemos aplicarnos todos, con miras a garantizar la efectividad de las acciones propuestas en el plan de acción

Quisiera si señalar, que para hacerle frente al problema del terrorismo en América, no basta con la ejecución de nuestro plan de acción. Como ya lo señalamos es esencial fortalecer en América la democracia y sus libertades, lo que no se puede entender como el simple fortalecimiento del estado de derecho para asegurar la mayor vigencia de los mecanismos de mercado.

Es mucho más que eso, como quiera que implica desde la promoción de mecanismos para una mayor participación ciudadana hasta la búsqueda de un nuevo equilibrio de los poderes públicos. Implica darle un nuevo rol a la sociedad civil pero de manera simultánea a los partidos políticos para que sean capaces de articular los distintos intereses sociales.

Implican sobre todo tener una administración de justicia accesible, eficaz, independiente dignificada y sensible a los valores democráticos.

Sólo a partir de ese fortalecimiento de la democracia, que haga de las nuestras, instituciones más representativas y legítimas a los ojos de nuestros ciudadanos, podremos conseguir la vigorosa reacción no simplemente de los gobiernos sino de la sociedad para encarar toda forma de manifestación terrorista. El germen en nuestras sociedades de esas manifestaciones terroristas parte siempre de la ancestral y dañina tradición que hemos tenido tantos pueblos americanos, al justificar el uso de violencia para conseguir objetivos políticos y al asumir una actitud de permisividad y tolerancia, no frente al legítimo disentimiento, sino frente a actos criminales o intimidatorios.

Señor Presidente Fujimori, señores delegados:

Sólo me resta, como Secretario General de la Organización de los Estados Americanos, indicar que esta Conferencia Especializada constituye un sólido soporte para el fortalecimiento de nuestras democracias en la lucha contra un fenómeno que sólo siembra la destrucción y la muerte, que, como lo dijo ayer el ministro venezolano, atenta contra el derecho a la vida de los ciudadanos de las Américas.

Quiero para finalizar exaltar la magnífica labor cumplida por el Grupo Especial de Trabajo liderado por la señora Embajadora del Perú, Beatriz Ramacciotti, al igual que las acciones cumplidas por la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos y por el Consejo Permanente de la Organización. Debo además, Presidente Fujimori realzar la acogida de su gobierno y sobre todo la del pueblo peruano que ha sido víctima como pocos de una violencia terrorista ciega y desenfrenada y que gracias a una vigorosa reacción ciudadana se encuentra hoy a la vanguardia de los pueblos de América que quieren vivir en un continente donde prevalezcan los valores de la diversidad y de la tolerancia, y, también de la justicia, la solidaridad , la prosperidad y la paz.

Muchas Gracias