Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
LA VISITA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CHILE

27 de febrero de 1997 - Washington, DC


Es motivo de contento tenerlo hoy entre nosotros en ésta su casa, la casa de las Américas. Su presencia en la OEA en esta visita oficial a Estados Unidos realza nuestras actividades y trae nuestra atención por escuchar a quien, desde que asumió la vocería y representación de su país, ha encarnado las esperanzas de nuestros pueblos.

El camino recorrido por Chile en estos años ha sido seguido con atención y admiración desde este rincón de las Américas. En las décadas pasadas compartimos el dolor de los momentos difíciles que su pueblo tuvo que vivir bajo una dictadura cuyo autoritarismo y desprecio por las libertades públicas despertaron la más grande ola de indignación colectiva que haya conocido nuestro hemisferio.

En ese entonces, la OEA volcó sus mejores esfuerzos por proteger los derechos de sus ciudadanos, y nuestra Comisión Interamericana de Derechos Humanos realizó allí una de las más valerosas y eficaces tareas de denuncia y protección. A partir de esa experiencia intensa y emotiva se forjaron vínculos estrechos entre su país y esta Organización. Por eso, cuando Chile reencontró su democracia, la OEA se sintió particularmente complacida y los pueblos de las Américas celebraron esa victoria como si todos los americanos se hubiesen librado del yugo opresor.

Como símbolo de esa victoria democrática nos ha quedado la Declaración de Santiago y la aprobación de la Resolución 1080 adoptada por la Asamblea General en 1991. En ellas se fijó un compromiso indeclinable con la defensa de la democracia representativa, lo que ha constituido un paso enorme en la vida de esta Organización. Ya desde 1959 otra declaración expedida por los cancilleres en Santiago afirmó que la existencia de regímenes antidemocráticos constituía una violación de los principios en que se fundaba la OEA. Pero la Guerra Fría hizo de esa declaración, una simplemente retórica.

Hasta ese momento nuestra Organización infortunadamente fue víctima de la decisión que tomaron muchas de nuestras naciones de aceptar los quebrantamientos democráticos en aras de la defensa de un enemigo externo encarnado por una de las superpotencias que se disputaban la hegemonía mundial. Con el fin de la Guerra Fría y con el retorno de la democracia a Chile, esos oscuros momentos quedaron atrás. Hoy la defensa de la democracia no es sólo la principal de nuestras tareas. Es nuestra razón de ser. Somos ante todo una comunidad de naciones en democracia

Desde entonces hemos visto con creciente interés los avances experimentados en ese territorio que cuelga de la vertiente occidental de los majestuosos Andes. Pero Chile no sólo reencontró la democracia; halló también un hemisferio que de manera vertiginosa fue enterrando décadas de bagaje ideológico confrontacional, aislacionista, defensivo y proteccionista.

Y sin duda, después de ese traumático período, se encontró más a sus anchas en medio de un entorno de valores compartidos en lo económico, político y social. En medio de un hemisferio que cree todo en las bondades de la economía de mercado, en la necesidad de la competencia internacional y en las responsabilidades sociales del Estado. En un hemisferio que en su primera Cumbre de Presidentes, después de tres décadas de desencuentros, se reúne en Miami y encuentra un lenguaje común y unos propósitos que nos han conducido a una vigorosa acción colectiva en todas las esferas de nuestra vida.

Y cuando la segunda Cumbre se marcha al sur se decide que ella se realice en Santiago, bajo su mandato, Señor Presidente Frei, precisamente porque en Chile convergen muchas de nuestras aspiraciones, de nuestras ilusiones, de nuestras esperanzas.

Cuando todos vemos que Chile ha logrado en la última década y media la más elevada tasa de crecimiento de la región, en promedio más del 6%, y que en la última década el país ha duplicado su producto; que disfruta hoy de algunos de los más bajos niveles de inflación y desempleo, además de la más elevada tasa de ahorro interno; y cuando observamos el crecimiento y la diversificación de sus exportaciones, los volúmenes de inversión extranjera o la enorme capacidad que ha desarrollado su economía de invertir en otros mercados regionales, cuando vemos los enormes lazos comerciales que ha construido en acuerdos de libre comercio, nadie puede sorprenderse entonces que miremos hacia Chile con esa mezcla de admiración y de legítimo orgullo latinoamericano.

Que bueno saber que todos los pueblos de América pueden otear el futuro con seguridad, con la certidumbre de que todos podemos llegar allí si somos obstinados, persistentes, consistentes, como lo han sido ustedes, los chilenos, en seguir un modelo basado en los principios de la economía de mercado y de la competencia, pero también del desarrollo institucional, de la profundización de la democracia y del establecimiento de una vigorosa política social. Con bajos niveles de desempleo e inflación y un crecimiento sostenido de los salarios reales ha sido posible reducir la pobreza del 40% en 1990 a el 25% en 1996.

La experiencia vivida por Chile en los últimos años es, sin duda alguna Señor Presidente, un testimonio vivo para todos los países de la región sobre las posibilidades de que de la polarización surja el consenso, que del dolor y el antagonismo aparezca el trabajo común, y de que el Estado y el mercado articulen conjuntamente un proyecto de Nación.

Pero la experiencia chilena también nos demuestra que el crecimiento económico, el acuerdo político y la paz social no son un punto fijo en el horizonte, no son una meta estática. Todos los dias los pueblos se levantan a trazarse nuevas metas, a elevar el horizonte de sus aspiraciones. Pese a los logros de los últimos años, Chile enfrenta enormes desafíos. Y eso usted y su gobierno, Señor Presidente, lo han interpretado, lo han promovido. Usted sabe que la complacencia es una mala consejera y que Chile puede más. Mantener el crecimiento económico en el mediano plazo, reducir los niveles de pobreza y de disparidad en el ingreso, y democratizar profundamente la política chilena son tareas pendientes que requerirán de un esfuerzo sostenido de todos. Los chilenos continuarán bajo su firme liderazgo el más intenso proceso de cambios que nuestro hemisferio recuerde.

Su gobierno ha vuelto los ojos, también, sobre la eficiencia de la gestión pública que va de la mano con niveles crecientes de participación y de creación de oportunidades. Ambos elementos permiten que el Estado concentre su acción en sus funciones básicas. Las experiencias de focalización del gasto social en los más pobres, en especial en salud y educación, constituyen una de las más ricas experiencias del mundo en desarrollo. Todos los latinoamericanos, caribeños y también los Estados Unidos han recogido pedazos de esas experiencias todas exitosas y han logrado ir regresando al Estado su capacidad de atender su agenda social, tal vez hoy la más imperiosa de las demandas de nuestros pueblos.

Señor Presidente:

Permítanos un momento para expresarle que en la OEA hemos dado pasos firmes para colocar nuestra Organización al servicio de la agenda que ustedes los jefes de Estado y de Gobierno nos trazaron en Miami.

Hemos defendido la democracia donde ella ha estado amenazada; hemos desarrollado más acciones para fortalecerla donde ella es vulnerable; para avanzar en la reforma del Estado; para fortalecer los congresos y los parlamentos; para buscar el equilibrio de los poderes; para fortalecer y modernizar los partidos políticos; para garantizar elecciones limpias y transparentes y para que todos respeten la voluntad popular.

Hemos luchado con intensidad contra los enemigos de nuestra democracia: frente al narcotráfico hemos acordado una estrategia bien balanceada en cuanto a las responsabilidades de todos con miras al siglo XXI; hemos acordado una convención contra la corrupción pionera en el mundo; hemos expedido una declaración y plan de acción contra el terrorismo que por vez primera excluye cualquier justificación de naturaleza política; estamos iniciando un vigoroso proceso dirigido a fortalecer nuestro sistema de protección de derechos humanos; hemos hecho una valiosa contribución técnica al proceso de creación de la zona de libre comercio; y hemos recogido los mandatos de la reunión presidencial de Bolivia para asegurar que en América nos movamos a los criterios del desarrollo sustentable.

Además, en pocas semanas en Ciudad de México relanzaremos nuestros esfuerzos de cooperación para asegurar que somos leales al principio de la solidaridad continental y que muchos países, no tan sólo unos pocos, ayuden a los países que más lo necesitan. Vamos a usar a la OEA como un gran movilizador de recursos de muchas agencias, instituciones y países para fortalecer nuestra agenda social y nuestros propósitos de integración.

Señor Presidente, esperamos de veras que con miras a la Cumbre presidencial de Chile la OEA pueda hacer lo que esté a su alcance para colocarse al servicio de la agenda hemisférica que ustedes, los Jefes de Estado y Gobierno, nos tracen. Creo que de manera creciente hemos ido adquiriendo la confianza en que nos podemos ir convirtiendo en una institución orientada a que en su seno se diseñen las políticas hemisféricas. Que dentro de los mecanismos existentes de seguimiento, y si los países así lo desean, podemos llevar la memoria institucional del proceso y procurar dar, en compañía del resto de las instituciones del sistema interamericano y en particular con el apoyo del BID, el apoyo técnico que demanden las reuniones de ministros u otra reuniones especializadas.

Pero cualesquiera que sea el papel que se nos asigne, trabajaremos estos meses estrechamente con la Cancillería Chilena, con su Misión ante la OEA y con el Embajador Edmundo Vargas, quien desde distintas instancias de esta Organización nos ha entregado constantemente su lúcido aporte y su gran conocimiento del sistema interamericano.

Señor presidente: en algunos meses nos reencontraremos en Santiago del Nuevo Extremo. Ese momento coincidirá con el Quincuagésimo aniversario de la Organización de los Estados Americanos. Esperamos que más que un momento de celebración sea uno de reflexión y de búsqueda de las transformaciones que nos permitan estar a la altura de los sueños y las esperanzas de los pueblos de las Américas.

La segunda Cumbre los Estados de las Américas dibujarán conjuntamente las sendas que recorrerán unidas al cruzar al próximo milenio. Ella será una ocasión propicia para que la Organización y sus Estados miembros redefinan también la contribución que quieren que ella realice en la construcción de la América del Siglo XXI donde prevalezcan la paz, la solidaridad, la prosperidad, la igualdad y la democracia.

Muchas Gracias.