Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA CONFERENCIA PARLAMENTARIA DE LAS AMÉRICAS

18 de septiembre de 1997 - Quebec, Canada


Quiero comenzar por congratular a los organizadores de este evento, la Asamblea de Quebec y su presidente Jean Pierre Charbonneau, por asumir el liderazgo para convocar esta Conferencia Interparlamentaria de las Américas. Quiero, también, saludar a los Copresidentes de honor de este encuentro, a Doña Violeta de Chamorro; al ex presidente José Sarney; y al Presidente del Senado de Haití. Sé que su celebración nos permitirá poner en practica la que constituye, sin duda, una de las mas importantes iniciativas en materia de acción colectiva en América, como es buscar que nuestros organismos legislativos puedan contribuir mucho mas a los dos grandes propósitos que se han trazado nuestros pueblos: democracia e integración.

Porque la responsabilidad de todos en el nuevo entorno que nos ha traído el fin de la guerra fría, ahora sin el temor que generaba el enfrentamiento entre las superpotencias, es abonar el terreno para que florezcan las libertades públicas; proteger a cada ciudadano en sus derechos; conseguir que nuestro desarrollo se pueda dar sin desmedro de la naturaleza; estimular la libre movilización de bienes, de capital y personas; eliminar los flagelos de la marginalidad y la pobreza; y hacer imperar la justicia, la paz y la igualdad.

Para fortuna de todos, en América no hemos llegado al fin del milenio y el continente ya ha empezado una nueva era llena de oportunidades, pero también de retos y de grandes desafíos. En cuanto a las oportunidades, la más importante sin duda es la integración. Y en cuanto a los desafíos o retos que debemos superar, los más acuciantes son aquellos problemas que amenazan a nuestras democracias.

Oportunidades y desafíos. Integración y democracia. Dos grandes objetivos que deben inspirar nuestros trabajos en un entorno que oscila entre el mayor entusiasmo por los cambios radicales que se han introducido en América a nuestras instituciones económicas, hasta el desencanto y las dudas que surgen porque en muchos de nuestros países las reformas no han traído a las mayorías los beneficios del crecimiento, o porque a veces se identifica a nuestra democracia con los males que la aquejan: narcotráfico, terrorismo, inseguridad ciudadana, marginalidad y pobreza. Y esos grandes interrogantes constituyen hoy, tal vez, y de manera justificada, la principal discusión pública en nuestros países.

Como ya lo señalé, por unos pocos años hubo una especie de optimismo ilimitado. Nos encontramos, sin embargo, con algunas desagradables sorpresas y algunas duras realidades, y descubrimos que ni el camino del desarrollo económico, ni el fortalecimiento de las instituciones políticas tienen atajos o caminos cortos; que no hay milagros, ni fórmulas simples o sencillas. Lo que existe es, como ya lo hemos dicho, oportunidades, desafíos y buenas o malas políticas. El futuro depende de nuestro tino para aprovecharlas, enfrentarlos o escogerlas, y de la voluntad y coraje que tengamos para adoptar estas últimas y persistir en ellas.

Y ese debate, que de repente surge por los tropiezos económicos en algunos países, sobre la pertinencia de las reformas económicas, el creciente papel del mercado, o el ritmo de las transformaciones, sin duda produce perplejidad y cierto inmovilismo, o inclusive tentaciones de regresión o involución. Cada vez que esto se presenta, las sociedades y las naciones rápidamente descubren, tanto en el plano económico como político, que la única manera de enfrentar estas coyunturas es con mas reformas, mas cambios, mas crecimiento y con mas democracia. Y esto ocurre así porque las inmensas mayorías acaban descubriendo que las gentes no desean regresar al pasado, cuyos resultados fueron insatisfactorios, cuando no calamitosos, sino que las reformas lleguen a las políticas públicas de aquellas áreas que se relacionan mas con las necesidades cotidianas o que están dirigidas a contrarrestar consecuencias no deseadas de las reformas en marcha.

Y es de tal manera que surge una nueva agenda de temas y problemas, sobre los que se demanda creciente atención tanto de los gobiernos como de los congresos: la lucha contra la pobreza, una mejor distribución del ingreso, el crecimiento de los salarios reales de los trabajadores, menores cifras de desempleo, un sistema educativo acorde con los beneficios de la globalización y la revolución de las telecomunicaciones, la dotación de infraestructura y la prestación de algunos servicios sociales con recursos privados.

Y como si esta ya no fuera de por si una empresa colosal para todos, a estas tareas se suma otra agenda que se relaciona mas estrechamente con las instituciones políticas y el fortalecimiento del Estado en su capacidad reguladora y de supervisión y control, con una mayor descentralización política y administrativa, con una mayor participación pública y de la sociedad civil, con la búsqueda de un mayor equilibrio entre las ramas del poder público, con la lucha contra la impunidad y el fortalecimiento de la Justicia, con el otorgamiento de mas capacidad de fiscalización al órgano legislativo, con la búsqueda de la flexibilidad laboral, y con tantos otros temas. Como se puede ver claramente, esta agenda es mas compleja, tiene objetivos mas amplios y difusos, es mas difícil de cuantificar y cualificar en su evolución, es mucho mas difícil de desarrollar o implementar en términos políticos, y requiere de una gran capacidad de negociación y persuasión, y sus resultados solo se pueden medir con el transcurso de los años.

Y por eso cuando hablamos de democracia, nos referimos a este amplio conjunto de acciones de reforma política y de modernización institucional que se están dando o que se demandan a lo largo y ancho del hemisferio, y que representan el nuevo entorno bajo el cual se desarrolla la integración. La integración de las Américas es, entonces, una tendencia que se da en medio de profundos cambios políticos. Por ello, como lo he repetido tantas veces en los últimos años, de lejos la principal preocupación de la OEA y su primordial razón de ser es trabajar por promover y robustecer la democracia. Sus males, debilidades o las amenazas de que sea objeto, son dañinas tanto para la calidad de vida en el continente como para los indicadores económicos. Es relativamente cierto que atrás han quedado las épocas oscuras de los regímenes militares, o el recuerdo amargo de la hiperinflación y de la guerra sucia. Sin embargo, perduran debilidades en la estructura y funcionamiento de las democracias. Aun subsisten casos en los que está presente el espectro de conflictos latentes o recién terminados, pero aun no plenamente resueltos.

También están presentes fenómenos como el terrorismo, los conatos de alzamientos militares, los problemas de la marginalidad y pobreza, los de inseguridad en las ciudades, la corrupción, la impunidad o el narcotráfico. Quién puede negar que ellos minan la confianza de nuestros ciudadanos en el sistema de gobierno que han elegido. Una boca con hambre, un funcionario venal, un crimen sin castigo, un atentado contra la vida o el comercio de una sustancia ilícita, son todos golpes que recibe la democracia como la mejor forma de gobierno.

En todas las latitudes de las Américas se dan entonces procesos que le quitan a la democracia su legitimidad y credibilidad, y por ende le restan eficacia para el logro de los objetivos que son esenciales para la creación de instituciones sólidas y duraderas. Para fortalecerla y defenderla, es necesario confrontar esas amenazas con el mismo vigor con que lo hicimos en su oportunidad con respecto a los mas acuciantes males de nuestras economías. Todos ellos requieren atención y trabajo por parte de nuestros gobiernos y de ustedes, los aquí presentes, miembros de nuestros congresos, como también una vigorosa acción colectiva por parte de las instituciones interamericanas como la OEA.

Por eso nuestra tarea es hoy, de un lado, enfrentar los males de nuestras democracias, y del otro, concentrar nuestro trabajo en lo que denominamos la nueva agenda, que no es otra cosa que un conjunto de nuevas aspiraciones y nuevas esperanzas. Es entonces nuestra responsabilidad encontrarles una respuesta, y todos los que estamos aquí presentes tenemos que articular un proyecto político y social que vaya mas allá de la integración comercial de nuestros mercados.

En este contexto, los países de las Américas han impulsado un vigorosa acción colectiva para defender la democracia donde ha estado amenazada. Frente a la lucha contra el narcotráfico, en el seno de la Comisión Interamericana Contra el Abuso de las Drogas hemos acordado una estrategia balanceada en cuanto a las responsabilidades de todos con miras al siglo XXI; hemos acordado también, en Caracas, una convención contra la corrupción que es pionera en el mundo; y hemos expedido una Declaración y un Plan de Acción contra el terrorismo que por primera vez excluye cualquier argumento de naturaleza política para justificar este tipo de actos.

También realizamos una conferencia regional sobre medidas de fomento de la confianza y la seguridad que está contribuyendo a aliviar tensiones y a crear un clima de cooperación entre militares y civiles; hemos trabajado intensamente en la eliminación global de las minas antipersonales, siguiendo los lineamientos del proceso de Otawa; estamos iniciando un vigoroso proceso dirigido a fortalecer nuestro sistema de derechos humanos; nos encontramos realizando una significativa contribución a la preparación para la negociación que habrá de conducirnos hacia la zona de libre comercio en todo el hemisferio, de acuerdo a los planteamientos de los jefes de estado reunidos en la cumbre de Miami; y hemos recogido los mandatos de la reunión presidencial de Bolivia para asegurar que en América nos movamos hacia los criterios del desarrollo sustentable.

En medio de la ejecución de estas acciones hemos adquirido la convicción de que en el hemisferio las libertades políticas y las económicas están más entrelazadas que nunca. Al trabajar por la democracia se trabaja por la integración. En la medida en que la primera se perfeccione y se consolide, se abre camino a la otra. En la medida en que los individuos sean más libres, mas participativos en lo político y lo social, y cuenten con mejores herramientas de control sobre el poder, se logra espacio a la integración y a la globalización. Por eso trabajar por la modernización institucional y por la apertura política, es trabajar por la integración económica. Y esta misión, en el ámbito nacional, le corresponde a los parlamentos, antes que a cualquier otra de las instituciones. Son ustedes, los congresistas -con su iniciativa legislativa y su función de aprobar las leyes- los que tienen hoy una de las llaves más importantes para impulsar la integración y para fortalecer nuestra democracia

Y creo, por ello, que el fortalecimiento de los parlamentos y la función legislativa de los Estados es la mas apremiante entre las tantas tareas públicas que hemos descrito. No existe una democracia verdadera sin un parlamento fuerte. Fuerte en mecanismos de control al poder ejecutivo; fuerte en legitimidad frente a los ciudadanos y la opinión pública; fuerte en representar todos los sectores y tendencias sociales; fuerte en velar por el cumplimiento de la función social del estado; y fuerte, por supuesto, en darle sustento institucional a la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico, la corrupción y la defensa de los derechos humanos.

Por grande que sea el liderazgo social y político que en nuestras sociedades alcancen a ejercer los medios de comunicación, los sindicatos o los gremios de empresarios, nunca podrán sustituir a los parlamentos en su función democrática de representar todos y cada uno de los intereses de la sociedad; de ser, por excelencia, el escenario del debate político. Lo que América necesita no es recrear sus viejas formas de autoritarismo, sino avanzar hacia el fortalecimiento de los mecanismos de control y fiscalización por parte de los congresos y organismos legislativos. Es también falsa la dicotomía que en muchos foros del mundo industrializado se nos plantea cuando se sugiere que el fortalecimiento de los valores democráticos en América se debe dar por la sociedad civil en desmedro de los partidos políticos y los congresos, cuando se trata de esfuerzos que deben ser complementarios.

Creo que con acierto, los organizadores de este evento han planteado que uno de los temas principales de las deliberaciones sea discutir el rol y la participación de los parlamentos en el proceso de integración de las Américas que establecerá una zona de libre comercio desde el Canadá hasta la Patagonia. Y parte de esa tarea se cumple al fortalecer institucional y organizativamente a los congresos, para que ellos sean expresión real de toda la sociedad y cuenten con el respaldo de los ciudadanos. Es un imperativo de la integración -mucho mas que en otros tiempos- contar con parlamentos deliberantes, legítimos y fuertes en todas las naciones del hemisferio, como condición necesaria para mantener el ritmo acelerado al cual marcha la integración interamericana.

Señor Presidente de la Conferencia Parlamentaria de las Américas, Señores congresistas del hemisferio:

El año entrante, en marzo, los Jefes de Estado del hemisferio y todos los representantes de las organizaciones del Sistema Interamericano, tendremos una cita clave para el futuro de la integración continental. En la Cumbre de Santiago de Chile, que sucederá a la de Miami de 1994, se constatará el avance verdadero de todos estos procesos y se reafirmará la voluntad política de los gobiernos de continuar avanzando en la misma dirección: en la integración de nuestras economías, en el fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas y del sistema interamericano de derechos humanos, en darle a la educación el papel preponderante que debe tener en la lucha contra la pobreza y la eliminación de las desigualdades.

Con entusiasmo y dedicación, con sentido de futuro y comprometidos con estos nuevos ideales de cambio que han derribado muros y desconfianzas por doquier, la OEA continuará entregando su aporte a este proceso y liderando las acciones que ustedes los representantes de nuestros pueblos nos demanden. Nos hemos comprometido con una extensa agenda de cooperación y transformaciones, donde no hay espacio para las remembranzas del pasado ni para la inacción que por años hizo que los sueños de integración americana no pasaran de ser eso nada más: sueños inalcanzables. Lo que se impone hoy es una diplomacia activa que permita el avance de nuestras iniciativas, que impulse las negociaciones, y que promueva la superación de obstáculos y la adopción de fórmulas de acción.

Y no hay duda de que para lograr este propósito son fundamentales su acción parlamentaria y la de las instituciones legislativas que ustedes representan. Como Secretario General de la OEA estaré atento a recoger las conclusiones de esta reunión que serán el reflejo del pensamiento de los ciudadanos de todas las Américas. No hace mucho yo fui congresista en mi país, y Presidente de la Cámara de Representantes de Colombia. Y aunque no han pasado muchos años, si eran otros tiempos, en los cuáles las expresiones de defensa de la democracia eran parte de una retórica vacía frente a los imperativos de la guerra fría, y cuando se hablaba de la integración hemisférica no para abrir mercados sino para cerrarlos.

Hoy, sin duda, el escenario es otro. Hoy hablamos de valores compartidos, de libre intercambio y de defensa colectiva de nuestros mas caros principios. La iniciativa la tienen por igual los Jefes de Estado, los parlamentos, los empresarios, los trabajadores y los organismos multilaterales. La acción colectiva está constituida por un vasto abanico de temas y de acciones que abonan una resuelta voluntad de encontrar respuestas a nuestras aspiraciones, anhelos y esperanzas.

Gracias al pueblo y a las autoridades de Quebec por recibir este selecto grupo que ha llegado desde cada rincón de las Américas lleno de fe y expectativas porque por fin somos tierra donde la democracia florece y en la que todos estamos construyendo un hemisferio en el que prevalezcan la paz, la justicia social y la igualdad.

Muchas gracias.