Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN EL ACTO DE INSTALACIÓN DEL 97 PERIODO DE SESIONES DE LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

29 de septiembre de 1997 - Washington, DC


Es para mí un verdadero honor acompañarlos esta mañana en la inauguración de un nuevo período de sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, para compartir con ustedes algunas reflexiones acerca de un tema cuya importancia y alcance para nuestra Organización, y para las Américas en su conjunto, todos los aquí presentes compartimos.

Quisiera aprovechar esta oportunidad para darle una cálida bienvenida a dos nuevos miembros electos durante nuestra reciente Asamblea General celebrada en Lima, y quienes se incorporarán a las labores de la Comisión en el mes de enero. Elio Bicudo, del Brasil, y Henry Ford, de Barbados, formarán parte de uno de los dos principales órganos del sistema interamericano para la protección de los derechos humanos, en una etapa de profundos cambios en el hemisferio. Ellos con sus acciones, estoy seguro, ayudarán a preservar la fuerza y efectividad de nuestro sistema de derechos humanos. Quiero también renovar mi reconocimiento a Claudio Grossman por su reciente reelección.

Deseo así mismo dejar constancia del agradecimiento de todos, en las Américas, por el abnegado trabajo desarrollado por Oscar Luján Fappiano de la Argentina, quien formó parte de la Comisión durante ocho años, y por supuesto por el de John Donaldson, de Trinidad y Tobago, quien ejerció con idoneidad sus funciones como miembro de la Comisión y presidió el último período de sesiones de la Comisión con sobrada solvencia. A ambos les deseamos éxitos en sus actividades futuras.

Tampoco puedo dejar de lamentar la ausencia de otro miembro de la Comisión, Jean Joseph Exumé, de Haití, quien continúa su convalecencia por las heridas que recibiera durante un cobarde y repudiable atentado unos meses atrás. En nombre de toda la familia de la OEA, le deseamos una pronta recuperación.

Desde la última vez que me reuní con ustedes, la Comisión ha avanzado mucho en su labor. En el ámbito de la promoción de los derechos humanos se han realizado importantes reuniones en Buenos Aires, Paraguay, Argentina y Chile, y existe la voluntad de realizar actividades similares en Nicaragua y Haití. Han continuado los esfuerzos de revisión del reglamento de la Comisión para adecuarlo a los requerimientos de los tiempos que vivimos en América y para amoldarlo a la rica experiencia que ha adquirido la Comisión a través de su intenso trabajo.

El estudio de casos de la Comisión también merece una mención especial, pues el número de estos ha sido considerable y de una gran trascendencia. La amplitud y el alcance del Informe Anual presentado a la Asamblea General carece de antecedentes en la historia de la Comisión. Durante este período las soluciones amistosas que se han logrado han representado un significativo paso adelante. De la misma manera se ha continuado con las visitas in loco. Recientemente se llevó a cabo una visita a la República Dominicana y durante este año se realizarán otras a Canadá y a Colombia.

Se han realizado informes sobre Ecuador, Bolivia y, próximamente se hará uno sobre Brasil. El informe de Bolivia merece especial atención. Este fue el producto de una invitación que realizó el gobierno de dicho país para que se examinara un incidente específico. La Comisión emitió una serie de recomendaciones sobre el caso, que fueron luego aceptadas por el gobierno boliviano. Ellas se ajustan a un modelo relativamente nuevo que contribuye a fortalecer la labor del sistema interamericano de derechos humanos, modelo que debería ser perfeccionado y alentado en el inmediato futuro. No tengo duda de que durante estos días los señores comisionados harán la debida evaluación de esa experiencia.

Finalmente, celebro que en cumplimiento de los mandatos de la Asamblea General, la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos se reunieran este mes en Costa Rica para estudiar una extensa agenda relativa a los trabajos conjuntos y a la relación fluida que debe existir entre ambos órganos del sistema. Espero que se continúe con esas reuniones y que tal proceso sea productivo. Desde la Secretaria ofrecemos toda nuestra colaboración para apoyarlos y colaborar en todo aquello que sea necesario para el éxito de sus objetivos.

En el mes de junio la Asamblea General de la OEA aprobó una serie de resoluciones que han de servir de guía para nuestro trabajo durante el próximo año y aún más allá. Estas tienen que ver con los derechos de los trabajadores migrantes y sus familias, la vulnerabilidad de las personas con discapacidad, los derechos de los pueblos indígenas y los derechos de las mujeres del Hemisferio.

La riqueza de dicha agenda nos indica que el trabajo que en estos meses tenemos por delante va a ser supremamente febril. En el ámbito específico de la promoción de los derechos humanos, una resolución de la Asamblea General, solicitó a la Comisión que, luego de un amplio proceso de consulta, produzca un Proyecto de Programa Interamericano de Promoción Internacional de los Derechos Humanos, para ser sometido a la consideración del Consejo Permanente.

Sigo creyendo que las circunstancias políticas particulares que hoy atraviesa el Hemisferio con gobiernos democráticos mucho más comprometidos con el fortalecimiento de los valores democráticos, determinan que la promoción de los derechos humanos debe ser un área en crecimiento y expansión. En tal sentido nuestra Asamblea General, ha avanzado en un tema que merece especial atención: la evaluación del funcionamiento y el perfeccionamiento del sistema interamericano de promoción y protección de los derechos humanos.

Como es conocido por ustedes, los Estados miembros, a través de la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos, celebraron durante la primera mitad de este año una reunión de expertos para tratar una amplia agenda relacionada con el funcionamiento, los procedimientos y el futuro del sistema. Dada la amplitud de dicha agenda, el tratamiento del tema no pudo ser agotado en una sola sesión y aún queda mucho trabajo por realizar.

Es bien sabido que esa reunión representó la continuidad del muy importante seminario que la Comisión organizó en diciembre de 1996, ocasión en la que se congregaron numerosos académicos y voces especializadas, incluidas algunas Organizaciones no gubernamentales, para debatir sobre este trascendental asunto. Algunos grupos como el Diálogo Interamericano han presentado informes, y otras publicaciones privadas han contribuido a enriquecer el debate con voces del ámbito académico y de los organismos no gubernamentales.

Pero quizás el mensaje más importante que hoy quiero traer aquí, es que para cosechar el fruto de nuestros esfuerzos es necesario que le demos continuidad al trabajo que hemos iniciado. Sea esta la ocasión para llamar la atención de todos sobre un hecho trascendental para la defensa de la democracia en América que tuvo lugar la semana pasada en esta casa. Venezuela ratificó el Protocolo de Washington de reformas a la Carta de la OEA. Con su adhesión entró en vigencia un instrumento fundamental para organizar la acción colectiva en el caso de quebrantamientos del orden constitucional en el hemisferio. Durante la ceremonia, el canciller Miguel Angel Burelli Rivas supo captar cabalmente la magnitud de lo que procuramos lograr cuando señaló que buscamos "una democracia que llegue a la mente y las manos de los ciudadanos de las Américas".

Ahora bien, regresando a la temática de los derechos humanos que hoy nos convoca, quisiera hacer mención de nuestras tareas dirigidas al fortalecimiento del sistema. A finales del año pasado presenté algunas reflexiones en el trabajo titulado "Hacia una Nueva Visión del Sistema Interamericano de Derechos Humanos". En el momento de su publicación, el documento tuvo el propósito de actuar como catalizador de la discusión. Creo que hoy sigue teniendo el mismo propósito.

De todos es conocido el hecho de que el corazón de la OEA y su genuina razón de ser residen en el fortalecimiento y la promoción de la democracia. Al ser los derechos humanos - individuales y colectivos - la esencia misma de la democracia, no podría pensarse en ninguna acción en pro de la democracia que a su vez no fuera una contribución a la salvaguarda de los derechos humanos. Con esa premisa el sistema de protección de los derechos debe ser desarrollado y fortalecido tanto en el ámbito hemisférico como de las instituciones nacionales.

En ese sentido quiero volver a mencionar las orientaciones que han asistido a la Secretaria en el proceso de revisión y análisis tendiente a lograr el perfeccionamiento de los mecanismos de protección. A manera de resumen, hemos expresado que como parte del diagnóstico se ha avanzado en tres elementos. En primer lugar, a pesar de que la lucha contra el abuso de los derechos humanos siempre es un tema que tiene prioridad absoluta en nuestra agenda hemisférica, los procedimientos vigentes no aseguran eficiencia, y el sistema esta además afectado por una deficiencia estructural de recursos financieros y administrativos.

En segundo lugar, las líneas de defensa de los derechos humanos están penetrando cada vez más el escenario doméstico. Los sistemas nacionales pesan cada vez más en la tarea de protección, y necesitamos fortalecer nuestro instrumento regional para poder estimular y fortalecer esa tendencia.

En tercer lugar, no todos los Estados miembros son parte del sistema. Tenemos que encontrar los motivos por los cuales aún no hemos logrado una adhesión universal a éste y buscar una serie de soluciones eficaces para lograrlo.

Es por todas estas razones que también se han introducido cambios en nuestra propia casa. No sólo hemos apoyado con más recursos la labor de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la de la Corte, sino que está en marcha el mecanismo de los cuerpos políticos de nuestra Organización para evaluar cuidadosamente el sistema interamericano de derechos humanos con miras a su perfeccionamiento, y para ponerlo en condiciones de hacer frente a las nuevas realidades hemisféricas y encarar los desafíos que debemos afrontar en el próximo siglo.

Dicha evaluación en mi concepto incluye una revisión del sistema de tramitación de los casos; busca una relación más fluida y más especializada entre la Corte y la Comisión; la creación de mecanismos más claros y eficaces para la instrucción de los procesos, evitando la innecesaria duplicación de actividades; una nueva relación con los sistemas nacionales en los cuales recae la mayor responsabilidad en su protección; la revinculación de los sistemas regionales y los nacionales a través de enlaces operacionales especiales con magistraturas nacionales, fiscalías y oficinas de los ombudsman; y la generación de un nuevo interés en el sistema por parte de los ciudadanos, así como entre los órganos políticos de la OEA.

He dicho, y hoy lo reitero, que en el proceso de fortalecimiento y en el debate que lo rodea no debemos limitarnos a la preservación de la normatividad actual de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Al aproximarnos al año 2000, se deberá considerar también si es o no necesario efectuar revisiones sistemáticas y fundamentales a este instrumento. No debemos perder esta oportunidad de debatir y examinar a fondo la viabilidad de cambiar profundamente, si fuera necesario, los modelos de promoción y vigilancia de los derechos humanos para nuestra región.

Dichos mecanismos e instrumentos interamericanos operan en el contexto constitucional y democrático de cada uno de los países de la región. Todos conocemos la trascendencia que tienen el equilibrio entre los poderes, así como la deliberación parlamentaria en estos temas, inclusive mediante la creación de defensores del pueblo. Sobra decir que la participación ciudadana y comunitaria, al igual que el pluralismo y la equidad en la contienda electoral, han sido pilares fundamentales en la defensa de la libertad.

La democracia representativa, con la cual los Estados del hemisferio han reiterado su firme compromiso, es terreno fértil para cultivar la cultura de los derechos humanos, ampliando así, constantemente, ese concepto de democracia. Solamente un profundo respeto por los derechos fundamentales de las personas puede consolidar los procesos de democratización iniciados en el continente.

Señores comisionados, señoras y señores:

Creo que un debate tan fundamental como este que he mencionado requiere su discusión más allá de los confines de nuestro sistema. Si nuestra meta colectiva es tan amplia como la señalada por el canciller Burelli, y estoy convencido de que lo es, los esfuerzos que venimos realizando en el marco de la OEA, constituyen sólo una parte de lo que será necesario hacer para mejorar el acceso y el respeto a los derechos humanos en cada uno de los Estado miembros.

Una vez más, y en un esfuerzo por impulsar el debate, quisiera sembrar una nueva idea en la mente de todos ustedes. Tenemos por delante la Cumbre Presidencial de las Américas que se celebrará en Santiago de Chile en abril del año próximo, y desde ya sabemos que la cuestión de los derechos humanos ha sido acordada como parte fundamental de la agenda de los presidentes. Dicho foro nos ofrece una oportunidad única para alcanzar un acuerdo hemisférico sobre el alcance y las orientaciones que podría tener el perfeccionamiento de nuestro sistema.

Creo que es nuestra obligación a pensar en fórmulas a ser propuestas dentro de los mecanismos de seguimiento para articular lo que sería un proceso de reflexión más amplio, con una participación de los estamentos interesados por estos temas en las Américas, para avanzar en lo que constituye una piedra angular de la defensa y promoción de la democracia en el hemisferio.

Les deseo a todos éxito en sus deliberaciones.

Muchas gracias