Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA SESIÓN INAUGURAL DE LA TERCERA REUNIÓN ORDINARIA DEL CIDI

25 de marzo de 1998 - Buenos Aires, Argentina


Resulta propicio que esta tercera reunión ordinaria del CIDI se realice en la ciudad de Buenos Aires, pues Argentina ha jugado un papel muy relevante en el proceso de modificación profunda del concepto de cooperación en el Hemisferio. Este país es uno de los contribuyentes más importantes en recursos para cooperación en el seno de la OEA y ha sido, como en tantos otros temas, uno de los líderes intelectuales del diseño de un nuevo sistema cuyas primeras semillas comienzan a germinar.

El liderazgo de Argentina en el proceso de formación y puesta en marcha del CIDI ha continuado en estos meses a través del serio, disciplinado y dedicado trabajo realizado por la Embajadora Alicia Martínez, quien desde hace un tiempo se ha desempeñado como presidente de la Comisión Especializada Permanente del CIDI. Gracias a este riguroso trabajo de la misión argentina y a la voluntad de las demás delegaciones, la cita que hoy comienza estará dedicada a discutir los temas más relevantes de nuestras políticas sectoriales de desarrollo y los asuntos atinentes a la cooperación regional.

El apoyo argentino al Sistema Interamericano es prueba de su fuerte vocación continental, señor Presidente Carlos Menem. La Argentina que hoy visitamos ha recuperado su capacidad de soñar, ha reencontrado su grandeza y camina hacia el nuevo milenio más fuerte y segura de su peso en el concierto de las naciones.

Con respeto y admiración hemos visto como la Argentina, bajo su determinada conducción, señor Presidente, ha logrado sortear con éxito los desafíos económicos recientes. Hoy la economía argentina da señales indiscutibles de poder compatibilizar altas tasas de crecimiento del Producto con una muy baja tasa de inflación y con una progresiva reducción del desempleo. Tan sólo en el tercer trimestre de 1997, el Producto mostró una expansión superior al 8% respecto del mismo período el año anterior, con lo cual se logró el sexto trimestre consecutivo de crecimiento. Así, en el período 1991-1997, Argentina alcanzó el mayor crecimiento económico promedio desde que se llevan las cuentas nacionales del país, o sea desde 1935.

Este año el gobierno se ha propuesto, junto con mantener este sendero de continuada prosperidad, efectuar una serie de reformas dirigidas a consolidar la estabilidad macroeconómica, profundizar el dinamismo del sector privado, y mejorar los servicios que el Estado continúa prestando a la población.

La situación en América Latina y el Caribe, también muestra indicios positivos. El año pasado el promedio de crecimiento económico fue de 5.3%, lo que constituye el mejor desempeño del área en 25 años. La tasa de inflación promedio en la región fue menor al 11%, la más baja desde los años 50. Las medidas de liberalización de los mercados tomadas continúan y han tenido un efecto positivo sobre el crecimiento. Frente a las actuales tarifas arancelarias promedio de sólo 11%, el valor de las exportaciones de la región sigue en ascenso, de $223 mil millones de dólares en 1994 a más de $327 mil millones en 1997. Asimismo, la zona ha vuelto a atraer inversión privada a un ritmo impresionante. Entre 1995 y 1996 la inversión extranjera directa aumentó un 52%, alcanzando un nivel récord de $39 mil millones de dólares. En estas tendencias, el sector privado ve oportunidades para el crecimiento y la prosperidad, y los gobiernos fuerzas para la estabilidad, el bienestar y la seguridad.

Aún en este escenario de relativo optimismo tenemos que reconocer que los resultados de las reformas son aún dispares y el panorama aún presenta problemas serios. El desempleo se ha reducido, pero permanece alto. En la mayoría de los países las tasas de crecimiento, aunque positivas, continúan bajo el nivel adecuado del 6% - cifra indicada por el Banco Mundial como la mínima para reducir significativamente la pobreza.

Todo esto ha ocurrido en un contexto regional cuya única constante ha sido la aparición de nuevos desafíos. Ya nadie duda que la realidad económica, política y social de nuestro Hemisferio tiene un entramado más complejo que las obras de literatura que nos han hecho famosos. En los últimos meses hemos tenido que hacer frente a las veleidades de El Niño, y a las nuevas circunstancias creadas por la crisis asiática, que van a hacer difícil alcanzar las metas propuestas.

No obstante, durante la crisis reciente hemos visto ejemplos claros de madurez y responsabilidad política cuando ha sido necesario tomar decisiones complejas. En esta ocasión, y me atrevo a decir como nunca antes en la historia del Hemisferio, los gobiernos de la región, en particular el de Brasil, actuaron con rapidez y decisión, evitando el contagio de la crisis asiática en América Latina. Pero esto no significa que no haya consecuencias económicas desfavorables significativas. Además de la disminución de los flujos de capital, enfrentamos la caída de las exportaciones al Asia, la mayor competencia con las exportaciones de esa región, y la caída en los precios de casi todos los productos básicos. Se estima que todo ello se traducirá en una caída en un punto y medio del crecimiento promedio de la zona en el presente año.

Por ello debemos reaccionar con cautela y moderación a lo que constituyen logros importantes en el plano económico. Estos no son tiempos para la complacencia. Por el contrario. Debemos colocarnos metas más exigentes, varas más altas. La lucha contra la pobreza y la discriminación debe ser intensificada. Los esfuerzos por consolidar sistemas democráticos estables, participativos y transparentes deben ser redoblados. Nuestros sistemas judiciales y de protección de los derechos humanos deben ser fortalecidos. También debemos hacerle frente a las amenazas que acechan a nuestras democracias como el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción, la inseguridad y, como ya lo mencionamos, la pobreza extrema. Debemos ser más innovadores en diseñar esquemas de desarrollo que hagan uso responsable de nuestros recursos naturales. Tenemos que recuperar para la educación el rol central que ella debe jugar en nuestras políticas de desarrollo. Debemos continuar buscando las formas de mejorar la calidad de vida de todos los americanos.

Ese es el motivo que nos congrega hoy a orillas del Río de La Plata, y lo estaremos los próximos dos días bajo la madura y atinada dirección del Canciller Guido di Tella. Nuestros gobiernos están empecinados en buscar formas innovadoras de resolver esos desafíos. Hemos entrado en una nueva fase del multilateralismo en las Américas. Nuestras agendas nacionales para su trámite se encuentran hoy estrechamente ligadas a soluciones hemisféricas. Depende de nosotros como enfrentemos ese proceso. Podemos hacerlo desde la seguridad aparente de los esquemas locales característicos del pasado, o podemos buscar esquemas más innovadores, enriquecidos por la experiencia regional que generan nuevas respuestas a los desafíos que enfrentan los Estados modernos. Eso es, en forma muy escueta lo que queremos del CIDI.

Permítanme por lo tanto referirme ahora al papel que este Consejo ha jugado y debe jugar en este contexto. Comienzo por reconocer que en tan sólo dos años, el CIDI ha demostrado tener la capacidad de adaptación y renovación que un hemisferio y un mundo en transformación requieren. Cuando los países comenzaron a redefinir el concepto de cooperación regional se propusieron no sólo examinarlo desde la perspectiva de la transferencia de recursos, sino también evaluar las formas en que esa cooperación se realizaba. Así, para la reunión de México cambiamos las características de la reunión anual e invitamos a las agencias de cooperación del hemisferio, y de países observadores con las que desarrollamos proyectos conjuntos, así como las instituciones multilaterales con las que trabajamos a diario. Esto nos entregó una visión más amplia de la dimensión que pueden adquirir nuestras acciones y de la colaboración que podemos lograr entre nuestras instituciones para fomentar una agenda hemisférica más integrada en lo político, económico, social, ambiental y cultural. Ese es el nuevo sentido de la cooperación, la cooperación solidaria - símbolo del nuevo multilateralismo en las Américas- una nueva forma de pensar y trabajar conjuntamente por el desarrollo del Hemisferio.

Las nuevas labores en ese campo están estrechamente relacionadas con el proceso de Cumbre de las Américas, el gran hito de nuestra política multilateral. Con la reunión realizada en Miami, los Jefes de Estado y de Gobierno señalaron en 1994 un cambio drástico en el contenido de la Agenda interamericana, así como la forma en que esta se trata y se desarrolla. A partir de entonces han surgido una serie de nuevos encuentros ministeriales y de expertos que en gran medida suplen algunos de nuestros propósitos originales.

Ese nuevo proceso también ha entregado a la OEA nuevas responsabilidades que se han seguido, en buena medida, incorporando en el Plan Estratégico del CIDI. En él se encuentran iniciativas prioritarias de la Cumbre de las Américas como las relacionadas con desarrollo social, trabajo y desarrollo sostenible. Además, en el transcurso del año continuaremos con las áreas de turismo, cultura, educación, y ciencia y tecnología. Todas estas reuniones y foros requieren de la preparación de estudios de carácter hemisférico, de montaje de sistemas de información y otras tareas colectivas.

Por ello es que pienso que el CIDI puede y debe transformarse en el escenario para el diseño de políticas hemisféricas, para crear sistemas de información regionales, y para el intercambio de experiencias políticas, económicas y sociales. El CIDI debe ser, también, el principal instrumento interamericano de consulta, coordinación y diálogo no sólo de una nueva forma de realizar la cooperación solidaria, sino además de como diseñar y ejecutar nuestras políticas de desarrollo. Allí deberíamos ser capaces de aglomerar el conjunto de nuestros compromisos de acción interamericana Ese es el propósito inspirador de la creación del CIDI. Hoy éste debería constituirse en la principal una fuente de instrumentación de las decisiones del proceso de Cumbres hemisféricas.

Después de la Cumbre de Santiago, creo que igualmente nos corresponde mostrar que este Consejo ser un mecanismo eficiente para las reuniones sectoriales que se citen en el marco de la Cumbre de las Américas y que podemos darles el apoyo técnico que requieren. Debemos mostrar nuestra capacidad de ver los problemas desde una perspectiva intersectorial como lo estamos proponiendo en el área de desarrollo sostenible. Creo que cuando se dispuso la preparación del Plan Estratégico, hace ya algunos años, no se estaba pensando tanto en hacer planificación hemisférica, sino en que cierto análisis intersectorial era y es posible y que se pueden articular las acciones nacionales con las colectivas. Tal vez en el curso de esta reunión podremos reflexionar un poco sobre cuáles deberían ser las tareas a cumplir en este Foro en las nuevas circunstancias hemisféricas y cómo podríamos usar el CIDI de una manera más intensa y eficaz.

En este sentido creo que el CIDI cuenta con una gran ventaja en el contexto de seguimiento de los acuerdos de Santiago. Las reuniones ministeriales que se realizan en esta instancia cuentan con un marco jurídico apropiado y un espacio institucional claramente definido. Por ello es que el CIDI puede ser considerado por los Estados como un instrumento que les sirva para transformar los compromisos de alto nivel político en una agenda hemisférica de acciones concretas a cargo de la OEA. Este es también el marco apropiado para ir incluyendo gradualmente otros temas críticos en la agenda de las Américas que han estado tradicionalmente por fuera del marco de la cooperación en el marco de nuestra organización. Ese ha sido el caso, por ejemplo, con la reunión de Ministros de Justicia realizada en esta ciudad hace pocos meses.

Es indudable que el mecanismo CIDI aún se encuentra por debajo de su potencial pleno. Es necesario plantearse una plataforma de coordinación y concertación hemisférica, enraizada en esquemas novedosos y solidarios de cooperación, pero no debemos quedarnos en eso. El espacio de acción colectiva que existe hoy es mucho más rico, diverso y flexible que lo que nunca antes habíamos conocido. Tenemos pues la posibilidad de desbordar las expectativas de lo que los creadores del CIDI se propusieron como posibilidades de la cooperación hemisférica en el área del desarrollo.

Quiero referirme brevemente a algunos de los temas de la agenda del CIDI que han ocupado parte importante de nuestro tiempo en el pasado año.

En primer lugar, en relación con el tema de desarrollo sostenible presentaré a ustedes en esta reunión el Informe que la Secretaría General entregará a los Jefes de Estado y de Gobierno en Santiago el próximo mes de abril. Con ello daremos cumplimiento al mandato que recibimos en la Cumbre de Desarrollo Sostenible realizada en Santa Cruz de la Sierra en 1996.

El Informe parte por reconocer que los programas que se están poniendo en marcha en este tema son muchos y variados, y que resulta imposible determinar cuáles de ellos pueden ser atribuidos, en sus orígenes o éxitos, a la Cumbre de Santa Cruz. En cualquier caso, el Informe provee una evaluación rigurosa, sin aspirar a ser exhaustiva, del progreso alcanzado en este campo. El Informe resalta las estrategias de ejecución que han demostrado ser más exitosas, identifica bien los obstáculos que han surgido, y propone políticas y medidas nuevas para superarlos.

Entre sus propuestas, el Informe plantea que la manera más eficaz de profundizar los acuerdos de Santa Cruz es a través de un diálogo permanente y constructivo. Para ello se propone la creación de un foro ministerial sobre desarrollo sostenible a realizarse en el marco de las reuniones anuales del CIDI. Este Foro de las Américas para el Desarrollo Sostenible buscará velar por la profundización de los acuerdos de Santa Cruz en el ámbito regional y subregional; definirá metas concretas para la ejecución de los acuerdos de Santa Cruz; promoverá una instancia estructurada de diálogo regional en estas materias; y adoptará posiciones hemisféricas para plantear en los foros internacionales. Como primer paso, el Informe propone que el Foro de las Américas se aboque en los próximos tres años a tratar con un enfoque intersectorial los temas de: salud y agua; ciudades y energía; y agricultura y biodiversidad.

En el Diálogo Informal de esta reunión deberemos discutir con mayor detalle este tema y ofrecer orientaciones de política e identificación de medidas estratégicas de acción para lograr una aplicación más eficaz de los instrumentos a nuestro servicio en la ejecución de los acuerdos de Santa Cruz de la Sierra.

Un segundo tema de gran relevancia es el de Desarrollo Social y Educación. Ya el año pasado examinamos y adoptamos el plan de política social y lucha contra la pobreza que hace particular énfasis en la mejoría de las instituciones responsables de la política social. Desde la reunión del año pasado hemos dedicado lo mejor de nuestros esfuerzos a contribuir en la preparación del tema de la educación en la próxima Cumbre de las Américas. Con ese objetivo, la OEA, a través de la Unidad de Desarrollo Social y Educación y de la Secretaría Ejecutiva de Desarrollo Integral, han mantenido un estrecho vínculo de trabajo con los países coordinadores de la iniciativa de educación: México, Argentina y Chile.

Además de contribuir con un documento de análisis y propuestas en las áreas de calidad y equidad de la educación en un contexto de globalización, estamos preparándonos para apoyar la reunión de ministros de Educación que se realizará en Brasil el próximo mes de julio, y que será el primer encuentro de los ministros en el marco del CIDI. En esa ocasión esperamos entregar a los ministros todo el apoyo que soliciten para la elaboración y puesta en marcha de las iniciativas específicas que implementarán los compromisos que suscriban los Jefes de Estado y de Gobierno en lo constituirá la principal acción de regional para hacerle frente a la pobreza y a la discriminación. Les daremos toda la colaboración técnica para montar sistemas hemisféricos de información, preparar estudios e informes, trabajar de manera estrecha con el BID, el Banco Mundial y todas las autoridades nacionales.

Quiero referirme ahora a dos Programas que presentaremos a ustedes en esta reunión. Primero, está el Programa Interamericano de Cultura, que dirigirá sus acciones hacia cuatro objetivos prioritarios: apoyar la diversidad cultural; difundir y proteger el patrimonio cultural; formar recursos humanos y estimular la creatividad; y fomentar el turismo cultural.

En segundo lugar, presentamos hoy a ustedes el Programa Interamericano para el Desarrollo Sostenible del Turismo. Este Programa ha identificado cuatro áreas de acción prioritarias: apoyar el proceso de formulación de políticas y planes de acción; impulsar la capacitación y educación del público en este tema; desarrollar productos turísticos; y entregar un sistema de información y transferencia de tecnología. Un elemento novedoso es que junto con promover el apoyo a los gobiernos en el tema de turismo, el Programa busca promover, desde la etapa de diseño de sus proyectos, una estrecha colaboración entre los sectores público y privado en apoyo del turismo sostenible. Así, estos programas establecen lineamientos claros para promover y orientar el diálogo en cooperación y complementar las políticas que ustedes ponen en marcha a nivel nacional.

Debo mencionar también la importante contribución realizada por Argentina, que, como presidente del MERCOCYT, ha estado dando los pasos para transformar a éste en una Comisión Interamericana de Ciencia y Tecnología en el marco CIDI. Ello no sólo plantea la validez del CIDI como instrumento, sino que además permitirá asegurar una mayor coherencia e influencia política en esta área fundamental de la cooperación hemisférica.

Esa es la tarea que los Estados han promovido fuertemente a través del FEMCIDI, al apoyar la elaboración, financiamiento y ejecución de numerosos proyectos. Así, el financiamiento aprobado por FEMCIDI en 1997 alcanzó los 25 millones de dólares. El FEMCIDI ha seguido como criterio para la distribución de recursos un apego estricto al concepto de cooperación solidaria. Así, los países con menor grado relativo de desarrollo continúan recibiendo la mayor parte de los recursos; el tamaño promedio de los proyectos ha crecido y el número de proyectos de carácter multilateral ha aumentado considerablemente. En este año por primera vez se han financiado proyectos de fortalecimiento de los valores e instituciones democráticas.

Finalizo mencionando algunos objetivos que el CIDI se ha trazado.

La tarea prioritaria será apoyar el seguimiento de los acuerdos adoptados por los Jefes de Estado y de Gobierno en la próxima Cumbre. Para ello el CIDI estará preparado para organizar las reuniones ministeriales y de alto nivel que se requieran en la ejecución y seguimiento de las iniciativas pertinentes. Un primer paso en esa dirección ya está dado, al convocar a la reunión de Ministros de Educación en Brasil.

En segundo lugar, debemos buscar nuevos socios en las tareas de cooperación. Ello implica mantener nuestro compromiso de apoyo prioritario a las naciones con mayor rezago no sólo en cuanto a flujo de recursos, sino también en el fortalecimiento de su capacidad doméstica para incorporar la cooperación externa. En este tema también debemos procurar que aquellos países que estén en condiciones de hacerlo, pasen a ser donantes netos de cooperación, fortaleciendo y coordinando mejor sus programas de cooperación horizontal en el hemisferio. Quisiera de nuevo, como lo he hecho en otras oportunidades insistir en la necesidad de que nuestro sistema se vuelva más solidario y focalizado hacia los países que más lo necesitan y en los cuales nuestra cooperación puede ser más relevante. Este debería constituirse en un objetivo principal en la nueva etapa de las relaciones hemisféricas. La Organización, por lo demás, estará siempre dispuesta a usar los recursos liberados para ayudar a movilizar cooperación horizontal del país que así proceda. Quiero de esta manera agradecer a Chile, Colombia y Costa Rica la adopción de este esquema.

Es importante también mejorar nuestros vínculos de trabajo con otras agencias de cooperación, tanto nacionales como multilaterales. En este sentido, es necesario profundizar los excelentes resultados de la reunión que sostuviéramos el año pasado. El CIDI debe convertirse gradual, pero decididamente, en el centro de cooperación hemisférica. El lugar en el cual proveedores y receptores de cooperación establecen alianzas de trabajo, intercambian experiencias en diseño y ejecución de programas, y construyen juntos un Hemisferio solidario.

Esos son algunos de las prioridades que creo que debemos abordar en el mediano plazo. Hemos hechos grandes avances, pero la tarea es aún incipiente. Debemos continuar trabajando en mejorar los sistemas de coordinación de la cooperación y en definir apropiadamente lo que queremos decir por "responsabilidades compartidas". Es por ello que paulatina, pero decididamente, debemos ir ampliando el espectro de asuntos que se tratan en el CIDI. Así como hemos construido un nuevo concepto de cooperación, debemos también, sin temores ni suspicacias, incorporar los nuevos temas de la agenda hemisférica a la mesa de nuestro diálogo.

En tres semanas los Jefes de Estado y de Gobierno de las Américas se reunirán en Santiago de Chile para revisar el cumplimiento de los acuerdos que firmaron hace tres años en Miami, y para asumir un nuevo compromiso con los pueblos de las Américas. Le corresponderá a la OEA posiblemente jugar un papel más activo en llevar la memoria institucional del proceso, en hacer la Secretaría de las distintas reuniones que se lleven a cabo, y en darle apoyo técnico a las reuniones ministeriales y de expertos. Posiblemente tendremos una enorme responsabilidad y una gran presión sobre nuestros recursos financieros y humanos. Esperamos que para el cumplimiento de tan elevadas responsabilidades el CIDI sea el principal instrumento de la integración y la cooperación hemisféricas.

En esta época de fin de siglo hemos visto que el mercado funciona bien asignando recursos en la esfera productiva, pero no lo hace en el campo de las ideas, de la concertación pública. En esos casos, cuando necesitamos aprender de otros, cuando la cooperación de unos fortalece a todos, entonces requerimos de espacios que nos permitan encontrarnos y dialogar francamente sobre todos los temas de la agenda hemisférica, sin proteccionismos ideológicos. También es necesario que actuemos con un sentido de solidaridad hemisférica Y también lo es que acordemos políticas hemisféricas y acciones colectivas para enfrentar nuestros problemas y para contribuir de manera eficaz a nuestras políticas de desarrollo. Esa son las tareas que hoy nos congregan. Debemos responder a las demandas que los pueblos de las Américas levantan por un Hemisferio más prospero, más justo, y más democrático para todos.