Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA XI CONFERENCIA INTERAMERICANA DE MINISTROS DE TRABAJO

20 de octubre de 1998 - Viña del Mar, Chile


Es un honor para el Secretario General de la OEA poder estar presente en la ciudad de Viña del Mar y acompañar a los ministros de trabajo en su Undécima Conferencia. Señor Ministro Molina, siempre es grato estar en Chile y disfrutar de la magnifica hospitalidad del Gobierno del Presidente Frei y del pródigo y generoso pueblo chileno.

Es por lo demás siempre estimulante regresar a Chile, país que de manera tan excepcional ha sido un semillero de ideas, acciones y propuestas para enderezar el rumbo de nuestras economías, de nuestras administraciones públicas y de nuestros Estados. De una manera pionera Chile empezó la tarea de abandonar ese pesimismo atávico enraizado en las teorías de la dependencia y en las de la evolución de los precios de nuestros productos de exportación, que hacía supuestamente inalcanzable para nuestros países lograr estadios superiores de desarrollo. Estas teorías, aunque útiles en las primeras etapas de la industrialización, terminaron en graves situaciones de estancamiento y niveles de inflación intolerables.

Chile empezó a confiar más en los mecanismos de mercado, en la disciplina fiscal y en la estabilidad como prerequisitos para nuestro crecimiento. Esto le permitió avanzar en estos frentes, lo que pronto se reflejó en las tasas de crecimiento y facilitó a otros países tomar el camino de las reformas estructurales, cuando llegó la crisis de la deuda latinoamericana en los 80s. En la última década, nuestra región ha empezado a disfrutar los beneficios del proceso de reformas económicas. Esto se ha reflejado en un sensible incremento de nuestros niveles de inversión, comercio y crecimiento y, también, en materia de estabilidad económica y de precios. Está bien que recordemos esos tiempos y las lecciones aprendidas cuando debamos enfrentar las embravecidas aguas no del mal llamado Océano Pacifico, sino las turbulentas aguas de este fin de siglo.

Esta Conferencia se celebra bajo signos diferentes de las del pasado, como quiera que la que hoy se inicia surge en medio de un ambicioso proceso de integración hemisférica cuyas negociaciones se lanzaron aquí hace pocos meses por los jefes de Estado y de Gobierno. Además esta reunión fue dispuesta por ellos como parte del proceso de seguimiento a sus mandatos.

Estas últimas circunstancias que nos darían un marco aún más desafiante y estimulante que en el pasado, se complican por el complejo panorama que deben afrontar nuestras naciones ante el efecto contagio que por la crisis asiática están teniendo nuestras economías. Hasta hace pocas semanas la creación de una zona hemisférica de libre comercio para el año 2005 parecía estar a nuestro alcance como un simple desarrollo de las fuerzas incontenibles de la globalizacion. Hoy parece más difícil por los desarrollos recientes de especulación y volatilidad de los capitales, de sobrerreacción de los mercados, y de deficiencias en los mecanismos de regulación. Para fortuna nuestra en América salimos fortalecidos de la última crisis (la crisis mexicana y el efecto tequila), con un afianzamiento de nuestros mecanismos democráticos, con una mayor transparencia de nuestros mecanismos de mercado, con una mayor información para los agentes económicos, y con una mayor vigencia de los mecanismos de supervisión y control.

También en esta ocasión, como en la pasada, nuestros gobiernos han tomado con coraje y prontitud buena parte de los correctivos necesarios. Además nuestros ciudadanos al acudir a las urnas han premiado la seriedad, la consistencia, la estabilidad y han decidido por una expresa aceptación de los sacrificios que sean necesarios para asegurar la persistencia de los programas de estabilidad y reforma económica, como ha sucedido recientemente en Ecuador, Colombia, Paraguay y Brasil.

Infortunadamente, nos encontramos frente a la amenaza de una crisis financiera de magnitud global y de la generación de una recesión de gran envergadura que podría conducirnos a una depresión mundial. Se trata de una crisis que nuestros países sufren a pesar del reconocimiento general por las reformas emprendidas, y de que los aspectos esenciales de nuestras economías están en una mucho mejor situación que en el Asia. Y se da cuando los inversionistas de portafolio se han comportado de manera adversa al riesgo retirando sus capitales, más por temores que por razones, de una manera tan generalizada y tan drástica que han puesto a prueba la solidez cambiaria de muchas de nuestras economías. En realidad ha sido tan súbito e irreflexivo el comportamiento de este tipo de inversionistas que ha puesto a dudar a muchos sobre los beneficios del ingreso indiscriminado de este tipo de capitales.

Pero más allá de tales comportamientos, no hay duda que como consecuencia del efecto del contagio de la crisis asiática, nuestros países han reaccionado con prontitud, tomando todas las medidas que dentro de sus políticas eran consistentes con las mencionadas circunstancias, incluida un considerable incremento de las tasas de interés para detener el deterioro de la situación cambiaria. Han adoptado además medidas de austeridad fiscal y de incremento de tributos. Todas ellas van a significar una sensible disminución de nuestras tasas de crecimiento económico.

Pero esta sería hoy la mejor hipótesis posible, y sólo se daría si es posible recorrer el largo camino para conseguir que con el liderazgo de los países industrializados, que aún no se ha materializado, se actúe con eficacia para evitar la generalización de la crisis. Para ello, antes de pensar en cómo se reforman las instituciones de Bretton Woods, hay que asegurar con prioridad que nuestros países reciban el apoyo financiero de liquidez indispensable mientras los mercados se serenan. Sólo una actitud decidida de los países industrializados hará que los mercados dentro de unos meses se vuelvan a abrir para los países con buenos equilibrios macroeconómicos, que hayan persistido en las reformas económicas y que hayan fortalecido sus mecanismos de información, supervisión y control.

Pero es bueno empezar a enunciar, aún en el caso de esta hipótesis -la menos desfavorable- algunas de las consecuencias que esta situación trae sobre nuestros países, y empezar a dilucidar las medidas de política que serán menester para continuar nuestro sendero de integración, crecimiento, y justicia social.

En primer lugar, y como lo han reiterado todas las autoridades económicas de la región, es esencial conservar el compromiso con la preservación de las reformas económicas y con el cumplimiento de nuestros compromisos financieros. Ello es esencial para no regresar a situaciones como la de los años ochenta en la que nos tomó muchos años de retroceso o estancamiento recuperarnos de los efectos del cierre prolongado de los mercados financieros.

En segundo lugar, es necesario comprender que la única manera de recuperar nuestro crecimiento y aún incrementar sus tasas, es persistir en la política de nuevos cambios y reformas en relación con la administración, las leyes laborales y en general todo el marco institucional del Estado que nos aseguren incrementos en la productividad de los factores productivos.

En tercer lugar, la repetición de la crisis (la de los 80s se dió en buena parte por este motivo) se presenta en gran medida por las bajas tasas de ahorro interno que no dan para financiar nuestros niveles de consumo e inversión. Habrá que tomar nuevas medidas para corregir ese talón de Aquiles de nuestras economías.

En cuarto lugar, no podemos volver a situaciones como la de los ochenta, en las cuales se arruinó por muchos años la política social como consecuencia de las crisis fiscales.

Quinto, cualesquiera que sean las consecuencias globales de la actual crisis, hay que persistir en las políticas de integración regionales.

Todo ello va a demandar un esfuerzo aun mayor que el de estos años y una coordinación más estrecha entre las autoridades económicas y las del área social. Así es como deben entenderse los objetivos que nuestros mandatarios nos han trazado para modernizar las instituciones laborales y profundizar en el respeto a los derechos básicos de los trabajadores. He allí un inmenso desafío, tanto para el Estado y los empresarios, como para los trabajadores y sus organizaciones sindicales.

Así como no podemos sacrificar nuestro modelo económico a los llamados un poco populistas y un poco retardatarios que nos invitan a dar marcha atrás, a volver al pasado, tampoco podemos cruzarnos de brazos indiferentes frente a la suerte de los 200 millones de latinoamericanos y caribeños que hoy viven en situación de pobreza, y menos aún frente a la aberrante situación de tener la peor distribución del ingreso de todo el mundo en desarrollo.

Creo, sinceramente, que el momento actual presenta una oportunidad única para mirar más allá de la crisis y pensar en el futuro que queremos construir para nuestros hijos. Ello nos obliga a ser en extremo austeros en el corto plazo, y a pensar creativamente en el largo plazo, horizonte en el cual podamos establecer bases para un desarrollo más equitativo y sostenible. Claro que tenemos que tomar todas las medidas de corte monetario y fiscal para contrarrestar los efectos de la crisis, pero allí no nos podemos quedar. Le debemos aplicar a la reforma de las políticas e instituciones sociales el mismo entusiasmo y vigor que le hemos dedicado a la reforma de las instituciones económicas.

Chile, y de manera reciente otros países, han avanzado en este sentido, pero el nuevo gran desafío implica que vamos a encontrar recursos financieros más escasos y más costosos, lo que nos impone una nueva disciplina a todos. En todo caso las políticas que sólo pretendan conservar o perpetuar las condiciones actuales son inapropiadas.

Conviene quizás recordar las palabras del presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, al inaugurar la última Asamblea del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. En esa ocasión, Wolfensohn decía a los ministros de Hacienda allí reunidos:

"Si no tenemos la capacidad de tratar las emergencias sociales, si carecemos de planes de largo plazo para desarrollar instituciones sólidas, si no logramos mayor equidad y justicia social, no habrá estabilidad, y sin estabilidad política ninguna cantidad de dinero en ningún tipo de paquete financiero podrá darnos estabilidad financiera".

Las palabras del presidente del Banco Mundial resultan muy relevantes por cuanto establecen un vínculo directo entre las discusiones que enfrentan las autoridades económicas de nuestros países con los asuntos sociales que tratan ministros de otros sectores o carteras como lo es este foro. De tal manera que la segunda fase de reformas estructurales a nuestros Estados se hace más imperiosa, y se plantea en un contexto más amplio que involucra a los responsables de las políticas sociales, y que demanda una mayor participación democrática para su implementación.

Hace algunos meses tuve el honor de participar en la Segunda Cumbre de las Américas, que se realizara a pocos kilómetros de aquí. Hay dos aspectos de esa reunión que quisiera destacar. El primero, de carácter general –es que los Jefes de Estado y de Gobierno reiteraron su confianza en el diálogo hemisférico como un instrumento apropiado para el intercambio de experiencias, y para el diseño de políticas y acciones hemisféricas que nos permitan hacer de la integración un proyecto de vastas implicaciones económicas, políticas y sociales.

El segundo que ya mencionamos al comienzo - la decisión de los Presidentes y Primer Ministros de incluir en su discusión los temas laborales y encomendar a los ministros del sector que trabajen conjuntamente en la identificación de mecanismos para fortalecer la aplicación y respeto de los derechos básicos de los trabajadores, así como para continuar profundizando los procesos de modernización del Estado en materia laboral.

La construcción de esa estructura institucional para impulsar tal proyecto ha comenzado a avanzar con la realización de las reuniones de ministros de educación en Brasil, y la de las altas autoridades de Ciencia y Tecnología que tuvo lugar en Argentina, así como el inicio de las negociaciones de comercio en Miami hace algunas semanas. En ese contexto se realiza ahora esta reunión de Ministros de Trabajo, que adquiere, en el marco de las Cumbres, renovada vigencia y una relevancia aún mayor.

En ese sentido, y sin perder de vista el contexto de la crisis financiera, ni la necesidad de profundizar la integración regional este diálogo ministerial debiera permitirnos, además, clarificar los objetivos que orientan nuestra acción, reconocer los problemas que afrontamos, evaluar las políticas laborales que hemos tenido en ejecución, e incorporar los asuntos centrales de la política laboral y en particular las referentes a la creación de empleo productivo.

Nuestro propósito de integración económica y la expansión del libre comercio en el Hemisferio ha de llevarse a cabo de una forma compatible con el respeto por los estándares laborales básicos. Este foro debe examinar y poner en marcha los mecanismos que permitan fomentar y fortalecer el cumplimiento de los derechos básicos de los trabajadores. Con libertad de asociación, con negociación colectiva, con buenas condiciones de salud y seguridad en el trabajo, con prohibición al trabajo infantil o forzoso y sin discriminación en el empleo habrá estabilidad social y crecimiento económico, y, por ende, respeto por la dignidad humana y una mayor legitimidad de las instituciones políticas. El cumplimiento de esos estándares crea una fuerza de trabajo mejor entrenada, más motivada y más productiva, contribuyendo a la competitividad de las naciones y a la economía de las empresas.

En el plano institucional las tareas pendientes son cada día más urgentes. La velocidad con que las estructuras económicas de nuestros países han cambiado no ha estado acompañada de cambios similares en las instituciones que tienen a su cargo la política social. Es urgente continuar avanzando en la modernización de los ministerios del trabajo, en la actualización de legislación laboral y en la reorientación de las instituciones de capacitación. Se requiere de instituciones más ágiles que permitan garantizar el pleno cumplimiento de los derechos básicos de los trabajadores y regular los conflictos entre el Estado, empleadores y trabajadores para lograr un consenso sobre las reglas que rijan las nuevas condiciones del mercado laboral. Se trata de darle un nuevo alcance a aspectos tales como la política de salarios y las condiciones de trabajo, el aumento de la productividad, los programas de empleo, la capacitación profesional de los trabajadores o la organización de uniones sindicales.

Un asunto institucional que merece ser destacado en el contexto de las demandas del proceso de globalizacion es el de la capacitación. La dinámica económica que se ha originado requiere de sistemas de formación y entrenamiento permanentes que tengan la capacidad de preparar personal que pueda hacer uso de las nuevas tecnologías de la informática, que se pueda desempeñar en las nuevas industrias de servicios, y que faciliten la incorporación de los jóvenes al mercado de trabajo. Ello resulta esencial para asegurar la congruencia entre las necesidades de los sectores productivos con los de la fuerza laboral, mantener procesos de crecimiento sostenido, preservar la competitividad en los mercados, aumentar la productividad y, en última instancia, lograr niveles salariales que permitan reducir los niveles de pobreza.

Estas tareas son sin duda de difícil logro. Los gobiernos, y específicamente sus autoridades en el área del trabajo, cuentan con una agenda recargada y recursos limitados para llevarla a cabo. La globalización del comercio y la producción, y el fuerte impacto del cambio tecnológico en la organización económica exigen hoy respuestas difíciles de concebir apropiadamente en el exclusivo ámbito de actuación de los gobiernos nacionales. La búsqueda del crecimiento, de una mayor competitividad y más altas tasas de empleo son objetivos que sólo pueden ser resueltos en el marco de las políticas de integración de los mercados regionales. Ello es lo que justifica que el diálogo técnico para el diseño de las políticas, el intercambio de experiencias, la generación de un espacio para la cooperación se de en un contexto multilateral, como el que hoy nos congrega.

También tenemos la necesidad de crear o fortalecer nuevas solidaridades para mantener los indispensables equilibrios sociales. Así mismo se requiere de un estado que de manera deliberada actúe para evitar la exclusión social de amplios sectores de nuestra población. Esto constituye una condición esencial para reafirmar la legitimidad democrática. El diálogo aceptado entre los actores sociales, en la empresa y fuera de ella, se convierte entonces en un factor de equilibrio social determinante.

Por último, la consolidación de esa institucionalidad democrática requiere de un esfuerzo pedagógico permanente. Cuando el libre comercio y la integración económica son una fuente de preocupación para aquellos sectores de la sociedad que se sienten amenazados por el incremento en la competencia económica y su impacto, los gobiernos deben realizar esfuerzos adicionales para que los trabajadores estén adecuadamente informados sobre cómo serán afectadas sus vidas, y los pasos que realizan los gobiernos para mantener los estándares laborales y para asistir a aquellos que pudieran ser adversamente afectados. Sólo así se genera credibilidad y confianza en las instituciones y sólo así se reducen los márgenes de inseguridad.

Por otra parte, las instituciones regionales, como la OEA, el BID y la propia OIT, vamos a cooperar con los Ministerios a su cargo en la preparación de documentos de trabajo para estas reuniones, en la implantación de sistemas de información regionales, y en facilitar la elaboración de programas de cooperación y asistencia técnica entre los países cuando así se decida. Nuestra Organización estará a su servicio. Lo haremos dentro de nuestros limitados recursos y para dar fiel cumplimiento a los mandatos de nuestros gobernantes.

A partir de la Cumbre de Santiago aumentarán los encuentros de este tipo. En la medida en que los temas del Hemisferio están crecientemente conectados unos con otros, la OEA puede ofrecer un valioso servicio de coordinación entre los distintos foros, así como de difusión de sus tareas. En esas tareas trabajaremos estrechamente con el resto de las instituciones del Sistema Interamericano. En ese sentido, creemos que la próxima Asamblea de la OIT, que se realizará en Lima, debe ser un eslabón central en la profundización de los acuerdos que logremos en este encuentro.

Vivimos en una era de lo inmediato, de lo instantáneo, de la movilidad permanente y generalizada. En este cuadro se corre el riesgo, si no le prestamos atención, de excluir a una parte creciente de la población, es decir, a todos aquellos que no pueden seguir el ritmo cada vez más rápido de las necesarias adaptaciones. Aunque la globalización no crea la exclusión, tiene todo el potencial para agravarla, así como puede originar graves altibajos en el funcionamiento de los mercados financieros. Es allí donde radica la importancia de nuestro trabajo, de nuestro servicio: en asegurar que los esfuerzos concertados de gobiernos, sindicatos, asociaciones empresariales y organizaciones internacionales trabajen mancomunadamente en la construcción de una América más próspera, más justa, más tolerante y más democrática.

Muchas gracias.