Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
DURANTE LA SESIÓN PROTOCOLARIA DEL CONSEJO PERMANENTE EN HONOR AL PRESIDENTE DE COLOMBIA ANDRÉS PASTRANA

29 de octubre de 1998 - Washington, DC


Como Secretario General de esta institución y como colombiano, constituye al mismo tiempo un gusto y un honor darle a usted, señor Presidente Andrés Pastrana, y a sus colaboradores, la más calurosa bienvenida a esta, su casa, la Casa de las Américas.

Llega usted cuando los países de esta Organización celebran con júbilo la paz entre Ecuador y Perú que se firmó en su presencia, en Itamaraty, y que fue fruto del coraje y el valor de los presidentes Mahuad y Fujimori, y del apoyo de los cuatro países garantes. Estoy seguro de que su presencia en esta casa, cuando los vientos de paz soplan en América, es un buen augurio para Colombia.

La cálida y entusiasta bienvenida con que le ha recibido el Consejo Permanente en pleno, es una expresión sincera de la buena voluntad, del amplio respaldo, de los buenos deseos que la suerte de Colombia inspira en el alma de cada americano. Es así mismo una muestra de admiración por la entereza y el coraje con la que usted enfrenta la formidable tarea que tiene para responder a los anhelos de paz que se escuchan no sólo en Colombia sino a todo lo ancho de América, y para retomar la senda de la prosperidad y el desarrollo social que es imperativo para nuestro pueblo.

Quiero, con su venia, saludar al Canciller Guillermo Fernández de Soto, quien como alto funcionario de la OEA dejó una estela que todos recuerdan por su seriedad, su sólida formación jurídica y su gran calidad humana, en los inicios de una brillante y admirable carrera. Deseo así mismo, darle la bienvenida al embajador Luis Alfredo Ramos quien asume la representación de Colombia ante la OEA y viene precedido de impecables credenciales en los sectores público y privado.

Presidente Pastrana:

Arriba usted a la OEA en un momento de cambio y transformación. Hemos clausurado décadas de aislacionismo, confrontación y desconfianza. Hemos avanzado hacia la búsqueda de valores comunes en lo político y en lo económico. Estamos rehaciendo nuestra institución cincuentenaria para que responda a los desafíos de esta nueva época, marcada tanto por la globalización como por la integración regional, a la que de manera creciente nos hemos consagrado. Nos encuentra usted comprometidos con muchas tareas y responsabilidades para actualizar la agenda hemisférica conforme a los designios y mandatos de ustedes, nuestros gobernantes, en el proceso de Cumbres Hemisféricas.

Han pasado apenas 80 días desde que usted asumiera la Presidencia de Colombia, como consecuencia de su elección en los comicios de mayor participación de votantes en la historia del país. La expresión pacífica de más de 12 millones de sufragantes constituyó una prueba contundente de que la democracia colombiana es firme y que sus raíces son cada vez más fuertes y profundas. Le dio también a usted un mandato claro e insoslayable y fue una demostración inequívoca de que los colombianos prefieren los argumentos democráticos, los de la libre expresión popular, los de la razón, sobre los de fuerza o violencia para resolver sus problemas y continuar su accidentado tránsito al nuevo siglo.

Llegó usted a la Casa de Nariño exponiendo el panorama complejo que le esperaba en la Presidencia de la República, señalando y no escondiendo la magnitud de los desafíos que debía enfrentar. Y los colombianos aceptaron de manera expresa los sacrificios que usted indicó para hacer alcanzables los senderos de paz, igualdad y prosperidad que todos anhelamos. Las distintas fuerzas políticas, incluida la de su principal contendor, quien reconoció su victoria en justa lid, han ofrecido su concurso y su cooperación para sacar a Colombia de la difícil encrucijada en que se encuentra.

Aun para quienes hemos tenido las mismas responsabilidades que usted hoy tiene, es difícil recordar un comienzo de gobierno en medio de mayores dificultades, y que haya encontrado por delante tan obscuros nubarrones. Ha tenido usted, desde la partida, que navegar frente al incesante golpetear de las inesperadas olas que trajo la crisis asiática, frente a las marejadas de violencia y de inconformidad nacidas de una realidad social de causas ancestrales. Mantener el rumbo, aún comenzando la travesía, ha sido tarea difícil. Pero usted lo ha conservado con persistencia y férrea voluntad.

En lo que hace relación a mi partido, el Liberal, estoy seguro de que como ha sido tradicional, su actitud contribuirá a ayudar a superar las dificultades para que usted pueda gobernar con las ideas y propuestas con las cuales triunfó, más allá de que el Congreso pueda ofrecer iniciativas alternativas que efectivamente conduzcan a solucionar los problemas de Colombia. Estoy seguro, porque conozco a mi partido, que tal ejercicio de conciliación es posible, así buena parte de las bancadas se reserven el derecho de mirar la obra de gobierno con un ojo crítico y de fiscalización.

Algunos de quienes no hayan seguido nuestra política pueden encontrar difícil de comprender esta larga tradición colombiana. Esto corresponde, sin embargo, a la necesidad de preservar la gobernabilidad dentro del sistema presidencial, con un partido que ha mantenido sus mayorías en el Congreso por cerca de seis décadas, en gran medida gracias no solo a su ideario sino, también, a esa actitud siempre constructiva.

Señor Presidente Pastrana:

He tenido a lo largo de mi vida pública la oportunidad de conocerlo y de compartir con usted un enfoque sobre los problemas de Colombia y la manera de enfrentarlos. Obligado estoy a reconocer que la mayoría de las veces hemos encontrado coincidencias y en su momento, durante mi administración, pudimos adelantar tareas esenciales para el bienestar de los colombianos. Conozco sus firmes convicciones democráticas, su decisión por trabajar en la renovación de las costumbres políticas, su visión modernizadora de las instituciones públicas y de profundización de los cambios iniciados en la Constitución de 1991, su sentido compromiso con la búsqueda de la paz de Colombia, su concepción del Estado y la necesidad de transformarlo para que esté a la altura de los problemas, desafíos y demandas de estos tiempos.

Usted ha llegado a la conciencia a los colombianos y nos ha recordado que el conflicto interno de Colombia nos enluta a todos en el hemisferio y nos obliga a llevar una cinta negra sobre el corazón. Han sido ya muchos años de insensatez, de obcecación y de violencia irracional. Hay demasiadas viudas, demasiados huérfanos, demasiada sangre y demasiado llanto derramados.

Y usted ha dado pruebas sobradas de audacia y decisión, además de indiscutible valor personal, al adoptar un papel activo en la búsqueda de la paz. A pesar de la obstinación de los violentos, con su guía se han venido dando los pasos necesarios para iniciar las respectivas mesas de diálogo y negociación.

Algunos han encontrado en esa audacia riesgos para las instituciones. Esas dudas son explicables en nuestro sistema de gobierno y frente a un tema tan complejo. Pero yo, que también he estado al mando de las responsabilidades que usted tiene, aprendí incluso con su apoyo, que no es posible avanzar en la transformación de Colombia sin tomar riegos. Que la búsqueda de la paz bien justifica ensayar, tratar, explorar, buscar nuevos caminos, conceder el beneficio de la duda. Nadie puede decir que tiene una fórmula certera. Y nadie podrá decir, si usted no resultara exitoso, que a la sociedad colombiana le faltó generosidad, que no agotó las vías del diálogo, de las soluciones políticas para resolver el problema del enfrentamiento armado. Si ello llegara a ocurrir terminaríamos propios y extraños por creer lo que hoy tantos temen: que las actividades delicuenciales y criminales se han apoderado del alma de esos grupos irregulares de tal manera, que ya son incapaces de recorrer el camino de la reconciliación que el mundo entero, y ya no solo los colombianos, está invocando.

Su estrategia de paz incluye importantes reformas a nuestras instituciones políticas para tratar de encontrar aquellas que nos permitan continuar el camino de cambios que Colombia demanda. Cualquiera puede poner en duda la conveniencia de las propuestas de la Reforma Política, pero en esta ocasión no se podrá decir que se trata de dar marcha atrás, de regresar al pasado. Algunos nostálgicos así lo quisieran, pero ello ya no es posible. Se trata de dotar al Presidente de facultades esenciales en la búsqueda de la paz. También, de llenar un vacío que han tenido nuestras constituciones para estimular la creación de partidos políticos fuertes que tengan la capacidad de articular a toda nuestra sociedad y que adopten mecanismos democráticos para tomar sus decisiones. Se trata, igualmente, de avanzar en una reforma electoral que contribuya a mejorar los mecanismos de la representación proporcional y que los cuerpos legislativos reflejen mejor la voluntad popular.

Puede ser que algunos se fatiguen en tales empeños, o que sean escépticos sobre el continuo buscar para transformar las instituciones, pero la inmensa mayoría de los colombianos así lo desea.

Su política de paz también comprende el fortalecimiento de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional para que sean garantes de la defensa de nuestra democracia, legitimidad y orden constitucional. Las deficiencias que tenga la sociedad colombiana no son su responsabilidad, ni tampoco las falencias o debilidades del Estado colombiano. Si las Fuerzas Armadas, con estricto apego a la defensa de los derechos humanos, tienen tropiezos, no por ello dejan de merecer nuestro respaldo decidido. Y si han encontrado en algunas regiones frentes guerrilleros con un poderío militar inusual, ello se debe a la abundancia de un financiamiento criminal del que somos responsables los dirigentes colombianos y los de los demás pueblos que no hemos encontrado aun soluciones eficaces al problema de las drogas.

Quiero dar fe, por mi conocimiento cercano en dos períodos presidenciales sucesivos, que las Fuerzas Militares y de Policía no han obstaculizado la búsqueda de la reconciliación, ni ellas son las responsables de que no haya paz ni de que, como ocurre en tantas regiones de Colombia, nuestras instituciones y nuestro Estado no despierten confianza, no tengan capacidad para convocar a los ciudadanos, o simplemente no tengan presencia alguna. Si las Fuerzas del Orden no encuentran cooperación civil, es más nuestra falta que de ellas. Lo que debemos buscar hacia el futuro es que el orden Constitucional que ellas están llamadas a defender sea, de manera creciente, uno que nos convoque a todos, que tenga los cimientos de una sociedad más tolerante, más justa y más igualitaria.

Apreciados amigos:

Quisiera referirme ahora a los tropiezos que Colombia y otras naciones han encontrado en los mercados financieros internacionales. Se trata de los efectos derivados de la crisis Asiática por los desarrollos recientes de especulación y volatilidad de los capitales, de sobrereacción de los mercados y de deficiencias en los mecanismos de regulación.

En el caso colombiano existe un reconocimiento general sobre la seriedad y la consistencia de su política económica. Infortunadamente a Colombia, la crisis internacional la tomó con una menguada actividad productiva, una muy deteriorada situación fiscal y un considerable déficit de cuenta corriente. Todos estos fueron problemas que su gobierno encontró, señor Presidente. Y a ello se suman las amenazas de una crisis financiera de magnitud global y de una recesión de gran envergadura.

Es en ese contexto que deben entenderse las medidas cambiarias y el considerable incremento de las tasas de interés para detener un ulterior deterioro del nivel de las reservas internacionales de Colombia. Ha adoptado su gobierno, además, medidas de austeridad y está profundamente comprometido con una política de reducir el déficit fiscal.

Todas estas decisiones van a significar, en el corto plazo, una sensible disminución de las tasas de crecimiento económico. Sin embargo, las autoridades han actuado con prontitud y decisión en aras de recuperar para el país la estabilidad y el buen manejo económico que siempre le caracterizó y que, infortunadamente, se estaba perdiendo con muy serias consecuencias para el bienestar de los colombianos.

Esperamos que con el liderazgo de los países industrializados, que aún no se ha materializado, se actúe con eficacia para evitar la generalización de la crisis. Para ello, antes de pensar en cómo se reforman las instituciones de Bretton Woods, hay que asegurar con prioridad que Colombia y otros países reciban el apoyo financiero de liquidez indispensable mientras los mercados se serenan.

Creo sinceramente, Señor Presidente Pastrana, que el momento actual presenta una oportunidad única para mirar más allá de la crisis y pensar en el futuro que queremos construir para nuestros hijos. Usted sabe bien que no podemos sacrificar el modelo económico por los llamados populistas y retardatarios que invitan a dar marcha atrás, a volver al pasado. Su administración, Presidente, tiene el enorme desafío que implica encontrar recursos financieros hoy más escasos y costosos, lo que impone una nueva disciplina a todos. Ello obliga a ser en extremo austeros en el corto plazo, y a pensar creativamente en el mediano plazo, horizonte en el cual se puedan establecer bases para un desarrollo más equitativo y sostenible.

Claro que hay que tomar todas las medidas de corte monetario y fiscal para contrarrestar los efectos de la crisis, pero allí no nos podemos quedar. Le debemos aplicar a la reforma de las políticas e instituciones sociales el mismo entusiasmo y vigor que le hemos dedicado a la reforma de las instituciones económicas. Solo con el compromiso que claramente usted tiene, con una política educativa y social renovada, será posible hacerle frente a la suerte de los millones de colombianos que hoy viven en situación de pobreza, y ser eficaces en el objetivo de avanzar hacia una mayor igualdad.

Y es en este contexto que es tan trascendente el compromiso de su gobierno para sanear las finanzas públicas. Es posible que frente a la compleja realidad lo más fácil hubiera sido realizar un ajuste más parcial y confiar en un golpe de suerte futura. Pero usted tiene un serio compromiso con la estabilidad, y el paquete fiscal a consideración del Congreso es imprescindible para Colombia. Con la severa reducción y encarecimiento del financiamiento externo, ello es hoy más apremiante.

Bien cabe recordar lo que sucedió frente a las graves consecuencias de la crisis de la deuda latinoamericana a comienzo de la década pasada, y frente a un gobierno de semejante cariz político, cuando el liberalismo dejó a un lado las facilistas consideraciones electorales y, con el apoyo de sus expresidentes y el concurso de sus exministros de hacienda y de la inmensa mayoría de esta bancada en el Congreso, retomó su tradición histórica de búsqueda de la moneda sana. Así brindó su decidido concurso en favor de una solución, y el pueblo colombiano entendió ese gesto como uno de patriotismo y responsabilidad. Sólo si los colombianos anteponemos el bien nacional a nuestras decisiones, podremos recuperar nuestra economía para el crecimiento y la generación de empleo productivo.

No puedo concluir sin decir que el problema de las drogas ilícitas sigue en lo alto de la agenda con sus secuelas de inmoralidad y muerte. Los obstáculos que Colombia tiene no son pocos ni fáciles de sortear. Para fortuna nuestra, con la indiscutible autoridad que todos le reconocen, usted podrá avanzar en una política que nos permita obtener más recursos y menos condicionamientos, más cooperación internacional y menos recriminaciones mutuas. Con usted a la cabeza, Colombia tiene una oportunidad sin par para restablecer un ambiente de cooperación y no de confrontación. Su sola presencia ha cambiado por completo la actitud que frente a nuestro país han tenido los sectores decisorios de la sociedad de los Estados Unidos como lo comprueba la excepcional visita de Estado que usted realiza a este país cuando recién comienza su gobierno. Hago votos porque con usted en primera línea podamos continuar en la CICAD con el proceso de creación de un Mecanismo de Evaluación Multilateral que nos permita avanzar en ese propósito y atacar los diferentes eslabones de una cadena que a nuestra patria solo le ha traído corrupción, dolor y destrucción.

Señor Presidente Pastrana:

La multitud de tareas que tiene ante usted habrían derrotado a muchos otros que no tienen su temple y su temperamento. La complejidad de sus responsabilidades nos hace pensar más en el lenguaje de los desafíos mitológicos para describir la magnitud de los retos que usted confronta.

En medio de sus problemas, atropellada por sus vicisitudes, Colombia tiene la fortuna de tenerlo a usted como el líder en el que ha puesto sus esperanzas. Los colombianos, endurecidos por el sufrimiento y las adversidades, sabemos que los tiempos que se avecinan no son fáciles y que será necesario sacar fuerzas de la flaqueza para enfrentar nuevos y complejos obstáculos. Pero también sabemos que en el solio de Bolívar se encuentra un Presidente honesto y decidido, con mano firme para conducir el barco a través de la tormenta.

En ese propósito cuenta usted con la solidaridad del continente americano y de nuestra Organización. Cuentan los colombianos con millones de hermanos, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, que les acompañan en la búsqueda de la paz y del progreso.

Hace ya algunos años un gran americano, su padre, Don Misael Pastrana Borrero, siendo presidente de Colombia, dijo en 1973 con ocasión de la sesión del Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA, palabras que hoy resultan premonitorias: "A los países cada día los mueve más la profunda convicción de que una auténtica seguridad interna no depende solamente de su vigilante autoridad o del vigor exclusivo de sus economías. Los orientadores de la opinión y de la política, por fortuna, comienzan a entender que los problemas del hombre de hoy son universales y requieren soluciones globales".

Esas palabras cobran hoy toda su vigencia en los albores de un nuevo siglo para que Colombia, con la solidaridad de todos los americanos tenga, parafraseando a nuestro Nobel García Márquez, una segunda oportunidad sobre la tierra.

Muchas Gracias.