Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
AL INICIAR SU SEGUNDO PERÍODO COMO SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS

15 de septiembre de 1999 - Washington, DC


Me llena de regocijo estar hoy junto a los míos, mi esposa y mis hijos, y estar con ustedes, amigos y colegas pertenecientes a la gran familia americana. Entre ellos permítanme destacar la presencia del Canciller de Colombia, don Guillermo Fernández de Soto, encabezando la delegación de mi patria. Mis saludos también a los cancilleres y jefes de delegación que hoy están con nosotros, así como al embajador Christopher Thomas quien me ha acompañado en esta travesía. Gracias al señor Presidente del Consejo Permanente, Sir Arlington Butler, por sus generosas palabras y por la lucidez con la que ha esbozado los desafíos que encontraremos en los años por venir. En medio de esta celebración, nuestros pensamientos están también con su país, Bahamas, víctima reciente de la furia implacable de la naturaleza.

Este día en el que la Casa de las Américas se engalana con la presencia de tan distinguidos visitantes para dar inicio a mi segundo período en la Secretaría General de la OEA, es una buena oportunidad para hacer un alto y reflexionar sobre el camino que hemos recorrido, escudriñar el presente y reexaminar nuestro rol en el concierto de naciones. Pero por sobretodo otear el porvenir y anticiparnos al mundo que pretendemos construir. En un horizonte en el que podamos pensar más en nuestros sueños, nuestros ideales, en nuestros valores, en la convicción de que tenemos un destino común.

Hace unos meses, durante nuestra celebración cincuentenaria, pudimos verificar también como la creación de la OEA fue el primer intento de hacer la unión hemisférica basada en principios y no en intereses económicos o estratégicos. Infortunadamente lo que sobrevino fue la guerra fría y lo que predominó como denominador común para la unión fue el temor. Por eso hoy, cuando se ha acelerado el reloj de la historia, también tenemos aquí que acelerar el paso y conformar una agenda para recoger las nuevas realidades, los nuevos problemas, los nuevos caminos que nos han trazado nuestros gobernantes.

Durante estos años hemos visto también el fortalecimiento del sentimiento de comunidad entre nuestros pueblos. Los vínculos culturales, históricos y geográficos se han hecho cada vez más fuertes, alentados por la certeza del destino común. Las diferencias de tamaño, riqueza y poder le han ido cediendo el lugar a una enorme voluntad política de compartir los desafíos y los problemas, pero también las metas y las ilusiones.

Y en este lustro también hemos aprendido que nuestra prosperidad y crecimiento no siguen una senda rectilínea, que el camino está lleno de escollos, que no hay milagros ni soluciones fáciles y simplistas y que en el sendero de la globalizacion hay enormes oportunidades, pero también asechanzas y peligros. Pero que tales obstáculos son solo eso: obstáculos que vamos a superar con nuestra determinación de unir fuerzas, de compartir s fortalezas, de superar debilidades, de llevar adelante un proceso de integración económica y social que cobije todas las Américas.

Como ya lo señalamos en la pasada Asamblea General, la volatilidad de los capitales ha resultado ser el más pernicioso de estos efectos indeseables. Una y otra vez ha surgido con tal ímpetu que destruye en horas el trabajo, esfuerzo y sacrificio de años. Algunos de los que carecieron del buen juicio a la hora de tomar las decisiones, quienes oscilan entre un optimismo desbordante y el súbito pánico, dirían que simplemente se han puesto a prueba la solidez de nuestros fundamentos económicos, que falta información o transparencia, o que hay demasiada lentitud o demasiado gradualismo en los ajustes.

Uno tiene la impresión que se dan reacciones desproporcionadas y sistemáticas en las bolsas de valores, y que los agentes económicos de los mercados bursátiles no diferencian, a la hora del pánico de turno, las buenas de las malas políticas; los desajustes transitorios de aquellos que son estructurales; las compañías buenas y solventes de las malas. Nosotros en cambio creemos que nuestras instituciones económicas están a veces mejor cimentadas que aquellas de quienes pretenden juzgarnos con tan desproporcionada severidad.

Como lo hemos dicho, es preciso reconocer que la mayor cantidad de problemas se dan en aquellos países que tienen mayores desequilibrios, como también es verdad que de cada crisis hemos salido fortalecidos, mejor preparados, con mejores instrumentos, con instituciones más sólidas. También podemos decir de manera inequívoca que en la mayor parte de los países nuestras autoridades han reaccionado con excepcional prontitud y firmeza, y han puesto todo su capital político en la mesa para defender la bien ganada estabilidad de precios y las bien aprendidas lecciones de la conveniencia de los equilibrios macroeconómicos, superando debates ya agotados y recuperando en pocos meses el sendero de la estabilidad y el crecimiento. Sin duda hoy somos más conscientes de nuestras vulnerabilidades y tenemos una actitud mas realista y más madura sobre nuestras posibilidades y sobre las virtudes y deficiencias de nuestras estructuras económicas.

Ya decíamos, también, como en nuestra opinión debemos proceder pronto con claridad y firmeza para que estos episodios no conduzcan a la perplejidad y al temor al cambio. Porque una y otra vez los estudios que se realizan muestran que los países que más crecen son los que más reformas han hecho, y que solo acentuando las reformas y abriendo nuevos frentes de cambios institucionales se puede incrementar de nuevo el ritmo de crecimiento. Sin embargo, es necesario decir que en esta nueva fase las reformas son más difíciles de desarrollar con procedimientos cerrados o autoritarios, y que ellas necesitan más negociación y más espíritu de compromiso; en suma, demandan de un apoyo social y político más amplio.

Y a lo ancho del globo hay algunos que creen que la globalizacion está borrando todas las fronteras y que la soberanía se está diluyendo en medio del vertiginoso circular de la información y de los capitales. Estos creen por lo tanto que en un futuro el Estado será más imprescindible y menos poderoso. Yo no sé si tal cosa va a ocurrir en sociedades desarrolladas de otras latitudes. Pero eso no es lo que está ocurriendo en las América y no es lo que se prevé que ocurra.

Lo que hoy percibimos también es que la globalizacion ha acrecentado las demandas sobre las sociedades y las economías; que de manera creciente ella presiona no solo sobre las empresas sino sobre el Estado y sus crecientes responsabilidades. Y al tiempo que si estas demandas crecen, ello no significa que la presión fiscal y el tamaño del Estado no puedan continuar creciendo pues ello ahogaría la actividad privada.

Y esto representa un enorme desafío en un hemisferio donde se ha dado una enorme tendencia a la hipertrofia estatal, a la excesiva burocratización, al escogimiento de funcionarios públicos con criterios en exceso politizados. Solo un Estado funcionando de manera eficiente podrá enfrentar los complejos desafíos que nos trae la globalizacion y superar las características de subdesarrollo que todavía agobian a muchas de nuestras actividades productivas y de prestación de servicios públicos.

Es en este contexto que debemos entender cual es la responsabilidad y misión de la OEA y el Sistema Interamericano de Instituciones. Hasta hace pocos años a la Organización se la veía como una institución que había contribuido a mantener viva la llama del multilateralismo en los años de la Guerra Fría. Lo que hemos visto en los noventa, es un avance de la Agenda Interamericana que ha crecido hasta casi coincidir con la agenda doméstica. Prácticamente no hay temas que no tengan una dimensión internacional. Y eso nos ha conducido a que hoy tenemos una mucho mayor demanda por acciones colectivas de instituciones hemisféricas, alimentadas por el muy modesto aparataje que sobrevivió a la guerra fría y que, además, se ha reducido significativamente en esta misma década por restricciones presupuestales impuestas por los estados.

Hoy tenemos, pues, mucho más demanda de multilateralismo que instituciones para responder esas demandas. Ello ha sido evidente en el proceso de seguimiento de los mandatos de los Presidentes y Primeros Ministros, así como de lo dispuesto por las reuniones ministeriales. Es pues necesario actuar con responsabilidad en el uso de los recursos para acrecentar la eficiencia del Sistema, para reclamar de todos cooperación y flexibilidad, y para buscar maneras de financiar una creciente actividad interamericana.



Apreciados amigos:

Quisiera ahora referirme a algunas de las principales tareas por realizar en el próximo quinquenio y al marco dentro del cual ellas se llevarán a cabo por parte de nuestra Organización. Varias de estas ideas y algunas más se encuentran consignadas en el documento "Desafíos para un nuevo futuro", el cual estamos entregando en el día de hoy para que sea un aporte a la reflexión en torno al porvenir de la OEA.

En las tareas de defensa y fortalecimiento de la democracia en el hemisferio, hoy contamos con una auténtica doctrina interamericana de apoyo y solidaridad con ella, que actúa automáticamente contra cualquier intento de los poderes públicos de anular a los demás o contra cualquier amenaza militarista que pretenda interrumpir la continuidad institucional en cualquiera de los países americanos. Pero es bueno reconocer que aún queda un largo camino por recorrer.

Todos en América estamos de acuerdo en que la democracia es mucho más que la celebración de elecciones limpias y transparentes, o la posibilidad de acceder al Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Las amenazas a la estabilidad democrática persisten en numerosos países del Hemisferio. A las viejas asechanzas, representadas por el temor a los golpes militares, se suman hoy nuevos peligros, más sutiles que los anteriores pero no por ello menos preocupantes, tales como el debilitamiento del principio del equilibrio y la independencia de los poderes, el agravamiento de la impunidad y el subsecuente debilitamiento del poder judicial, el ataque a las libertades básicas como la libertad de expresión, y la presencia de severas intransigencias y polarizaciones entre sectores que impiden con frecuencia alcanzar consensos mínimos acerca de como encarar los problemas nacionales fundamentales bien sean de índole económica, política o social.

En muchos países la "luna de miel" con la democracia ha quedado en el pasado. Quienes la vinculaban con mayor prosperidad se han visto con frecuencia defraudados. La propia falta de estabilidad económica y de precios cercena toda posibilidad de mejoría en el frente social. Para los sectores más desposeídos la democracia no está asociada a un mejoramiento de sus vidas cotidianas. Esta desilusión con la democracia se ha reflejado con frecuencia en los bajos niveles de participación en los procesos electorales y en una pobre evaluación de las instituciones públicas como se ve reflejado en numerosas encuestas y estudios de opinión. Las nuevas generaciones, por otra parte, no conocieron el capítulo oscuro de las dictaduras, por lo que no necesariamente valoran con la misma intensidad las libertades y protecciones de las que gozan en la actualidad.

Todas estas situaciones pueden, en un momento dado, afectar rápidamente la estabilidad democrática de un país o contribuir seriamente a su deterioro. Y a estas situaciones se suman además los problemas que carcomen nuestras democracias quitándoles fuerza y legitimidad: narcotráfico, terrorismo, corrupción, pobreza extrema, violencia y criminalidad.

Recientemente han surgido propuestas para robustecer los instrumentos a disposición de la Secretaria para hacerle frente a los factores que amenazan la estabilidad democrática, pero es aun temprano para analizar si por tal camino se va a avanzar. Pero el gran desafío de los próximos años será mejorar y profundizar la calidad de nuestra democracia representativa y, en algunos países, afianzar un marco de tolerancia que fomente el diálogo, la aceptación de opiniones contrarias y la búsqueda de consensos para avanzar en las agendas nacionales.

Urge igualmente ampliar los espacios de participación de la ciudadanía en el proceso de toma de decisiones, abrir nuevos espacios a la presencia de la sociedad civil, aumentar las actividades que llevamos a cabo con los poderes legislativos y judiciales, y garantizar el pleno acceso de la ciudadanía a la información sobre el desempeño de sus gobernantes. Es claro, en todo caso, que existe una demanda hemisférica por profundizar el dialogo político por parte de todos los actores, y por buscar medios que lo faciliten y estimulen un más rico intercambio de experiencias. Trabajaremos con el BID en iniciativas para mejorar la gobernabilidad de algunos países y en el desarrollo de iniciativas para mejorar el dialogo hemisférico.

Me refiero ahora al Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Por una parte la Secretaría tiene, como se lo han solicitado los países, la voluntad de apoyar de manera creciente la labor de la Corte y la Comisión Interamericana, arbitrando más recursos y fortaleciendo su autonomía financiera y administrativa. Esto les permitirá continuar considerando cada vez un número mayor de casos y expandiendo una nueva generación de derechos más acordes con los problemas de profundización de nuestra democracia. También se espera el impulso de la utilización de la figura del relator especial para el estudio y seguimiento de temas de especial importancia como la libertad de expresión, los derechos de los niños, las mujeres, los trabajadores migrantes o las poblaciones indígenas.

Aun previendo que se presenten tropiezos y aun retrocesos, nuestro propósito es el de lograr que todos los Estados miembros de la Organización se adhieran al Sistema Interamericano de Derechos Humanos y acepten la competencia tanto de la Corte, como las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Ello es un propósito esencial al fortalecimiento de los valores democráticos en América.



Apreciados amigos:

Los cambios y transformaciones de los últimos diez años en el panorama político y estratégico mundial han impuesto la necesidad de revisar las bases que sustentan las relaciones entre los Estados en materia de mantenimiento de la seguridad. Con el fin de la guerra fría el hemisferio ha asumido la necesidad histórica de desactivar tensiones centenarias y de construir un compromiso con la paz, avanzando en la construcción de un nuevo paradigma de seguridad. Estos temas han encontrado en la Organización de los Estados Americanos un espacio privilegiado de discusión y negociación para ser tratados de manera cooperativa, franca y constructiva.

La columna vertebral de este proceso la han constituido las Conferencias Regionales sobre Medidas de Fomento de la Confianza y de la Seguridad realizadas en Santiago de Chile en 1995, y en San Salvador en 1998. Dichas conferencias han permitido abordar de manera clara y abierta las diferentes concepciones y percepciones que los Estados tienen respecto de las amenazas potenciales que pueden existir para su seguridad y la de la región como un todo. Se ha creado un clima de confianza entre partes que se trataban con recelo, y ello se ha logrado sobre la base de la transparencia y el intercambio de información. En este marco ha sido posible examinar las particulares preocupaciones de seguridad de los pequeños Estados insulares, las cuales incluyen, desde una perspectiva multidimensional, aspectos no militares. Al referirme al tema de los desastres naturales que han golpeado con tanta fuerza al Caribe en estos días, impulsaremos la labor del comité que hemos creado en asocio con otras instituciones del sistema.

En la aplicación de medidas de confianza hemos pasado de aspectos que se desarrollan según la buena voluntad de las partes a medidas de carácter obligatorio como la Convención sobre Tráfico Ilegal de Armas, o la más reciente de Transparencia en la Compra de Armas. De tal manera se empieza a abrir la posibilidad de tocar aspectos de desarme y control de armamentos tal como nos lo encomendaron los mandatarios en la Cumbre de Santiago. La gran Conferencia de Seguridad dispuesta por nuestros mandatarios y que deberá celebrarse a comienzos de la próxima década debería tener éstos como los principales temas de su agenda.

También se continuará con nuestra labor pionera en el área de desminado con el propósito de lograr, como nos lo hemos propuesto, un hemisferio libre de minas antipersonales conforme a los compromisos de la Convención de Ottawa. Estamos iniciando un esfuerzo adicional importante que requiere del apoyo de países miembros, observadores y de toda la comunidad internacional para culminar el desminado de Centroamérica, y más específicamente el de Nicaragua, para mediados de la próxima década. Hemos ofrecido también nuestro concurso para el desminado de la frontera entre Ecuador y Perú.

Mediante la Declaración de Lima para Prevenir, Combatir y Eliminar el Terrorismo, se definió a este flagelo como un delito y una amenaza a la estabilidad de las instituciones de la democracia. La creación del Comité Interamericano contra el Terrorismo (CICTE), en Mar del Plata, permitirá a los Estados miembros un mayor intercambio de información, de cooperación y de formación de personal para mejorar la capacidad de respuesta frente a actos terroristas, siguiendo las metodologías y practicas usadas por CICAD.

En los próximos días el sistema interamericano tendrá motivos de regocijo cuando los países miembros adopten en Montevideo el Mecanismo de Evaluación Multilateral, MEM, que debe estar operando a comienzos del próximo año y que se debe convertir en el replanteamiento más importante que haya tenido lugar en América en las relaciones entre todos nuestros países para combatir el trafico de drogas. Se les dará a los países unos instrumentos que les permitan ajustar, modificar o reforzar periódicamente sus políticas y hacerlo en un escenario donde se tengan en cuenta todas sus manifestaciones. Esto les permitirá ser más rigurosos en el análisis de sus acciones, cotejar la eficiencia de sus métodos de trabajo, sacar mejor provecho de sus aciertos y errores, y beneficiarse de la información hemisférica y las experiencias similares. No se trata de crear un tribunal supranacional, ni está previsto el establecimiento de sanciones.

Y para lograr esto el sistema debe realizar análisis y evaluaciones técnicas y objetivas, aplicadas a todos los países por igual. El sistema estará basado en los principios de la Estrategia Hemisférica contra las drogas: corresponsabilidad, reciprocidad, equilibrio y consenso entre los Estados, imparcialidad y transparencia. No se trata de encontrar un mecanismo de carácter sancionatorio, sino de diseñar una verdadera estrategia de cooperación.

El Mecanismo ha sido perfeccionado en el seno de la CICAD, y se ha llegado a acuerdos sobre sus principios, objetivos y características, así como los indicadores a utilizar. De ser exitoso y basado en sólidos argumentos técnicos, como estamos seguros lo será, va a tener mucha legitimidad y credibilidad y será punto de referencia obligado para gobiernos, medios de comunicación y sociedad civil.

Frente a los logros alcanzados, continuaremos por la senda. Las Cumbres Hemisféricas le están dando un norte, un rumbo a nuestras tareas. En Canadá esperamos ver fortalecida nuestra arquitectura institucional, para recibir mandatos más formales y para tener más cerca el Grupo de Revisión e Implementación, como esperamos también fortalecer la Comisión de Gestión de Cumbres en la Organización.

De tal manera, los años por venir serán cruciales en el desarrollo de nuestro rol como responsables de la memoria institucional del proceso de Cumbres Presidenciales y del apoyo técnico a este tipo de reuniones. Estas actividades han enriquecido el tradicional papel de la OEA como epicentro del diálogo político hemisférico, como centro de intercambio de experiencias, como responsable de construir y preservar los sistemas de información continental, como banco de experiencias exitosas, como escenario donde se pueden consensuar políticas de alcance hemisférico.

El desafío de alcanzar un desarrollo social justo y sostenible continúa siendo una de las tareas más urgentes en nuestro Hemisferio. No podemos olvidar que nuestra región es la más desigual del mundo en materia de equidad. Continuaremos trabajando con las altas autoridades de desarrollo social en la cooperación interamericana para diseñar proyectos piloto y estimular un rico intercambio de experiencias. Intensificaremos nuestros esfuerzos para hacer de la educación la espina dorsal de nuestros propósitos de competir internacionalmente y avanzar hacia una mayor igualdad. Continuaremos impulsando el vigoroso programa de proyectos multilaterales definido en la Reunión de Ministros de Educación de Brasilia. Resulta paradójico e inaceptable que un hemisferio rico en posibilidades y recursos haya dejado a 150 millones de sus hijos desamparados, atrapados en las garras de la miseria.

En el marco de la OEA, las reuniones de Ministros de Justicia han permitido un diálogo político en relación con los principales problemas que tienen las Américas en este campo. Apoyaremos decididamente el Centro de Estudios de la Justicia, como instrumento fundamental para fortalecer la cooperación en las Américas y para hacer de la Organización centro de información que facilite la cooperación judicial. Prestaremos nuestro apoyo a las Reuniones a realizarse en Costa Rica en el año 2000, y en Trinidad y Tobago en el 2001.

Esperamos, en conjunto con el Banco Interamericano, asistir a los Ministros de Trabajo en fortalecer la aplicación y respeto de los derechos básicos de los trabajadores, en la modernización de los Ministerios, en temas de administración laboral y en identificar las consecuencias de la globalización sobre este sector. Tendremos que retomar la iniciativa política en el tema de corrupción, no solo para poner en vigencia la Convención a lo ancho de todas las Américas, sino para desarrollar al mas alto nivel el Programa Interamericano que hemos venido diseñando. Continuaremos trabajando con el BID a nivel de país para superar las dificultades que se presenten en la ratificación de la convención.



Señor presidente:

Con el mandato político de nuestros gobernantes y lo dispuesto por los ministros de Comercio la Secretaria, dentro del Comité Tripartito, continuará aportando su apoyo técnico a los grupos de negociación para la creación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Al mismo tiempo, la Secretaría prevé el fortalecimiento de la asistencia técnica, la mayor oferta de educación y entrenamiento de funcionarios y el desarrollo de los sistemas de información comercial. Mientras percibamos la significativa expresión de la voluntad política de nuestros gobiernos continuaremos movilizando nuestros recursos financieros y humanos dentro de los objetivos y plazos que se nos han fijado, en la seguridad de que estamos contribuyendo a la conformación de la más ambiciosa empresa económica y política de las Américas.

Sin duda la Cumbre de Santa Cruz de la Sierra representó un hito en las responsabilidades de la OEA en materia de desarrollo sostenible. Es necesario trabajar en muchos frentes para dar cumplimiento a las acciones acordadas. Existe una gran necesidad de contar con un foro para definir las prioridades, perfeccionar las acciones que se recogieron tardíamente en el proceso, recuperar antecedentes y fijar líneas de acción y métodos de ejecución. En algunos casos es necesario establecer responsables de esa ejecución y en otros profundizar en las acciones y hacerlas más operativas. Es imprescindible también trabajar en aspectos financieros. Para hacer frente de manera adecuada a esas necesidades, se propuso en el informe presentado en Santiago el establecimiento de un Foro sobre el Desarrollo Sostenible en el ámbito ministerial que funcionaría en el marco del CIDI. Ese sería sin duda un significativo paso para adelantar algunas de estas tareas.

Con la creación de la Agencia para la Cooperación y el Desarrollo, los proyectos de asistencia técnica financiados por los llamados fondos voluntarios de la OEA pasarán a ser administrados directamente por dicha Agencia, lo cual permitirá dar mejor cuenta de los recursos aportados, de su destino y los resultados de su aplicación. Se trata de crear instrumentos más flexibles que fortalezcan la capacidad de movilizar recursos nuevos provenientes de otras instituciones del Sistema Interamericano o de fuera de él, como agencias, fundaciones, bancos de desarrollo. Se trata también de tener una Secretaría más fuerte con mayores funciones y con la posibilidad de usar los recursos conforme a las orientaciones de un cuerpo directivo más reducido y con más sentido ejecutivo.

Ello permitirá al resto de la Secretaría General dedicarse por completo a apoyar el diálogo político en los sectores temáticos, y así concentrarse en la provisión de instancias eficaces para que las autoridades nacionales de distintos ministerios sociales y técnicos realicen un fructífero intercambio de experiencias que fortalezca el diálogo hemisférico y el diseño de políticas más eficaces.



Apreciados amigos:

No puedo concluir estas palabras sin tocar el tema administrativo donde aún queda mucho por hacer. En particular merece especial atención la salud financiera de la Organización que continua deteriorándose como consecuencia directa de los crecientes atrasos en el pago de las cuotas con que los países miembros contribuyen al Fondo Regular, de la congelación nominal de las cuotas y de la caída de otros ingresos. Resulta cada vez más difícil conciliar el creciente numero de mandatos y tareas con nuestras limitaciones financieras.



Señor Presidente, señoras y señores:

Yo aspiro a entregarles un reporte alentador dentro de cinco años cuando termine mi mandato. Anhelo, por ejemplo, ver solucionado el tema de Cuba, avanzando hacia una sociedad pluralista y democrática con mayores libertades públicas y mayor respeto por los derechos humanos, y a la que lleguemos como consecuencia de que todos en este hemisferio hubiésemos usado los medios de la diplomacia para buscar una transición pacífica y ordenada, para así dejar atrás el que sigue siendo de manera individual el principal problema político del hemisferio.

También deseo que la paz florezca en mi país, Colombia, para que se pueda construir el progreso y la tolerancia donde hoy existe solo tristeza y desolación. Y aspiro, por supuesto, a que los pueblos de las Américas aprovechen las inmensas oportunidades que ofrecen estos tiempos modernos para que la prosperidad se extienda desde Alaska hasta la Patagonia, desde Canadá a Tierra del Fuego.

Al asumir mis funciones para un segundo período como Secretario General de la Organización de los Estados Americanos, quiero convocarlos a todos a rehacer a la OEA y al sistema interamericano de instituciones para que ellas respondan a los objetivos que nuestros pueblos nos han dibujado: un horizonte de integración, paz y democracia. Pero también de igualdad, justicia y libertad. Uno de solidaridad, de preservación de la naturaleza, de crecimiento y prosperidad.

Muchas gracias.