Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
AL VIGESIMO SEXTO PERIODO EXTRAORDINARIO DE SESIONES DE LA ASAMBLEA GENERAL

15 de noviembre de 1999 - Washington, DC


Estimados señoras y señores embajadores, representantes de países observadores permanentes, amigos y amigas:

Hoy, en esta sesión extraordinaria de la Asamblea General, los Estados miembros dan un importante paso en la construcción de una nueva arquitectura para la cooperación solidaria en el hemisferio. Tanto la creación de la Agencia Interamericana de Cooperación y Desarrollo, como la aprobación de los Estatutos del Centro de Estudios para la Justicia son demostraciones inequívocas de la voluntad de todos los países del hemisferio de apoyar, de manera siempre más eficiente y activa, el desarrollo, el progreso y el bienestar de los pueblos de las Américas. Es igualmente un signo categórico del compromiso que compartimos todos por la renovación y el fortalecimiento de la Organización. Las instituciones, para mantenerse relevantes y eficaces, deben realizar un ejercicio constante de evaluación y de adaptación a las realidades que van emergiendo a diario en un Hemisferio cada vez más dinámico y complejo; las decisiones que Ustedes están adoptando hoy se enmarcan en esa necesidad.

La Agencia que hoy ustedes transforman en realidad nació de una propuesta que hace casi dos años hiciera la delegación de los EE.UU. en la reunión anual del CIDI en Buenos Aires. Desde entonces, la región ha debido hacer frente a una nueva oleada de desafíos. Nuestras economías han tenido que enfrentar las crisis alimentadas por la volatilidad de los capitales internacionales. Sin querer repetir la letanía de efectos desatados por la crisis financiera asiática y rusa, debemos estar conscientes que nuestra región ha debido enfrentar un cuadro difícil. Cerramos el año con índices altos de pobreza, desempleo y desigualdad. A estos problemas se han sumado los efectos devastadores de huracanes, terremotos y fenómenos climáticos.

Frente a desafíos de tal magnitud, debemos reconocer que los pueblos y los gobiernos del continente han sabido responder con entereza y valentía. En materia económica, los estados han mantenido el rumbo, superando las dificultades y fortaleciendo sus sistemas y las herramientas a su disposición para enfrentarlas. Gracias a ello, la inflación continúa su tendencia a la baja, las economías siguen abiertas al mercado internacional, y los niveles de gasto social se mantienen relativamente altos, pese a las presiones a que ha estado sometida la política fiscal.

En los países golpeados por la violencia de la naturaleza, los gobiernos han asumido el liderazgo necesario para ofrecer la asistencia de emergencia a las comunidades más afectadas, y han puesto en marcha, con el apoyo solidario de la comunidad hemisférica e internacional, planes para la rehabilitación y la reconstrucción de la infraestructura económica y social.

Así mismo, los países de la región, a pesar de las dificultades, han seguido profundizando y consolidando sus sistemas democráticos, haciéndolos más participativos, siempre más respetuosos de la voluntad popular y de los derechos de las personas, y gestores de políticas públicas más eficientes y de mayor impacto.

Todo lo anterior demuestra la vitalidad y la madurez con las que la región ha asumido los desafíos recientes. Y parte de esa madurez, es que hoy no hay nadie en este lado del planeta que crea que los cambios que hemos ejecutado son lineales, ni que los resultados son irreversibles. Lo que sí sabemos es que debemos mantenernos alerta y siempre en marcha. La tarea de modernización de nuestras instituciones debe ser continúa. Tiempos que cambian requieren de instituciones que se adaptan.

Por su parte, la OEA ha asumido sus propios desafíos con entusiasmo. En los últimos años la Organización se ha embarcado en una importante tarea de modernización y fortalecimiento de su agenda y de su estructura. A partir de las Cumbres de las Américas y de los acuerdos logrados en numerosas Asambleas Generales, hemos ido construyendo una Organización más flexible y más sintonizada con las necesidades de los Estados miembros. Hoy cubrimos una cantidad de temas que hace cinco o diez años atrás habría sido imposible visualizar. La OEA se ha convertido en el foro natural para el diálogo hemisférico en temas como narcotráfico, terrorismo, justicia, corrupción, respeto de los derechos de las comunidades indígenas, para sólo mencionar algunos.

Un elemento central en ese proceso de cambio se inició con la creación del CIDI y la decisión de los países de reemplazar el concepto de cooperación de tipo asistencialista por uno anclado en la dimensión solidaria. La creación de la Agencia Interamericana para la Cooperación y el Desarrollo es un paso adelante fundamental en el esfuerzo por adecuar nuestros instrumentos para apoyar a los Estados miembros en la forma más eficiente posible.

Quisiera en este momento compartir algunas reflexiones sobre el proceso de creación de esta Agencia. En él, la Organización ha fortalecido su vocación de diálogo y su capacidad para construir acuerdos. El liderazgo intelectual del Embajador Marrero, que como decía inicialmente, planteó este proyecto hace 18 meses, y el trabajo incesante de la Misión de EE.UU y las demás distinguidas Misiones Permanentes permitieron que la iniciativa fuese recogida por la Asamblea General de Guatemala y se formara una Comisión responsable de su creación. Esa Comisión, presidida por el mismo embajador Marrero y secundada por el señor Villegas de la Misión Argentina, demostró su disciplina y capacidad de negociar y gestar consensos, permitiendo así crear la Agencia en el plazo solicitado por la Asamblea General.

En el camino, la Comisión supo acoger los aportes de todas las misiones permanentes y de la Secretaría General. Ello nos permite contar hoy con un instrumento del cual todos nos podemos sentir satisfechos. Hacia adelante, todos somos responsables de garantizar su éxito. Debemos asegurarnos de mantener el ritmo con el que hemos estado trabajando y poner a la Agencia en funcionamiento lo antes posible. Esta segunda fase vuelve a requerir de la cooperación de todos nosotros. En primer lugar, los países deben nombrar la Junta Directiva. La Secretaría General, por su parte, pondrá todo lo que esté a su alcance para apoyar el cumplimiento de los Estatutos. Ello implica en primerísima instancia realizar las delegaciones de autoridad pertinentes, así como asegurar un fácil proceso de transferencias y traspasos de las cuentas y fondos. En principio transferiremos todos los Fondos Específicos que se encuentran bajo el marco CIDI/FEMCIDI a la Agencia, al igual que las cuentas de FEMCIDI apoyadas por Fondos Voluntarios.

Una vez que la Agencia esté en marcha la Organización contará con un gran instrumento para continuar implementando la agenda hemisférica. En ese sentido, creo firmemente que la Agencia debe mantenerse estrechamente vinculada a las tareas que emanan de las nuevas responsabilidades que nos han entregado los Jefes de Estado y de Gobierno. El proceso de Cumbres es el gran marco en el cual debemos estructurar nuestras actividades. Por una parte, la Secretaría General debe concentrar sus recursos en suministrar apoyo al diálogo político que se realiza en el seno de la Asamblea General y del Consejo Permanente de la OEA, así como en las reuniones ministeriales o de otras autoridades nacionales. Por su parte, la cooperación provista por la Agencia debieran orientarse en otorgarle una dimensión material a dicho proceso de diálogo, apoyando proyectos que nuestros gobiernos consideren necesarios.

Pero todo esto no es sino el comienzo de una nueva etapa. La Agencia tendrá que ir afinando su estructura y funcionamiento con el tiempo. Creo que hay asuntos en los que todavía podemos avanzar. Una mayor autonomía administrativa, la mayor integración de nuestro sistema de becas y la posible dependencia funcional de las Oficinas Nacionales dentro de la estructura de la Agencia, pueden ser medidas que nos permitan, más adelante, fortalecer la eficacia de ésta como un instrumento de la cooperación solidaria. Simultáneamente, creo que es importante que la Agencia comience lo antes posible a diseñar estrategias destinadas a movilizar fondos externos. Pero ello sólo ocurrirá en la medida que seamos capaces de transformar rápidamente a la Agencia en un socio confiable y atractivo, y con un claro sentido de las prioridades. Un uso eficaz de los recursos existentes, una asignación que realmente privilegie a aquellos países que más los requieren, un sistema de objetivos claros y un proceso de evaluación preciso y transparente fortalecerán las posibilidades de la Agencia de recaudar nuevos recursos y trabajar estrechamente con instituciones afines.

El Centro de Estudios para la Justicia representa, en otro ámbito, el mismo afán colectivo de aunar esfuerzos para el progreso y el mejoramiento de la calidad de vida de nuestros pueblos. Sin lugar a dudas, el mejoramiento del sistema judicial es parte esencial del desarrollo institucional de nuestras democracias, de la garantía de las libertades civiles y es una condición indispensable para el desarrollo de la actividad económica. Todos los países del hemisferio están empeñados en fortalecerlo, hacerlo más eficiente, y garantizar el acceso de todos los individuos a una pronta y cumplida justicia.

En este empeño común, es mucho lo que podemos aprender unos de otros. Así lo entendieron los Ministros de Justicia de las Américas, quienes durante su pasada reunión en Lima, decidieron la constitución de un grupo de trabajo destinado a estudiar la creación de un Centro Hemisférico que facilitase la cooperación y el intercambio en estas materias. La Embajadora Ramacciotti, con su reconocida capacidad de liderazgo y de trabajo, dirigió este grupo, cuyos resultados están hoy a su consideración. Estoy convencido que el Centro, con el apoyo de los gobiernos y de las entidades académicas de todo el continente, se constituirá en un valioso instrumento para apoyar la reflexión y la colaboración que deben presidir las estrategias de modernización de los sistemas judiciales de todos nuestros países.

Termino este saludo, Señor Presidente, reiterándole mis mejores deseos de éxito en las deliberaciones que esta Asamblea General Extraordinaria inicia en esta mañana.