Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA SESIÓN PROTOCOLAR DEL CONSEJO PERMANENTE PARA CELEBRAR EL CUADRAGÉSIMO ANIVERSARIO DE LA CREACIÓN DEL BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO

30 de noviembre de 1999 - Washington, DC


Desde la preparación del viaje de Colón la financiación ha sido componente principalísimo de la empresa americana. La leyenda de una reina que pone sus joyas en prenda para financiar el viaje del navegante genovés es sólo la primera de una larga historia de empresas que demandaron financiamiento y que servirían para profundizar el encuentro de dos mundos, para realizar la conquista, para crear vastas empresas de explotación de nuestros recursos naturales, para poner en marcha la empresa militar que preservaba el imperio. Así como el Banco de Inglaterra se creó para la conquista del Darién. Pero ellos son hoy tiempos ancestrales.

La Organización de Estados Americanos se encuentra hoy de plácemes para conmemorar una de sus acciones más acertadas y positivas para impulsar la prosperidad y el desarrollo social en las Américas: la creación el BID hace cuatro décadas. El Banco ha sido no solo un instrumento esencial en el financiamiento de nuestro desarrollo económico, sino de muchos de los cambios y transformaciones políticos y sociales que hemos vivido en el último medio siglo.

Por eso hoy cuando celebramos en la OEA los cuarenta años del BID queremos remontarnos a sus orígenes, a sus logros y también a sus banqueros. don Felipe Herrera, don Antonio Ortiz Mena y don Enrique Iglesias han escrito algunas de las mejores páginas de nuestro avance hacia el desarrollo económico y social. Con sus conocimientos, rigor, seriedad y experiencia ellos han sido fuente permanente no solo de apoyo financiero, sino de guía y consejo para encarar los complejos problemas políticos y hacer que la acción económica nos ayude a resolver los problemas sociales.

Ya desde la Primera Conferencia Internacional Americana, reunida en Washington en 1889-90, 14 países de la región aprueban una resolución para crear el Banco Internacional Americano. Hubo muchos ires y venires a lo largo del siglo y la propuesta resurgía en diversas reuniones continentales. Pero a la sazón la banca privada europea y de los EE.UU proveían la financiación para las actividades comerciales a lo largo y ancho del continente, con lo cual parecían enterrar la idea de un Banco Interamericano. Después vinieron las guerras mundiales y la posguerra con su nuevo orden económico. Las instituciones de Bretton Woods aparecían ahora como destinadas a llenar los vacíos que había dejado la banca privada en el desarrollo y estabilidad económica de nuestros países.

Sin embargo, la concentración de los esfuerzos en la reconstrucción de Europa y las crecientes necesidades de los países de América Latina para financiar su desarrollo, hacen que nuestras naciones retomen la idea de crear una banco para que estuviera al servicio de nuestra transformación económica. Era particularmente importante encontrar un brazo financiero para la infraestructura y los grandes proyectos energéticos que no encontraban ni en la banca privada ni en el BIRF una respuesta suficiente.

Y en el marco de la OEA, en la Décima Conferencia Interamericana de Caracas de 1954, se decide convocar una Conferencia de Ministros de Hacienda o Economía en Quitandina, Brasil. Allí, los Ministros se pronuncian a favor de establecer un Banco Interamericano. Vino luego el diseño del plan de Organización Financiera Internacional conforme a los lineamientos de Quitandina y la "Operación Panamericana" del Presidente Kubitschek . Y en medio de los avatares de la guerra fría el presidente Einsenhower apoyó la creación del Banco. Así, en diciembre del 58, en el seno de la OEA, nuestros países toman la decisión formal.

Desde un principio, como bien lo señalara su primer presidente don Felipe Herrera(1960-1971), "el Banco era algo más que un banco" y sus tareas muy complejas. Desde entonces el Banco ha participado en todo el espectro de problemas de financiación de la región, desde los problemas atinentes a la infraestructura para el desarrollo, los de balanza de pagos, hasta los proyectos con un objetivo más social, relacionados con el apoyo a las microempresas y el rol de la mujer en nuestro desarrollo.

Y cuando miramos su historia tenemos que destacar como, y a pesar de atender múltiples actividades sociales, el acertado manejo siempre ha despertado confianza en los mercados internacionales y la calificación triple A que le otorgan ellos a sus títulos.

Durante los años en que Antonio Ortíz Mena ejerció la Presidencia (1971-1987), el banco dio el llamado salto a la multilateralidad. Al reafirmar su carácter regional, el Banco se constituyó en la principal y más innovadora fuente de cooperación financiera y técnica externa del desarrollo económico y social de América Latina. Y al responder a la seriedad que presentaba el manejo del Banco, y como reconocimiento del papel tan distintivo y sustancial de la institución dentro de los organismos multilaterales, entre 1976 y 1977 se incorporaron 15 países externos a la región.

Y llega la etapa de don Enrique Iglesias en medio de la crisis de la deuda. Con la especial autoridad que me da haber sido Ministro de Hacienda de mi país debo decir que el BID jugó un papel decisivo en la reorientación del modelo de desarrollo de Latinoamérica, para liberar los flujos comerciales, para fortalecer el papel del mercado en la asignación de los recursos productivos y para fortalecer la responsabilidad del Estado en el cumplimiento de sus obligaciones sociales. Y en los noventas, para impulsar el papel de la sociedad civil y la modernización del Estado y de las instituciones políticas.

Pero lo más fundamental de la tarea del Banco consiste en que con la enorme capacidad de investigación y acceso a la información que tiene, y bajo los muy acertados parámetros que le ha trazado don Enrique Iglesias, se ha podido construir un nuevo esquema para entender nuestras realidades, para interpretar nuestro devenir económico y social, para enfrentar los enormes desafíos que tenemos por delante, para encontrar la compatibilidad entre los nuevos requerimientos económicos de la competencia internacional y nuestros acuciantes problemas sociales.

Quisiera resaltar dentro de estas tareas del Banco la prioridad que le ha dado al problema de la pobreza y de la desigualdad en la región. Entre los estudios que el Banco ha realizado, dentro de esta nueva orientación, los recientes sobre distribución del ingreso en Latino América y el Caribe merecen una especial consideración. El BID ha mostrado como los países de la región presentan la peor distribución del ingreso del mundo y como hubo en algunos países deterioro en este frente, aun en la década de los noventas con buenas tasas de crecimiento.

También ha mostrado como han evolucionado los niveles de pobreza que se han reducido en esta década, y como un grupo de países hasta ahora está regresando a los niveles de ingreso per capita de comienzos del 80. Y al adentrarnos en los orígenes de la desigualdad, nos encontramos con que las deficiencias de los sistemas educativos se constituyan en fuentes de esa desigualdad, de deterioro en la distribución y aun de incremento en los niveles de pobreza. También ha encontrado el Banco que las reformas hasta ahora realizadas han producido un incremento en las tasas de crecimiento y que los países que más reformas han hecho crecen más.

Desearía destacar el papel del BID en un mundo globalizado. El Banco nos ha ayudado a todos a entender el papel de las corrientes de capital y las significativas diferencias que en nuestro medio tiene depender de los mercados financieros privados, frente a aquellos de proveniencia multilateral. Nos ha ayudado a diferenciar las ventajas que nos trae la inversión extranjera directa en comparación con la inversión en portafolio.

Y sin duda las últimas crisis nos han servido para aprender por qué el BID continuará siendo una fuente muy importante de financiación, que tiene características muy valiosas como son su estabilidad y oportunidad. Sin duda las crisis de los años noventas han revivido la validez de las ideas de sus fundadores, y el Banco sigue siendo la principal fuente de financiamiento del desarrollo en América Latina y el Caribe.

Y ahora el Banco trabaja con intensidad en ver como aprovechamos las oportunidades que nos ofrece la globalización y como enfrentar los desafíos que ella nos trae. Los problemas que por ejemplo enfrentaremos si no corregimos nuestras desigualdades o si no somos capaces de desarrollar un sistema educativo acorde con la globalización y con la necesidad de competir internacionalmente. El Banco ha tratado estos temas de manera abierta, lo que ha permitido buscar experiencias positivas, ver la calidad de las políticas y las instituciones, mirar los efectos de las reformas, el efecto de las crisis de la volatilidad de los capitales, así como las consecuencias de una mucho mayor estabilidad económica.

Quiero destacar la función técnica de soporte a los diferentes objetivos de integración Americana que cumple el Banco. En efecto, la creación de ALCA está dando nuevo impulso al papel del Banco como soporte técnico del proceso, el cual ha aportado significativos recursos financieros y es fuente permanente de asistencia técnica en el diseño de un sistema de información accesible y confiable para todos. En la OEA nos sentimos orgullosos de compartir estas tareas dentro del llamado Comité Tripartita.

A nivel político, la desigualdad debilita la democracia y le resta legitimidad y apoyo a los gobiernos, lo que se traduce en instituciones políticas más débiles. Y esto nos lleva a otra área donde el rol académico del Banco ha sido sustancial: el terreno de la gobernabilidad o buen gobierno, tema de una gran complejidad pero que con el enfoque que el Banco le ha dado ha hecho posible ir desentrañando todos sus componentes.

No hay un área en la que el Banco no haya hecho una contribución fundamental: promoción de los valores democráticos, eficiencia y transparencia en el ejecutivo, fortalecimiento del poder judicial, modernización de los cuerpos legislativos, lucha contra la corrupción, combate al lavado de dinero, preservación de los valores culturales, protección de los derechos de los pueblos indígenas, promoción de la igualdad de género, para solo citar algunas dentro de la vasta red de proyectos y actividades del Banco.

Y al Banco también le debemos la fuerza que ha adquirido la idea de promover una segunda generación de reformas que fortalezcan la capacidad del Estado en sus responsabilidades sociales, en su capacidad regulatoria, en la flexibilidad de su mercado laboral, en promover una mayor descentralización o más mecanismos de participación ciudadana dentro del amplio espectro de tareas que tenemos por realizar.

Pero más allá de estos desarrollos, quisiera señalar el papel excepcional que ha jugado el Banco con don Enrique Iglesias a la cabeza para ser el gran foro intelectual de las Américas, y para hacer el examen de nuestras realidades, de nuestras oportunidades y de nuestros desafíos.

Ello es una consecuencia de sus vastísimos recursos financieros y técnicos pero sobre todo de la orientación que al Banco le da don Enrique Iglesias con sus amplios conocimientos en todas las áreas del saber, con su enorme experiencia, con su incansable capacidad de trabajo, con su seriedad, con su ponderación, con su capacidad para trabajar con enfoques multidisciplinarios, con su humanismo, con es indeclinable compromiso con las consideraciones de orden social en el devenir económico y con el fortalecimiento de nuestra democracia.

El ejerce una magistratura moral e intelectual que todos le reconocemos en América y que trasciende los gobiernos, y se extiende a todo lo ancho de América, a todos los partidos, a todas las clases. El es una figura ecuménica, y estoy seguro de reflejar la opinión no solo de aquellos que nos hemos reunido en este augusto recinto de las Américas, sino la de nuestros gobiernos y la de millones de Americanos de todos los confines.

Muchas gracias