Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA REUNIÓN DEL GRUPO CONSULTIVO DE SOLIDARIDAD CON EL SALVADOR

7 de marzo de 2001 - Madrid, España


Quiero, en primer lugar, agradecer a Don Enrique Iglesias por su amable invitación y también por la prontitud con la cual, con el apoyo del Gobierno español, convocó esta reunión en la que la Comunidad internacional se congrega para expresar su solidaridad y su apoyo con el pueblo y el gobierno de El Salvador, después de los terribles terremotos que sacudieron ese país.

Tuve la oportunidad de viajar a El Salvador a finales de enero para expresar la solidaridad de la comunidad americana de naciones, para visitar las comunidades afectadas, entregar a los damnificados algunos recursos propios y otros aportes recolectados por la Fundación Panamericana para el Desarrollo (ONG anexa a la OEA y que en la actual emergencia, moviliza recursos de empresas multinacionales), y recabar mayor información sobre la gravísimos daños generados por el terremoto del 13 de enero.

Allí encontré una respuesta colectiva muy bien organizada, eficaz, equitativa, liderada por el Presidente Flores y la Comisión Nacional de Solidaridad, encargada de coordinar la atención y ayuda a los damnificados, así como de recibir y distribuir de acuerdo a las necesidades las donaciones de los salvadoreños y de la comunidad internacional. Una respuesta de esa naturaleza ha sido posible en gran medida también por la significativa presencia en estas tareas de las Fuerzas Armadas Salvadoreñas, la sociedad civil, la Iglesia y el sector privado.

En ese viaje fui testigo de la gravedad y extensión de los daños causados por el movimiento telúrico. Se trata principalmente de centenares de miles de salvadoreños provenientes del campo y pequeñas poblaciones que están entre los más pobres y desvalidos del país, muchos de los cuales dependen de la economía cafetera en aguda crisis por la dramática caída de los precios internacionales del grano.

Pocos días después se conoció la terrible noticia de un segundo terremoto. Los Salvadoreños, a pesar del trauma natural e inevitable que causa una sucesión de calamidades como ésta, siguen movilizados con una actitud disciplinada, con fe, decisión y solidaridad, dispuestos a superar, una vez más, los embates de la naturaleza para tender una mano a las víctimas, reconstruir las viviendas, escuelas, hospitales y carreteras afectadas, y retomar así el camino del desarrollo y justicia social al que aspiran con derecho todos.

Para ello, además del coraje y determinación que ha demostrado, El Salvador necesita que la comunidad internacional comprenda la magnitud de los gravísimos daños que han ocurrido e incremente su solidaridad para las etapas de rehabilitación y de reconstrucción.

Este esfuerzo de cooperación debe orientarse en dos direcciones. Por una parte, es necesario que los esfuerzos de atención de emergencia para los damnificados se prosigan para asegurarles unas condiciones de vida y habitación aceptables hasta tanto puedan regresar a sus hogares o se encuentren soluciones alternativas duraderas.

Segundo, se requiere un ambicioso programa de reconstrucción de las viviendas y la infraestructura social destruidas o debilitadas por el sismo. Un concepto debería estar presente a todo lo largo de esta etapa: reducir las vulnerabilidades. Es fundamental que las nuevas instalaciones que se construyan respondan a criterios claros de sismo-resistencia, que estén ubicadas en zonas de menor riesgo relativo tanto frente a los terremotos como frente a posibles inundaciones y desbordamientos de ríos como los que vivió Centro América con el huracán Mitch.

La diferencia esencial en materia de desastres naturales entre los países más ricos y aquellos en desarrollo no radica en diferencias en el nivel de riesgo de que un evento natural se produzca, sino en la manera como se han preparado para prevenir sus efectos, minimizar su impacto y proteger la vida de las personas en el momento de su ocurrencia.

Es imposible evitar que fenómenos naturales como los terremotos en El Salvador vuelvan a ocurrir, pero si tiene que estar a nuestro alcance la posibilidad de lograr que tales hechos no se conviertan en sinónimo de muerte y desolación para centenares de miles de personas.

En el marco de la OEA, las Instituciones del sistema con el BID Y OPS se han agrupado en un Comité Interamericano para la Reducción de los Desastres Naturales que tiene precisamente como objetivo el establecer un espacio de reflexión y proposición de políticas y estrategias para articular la ayuda de emergencia; identificar, evaluar y estimar la vulnerabilidad de la infraestructura económica y social; y crear los mecanismos financieros de desarrollo que se pueden prestar a los países bajo diferentes opciones, y para crear fondos especiales y de reaseguro.

La infraestructura social, en particular la de educación y salud, ha sido duramente afectada por los terremotos lo cual tiene consecuencias negativas que trascienden la mera destrucción de locales, pues limitan el acceso a servicios básicos de la población más necesitada.

En el caso de El Salvador, y con miras a la etapa de reconstrucción, la Fundación Panamericana para el Desarrollo y la OEA quieren contribuir al proceso de reconstrucción y renovación de la infraestructura educativa. No podemos olvidar que el 28% del total de las escuelas públicas se vio afectado.

Para ello queremos promover acción en dos frentes. La FUPAD viene trabajando con el Ministerio de Educación y múltiples ONG del Salvador en la preparación de un programa de reconstrucción de escuelas a ser financiado por empresas del sector privado nacional y extranjero que acepten "adoptar una escuela" para su rehabilitación inicial, pero también con miras a crear una relación de mecenazgo de largo plazo.

En el marco de la OEA, queremos poner en marcha el Plan Hemisférico de Acción para la Reducción de la Vulnerabilidad del Sector Educativo frente a los Desastres, surgido de un amplio proceso de consulta y concertación a todo lo ancho de América, el cual serviría de piloto para promover la capacitación y transferencia tecnológica a través de la cooperación internacional. Se trata de promover la efectiva reducción de la vulnerabilidad de la infraestructura física, de incluir los temas de prevención de desastres en los programas académicos y alentar programas de información y participación de las comunidades de manera que puedan prepararse y reaccionar de manera más adecuada ante un desastre natural.

La Unidad de Medio Ambiente de la OEA tiene una representación en esta reunión y podrá dar mayores detalles sobre este programa. También se encuentra presente una representante de la FUPAD que podrá hacer lo propio respecto del programa de la Fundación.

Señores Presidentes, amigos:

El Salvador está enfrentando un momento particularmente difícil. Los desafíos y la desolación causados por la naturaleza han puesto en peligro los avances y progresos alcanzados con gran esfuerzo por su pueblo durante los últimos años, lo cual ha permitido la reducción significativa a lo largo de la década pasada de los niveles de pobreza y de miseria, de analfabetismo y de mortalidad infantil. Estos impresionantes logros demostraron no sólo la tenacidad y el empuje de los salvadoreños, sino también lo que podríamos llamar los dividendos de la paz recobrada después de doce años de cruenta confrontación civil.

En estos momentos, Señor Presidente, El Salvador y su pueblo saben que no están solos. Saben que la comunidad internacional en su conjunto es solidaria y está dispuesta a movilizarse al limite de sus posibilidades para apoyar el plan de reconstrucción nacional que usted lidera con visión, vigor y una extraordinaria capacidad de convocatoria y persuasión. Les pido que unamos nuestras capacidades institucionales para corresponder a esa esperanza de centenares de miles de salvadoreños a forjar una formidable respuesta de cambio, de desarrollo social, económico justo y sostenible.

Muchas gracias.