Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA APERTURA DE LA REUNIÓN DE EXPERTOS SOBRE EL TEMA “APOYO A LOS INSTRUMENTOS INTERAMERICANOS DE DERECHOS HUMANOS”

7 de marzo de 2002 - Washington, DC


Señor Presidente de la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos de la Organización de los Estados Americanos, señoras y señores Representantes Permanentes, señoras y señores:

Es para mí un placer participar en la instalación y apertura de la reunión de expertos sobre el tema “apoyo a los instrumentos interamericanos de derechos humanos”. Como es de su conocimiento, la presente reunión tiene su origen en la Resolución 1829 aprobada por la Asamblea General de la OEA, celebrada en junio del año 2001 en San José de Costa Rica. Al adoptar dicha Resolución, la Asamblea General expresó que tomaba en cuenta, entre otros importantes aspectos, la “vinculación existente entre democracia y el fortalecimiento de un sistema de promoción y protección de los derechos humanos”, la “vigencia de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre en todos los Estados Miembros de la OEA y el progreso logrado en su aplicación junto con otros instrumentos jurídicos interamericanos en el campo de los derechos humanos” y la “importancia de que todos los habitantes del Hemisferio gocen de los beneficios de una plena participación y acceso a los mecanismos interamericanos de promoción y protección de los derechos humanos”.

En la misma Resolución, la Asamblea General recomendó al Consejo Permanente que preparara y convocara, antes del trigésimo segundo período ordinario de sesiones de la Asamblea General, una reunión técnica especializada, con la participación de expertos gubernamentales, de otros órganos del sistema interamericano, así como de juristas y expertos de renombre y la sociedad civil, con el propósito de estudiar las posibilidades y acciones a tomar para lograr la universalización del sistema interamericano de derechos humanos y su implementación.

De conformidad con lo anterior, el temario de la presente reunión contempla diversos aspectos, que incluyen la contribución de los tratados de derechos humanos al perfeccionamiento de los sistemas jurídicos nacionales; las experiencias de los Estados y de los órganos de protección respecto a los instrumentos interamericanos de derechos humanos; y la comparación de experiencias en el ámbito de la OEA en relación con experiencias en el plano de la ONU.

La exposición de los temas estará a cargo de reconocidos juristas y especialistas en la materia, provenientes de sectores de gobierno, de los órganos del sistema interamericano de derechos humanos y de organizaciones de la sociedad civil. El moderador de la Reunión será el reconocido Profesor Paulo Sergio Pinheiro, experto con amplia experiencia en el sistema interamericano de derechos humanos y actual Secretario de Estado de Derechos Humanos del Brasil.

Lo relativo a los derechos humanos constituye un área prioritaria de la OEA. La historia de las Américas ha sido una de luchas por la libertad, la defensa de la dignidad humana y de los derechos de cada ciudadano. Los instrumentos americanos de derechos humanos configuran un verdadero monumento a los valores que todos compartimos, y han sido baluarte eficaz contra las dictaduras, los abusos y las desviaciones autoritarias. Tales instrumentos constituyen el soporte normativo del sistema interamericano de derechos humanos. Antes de 1948 no existían a nivel regional tratados de derechos humanos, ni órganos interamericanos de protección de tales derechos. Ese año se proclamó en Bogotá la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, que fue el primer instrumento de tal naturaleza a nivel mundial, anterior inclusive a la Declaración Universal de Derechos Humanos.

En los siguientes cincuenta años se adoptaron en la OEA una serie de tratados sobre derechos humanos, tales como la Convención Americana sobre Derechos Humanos y sus dos protocolos adicionales, la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, “Convención de Belém do Pará” y la Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad.

Entre tales instrumentos se destaca especialmente la Convención Americana, que articula una serie de valores comunes que hoy nos unen y convocan a todos y que fueron en 1969, cuando ella se concibió, el resultado de un rico proceso de discusión y construcción interamericana de normas e instituciones de protección de derechos. No obstante, por la realidad política de entonces, la Convención encontró obstáculos formidables para su aplicación. Y bien pronto se encontró que la Convención tenía un contenido revolucionario como quiera que sus normas sirvieron para confrontar la tolerancia, permisividad y complicidad con las dictaduras y sus sistemáticas e inauditas violaciones contra los derechos más elementales de los americanos.

Los demás instrumentos del sistema interamericano de derechos humanos revisten igualmente extrema importancia para los hombres y mujeres del hemisferio. El Protocolo Adicional a la Convención Americana en Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, “Protocolo de San Salvador”, por ejemplo, aborda materias tan trascendentes como el derecho al trabajo, a la salud, a la educación, a vivienda digna y a la seguridad social, todos ellos de importancia vital en un hemisferio con altos índices de pobreza extrema, que implica situaciones de violación a prácticamente todos los derechos humanos.

El Protocolo a la Convención Americana sobre Derechos Humanos relativo a la Abolición de la Pena de Muerte pone de relieve valores fundamentales para una proporción muy significativa y representativa del hemisferio. Asimismo, las mencionadas Convenciones Interamericanas contra la tortura, la desaparición forzada de personas, la violencia contra la mujer y la discriminación contra las personas con discapacidad consagran igualmente derechos fundamentales muchas veces vulnerados en nuestros países.

Los mencionados instrumentos interamericanos consagran también, en general, un mecanismo de protección internacional, a través de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que hoy en día, pese a obstáculos de distinta naturaleza que han afectado su desenvolvimiento, se encuentran afianzados en sus roles, y gozan de la legitimidad y credibilidad que le han otorgado años de trabajo serio, independiente e imparcial en favor de los derechos humanos de las mujeres y los hombres de nuestro hemisferio.

De hecho, hoy en dia la CIDH y la Corte se rigen por reglamentos recientemente actualizados; han mejorado en gran medida los procedimientos de admisibilidad de casos, y se ha avanzado notablemente en la fijación de estándares interamericanos de protección de los derechos humanos; el sistema goza de una participación de la sociedad civil sin precedentes en su historia; y, por último, nunca han sido mejores las relaciones de la CIDH con el órgano judicial del sistema, es decir la Corte Interamericana.

Parecería, en consecuencia, que el sistema interamericano se apresta a un salto cualitativo. Un salto que lo llevaría a centrar sus esfuerzos en la nueva generación de derechos de los que ya ha comenzado a ocuparse, y a prepararse para hacerse cargo de nuevos cometidos a medida que vayamos encarando los anteriores. Un salto que lo pondría en condiciones de asumir un protagonismo más destacado en la vida cotidiana de nuestro Hemisferio. Un salto que ampliaría su horizonte en el Hemisferio, permitiéndole llegar a cada hombre y mujer que busca amparo.



Universalización y recursos

La senda que debemos recorrer para alcanzar esa meta presenta, a mi juicio, dos obstáculos importantes: la cuestión de la universalidad y la realidad de los recursos. Ninguno de esos problemas es nuevo. Ambos han sido objeto de atención específica en la Cumbre de Québec. El hecho de que no hayan sido solucionados hasta la fecha pone de manifiesto las especiales dificultades que entrañan para nuestro sistema.

Recursos: El problema de recursos es un tema perenne, tan fácil de describir como difícil de resolver. Es mucho lo que pedimos de nuestro sistema de derechos humanos. Basta examinar los pronunciamientos de las tres Cumbres Presidenciales para comprobar que ubicamos sistemáticamente su labor en la cima de nuestros objetivos hemisféricos. Y sin embargo, simplemente no hemos logrado dotarlo del financiamiento conmensurable para que pueda realizar la labor que de él esperamos. En la instancia más reciente, en la Cumbre de Québec, los Jefes de Estado y de Gobierno de nuestros países expusieron claramente, en su Plan de Acción, la necesidad de un “incremento sustancial” de fondos para el sistema. Sin embargo, ese consenso, imprimátur y nivel de claridad no han impedido que el sistema siga, por decir lo menos, padeciendo desnutrición y obligado a basar sus objetivos en un magro financiamiento. Si hemos de edificar un sistema de derechos humanos que colme las expectativas que hemos cifrado a su respecto, debemos enfocar de manera innovadora el problema de los recursos.



El segundo punto es el que, en fuerte medida, se abarca hoy en este foro. El vocablo “universalización” se ha convertido en la síntesis del hecho de que no todos los Estados miembros de la OEA han ratificado su Convención fundacional, lo que obliga al sistema a tratar a diferentes Estados según normas diferentes. Y pese a los denodados esfuerzos realizados por el sistema mismo para superar el problema de la universalización, éste sigue siendo un importante inconveniente. Hoy se aborda directamente este tema. El temario es muy promisorio en cuanto ofrece la posibilidad de que se lleve a cabo entre los expertos una franca y transparente intercomunicación sobre los problemas y obstáculos que se oponen a la ratificación y aplicación sistemática, en todos los países, de los instrumentos interamericanos sobre derechos humanos. Me resulta alentador, en especial, el hecho de que esa reunión tiene como meta producir conclusiones y cursos de acción concretos para hacer frente a las referidas dificultades.

Amparadas esas conclusiones, los Estados miembros podrán, entonces, actuar. Es mucho, pues, lo que dependerá de esas conclusiones. A título personal, quisiera exhortar a los expertos a formular soluciones audaces. En este proceso no hay vacas sagradas. Sólo aceptando ese criterio desde el comienzo avanzaremos en la solución de este tema decisivo, que desde hace tiempo constituye una traba para nuestra maquinaria de derechos humanos.

Formulo mis sinceros votos por que esta sea una fructífera Reunión de Expertos,



Muchas gracias.