Es muy propicio iniciar las actividades de la Asamblea General con este Diálogo de los Observadores Permanentes para abordar la combinación sin precedentes de desafíos globales que nos ha impuesto la pandemia del COVID-19.
Agradezco a todas las altas autoridades que nos acompañan hoy y a los más de 40 países Observadores conectados a la reunión.
La pandemia ha sido lenta y dolorosa, impredecible en muchas de sus consecuencias. Juntos debemos ganar esta lucha, pero también debemos asegurar paz y estabilidad para nuestros ciudadanos. Vencer el virus no dependerá de lo que un solo país o incluso un puñado de países puedan hacer, sino de lo que todos juntos podamos lograr para combatir a este flagelo común.
Hoy, la crisis de la pandemia ha amalgamado a todas las grandes crisis: pobreza, inseguridad alimentaria, inseguridad ciudadana, endeudamiento, desastres naturales y las ha exponenciado. El descontento social junto con aumentos de los niveles de delincuencia, criminalidad y tráfico de drogas seguirán agudizándose en este contexto de la pandemia, con consecuencias de alcance global.
Es necesario atender las repercusiones de la pandemia en los más vulnerables. Los datos muestran de manera muy clara cómo la crisis ha afectado de manera desproporcional a los grupos que ya se encontraban en situación de vulnerabilidad: mujeres, personas en situación de pobreza, los trabajadores no asalariados, los migrantes y refugiados, los indígenas, los afrodescendientes, las personas con capacidades diferentes, las personas LGBTI, niños y niñas, los jóvenes y los adultos mayores, entre otros.
Las desigualdades estructurales que se traducen en enormes brechas en el acceso a los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos y que ya eran notorias mucho antes de la pandemia, se han hecho más evidentes durante la emergencia, convirtiendo a estos grupos en las primeras y principales víctimas de la crisis.
Apremia también abordar las catastróficas consecuencias económicas, que son alarmantes para todos, en especial para los países del Caribe.
Los países de la región experimentan a la vez el colapso de la industria del turismo, el empeoramiento de las condiciones financieras con una respuesta inadecuada de las instituciones financieras internacionales, la reducción de las remesas y la brusca reducción del comercio y la inversión extranjera.
Para algunas economías pequeñas, solo los intereses de la deuda absorben un cuarto de los ingresos del Estado. Cuando el servicio de la deuda absorbe el 40 por ciento del presupuesto de un país y hasta 10 veces el gasto de salud, no podemos esperar que den o puedan dar paso al desarrollo económico para resolver las condiciones sociales de la gente que puedan generar las mejores condiciones de gobernabilidad. No podemos ignorar esta situación.
Tampoco tenemos que ignorar que una pandemia bajo una dictadura es todavía más inhumana. Los que continúan violando los derechos humanos, atacan sistemáticamente las libertades públicas y persisten con malos tratos y torturas a los presos políticos.
Con la pandemia se han profundizado las serias amenazas a la institucionalidad democrática. Debemos seguir fortaleciendo los mecanismos democráticos como la forma más adecuada para abordar la emergencia.
Hago un llamado a los Observadores Permanentes y a nuestros socios estratégicos a que trabajen con los países de América Latina y el Caribe y con la OEA para que juntos podamos dar rumbo a la región en la senda de crecimiento, paz y estabilidad.
Esta situación nos llama a explorar nuevos enfoques de colaboración, con una visión transformadora para atacar las vulnerabilidades actuales y construir resiliencia en tiempos del COVID-19 y post pandemia.
Espero que este diálogo dé lugar a la acción transformadora y a la colaboración intersectorial en beneficio de nuestras sociedades.
Muchas gracias