Discursos y otros documentos del Secretario General

DURANTE LA INAUGURACIÓN DEL AÑO ACADÉMICO DE LA UNIVERSIDAD SAN SEBASTIAN DE CHILE:“DEMOCRACIA EN AMÉRICA EN TIEMPOS DE COVID-19”

9 de junio de 2020 - Washington, DC

Estamos viviendo una crisis mundial sin precedentes, una crisis sistémica y multidimensional, a nivel sanitario, económico y social, afectando variables políticas importantes. En pocas semanas el COVID-19 se convirtió en una pandemia que ha cambiado drásticamente la forma en que hasta ahora nos hemos relacionado.

Nos encontramos frente a un fenómeno que ha puesto en juego a todas las dimensiones de nuestras actividades cotidianas, convulsionando el conjunto de las relaciones sociales y conmocionando a todos los sectores e instituciones.

La pandemia no discrimina países, ni personas, a menos de seis meses de diagnosticado el primer caso positivo de COVID-19, hoy se suman cientos de miles de fallecidos y millones de contagiados en los cinco continentes.

El mundo enfrenta una enfermedad que día a día se multiplica exponencialmente y exige de todos un nuevo comportamiento humano y un nuevo pacto mundial de cooperación y solidaridad.

La pandemia del COVID-19 no conoce fronteras, pero golpea con más fuerza a los más pobres y vulnerables. Según estimaciones del Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo (PNUD), el desarrollo humano a nivel mundial va camino a descender este año por primera vez desde que se concibió el concepto en 1990. Esa disminución se dará en la mayoría de los países y en todas las regiones.

El Banco Mundial ha advertido que como consecuencia del virus, entre 40 y 60 millones de personas podrían ser arrastradas este año a niveles de pobreza extrema.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que la mitad de la población activa podría perder sus empleos en los próximos meses y que el virus podría costarle a la economía mundial unos 10.000 millones de dólares.

A pesar de la incertidumbre y ansiedad que genera la crisis, el principal compromiso es asegurar que todos los esfuerzos para enfrentar los desafíos de la pandemia se hagan de manera colectiva y compartida. Combatir el virus y sus consecuencias es un reto por nuestra sobrevivencia que no excluye a nadie y que nos convoca a todos sin excepción.

La pandemia se desarrolla en un escenario global y regional complicado, es por tanto necesario plantear respuestas de manera coordinada y urgente, sin aislacionismos, ni nacionalismos exacerbados que nos impidan actuar en conjunto. Hoy más que nunca, debe primar el interés colectivo de los Estados para superar la crisis entre todos.

Si bien en la actualidad el tratamiento y la contención de la crisis sanitaria del coronavirus ha sido individual y autónomo por parte de cada país, la globalidad del fenómeno y la interdependencia económica global obliga al diseño de estrategias y políticas de cooperación comunes basadas en la solidaridad, complementariedad y colaboración oportuna y eficaz entre los Estados.
Estos 10 mil millones de dólares de pérdida en el mundo afecta a cada uno de los países, a cada uno de los continentes. Dentro de este escenario, la pandemia está poniendo a prueba nuestros sistemas democráticos. Nuestra obligación es preservar y fortalecer la democracia, en estos momentos peligra la vida y la salud de las personas, pero también peligra la cosa pública -Rēs pública- y debemos estar atentos a que las diferentes acciones gubernamentales no afecten los derechos fundamentales de las personas.

Estoy convencido que en tiempos de excepcionalidad se requiere más ponderación, vigilancia y control social para evitar el debilitamiento de los pilares sobre los que se sostiene el edificio democrático.

Con la presencia del COVID-19 las alarmas a nivel mundial sonaron y desde entonces todos los países han ejecutado varias medidas y acciones urgentes para atender la crisis.

Estamos caminando en medio de cuarentenas, están suspendidas las concentraciones masivas y los actos públicos, existe reducción de las jornadas laborales y comerciales. Se aplica el distanciamiento social, los toques de queda, el cierre de fronteras nacionales e internacionales, la paralización de actividades económicas, la movilización de fuerzas militares y policiales, las declaratorias de estados de excepción y de emergencia, se han suspendido derechos ciudadanos con la prohibición de reunión, de asociación y libre tránsito, entre otras más.

Si bien estas medidas son urgentes y necesarias para la contención del virus, su aplicación debe ser temporal y de ninguna manera indiscriminada; deben estar completamente reguladas y amparadas en el marco del Estado de derecho democrático y sin afectar los derechos humanos de la ciudadanía que es la base fundamental de las sociedades democráticas.

Los dos pilares –como hemos señalado- en la aplicación de estas medidas tienen que ver con el Estado de derecho democrático que es el que garantiza los principios y valores y la más plena vigencia del sistema de garantías para la ciudadanía, para todos los grupos sociales.

También debe apoyarse esencialmente en un concepto de orden público, un concepto fundamental que es el que hoy lleva a la aplicación de estas medidas de distanciamiento social, en algunos casos de confinamiento, en algunos casos de acotación de la libertad de tránsito y de circulación.

En este sentido, no podemos dejar de alzar nuestra voz en contra de las dictaduras del continente. Las democracias siguen siendo la mejor forma de luchar contra la pandemia del COVID-19, sigue siendo la mejor forma de asegurar beneficios sociales a la gente, sigue siendo la mejor forma de asegurar derechos económicos, sociales y culturales a la gente, la mejor forma para que esos derechos civiles y políticos sigan en vigencia aun en los tiempos de emergencia y excepcionalidad.

Los instrumentos que tienen las dictaduras para luchar contra el COVID-19 son el aceleramiento de los esquemas represivos, llevar límites hasta más allá de lo absolutamente permisible y de la racionalidad del Estado de derecho las acciones que llevan a cancelar o a limitar los derechos señalados.

Las variables represivas se han acelerado, los presos políticos han aumentado y esto mezclado con el lado más fundamental que tienen para combatir la pandemia que es la falta de transparencia en los datos, la falta de transparencia en la falta de responsabilidad en el manejo de la gestión pública y la falta de capacidades que surge de la no protección adecuada de los intereses de la gente.

Las acciones de las dictaduras convierten en este coctel explosivo que mezcla presos políticos, torturas y violencia indiscriminada. La crisis política de la dictadura venezolana es la peor crisis humanitaria y migratoria que ha conocido el Hemisferio.

Debemos estar atentos al peligro que aparezca en la mitad de la crisis la nefasta presencia del totalitarismo, autoritarismo y el populismo junto con la erosión de derechos fundamentales, aprovechándose de las situaciones de las condiciones actuales que son de excepción o emergencia.

En lo electoral, la presencia del COVID-19 ha afectado el normal desarrollo de los procesos electorales planificados para 2020. Se plantean problemas graves e interrogantes preocupantes en los sistema democráticos, como son: dificultades en la organización de elecciones en medio de la pandemia, el posible aumento del abstencionismo o ausentismo electoral debido a las limitaciones en la movilidad de las personas, la legitimidad y alternancia de los gobernantes y la prórroga de los mandatos públicos.

La transformación en la forma de entender y hacer la política y las elecciones, irremediablemente afectará a todos los actores del sistema democrático.

En un corto período comprendido entre febrero y junio de 2020, al menos 52 países y territorios en todo el mundo han decidido posponer elecciones nacionales y sub-nacionales.

En el hemisferio se han postergado elecciones también en varios países, así como primarias o partidarias en varios estados de Estados Unidos.

Las secuelas de la pandemia, las altas posibilidades de contagio con la interacción humana, el riesgo de muerte, la aplicación de las medidas restrictivas antes mencionadas, ponen serias dificultades en la organización de los procesos comiciales, por lo que deben analizarse alternativas democráticas para que no se vea lesionada la legitimidad de origen de los gobernantes, la transiciones democráticas, la alternancia de sus autoridades y la duración de los períodos de gobierno.

Deben evitarse posibles prórrogas o ampliaciones de mandato de los gobiernos en ejercicio que contravengan los marcos internos constitucionales, hay que buscar alternativas en los mecanismos de votación y logística electoral que eviten vacíos de poder o acefalía de las instituciones, en momentos críticos y complejos en los que se debe enfrentar una pandemia que no sabemos cuándo y cómo termina.

Tal como lo ha advertido el Departamento para la Cooperación y Observación Electoral de la OEA, en muchos países de la región las fechas de las elecciones generales y la duración de los correspondientes períodos de mandato tienen rango constitucional.

En estos casos, la postergación de las elecciones y los cambios o extensiones en los períodos para ejercer cargos de elección popular supone una reforma de la norma constitucional, lo cual genera retos jurídicos importantes y en algunos casos podría desafiar el mantenimiento del sistema de pesos y contrapesos que es vital y esencial en los sistemas democráticos.

El Consejo Permanente de la OEA resolvió unirse en una respuesta hemisférica coordinada entre los Estados Miembros y las entidades interamericanas para mitigar los efectos adversos de la crisis del COVID-19 y acelerar la recuperación social y económica de la región.

No hay recetas únicas ni soluciones mágicas para enfrentar la crisis, se requieren altas dosis de cooperación y solidaridad.

La democracia no puede ser otra víctima de la pandemia porque las consecuencias serían inimaginables. La democracia no puede suspenderse ante ninguna crisis, en ningún país, en ninguna circunstancia. La democracia nunca puede estar en cuarentena. No lo puede estar bajo ningún concepto el Estado de derecho democrático, no lo puede estar bajo ningún concepto el orden público.

Es necesario que el mundo de forma progresiva y gradual retome su flujo vital, inicie su recuperación y continúe la historia, aprendiendo lecciones que esta dura prueba nos deja y encarando con resiliencia y solidaridad los retos que se avecinan en el futuro inmediato.

No podemos olvidarnos que el centro de todo sistema democrático, económico y productivo es el ser humano, que es el principio y el fin de todo.

Desde la OEA trabajamos por sociedades humanistas, democráticas, con conciencia social, diversas e incluyentes -por eso nuestras coincidencias con lo expresado por el señor Rector y el Vicerrector- donde exista espacio para todas las voces, garantizando el ejercicio pleno de las libertades.

Las democracias de nuestra región se han caracterizado por ser resilientes y estoy seguro que en este escenario COVID-19 y en el post-COVID-19 las sociedades en su conjunto se sumarán para exigir que existan más derechos para más personas y se puedan incluir de forma integral y verdadera a los más vulnerables y afectados por la crisis.

Nuestras democracias tienen la oportunidad de fortalecerse y reconvertirse, nuestros gobernantes democráticos tienen enormes responsabilidades políticas y sociales para afrontar democráticamente el gran desafío de una crisis sin precedentes en la que todos debemos ser parte de la solución.

El mundo que surja luego de la crisis es incierto, nos va a plantear desafíos, van a tener que ser repensadas las formas de trabajo, las formas de interacción social y muchos de los planteos relacionados con el funcionamiento del sistema político que se inicia de las relaciones humanas.

La única receta posible para enfrentar y superar esta crisis global es con alta dosis de empatía, cooperación y solidaridad.

Esta crisis nos tiene que hacer mejores ciudadanos, no tenemos más remedio que enfrentarla con el máximo nivel de responsabilidad cada uno de los ciudadanas y ciudadanos que habitan este Hemisferio. Ese es el papel fundamental que tenemos, cuidar a todos los demás, cuidar la dimensión comunitaria, cuidar nuestros vínculos, nuestras relaciones sociales, porque tenemos que actuar como si tuviéramos contaminados, tenemos que actuar de tal manera que cuidemos en nuestras acciones a los demás. Ese es un principio fundamental, clave y es un principio de exigencia de responsabilidad a la ciudadanía.

Se ha señalado que la ciudadanía es el cargo más importante que se ocupa en una democracia, hoy tiene mayores responsabilidades, tiene libertades mayores, tiene mayores niveles de participación política. La tecnología nos ha acercado nuevas formas de capacidad, la ciudadanía hoy tiene responsabilidades muy grandes en promover denuncias por temas de violaciones derechos humanos, denuncias por temas de catástrofes ambientales o deterioro ambiental y también denuncias por casos de corrupción.

La ciudadanía que hoy tiene esas capacidades y posibilidades de actuación política, también tiene que demostrar la enorme responsabilidad, la que surge -porque nada se da aisladamente- de la dimensión cultural dentro de cada sistema político.

Nuestra formación política tiene que ver mucho con el contexto en el que estamos y por la dimensión de nuestras capacidades políticas que está dada por las intuiciones sociales y políticas que tenemos, como reaccionamos y eso está dado fundamentalmente por cómo estamos culturalmente condicionados dentro de nuestro sistema.

Esa cultura política que tenemos hoy tiene que jugar un papel fundamental, es el punto de lucha clave contra la pandemia del COVID-19 y es también el punto clave en que se afirman las mejores condiciones de la democracia en el Hemisferio.

Nuestras sociedades están moldeadas, tienen reflejos condicionados y tienen pautas que son determinadas por la cultura política de cada una. Eso tiene que ver en cómo resolvemos temas sociales, económicos y cómo resolvemos temas productivos. Esa presencia de la dimensión cultural-política es omnipresente y va de lado a lado en cada uno de nuestros sistemas, eso es clave.

Cuanto mejores ciudadanos tengamos, mejor será el funcionamiento del Estado derecho y mejores serán las posibilidades para implementar las condiciones de orden público que son necesarias para frenar la pandemia. Mejores serán las comisiones para generar la curva de crecimiento social y económico que será necesario inmediatamente en el período post-pandémico.

Tenemos que hacer hoy lo extraordinario frente a lo normal, las condiciones de normalidad del funcionamiento del sistema político, las condiciones de normalidad del funcionamiento de la economía, las condiciones de normalidad de las relaciones sociales hoy no son las mismas, son condiciones extraordinarias. Eso no puede terminar convirtiéndose en una lógica, sí hay cosas que debemos asimilar para siempre y están ahí tiene que ver con los mayores niveles de responsabilidad ciudadana, tiene que ver con los mayores capacidades y asimilación de capacidad de tecnología por parte de las instituciones. La medición de la eficiencia de la institucionalidad democrática que hoy es clave, la mejor forma de revertir este proceso es fortaleciendo las instituciones, que sean más fuerte durante la crisis del COVID-19 y que sean todavía más fuertes para el período post COVID-19 .

Sin institucionalidad democrática, responsable y con capacidades y con condiciones de eficiencia los pasos que se pueden dar van a estar siempre muy condicionados en términos negativos.

En cambio, si nuestras propuestas y capacidades de generar que esa institucionalidad sea cada vez más transparente, más responsable, más eficiente, con mejores recursos humanos, con mejores recursos financieros, que hagan mejores capacidades de respuesta hacia los diversos temas y problemas de la ciudadanía; sí tenemos un camino hacia adelante.

Esta pandemia nos muestra también que es necesario tener cada vez más políticas transversales mejores, es una enseñanza, un imperativo que nos muestra el COVID-19. No se trata solamente de como tratamos a la gente en los hospitales, en nuestros sistemas de salud, sino como damos respuesta integral como sistema político y como sociedad ante el COVID-19.

Eso es funcionamiento democrático y es funcionamiento democrático esencial, tiene que ver con cada una de las de las dinámicas del funcionamiento del Estado, tiene que ver con cómo funciona la administración pública. El Ejecutivo en todas sus dinámicas, sea salud, desarrollo social, seguridad economía, agricultura, finanzas, todas son esenciales para el mejor funcionamiento y todas tienen que estar orientadas y dirigidas hacia el mismo fin hoy, que es combatir el COVID-19 y mejorar las condiciones sociales de la gente.

Esas capacidades tienen que ser cada vez más fuertes. Desde la OEA, nuestros esfuerzos están dados hacia generar las mejores condiciones de gobierno abierto, de transparencia, de lucha contra la corrupción y de eficiencia pública.

También es necesario fortalecer el sistema de separación de poderes, nuestros parlamentos tienen un papel que jugar. La discusión política del parlamento es insustituible, el diálogo político que plantean lo parlamentos es irreemplazable, esa lógica tiene que ser mantenida y tiene que ser fortalecida.

La justicia y hago referencia al trabajo que se ha hecho desde Chile para promover mejores condiciones de funcionamiento de la justicia, para buscar mejores condiciones de funcionamiento de la justicia a nivel regional y hemisférico. La justicia no puede estar nunca en cuarentena, la justicia tiene que ser permanentemente asegurada y el funcionamiento de la misma es crucial, por lo tanto mejores condiciones tecnológicas son claves para el desarrollo de la sociedad.

Tenemos por delante desafíos muy fuertes e importantísimos, tenemos desafíos que nos tienen que fortalecer como ciudadanía y fortalecer las instituciones y entender que la fortaleza de ambas es clave en el mejor funcionamiento del sistema democrático.

Agradezco las presentaciones que fueron realizadas previo a la mía y agradezco los principios y valores que fueron expuestos y señalados. Esos principios y valores son fundamentales y eso es a lo que siempre tenemos que pegarnos.

La mejor formar de formarse en una carrera es como lo están haciendo ustedes, es la mejor forma de ejercer una profesión mañana, es la mejor forma de ejercer cualquier trabajo en esta vida.

Cuando digo que nos precisan como buenos ciudadanos, tenemos la responsabilidad de ser buenos y eso es lo que esperan y se espera de cada una y de cada uno de nosotros.