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Speeches

ENRIQUE V. IGLESIAS, PRESIDENTE DEL BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO Y DEL DIRECTORIO DE LA CORPORACIÓN INTERAMERICANA DE INVERSIONES
EN LA CONFERENCIA CÁTEDRA DE LAS AMÉRICAS DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS "LAS AMÉRICAS: DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA A UNA COOPERACIÓN PLENA"

February 8, 2005 - Washington, DC


Señor Presidente del Consejo, señor Secretario General Interino, señor Presidente de la Comisión de Asuntos Jurídicos, señor Rector, señores representantes, amigas y amigos aquí presentes y telespectadores, quiero comenzar por agradecer a esta Casa por su invitación a participar en esta conferencia, que tanto me honra, y además felicitarla por la iniciativa de su convocación.

Cuando el Embajador Borea me participó oportunamente sobre este evento y el propósito de proyectarlo a América Latina a través de los nuevos medios de comunicación, me pareció una muy buena idea y con mucho gusto acepté tomar parte en él, en el afán de tratar de contribuir al debate de temas de interés para la región.

Como Presidente del BID es especialmente grato para mí estar en la OEA. Siempre lo he dicho y ustedes lo saben. Formamos parte de la familia de esta Organización: fuimos concebidos y nacimos bajo su auspicio. Acostumbro recordar la historia, a veces poco conocida, de la gestación de la institución, particularmente el que la conferencia del año 1888-1889 inició el largo camino de creación de la OEA y el Banco. En aquella conferencia, convocada por el Gobierno de los Estados Unidos, a pedido del Congreso, hubo tres iniciativas destinadas a fomentar la cooperación regional: la creación de un mercado común, una moneda común y un banco.

De manera que junto con el nacimiento de la OEA surgió la idea del Banco. Pero en su gestación se recorrió un largo camino, que finalmente condujo a la firma de la Carta de la OEA en 1948 y a la fundación del Banco en 1959. Así, en cuanto al Banco, trascurrieron casi 70 años en que los proyectos para su formación fueron y vinieron, hasta que finalmente el encuentro del Presidente Eisenhower de los Estados Unidos con el Presidente Kubitschek de Brasil dio lugar a su creación.

Hoy para mí, es motivo de especial satisfacción poder compartir con ustedes algunas reflexiones que fluyen de mi experiencia y condición de Presidente del Banco.

El título de esta conferencia “Las Américas: De la integración económica a una cooperación plena” me lleva a una primera pregunta: ¿de qué integración estamos hablando? ¿de la integración regional de América Latina y el Caribe, o de la integración hemisférica? Pienso que se trata de esta segunda opción, desde que estamos en la OEA. Me parece que la aclaración es necesaria, porque en la historia de nuestra región la cooperación fluye por varios canales. Uno es el regional en sentido estricto, es decir, América Latina y el Caribe. Otro es el canal hemisférico, que dio lugar a lo que podría llamarse “hemisferismo”, si nos damos cierta libertad de lenguaje. Y, por último, tenemos la cooperación mundial, o internacional, a través de los foros mundiales.

En los tres ámbitos América Latina y el Caribe es un ejemplo de acciones muy importantes, a veces poco evaluadas y valoradas. La región ha realizado acciones importantes y sistemáticas en el campo de la integración regional. Asimismo, a lo largo de muchos años la región ha avanzado en materia de cooperación hemisférica y ha hecho además una creciente contribución en los foros internacionales.

El regionalismo de América Latina nació con Simón Bolívar. El Congreso de Panamá, convocado por Bolívar en 1826, fue en el fondo la primera llamada a la cooperación hemisférica, para construir juntos el futuro común de estos países. Y debemos decir, con toda honestidad, que si miramos la historia de los 200 años pasados, a pesar de algunos dolorosos conflictos, esta región ocupa en la lucha por la paz un lugar destacado. Y eso es algo que debemos reconocer; o sea una región cuyos años de paz son muchísimos más que los de conflicto. El espíritu de cooperación e integración ha prevalecido, permitiéndonos construir mecanismos de cooperación de la mayor trascendencia.

En los años cincuenta nace el regionalismo económico en pleno. La CEPAL, en aquella época dirigida por Prebisch, incorpora el regionalismo al modelo económico de sustitución de importaciones. Y lo hace con mucha visión, porque en 1952 germina la semilla de la integración económica centroamericana, antes que la integración formal europea. Aquel regionalismo tuvo como punto de apoyo un documento publicado por Prebisch en 1959, donde explicaba cómo las economías en compartimientos estancos limitaban el desarrollo, y cómo había que pasar a una etapa de mercados ampliados. Él veía en aquel momento, como también lo veía Europa, que era necesario ampliar los mercados nacionales. Así nació el concepto de regionalismo cerrado, de logros limitados en la experiencia de sustitución de importaciones de aquel momento, aunque fue una fase importante que permitió conocernos mejor.

El comercio intrarregional era muy limitado, alrededor del 5% de las exportaciones, pero permitió poner en marcha una integración creciente. Y algo muy importante, permitió conocernos, no solamente entre los distintos agentes económicos públicos, sino también entre los privados. Comenzaron entonces los primeros grandes contactos de las empresas. Yo recuerdo aquellos momentos tan esperanzados de 1959, cuando surge la ALALC en Montevideo. Pero ese regionalismo permitió hacer avances muy importantes, como fueron la creación de los bancos regionales; la formación del Grupo Andino, del Mercado Común Centroamericano y los esfuerzos de integración en el Caribe. De alguna manera, el regionalismo inspirado en esa experiencia histórica hizo una contribución importante al desarrollo económico de la época.

En los años noventa, luego de la fuerte crisis económica de la deuda, empieza el proceso de reformas en América Latina, junto al término de la Guerra Fría. Uno pensaría que el regionalismo pasaría a un segundo plano, pero ocurrió lo contrario. El regionalismo asumió un vigor realmente inesperado. Vino incorporado en el nuevo concepto del desarrollo económico y de las políticas económicas. El regionalismo de los años noventa es producto de la visión de una economía estabilizada, enmarcada por las reglas del mercado y una apertura al mundo, que expande los mercados regionales al tiempo que se abre al resto del mundo.

Es interesante ver el aporte hecho por ese regionalismo. Desde 1957 hasta la fecha se ha registrado más de 162 convenios en el GATT, ahora la OMC, de los cuales 138 se aprobaron después de 1990, lo que ilustra el vigor creciente que adquirió el regionalismo en nuestra región. Y además de estos acuerdos, a partir de 1990 se suscribieron más de 30 acuerdos subregionales entre grupos de países, como el reciente acuerdo entre el MERCOSUR y la Comunidad Andina, que marca esa dinámica continua y la exploración de nuevas iniciativas. Pero en el regionalismo abierto se incorporaron otros elementos, por ejemplo, las cooperaciones específicas en el ámbito de la infraestructura, que quizás sea una de las experiencias más interesantes. Señalo los casos de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA) y el Plan Puebla-Panamá (PPP), relativo a la iniciativa de México con América Central.

Hoy estamos hablando de otros temas importantes, como son la coordinación macroeconómica; la reforma tributaria; el concepto de la cooperación en el marco de este regionalismo abierto; y quizá el paso más significativo lo da el momento en que América Latina y el Caribe comienza a mirar al norte. Creo que uno de los grandes saltos cualitativos que da ese regionalismo ha sido el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), de México con Estados Unidos y Canadá; el acuerdo de Chile con los Estados Unidos; el acuerdo de México y Chile con la Unión Europea; la reciente aprobación del Tratado de Libre Comercio de América Central con los Estados Unidos (TLCAC), y las negociaciones en marcha con respecto a los países andinos y sobre el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Este regionalismo comienza a abordar otras fuerzas externas a la región, como son las relaciones con Asia.

El llamado “hemisferismo”, que nace al calor de la Unión Panamericana, ha dado muestras de ser uno de los ejemplos de cooperación más amplios que hay entre países en desarrollo y aún entre países desarrollados. Pocas instituciones tienen el campo de acción ganado por la OEA a lo largo de los años, que va desde la cooperación económica a la cooperación social; desde la cooperación política a la cooperación en el área de los derechos humanos y a la cooperación militar. Se ha incorporado elementos realmente muy avanzados de la cooperación internacional, como las cláusulas democráticas o la Carta Democrática. Es así como esta visión hemisférica ha venido ganando terreno en una amplia gama de aspectos. Recuerdo momentos culminantes de esta trayectoria, como el de la Alianza para el Progreso, por ejemplo, en la que trabajé. Recuerdo el momento de la Iniciativa para las Américas propuesta por el Gobierno de Estados Unidos en junio de 1990. Recuerdo el año 1994 con la convocatoria de la reunión Cumbre de las Américas. Es decir, cuando se mira en perspectiva, cabe reconocer que estamos en presencia de un “hemisferismo” de gran dinamismo. El último paso importante fertilizado por las Cumbres, ha sido la creación de este movimiento hacia el ALCA, que es una iniciativa en marcha, y que sin duda será vigorizada gracias a las consultas entre los presidentes.

Y la tercera gran vertiente de la cooperación de América Latina y el Caribe es la mundial, con la conferencia de la Habana, de la cual partió el GATT y en la que nuestra región tuvo un papel muy relevante, que sostuvo durante toda la vida del GATT. América Latina fue activa en ese club, que en esa época fue más que nada un club de los países industrializados. Asimismo, en 1986 América Latina y el Caribe acrecientan su presencia internacional en el debate de los temas comerciales, con oportunidad del lanzamiento de la Ronda Uruguay, que culminó a principios de los noventa. Ella ofreció a esta región la oportunidad histórica para asumir un papel destacado en la organización de las reglas del comercio mundial, que ahora lo ha reiterado en las negociaciones de Doha, como se puso en evidencia en Cancún. Y esta presencia de América Latina y el Caribe se proyecta también en las iniciativas de cooperación con la Unión Europea, con Asia y con la cooperación entre países en desarrollo que ha impulsado el Presidente Lula de Brasil. En síntesis, hay una proyección internacional que también debemos reconocer y que forma parte de esa trilogía con que la región se ha proyectado en los ámbitos comercial y de cooperación internacional.

¿Cuáles son algunas de las conclusiones principales de este rápido examen? Lo primero es reconocer que es de interés de la región el profundizar en los tres caminos señalados. Desde luego debemos profundizar la integración regional y la cooperación recíproca entre los países de América Latina y el Caribe. Debemos profundizar las reglas hemisféricas y extra regionales, y nos importa, por supuesto, que el mundo ponga en marcha un nuevo orden comercial, regido por un acuerdo internacional en el marco de la OMC. Y debemos apreciar que hay relaciones entre ambas, porque el éxito en la coordinación en el ámbito de los países de la región podría servir de base para contribuir al avance de las negociaciones del ALCA y también en los acuerdos negociados en la ronda de Doha, consiguiendo además la superación de obstáculos importantes en la consecución de los objetivos del ALCA.

A mi juicio, el reconocer esas interacciones nos permite ver con mayor claridad que para la región es bueno actuar en todos los campos, en todas las direcciones, profundizando su interacción. Acuerdos que originalmente tenían un perfil eminentemente comercial, en la praxis están mostrando que su negociación abre expectativas y nuevas líneas de cooperación que no conocíamos hace veinte o treinta años. En esto hemos encontrado que surgen a lo menos tres modalidades de cooperación. Aquella que evoluciona después de haberse alcanzado un acuerdo comercial, cuando comienzan a aparecer formas de cooperación novedosas; una segunda modalidad que emerge cuando junto con una cooperación comercial hay otras líneas de trabajo entre los países, por ejemplo el caso de los acuerdos con la Unión Europea, o los del ALCA, y la tercera es la cooperación que se desarrolla sin la presencia de acuerdos comerciales.

A mi modo de ver, lo importante de este proceso de cooperación es que estos acuerdos comerciales se constituyen en un punto de apoyo, y a veces de partida, de la cooperación en temas económicos ampliados; en políticas macroeconómicas; en políticas sociales; en las condiciones de trabajo; o en relación al medio ambiente, la cultura y la cooperación política. CARICOM es un muy buen ejemplo de esto, donde la cooperación trasciende lo comercial, extendiéndose a campos como los que acabo de mencionar. Otro ejemplo destacado es la Unión Europea.

La Europa de hoy, que parte con acuerdos comerciales, es una Europa tremendamente rica en formas de cooperación, especialmente una que me parece realmente importante: la cohesión social, los acuerdos de Lisboa. Es decir, el punto de partida comercial ha derivado apoyos a la consecución de otros objetivos: entre ellos, económicos, políticos, sociales, culturales. Considero importante que tengamos esto como tema central, que las negociaciones de comercio sean el punto de partida hacia una “cooperación ampliada”, que es como yo preferiría llamarla, en la que podamos trabajar en los años futuros. “Plena” como en el título de la conferencia es un adjetivo tal vez demasiado ambicioso, porque parecería implicar que la cooperación plena culmina en la gran integración política que hoy por hoy no está en la agenda de la región, ni del hemisferio.

Cuando digo que esos son los instrumentos de la cooperación, me pregunto cúales son los grandes retos que enfrenta hoy América Latina y el Caribe y qué pedirle a las nuevas formas de cooperación como apoyo a los programas de desarrollo económico. He identificado cuatro áreas que me parecen muy importantes, vistas sobre todo desde el ángulo del Banco y de nuestro contacto permanente con los gobiernos..

El primer aspecto corresponde al avance de la globalización, un hecho muy discutido, al cual la región se enfrenta en los ámbitos comercial y financiero; en materia de inversión, hoy dirigida a sectores altamente competitivos y de la globalización de la empresa. Este es un concepto que me impresiona mucho por su dinámica y por la transformación que promueve y que constituye un enorme desafío para la región. La globalización, como proceso, que abre grandes oportunidades, pero que plantea también inmensos riesgos que es bueno reconocer desde la partida.

El segundo frente que me parece importante destacar es el gran cambio que está teniendo la geografía económica del mundo. En esto cabe destacar la mayor gravitación asiática, y especialmente el fenómeno chino, que hoy se constituye para nosotros en un referente por las experiencias que han tenido, por la oportunidad que nos abre de aumentar las exportaciones de materias primas, y por el desafío que nos presenta como un formidable competidor. Hemos dicho que el fenómeno chino e indio es algo así como haberle colocado al mundo un segundo piso en lo económico, y este segundo piso es un desafío muy grande. Es un desafío y a la vez un referente, porque hay que entender lo que ha pasado en esa región, el que China e India hayan terminado en veinte años con las hambrunas. América Latina, que tiene el problema de la pobreza, debe mirar con mucho interés esa experiencia.

Ese cambio geoeconómico nos ofrece también una gran oportunidad. China se ha convertido en uno de los grandes mercados para la exportación de materias primas y de productos básicos. Este tema es muy importante, porque a la América Latina se le está abriendo una oportunidad histórica, de revalorización de sus materias primas como reflejo de la enorme expansión en tan pocos años del mercado de consumidores. Esa oportunidad proyecta a la vez una competencia formidable en todos los frentes.

El tercer tema es el relativo al avance tecnológico, incluyendo las nuevas tecnologías de la información. Este es un aspecto que me preocupa mucho. América Latina y el Caribe adolece de una grave debilidad estructural en materia tecnológica, y está quedándose peligrosamente atrás en esta materia. Por eso el Banco está estableciendo un fondo para el desarrollo y la innovación tecnológica, que nos ha provisto el Gobierno de Corea. Junto con ello hemos organizado un Departamento encargado de este tema, en que la educación superior y la tecnología son considerados conjuntamente como temas relacionados. La región debe hacer un esfuerzo consciente frente a este enorme desafío, asignando un fuerte apoyo político al mejoramiento de la calidad de sus recursos humanos y de su capacidad de investigación e innovación tecnológica. Y me temo que si no hacemos bien esta tarea, vamos a estar en el último vagón del tren de la historia, y esto sería muy grave para esta región, que tanto puede hacer en ese campo.

Todo esto nos lleva al cuarto tema importante, cual es el de la competitividad, que viene unido a todo lo anterior. Nuestra región tiene ante sí un problema muy serio de crecimiento; tiene que mirar al mundo y para ello debe reconocer que la competitividad es vital. En el mundo de hoy el que no compite no sobrevive. América Latina y el Caribe no puede seguir dependiendo sólo de la exportación de materias primas, porque eso nos da producción y divisas, pero no empleo. Hay que reconocer que en la región se ha hecho avances importantes para mejorar la calidad de las exportaciones. La renovación agrícola, por ejemplo, ha sido realmente de la mayor trascendencia, pero este es un tema de competitividad y de un gran desafío.

Veamos qué apoyo a estos nuevos elementos que son parte de la realidad regional podríamos pedirle a la cooperación en todas sus vertientes.

Bueno, primero tenemos que pedir a esa cooperación ampliada el apoyo a los esfuerzos de competitividad, y ahí los temas de la infraestructura, del comercio y de la integración se constituyen en elementos importantes. Las Cumbres lo han señalado con mucha claridad. Solo con relación a la infraestructura, la región requiere invertir 70.000 millones de dólares por año en energía, transportes, comunicaciones y agua. Es un reto formidable que debe resolverse con urgencia.

En segundo lugar, existe la necesidad de montar mecanismos de cooperación intensiva en educación superior e innovación tecnológica.

Me preocupa, asimismo, el desarrollo de los mercados de capital, para disminuir una de las vulnerabilidades mayores de la región frente a las crisis financieras externas, como las de los últimos años. El bajo ahorro y las limitaciones de los mercados de capital en América Latina son dos problemas cuya solución hay que priorizar. Ello es fundamental para proteger a la región frente a los vaivenes de la globalización financiera y reforzar la capacidad de ahorro interno y su asignación eficiente a la inversión.

Una cuarta vía de cooperación es el apoyo al desarrollo político. La OEA está haciendo en ese campo una enorme contribución. Es muy importante que esta organización continúe desarrollando estas tareas con la mayor prioridad.

Y mencionaría además el tema de la cooperación frente a los desastres naturales. La experiencia nos muestra que es un tipo de cooperación que debe abordarse con mayor intensidad que como se ha hecho hasta ahora. Reconozco muy bien los esfuerzos que se realizan cuando hay un desastre. Se moviliza tanto la cooperación regional como la mundial, pero este es un problema que se ha vuelto demasiado frecuente y pesado para muchos países en el Caribe, Centroamérica y el Grupo Andino. Es por ello que estos esfuerzos también deben formar parte de una agenda priorizada de la cooperación ampliada.

¿Cómo hacerlo? ¿Cómo potenciar esa cooperación ampliada?¿Cómo hacer viables estos objetivos?

Yo insistiría en la tesis central que he planteado a ustedes. Considero que los acuerdos de comercio ofrecen un punto de apoyo importante para esa cooperación ampliada. Esto lo han demostrado las experiencias comparadas que tenemos, siendo la de Europa quizá la más ilustrativa. Los acuerdos comerciales son el vehículo que permite ampliar la cooperación, y establecer mecanismos de disciplina. Hemos visto como esos acuerdos de comercio, debidamente negociados, generan oportunidades para ampliar esa cooperación en ámbitos cada vez mayores. En el Banco estamos convencidos de que es posible y muy conveniente relacionar sistemáticamente el comportamiento de este tema con otros ámbitos de política.

Una segunda respuesta al cómo, es que esta cooperación ampliada comprometa una agenda doméstica efectiva para enfrentar los problemas sociales de la región, el problema de la pobreza, la desigual distribución del ingreso, y la exclusión y el desempleo. Es por ello que la cooperación internacional, para ser efectiva, presupone una agenda doméstica que asigne prioridad a estos temas. Dicho de otro modo, será muy difícil que la cooperación ampliada fructifique en medio de la postergación social como la que sufre América Latina y el Caribe.

Es importante reconocer, una vez más, que la pobreza es esencialmente un problema doméstico, que la cooperación internacional puede ayudar a resolver. Pero es claro que ella debería estar acompañada de políticas que eliminen el proteccionismo en los países industrializados, especialmente el de la producción agrícola, y que abran los mercados a las exportaciones latinoamericanas, eliminando así una carga que soportan principalmente los sectores más pobres de nuestros países. Pero no olvidemos que la agenda de la pobreza involucra políticas fundamentalmente nacionales. Ese es el primer tema de la agenda doméstica.

El segundo es abrirse al mundo con acuerdos de integración en todos los frentes posibles. Ello implica prepararse para negociar bien. Hay que ayudar a los países a mejorar su capacidad de negociación y también, en medida muy importante, a hacer reformas estructurales para expandir su apertura comercial en general. A nuestros amigos centroamericanos les aconsejamos prepararse bien para ampliar su apertura externa y hacer ya los ajustes estructurales necesarios. Los programas de cooperación del Banco están dando gran prioridad a los ajustes estructurales para la apertura externa. Si no lo hacemos, podemos sufrir enormes frustraciones. No olvidemos que la apertura es una calle de dos vías, en que debemos equilibrar el costo de las mayores importaciones con los beneficios de nuevas y más exportaciones. Si no negociamos bien es probable que nos quedemos solamente con los costos de la apertura y no recibamos ninguno de sus beneficios.

Hay que entender que los ajustes estructurales son muy importantes. Nosotros estamos tomando este tema muy en serio. Estamos avanzando una experiencia pionera en Costa Rica. Desde hace un año y medio venimos trabajando con el país para poner en marcha una cooperación de gran escala que contribuya a preparar el país en sus políticas de apertura externa. Esa segunda respuesta es, entonces, la agenda doméstica, en lo social y en la preparación para la apertura.

Una tercera respuesta al cómo, es trabajar seriamente en el tema de la solidaridad. Solidaridad entre aquellos países que pueden más con aquellos que pueden menos, entre todos los países de las Américas. Esto significa que debemos reconocer grandes asimetrías entre los países, como las que hubo en Europa, en los países de Mediterráneo. Y hubo conciencia de ese aspecto y compromisos solidarios de todos para con todos. Yo creo que este es un tema que hay que colocar en el centro de nuestras preocupaciones. Se ha colocado ya en el caso del MERCOSUR, donde las asimetrías han sido puestas en discusión. Pero si vamos a emprender esta gran aventura de llevar adelante a los países por la senda del progreso económico y la justicia social, a partir de una creciente apertura e integración, debemos entender que ello es de interés de todos. Y, por tanto, la solidaridad debe ser un punto de reflexión para todos.

Esto se puede ayudar a lograr, ciertamente, a través de los préstamos nuestros y del Banco Mundial. Pero hay que ir un poco más allá. Los fondos de cooperación deben participar en el debate de cómo hacer efectiva la solidaridad, que incluye una parte financiera, pero que debe tener otros componentes adicionales, sobre todo en el proceso de negociación de los acuerdos de libre comercio.

La cuarta respuesta al cómo, es la cooperación incremental. Tengo a veces la preocupación de que, llevados por el entusiasmo de los distintos frentes de cooperación, nos fijamos variados y múltiples objetivos que después carecemos de la capacidad necesaria para ponerlos en marcha. Y creo que es importante que en la formulación de prioridades trabajemos fundamentalmente en el terreno de lo posible y no solamente en el de lo deseable. Digo esto porque a veces caemos en frustraciones y angustias, que son malos para el propio proceso. Una vez que el logro de pocos objetivos se va consolidando, podemos entonces avanzar con mayor ambición.

El último punto del cómo, consiste en fortalecer las instituciones regionales. Ocurre muchas veces que encargamos mandatos a las instituciones sin dotarlas de los recursos necesarios, por lo que es muy difícil cumplir los mandatos y muy fácil frustrarnos. Es muy importante entender que estas organizaciones operan dentro de ciertos límites, por lo que las cosas deben ponerse en el terreno de lo razonable y lo posible. Esa es quizá la mejor forma de fortalecer la capacidad de acción de estas organizaciones.

Estamos en un momento especial, de una América Latina en bonanza, no sabemos por cuanto tiempo, pero sí tenemos un optimismo cauto alimentado por el inicio de la reactivación económica en la región y por un marco de comercio y financiero internacional favorable. Debemos aprovechar este momento para reflexionar. Quizá el mayor capital que tenemos en América Latina consiste en las experiencias, buenas y malas, que hemos ganado.

Y creo que eso da lugar a ciertos puntos de consenso, sobre los cuales la controversia ha sido superada por los hechos. Uno es ciertamente la estabilidad de los balances macroeconómicos. Simplemente, no se debe jugar con la macroeconomía. Otro es la necesidad de tener un mercado eficiente y también un Estado eficiente. Ambas condiciones van de la mano. Un mercado eficiente es el mejor mecanismo de asignación de recursos, pero se necesita un Estado también eficiente para regular el mercado, compensar a los sectores postergados y habilitar a todos para participar en el proceso de cambio. Otro punto de consenso es la apertura económica. Estamos convencidos, como lo está el mundo entero, inclusive el ex mundo socialista, China e India, de que el progreso pasa por la apertura selectiva e inteligente. Y nosotros hemos avanzado en ese proceso de apertura por la vía de los tres principales canales señalados.

Si logramos asentar esa apertura, ella será una fuente muy importante de oportunidades, que debemos aprovechar con pragmatismo para salir adelante. La cooperación ampliada encierra gran parte de la sinergia necesaria.

Muchas gracias.