4/26/2024
English  Français  Português

 


Temas considerados por la Comisión

Programa de Educación para la Paz

Reunión de Expertos Gubernamentales para Diseñar un Proyecto de Programa de Educación para la Paz

CONSEJO PERMANENTE DE LA
ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS

COMISIÓN DE SEGURIDAD HEMISFÉRICA

OEA/Ser.G
CP/CSH-235/99
28 Septiembre 1999
Original: español
 

EDUCACIÓN PARA LA PAZ EN EL HEMISFERIO: ELEMENTOS DE REFLEXIÓN PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL PROGRAMA

(Documento presentado por la Misión Permanente de Colombia)

EDUCACIÓN PARA LA PAZ EN EL HEMISFERIO

Elementos de Reflexión para la Construcción del Programa

Bogotá – Colombia, Septiembre de 1999

NOTA INTRODUCTORIA

El presente documento constituye el resultado del trabajo elaborado por un grupo de consultores externos, estudiosos del tema de paz a quienes se solicitó aportar sus valiosas reflexiones en torno a los tres ejes temáticos propuestos por la OEA para la construcción del Programa Hemisférico de Educación para la Paz a saber: 1. La Solución Pacífica de Conflictos., 2. La Promoción de los Valores y Prácticas Democráticas y, 3. La Promoción de la Paz entre los Estados.

La intención de los planteamientos en el presente documento es la de aportar algunos elementos de reflexión a los participantes que asistirán a la Reunión de Expertos para Diseñar un Proyecto de Programa de Educación para la Paz en el Hemisferio.

ÍNDICE

Página

NOTA INTRODUCTORIA v

I. PRIMER EJE TEMÁTICO: SOLUCIÓN PACIFICA DE CONFLICTOS 1

INTRODUCCIÓN 1

DEFINICIONES PARA EL EJERCICIO DE LA PAZ 3

PROPUESTAS PARA LA EDUCACIÓN EN LA RESOLUCIÓN NO VIOLENTA DE LOS CONFLICTOS 6

CRITERIOS PARA LA EVALUACIÓN 9

II. SEGUNDO EJE TEMÁTICO: PROMOCIÓN DE LOS VALORES Y PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS 11

INTRODUCCIÓN 11

PRECONDICIONES DE CONOCIMIENTO 13

ESTRATEGIAS PARA GENERALIZAR LAS PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS 14

INSTRUMENTOS PARA LA FORMACIÓN EN VALORES Y PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS 17

REVISIÓN DEL DISCURSO PEDAGÓGICO Y LA PRÁCTICA EDUCATIVA 18

CRITERIOS PARA LA EVALUACIÓN 19

III. TERCER EJE TEMÁTICO: LA PROMOCIÓN DE LA PAZ ENTRE LOS ESTADOS 20

INTROCUCCIÓN 20

LA EDUCACIÓN Y LA PROMOCIÓN DE LA PAZ 21

ESCENARIOS Y ACTORES 22

I PRIMER EJE TEMÁTICO

SOLUCIÓN PACÍFICA DE CONFLICTOS

INTRODUCCIÓN

Durante este siglo los pueblos y naciones del mundo, y del Continente, han expresado los más altos ideales de paz y convivencia, respeto de los derechos fundamentales y las aspiraciones de construcción de una cultura que desacredite a la guerra y toda forma de violencia como instrumentos para resolver los conflictos, definir el poder político y los proyectos de sociedad, Estado y Nación. Sin embargo al concluir el siglo la violencia en el mundo y en el Continente americano no ha retrocedido. Las guerras entre los Estados, las guerras internas, los conflictos sociales desbordados y expresados a través de diversos tipos de violencia, afectan a diversas naciones y pueblos. /

¿Cómo entender que justamente cuando el mundo ha realizado enormes progresos tecnológicos y cuando hay una mayor consciencia universal sobre la importancia de la paz y el respeto a la dignidad humana, la guerra y otras formas de violencia tengan un impacto tan devastador en el mundo? Es difícil formular una respuesta enteramente satisfactoria, pero es evidente que la paz no ha sido asumida en la construcción de los imaginarios colectivos, en el ethos de las naciones, en las costumbres cotidianas de las sociedades. La paz, abandonada a la buena voluntad de los individuos, de los gobernantes, de los que detentan poderes armados, de los que hacen las guerras, de los que crean redes de violencia o las apoyan, es solamente una invocación de una quimera. La paz no se ha hecho realidad en tanto no ha podido construir sujetos sociales, políticos y económicos (particulares y colectivos) que puedan asumir la tarea de erradicar toda forma de violencia. Es obvio por ello que en el orden político, económico y social, no se han asegurado las bases para edificar una nueva convivencia, que los conflictos estallan en medio de injusticias y desequilibrios estructurales y las instituciones no tienen la capacidad para tramitar pacíficamente estos conflictos. De nada sirven los avances en la formulación de los ideales políticos de la convivencia, o la promulgación de Constituciones y leyes que salvaguardan la vida y la dignidad humana si no contamos con los sujetos con actitudes, prácticas cotidianas, valores y habilidades para la paz.

La construcción o creación de sujetos sociales, económicos y políticos es una obra humana que tiene grandes diferencias con otros productos del hacer humano. A diferencia de la producción de objetos, concluida, estática, fruto de una acción externa sobre una materia sin libertad, la creación de sujetos es inacabada, dinámica, resultado de un proceso de autoconstitución, abierta siempre a la realidad cambiante. El símil de la alfarería, que da forma moldeando, por su flexibilidad y creatividad, expresa mejor este proceso que el de la construcción. Que los sujetos sean el resultado de la autoformación, autocreación o autoconstitución, no significa que otros(as) no intervengan en el proceso. La presencia de los(as) otros(as), en relaciones intersubjetivas y grupales que se tejen entre la cooperación y el conflicto, es radicalmente necesaria para la formación de sujetos sociales, políticos y económicos.

Que el sujeto no se construya en el aislamiento significa descubrir el carácter situado de la formación de los seres humanos. La formación de sujetos sociales, políticos y económicos, supone por tanto estructuras sociales, políticas y económicas que le anteceden y que en el proceso de “socialización” son reproducidas y afirmadas. En este sentido los sujetos son formados con modelos de sociedad, de mando político y relaciones económicas. No se trata únicamente de modelos ideales, pensados como fórmulas abstractas. Se trata de modelos actuantes, operantes en las relaciones sociales. Como el artesano que reproduce un modelo sin que sus piezas sean exactas, de la misma manera, las manos no visibles de un artesano colectivo, unidas a las manos de cada individuo, configuran un tipo de sujetos, intentando plasmar el modelo de los ideales y aspiraciones de una sociedad. Todo este proceso es la obra cultural.

¿Si la guerra logra insertarse abrumadoramente en la vida de una sociedad o en las relaciones entre naciones y Estados, si la violencia ocupa el espacio de la interactuación social, esto significa que una sociedad o diversas naciones y Estados tienen como modelo al guerrero y al predador ? No es así, por lo menos no necesariamente. Significa más bien que en la realidad de la guerra y las violencias, asimiladas como instrumentos para dirimir los conflictos de las relaciones sociales, prevalece la fuerza convertida en agresión y violencia, por encima de la cooperación, la solidaridad y el reconocimiento de la dignidad humana, aspectos estos últimos que continúan estando presentes en las sociedades, naciones y Estados afectados por diversas formas de violencia. Es evidente que el hecho de qué prevalezcan las violencias implica de una o de otra manera un “fracaso” en los procesos de socialización que aspiraban la paz y la convivencia, tal como lo habían expresado las naciones en este último siglo, ideales que se hicieron mucho más preciosos después de la experiencia aterradora de las guerras mundiales y otros conflictos bélicos no menos tormentosos.

Las páginas de este documento tienen como referente la realidad social y política de Colombia a cuatro meses del fin del siglo XX. Pretenden indagar sobre lo que nos resulta posible a nosotros como responsables de procesos educativos, para diseñar propuestas de educación para la paz, de manera particular en torno a la resolución no violenta de los conflictos. Si bien el referente es Colombia quisiéramos que este documento contribuya a forjar la educación para la paz del Continente, para que las naciones y los Estados de las Américas formen un tejido resistente a la tentación de las guerras y las confrontaciones violentas frente a los conflictos internos y externos.

DEFINICIONES PARA EL EJERCICIO DE LA PAZ

Conviene proponer cómo entendemos las palabras. Las definiciones no son aquí absolutas, no pretenden zanjar discusiones, son más bien invitaciones para continuar la reflexión. Deben ser formuladas, para la discusión y reflexión del Continente, desde la situación particular de cada nación y desde su vocación e identidad particular. El lenguaje aquí es propuesta de universalidad e identidad al mismo tiempo.

• ¿Qué entendemos por educación y por paz, qué entendemos por educación para la paz ?

Por educación comprendemos en este documento el proceso global o integral de formación de seres humanos como sujetos sociales, económicos y políticos, de acuerdo al escenario que les precede, es decir, a las estructuras sociales, económicas y políticas, que determina un modelo de humanidad y un proyecto de sociedad y de Estado. El proceso de formación de seres humanos, al que llamamos educación, supone libertad y por tanto capacidad de transformación de la realidad social, capacidad que puede expresarse incluso en la desobediencia frente a estructuras de inequidad e injusticia. Pero supone al mismo tiempo la limitación de los datos de la realidad y de un marco de comprensiones preestablecido, que antecede a los sujetos. Todo este proceso de interactuación o mediación entre lo social y lo particular, de conexión entre la realidad que pone los límites a lo posible y los sueños e imaginarios que impulsan transformaciones, es la obra cultural.

La educación, en esta perspectiva, va mucho más allá de la actividad escolar o de los procesos educativos en el sistema formal de educación escolar. Abarca la inserción en la dinámica social y política, en las actividades económicas, las prácticas cotidianas, las relaciones intersubjetivas, la vida familiar, el trabajo, en fin, la educación se extiende a lo ancho de todas las dimensiones de la vida humana. De esta manera el conjunto de la sociedad se concibe como institución educadora.

El concepto de paz ha ido evolucionando, pasando de una concepción negativa de paz que comprende a esta última como ausencia de guerra, hasta la configuración positiva del concepto. La paz es entonces una experiencia mucho más amplia que el cese al fuego de las guerras o de su no aparición en la vida de las naciones. La paz está referida a las condiciones estructurales en las cuáles las sociedades pueden vivir en la justicia, la equidad y la erradicación de todas las formas de discriminación, de opresión y de violencia. /

La educación para la paz une en un mismo campo la concepción de educación y de paz. Pone su énfasis en la oposición a toda forma de violencia (incluyendo la violencia simbólica y las estructuras de exclusión), acude a la transformación de las personas como el escenario de su acción inmediata, percibe este proceso de asimilación de valores favorables a la vida y al respeto de la dignidad humana como una decisión libre y comprometida de cada sujeto del proceso formativo y busca la integración entre contenidos conceptuales y el aprendizaje de actitudes, técnicas y habilidades para la convivencia pacífica en la cual la solución no violenta de los conflictos es un núcleo fundamental. /

• Conflicto y violencia

Hemos dicho que la educación es un proceso de autoconstitución de seres humanos como sujetos sociales, económicos y políticos, tanto en términos individuales o particulares como sociales o colectivos. Este proceso se forja en la interrelación subjetiva en la que entran en juego diversos intereses, visiones del mundo, caracteres, situaciones, y sobre todo, relaciones de asimétricas en la distribución del poder, del ingreso y de la riqueza. La diversidad es ocasión para el surgimiento de los conflictos, los cuales no sólo son inevitables hacen parte de la estructura de la vida humana.

Una visión negativa sobre el conflicto nos hace considerarlos como nocivos e inconvenientes para la paz. El ideal de la convivencia pacífica sería una sociedad en la cual no haya conflictos. Esta visión es ingenua y comprende de manera moralista el surgimiento de los conflictos. Una mirada distinta, positiva y optimista, nos lleva a pensar y a asumir los conflictos como oportunidad para el crecimiento de las personas y las comunidades. La paz es por esta razón irrealizable sin los conflictos. La paz no se opone a los conflictos sino a la violencia. /

La violencia es una de las maneras como se tramitan y dirimen los conflictos, aunque es siempre la forma como los conflictos se hacen cada vez más irreconciliables. Las soluciones a los mismos, logradas mediante la violencia, desencadenan nuevos conflictos con ciclos de mayor violencia. Sin embargo los conflictos no siempre llevan a la violencia, es posible gestionar su resolución mediante mecanismos no violentos.

De la misma forma que conflicto y violencia no se autoimplican, violencia y fuerza tampoco son conceptos que se unifican. La violencia es el uso extremo de fuerza, con intención deliberada de causar dolor o daño corporal, psíquico, emocional, económico o cultural, a una persona o a una colectividad. La violencia puede ser directa cuando afecta de manera inmediata el cuerpo y la interioridad de los seres humanos, o indirecta cuando se hace a través de estructuras de empobrecimiento o de privación de derechos fundamentales. Si la violencia es siempre un uso extremo de fuerza, laa fuerza en cambio no es siempre e inevitablemente violencia. La fuerza es capacidad de afirmación, impulso vital para alcanzar propósitos. Aún más, para enfrentar la violencia es indispensable la fuerza de quienes se oponen a la arbitrariedad, a la humillación de la dignidad humana. La resistencia frente a las guerras y a toda forma de violencia es una acción de fuerza de los seres humanos.

• Resolución no violenta de conflictos

La resolución no violenta de los conflictos es una de las maneras de asumir la confrontación de intereses. La guerra y diversas formas de violencia, sin ser inevitables, son siempre posibilidades para canalizar e intentar resolver los conflictos. El recurso a formas no violentas de solución de los conflictos significa un avance en la cultura política de una sociedad.

Entre las formas de solución no violenta de los conflictos encontramos: la negociación, el acuerdo, el arbitraje, la conciliación, el recurso al sistema de justicia. En todos estos ejercicios el diálogo, la mediación, los buenos oficios y el servicio como testigos y garantes, son mecanismos fundamentales. Es pertinente insistir en el diálogo como condición necesaria para la solución no violenta de los conflictos. El trasfondo del diálogo es mucho más importante que el contenido de la conversación y los logros alcanzados, en tanto la experiencia del diálogo se constituye en aprendizaje para la paz. El diálogo como ejercicio de los que hablan pierde sentido si no entraña valores y actitudes para la paz.

De esta manera es imprescindible sustentar el diálogo para las soluciones no violentas de los conflictos en el reconocimiento del valor de las personas, en el reconocimiento del otro(a) –o de los(as) otros(as)- como alguien con dignidad, que vale en si mismo, que tiene derechos, que merece ser escuchado y que debe ser respetado como ser humano. Sin este reconocimiento de la alteridad es imposible una salida no violenta de todo conflicto. La violencia es esencialmente el desconocimiento de la dignidad de los otros(as), sometidos al trato de objetos desechables, prescindibles, presencias molestas que pueden ser eliminables. La eliminación del otro, de los otros(as), no se realiza solamente por la muerte, forma extrema de violencia, sino por toda utilización de los seres humanos, por el desconocimiento de sus derechos, por el silencio impuesto, por el no reconocimiento de la alteridad, del derecho a la palabra.

El diálogo para la resolución no violenta de los conflictos exige además una actitud de aprendizaje. Nadie nace con la habilidad espontánea para le diálogo. Es necesario aprender a dialogar, saber cómo desactivar los odios, las hostilidades, cuándo es el momento favorable para iniciar el diálogo y cuándo el tiempo para los compromisos. Se aprende a dialogar en el ejercicio mismo del diálogo pero es preciso preparar a los que participan en él.

PROPUESTAS PARA LA EDUCACIÓN EN LA RESOLUCIÓN NO VIOLENTA DE LOS CONFLICTOS

a. Desactivar los odios, formar para el perdón, trabajar por la justicia y la superación de la impunidad: Las sociedades del Continente, sobre todo aquellas que han vivido conflictos armados y procesos de interrupción del régimen democrático, han atravesado por períodos de violencia y conculcación de derechos civiles y políticos. Es imprescindible desatar los nudos de odios y resentimientos, crear las condiciones subjetivas, sociales y políticas para el perdón, sobre fundamentos de verdad y justicia. La impunidad frente a graves ofensas a la dignidad humana y al derecho a la libertad y a la soberanía de los ciudadanos constituyen un riesgo permanente para la paz. Todas las estructuras educativas, entre ellas el sistema escolar, pueden y deben aportar en la formación de los valores para el perdón y la reconciliación, y para que las sociedades nacionales tengan la capacidad para asumir la verdad y la justicia.

b. Fortalecer los programas de gobiernos locales que giran en torno a la pedagogía de la convivencia ciudadana: Si la paz es un compromiso de los Estados y de las sociedades nacionales, los esfuerzos que realizan las administraciones locales para conseguir nuevas relaciones entre los ciudadanos, que prescindan de la fuerza y la violencia, deben ser apoyados y fortalecido. Hablamos aquí de programas educativos sobre desarme voluntario, medidas restrictivas sobre consumo de alcohol acompañadas de propuestas de educación sobre este tema, programas de seguridad ciudadana con amplia participación y con una perspectiva preventiva y de rehabilitación de los infractores y delincuentes, prácticas de diálogo y negociación de las autoridades locales con las comunidades para la toma de decisiones, etc.

c. Propiciar la negociación social y política sobre los grandes conflictos sociales. El conflicto social (o los conflictos sociales) generado por la inequidad en la apropiación de los ingresos y en la distribución de la propiedad sigue siendo causa de movimientos sociales de inconformidad en el Continente. En la actual coyuntura de menor disponibilidad de recursos de los Estados y de ajustes a la macroeconomía que suponen una menor intervención del Estado en la solución de los problemas sociales, confrontada con situaciones de pobreza y exclusión no resultas en amplios sectores de nuestros países, es indispensable alcanzar fórmulas de acuerdo y negociación social y política, que eviten las confrontaciones violentas. En este sentido la solución no violenta de los conflictos sociales debe acudir a las consultas populares, comisiones de diálogo, concertación y conciliación, debates públicos, etc.

d. Impulsar una refundación ética de las sociedades, a partir del reconocimiento de la diversidad y de la experiencia de la ciudadanía: En el pasado las sociedades del Continente fundaron sus principios de moralidad en el marco de tradiciones religiosas, transmitidas vivencialmente en la familia, la escuela, la sanción social y el ámbito de la expresión religiosa. Hoy las instituciones de socialización experimentan una crisis profunda y no hay un marco de referencia ético con pretensiones de universalidad. La convivencia pacífica, respetuosa y tolerante requiere un horizonte ético, una escala de valores que ponga bajo cubierto a la vida y la dignidad humanas. Este marco de valores puede ser construido, debe ser construido, a partir de la diversidad. Se trata de una ética en la que todos y todas, desde distintas visiones del mundo, diferentes tradiciones culturales, contextos y situaciones específicas, podemos aportar para encontrar unos valores comunes que podemos afirmar y proteger. El hecho común que parece identificarnos a todos es la condición de ciudadanos y ciudadanas dentro de una comunidad política. Apelar a la ciudadanía como concepto unificador para encontrar los principios éticos de la convivencia contribuye a la consolidación de las identidades y vocaciones políticas de los pueblos y naciones del Continente.

e. Formar para asumir positivamente los conflictos y procurar su solución: Si en ocasiones hemos identificado la paz como ausencia de conflictos, hoy es necesario que comprendamos que la paz se construye en medio de éstos y por tanto toda la sociedad, y el Estado como responsable de su conducción y orientación, está llamada a asumir los conflictos como inherentes a la vida personal y colectiva de lo seres humanos. Los procesos educativos en su más amplia expresión deberán, para este propósito, hacer visibles los conflictos antes que ocultarlos, negarlos o darles causes que no permiten su solución. Es en todos los casos inconveniente dejar los conflictos sin propuestas de solución. Si los conflictos son positivos para el crecimiento social no son sin embargo deseables como una situación permanente e indefinida. La búsqueda creativa de soluciones para los conflictos es el mejor aprendizaje para los conflictos que vendrán en el futuro.

f. Establecer programas especiales de capacitación para educadores y otras personas con responsabilidades de formación en la opinión pública y las comunidades locales: La paz no es el resultado de la espontaneidad. Las actitudes, los valores y las habilidades que requiere la paz, y particularmente la negociación de los conflictos, son el producto de aprendizajes. Los educadores de los países del Continente, así como otras personas con responsabilidades en la formación de las sociedades nacionales y las comunidades locales (periodistas, comunicadores, responsables de comunidades de fe, líderes comunitarios, etc.) no tienen en muchas ocasiones las herramientas conceptuales, las actitudes y destrezas para educar en la resolución de conflictos y en todo el campo de la educación para la paz. Se hace indispensable crear programas especiales para quienes ejercen estas tareas y para el pensum de quienes están en la etapa de formación de sus carreras específicas (carrera pedagógica, comunicación social, periodismo, etc.). En países que padecen los efectos de conflictos armados internos esta es una necesidad mucho más urgente y apremiante, que tiene además otros componentes como la preparación para atender a las víctimas de las guerras, la capacitación para atender los efectos psicoemocionales de la violencia sobre la población infantil y juvenil, entre otros problemas.

g. Proponer un debate público sobre los altos contenidos de violencia de las emisiones de televisión y sobre programas educativos que tienden a reproducir en la escuela patrones de violencia: El impacto de las emisiones de televisión sobre la vida de la infancia y de los jóvenes es innegable. En buena medida la socialización de las nuevas generaciones se hace ahora en el rito diario de horas enteras frente a pantallas de televisión y frente a las redes del ciberespacio, cada vez más accesibles a amplios sectores sociales. En todas estas emisiones hay grandes riquezas puestas al alcance de las y los niños, de los jóvenes, pero también pasa sin una crítica eficaz un modelo de humanidad fundado en el uso de la violencia. En el sistema escolar se reproducen en ocasiones esquemas de violencia y exclusión de las sociedades: la imposición de castigos sin justificación o desmedidos, la competencia entre estudiantes por encima de la solidaridad, los programas escolares copiados de la vida militar (academias militares para estudiantes de secundaria). Quienes tenemos responsabilidades en la construcción de la agenda sobre la educación de la paz de las sociedades nacionales y del Continente, debemos impulsar el debate público sobre estos esquemas de educación y sobre la avalancha de imaginarios de violencia que llegan a través de las pantallas de televisión y de computador.

h. Establecer en los sistemas educativos una estrategia doble de educación para la paz que combine la transversalidad con la formación explícita: Hay diversas opciones para institucionalizar en el sistema educativo la enseñanza de la paz. Una posibilidad es convertir la paz, y de modo particular la negociación de conflictos, en una asignatura, en parte del pensum académico. Otra es convertir el aprendizaje de la paz en un asunto transversal que pasa por todas las asignaturas, proyectos y programas de las instituciones educativas. Algo así como un pensum presente más allá de las formulaciones explícitas, que supone por tanto promover hábitos de conducta, actitudes, técnicas y habilidades para la convivencia, entre ellas la negociación de conflictos. Proponemos un esfuerzo para mezclar estrategias: De un lado se trata de hacer que la paz se convierta en “contenido” sobre el que se imparte un conocimiento. Aquí la irenología, la investigación sobre los conflictos (y sobre conflictos específicos), la elaboración teórico conceptual, tiene la palabra. De otra parte hacer que la paz y la negociación de conflictos (bajo diversas modalidades), se conviertan en la práctica de actitudes y habilidades en todo el quehacer de las instituciones educativas. De esta forma el conocimiento de contenidos se enriquece con la solución no violenta de los conflictos instaurada como práctica real de los centros educativos.

i. Impulsar la formación en relación a la cooperación, solidaridad y entendimiento en las relaciones de los pueblos y los Estados: Si bien es cierto las relaciones de los Estados están mediadas por el derecho internacional y por los causes diplomáticos, los pueblos, las naciones, más allá de la acción de los Estados, tienen responsabilidad en la construcción y mantenimiento de la paz. Los conflictos armados son hoy frecuentemente internos pero la amenaza de las guerras entre Estados no es descartable. El sustrato ético de la formación de los pueblos puede ayudar a morigerar las causas y consecuencias de los conflictos armados, puede contribuir a detener las guerras y a allanar salidas. En este sentido es conveniente renovar los esfuerzos de difusión y divulgación, en el sistema educativo y en los medios de prensa y opinión, de la Carta de las Naciones Unidas y la Carta de la Organización de Estados Americanos. Igualmente resulta conveniente impulsar proyectos de educación para la paz en zonas fronterizas, diseñados de común acuerdo entre los Estados y gobiernos, propiciar el intercambio de experiencias pedagógicas en el campo específico de la educación para la paz, promover la construcción de redes de maestros y otros profesionales con trabajos en este campo. La confianza en las relaciones internacionales debe descansar tanto en la voluntad de paz de los Estados como en la buena voluntad y fraternidad construida en la identidad de las sociedades nacionales, particularmente en las zonas de frontera.

j. Propiciar, fortalecer y desarrollar sistemas de justicia alternativa para la resolución de conflictos: El derecho a la justicia es uno de los más sensibles en las sociedades modernas. Los ciudadanos esperan una justicia eficiente, ágil, respetuosa de los derechos de los procesados y con capacidad para hallar sanciones adecuadas que puedan resarcir los daños causados y resocializar a los infractores. Sin embargo la administración de justicia no siempre cumple con esta aspiración y se ocupa en ocasiones de asuntos que pueden ser resueltos mediante mecanismos de conciliación, cobijados bajo la institucionalidad del sistema de justicia. Esta transformación de conflictos judiciales hacia la justicia alternativa mediante mecanismos como la conciliación, requiere un proceso de transformación cultural: descubrir o redescubrir las fuentes de autoridad de las comunidades, sus formas de resolución de conflictos, imaginar y crear autoridad entre los ciudadanos, con la sanción aprobatoria del Estado, para resolver pacíficamente los conflictos, sin que haya perdedores y donde lo fundamental es el acuerdo en el que todas las partes salen beneficiadas.

k. La educación para la paz, y particularmente para la resolución pacífica de conflictos, requiere de las tradiciones culturales favorables al diálogo, el entendimiento, la solidaridad y la cooperación: En todos los pueblos de las Américas hay tradiciones centenarias de solidaridad, de mutua cooperación, de buen vecindario y de arreglo concertado para resolver problemas y en ocasiones para resolver conflictos. El desarrollo de las naciones del Continente no depende únicamente de su capacidad para insertarse en los mercados globalizados, de su adecuación tecnológica y de la estabilidad macroeconómica. El desarrollo se refiere también al crecimiento de la identidad cultural. En esta perspectiva las tradiciones favorables a la paz y la convivencia armoniosa deben ser revaloradas y redescubiertas a fin de formar una ética colectiva favorable a la paz y a la solución no violenta de los conflictos.

ALGUNOS CRITERIOS DE EVALUACIÓN PARA LAS PROPUESTAS DE EDUCACIÓN EN LA RESOLUCIÓN PACÍFICA DE LOS CONFLICTOS

Asumir mecanismos de resolución pacífica de conflictos implica una transformación de actitudes, valores e imaginarios que no siempre es fácil evaluar o medir. Sin embargo es posible formular unos parámetros de evaluación sobre políticas y programas visibles que intentan formar a la ciudadanía en estos ejercicios para la paz.

Hay indicadores particularmente importantes para los Estados y los gobiernos. Es posible medir el grado de impacto sobre la frecuencia de actos de violencia, de las políticas sobre desarme voluntario y control de las horas de consumo de alcohol. Estamos hablando aquí de políticas del Estado, y particularmente de las administraciones locales, que requieren programas de formación y comunicación. Aparte de estas políticas están las medidas coercitivas de la administración pública para el porte de armas y el consumo de licores y estupefacientes.

Los Estados y los gobiernos pueden también evaluar la eficacia de programas educativos en torno a la resolución pacífica de conflictos, mediante mecanismos como la conciliación, jueces de paz y otros instrumentos de justicia alternativa, midiendo de un lado el número de conflictos que llegan a estas instancias, su efecto sobre el sistema formal de justicia y evaluando cualitativamente el grado de asimilación de los mecanismos de resolución de conflictos, institucionalizados por el Estado y la sociedad.

Para la vida institucional de los Estados y naciones del Continente un criterio de evaluación sobre la educación en resolución pacífica de conflictos está ligado al nivel y calidad del diálogo, la negociación y la concertación en relación a los grandes conflictos sociales. Para ellos deben ser cualificados tanto los representantes del Estado y del Ejecutivo en particular, como los representantes de diversos estamentos sociales. La creación de comisiones de diálogo, negociación y concertación, instituidas de mutuo acuerdo y específicamente diseñadas para atender conflictos definidos (conflictos por la tierra, por reivindicaciones salariales, por necesidades básicas insatisfechas, por la calidad y cobertura del sistema de salud o de educación, etc.), es un criterio visible de evaluación del progreso en esta materia.

Para el sistema educativo formal un programa sobre educación para resolución pacífica de conflictos tiene diversos niveles de evaluación. De una parte está la evaluación sobre el sistema mismo : ¿Ha creado o no el sistema educativo -tanto en la educación pública como privada- un plan de formación específica sobre la paz y de modo especial sobre la resolución de conflictos, de manera que los docentes tengan la capacitación en actitudes, valores, técnicas y habilidades necesarias? La concreción de un plan de formación especial en este campo define en buena medida la eficacia de la propuesta de educación para la resolución no violenta de los conflictos. De hecho el compromiso de los educadores con un plan de formación de esta naturaleza debe hacer parte de la evaluación de su propio desempeño como educadores.

El sistema educativo puede tener otro indicador importante para su evaluación. Si la formación para la paz en general y la formación para la resolución pacífica de conflictos en particular, no llegan a un nivel visible de institucionalización en la vida escolar, no tendrá eficacia. Es decir, este programa deberá aparecer de alguna manera en el quehacer de la escuela : como asignatura, como formación extraescolar realizada desde la escuela, como campaña especial con una duración limitada, etc. Si no aparece de manera explícita el sistema educativo no cumple con el propósito de educar para la resolución no violenta de los conflictos.

Dentro del sistema educativo está la práctica real de las escuelas. En ellas el criterio de evaluación debe juntar aspectos cualitativos que dependen de la interpretación de educadores, padres de familia y estudiantes, pero también puede guiarse la evaluación por logros verificables : la creación de normas de convivencia para la paz y el respeto a la dignidad de las personas, instauración de consejos educativos para la resolución de conflictos entre estudiantes, instancias de diálogo y acuerdo entre educadores y educandos, nivel de reducción (o de incremento) de la violencia entre jóvenes, cambios en prácticas de los docentes que fomentan la violencia y el autoritarismo, etc.

Para el conjunto de la sociedad, de manera especial para la academia, los medios de comunicación, la prensa, y otros sectores influyentes de la formación de la opinión pública (comunidades de fe, dirigentes sociales y políticos, entre otros), puede formularse criterios de evaluación. Una sociedad camina hacia la paz, hacia la cultura de la negociación pacífica de los conflictos, cuando desacredita la guerra y las violencias, cuando el mensaje público de los sectores responsables de la conducción de los imaginarios sociales invitan a la reconciliación, a la depuración de los odios, a la justicia social, a la erradicación de toda forma de violencia, a la lucha contra la impunidad y la búsqueda de todos los medios posibles para dirimir de manera no violenta los conflictos. Es así como el debate público en torno a los contenidos de violencia en las transmisiones de televisión y de otros medios electrónicos, la discusión sobre el modelo educativo, la reflexión, controversia y divulgación sobre la ética ciudadana (es decir, convertir en pública la preocupación por la ética para la convivencia) son, entre otros, indicadores de los progresos de las sociedades y de los Estados en el camino hacia la paz.

El panorama internacional puede ser también evaluado. Se impone la cooperación entre Estados y gobiernos para crear programas conjuntos de educación para la paz, y de modo especial sobre la solución pacífica de conflictos. Programas que pueden contemplar múltiples propuestas : intercambios, planes educativos en zonas de frontera para la paz y la confianza recíproca entre los pueblos, asesorías, eventos académicos, estudio comparado de políticas públicas en materia de educación para la paz, etc. Si no se hace visible la cooperación de todos los Estados del Continente en un programa real de formación para la paz, y de modo concreto para la resolución pacífica de conflictos, todos los ideales de convivencia pierden eficacia y se reducen a esfuerzos aislados que no aseguran la paz como una experiencia para todos los habitantes de las Américas.

II SEGUNDO EJE TEMÁTICO

PROMOCIÓN DE LOS VALORES Y PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS

Esta contribución aspira a sugerir algunas iniciativass prácticas en el contexto de la elaboración de un Programa Hemisférico de Educación Para la Paz. Sin duda, la discución y la confrontación con las distintas experiencias nacionales harán que estas propuestas se afinen y redefinan para que reestructuradas alcancen el necesario consenso y su viabilidad.

INTRODUCCIÓN

En el último tiempo se ha podido constatar que el retorno y la consolidación de la democracia en algunos países del Continente debió contar no solo con el handicap de instituciones democráticas precarias, sino con el deficit de sujetos portadores del proyecto democrático, que por ser sus detentadores lo defendieran, ampliaran y fortalecieran (WILLS, 1999). Es obvio que este es un terreno en el que es urgente intervenir para que la democracia no se perciba como una propuesta ajena e impuesta, sino que se asuma como producto de unas tradiciones que nos son propias y de una cultura en la que nos movemos y somos.

En este sentido, la formación y consolidación de sujetos democráticos debe desarrollarse en el ámbito de la cultura, esto es, en la consolidación de un ethos que a manera de segunda naturaleza imprima sentido a nuestros comportamientos. Tal sentido lleva implícitos conceptos y valores y se expresa en hábitos y costumbres frente a los cuales no se delibera por expresar el sentido común de una colectividad.

Tal ethos es una construcción histórica. Es el producto decantado de experiencias colectivas al enfrentar los retos de la supervivencia, de la adaptación a un medio, del sobreponerse a la adversidad y a las dificultades en la construcción de la más adecuada organización social. En esa variada y no prevista gama de contingencias los pueblos aprenden, por ensayo y error, pero también definen mediante una deliberación general los fines que asumirán, los valores que encarnan estos propósitos comunes y las prácticas a través de las cuales se harán socialmente vigentes y elemento en la construcción permanente de la sociedad. Este conjunto de opciones delimitan el perfil ético de un pueblo y son las que permiten hablar propiamente de un pueblo y no de una agregación fortuita de individuos.

El consenso ético de que hablamos no se definió por una vez y para siempre en un mítico tiempo originario. Por el contrario es una realidad cambiante, sujeta a un permanente plebiscito en el que intervienen todos los componentes de la colectividad desde su particular esfera de actividad y desde sus propios intereses. Esta deliberación se reedita ante los nuevos desafíos y con ocasión de las crisis éticas que suelen sobrevenir cuando el marco referencial de nociones, valores y prácticas se ha desintegrado por carecer de validez.

En los últimos decenios se ha puesto al orden del día la consolidación de la democracia y la reestructuración de la convivencia, en el marco de un cambio de época y de un proceso profundo de globalización que no solo obliga a abrirse ante el mundo y dialogar con otras culturas sino que redefine las relaciones internas y las de los distintos componentes con las dinámicas externas en continuo y vertiginoso movimiento.

En la cultura de nuestros pueblos existen valiosas tradiciones de republicanismo, de solidaridad y patriotismo, así como actitudes discutibles en relación, entre otros aspectos, a lo social y la política. Aspectos que es menester tener en cuenta, pues, estamos en un momento de refundación ética, de redefinición de nociones, valores y prácticas colectivas, proceso en el que es preciso avanzar en la profundización de nuestras mejores tradiciones, proyectándolas a la definición de un presente viable por la asunción de las mutaciones contemporáneas y en función del mejoramiento y la sostenibilidad de nuestras sociedades. El consenso refundado y redefinido será el resultado otra vez de una deliberación amplia en la que todos participarán con su particular saber y expresándose a través de los medios que le son propios.

Dicho de otra manera, no es por la transfusión de valores supuestamente universales --por admirables que parezcan y por fecundos que hayan sido en otras latitudes--, como ha de reestructurarse nuestra éticidad democrática. No reclamamos con lo dicho, ceguera ante el mundo y ensimismamiento ante un pasado que debiera ser más que objeto de nostalgia, y una identidad nunca terminada. Sugerimos sí la apropiación por toda la sociedad de las tradiciones y los nuevos conceptos y valores que le permitirán sobrevivir y progresar siendo ella misma.

Significa lo anterior que un programa en formación de valores y prácticas democráticas debe fundamentarse en un consenso de todos los actores sociales y en particular aquellos que influyen en la formación de las subjetividades (autoridades civiles y religiosas, dirigentes políticos y sociales, académicos y educadores en general, trabajadores de los medios de comunicación y las artes). Este consenso que siempre será provisorio y discutible, deberá comprometer de manera libre y espontánea a todos los actores mencionados para que la construcción de sociedad tenga una orientación compartida.

Crear las condiciones para una deliberación pluralista e incluyente, estimularla y deducir de ella las conclusiones pertinentes debe ser un propósito de las autoridades, en el entendido que es la sociedad la que debe definir el tipo de convivencia que se merece, los valores en que debe fundarse y la calidad del ciudadano a que aspira.

PRECONDICIONES DE CONOCIMIENTO

Como ya se expresó, vivimos una época de cambios en la subjetividad de las gentes y en los lazos de sociabilidad. No solo hay nuevas tecnologías y distintos flujos de mercancías e informaciones, sino que unas y otros transforman la sensibilidad de las personas, cambian su vivencia del tiempo y el espacio, modifican la manera de aprehender la realidad y las relaciones interpersonales. Ni los cambios económicos y tecnológicos, ni las mutaciones culturales que son estimulados por ellos son comprendidos en su naturaleza y dimensiones de manera que quienes están interesados en definir políticas culturales puedan actuar sobre bases ciertas.

La realidad de las tendencias en curso puede indicar la viabilidad de las políticas, sus limites y posibilidades. Por el contrario, formular políticas sin consideración de los cambios en la realidad, puede significar hacerlo desde los prejuicios o los deseos sin fundamento. Lo cierto es que en los dos últimos decenios se ha modificado radicalmente la situación del campo y de los campesinos, la actitud de los jóvenes frente a la educación y el trabajo, el rol de las mujeres y la estructura de la familia, el uso del tiempo libre y la relación con las formas tradicionales de la alta cultura, entre otros cambios.

A este respecto cabría proponer la creación de Observatorios de los Cambios Culturales que en cada país analicen las transformaciones en curso, precisando sus tendencias, los factores que los generan y sus posibles impactos. Las metodologías y los resultados de las investigaciones pueden ser compartidos y sistematizados a escala hemisférica, de manera que cada vez sea más profunda la comprensión de las transformaciones en las subjetividades y la cultura y en correspondencia con ello existan elementos más cualificados para definir y negociar el contenido de las políticas culturales..

Este es precisamente el primer componente del proyecto Una Cultura Para La Democracia, que desarrollan el Ministerio de Cultura de Brasil y el Latin American Studies Center de Maryland, con el apoyo del BID (Proyecto TC-97-04-24-9-RG). El primer módulo de este proyecto está compuesto por investigaciones que elaboran y analizan indicadores de la cultura democrática brasilera en su sistema educactivo, los medios de comunicación y espacios no institucionalizados.

En este mismo sentido, es de apoyar la propuesta de Néstor García Canclini (GARCIA CANCLINI, 1999) de crear un Sistema Latinoamericano de Información Cultural. “Su principal función --explica el proponente-- sería reunir estadísticas confiables de todos los países de la región, que registren el desarrollo y las tendencias de las inversiones culturales (estatales y privadas), de los consumos (especialmente de industrias culturales) y de las percepciones interculturales (imágenes de los otros países de la región y del espacio euroamericano y norteamericano)”. Cabría igualmente que este sitema siguiera estadísticamente los cambios en los gustos y preferencias de los habitantes de la región, en particular de los jóvenes.

Estas dos propuestas pueden aportar los insumos de partida para la definición de cualquier política de formación en valores y prácticas democráticas, no solo para los funcionarios del sector estatal sino para quienes desde la esfera privada --bien sea desde la industria cultural, las iglesias u otras áreas-- pretendan incidir en la formación de sujetos democráticos.

ESTRATEGIAS PARA GENERALIZAR LAS PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS

No pueden consolidarse los valores y las prácticas democráticas mediante un proceso de indoctrinación, como quien pretende llevar la verdad o la civilización a los perdidos en el error o la barbarie. Descartada una perspectiva iluminista, la democracia debe ser concebida ante todo como una forma superior de vivir, como rasgo de una calidad de vida superior. Por ello, es preciso generalizar las prácticas democráticas en tanto propuestas para mejorar la vida, como herramientas para resolver mejor las dificultades cotiadianas, como medios para edificar una convivencia más satisfactoria. Dicho de otra manera, la democracia se fortalecerá entre nosotros cuando todos asumamos como noción práctica que en democracia se vive mejor.

En consecuencia, en el propósito de consolidar una cultura democrática hay que poner el énfasis más en la generalización de prácticas que en la prédica de valores. Junto con la extensión de las prácticas, y acaso todavía mejor, una vez que las prácticas hayan demostrado su bondad, será preciso reflexionar con los grupos y comunidades para descubrir y construir con los sujetos de estas prácticas, las nociones y valores que están implícitas en ellas.

Por lo ya dicho, proponemos tres estrategias para extender las prácticas democráticas:

A. Transformar los medios en los que domina el autoritarismo o la exclusión

Hay medios en los que muy frecuentemente dominan concepciones y prácticas antidemocráticas, algunos de ellos con particular orientación formativa --escuelas y cuarteles-- o importantes espacios de socialización --agrupaciones deportivas o sindicales, comunidades de fe, fábricas y sitios de trabajo-- o sitios para la reeducación como las prisiones. En todos estos espacios es preciso que la democracia se vivencie como una forma de vida de modo que hecha realidad cotidiana permee la mentalidad de quienes la practican.

En este aspecto, es posible construir una noción compleja de democracia que parta del reconocimiento de la autonomía de los prójimos, de la aceptación de su capacidad de decidir por sí mismos, de la renuncia a la coacción por la fuerza o el miedo para sacar adelante una idea o una iniciativa, de la posibilidad de deliberar apelando a razones más que a argumentos de autoridad o de transigir para consolidar acuerdos y consensos. Una concepción compleja de democracia en la que quepan los diferentes, por el género o porque piensan distinto o por sus opciones de vida distintas a las predominantes o provienen de otros orígenes raciales o sociales.

Espacios cotidianos en los que habrá de aprenderse a construir espacio público y proyectos colectivos. No significa esto vivir en asamblea permanente, en estado de perpetua votación, sino que el respeto del otro como igual, se internalizará por la experiencia como el valor fundamental de la convivencia cotidiana.

La transformación democrática de estos medios podrá realizarse mediante la deconstrucción de las prácticas antidemocráticas, descubriendo sus protagonistas --tanto activos como pasivos-- los intereses que las animan, los argumentos que las justifican y los medios efectivos de que fueron necesarias para convertirlas en hábitos o costumbres. En esta deconstrucción cabe igualmente precisar los efectos que tienen en los demás, en el tipo de convivencia que se configura y en la calidad de vida general. Partiendo de este ejercicio de autoreconocimiento y de reconocimiento del entorno, los involucrados pueden proponerse reglas alternas de conducta y un plan para transformar el medio.

B. Fomentar las prácticas de asociación

Un estado democrático será fuerte según la solidez de la sociedad civil que en él se refleja. Al tiempo que una sociedad civil será más o menos sólida en atención a la densidad de la trama de organizaciones y de redes que alberga. En una sociedad atomizada e inorgánica es imposible construir proyectos colectivos, espacio público y cultura democrática. Una sociedad civil, contrario a lo que algunos creen, es condición necesaria de un estado democrático con alto grado de legitimidad.

Por el contrario, los estados totalitarios han pretendido siempre anular la vitalidad de la sociedad civil, dispersar por el terror las asociaciones libres que esta haya podido generar, crear organizaciones controladas que sirvan de instrumento a los dictados del poder, forjar liderazgos obsecuentes y serviles. Contrario sensu, el correlato de un estado democrático es una sociedad civil con alto grado de autonomía, cuyos miembros se asocian con libertad y espontaneidad en torno a lo que más les interesa. Para sus miembros, estas asociaciones son escuela en las costumbres y los valores democráticos, al tiempo que el crisol en el que se forjan liderazgos que reproducen y consolidan la democracia.

En una democracia, tanto el sector estatal como el privado deben promover --en el interés de consolidar una cultura democrática--, el fortalecimiento de la sociedad civil, estimulando la trama de organizaciones y redes surgidas por la autoorganización de las gentes.

Así, es preciso promover la asociación entorno a intereses o el surgimiento de grupos de interés. Corresponde, entonces, fomentar la asociación juvenil en torno a hobbies, actividades deportivas y recreativas, así como las iniciativas de orden económico. Una política de fomento de los valores y prácticas democráticas, debe igualmente, estimular la autoorganización de las mujeres y el desarrollo de liderazgos femeninos, en la perspectiva de conquistar la equidad entre los géneros. Cabe igualmente delinear una dinámica de fortalecimiento de las organizaciones sociales, vehículo necesario para la representación de intereses mayoritarios. Pero, por sobre todo, debe estimularse la asociación en función de causas de interés público como el medio ambiente y los derechos humanos.

Los estímulos a la asociación pueden ser de muy diverso orden con la única condición de garantizar la autonomía de las formas asociativas. En algunas municipalidades francesas se ha experimentado el mecanismo de las denominadas “AGIR”, espacio que congrega el conjunto de asociaciones civiles de la localidad y desde el cual se articulan al desarrollo local y acceden a los recursos del ayuntamiento. Otra forma de fortalecer la trama de organizaciones y redes de la sociedad civil es propiciar oportunidades de formación para los animadores y líderes de estas asociaciones. Advertimos que para no dar siquiera la impresión de que se entra en una dinámica políticamente sesgada, convendría que la formación de líderes fuera atribución de organizaciones independientes del gobierno, así cuenten con su apoyo. Una forma como el sector privado puede apoyar la asociatividad --en especial de los jóvenes-- ofreciendo facilidades y medios a las actividades que promuevan desde sus organizaciones.

Un valioso estímulo a la asociación podría consistir en un premio nacional periódico a la mejor iniciativa en causas de interés público promovida por jóvenes. La excelencia en este caso se determinaría no solo por el discurso de la organización, sino teniendo en cuenta sus prácticas democráticas internas, a la forma de relacionamiento con sus beneficiarios y la calidad del impacto que se propone alcanzar. Este concurso puede contribuir a generalizar el horizonte del altruismo, condición para que la política recupere la nobleza en su ejercicio.

C. Exaltar las conductas democráticas y criticar los comportamientos antidemocráticos

La convicción de la bondad de la pedagogía del ejemplo, llevó al Libertador Simón Bolívar a extenderla al ámbito escolar: “... la moral no se manda, ni el que manda es maestro, ni la fuerza debe emplearse en dar consejos”, ”...los actos extraordinarios de aplicación, de honor y de cualquier otro sentimiento noble, no los borrará el olvido antes bien se recomendarán a la memoria con aprecio. A este fin se llevará un registro donde se consignen los hechos más notables, el nombre de su autor, y el día en que se ejecutó. (...) se adornará el libro, y se mantendrá con veneración en un lugar visible”. El día de las solemnidades de la Patria, habrían de leerse las glorias y triunfos de la juventud y se darían vivas y elogios a los reconocidos en el libro precioso. Un día de fiesta y regocijo.

En estos tiempos de refundación ética es necesario retomar el espíritu de la propuesta así no sean viables los procedimientos entonces sugeridos. Antes bien, hoy existen mejores recursos para exaltar las conductas democráticas encomiables y censurar los comportamientos antidemocráticos. El poder de los medios masivos de comunicación facilita aún más que en los comienzos del régimen republicano tanto el reconocimiento público como la sanción moral.

En principio, tanto la exaltación como la censura deberán surtirse en el ámbito local (la escuela, el barrio, el municipio) de modo que se produzca el efecto de cercanía y haya quienes se motiven por el ejemplo conocido o escarmienten en el pellejo próximo. No faltará quien discuta que en esta época de globalización nos resultan próximos los acontecimientos de las antípodas. Sin embargo, con ser cierto, no se invalida que el punto de partida en la formación de una ética cívica es la experiencia directa de la comunidad en la que se vive.

Estos pueden ser el procedimiento para que los comportamientos de intolerancia o exclusión, en especial aquellos que son grupales o comunitarios, sean considerados en nuestras sociedades no solo reprobables sino inadmisibles como actos bárbaros que son.

La deliberación pública que se desarrolle en torno a personajes y ejecutorias propuestos al reconocimiento o a la censura, serán la ocasión para que la sociedad se exprese en torno a estos temas, desarrolle su juicio moral, se apropie de conceptos éticos y alcance más altos niveles de diálogo, argumentación y búsqueda de acuerdos.

INSTRUMENTOS PARA LA FORMACIÓN EN VALORES Y PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS

Hoy es un hecho notable la legitimación de la relación tanto entre cultura y desarrollo, como entre cultura y democracia. La cultura es en la actualidad un campo estratégico en la definición de cualquier propuesta económica o política. Esta revaloración de la cultura se presenta en una coyuntura particular.

Por efectos de las nuevas tecnologías y de la globalización tenemos que la producción de bienes culturales ha devenido en verdadera industria, sujeta a los requerimientos y modalidades del mercado. Los centros de la industria cultural están más allá de las fronteras nacionales, sin referencia determinante a un territorio o una tradición cultural, lo que genera una particular modalidad de espacio público. Los nuevos recursos tecnológicos han transformado los lenguajes, dando la primacía a la imagen sobre la palabra escrita y al relato sobre la argumentación, en una secuencia no lineal, sino como montaje de episodios fugaces que se desgranan como ráfagas. Estos cambios, para hablar sólo de los que parecen más relevantes, tienen impacto en la relación entre los estados y los productores de la industria cultural, entre estos y los consumidores y entre la producción cultural y el discurso y el quehacer políticos, pero sobre todo en la naturaleza y las posibilidades de las políticas culturales.

Hasta hoy la politica cultural se inscribía en los términos de la ciudad letrada, como la llama el maestro Jesús Martín-Barbero (MARTÍN-BARBERO, 1999). Quiere decir que de manera excluyente se circunscribía a las letras, la música y las artes plásticas y en el marco de lo que se llamaba alta cultura. La ciudad letrada privilegiaba el texto escrito, el era el canal de la reflexión y el vehículo de la desalienación. Par la ciudad letrada, la industria cultural y los medios masivos de comunicación acaso trasmiten la alta cultura pero no la crean ni la recrean y son espacios negados para la reflexión y la libertad.

En nuestros días, los medios electrónicos no solo imponen nuevos lenguajes sino que construyen nuevas relaciones con los consumidores. Las culturas populares y las tradiciones populares se hibridan y mestizan con lenguajes y recursos universales. Distintas artes se integran en una propuesta de hipertexto, que da opción de distintas lecturas al consumidor. En este ambito se crean nuevas identidades a la vez que las tradicionales se redimensionan y modifican.

Contra lo esperado, las nuevas tecnologías permiten desarrollar iniciativas de comunicación a escala local que vehiculan los inetreses y las expectativas de comunidades espacialmente reducidas. Es el caso de las radios y los canales de televisón comunitarios, lo que crea nuevas posibilidades para el trabajo en la cultura y la política.

En este terreno formulamos tres criterios que por generales serán fecundos si desatan procesos creativos:

El proceso de formación en valores y prácticas democráticas debe apropiarse de los nuevos recursos tecnológicos, de sus lenguajes y de las nuevas formas de relación con los usuarios de estos recursos. Negarse es no solo privarse por miopía a medios que pueden enriquecerlo sino que, por sobre todo, corre el grave riesgo de hacerse incomprensible para segmentos fundamentales para su propósito, como los jóvenes. No se trata de desarrollar una valoración instrumental frente a estos recursos, se trata de aprender a comunicarse dentro de un nuevo relacionamiento que implica otros lenguajes, otros discursos y diferentes actitudes.

Los estados dentro de la concertación de políticas con los productores de la industria cultural deben integrar cláusulas de fomento de valores y prácticas democráticas. Hoy la industria cultural, específicamente la producción audiovisual y editorial, requieren de márgenes de protección para asegurar no solo su viabilidad sino competitividad a escala global. De otra parte, puede ser un legítimo interés estatal garantizar un espacio público que tenga en cuenta los intereses nacionales y la cultura nacional, como asunto de soberanía. En esta coincidencia de intereses, los estados pueden canjear protección a cambio de fomento de los valores y prácticas democráticas como aspectos esenciales de nuestros proyectos colectivos. Este acuerdo, puede integrar la democracia a las expresiones más generalizadas de la cultura contemporánea. Si, por ejemplo, los racionalistas recurrieron a la ópera y a la música sinfónica para expresar la sensibilidad revolucionaria y las expectativas emancipatorias de la gente de su tiempo, hoy debe acudirse a la información y las propuestas creativas que ofrecen los medios elctrónicos para alcanzar resultados similares.

Con independencia de los acuerdos propuestos, la industria cultural debe asumir como una dimensión de su proyecto comunicacional y de su compromiso social la formación en valores y prácticas democráticas. Compromiso y proyecto que bien pueden realizarse a través de concertaciones con otras instituciones de la vida social como las instituciones de educación superior, la escuela en general, organizaciones cívicas y autoridades religiosas, entre otras.

Los interesados en la formación en valores y prácticas democráticas a escala local deben tener acceso a los medios de comunicación contemporáneos conforme a sus condiciones y posibilidades, por lo que el estado debe facilitar el acceso a la radio y la televisión comunitarias a quienes se han propuesto sumarse a la tarea de construir cultura democrática.

Facilitar el acceso implica no solo crear el marco normativo adecuado sino también ofrecer las oportunidades de formación para que la radio y la televisión comunitarias puedan desarrollarse con una calidad apropiada.

REVISIÓN DEL DISCURSO PEDAGÓGICO Y LA PRÁCTICA EDUCATIVA

Si bien no puede asignársele a la escuela la misión de garantizar la existencia de la democracia, asunto que competiría a otras esferas de la vida social. Sí parece ser función de la escuela moderna crear en la infancia y la juventud las mejores condiciones para un futuro ejercicio de la plena ciudadanía. La escuela, así, es el semillero donde se aprenden las primeras nociones de civismo, se profundiza la educación moral y se forman tempranos hábitos de convivencia democrática. En esta función la escuela no puede ser reemplazada, pues hasta hoy es uno de los primeros espacios de socialización.

Para cumplir mejor esta misión propia de la escuela, ha de deconstruirse el discurso pedagógico y las prácticas educativas para determinar los rasgos contrarios a la formación en valores y prácticas democráticas. Sin duda en las escuelas del continente se ha avanzado muchísimo en la comprensión del papel de la educación en la formación de ciudadanía. Es muy posible que los docentes de hoy sean mucho más conscientes que los de otras épocas de las posibilidades y limitaciones que ofrece la escuela, de sus propias virtudes y defectos. En alcanzar estos niveles de conciencia y compromiso han tenido éxito tanto agencias intergubernamentales e instancias de cooperación internacional como la labor de los funcionarios de los ministerios o secretarías de educación nacionales. Se propone entonces, profundizar estos desarrollos, consolidarlos, en la convicción de que nunca será superfluo el esfuerzo educativo por aportar en el fortalecimiento de la democracia.

este terreno habría que revisar el proceso de formación de docentes, para que asumiendo la interrelación entre educación moral, formación para la democracia, ciencias sociales y, en general, el conjunto de la vida escolar dispongan de los recursos didacticos y de los conocimientos necesarios para ser los formadores de los futuros ciudadanos. En una concepción de educación continuada de docentes, convendría propiciar los intercambios sistemáticos de experiencias en materia de formación en valores y prácticas democráticas, intercambios que pueden ser locales, regionales, nacionales e internacionales y propiciar los mecanismos comunicativos para que las mejores experiencias se divulguen ampliamente.

En cuanto hace a los educandos la escuela debe desarrollar una profunda confianza en sí mismos a partir del autoreconocimiento y el conocimiento de los demás. La confianza está en la base del comportamiento autónomo, de la reciprocidad y de la comunidad cívica. De otra parte, la confianza en sí mismo y en los demás es una condición necesaria para moverse en esta época cargada de turbulencias y en una economía y una cultura globalizadas. El desarrollo de la confianza ha de integrarse, por tanto, al proceso de educación moral y al conjunto del currículo. Desde la más temprana edad, el conocimiento de quienes son diferentes y su positiva valoración deben ser parte del crecimiento intelectual y moral. Prácticas como el intercambio epistolar y las excursiones, recursos como el cine y la literatura y asignaturas como la historia y la geografía son campos privilegiados para conocer de otras maneras de ser y vivir.

CRITERIOS PARA LA EVALUACIÓN

La evaluación del programa en cuanto proceso y en sus resultados deberá consultar criterios como los siguientes:

• Amplitud y profundidad de la deliberación social en torno a los valores y las prácticas democráticas.

• Amplitud y riqueza de los consensos alcanzados en torno a qué valores y qué prácticas democráticas es necesario fomentar.

• Transformación de actitudes frente a la democracia y, en particular, en la formación de valores y prácticas democráticas, por los actores privados y públicos concernidos en la deliberación.

• Acuerdos particulares alcanzados entre actores privados o entre parte de estos y el sector público para desarrollar iniciativas conjuntas para el fomento de los valores y prácticas democráticas.

• Dotación de instrumentos para el seguimiento de las transformaciones en las subjetividades y de la tendencias en materia cultural.

• Medios en los que se han iniciado actividades sistemáticas para su transformación democrática.

• Incremento en los niveles de asociatividad --particularmente en la infancia y la juventud.

• Incorporación en la agenda de los medios de comunicación y en sus visiones institucionales del fortalecimiento de la democracia mediante el impulso de valores y prácticas democráticas.

• Formulación de políticas culturales que contemplen el componente de la formación en valores y prácticas democráticas.

• Calidad de la revisión del discurso pedagógico y de la práctica educativa en función del programa, por país, por región y localidad.

• Planes de revisión de la formación de docentes.

• En cuanto al impacto habría que evaluar periódicamente si en la población se generaliza un comportamiento aún más ciudadano y el conjunto de la sociedad gana más elementos en cuanto comunidad cívica.

III TERCER EJE TEMÁTICO

LA PROMOCIÓN DE LA PAZ ENTRE LOS ESTADOS

INTROCUCCIÓN

En este documento se asume, primero, que los conflictos entre los Estados son inevitables. Segundo, se considera poco realista pretender la desaparición de la guerra como una opción en las relaciones entre los Estados. Más bien, lo aconsejable es reducir al máximo la probabilidad de llegar a esta opción.

Para poder focalizar adecuadamente las tareas educativas relacionadas con la promoción de la paz entre los Estados, es necesario aclarar el problema que se intenta resolver. El problema es, entonces, el de los conflictos armados entre los Estados. A este propósito conviene repasar lo que se sabe en la actualidad sobre el porqué de los mismos.

En realidad, escasean los conocimientos confiables sobre las causas de las guerras. Pero a falta de un mejor saber, es necesario trabajar con las luces hoy disponibles, en especial con aquellas que cuentan con respaldo en sólidas evidencias empíricas. Sin desconocer los factores psicológicos y biológicos que pueden contribuir al desarrollo de una guerra, se recapitulan a continuación, selectivamente y pensando en el contexto específico actual de las Américas, los conocimientos sobre factores de nivel 'macro' que parecen incidir de modo particular en el origen de los conflictos violentos:

Las guerras entre Estados están relacionadas con:

• Rivalidades nacionalistas o etnocentrismo, alimentados por recuerdos de hostilidades previas, y exacerbados por mensajes emocionales de los medios de comunicación.

• Estrategias de los líderes políticos en dificultades quienes buscan distraer la atención de la opinión pública doméstica con un conflicto inter-estatal.

• Carreras armamentistas, unidas a defectos en la comunicación entre los Estados, los cuales pueden llevar a que se interpreten como movimientos agresivos aquéllos que son simplemente defensivos.

• Intervención en un conflicto doméstico de potencias extranjeras rivales.

LA EDUCACIÓN Y LA PROMOCIÓN DE LA PAZ

Dentro de las varias formas de conceptualizar la finalidad de los procesos educativos cabe una, adoptada en este documento, según la cual dichos procesos están encaminados a robustecer y/o reorientar la adhesión a unos valores fundamentales, cultivar unas actitudes dirigidas a resolver problemas, reforzar y/o manejar unas reacciones emocionales, desarrollar ciertas habilidades, y ampliar el caudal de los conocimientos.

Cabe subrayar que los procesos educativos contribuyen en múltiples formas a la promoción de la paz, unas de manera más remota -- pero no menos importante -- y otras en forma más inmediata. Son éstas últimas las que se privilegian a continuación.

Importa, entonces, que, a partir de los factores generadores del conflicto violento recien mencionados, los procesos educativos apoyen los siguientes valores y actitudes, enseñen a entender y manejar las reacciones emocionales destacados a continuación, y cultiven las habilidades y conocimientos enumerados en breve:

• Valores fundamentales: Respeto por los derechos humanos, en particular por el derecho a la vida, la libertad, y el trato igualitario. Alta estima por la solidaridad y la justicia.

• Actitudes dirigidas a resolver problemas: Aprecio por el derecho internacional -- en todos sus campos de aplicación --, la diversidad cultural, la autodeterminación de los pueblos, y el diálogo como medio para resolver diferencias. Respeto por las opiniones diferentes a la propia.

• Reacciones emocionales: Los sentimientos patrios, nacionalistas y xenofóbicos. El miedo ante graves amenazas.

• Habilidades: Para comunicarse, manejar conflictos y crear alternativas de solución para los intereses en pugna.

• Conocimientos: Sobre el porqué de las guerras y sus costos humanos; la importancia atribuida por las personas a la seguridad para proteger su vida, honra y bienes; el papel positivo o negativo de los medios de comunicación de masas en el origen de las conflictos violentos inter-estatales; las formas de manipulación de los sentimientos de la población empleadas por los líderes políticos; y los diversos instrumentos para solucionar inteligentemente los conflictos entre Estados (negociación diplomática, recursos a los 'buenos oficios' de terceros, tribunales internacionales, etc.).

Finalmente, se considera que uno de los procedimientos más indicados para construir confianza, y simultáneamente destruir estereotipos negativos de los nacionales de un Estado frente a los de otro, consiste en los contactos personales e informales entre aquéllos y éstos.

ESCENARIOS Y ACTORES

Las iniciativas que puedan sucederse en relación con la Promoción de la Paz entre los Estados deberán contemplar actividades que se desarrollen en el aula escolar, fuera de ella, como por ejemplo en las asociaciones de padres de familia y de educadores, los grupos para-escolares, los centros oficiales de decisión sobre políticas educativas, y algunos organismos internacionales.

Se presentan a continuación algunas estrategias recomendadas en cada caso.

a. En los establecimientos educativos de nivel primario, secundario y terciario, se podrían desarrollar actividades tales como:

• Propiciar desde varias asignaturas la conciencia entre los educandos de que los conflictos, tanto entre las personas y los grupos, como entre los Estados, son inevitables y que constituyen, para los implicados, un reto para madurar en cuanto personas. Como complemento, debe crearse el espacio en una o más asignaturas para analizar de modo sistemático la naturaleza de los conflictos humanos, sus causas y sus consecuencias, y las formas no-violentas de superarlos.

• A propósito de conflictos surgidos entre el propio país y otro, adelantar ejercicios en el aula -- por ejemplo, juegos de roles -- para ponerse en la posición del otro y entender la razón de ser del punto de vista de éste. Incentivar la búsqueda de alternativas de solución, aceptables para las partes.

• Estimular a los estudiantes para que, a través de Internet y/o de la televisión u otro medio de comunicación de masas, obtengan información sobre aspectos específicos de otros países, relacionados con la temática que se desarrolla en el aula.

• Fomentar visitas organizadas de jóvenes a países vecinos en plan de conocer sus gentes, tradiciones, problemas y logros.

• A propósito de problemas que afectan a varios Estados -- deterioro del medio ambiente, conurbación en zonas limítrofes, narcotráfico, manejo de aguas en cuencas comunes, desarrollo regional fronterizo, crimen organizado, etc. --, inducir una reflexión en el aula sobre la necesidad de la colaboración mutua para solucionarlos.

• Corresponde, además, a las universidades apoyar programas dedicados a formar especialistas en el manejo creativo de los conflictos internacionales, y propiciar investigaciones sobre los mismos a fin de entender mejor su razón de ser y los mecanismos para superarlos.

b. A las asociaciones de padres de familia y a las de educadores se plantea la necesidad de:

• Tomar como suya la bandera de la Educación para la Paz con el fín de fomentar en las nuevas generaciones, desde la más tierna edad, el amor por los valores fundamentales de la vida, la libertad, el trato igualitario, la justicia y la solidaridad, induciendo con su propio ejemplo las conductas que los encarnan en la vida diaria.

c. A las directivas de asociaciones y otros grupos para-escolares de jóvenes se invita a: • Aprovechar los conflictos que surgen entre los miembros del grupo para urgir la importancia de entenderlos y de buscar creativamente la forma de superarlos.

d. A los Gobiernos se sugiere entre otras iniciativas las de:

• Estimular en los profesores del área de sociales para que en el desarrollo de sus respectivas asignaturas se traten de manera documentada y crítica, los fenómenos contemporáneos de creciente interdependencia; el porqué de las guerras y sus costos humanos; la importancia atribuida por las personas a la seguridad para proteger su vida, honra y bienes; el papel positivo o negativo de los medios de comunicación en el origen de las conflictos violentos; las formas de manipulación de los sentimientos de la población; y los diversos instrumentos para solucionar inteligentemente los conflictos entre Estados (negociación diplomática, recursos a los 'buenos oficios' de terceros, tribunales internacionales, etc.).

• Crear programas para que grupos organizados de maestros y de jóvenes puedan con mayor frecuencia y facilidad visitar otros países del Continente, y asistan a encuentros académicos relacionados con la paz entre Estados.

• Constituir un sistema de ayudas financieras en cada país para que jóvenes selectos puedan asistir a foros, congresos, seminarios y otros eventos similares, organizados como arenas de encuentro entre los jóvenes del Continente.

• Fundar albergues juveniles donde los jóvenes de otros países puedan hospedarse por breve tiempo, bajo términos económicos favorables, mientras visitan el país.

• Organizar cursos de capacitación para los educadores y directivos de asociaciones de padres de familia y de educadores, a fin de que ellos puedan cumplir exitosamente las tareas arriba propuestas.

• Exigir en el currículo de la educación primaria y secundaria el estudio de la Declaración Universal de Derechos Humanos, los principios básicos del Derecho Internacional Humanitario, y la Carta de la Organización de Estados Americanos. Invitar a los profesores para que incentiven en los estudiantes el aprecio por los ideales que proponen dichos documentos.

e. A la Organización de Estados Americanos, se sugiere:

• La organización de un "Parlamento Americano de Jóvenes" -- a semejanza del Parlamento Mundial de los Niños, convocado por UNESCO -- constituido por jóvenes de todos los Estados del Continente, los cuales se reunirían anualmente durante una semana en una ciudad capital distinta en plan de proponer, analizar y acordar recomendaciones concretas relativas a la paz y a la integración continental. Importa motivar y facilitar a los medios de comunicación de masas para que den a estas reuniones un amplio cubrimiento.

• Programar en Internet un sitio de encuentro de los jóvenes americanos. Se trata de crear comunidades virtuales que puedan 'charlar' sea libremente, sea sobre temas específicos, debatir, jugar, intercambiar direcciones y archivos, etc.

 

 

Copyright © 2024 Todos los derechos reservados.
Organización de los Estados Americanos