Temas considerados por la Comisión
Programa de Educación para la Paz
Reunión de Expertos
Gubernamentales para Diseñar un Proyecto de Programa de Educación para
la Paz
CONSEJO PERMANENTE DE LA
ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS
COMISIÓN DE SEGURIDAD
HEMISFÉRICA |
OEA/Ser.G
CP/CSH-235/99
28 Septiembre 1999
Original: español |
EDUCACIÓN PARA LA PAZ EN EL
HEMISFERIO: ELEMENTOS DE REFLEXIÓN PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL PROGRAMA
(Documento presentado por la Misión
Permanente de Colombia)
EDUCACIÓN PARA LA PAZ EN EL HEMISFERIO
Elementos de Reflexión para la
Construcción del Programa
Bogotá – Colombia, Septiembre de 1999
NOTA INTRODUCTORIA
El presente documento
constituye el resultado del trabajo elaborado por un grupo de
consultores externos, estudiosos del tema de paz a quienes se solicitó
aportar sus valiosas reflexiones en torno a los tres ejes temáticos
propuestos por la OEA para la construcción del Programa Hemisférico de
Educación para la Paz a saber: 1. La Solución Pacífica de Conflictos.,
2. La Promoción de los Valores y Prácticas Democráticas y, 3. La
Promoción de la Paz entre los Estados.
La intención de los
planteamientos en el presente documento es la de aportar algunos
elementos de reflexión a los participantes que asistirán a la Reunión
de Expertos para Diseñar un Proyecto de Programa de Educación para la
Paz en el Hemisferio.
ÍNDICE
Página
NOTA INTRODUCTORIA v
I. PRIMER EJE TEMÁTICO:
SOLUCIÓN PACIFICA DE CONFLICTOS 1
INTRODUCCIÓN 1
DEFINICIONES PARA EL
EJERCICIO DE LA PAZ 3
PROPUESTAS PARA LA
EDUCACIÓN EN LA RESOLUCIÓN NO VIOLENTA DE LOS CONFLICTOS 6
CRITERIOS PARA LA
EVALUACIÓN 9
II. SEGUNDO EJE TEMÁTICO:
PROMOCIÓN DE LOS VALORES Y PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS 11
INTRODUCCIÓN 11
PRECONDICIONES DE
CONOCIMIENTO 13
ESTRATEGIAS PARA
GENERALIZAR LAS PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS 14
INSTRUMENTOS PARA LA
FORMACIÓN EN VALORES Y PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS 17
REVISIÓN DEL DISCURSO
PEDAGÓGICO Y LA PRÁCTICA EDUCATIVA 18
CRITERIOS PARA LA
EVALUACIÓN 19
III. TERCER EJE TEMÁTICO:
LA PROMOCIÓN DE LA PAZ ENTRE LOS ESTADOS 20
INTROCUCCIÓN 20
LA EDUCACIÓN Y LA
PROMOCIÓN DE LA PAZ 21
ESCENARIOS Y ACTORES 22
I PRIMER EJE TEMÁTICO
SOLUCIÓN PACÍFICA DE
CONFLICTOS
INTRODUCCIÓN
Durante este siglo los
pueblos y naciones del mundo, y del Continente, han expresado los más
altos ideales de paz y convivencia, respeto de los derechos
fundamentales y las aspiraciones de construcción de una cultura que
desacredite a la guerra y toda forma de violencia como instrumentos
para resolver los conflictos, definir el poder político y los
proyectos de sociedad, Estado y Nación. Sin embargo al concluir el
siglo la violencia en el mundo y en el Continente americano no ha
retrocedido. Las guerras entre los Estados, las guerras internas, los
conflictos sociales desbordados y expresados a través de diversos
tipos de violencia, afectan a diversas naciones y pueblos. /
¿Cómo entender que
justamente cuando el mundo ha realizado enormes progresos tecnológicos
y cuando hay una mayor consciencia universal sobre la importancia de
la paz y el respeto a la dignidad humana, la guerra y otras formas de
violencia tengan un impacto tan devastador en el mundo? Es difícil
formular una respuesta enteramente satisfactoria, pero es evidente que
la paz no ha sido asumida en la construcción de los imaginarios
colectivos, en el ethos de las naciones, en las costumbres cotidianas
de las sociedades. La paz, abandonada a la buena voluntad de los
individuos, de los gobernantes, de los que detentan poderes armados,
de los que hacen las guerras, de los que crean redes de violencia o
las apoyan, es solamente una invocación de una quimera. La paz no se
ha hecho realidad en tanto no ha podido construir sujetos sociales,
políticos y económicos (particulares y colectivos) que puedan asumir
la tarea de erradicar toda forma de violencia. Es obvio por ello que
en el orden político, económico y social, no se han asegurado las
bases para edificar una nueva convivencia, que los conflictos estallan
en medio de injusticias y desequilibrios estructurales y las
instituciones no tienen la capacidad para tramitar pacíficamente estos
conflictos. De nada sirven los avances en la formulación de los
ideales políticos de la convivencia, o la promulgación de
Constituciones y leyes que salvaguardan la vida y la dignidad humana
si no contamos con los sujetos con actitudes, prácticas cotidianas,
valores y habilidades para la paz.
La construcción o creación
de sujetos sociales, económicos y políticos es una obra humana que
tiene grandes diferencias con otros productos del hacer humano. A
diferencia de la producción de objetos, concluida, estática, fruto de
una acción externa sobre una materia sin libertad, la creación de
sujetos es inacabada, dinámica, resultado de un proceso de
autoconstitución, abierta siempre a la realidad cambiante. El símil de
la alfarería, que da forma moldeando, por su flexibilidad y
creatividad, expresa mejor este proceso que el de la construcción. Que
los sujetos sean el resultado de la autoformación, autocreación o
autoconstitución, no significa que otros(as) no intervengan en el
proceso. La presencia de los(as) otros(as), en relaciones
intersubjetivas y grupales que se tejen entre la cooperación y el
conflicto, es radicalmente necesaria para la formación de sujetos
sociales, políticos y económicos.
Que el sujeto no se
construya en el aislamiento significa descubrir el carácter situado de
la formación de los seres humanos. La formación de sujetos sociales,
políticos y económicos, supone por tanto estructuras sociales,
políticas y económicas que le anteceden y que en el proceso de
“socialización” son reproducidas y afirmadas. En este sentido los
sujetos son formados con modelos de sociedad, de mando político y
relaciones económicas. No se trata únicamente de modelos ideales,
pensados como fórmulas abstractas. Se trata de modelos actuantes,
operantes en las relaciones sociales. Como el artesano que reproduce
un modelo sin que sus piezas sean exactas, de la misma manera, las
manos no visibles de un artesano colectivo, unidas a las manos de cada
individuo, configuran un tipo de sujetos, intentando plasmar el modelo
de los ideales y aspiraciones de una sociedad. Todo este proceso es la
obra cultural.
¿Si la guerra logra
insertarse abrumadoramente en la vida de una sociedad o en las
relaciones entre naciones y Estados, si la violencia ocupa el espacio
de la interactuación social, esto significa que una sociedad o
diversas naciones y Estados tienen como modelo al guerrero y al
predador ? No es así, por lo menos no necesariamente. Significa más
bien que en la realidad de la guerra y las violencias, asimiladas como
instrumentos para dirimir los conflictos de las relaciones sociales,
prevalece la fuerza convertida en agresión y violencia, por encima de
la cooperación, la solidaridad y el reconocimiento de la dignidad
humana, aspectos estos últimos que continúan estando presentes en las
sociedades, naciones y Estados afectados por diversas formas de
violencia. Es evidente que el hecho de qué prevalezcan las violencias
implica de una o de otra manera un “fracaso” en los procesos de
socialización que aspiraban la paz y la convivencia, tal como lo
habían expresado las naciones en este último siglo, ideales que se
hicieron mucho más preciosos después de la experiencia aterradora de
las guerras mundiales y otros conflictos bélicos no menos tormentosos.
Las páginas de este
documento tienen como referente la realidad social y política de
Colombia a cuatro meses del fin del siglo XX. Pretenden indagar sobre
lo que nos resulta posible a nosotros como responsables de procesos
educativos, para diseñar propuestas de educación para la paz, de
manera particular en torno a la resolución no violenta de los
conflictos. Si bien el referente es Colombia quisiéramos que este
documento contribuya a forjar la educación para la paz del Continente,
para que las naciones y los Estados de las Américas formen un tejido
resistente a la tentación de las guerras y las confrontaciones
violentas frente a los conflictos internos y externos.
DEFINICIONES PARA EL
EJERCICIO DE LA PAZ
Conviene proponer cómo
entendemos las palabras. Las definiciones no son aquí absolutas, no
pretenden zanjar discusiones, son más bien invitaciones para continuar
la reflexión. Deben ser formuladas, para la discusión y reflexión del
Continente, desde la situación particular de cada nación y desde su
vocación e identidad particular. El lenguaje aquí es propuesta de
universalidad e identidad al mismo tiempo.
• ¿Qué entendemos por
educación y por paz, qué entendemos por educación para la paz ?
Por educación comprendemos
en este documento el proceso global o integral de formación de seres
humanos como sujetos sociales, económicos y políticos, de acuerdo al
escenario que les precede, es decir, a las estructuras sociales,
económicas y políticas, que determina un modelo de humanidad y un
proyecto de sociedad y de Estado. El proceso de formación de seres
humanos, al que llamamos educación, supone libertad y por tanto
capacidad de transformación de la realidad social, capacidad que puede
expresarse incluso en la desobediencia frente a estructuras de
inequidad e injusticia. Pero supone al mismo tiempo la limitación de
los datos de la realidad y de un marco de comprensiones preestablecido,
que antecede a los sujetos. Todo este proceso de interactuación o
mediación entre lo social y lo particular, de conexión entre la
realidad que pone los límites a lo posible y los sueños e imaginarios
que impulsan transformaciones, es la obra cultural.
La educación, en esta
perspectiva, va mucho más allá de la actividad escolar o de los
procesos educativos en el sistema formal de educación escolar. Abarca
la inserción en la dinámica social y política, en las actividades
económicas, las prácticas cotidianas, las relaciones intersubjetivas,
la vida familiar, el trabajo, en fin, la educación se extiende a lo
ancho de todas las dimensiones de la vida humana. De esta manera el
conjunto de la sociedad se concibe como institución educadora.
El concepto de paz ha ido
evolucionando, pasando de una concepción negativa de paz que comprende
a esta última como ausencia de guerra, hasta la configuración positiva
del concepto. La paz es entonces una experiencia mucho más amplia que
el cese al fuego de las guerras o de su no aparición en la vida de las
naciones. La paz está referida a las condiciones estructurales en las
cuáles las sociedades pueden vivir en la justicia, la equidad y la
erradicación de todas las formas de discriminación, de opresión y de
violencia. /
La educación para la paz
une en un mismo campo la concepción de educación y de paz. Pone su
énfasis en la oposición a toda forma de violencia (incluyendo la
violencia simbólica y las estructuras de exclusión), acude a la
transformación de las personas como el escenario de su acción
inmediata, percibe este proceso de asimilación de valores favorables a
la vida y al respeto de la dignidad humana como una decisión libre y
comprometida de cada sujeto del proceso formativo y busca la
integración entre contenidos conceptuales y el aprendizaje de
actitudes, técnicas y habilidades para la convivencia pacífica en la
cual la solución no violenta de los conflictos es un núcleo
fundamental. /
• Conflicto y violencia
Hemos dicho que la
educación es un proceso de autoconstitución de seres humanos como
sujetos sociales, económicos y políticos, tanto en términos
individuales o particulares como sociales o colectivos. Este proceso
se forja en la interrelación subjetiva en la que entran en juego
diversos intereses, visiones del mundo, caracteres, situaciones, y
sobre todo, relaciones de asimétricas en la distribución del poder,
del ingreso y de la riqueza. La diversidad es ocasión para el
surgimiento de los conflictos, los cuales no sólo son inevitables
hacen parte de la estructura de la vida humana.
Una visión negativa sobre
el conflicto nos hace considerarlos como nocivos e inconvenientes para
la paz. El ideal de la convivencia pacífica sería una sociedad en la
cual no haya conflictos. Esta visión es ingenua y comprende de manera
moralista el surgimiento de los conflictos. Una mirada distinta,
positiva y optimista, nos lleva a pensar y a asumir los conflictos
como oportunidad para el crecimiento de las personas y las comunidades.
La paz es por esta razón irrealizable sin los conflictos. La paz no se
opone a los conflictos sino a la violencia. /
La violencia es una de las
maneras como se tramitan y dirimen los conflictos, aunque es siempre
la forma como los conflictos se hacen cada vez más irreconciliables.
Las soluciones a los mismos, logradas mediante la violencia,
desencadenan nuevos conflictos con ciclos de mayor violencia. Sin
embargo los conflictos no siempre llevan a la violencia, es posible
gestionar su resolución mediante mecanismos no violentos.
De la misma forma que
conflicto y violencia no se autoimplican, violencia y fuerza tampoco
son conceptos que se unifican. La violencia es el uso extremo de
fuerza, con intención deliberada de causar dolor o daño corporal,
psíquico, emocional, económico o cultural, a una persona o a una
colectividad. La violencia puede ser directa cuando afecta de manera
inmediata el cuerpo y la interioridad de los seres humanos, o
indirecta cuando se hace a través de estructuras de empobrecimiento o
de privación de derechos fundamentales. Si la violencia es siempre un
uso extremo de fuerza, laa fuerza en cambio no es siempre e
inevitablemente violencia. La fuerza es capacidad de afirmación,
impulso vital para alcanzar propósitos. Aún más, para enfrentar la
violencia es indispensable la fuerza de quienes se oponen a la
arbitrariedad, a la humillación de la dignidad humana. La resistencia
frente a las guerras y a toda forma de violencia es una acción de
fuerza de los seres humanos.
• Resolución no violenta
de conflictos
La resolución no violenta
de los conflictos es una de las maneras de asumir la confrontación de
intereses. La guerra y diversas formas de violencia, sin ser
inevitables, son siempre posibilidades para canalizar e intentar
resolver los conflictos. El recurso a formas no violentas de solución
de los conflictos significa un avance en la cultura política de una
sociedad.
Entre las formas de
solución no violenta de los conflictos encontramos: la negociación, el
acuerdo, el arbitraje, la conciliación, el recurso al sistema de
justicia. En todos estos ejercicios el diálogo, la mediación, los
buenos oficios y el servicio como testigos y garantes, son mecanismos
fundamentales. Es pertinente insistir en el diálogo como condición
necesaria para la solución no violenta de los conflictos. El trasfondo
del diálogo es mucho más importante que el contenido de la
conversación y los logros alcanzados, en tanto la experiencia del
diálogo se constituye en aprendizaje para la paz. El diálogo como
ejercicio de los que hablan pierde sentido si no entraña valores y
actitudes para la paz.
De esta manera es
imprescindible sustentar el diálogo para las soluciones no violentas
de los conflictos en el reconocimiento del valor de las personas, en
el reconocimiento del otro(a) –o de los(as) otros(as)- como alguien
con dignidad, que vale en si mismo, que tiene derechos, que merece ser
escuchado y que debe ser respetado como ser humano. Sin este
reconocimiento de la alteridad es imposible una salida no violenta de
todo conflicto. La violencia es esencialmente el desconocimiento de la
dignidad de los otros(as), sometidos al trato de objetos desechables,
prescindibles, presencias molestas que pueden ser eliminables. La
eliminación del otro, de los otros(as), no se realiza solamente por la
muerte, forma extrema de violencia, sino por toda utilización de los
seres humanos, por el desconocimiento de sus derechos, por el silencio
impuesto, por el no reconocimiento de la alteridad, del derecho a la
palabra.
El diálogo para la
resolución no violenta de los conflictos exige además una actitud de
aprendizaje. Nadie nace con la habilidad espontánea para le diálogo.
Es necesario aprender a dialogar, saber cómo desactivar los odios, las
hostilidades, cuándo es el momento favorable para iniciar el diálogo y
cuándo el tiempo para los compromisos. Se aprende a dialogar en el
ejercicio mismo del diálogo pero es preciso preparar a los que
participan en él.
PROPUESTAS PARA LA
EDUCACIÓN EN LA RESOLUCIÓN NO VIOLENTA DE LOS CONFLICTOS
a. Desactivar los odios,
formar para el perdón, trabajar por la justicia y la superación de la
impunidad: Las sociedades del Continente, sobre todo aquellas que han
vivido conflictos armados y procesos de interrupción del régimen
democrático, han atravesado por períodos de violencia y conculcación
de derechos civiles y políticos. Es imprescindible desatar los nudos
de odios y resentimientos, crear las condiciones subjetivas, sociales
y políticas para el perdón, sobre fundamentos de verdad y justicia. La
impunidad frente a graves ofensas a la dignidad humana y al derecho a
la libertad y a la soberanía de los ciudadanos constituyen un riesgo
permanente para la paz. Todas las estructuras educativas, entre ellas
el sistema escolar, pueden y deben aportar en la formación de los
valores para el perdón y la reconciliación, y para que las sociedades
nacionales tengan la capacidad para asumir la verdad y la justicia.
b. Fortalecer los
programas de gobiernos locales que giran en torno a la pedagogía de la
convivencia ciudadana: Si la paz es un compromiso de los Estados y de
las sociedades nacionales, los esfuerzos que realizan las
administraciones locales para conseguir nuevas relaciones entre los
ciudadanos, que prescindan de la fuerza y la violencia, deben ser
apoyados y fortalecido. Hablamos aquí de programas educativos sobre
desarme voluntario, medidas restrictivas sobre consumo de alcohol
acompañadas de propuestas de educación sobre este tema, programas de
seguridad ciudadana con amplia participación y con una perspectiva
preventiva y de rehabilitación de los infractores y delincuentes,
prácticas de diálogo y negociación de las autoridades locales con las
comunidades para la toma de decisiones, etc.
c. Propiciar la
negociación social y política sobre los grandes conflictos sociales.
El conflicto social (o los conflictos sociales) generado por la
inequidad en la apropiación de los ingresos y en la distribución de la
propiedad sigue siendo causa de movimientos sociales de inconformidad
en el Continente. En la actual coyuntura de menor disponibilidad de
recursos de los Estados y de ajustes a la macroeconomía que suponen
una menor intervención del Estado en la solución de los problemas
sociales, confrontada con situaciones de pobreza y exclusión no
resultas en amplios sectores de nuestros países, es indispensable
alcanzar fórmulas de acuerdo y negociación social y política, que
eviten las confrontaciones violentas. En este sentido la solución no
violenta de los conflictos sociales debe acudir a las consultas
populares, comisiones de diálogo, concertación y conciliación, debates
públicos, etc.
d. Impulsar una
refundación ética de las sociedades, a partir del reconocimiento de la
diversidad y de la experiencia de la ciudadanía: En el pasado las
sociedades del Continente fundaron sus principios de moralidad en el
marco de tradiciones religiosas, transmitidas vivencialmente en la
familia, la escuela, la sanción social y el ámbito de la expresión
religiosa. Hoy las instituciones de socialización experimentan una
crisis profunda y no hay un marco de referencia ético con pretensiones
de universalidad. La convivencia pacífica, respetuosa y tolerante
requiere un horizonte ético, una escala de valores que ponga bajo
cubierto a la vida y la dignidad humanas. Este marco de valores puede
ser construido, debe ser construido, a partir de la diversidad. Se
trata de una ética en la que todos y todas, desde distintas visiones
del mundo, diferentes tradiciones culturales, contextos y situaciones
específicas, podemos aportar para encontrar unos valores comunes que
podemos afirmar y proteger. El hecho común que parece identificarnos a
todos es la condición de ciudadanos y ciudadanas dentro de una
comunidad política. Apelar a la ciudadanía como concepto unificador
para encontrar los principios éticos de la convivencia contribuye a la
consolidación de las identidades y vocaciones políticas de los pueblos
y naciones del Continente.
e. Formar para asumir
positivamente los conflictos y procurar su solución: Si en ocasiones
hemos identificado la paz como ausencia de conflictos, hoy es
necesario que comprendamos que la paz se construye en medio de éstos y
por tanto toda la sociedad, y el Estado como responsable de su
conducción y orientación, está llamada a asumir los conflictos como
inherentes a la vida personal y colectiva de lo seres humanos. Los
procesos educativos en su más amplia expresión deberán, para este
propósito, hacer visibles los conflictos antes que ocultarlos,
negarlos o darles causes que no permiten su solución. Es en todos los
casos inconveniente dejar los conflictos sin propuestas de solución.
Si los conflictos son positivos para el crecimiento social no son sin
embargo deseables como una situación permanente e indefinida. La
búsqueda creativa de soluciones para los conflictos es el mejor
aprendizaje para los conflictos que vendrán en el futuro.
f. Establecer programas
especiales de capacitación para educadores y otras personas con
responsabilidades de formación en la opinión pública y las comunidades
locales: La paz no es el resultado de la espontaneidad. Las actitudes,
los valores y las habilidades que requiere la paz, y particularmente
la negociación de los conflictos, son el producto de aprendizajes. Los
educadores de los países del Continente, así como otras personas con
responsabilidades en la formación de las sociedades nacionales y las
comunidades locales (periodistas, comunicadores, responsables de
comunidades de fe, líderes comunitarios, etc.) no tienen en muchas
ocasiones las herramientas conceptuales, las actitudes y destrezas
para educar en la resolución de conflictos y en todo el campo de la
educación para la paz. Se hace indispensable crear programas
especiales para quienes ejercen estas tareas y para el pensum de
quienes están en la etapa de formación de sus carreras específicas (carrera
pedagógica, comunicación social, periodismo, etc.). En países que
padecen los efectos de conflictos armados internos esta es una
necesidad mucho más urgente y apremiante, que tiene además otros
componentes como la preparación para atender a las víctimas de las
guerras, la capacitación para atender los efectos psicoemocionales de
la violencia sobre la población infantil y juvenil, entre otros
problemas.
g. Proponer un debate
público sobre los altos contenidos de violencia de las emisiones de
televisión y sobre programas educativos que tienden a reproducir en la
escuela patrones de violencia: El impacto de las emisiones de
televisión sobre la vida de la infancia y de los jóvenes es innegable.
En buena medida la socialización de las nuevas generaciones se hace
ahora en el rito diario de horas enteras frente a pantallas de
televisión y frente a las redes del ciberespacio, cada vez más
accesibles a amplios sectores sociales. En todas estas emisiones hay
grandes riquezas puestas al alcance de las y los niños, de los jóvenes,
pero también pasa sin una crítica eficaz un modelo de humanidad
fundado en el uso de la violencia. En el sistema escolar se reproducen
en ocasiones esquemas de violencia y exclusión de las sociedades: la
imposición de castigos sin justificación o desmedidos, la competencia
entre estudiantes por encima de la solidaridad, los programas
escolares copiados de la vida militar (academias militares para
estudiantes de secundaria). Quienes tenemos responsabilidades en la
construcción de la agenda sobre la educación de la paz de las
sociedades nacionales y del Continente, debemos impulsar el debate
público sobre estos esquemas de educación y sobre la avalancha de
imaginarios de violencia que llegan a través de las pantallas de
televisión y de computador.
h. Establecer en los
sistemas educativos una estrategia doble de educación para la paz que
combine la transversalidad con la formación explícita: Hay diversas
opciones para institucionalizar en el sistema educativo la enseñanza
de la paz. Una posibilidad es convertir la paz, y de modo particular
la negociación de conflictos, en una asignatura, en parte del pensum
académico. Otra es convertir el aprendizaje de la paz en un asunto
transversal que pasa por todas las asignaturas, proyectos y programas
de las instituciones educativas. Algo así como un pensum presente más
allá de las formulaciones explícitas, que supone por tanto promover
hábitos de conducta, actitudes, técnicas y habilidades para la
convivencia, entre ellas la negociación de conflictos. Proponemos un
esfuerzo para mezclar estrategias: De un lado se trata de hacer que la
paz se convierta en “contenido” sobre el que se imparte un
conocimiento. Aquí la irenología, la investigación sobre los
conflictos (y sobre conflictos específicos), la elaboración teórico
conceptual, tiene la palabra. De otra parte hacer que la paz y la
negociación de conflictos (bajo diversas modalidades), se conviertan
en la práctica de actitudes y habilidades en todo el quehacer de las
instituciones educativas. De esta forma el conocimiento de contenidos
se enriquece con la solución no violenta de los conflictos instaurada
como práctica real de los centros educativos.
i. Impulsar la formación
en relación a la cooperación, solidaridad y entendimiento en las
relaciones de los pueblos y los Estados: Si bien es cierto las
relaciones de los Estados están mediadas por el derecho internacional
y por los causes diplomáticos, los pueblos, las naciones, más allá de
la acción de los Estados, tienen responsabilidad en la construcción y
mantenimiento de la paz. Los conflictos armados son hoy frecuentemente
internos pero la amenaza de las guerras entre Estados no es
descartable. El sustrato ético de la formación de los pueblos puede
ayudar a morigerar las causas y consecuencias de los conflictos
armados, puede contribuir a detener las guerras y a allanar salidas.
En este sentido es conveniente renovar los esfuerzos de difusión y
divulgación, en el sistema educativo y en los medios de prensa y
opinión, de la Carta de las Naciones Unidas y la Carta de la
Organización de Estados Americanos. Igualmente resulta conveniente
impulsar proyectos de educación para la paz en zonas fronterizas,
diseñados de común acuerdo entre los Estados y gobiernos, propiciar el
intercambio de experiencias pedagógicas en el campo específico de la
educación para la paz, promover la construcción de redes de maestros y
otros profesionales con trabajos en este campo. La confianza en las
relaciones internacionales debe descansar tanto en la voluntad de paz
de los Estados como en la buena voluntad y fraternidad construida en
la identidad de las sociedades nacionales, particularmente en las
zonas de frontera.
j. Propiciar, fortalecer y
desarrollar sistemas de justicia alternativa para la resolución de
conflictos: El derecho a la justicia es uno de los más sensibles en
las sociedades modernas. Los ciudadanos esperan una justicia eficiente,
ágil, respetuosa de los derechos de los procesados y con capacidad
para hallar sanciones adecuadas que puedan resarcir los daños causados
y resocializar a los infractores. Sin embargo la administración de
justicia no siempre cumple con esta aspiración y se ocupa en ocasiones
de asuntos que pueden ser resueltos mediante mecanismos de
conciliación, cobijados bajo la institucionalidad del sistema de
justicia. Esta transformación de conflictos judiciales hacia la
justicia alternativa mediante mecanismos como la conciliación,
requiere un proceso de transformación cultural: descubrir o
redescubrir las fuentes de autoridad de las comunidades, sus formas de
resolución de conflictos, imaginar y crear autoridad entre los
ciudadanos, con la sanción aprobatoria del Estado, para resolver
pacíficamente los conflictos, sin que haya perdedores y donde lo
fundamental es el acuerdo en el que todas las partes salen
beneficiadas.
k. La educación para la
paz, y particularmente para la resolución pacífica de conflictos,
requiere de las tradiciones culturales favorables al diálogo, el
entendimiento, la solidaridad y la cooperación: En todos los pueblos
de las Américas hay tradiciones centenarias de solidaridad, de mutua
cooperación, de buen vecindario y de arreglo concertado para resolver
problemas y en ocasiones para resolver conflictos. El desarrollo de
las naciones del Continente no depende únicamente de su capacidad para
insertarse en los mercados globalizados, de su adecuación tecnológica
y de la estabilidad macroeconómica. El desarrollo se refiere también
al crecimiento de la identidad cultural. En esta perspectiva las
tradiciones favorables a la paz y la convivencia armoniosa deben ser
revaloradas y redescubiertas a fin de formar una ética colectiva
favorable a la paz y a la solución no violenta de los conflictos.
ALGUNOS CRITERIOS DE
EVALUACIÓN PARA LAS PROPUESTAS DE EDUCACIÓN EN LA RESOLUCIÓN PACÍFICA
DE LOS CONFLICTOS
Asumir mecanismos de
resolución pacífica de conflictos implica una transformación de
actitudes, valores e imaginarios que no siempre es fácil evaluar o
medir. Sin embargo es posible formular unos parámetros de evaluación
sobre políticas y programas visibles que intentan formar a la
ciudadanía en estos ejercicios para la paz.
Hay indicadores
particularmente importantes para los Estados y los gobiernos. Es
posible medir el grado de impacto sobre la frecuencia de actos de
violencia, de las políticas sobre desarme voluntario y control de las
horas de consumo de alcohol. Estamos hablando aquí de políticas del
Estado, y particularmente de las administraciones locales, que
requieren programas de formación y comunicación. Aparte de estas
políticas están las medidas coercitivas de la administración pública
para el porte de armas y el consumo de licores y estupefacientes.
Los Estados y los
gobiernos pueden también evaluar la eficacia de programas educativos
en torno a la resolución pacífica de conflictos, mediante mecanismos
como la conciliación, jueces de paz y otros instrumentos de justicia
alternativa, midiendo de un lado el número de conflictos que llegan a
estas instancias, su efecto sobre el sistema formal de justicia y
evaluando cualitativamente el grado de asimilación de los mecanismos
de resolución de conflictos, institucionalizados por el Estado y la
sociedad.
Para la vida institucional
de los Estados y naciones del Continente un criterio de evaluación
sobre la educación en resolución pacífica de conflictos está ligado al
nivel y calidad del diálogo, la negociación y la concertación en
relación a los grandes conflictos sociales. Para ellos deben ser
cualificados tanto los representantes del Estado y del Ejecutivo en
particular, como los representantes de diversos estamentos sociales.
La creación de comisiones de diálogo, negociación y concertación,
instituidas de mutuo acuerdo y específicamente diseñadas para atender
conflictos definidos (conflictos por la tierra, por reivindicaciones
salariales, por necesidades básicas insatisfechas, por la calidad y
cobertura del sistema de salud o de educación, etc.), es un criterio
visible de evaluación del progreso en esta materia.
Para el sistema educativo
formal un programa sobre educación para resolución pacífica de
conflictos tiene diversos niveles de evaluación. De una parte está la
evaluación sobre el sistema mismo : ¿Ha creado o no el sistema
educativo -tanto en la educación pública como privada- un plan de
formación específica sobre la paz y de modo especial sobre la
resolución de conflictos, de manera que los docentes tengan la
capacitación en actitudes, valores, técnicas y habilidades necesarias?
La concreción de un plan de formación especial en este campo define en
buena medida la eficacia de la propuesta de educación para la
resolución no violenta de los conflictos. De hecho el compromiso de
los educadores con un plan de formación de esta naturaleza debe hacer
parte de la evaluación de su propio desempeño como educadores.
El sistema educativo puede
tener otro indicador importante para su evaluación. Si la formación
para la paz en general y la formación para la resolución pacífica de
conflictos en particular, no llegan a un nivel visible de
institucionalización en la vida escolar, no tendrá eficacia. Es decir,
este programa deberá aparecer de alguna manera en el quehacer de la
escuela : como asignatura, como formación extraescolar realizada desde
la escuela, como campaña especial con una duración limitada, etc. Si
no aparece de manera explícita el sistema educativo no cumple con el
propósito de educar para la resolución no violenta de los conflictos.
Dentro del sistema
educativo está la práctica real de las escuelas. En ellas el criterio
de evaluación debe juntar aspectos cualitativos que dependen de la
interpretación de educadores, padres de familia y estudiantes, pero
también puede guiarse la evaluación por logros verificables : la
creación de normas de convivencia para la paz y el respeto a la
dignidad de las personas, instauración de consejos educativos para la
resolución de conflictos entre estudiantes, instancias de diálogo y
acuerdo entre educadores y educandos, nivel de reducción (o de
incremento) de la violencia entre jóvenes, cambios en prácticas de los
docentes que fomentan la violencia y el autoritarismo, etc.
Para el conjunto de la
sociedad, de manera especial para la academia, los medios de
comunicación, la prensa, y otros sectores influyentes de la formación
de la opinión pública (comunidades de fe, dirigentes sociales y
políticos, entre otros), puede formularse criterios de evaluación. Una
sociedad camina hacia la paz, hacia la cultura de la negociación
pacífica de los conflictos, cuando desacredita la guerra y las
violencias, cuando el mensaje público de los sectores responsables de
la conducción de los imaginarios sociales invitan a la reconciliación,
a la depuración de los odios, a la justicia social, a la erradicación
de toda forma de violencia, a la lucha contra la impunidad y la
búsqueda de todos los medios posibles para dirimir de manera no
violenta los conflictos. Es así como el debate público en torno a los
contenidos de violencia en las transmisiones de televisión y de otros
medios electrónicos, la discusión sobre el modelo educativo, la
reflexión, controversia y divulgación sobre la ética ciudadana (es
decir, convertir en pública la preocupación por la ética para la
convivencia) son, entre otros, indicadores de los progresos de las
sociedades y de los Estados en el camino hacia la paz.
El panorama internacional
puede ser también evaluado. Se impone la cooperación entre Estados y
gobiernos para crear programas conjuntos de educación para la paz, y
de modo especial sobre la solución pacífica de conflictos. Programas
que pueden contemplar múltiples propuestas : intercambios, planes
educativos en zonas de frontera para la paz y la confianza recíproca
entre los pueblos, asesorías, eventos académicos, estudio comparado de
políticas públicas en materia de educación para la paz, etc. Si no se
hace visible la cooperación de todos los Estados del Continente en un
programa real de formación para la paz, y de modo concreto para la
resolución pacífica de conflictos, todos los ideales de convivencia
pierden eficacia y se reducen a esfuerzos aislados que no aseguran la
paz como una experiencia para todos los habitantes de las Américas.
II SEGUNDO EJE TEMÁTICO
PROMOCIÓN DE LOS VALORES Y
PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS
Esta contribución aspira a
sugerir algunas iniciativass prácticas en el contexto de la
elaboración de un Programa Hemisférico de Educación Para la Paz. Sin
duda, la discución y la confrontación con las distintas experiencias
nacionales harán que estas propuestas se afinen y redefinan para que
reestructuradas alcancen el necesario consenso y su viabilidad.
INTRODUCCIÓN
En el último tiempo se ha
podido constatar que el retorno y la consolidación de la democracia en
algunos países del Continente debió contar no solo con el handicap de
instituciones democráticas precarias, sino con el deficit de sujetos
portadores del proyecto democrático, que por ser sus detentadores lo
defendieran, ampliaran y fortalecieran (WILLS, 1999). Es obvio que
este es un terreno en el que es urgente intervenir para que la
democracia no se perciba como una propuesta ajena e impuesta, sino que
se asuma como producto de unas tradiciones que nos son propias y de
una cultura en la que nos movemos y somos.
En este sentido, la
formación y consolidación de sujetos democráticos debe desarrollarse
en el ámbito de la cultura, esto es, en la consolidación de un ethos
que a manera de segunda naturaleza imprima sentido a nuestros
comportamientos. Tal sentido lleva implícitos conceptos y valores y se
expresa en hábitos y costumbres frente a los cuales no se delibera por
expresar el sentido común de una colectividad.
Tal ethos es una
construcción histórica. Es el producto decantado de experiencias
colectivas al enfrentar los retos de la supervivencia, de la
adaptación a un medio, del sobreponerse a la adversidad y a las
dificultades en la construcción de la más adecuada organización
social. En esa variada y no prevista gama de contingencias los pueblos
aprenden, por ensayo y error, pero también definen mediante una
deliberación general los fines que asumirán, los valores que encarnan
estos propósitos comunes y las prácticas a través de las cuales se
harán socialmente vigentes y elemento en la construcción permanente de
la sociedad. Este conjunto de opciones delimitan el perfil ético de un
pueblo y son las que permiten hablar propiamente de un pueblo y no de
una agregación fortuita de individuos.
El consenso ético de que
hablamos no se definió por una vez y para siempre en un mítico tiempo
originario. Por el contrario es una realidad cambiante, sujeta a un
permanente plebiscito en el que intervienen todos los componentes de
la colectividad desde su particular esfera de actividad y desde sus
propios intereses. Esta deliberación se reedita ante los nuevos
desafíos y con ocasión de las crisis éticas que suelen sobrevenir
cuando el marco referencial de nociones, valores y prácticas se ha
desintegrado por carecer de validez.
En los últimos decenios se
ha puesto al orden del día la consolidación de la democracia y la
reestructuración de la convivencia, en el marco de un cambio de época
y de un proceso profundo de globalización que no solo obliga a abrirse
ante el mundo y dialogar con otras culturas sino que redefine las
relaciones internas y las de los distintos componentes con las
dinámicas externas en continuo y vertiginoso movimiento.
En la cultura de nuestros
pueblos existen valiosas tradiciones de republicanismo, de solidaridad
y patriotismo, así como actitudes discutibles en relación, entre otros
aspectos, a lo social y la política. Aspectos que es menester tener en
cuenta, pues, estamos en un momento de refundación ética, de
redefinición de nociones, valores y prácticas colectivas, proceso en
el que es preciso avanzar en la profundización de nuestras mejores
tradiciones, proyectándolas a la definición de un presente viable por
la asunción de las mutaciones contemporáneas y en función del
mejoramiento y la sostenibilidad de nuestras sociedades. El consenso
refundado y redefinido será el resultado otra vez de una deliberación
amplia en la que todos participarán con su particular saber y
expresándose a través de los medios que le son propios.
Dicho de otra manera, no
es por la transfusión de valores supuestamente universales --por
admirables que parezcan y por fecundos que hayan sido en otras
latitudes--, como ha de reestructurarse nuestra éticidad democrática.
No reclamamos con lo dicho, ceguera ante el mundo y ensimismamiento
ante un pasado que debiera ser más que objeto de nostalgia, y una
identidad nunca terminada. Sugerimos sí la apropiación por toda la
sociedad de las tradiciones y los nuevos conceptos y valores que le
permitirán sobrevivir y progresar siendo ella misma.
Significa lo anterior que
un programa en formación de valores y prácticas democráticas debe
fundamentarse en un consenso de todos los actores sociales y en
particular aquellos que influyen en la formación de las subjetividades
(autoridades civiles y religiosas, dirigentes políticos y sociales,
académicos y educadores en general, trabajadores de los medios de
comunicación y las artes). Este consenso que siempre será provisorio y
discutible, deberá comprometer de manera libre y espontánea a todos
los actores mencionados para que la construcción de sociedad tenga una
orientación compartida.
Crear las condiciones para
una deliberación pluralista e incluyente, estimularla y deducir de
ella las conclusiones pertinentes debe ser un propósito de las
autoridades, en el entendido que es la sociedad la que debe definir el
tipo de convivencia que se merece, los valores en que debe fundarse y
la calidad del ciudadano a que aspira.
PRECONDICIONES DE
CONOCIMIENTO
Como ya se expresó,
vivimos una época de cambios en la subjetividad de las gentes y en los
lazos de sociabilidad. No solo hay nuevas tecnologías y distintos
flujos de mercancías e informaciones, sino que unas y otros
transforman la sensibilidad de las personas, cambian su vivencia del
tiempo y el espacio, modifican la manera de aprehender la realidad y
las relaciones interpersonales. Ni los cambios económicos y
tecnológicos, ni las mutaciones culturales que son estimulados por
ellos son comprendidos en su naturaleza y dimensiones de manera que
quienes están interesados en definir políticas culturales puedan
actuar sobre bases ciertas.
La realidad de las
tendencias en curso puede indicar la viabilidad de las políticas, sus
limites y posibilidades. Por el contrario, formular políticas sin
consideración de los cambios en la realidad, puede significar hacerlo
desde los prejuicios o los deseos sin fundamento. Lo cierto es que en
los dos últimos decenios se ha modificado radicalmente la situación
del campo y de los campesinos, la actitud de los jóvenes frente a la
educación y el trabajo, el rol de las mujeres y la estructura de la
familia, el uso del tiempo libre y la relación con las formas
tradicionales de la alta cultura, entre otros cambios.
A este respecto cabría
proponer la creación de Observatorios de los Cambios Culturales que en
cada país analicen las transformaciones en curso, precisando sus
tendencias, los factores que los generan y sus posibles impactos. Las
metodologías y los resultados de las investigaciones pueden ser
compartidos y sistematizados a escala hemisférica, de manera que cada
vez sea más profunda la comprensión de las transformaciones en las
subjetividades y la cultura y en correspondencia con ello existan
elementos más cualificados para definir y negociar el contenido de las
políticas culturales..
Este es precisamente el
primer componente del proyecto Una Cultura Para La Democracia, que
desarrollan el Ministerio de Cultura de Brasil y el Latin American
Studies Center de Maryland, con el apoyo del BID (Proyecto
TC-97-04-24-9-RG). El primer módulo de este proyecto está compuesto
por investigaciones que elaboran y analizan indicadores de la cultura
democrática brasilera en su sistema educactivo, los medios de
comunicación y espacios no institucionalizados.
En este mismo sentido, es
de apoyar la propuesta de Néstor García Canclini (GARCIA CANCLINI,
1999) de crear un Sistema Latinoamericano de Información Cultural. “Su
principal función --explica el proponente-- sería reunir estadísticas
confiables de todos los países de la región, que registren el
desarrollo y las tendencias de las inversiones culturales (estatales y
privadas), de los consumos (especialmente de industrias culturales) y
de las percepciones interculturales (imágenes de los otros países de
la región y del espacio euroamericano y norteamericano)”. Cabría
igualmente que este sitema siguiera estadísticamente los cambios en
los gustos y preferencias de los habitantes de la región, en
particular de los jóvenes.
Estas dos propuestas
pueden aportar los insumos de partida para la definición de cualquier
política de formación en valores y prácticas democráticas, no solo
para los funcionarios del sector estatal sino para quienes desde la
esfera privada --bien sea desde la industria cultural, las iglesias u
otras áreas-- pretendan incidir en la formación de sujetos
democráticos.
ESTRATEGIAS PARA
GENERALIZAR LAS PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS
No pueden consolidarse los
valores y las prácticas democráticas mediante un proceso de
indoctrinación, como quien pretende llevar la verdad o la civilización
a los perdidos en el error o la barbarie. Descartada una perspectiva
iluminista, la democracia debe ser concebida ante todo como una forma
superior de vivir, como rasgo de una calidad de vida superior. Por
ello, es preciso generalizar las prácticas democráticas en tanto
propuestas para mejorar la vida, como herramientas para resolver mejor
las dificultades cotiadianas, como medios para edificar una
convivencia más satisfactoria. Dicho de otra manera, la democracia se
fortalecerá entre nosotros cuando todos asumamos como noción práctica
que en democracia se vive mejor.
En consecuencia, en el
propósito de consolidar una cultura democrática hay que poner el
énfasis más en la generalización de prácticas que en la prédica de
valores. Junto con la extensión de las prácticas, y acaso todavía
mejor, una vez que las prácticas hayan demostrado su bondad, será
preciso reflexionar con los grupos y comunidades para descubrir y
construir con los sujetos de estas prácticas, las nociones y valores
que están implícitas en ellas.
Por lo ya dicho,
proponemos tres estrategias para extender las prácticas democráticas:
A. Transformar los medios
en los que domina el autoritarismo o la exclusión
Hay medios en los que muy
frecuentemente dominan concepciones y prácticas antidemocráticas,
algunos de ellos con particular orientación formativa --escuelas y
cuarteles-- o importantes espacios de socialización --agrupaciones
deportivas o sindicales, comunidades de fe, fábricas y sitios de
trabajo-- o sitios para la reeducación como las prisiones. En todos
estos espacios es preciso que la democracia se vivencie como una forma
de vida de modo que hecha realidad cotidiana permee la mentalidad de
quienes la practican.
En este aspecto, es
posible construir una noción compleja de democracia que parta del
reconocimiento de la autonomía de los prójimos, de la aceptación de su
capacidad de decidir por sí mismos, de la renuncia a la coacción por
la fuerza o el miedo para sacar adelante una idea o una iniciativa, de
la posibilidad de deliberar apelando a razones más que a argumentos de
autoridad o de transigir para consolidar acuerdos y consensos. Una
concepción compleja de democracia en la que quepan los diferentes, por
el género o porque piensan distinto o por sus opciones de vida
distintas a las predominantes o provienen de otros orígenes raciales o
sociales.
Espacios cotidianos en los
que habrá de aprenderse a construir espacio público y proyectos
colectivos. No significa esto vivir en asamblea permanente, en estado
de perpetua votación, sino que el respeto del otro como igual, se
internalizará por la experiencia como el valor fundamental de la
convivencia cotidiana.
La transformación
democrática de estos medios podrá realizarse mediante la
deconstrucción de las prácticas antidemocráticas, descubriendo sus
protagonistas --tanto activos como pasivos-- los intereses que las
animan, los argumentos que las justifican y los medios efectivos de
que fueron necesarias para convertirlas en hábitos o costumbres. En
esta deconstrucción cabe igualmente precisar los efectos que tienen en
los demás, en el tipo de convivencia que se configura y en la calidad
de vida general. Partiendo de este ejercicio de autoreconocimiento y
de reconocimiento del entorno, los involucrados pueden proponerse
reglas alternas de conducta y un plan para transformar el medio.
B. Fomentar las prácticas
de asociación
Un estado democrático será
fuerte según la solidez de la sociedad civil que en él se refleja. Al
tiempo que una sociedad civil será más o menos sólida en atención a la
densidad de la trama de organizaciones y de redes que alberga. En una
sociedad atomizada e inorgánica es imposible construir proyectos
colectivos, espacio público y cultura democrática. Una sociedad civil,
contrario a lo que algunos creen, es condición necesaria de un estado
democrático con alto grado de legitimidad.
Por el contrario, los
estados totalitarios han pretendido siempre anular la vitalidad de la
sociedad civil, dispersar por el terror las asociaciones libres que
esta haya podido generar, crear organizaciones controladas que sirvan
de instrumento a los dictados del poder, forjar liderazgos obsecuentes
y serviles. Contrario sensu, el correlato de un estado democrático es
una sociedad civil con alto grado de autonomía, cuyos miembros se
asocian con libertad y espontaneidad en torno a lo que más les
interesa. Para sus miembros, estas asociaciones son escuela en las
costumbres y los valores democráticos, al tiempo que el crisol en el
que se forjan liderazgos que reproducen y consolidan la democracia.
En una democracia, tanto
el sector estatal como el privado deben promover --en el interés de
consolidar una cultura democrática--, el fortalecimiento de la
sociedad civil, estimulando la trama de organizaciones y redes
surgidas por la autoorganización de las gentes.
Así, es preciso promover
la asociación entorno a intereses o el surgimiento de grupos de
interés. Corresponde, entonces, fomentar la asociación juvenil en
torno a hobbies, actividades deportivas y recreativas, así como las
iniciativas de orden económico. Una política de fomento de los valores
y prácticas democráticas, debe igualmente, estimular la
autoorganización de las mujeres y el desarrollo de liderazgos
femeninos, en la perspectiva de conquistar la equidad entre los
géneros. Cabe igualmente delinear una dinámica de fortalecimiento de
las organizaciones sociales, vehículo necesario para la representación
de intereses mayoritarios. Pero, por sobre todo, debe estimularse la
asociación en función de causas de interés público como el medio
ambiente y los derechos humanos.
Los estímulos a la
asociación pueden ser de muy diverso orden con la única condición de
garantizar la autonomía de las formas asociativas. En algunas
municipalidades francesas se ha experimentado el mecanismo de las
denominadas “AGIR”, espacio que congrega el conjunto de asociaciones
civiles de la localidad y desde el cual se articulan al desarrollo
local y acceden a los recursos del ayuntamiento. Otra forma de
fortalecer la trama de organizaciones y redes de la sociedad civil es
propiciar oportunidades de formación para los animadores y líderes de
estas asociaciones. Advertimos que para no dar siquiera la impresión
de que se entra en una dinámica políticamente sesgada, convendría que
la formación de líderes fuera atribución de organizaciones
independientes del gobierno, así cuenten con su apoyo. Una forma como
el sector privado puede apoyar la asociatividad --en especial de los
jóvenes-- ofreciendo facilidades y medios a las actividades que
promuevan desde sus organizaciones.
Un valioso estímulo a la
asociación podría consistir en un premio nacional periódico a la mejor
iniciativa en causas de interés público promovida por jóvenes. La
excelencia en este caso se determinaría no solo por el discurso de la
organización, sino teniendo en cuenta sus prácticas democráticas
internas, a la forma de relacionamiento con sus beneficiarios y la
calidad del impacto que se propone alcanzar. Este concurso puede
contribuir a generalizar el horizonte del altruismo, condición para
que la política recupere la nobleza en su ejercicio.
C. Exaltar las conductas
democráticas y criticar los comportamientos antidemocráticos
La convicción de la bondad
de la pedagogía del ejemplo, llevó al Libertador Simón Bolívar a
extenderla al ámbito escolar: “... la moral no se manda, ni el que
manda es maestro, ni la fuerza debe emplearse en dar consejos”,
”...los actos extraordinarios de aplicación, de honor y de cualquier
otro sentimiento noble, no los borrará el olvido antes bien se
recomendarán a la memoria con aprecio. A este fin se llevará un
registro donde se consignen los hechos más notables, el nombre de su
autor, y el día en que se ejecutó. (...) se adornará el libro, y se
mantendrá con veneración en un lugar visible”. El día de las
solemnidades de la Patria, habrían de leerse las glorias y triunfos de
la juventud y se darían vivas y elogios a los reconocidos en el libro
precioso. Un día de fiesta y regocijo.
En estos tiempos de
refundación ética es necesario retomar el espíritu de la propuesta así
no sean viables los procedimientos entonces sugeridos. Antes bien, hoy
existen mejores recursos para exaltar las conductas democráticas
encomiables y censurar los comportamientos antidemocráticos. El poder
de los medios masivos de comunicación facilita aún más que en los
comienzos del régimen republicano tanto el reconocimiento público como
la sanción moral.
En principio, tanto la
exaltación como la censura deberán surtirse en el ámbito local (la
escuela, el barrio, el municipio) de modo que se produzca el efecto de
cercanía y haya quienes se motiven por el ejemplo conocido o
escarmienten en el pellejo próximo. No faltará quien discuta que en
esta época de globalización nos resultan próximos los acontecimientos
de las antípodas. Sin embargo, con ser cierto, no se invalida que el
punto de partida en la formación de una ética cívica es la experiencia
directa de la comunidad en la que se vive.
Estos pueden ser el
procedimiento para que los comportamientos de intolerancia o exclusión,
en especial aquellos que son grupales o comunitarios, sean
considerados en nuestras sociedades no solo reprobables sino
inadmisibles como actos bárbaros que son.
La deliberación pública
que se desarrolle en torno a personajes y ejecutorias propuestos al
reconocimiento o a la censura, serán la ocasión para que la sociedad
se exprese en torno a estos temas, desarrolle su juicio moral, se
apropie de conceptos éticos y alcance más altos niveles de diálogo,
argumentación y búsqueda de acuerdos.
INSTRUMENTOS PARA LA
FORMACIÓN EN VALORES Y PRÁCTICAS DEMOCRÁTICAS
Hoy es un hecho notable la
legitimación de la relación tanto entre cultura y desarrollo, como
entre cultura y democracia. La cultura es en la actualidad un campo
estratégico en la definición de cualquier propuesta económica o
política. Esta revaloración de la cultura se presenta en una coyuntura
particular.
Por efectos de las nuevas
tecnologías y de la globalización tenemos que la producción de bienes
culturales ha devenido en verdadera industria, sujeta a los
requerimientos y modalidades del mercado. Los centros de la industria
cultural están más allá de las fronteras nacionales, sin referencia
determinante a un territorio o una tradición cultural, lo que genera
una particular modalidad de espacio público. Los nuevos recursos
tecnológicos han transformado los lenguajes, dando la primacía a la
imagen sobre la palabra escrita y al relato sobre la argumentación, en
una secuencia no lineal, sino como montaje de episodios fugaces que se
desgranan como ráfagas. Estos cambios, para hablar sólo de los que
parecen más relevantes, tienen impacto en la relación entre los
estados y los productores de la industria cultural, entre estos y los
consumidores y entre la producción cultural y el discurso y el
quehacer políticos, pero sobre todo en la naturaleza y las
posibilidades de las políticas culturales.
Hasta hoy la politica
cultural se inscribía en los términos de la ciudad letrada, como la
llama el maestro Jesús Martín-Barbero (MARTÍN-BARBERO, 1999). Quiere
decir que de manera excluyente se circunscribía a las letras, la
música y las artes plásticas y en el marco de lo que se llamaba alta
cultura. La ciudad letrada privilegiaba el texto escrito, el era el
canal de la reflexión y el vehículo de la desalienación. Par la ciudad
letrada, la industria cultural y los medios masivos de comunicación
acaso trasmiten la alta cultura pero no la crean ni la recrean y son
espacios negados para la reflexión y la libertad.
En nuestros días, los
medios electrónicos no solo imponen nuevos lenguajes sino que
construyen nuevas relaciones con los consumidores. Las culturas
populares y las tradiciones populares se hibridan y mestizan con
lenguajes y recursos universales. Distintas artes se integran en una
propuesta de hipertexto, que da opción de distintas lecturas al
consumidor. En este ambito se crean nuevas identidades a la vez que
las tradicionales se redimensionan y modifican.
Contra lo esperado, las
nuevas tecnologías permiten desarrollar iniciativas de comunicación a
escala local que vehiculan los inetreses y las expectativas de
comunidades espacialmente reducidas. Es el caso de las radios y los
canales de televisón comunitarios, lo que crea nuevas posibilidades
para el trabajo en la cultura y la política.
En este terreno formulamos
tres criterios que por generales serán fecundos si desatan procesos
creativos:
El proceso de formación en
valores y prácticas democráticas debe apropiarse de los nuevos
recursos tecnológicos, de sus lenguajes y de las nuevas formas de
relación con los usuarios de estos recursos. Negarse es no solo
privarse por miopía a medios que pueden enriquecerlo sino que, por
sobre todo, corre el grave riesgo de hacerse incomprensible para
segmentos fundamentales para su propósito, como los jóvenes. No se
trata de desarrollar una valoración instrumental frente a estos
recursos, se trata de aprender a comunicarse dentro de un nuevo
relacionamiento que implica otros lenguajes, otros discursos y
diferentes actitudes.
Los estados dentro de la
concertación de políticas con los productores de la industria cultural
deben integrar cláusulas de fomento de valores y prácticas
democráticas. Hoy la industria cultural, específicamente la producción
audiovisual y editorial, requieren de márgenes de protección para
asegurar no solo su viabilidad sino competitividad a escala global. De
otra parte, puede ser un legítimo interés estatal garantizar un
espacio público que tenga en cuenta los intereses nacionales y la
cultura nacional, como asunto de soberanía. En esta coincidencia de
intereses, los estados pueden canjear protección a cambio de fomento
de los valores y prácticas democráticas como aspectos esenciales de
nuestros proyectos colectivos. Este acuerdo, puede integrar la
democracia a las expresiones más generalizadas de la cultura
contemporánea. Si, por ejemplo, los racionalistas recurrieron a la
ópera y a la música sinfónica para expresar la sensibilidad
revolucionaria y las expectativas emancipatorias de la gente de su
tiempo, hoy debe acudirse a la información y las propuestas creativas
que ofrecen los medios elctrónicos para alcanzar resultados similares.
Con independencia de los
acuerdos propuestos, la industria cultural debe asumir como una
dimensión de su proyecto comunicacional y de su compromiso social la
formación en valores y prácticas democráticas. Compromiso y proyecto
que bien pueden realizarse a través de concertaciones con otras
instituciones de la vida social como las instituciones de educación
superior, la escuela en general, organizaciones cívicas y autoridades
religiosas, entre otras.
Los interesados en la
formación en valores y prácticas democráticas a escala local deben
tener acceso a los medios de comunicación contemporáneos conforme a
sus condiciones y posibilidades, por lo que el estado debe facilitar
el acceso a la radio y la televisión comunitarias a quienes se han
propuesto sumarse a la tarea de construir cultura democrática.
Facilitar el acceso
implica no solo crear el marco normativo adecuado sino también ofrecer
las oportunidades de formación para que la radio y la televisión
comunitarias puedan desarrollarse con una calidad apropiada.
REVISIÓN DEL DISCURSO
PEDAGÓGICO Y LA PRÁCTICA EDUCATIVA
Si bien no puede
asignársele a la escuela la misión de garantizar la existencia de la
democracia, asunto que competiría a otras esferas de la vida social.
Sí parece ser función de la escuela moderna crear en la infancia y la
juventud las mejores condiciones para un futuro ejercicio de la plena
ciudadanía. La escuela, así, es el semillero donde se aprenden las
primeras nociones de civismo, se profundiza la educación moral y se
forman tempranos hábitos de convivencia democrática. En esta función
la escuela no puede ser reemplazada, pues hasta hoy es uno de los
primeros espacios de socialización.
Para cumplir mejor esta
misión propia de la escuela, ha de deconstruirse el discurso
pedagógico y las prácticas educativas para determinar los rasgos
contrarios a la formación en valores y prácticas democráticas. Sin
duda en las escuelas del continente se ha avanzado muchísimo en la
comprensión del papel de la educación en la formación de ciudadanía.
Es muy posible que los docentes de hoy sean mucho más conscientes que
los de otras épocas de las posibilidades y limitaciones que ofrece la
escuela, de sus propias virtudes y defectos. En alcanzar estos niveles
de conciencia y compromiso han tenido éxito tanto agencias
intergubernamentales e instancias de cooperación internacional como la
labor de los funcionarios de los ministerios o secretarías de
educación nacionales. Se propone entonces, profundizar estos
desarrollos, consolidarlos, en la convicción de que nunca será
superfluo el esfuerzo educativo por aportar en el fortalecimiento de
la democracia.
este terreno habría que
revisar el proceso de formación de docentes, para que asumiendo la
interrelación entre educación moral, formación para la democracia,
ciencias sociales y, en general, el conjunto de la vida escolar
dispongan de los recursos didacticos y de los conocimientos necesarios
para ser los formadores de los futuros ciudadanos. En una concepción
de educación continuada de docentes, convendría propiciar los
intercambios sistemáticos de experiencias en materia de formación en
valores y prácticas democráticas, intercambios que pueden ser locales,
regionales, nacionales e internacionales y propiciar los mecanismos
comunicativos para que las mejores experiencias se divulguen
ampliamente.
En cuanto hace a los
educandos la escuela debe desarrollar una profunda confianza en sí
mismos a partir del autoreconocimiento y el conocimiento de los demás.
La confianza está en la base del comportamiento autónomo, de la
reciprocidad y de la comunidad cívica. De otra parte, la confianza en
sí mismo y en los demás es una condición necesaria para moverse en
esta época cargada de turbulencias y en una economía y una cultura
globalizadas. El desarrollo de la confianza ha de integrarse, por
tanto, al proceso de educación moral y al conjunto del currículo.
Desde la más temprana edad, el conocimiento de quienes son diferentes
y su positiva valoración deben ser parte del crecimiento intelectual y
moral. Prácticas como el intercambio epistolar y las excursiones,
recursos como el cine y la literatura y asignaturas como la historia y
la geografía son campos privilegiados para conocer de otras maneras de
ser y vivir.
CRITERIOS PARA LA
EVALUACIÓN
La evaluación del programa
en cuanto proceso y en sus resultados deberá consultar criterios como
los siguientes:
• Amplitud y profundidad
de la deliberación social en torno a los valores y las prácticas
democráticas.
• Amplitud y riqueza de
los consensos alcanzados en torno a qué valores y qué prácticas
democráticas es necesario fomentar.
• Transformación de
actitudes frente a la democracia y, en particular, en la formación de
valores y prácticas democráticas, por los actores privados y públicos
concernidos en la deliberación.
• Acuerdos particulares
alcanzados entre actores privados o entre parte de estos y el sector
público para desarrollar iniciativas conjuntas para el fomento de los
valores y prácticas democráticas.
• Dotación de instrumentos
para el seguimiento de las transformaciones en las subjetividades y de
la tendencias en materia cultural.
• Medios en los que se han
iniciado actividades sistemáticas para su transformación democrática.
• Incremento en los
niveles de asociatividad --particularmente en la infancia y la
juventud.
• Incorporación en la
agenda de los medios de comunicación y en sus visiones institucionales
del fortalecimiento de la democracia mediante el impulso de valores y
prácticas democráticas.
• Formulación de políticas
culturales que contemplen el componente de la formación en valores y
prácticas democráticas.
• Calidad de la revisión
del discurso pedagógico y de la práctica educativa en función del
programa, por país, por región y localidad.
• Planes de revisión de la
formación de docentes.
• En cuanto al impacto
habría que evaluar periódicamente si en la población se generaliza un
comportamiento aún más ciudadano y el conjunto de la sociedad gana más
elementos en cuanto comunidad cívica.
III TERCER EJE TEMÁTICO
LA PROMOCIÓN DE LA PAZ
ENTRE LOS ESTADOS
INTROCUCCIÓN
En este documento se
asume, primero, que los conflictos entre los Estados son inevitables.
Segundo, se considera poco realista pretender la desaparición de la
guerra como una opción en las relaciones entre los Estados. Más bien,
lo aconsejable es reducir al máximo la probabilidad de llegar a esta
opción.
Para poder focalizar
adecuadamente las tareas educativas relacionadas con la promoción de
la paz entre los Estados, es necesario aclarar el problema que se
intenta resolver. El problema es, entonces, el de los conflictos
armados entre los Estados. A este propósito conviene repasar lo que se
sabe en la actualidad sobre el porqué de los mismos.
En realidad, escasean los
conocimientos confiables sobre las causas de las guerras. Pero a falta
de un mejor saber, es necesario trabajar con las luces hoy
disponibles, en especial con aquellas que cuentan con respaldo en
sólidas evidencias empíricas. Sin desconocer los factores psicológicos
y biológicos que pueden contribuir al desarrollo de una guerra, se
recapitulan a continuación, selectivamente y pensando en el contexto
específico actual de las Américas, los conocimientos sobre factores de
nivel 'macro' que parecen incidir de modo particular en el origen de
los conflictos violentos:
Las guerras entre Estados
están relacionadas con:
• Rivalidades
nacionalistas o etnocentrismo, alimentados por recuerdos de
hostilidades previas, y exacerbados por mensajes emocionales de los
medios de comunicación.
• Estrategias de los
líderes políticos en dificultades quienes buscan distraer la atención
de la opinión pública doméstica con un conflicto inter-estatal.
• Carreras armamentistas,
unidas a defectos en la comunicación entre los Estados, los cuales
pueden llevar a que se interpreten como movimientos agresivos aquéllos
que son simplemente defensivos.
• Intervención en un
conflicto doméstico de potencias extranjeras rivales.
LA EDUCACIÓN Y LA
PROMOCIÓN DE LA PAZ
Dentro de las varias
formas de conceptualizar la finalidad de los procesos educativos cabe
una, adoptada en este documento, según la cual dichos procesos están
encaminados a robustecer y/o reorientar la adhesión a unos valores
fundamentales, cultivar unas actitudes dirigidas a resolver problemas,
reforzar y/o manejar unas reacciones emocionales, desarrollar ciertas
habilidades, y ampliar el caudal de los conocimientos.
Cabe subrayar que los
procesos educativos contribuyen en múltiples formas a la promoción de
la paz, unas de manera más remota -- pero no menos importante -- y
otras en forma más inmediata. Son éstas últimas las que se privilegian
a continuación.
Importa, entonces, que, a
partir de los factores generadores del conflicto violento recien
mencionados, los procesos educativos apoyen los siguientes valores y
actitudes, enseñen a entender y manejar las reacciones emocionales
destacados a continuación, y cultiven las habilidades y conocimientos
enumerados en breve:
• Valores fundamentales:
Respeto por los derechos humanos, en particular por el derecho a la
vida, la libertad, y el trato igualitario. Alta estima por la
solidaridad y la justicia.
• Actitudes dirigidas a
resolver problemas: Aprecio por el derecho internacional -- en todos
sus campos de aplicación --, la diversidad cultural, la
autodeterminación de los pueblos, y el diálogo como medio para
resolver diferencias. Respeto por las opiniones diferentes a la
propia.
• Reacciones emocionales:
Los sentimientos patrios, nacionalistas y xenofóbicos. El miedo ante
graves amenazas.
• Habilidades: Para
comunicarse, manejar conflictos y crear alternativas de solución para
los intereses en pugna.
• Conocimientos: Sobre el
porqué de las guerras y sus costos humanos; la importancia atribuida
por las personas a la seguridad para proteger su vida, honra y bienes;
el papel positivo o negativo de los medios de comunicación de masas en
el origen de las conflictos violentos inter-estatales; las formas de
manipulación de los sentimientos de la población empleadas por los
líderes políticos; y los diversos instrumentos para solucionar
inteligentemente los conflictos entre Estados (negociación
diplomática, recursos a los 'buenos oficios' de terceros, tribunales
internacionales, etc.).
Finalmente, se considera
que uno de los procedimientos más indicados para construir confianza,
y simultáneamente destruir estereotipos negativos de los nacionales de
un Estado frente a los de otro, consiste en los contactos personales e
informales entre aquéllos y éstos.
ESCENARIOS Y ACTORES
Las iniciativas que puedan
sucederse en relación con la Promoción de la Paz entre los Estados
deberán contemplar actividades que se desarrollen en el aula escolar,
fuera de ella, como por ejemplo en las asociaciones de padres de
familia y de educadores, los grupos para-escolares, los centros
oficiales de decisión sobre políticas educativas, y algunos organismos
internacionales.
Se presentan a
continuación algunas estrategias recomendadas en cada caso.
a. En los establecimientos
educativos de nivel primario, secundario y terciario, se podrían
desarrollar actividades tales como:
• Propiciar desde varias
asignaturas la conciencia entre los educandos de que los conflictos,
tanto entre las personas y los grupos, como entre los Estados, son
inevitables y que constituyen, para los implicados, un reto para
madurar en cuanto personas. Como complemento, debe crearse el espacio
en una o más asignaturas para analizar de modo sistemático la
naturaleza de los conflictos humanos, sus causas y sus consecuencias,
y las formas no-violentas de superarlos.
• A propósito de
conflictos surgidos entre el propio país y otro, adelantar ejercicios
en el aula -- por ejemplo, juegos de roles -- para ponerse en la
posición del otro y entender la razón de ser del punto de vista de
éste. Incentivar la búsqueda de alternativas de solución, aceptables
para las partes.
• Estimular a los
estudiantes para que, a través de Internet y/o de la televisión u otro
medio de comunicación de masas, obtengan información sobre aspectos
específicos de otros países, relacionados con la temática que se
desarrolla en el aula.
• Fomentar visitas
organizadas de jóvenes a países vecinos en plan de conocer sus gentes,
tradiciones, problemas y logros.
• A propósito de problemas
que afectan a varios Estados -- deterioro del medio ambiente,
conurbación en zonas limítrofes, narcotráfico, manejo de aguas en
cuencas comunes, desarrollo regional fronterizo, crimen organizado,
etc. --, inducir una reflexión en el aula sobre la necesidad de la
colaboración mutua para solucionarlos.
• Corresponde, además, a
las universidades apoyar programas dedicados a formar especialistas en
el manejo creativo de los conflictos internacionales, y propiciar
investigaciones sobre los mismos a fin de entender mejor su razón de
ser y los mecanismos para superarlos.
b. A las asociaciones de
padres de familia y a las de educadores se plantea la necesidad de:
• Tomar como suya la
bandera de la Educación para la Paz con el fín de fomentar en las
nuevas generaciones, desde la más tierna edad, el amor por los valores
fundamentales de la vida, la libertad, el trato igualitario, la
justicia y la solidaridad, induciendo con su propio ejemplo las
conductas que los encarnan en la vida diaria.
c. A las directivas de
asociaciones y otros grupos para-escolares de jóvenes se invita a: •
Aprovechar los conflictos que surgen entre los miembros del grupo para
urgir la importancia de entenderlos y de buscar creativamente la forma
de superarlos.
d. A los Gobiernos se
sugiere entre otras iniciativas las de:
• Estimular en los
profesores del área de sociales para que en el desarrollo de sus
respectivas asignaturas se traten de manera documentada y crítica, los
fenómenos contemporáneos de creciente interdependencia; el porqué de
las guerras y sus costos humanos; la importancia atribuida por las
personas a la seguridad para proteger su vida, honra y bienes; el
papel positivo o negativo de los medios de comunicación en el origen
de las conflictos violentos; las formas de manipulación de los
sentimientos de la población; y los diversos instrumentos para
solucionar inteligentemente los conflictos entre Estados (negociación
diplomática, recursos a los 'buenos oficios' de terceros, tribunales
internacionales, etc.).
• Crear programas para que
grupos organizados de maestros y de jóvenes puedan con mayor
frecuencia y facilidad visitar otros países del Continente, y asistan
a encuentros académicos relacionados con la paz entre Estados.
• Constituir un sistema de
ayudas financieras en cada país para que jóvenes selectos puedan
asistir a foros, congresos, seminarios y otros eventos similares,
organizados como arenas de encuentro entre los jóvenes del Continente.
• Fundar albergues
juveniles donde los jóvenes de otros países puedan hospedarse por
breve tiempo, bajo términos económicos favorables, mientras visitan el
país.
• Organizar cursos de
capacitación para los educadores y directivos de asociaciones de
padres de familia y de educadores, a fin de que ellos puedan cumplir
exitosamente las tareas arriba propuestas.
• Exigir en el currículo
de la educación primaria y secundaria el estudio de la Declaración
Universal de Derechos Humanos, los principios básicos del Derecho
Internacional Humanitario, y la Carta de la Organización de Estados
Americanos. Invitar a los profesores para que incentiven en los
estudiantes el aprecio por los ideales que proponen dichos documentos.
e. A la Organización de
Estados Americanos, se sugiere:
• La organización de un
"Parlamento Americano de Jóvenes" -- a semejanza del Parlamento
Mundial de los Niños, convocado por UNESCO -- constituido por jóvenes
de todos los Estados del Continente, los cuales se reunirían
anualmente durante una semana en una ciudad capital distinta en plan
de proponer, analizar y acordar recomendaciones concretas relativas a
la paz y a la integración continental. Importa motivar y facilitar a
los medios de comunicación de masas para que den a estas reuniones un
amplio cubrimiento.
• Programar en Internet un
sitio de encuentro de los jóvenes americanos. Se trata de crear
comunidades virtuales que puedan 'charlar' sea libremente, sea sobre
temas específicos, debatir, jugar, intercambiar direcciones y
archivos, etc.
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