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.4 San Vicente y Pequeños Valles

La fisiografía ha sido formada y modificada por las actividades de los volcanes de San Vicente, San Salvador, la Caldera de Ilopango, colados de lava, como las del cerro Siguatepeque, y por las fuerzas erosivas de su sistema de drenaje.

Los paisajes principales son: Altiplanicies de tobas y cenizas volcánicas; Planicies inclinadas de tobas, cenizas y suelos rojos, con intrusiones de cenizas, rocas, arcillas y materiales piroclásticos; Planicies aluviales de cenizas y otros materiales piroclásticos; Planicies aluviales; Planicies inclinadas del Valle de La Esperanza y de Mercedes Umaña.

.1 Suelos

A continuación se clasifican los suelos de acuerdo con las divisiones fisiográficas antes mencionadas.

a. Altiplanicies de tobas y cenizas volcánicas

Están constituidas en su mayoría por altiplanicies de relieve moderado a alto, con pendientes predominantes del 35 al 70 por ciento, separadas entre sí por cuencas relativamente profundas formadas por los ríos y quebradas.

Los suelos han sido originados de materiales piroclásticos recientes depositados durante las diferentes actividades volcánicas; posteriormente fueron transportados y transformados por los diferentes factores físico-químicos que actúan en la meteorización. Pertenecen a los Grandes Grupos de los Regosoles y Litosoles.

Los primeros se caracterizan por poseer un horizonte superficial de unos 30 cm de profundidad, con textura franca a franco-arenosa, fina, de color café oscuro y estructura granular, sobre estratos inferiores de ceniza volcánica blanca, fina, de textura franca. Los Litosoles se distinguen por su material originario, que es toba dura, poco intemperizada, sobre la cual se encuentra un suelo franco de poco espesor. En algunas partes hay intrusiones de un suelo de arcilla negra, muy plástica y pegajosa. El drenaje de este paisaje es bueno en su mayor parte, aunque el agua tiende a depositarse en las depresiones con suelos poco profundos y en las intrusiones de arcillas plásticas muy impermeables.

b. Planicies inclinadas de tobas, cenizas y suelos rojos

Se encuentran al norte, este y oeste del volcán de San Vicente. El relieve es bajo y la disección escasa. La topografía varía de ligeramente llana a ondulada, con pendientes menores del 10 por ciento. Estas formaciones están relacionadas con las deposiciones de ceniza y tobas eyectadas por la Caldera de Ilopango, las erupciones del Volcán de San Vicente y los procesos erosivos subsiguientes.

Como material volcánico reciente contienen polvo volcánico pomecítico y estratos de toba dura; en menor proporción se encuentran conglomerados y lodos volcánicos pedregosos.

En la mayoría del paisaje, los suelos corresponden a los Grandes Grupos de los Latosoles Arcillo Rojizos, Regosoles Aluviales y Regosoles. Los primeros tienen suelos superficiales franco arcillosos, de color oscuro sobre subsuelos arcillosos de color café rojizo; son moderadamente profundos y están desarrollados sobre conglomerados piroclásticos y tobas. Los Regosoles Aluviales son de textura franca, formados por materiales arrastrados del volcán de San Vicente, y son de color café. Los Regosoles son también de textura franca, pero están constituidos, mayormente, por cenizas blancas pomecíticas.

c. Planicies aluviales de cenizas y otros materiales piroclásticos

Están formadas por planicies aluviales que integran parte del Valle de la laguna de Apastepeque. Aunque no son muy extensas, se caracterizan por presentar un relieve que varía de bajo a nulo, casi sin disección. La topografía es ligeramente inclinada, con pendientes suaves.

Los suelos corresponden al Grande Grupo Regosol Aluvial, y se caracterizan por ser suelos profundos, permeables, friables y de amplia utilización agrícola. Su material geológico está constituido por aluviones de diferentes materiales depositados sobre cenizas, pómez y a veces arcilla; el espesor de las capas inferiores varía de 50 cm a 150 cm, estratificadas sobre capas aluviales de textura variable pero principalmente franca. Los horizontes superiores son de textura franca, franco arcillosa y franco arenosa, friables y granulares; el color varía de café grisáceo muy oscuro a café grisáceo. Las capas inferiores están constituidas por cenizas volcánicas, de textura franca a franco arenosa, finas, porosas, friables y color café grisáceo claro, a veces con moteados de color café y rojo. En ciertas zonas, a mayor profundidad, se encuentran capas de arcilla pardo rojizo a pardo oscuro, masivas, plásticas y pegajosas. El drenaje en algunas zonas es restringido, pero por lo general es de moderado a bueno. En resumen, son suelos profundos, friables, permeables, con buena capacidad de retención de agua y alta productividad.

d. Planicies aluviales

Forman un paisaje de llanos con relieve bajo a nulo, sin disección y casi a nivel en el valle del río Lempa. Están sujetas a inundaciones ocasionales. Las capas inferiores están constituidas por estratos aluviales de materiales volcánicos claros, como cenizas y arenas pomecíticas. Predomina la textura franca.

Los suelos corresponden al Grande Grupo de los Regosoles Aluviales. Son suelos relativamente recientes, desarrollados en aluvión estratificado de textura mediana. Tienen capas superficiales con una profundidad promedio de 30 cm, de textura franca y franco limosa, granulares y de color pardusco; usualmente son muy oscuros, pero a veces claros. Las capas subyacentes y hasta las muy profundas están bien estratificadas y son de textura franca, franco limosa, franco arenosa fina y a veces arenosa o franco arcillosa. Tienen colores que varían de café amarillento a café grisáceo, y de oscura a muy clara. Frecuentemente presentan moteados de café rojizo. Son suelos profundos, friables, permeables, de buena capacidad de retención de agua y de alta productividad.

El drenaje es generalmente de moderado a lento. Se incluyen cañadas pequeñas de drenaje restringido. Hay suelos que guardan una humedad adecuada durante buena parte de la época seca. En períodos muy lluviosos pueden llegar a tener exceso de humedad.

e. Planicies inclinadas del valle de La Esperanza y Mercedes Umaña

Al noroeste de Chinameca se extiende un bloque de falla o levantamiento formando una serranía que abarca y pasa la población de Lolotique, escarpada al sur y en forma de bloque inclinado al norte, hasta unirse con las planicies del río Grande de San Miguel y sus tributarios principales. Un numero de corrientes de lava y estratos de polvo volcánicos forman las capas inferiores. Entre esta falla y las faldas de las montañas se encuentra una depresión en forma de valle encerrado, que es el valle de La Esperanza.

Las rocas predominantes son lavas, tobas y conglomerados volcánicos del período geológico. Las lavas son andesitas y basaltos, y en escala menor riolitas. Las tobas y conglomerados son de ceniza clara, cementada, y con cantidades variables de piedras de lavas.

En estos valles se distinguen planicies aluviales sin disección de la zona baja inferior. Se encuentran en un área en forma de abanico aluvial ubicado en un valle encerrado. Las pendientes varían entre O y 20 por ciento. Las capas inferiores están constituidas por aluvión reciente. También existen planicies y faldas de suave declive, moderadamente disectadas. El relieve es bajo (5 a 10 metros). Las pendientes no pasan del 20 por ciento y predominan las menores del 10 por ciento. Las capas inferiores son de polvo volcánico estratificado y de pómez, con diversos espesores.

Los suelos predominantes son Regosoles Aluviales y Latosoles Arcillo Rojizos. Los Regosoles Aluviales predominan en el valle de La Esperanza. Son suelos friables, con textura franca, muy oscuros y con muy poco desarrollo. Los suelos superficiales son también francos, de color café muy oscuro y con una estructura granulada. En algunos perfiles se encuentran partículas de grava y pómez fino de color rojo amarillento. Las capas inferiores son de aluvión reciente, con textura que varía de franco arenosa a arenosa franca de color pardo oscuro. Son suelos profundos, de buena permeabilidad y con moderada capacidad de retención de agua. Los Latosoles Arcillo Rojizos son firmes, plásticos y bien desarrollados. Por regla general, los perfiles presentan suelos superficiales franco-arcillosos y firmes, de color café oscuro. Los subsuelos son arcillosos, de estructura en bloques, con películas de arcilla y fuertemente desarrollados. Predominan los de color rojizo o pardo rojizo. Se advierte la presencia de manganeso en forma de moteados negros. Las capas inferiores, que empiezan de 1 a 2 metros, son de ceniza y pómez volcánicos estratificados, de textura franco a franco arenosa. En las partes más accidentadas o quebradas se encuentra la capa de polvo volcánico y pómez bastante superficial. Tienen alta capacidad de retención de agua pero son de permeabilidad lenta.

.2 Capacidad productiva de la tierra

La zona de San Vicente tiene tierras de Clases II y III, aparentemente buenas para labranza intensiva y producción de cultivos de ciclo corto. Estos suelos se desarrollan en forma extensa en las proximidades de San Vicente, al sudoeste de Santa Clara y al nordeste de Apastepeque. Estas unidades de tierras están circundadas por terrenos colinosos de las Clases V y VI, y podrían ser aprovechados, preferentemente, en la producción de frutales y pastos. Los terrenos de la Clase IV, que se encuentran en la zona, tienen ciertas limitaciones para el cultivo intensivo; en algunos casos, dichas limitaciones se deben a la pendiente, y en otros a la poca profundidad o pedregosidad. Sin embargo, los terrenos que se encuentran próximos a los de las Clases II y III podrían constituir prolongaciones de los últimos que se desarrollan en esta zona. Los terrenos de la Clase VII ocupan, por lo general, posiciones más elevadas, y están situados en los bordes de la zona. Estos terrenos deberían mantenerse con su vegetación natural hasta que se pueda iniciar una extensa reforestación. Estas mismas consideraciones son válidas para las tierras de la zona Mercedes Umaña-San Buenaventura.

La zona Acahuapa Lempa tiene, en su mayor parte, terrenos de las Clases II y III, en los que se puede cultivar hortalizas y maíz en forma intensiva.

Las planicies aluviales tienen un buen potencial agrícola y amplia utilización por medio de maquinaria agrícola. Son propias para cultivos intensivos como maíz, algodón, arroz, caña de azúcar, frutales y hortalizas. Son de fácil laboreo; el rendimiento es de regular a alto, pero necesitan el uso de fertilizantes nitrogenados y medidas de protección contra inundaciones para producir rendimientos muy altos. Para que estos suelos puedan ser cultivados durante todo el año es preciso regarlos. La erosión es suave y se pueden trabajar con maquinaria agrícola, pero necesitan prácticas sencillas de conservación.

La capacidad de producción de las altiplanicies de tobas y cenizas volcánicas es de moderada a alta, y su utilización más recomendable sería la incrementación de cítricos y de otros frutales, y de explotaciones madereras propias de la región. Hay pocas áreas laborables con maquinaria agrícola.

Los valles de Mercedes Umaña y de La Esperanza tienen tierras de regular a buena fertilidad. Son buenas para usar maquinaria agrícola. La aplicación de materia orgánica y el uso racional de los fertilizantes indicados por los análisis de laboratorio son muy importantes. Muchas áreas responderían a la aplicación de fertilizantes fosfatados y nitrogenados. Tomando en consideración las pendientes y su posición, estos valles no son muy aptos para el riego. Los suelos son excelentes para cultivos perennes como bosques y frutales, y también para maíz, maicillo, ajonjolí y henequén, y en áreas de la zona intermedia, café, pudiéndose obtener cosechas moderadas.

Debido a su situación geográfica, así como a la abundancia de precipitación pluvial y benignidad de su clima, la mayor parte de esta zona ofrece buenas perspectivas para desarrollar un programa agrícola intensivo con fines industriales, especialmente en cultivos de caña de azúcar, cítricos y otros frutales, y explotaciones madereras. La distribución de centros urbanos en toda la zona y las buenas condiciones de sus vías de comunicación, así como su proximidad al mercado capitalino, ponen a estos valles en una situación agrícola ventajosa.

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