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.3 San Salvador

Se distinguen fisiográficamente cuatro paisajes: Peniplanicies de ceniza y toba; Planicies de piedemonte; Terrenos accidentados y montañosos, y Complejo de entrellanos y valles interiores.

Se encuentran diseminados en la zona; constituyen áreas de relieve bajo, de topografía ligeramente plana a ondulada, con poca disección. No son extensos ni representan los paisajes comunes del área total. Estas formaciones contienen, como material geológico reciente, estratos de polvo volcánico pomecítico muy poco intemperizado, que es el material de origen de los suelos comúnmente llamados "Tierra Blanca".

.1 Suelos

Los suelos predominantes pertenecen al Grande Grupo de los Regosoles, y se caracterizan por ser profundos, friables, de buena permeabilidad, de textura franca y franco arenosa, con estratos superficiales de color pardo oscuro; tienen buen contenido de materia orgánica.

a. Peniplanicies de ceniza y toba

Este paisaje se encuentra en la parte central y nordeste de la zona. Son áreas de topografía ondulada a alomada, con moderada a fuerte disección por ríos y quebradas de paredes verticales y fondos planos. Las pendientes predominantes oscilan entre 10 y 20 por ciento. El paisaje y los suelos están directamente relacionados con los materiales proyectados por la caldera de Ilopango y los procesos erosivos subsiguientes. Como materiales geológicos recientes se encuentran estratos profundos de polvo pomecítico ligeramente cementado y estratos de toba dura.

Los suelos son de origen volcánico, de profundidad variable, con textura franca y franco arenosa, de color gris claro. A poca profundidad se encuentran áreas con un manto de toba dura, que aflora en las partes erosionadas. Asociados con estos suelos se encuentran, en las partes más bajas, intrusiones de suelos coluviales y aluviales compuestos por los mismos materiales, pero de texturas más finas que las anteriores y con estratos franco arcillosos o arcillosos, de color gris claro, a más de un metro de profundidad.

b. Planicies de piedemonte

Este paisaje lo forman las planicies inclinadas y ligeramente onduladas al pie de la falda nordeste del volcán de San Salvador. Son áreas de ligera a moderada disección; el relieve es bajo, con pendientes predominantes del 10 por ciento. Las capas inferiores están constituidas por gruesos depósitos de cenizas blancas pomecíticas finas. El drenaje interno varía de bueno a ligeramente rápido; el externo es bueno. En las partes más inclinadas hay peligro de erosión. En la época lluviosa son suelos moderadamente secos.

Los horizontes superiores de los suelos varían de franco a franco arenosos finos, de color café grisáceo muy oscuro, estructura débilmente granular y con espesor variable. Los estratos inferiores son franco y franco arenosos finos, de color café grisáceo claro. La estructura es de terronosa a ligeramente granular. A profundidades mayores de 1.5 m se encuentran a veces suelos rojos arcillosos y gruesos estratos de tobas fundidas. En resumen, son suelos de textura franca, friables, permeables, no plásticos ni pegajosos y con capacidad moderada de retención de agua.

c. Terrenos accidentados y montañosos

Lo forman varios aspectos geomorfológicos, como la falda este del volcán de San Salvador, la depresión tectónica volcánica del lago de Ilopango, cerros de formación antigua, como el de San Jacinto, y Nejapa, y terrenos elevados accidentados. El relieve varía de moderado a alto, con pendientes desde 35 hasta más del 100 por ciento. La disección de estas áreas es muy fuerte debido a los procesos de erosión geológica, levantamientos y fallas, y a la red de ríos y quebradas que han erosionado el paisaje. El material geológico de estas formaciones son estratos de polvo pomecítico, tobas y lavas andesíticas basálticas.

Este paisaje agrupa suelos de textura franca, arcillosos rojos o pedregosos, profundos a muy poco profundos; estos últimos descansan sobre toba dura, lava o un estrato arcilloso. Comprende también afloramientos de toba y lava. En resumen, comprenden suelos del Grande Grupo de los Regosoles y Litosoles.

d. Complejo de entrellanos y valles interiores

Esta fisiografía caracteriza a la región de Opico; se caracteriza como un complejo de entrellanos y terrenos elevados, en parte montañosos, constituidos por lavas oscuras, conglomerados, tobas, cenizas y aluviones. De estas formaciones se distinguen dos zonas: la primera es una extensa área montañosa bastante disectada, con grandes y fuertes pendientes. Las alturas varían desde 300 a1000 metros sobre el nivel del mar. La topografía es muy abrupta y se ha originado por fallas y levantamientos seguidos de mucha erosión. Las capas inferiores están constituidas por tobas y conglomerados volcánicos, y además por lavas de basaltos y andesitas. Son áreas pedregosas en su mayoría, con suelos de poca a moderada profundidad, y pertenecen a los Grandes Grupos de suelos Latosol Arcillo Rojizo, Litosol y Regosol. La segunda zona está formada por planicies de piedemonte y valles interiores, similares a los ya descritos, formados por cenizas pomecíticas claras y aluviones, que constituyen la parte dedicada a cultivos anuales intensivos. Los suelos pertenecen a los Grandes Grupos Regosol Aluvial y Grumosol.

.2 Capacidad productiva de la tierra

En la zona se pueden delimitar dos áreas con suelos de alta capacidad agrícola, de las Clases II a IV, separados por una franja transversal de la Clase VI, de orientación este-oeste, ubicadas al norte de la ciudad de San Salvador. El área de suelos ubicada más al norte, que corresponde a la subzona de Quezaltepeque, comprende una llanura en posición más baja que la de San Salvador, que está situada al sur. Los suelos de las Clases II y III corresponden generalmente a los Regosoles profundos, con alta fertilidad inherente. Son susceptibles de riego y de uso intensivo para la producción de cosechas de ciclo corto. Estos suelos están situados en los alrededores de San Salvador, San Martín, Nejapa, Quezaltepeque y Nueva San Salvador. Las tierras de la Clase IV, que se presentan extensas, están situadas en el piedemonte de los cerros que bordean la zona, particularmente en los terrenos que rodean al volcán Guazapa, y a lo largo de la carretera Panamericana, entre San Bartolo y San Martín.

La franja de terrenos de la Clase VI tiene topografía colinosa a poco alomada, y comprende también suelos llanos erosionados o muy disectados; están situados al norte y al este de San Salvador. Su uso estaría limitado a cultivos permanentes, preferiblemente frutales.

La capacidad de producción de los valles inferiores es alta y tienen amplia utilización agrícola, ya que son aptos para toda clase de cultivos adaptables a la zona. En estos suelos se puede usar maquinaría. Se recomienda el uso de fertilizantes nitrogenados.

La capacidad de producción de los suelos de las peniplanicies de ceniza varía de baja a moderada, y es inferior a la de los suelos de los valles interiores. La utilización agrícola está supeditada a los diferentes grados de erosión y profundidad de los suelos. Son aptos únicamente para cultivos permanentes, como café, frutales, pastos, etc. Será necesario hacer prácticas de conservación de acuerdo con el uso y condiciones locales. Las tierras de pendientes menos pronunciadas pueden dedicarse a cultivos anuales con el empleo de prácticas intensivas de conservación.

Las planicies de piedemonte tienen una capacidad de producción de moderada a alta; la intensidad de uso es un poco restringida debido al peligro de erosión. Predominan las clases aptas para los cultivos intensivos propios de las zonas bajas.

La capacidad productiva de los terrenos accidentados y montañosos varía de muy baja a moderada, y la utilización para la agricultura está restringida por la topografía, profundidad o pedregosidad, a cultivos permanentes, vegetación natural o vida silvestre. Predominan las clases agrológicas aptas para cultivos permanentes.

En el complejo de entrellanos y terrenos elevados, las tierras planas no pedregosas y de buen drenaje son las mejores para cultivos anuales e intensivos. Los suelos pesados, debido al mal drenaje, ofrecen limitaciones para cultivos. Las zonas montañosas, así como las zonas alomadas u onduladas más bajas, es conveniente dedicarlas a cultivos permanentes estableciendo medidas de control de erosión.

En esta zona se encuentra el área metropolitana de San Salvador. Comprende el 22 por ciento de la población salvadoreña y más del 40 por ciento de la población urbana, cifras que aumentarán a no menos de 1.8 millones de habitantes en los próximos 20 años. La excesiva concentración de la población en el área metropolitana ha deteriorado sus recursos naturales, necesarios para la vida humana. Debido a las facilidades de construcción, y tomando en cuenta relaciones de beneficio/costo en función de factores inmediatos, se han urbanizado los valles interiores, las peniplanicies de ceniza y toba, y las planicies de piedemonte. Estas urbanizaciones no han tomado en cuenta los efectos sobre la alimentación de las aguas subterráneas, porque los peniplanos y planicies son superficiales de recarga, y al excavarlas y pavimentarlas se está disminuyendo la infiltración. Además, estos valles son tierras propias para cultivos anuales, que suministrarían alimentos y materias primas. En un país agrícola, estas tierras deberían guardarse para este fin, ya que su valor será inconmensurable para las generaciones venideras. También se debe considerar la valiosa función de la cubierta vegetal. En el ciclo hidrológico, esta cubierta vegetal actúa cuando forma parte de la materia orgánica del suelo, ya que ayuda a retener grandes cantidades de agua y favorecer la infiltración.

La destrucción de los bosques en las faldas del volcán de San Salvador, San Jacinto y serranías circunvecinas ha hecho desaparecer la cubierta vegetal aumentando la escorrentía, la cual, cuando corre por los declives y pendientes sin ninguna regulación origina inundaciones en la estación lluviosa, ocasionando perdidas materiales y aun de vidas humanas. En la estación seca se agotan los mantos acuíferos subterráneos que abastecen a la capital. El déficit actual del consumo de agua en la ciudad de San Salvador es de alrededor de 1 m3/s.

Otro de los efectos de la deforestación en la ciudad de San Salvador es la contaminación ambiental. Debido al incremento de la población y al uso de combustibles de bajo octanaje, las cantidades de anhídrido carbónico y otros gases letales presentes en el aire ha aumentado considerablemente. En parte, esta contaminación se pudiera disminuir si se contara con zonas verdes que purifiquen el aire.

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