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1. ¿Que es el desarrollo integrado de la energía?

Introducción
Orientación hacia la demanda
La integración vertical y horizontal: el desarrollo regional y sectorial integrado de la energía

Introducción

A raíz del turbulento decenio de los setenta, el papel crítico que desempeña la energía en todas las actividades humanas fue ampliamente reconocido. Los gobiernos, las instituciones y los individuos se dieron cuenta de que, sin una fuente segura y solventable de energía podría ser difícil, y hasta imposible, cumplir las actividades diarias y las aspiraciones futuras. Naturalmente, el problema no era nuevo; hacía ya mucho tiempo que lo habían reconocido los planificadores, especialmente los de países pobres o de escasos recursos.

Durante las frenéticas actividades realizadas en el sector energético en los setenta, se identificaron tantos enfoques nuevos como problemas. Surgieron entonces, por todas partes, cuestiones energéticas (y especialistas en la materia), algunas centradas en "nuevas" tecnologías concretas - fotovoltaicas, eólicas, de combustibles sintéticos -, y otras con un enfoque sectorial - el papel de la energía en la agricultura, la utilización de los recursos forestales y, literalmente, docenas más-. En los países en desarrollo frecuentemente se magnificaron los problemas energéticos debido a la falta de recursos, tanto naturales como financieros, de modo que muchas de las ideas nuevas tuvieron peso en el Tercer Mundo.

Tras 15 años de experiencia en actividades de desarrollo regional integrado en América Latina y el Caribe, el Departamento de Desarrollo Regional (DDR) de la Organización de los Estados Americanos (OEA) había tomado plena conciencia de la importancia que la energía revestía para la planificación del desarrollo. Cuando en 1979, los 31 países miembros de la OEA exigieron que se pusiera mayor énfasis en el sector energético, la responsabilidad recayó en el DDR.

Además de las actividades regulares de cooperación técnica requeridas por los países miembros y los programas multilaterales de energía coordinados con otras entidades de desarrollo, la OEA estableció un programa plurinacional de energía, denominado Programa Integrado de Energía para el Desarrollo Económico y Social. Inspirado en la filosofía de planificación integrada de desarrollo regional que se tenía en el Departamento, el método que se ha creado en materia de desarrollo energético ha sido diferente, aunque a veces complementario, de los numerosos enfoques surgidos en los setenta.

En vez de definir como prioritario un sector específico o una sola tecnología, el DDR ha considerado la energía como un componente más, aunque catalítico, del desarrollo. El enfoque no está centrado en la oferta de energía o en la provisión de una nueva tecnología; más bien, se analiza cómo la energía está relacionada con el proceso de desarrollo, a fin de encontrar formas de estrechar esas interrelaciones en beneficio del desarrollo económico y social.

Esta metodología, que integra insumos mejorados de energía con otros elementos del desarrollo, redunda en sinergia. En otras palabras, la actuación simultánea y coordinada de distintos insumos puede producir un efecto total mayor al de la suma de los componentes individuales. En este informe se tratará de definir la sinergia que se pretende crear con los proyectos de desarrollo integrado de la energía.

Antes de comenzar a tratar las diversas facetas del desarrollo integrado de la energía, se presentan los resultados de uno de los proyectos en este campo, proyecto que, como parte del programa de Regionalización de la Energía Boliviana, capta la esencia de sinergia dentro del desarrollo integrado de la energía (véase el Caso Ilustrativo 1).

Como se describe en el caso de Monteagudo, los proyectos de desarrollo integrado de la energía trascienden el enfoque tradicional que, en materia de desarrollo energético, se centra en la oferta. El simple incremento de la oferta de energía en una zona subdesarrollada como Monteagudo puede mejorar la calidad de vida de sus residentes, por ejemplo, proporcionándoles más horas de electricidad por día para iluminación o para el funcionamiento de enseres domésticos. Pero cuando el incremento de la oferta de energía se combina con la introducción de actividades económicamente productivas, puede contribuirse tanto al mejoramiento de la calidad de vida como al desarrollo económico. El identificar las posibilidades de utilizar la energía como fuerza catalítica para producir el desarrollo tanto social como económico es el objetivo latente del método de desarrollo integrado de la energía.

Caso Ilustrativo 1

Sinergia, la Integración de la Energía en el Desarrollo: Monteagudo, Bolivia

Monteagudo, capital de la provincia de Hernando Siles, departamento de Chuquisaca, al sur de Bolivia, es un ejemplo de los problemas y las posibilidades que tienen muchas zonas remotas de América Latina en materia de energía y desarrollo.

La zona es rica en recursos naturales: potencial hidroeléctrico, pozos de gas natural en explotación y buenas tierras de cultivo. No obstante, el potencial hidroeléctrico esta sin explotar, los gaseoductos conducen todo el gas natural afuera de la región (principalmente para exportarlo del país) y la agricultura produce muy escaso rendimiento.

Prácticamente no hay servicios para los 6.000 habitantes de Monteagudo. Un pequeño generador a diesel funciona solo ocasionalmente debido al alto costo del combustible y a las limitadas demandas de alumbrado doméstico. La mayor parte de los habitantes son agricultores dedicados a la cría de ganado y al cultivo, y se exportan algunos productos agrícolas, a otras ciudades del mismo departamento. Las carreteras, en extremado mal estado, producen grandes pérdidas en el transporte de productos frescos y animales en pie, lo que redunda en muy poco beneficio económico para los agricultores.

El equipo del proyecto de asistencia técnica reconoció que las actividades agroindustriales eran la clave para el desarrollo sostenido de Monteagudo. El procesamiento de los productos cultivados localmente podía transformar el cultivo de la región, que básicamente es de subsistencia, en una actividad económica de alto valor agregado, produciendo bienes con una alta relación entre el valor y el peso y reduciendo el riesgo de perecimiento de los productos. Al mismo tiempo, se reconoció que cualquier actividad industrial requerirá de una fuente segura de energía a precios razonables. La naturaleza de los problemas del subdesarrollo de Monteagudo, común en muchas regiones del mundo en vías de desarrollo, es evidente: no se iniciarán las potenciales actividades económicas sin contar con un suministro seguro de energía a precios razonables, pero sin los crecientes niveles de demanda que generan las actividades productivas no puede justificarse el nuevo suministro de energía.

Desde el punto de vista del suministro, es decir de la oferta, el sistema a diesel existente básicamente satisfacía la demanda mínima, que se limitaba a unas pocas horas nocturnas de electricidad para los hogares. Pero desde el punto de vista del desarrollo integrado de la energía, el coordinar la dotación de una fuente de energía mayor y segura con nuevas actividades agroindustriales podría estimular el desarrollo económico y social en Monteagudo y sus zonas aledañas.

Teniendo en cuenta este enfoque, se diseñó un plan de desarrollo integrado. La creación de plantas agroindustriales para la matanza de ganado y el procesamiento de carnes, la producción de jugos de naranja concentrados y el procesamiento de aceite vegetal, parecía viable con los recursos locales, si se contaba con un mayor suministro energético. A su vez, la gran cantidad de electricidad de carga de base que demandan esas actividades reduciría el costo de la energía tanto para los usuarios comerciales como particulares.

Se hizo una evaluación de la extensión de la red y del mejoramiento del sistema a diesel, comprobándose que la extensión de 30 km de los gaseoductos hasta Monteagudo era lo más económico dados los niveles de demanda estimados que generarían las nuevas plantas procesadoras. En el proyecto se sugirió la construcción de un sistema de cogeneración de gas y de una planta de tratamiento de aguas con una estación de bombeo, más una flota de 10 camiones para transportar los productos acabados al mercado. El potencial económico y los beneficios sociales para los residentes de Monteagudo son numerosos. Los altos niveles de electricidad y agua que demanden las nuevas actividades industriales deberán reducir los costos y mejorar la seguridad de estos dos servicios cruciales para Monteagudo. Además de los beneficios que percibirán los agricultores, se crearán unos 100 puestos de trabajo.

Orientación hacia la demanda

Para el desarrollo integrado de la energía es esencial poner énfasis en la demanda como elemento de la ecuación energética. Es tradicional que las compañías de energía de todo el mundo, tanto públicas como privadas, reciban proyecciones de la demanda e intenten satisfacerla. Se construye la infraestructura - centrales eléctricas, sistemas de transmisión, refinerías, etc. - y, a menudo, se satisface la demanda.

Con este enfoque tradicional, centrado en la oferta, se han hecho progresos en toda América Latina y el Caribe. Organizaciones sólidas y permanentes, como las compañías nacionales eléctricas y petroleras, han adquirido la capacidad técnica e institucional como para dotar de energía a un alto porcentaje de los habitantes de la región. Instituciones dedicadas a la planificación energética, trabajando simultáneamente con compañías de suministro eléctrico, preparan, con eficacia, balances de las necesidades energéticas nacionales, actuales y futuras.

Sin embargo, este tradicional enfoque sectorial ha causado desequilibrios en el desarrollo energético. Algunas zonas, especialmente los centros urbanos o industriales, tienen acceso a las fuentes de energía a precios y calidad aceptables, pero a muchas áreas aisladas les está vedado este acceso. Asimismo, se omiten numerosas posibilidades existentes de mejorar la situación energética total en campos como el transporte, el desarrollo de fuentes energéticas alternativas, el ahorro de energía, etc., porque no caen dentro de las esferas tradicionales de actividad de las instituciones existentes. Si el enfoque en materia de energía es estrictamente sectorial, es difícil identificar posibilidades de desarrollo energético fuera del ámbito de acción convencional.

El desarrollo energético integrado no considera la energía como un bien estático que deba estimarse y satisfacerse sino, por el contrario, como un insumo dinámico capaz de catalizar el desarrollo económico y social. Por estos medios es que el desarrollo integrado de la energía intenta incorporar las áreas geográficas y temáticas que quedan excluidas en la planificación tradicional de la energía y del desarrollo. El enfoque centrado en la oferta agrava la centralización, uno de los problemas más generalizados en América Latina y muchos países en vías de desarrollo. El desarrollo tradicional de la energía, por su misma naturaleza, fomenta la centralización.

La centralización permite la organización y la administración en el plano nacional, lo cual tiene sus pros y sus contras. Un aspecto positivo es que el sistema centralizado de suministro de energía reduce los costos por unidad y acrecienta la confiabilidad. Por ejemplo, las grandes redes eléctricas proporcionan electricidad a un costo mucho menor que los sistemas pequeños y aislados; es mucho más caro construir muchos conductos pequeños de gas natural para dar suministro a zonas periféricas que grandes conductos para zonas urbanas o industriales; el costo de los productos del petróleo, ya sea que se transporten por ductos, camiones, ferrocarriles, barcos o tracción animal, depende de las distancias que deban cubrirse y de las características geográficas del terreno, lo que también propicia que el suministro se destine a los centros de demanda.

Aunque un gobierno quiera dotar a todos sus ciudadanos de una fuente de energía solventable, la realidad económica frecuentemente lo pone en la difícil situación de tener que elegir las áreas a las cuales asignar recursos escasos y, por lógica, da prioridad a satisfacer las necesidades del mayor número de habitantes. A las zonas muy pobladas y con una demanda desarrollada se les puede suministrar energía a un precio razonable debido a la prevalencia de sólidas economías de escala en las fuentes energéticas tradicionales. Por otra parte, en las zonas rurales escasamente pobladas, los siguientes obstáculos económicos desaniman la extensión del servicio energético:

· el alto costo fijo de la construcción de la infraestructura energética para llegar a zonas rurales aisladas;

· el alto costo marginal de suministrar energía a zonas con bajos coeficientes de carga;

· la ausencia de recursos económicos de los pobres rurales para pagar altas tarifas por concepto de energía.

A pesar de la actual moderación de los precios del petróleo, estos obstáculos económicos no sólo no han desaparecido, sino que persisten agravados por las condiciones financieras extremadamente malas de las instituciones nacionales de energía en toda América Latina.

El enfoque centrado en la oferta busca los medios menos costosos para superar estos obstáculos en las áreas rurales aisladas. Se ponderan, inevitablemente, la extensión de redes eléctricas en contraposición a la generación de electricidad a base de diesel, y acaso se analicen los potenciales hidráulico y eólico de pequeña escala. No importa cuáles sean los sistemas de más bajo costo que se identifiquen, el costo será exorbitante para muchas zonas remotas de América Latina y el Caribe debido a los limitados niveles de demanda y al aislamiento geográfico.

Estos aspectos negativos en cuanto a costo se refiere, han quedado en especial evidencia en los proyectos de electrificación rural. Los bajos niveles de demanda, las dificultades del terreno y las grandes distancias, determinan que las zonas rurales aisladas reciban la última prioridad en materia de electrificación. La economía básica en el campo de la electricidad fomenta el suministro de energía a zonas de fácil acceso con demandas relativamente altas. Los modelos de electrificación muestran una progresión de los centros de población hacia la periferia. En la mayoría de los países se registra una limitación presupuestaria antes de que se haya electrificado todo el territorio nacional.

Si la electrificación nacional es objeto de una prioridad política, se seguirá adelante con el plan a pesar del enorme gasto de recursos que implicará para toda la economía. En los países que deciden emular el modelo de electrificación nacional del mundo desarrollado, sin tener en cuenta la economía general, los coeficientes de carga siguen siendo bajos en las áreas subdesarrolladas. La demanda se limita, a menudo, a unas pocas horas de electricidad doméstica por las noches, como en Monteagudo. Si bien así se contribuye a elevar la calidad de vida de los residentes, ello sólo conlleva, en el mejor de los casos, un desarrollo económico insignificante.

Este enfoque centralizado y orientado a la demanda considera la energía simplemente como uno más de los necesarios componentes estructurales previos al comienzo de las actividades productivas, de modo muy semejante a lo que ocurre con la construcción de carreteras y puentes. Esta orientación hacia la infraestructura conduce a las compañías nacionales de electricidad a suministrar energía sobre la base de las cifras de la demanda existente y prevista. Esto puede producir importantes ganancias económicas a quienes, habiendo quedado insatisfecha su demanda, comiencen a recibir el servicio pero en zonas con poca necesidad de electricidad, la energía no cataliza, necesariamente, un nuevo desarrollo económico. Estos proyectos han omitido el fomento, simultáneo, de actividades económicas que pueden aumentar la demanda, bajar los costos unitarios y, por último, producir el desarrollo socioeconómico.

Una de las alternativas convencionales a la extensión de la red eléctrica a las zonas rurales ha sido la instalación de pequeños generadores a diesel. Es frecuente que las compañías eléctricas provean sistemas diesel, a veces fijando tarifas uniformes en todo el territorio nacional por la energía suministrada e incrementando el costo unitario de la electricidad en todo el país o, en otros casos, endosándole a la comunidad local la responsabilidad de proveerse de diesel, de operar el sistema y de Fijar las tarifas. En cualquier de estas dos situaciones, el costo del diesel o de la electricidad, o de ambos, es demasiado alto para muchos habitantes rurales y el sistema se utiliza sólo unas pocas horas al día. El costo de la electricidad producida con diesel es, en promedio, entre dos y siete veces mayor que el de una red eléctrica, aun con los menores precios actuales de los combustibles. Las interrupciones de suministro son frecuentes y las inseguras fuentes de energía desalientan la iniciación de actividades económicas.

Aunque los pequeños generadores de energía a base de diesel son un ejemplo del sistema descentralizado de suministro energético a las zonas rurales, sus deficiencias son numerosas. El confiar en combustibles derivados del petróleo para satisfacer otras necesidades energéticas, así como también las de electricidad, proviene de una "mentalidad petrolera". A pesar del acceso difícil, los costos altos y la provisión insegura, muchas comunidades rurales aisladas descansan en los productos derivados del petróleo omitiendo, con frecuencia, otras fuentes alternativas de energía existentes en el lugar.

Las instituciones suministradoras de energía no tienen la autoridad o la responsabilidad de intentar influenciar la demanda, como no sea en el momento del ahorro energético, así como tampoco tienen mucha experiencia para ejecutar proyectos energéticos de pequeña escala basados en los recursos locales. Históricamente, las organizaciones encargadas del suministro de energía han funcionado sobre una base subsectorial (petróleo, energía eléctrica/hidráulica, etc.); su responsabilidad se ha centrado en la planificación y ejecución de proyectos centralizados de gran escala. Las diversas compañías de suministro energético no han tenido mayor cooperación entre sí o con organismos de planificación regional y nacional, por lo cual dejan de aprovecharse las oportunidades de generar una demanda y utilizar, en el plano local, fuentes autóctonas.

La condición de círculo vicioso de los problemas que genera el enfoque centrado en la oferta son obvios: una zona carente de desarrollo económico y, en consecuencia, de demanda energética, ofrece muy baja prioridad para los suministradores de energía, pero la ausencia de energía, es, en sí, uno de los factores claves que retrasan el desarrollo económico.

Por contraste, el enfoque centrado en el desarrollo integrado de la energía procura interrelacionar el incremento del suministro energético y el aumento de las oportunidades de desarrollo. Como lo ilustra el caso de Monteagudo, el incremento de las actividades agroindustriales justificaron la introducción de una nueva oferta de energía, catalizando, simultáneamente, las oportunidades de desarrollo que, de otra forma, quizá hubieran quedado sólo latentes. El aumento de la demanda de energía reducirá los costos unitarios, induciendo, potencialmente, la creación de operaciones productivas y aumentando la calidad de vida de los habitantes de la zona. Los proyectos de desarrollo integrado de la energía, en vez de continuar el ciclo de falta-de-desarrollo-falta-de-energía, pueden promover un desarrollo socioeconómico sostenido y de nivel progresivamente más alto.

Otro punto débil del enfoque centrado en la oferta es cómo se aborda la cuestión de la "tecnología". En la búsqueda de áreas donde aplicar un sistema solar o a diesel, o un centro minihidráulico, se omiten, a menudo, posibilidades de resolver problemas del desarrollo con un método más apropiado, ya sea porque haya intereses creados o porque se confíe en los méritos de una tecnología dada. La aplicación de una tecnología debe estar fundada en las necesidades de desarrollo, y no al revés. El método del desarrollo integrado de la energía consiste en comenzar por parear las necesidades y las posibilidades de desarrollo con los recursos energéticos disponibles y, una vez logrado esto, buscar la tecnología más adecuada.

Asimismo, este método no conlleva noción general alguna de la clase de suministro de energía preferible. A pesar de la popularidad alcanzada por las "nuevas" tecnologías no tradicionales en el campo de la energía, las convencionales pueden ser, según las circunstancias, las mejores. Al mismo tiempo, ciertas fuentes nuevas y renovables de energía, incluidas la de biomasa, la hidráulica, la geotérmica, la eólica y la solar - han aparecido frecuentemente como componentes de los proyectos de desarrollo integrado de la energía, especialmente en los destinados a zonas rurales aisladas. Esto no proviene de una actitud contraria a la energía convencional sino de cuatro características que favorecen la energía renovable común en esas zonas: 1) baja densidad demográfica y grandes distancias entre los centros de demanda; 2) características geográficas extremadamente difíciles; 3) abundancia de estos recursos no tradicionales; 4) mayor generación de empleo por la utilización de recursos energéticos locales.

Cuando aumentaban rápidamente los precios mundiales del petróleo, la sustitución de los derivados del petróleo importado por otros combustibles, se convirtió en una prioridad para la planificación energética. La precipitación de los precios del petróleo restó predominancia a la sustitución. Dado que el sistema de desarrollo integrado de la energía es neutral, en cuanto a tecnologías, y no considera, como meta primaria, la sustitución del petróleo importado, la declinación de los precios de este producto no ha reducido la necesidad de los programas de desarrollo integrado de la energía. El objetivo constante de éstos consiste en proporcionar una fuente segura y solventable de energía para satisfacer las necesidades productivas de las zonas remotas o en exponer las relaciones entre la energía y un sector económico importante para promover la planificación integrada.

El balance energético, elemento fundamental para la planificación energética tradicional, es sólo un factor más en la planificación integrada, y si bien es útil para determinar cómo se usa la energía, rara vez indica cómo puede mejorarse la situación energética. Con el plan de desarrollo integrado de la energía se ponderan los factores culturales, sociales e institucionales y se analizan los accidentes geográficos, las capacidades productivas y los recursos y, lo que es más importante, se destacan las relaciones entre los diversos criterios de desarrollo.

Al incluir la oferta y la demanda de energía, actual y futura, en el contexto del desarrollo integrado, la planificación de la energía puede evitar las limitaciones que supone el enfoque de la oferta sola. Más aún, planificando la energía se pueden buscar las actividades económicamente productivas que pudieran ser catalizadas mediante el suministro de una fuente energética segura.

La integración vertical y horizontal: el desarrollo regional y sectorial integrado de la energía

Al enfocar el desarrollo energético desde una perspectiva orientada hacia la demanda, los proyectos de desarrollo integrado de la energía intentan abarcar las regiones y los sectores marginados de los mandatos tradicionales de las instituciones existentes.

Muchos de los proyectos energéticos de la OEA han adoptado un enfoque centrado en la geografía. Estos proyectos, como el programa de Regionalización de la Energía en Bolivia, de los que el proyecto Monteagudo era un componente, están destinados a mejorar la situación de la energía y el desarrollo dentro de una región concreta. Programas similares se han llevado a cabo en más de la mitad de los 31 países miembros de la OEA. Aunque el tamaño y los objetivos de estos proyectos han sido muy variados, una característica común a todos es la orientación espacial, o sea, la definición de áreas geográficas sobre la base de los problemas y los potenciales de la energía y del desarrollo. La referencia a estos programas, que serán el foco central de este documento, se hará bajo el nombre de proyectos regionales de desarrollo integrado de la energía.

Otros programas, en los que las actividades en materia de energía son de escala nacional y en los que se pone énfasis en las relaciones entre la energía y el sector crítico de la economía de un país, se denominan proyectos sectoriales de desarrollo integrado de la energía.

A pesar de que estas actividades sectoriales abarcan una parte importante del trabajo de la OEA, y de que se han identificado muchas oportunidades promisorias, la gran mayoría de los proyectos se ha centrado en regiones geográficas, particularmente en zonas aisladas con especiales necesidades de desarrollo. A continuación se ofrece una descripción de proyectos regionales y sectoriales.

El Desarrollo Regional Integrado de la Energía

Las oficinas nacionales de energía, algo relativamente nuevo en los países latinoamericanos y caribeños no productores de petróleo, han adquirido bastante destreza en la macroplanificación de la energía. Para todos los países de la región se han preparado balances energéticos, y, en procura de reducir la dependencia del petróleo importado, se han examinado, y hasta ejecutado, proyectos de conservación y planes de energía alternativa. A menudo, estas oficinas han aplicado un enfoque centrado en la oferta, atrayendo así a técnicos en los diversos tipos de suministro energético - solar, eólico, de biomasa, etc. -.

Aunque este enfoque global centralizado es valioso para dirigir las políticas nacionales, con frecuencia dejan pasar importantes posibilidades de desarrollo regional, particularmente en las regiones periféricas.

No se sugiere con esto que se desconozcan en América Latina los problemas de la centralización puesto que se han creado organizaciones de desarrollo regional en muchos países para tratar esta cuestión. En algunas naciones, estos grupos son grandes, están bien organizados y tienen el claro mandato de fomentar las actividades de desarrollo en el ámbito regional. En otros países existen organismos similares en los que se conocen a fondo los problemas del desarrollo rural pero que, a menudo, carecen de los recursos financieros o del mandato político para convertir esos conocimientos en proyectos concretos.

La regionalización de la energía incorpora el supuesto de que la desagregación del espacio facilita la planificación del desarrollo. Los programas realizados en la República Dominicana, Bolivia y Ecuador, entre otros, han tenido muchísimo éxito con este método (es importante señalar que las oficinas de desarrollo regional desempeñan, al presente, papeles de mucha importancia en el Programa de Geografía Energética de Ecuador y en el Proyecto de Regionalización de la Energía de Bolivia).

Como se demuestra al tratar de la electrificación rural, los enfoques nacionales se irradian desde el centro hacia afuera, omitiendo, con frecuencia, zonas aisladas que, con escasa actividad económica, no atraen a los proyectos de energía. Este punto quedó gráficamente ilustrado en Monteagudo: de la región se exportaron grandes cantidades de gas natural (mayormente fuera del país) y se omitieron las posibilidades de desarrollar la demanda cerca de la fuente. Situaciones similares pueden encontrarse en muchos países porque hay poca integración espacial de la oferta y la demanda de energía.

La geografía energética, es decir, la caracterización de zonas por la naturaleza de los problemas y las posibilidades que ofrecen en materia de energía, así como también de los factores políticos, institucionales y económicos, sirve como base para la desagregación regional. El proceso de la desagregación del espacio geográfico define un área para dar consideración a las cuestiones de energía y desarrollo. Mediante la selección y el análisis cuidadoso de un área geográfica se puede tener una idea particular de las combinaciones de energía y otras posibilidades de inversión.

Para los proyectos de regionalización de la energía en Bolivia y Ecuador se utilizó un proceso de dos fases. Otros, como el Programa Energético de América Central y el de La Energía en el Desarrollo Regional de la Zona Fronteriza de la República Dominicana, comenzaron teniendo una base más regional que nacional, aunque las fases fueron similares.

En los de Bolivia y Ecuador, la primera fase consistió en un análisis general de las relaciones entre la energía y el desarrollo en diversas regiones del país. Este análisis se asentó fundamentalmente en la cartografía, señalándose los recursos similares y buscándose los atributos semejantes en las necesidades y las posibilidades de desarrollo. En Bolivia, el proceso se vio facilitado por un sistema computarizado de manejo de datos.

Sobre la base de este análisis, se dividió en regiones el área total del proyecto, y a éstas se le dieron prioridades acorde con la posibilidad de que se beneficiaran de un programa de desarrollo integrado de la energía. De esta escala prioritaria se seleccionó una región piloto para hacer un análisis exhaustivo e identificar un proyecto de inversión.

La segunda fase se concentró en la subregión elegida. Se hicieron análisis profundos para definir las "líneas de acción", es decir, para determinar las categorías de energía y actividades de desarrollo potenciales. En esta fase se examinaron todos los indicadores económicos y sociales disponibles, se hicieron visitas a los lugares de interés y se realizaron entrevistas. De toda esta información surgieron numerosas ideas que fueron evaluadas rápidamente por el equipo a cargo del proyecto, descartándose algunas, reservándose otras temporalmente y escogiéndose otras para someterlas a un análisis ulterior. Este análisis constituyó la base de la fase final: la identificación de proyectos concretos de desarrollo integrado de la energía. De esta secuencia básica surgieron proyectos como el de Monteagudo y otros que se describen a lo largo de este informe.

Este breve resumen de las fases aplicadas a la regionalización de la energía se ofrece sólo para proporcionar un marco de referencia de la acción que típicamente ha tomado la OEA en los programas de desarrollo integrado de la energía (la metodología se describe con más detalles en el Capítulo 3). Debe comprenderse que este proceso puede llevar desde uno a varios años, dependiendo de las metas del proyecto, de las restricciones económicas y de la metodología concreta que aplique el equipo del proyecto.

El Desarrollo Sectorial Integrado de la Energía

Es grande el impacto de la energía en el desarrollo del transporte, la agricultura, la minería, etc. Con los proyectos sectoriales de desarrollo energético se ha intentado investigar la forma en que la energía se relaciona con un sector específico e identificar los proyectos de inversión y los cambios políticos que puede producir una mejor utilización de la energía.

En los países angloparlantes del Caribe Oriental, un proyecto de asistencia técnica de la OEA se centró en determinar la relación existente entre la energía y la vida y el desarrollo en pequeños asentamientos humanos, y se identificó, como la más crítica, la relación de las comunidades y sus bosques. Estos les suministraban, como combustibles, la madera y el carbón de leña para uso doméstico. Aunque, al comienzo, este programa tenía una perspectiva geográfica, terminó centrándose en la integración de la energía - y sus instituciones de planificación - en el sector de silvicultura y recursos naturales - y sus instituciones -. En consecuencia, las lecciones aprendidas con este programa se han incluido en el capítulo de desarrollo sectorial integrado de la energía.

En Costa Rica y Panamá, así como en muchos otros países de la región, el futuro crecimiento económico depende en gran medida de los sectores agrícola y agroindustrial. La economía de cada país también es extremadamente dependiente de la importancia del petróleo. La importancia de estas dos dependencias se hizo cada vez más obvia cuando la combinación de bajos precios internacionales de los productos básicos y altos precios mundiales del petróleo causaron un serio deterioro en términos del intercambio comercial de la mayoría de los países latinoamericanos.

Aunque los precios mundiales del petróleo y de los productos agrícolas están, en gran medida, fuera del control de Costa Rica y Panamá, se ha prestado muy poca atención a las políticas internas que pudiera afectar este desequilibrio, especialmente en cuanto se refiere al papel de la energía en el sector de la alimentación. Varias misiones de asistencia técnica estudiaron las relaciones entre la energía y el sector de la alimentación, identificándose numerosas posibilidades de mejoramiento.

Asimismo, la OEA ha ayudado a los países miembros a analizar el papel que desempeña la energía en el sector de los transportes, uno de los más complejos en muchas de las naciones latinoamericanas. Ciertos proyectos llevados a cabo en Colombia, Uruguay y El Salvador, han revelado numerosas posibilidades de conservar, sustituir y racionalizar energía, y están contribuyendo a que las muchas instituciones involucradas en este sector cooperen entre sí de forma significativa.

Aunque con estos proyectos se intenta integrar la política de energía y el sector que se toma por objetivo - recursos naturales, alimentación, transportes, etc. - muchos se han ampliado para abarcar a otros sectores de la economía. Así, por ejemplo, en el Proyecto de Racionalización de la Energía en el Transporte, de Colombia, se incluyó un análisis de las opciones para el sector de las refinerías, recomendándose finalmente en contra de la construcción de una nueva refinería. En Costa Rica y Panamá, el análisis de la energía en el sector de la alimentación se extendió al crítico papel del transporte, ofreciéndose sugerencias para racionalizar el transporte de alimentos.

La naturaleza integral de las actividades sectoriales también abarca la estructura institucional de los proyectos. Dado el carácter multisectorial de la energía y el transporte, se requirió la participación de muchas instituciones, como los demuestra el caso de Uruguay.

Caso Ilustrativo 2

El Papel de la Coordinación Institucional
La Energía y el Transporte en Uruguay

La energía para el transporte es un tema extremadamente complejo en la mayoría de los países porque involucra literalmente a docenas de instituciones. Debido en parte a esta complejidad, pocos países han intentado realizar proyectos de gran escala para mejorar el uso de la energía en el sector del transporte.

En consecuencia, cuando se inició el programa de asistencia técnica en Uruguay, llamado "Uso Racional de la Energía en el Transporte", fue esencial establecer una coordinación entre el número de organizadores nacionales, regionales y locales, involucrados en el campo del transporte. El equipo del programa, trabajando en estrecha colaboración con la Oficina Nacional de Energía, estableció una cooperación mutua de apoyo entre las organizaciones siguientes:

· Ministerio de Transporte y Obras Públicas
· Secretaría de Planeamiento, Coordinación y Difusión
· Dirección General de Estadística y Censos
· Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland
· Usinas y Transmisiones Eléctricas
· Intendencia Municipal de Montevideo
· Cooperativas de Autobuses y Trolebuses de Montevideo
· Cooperativas de Taxis de Montevideo

La OEA y la Oficina Nacional de Energía compartían la opinión de que el éxito del programa, que eventualmente se mediría en términos de las mejoras reales del sistema de transporte de Montevideo, dependerían del aporte y la participación de cada una de estas organizaciones, tanto en el aspecto técnico como en el político. En consecuencia, se estableció una comisión de trabajo con representantes técnicos de cada una de ellas para ayudar en la ejecución del proyecto. Este tipo de comisión de acción técnica constituyó una organización en extremo eficaz para abordar la naturaleza compleja e integral de los problemas del transporte.

Como resultado del programa, y con el apoyo brindado por esta comisión, se identificaron 15 posibilidades de ahorrar energía. Un análisis de los proyectos y políticas identificados demostró que la acción que mayor impacto tendría para el país seria la renovación y racionalización del sistema de transporte urbano de Montevideo. El programa encontró que, tomando en cuenta sólo los valores del ahorro energético que se devengarían, el costo de un nuevo y eficiente sistema general de transportes para Montevideo quedaría saldado dentro de los cuatro años a partir del momento de su ejecución. El Gobierno de Uruguay asignó al proyecto la más alta prioridad y, al presente, están ya en curso las accions para diseñarlo y ejecutarlo.

La efectividad de este tipo de comisión de trabajo redundé en un análisis cuidadoso de las necesidades y las restricciones concretas del sector del transporte de Uruguay. Aunque este proyecto no puede aplicarse, tal cual, a otros países, sí demuestra los beneficios que pueden derivarse de la flexibilidad con que se establezca la estructura institucional de un programa de energía integrada para satisfacer las demandas de un sector concreto.

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