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Capítulo 8 - Ocupación de la selva central del Perú

Geografía de los asentamientos humanos
Antecedentes históricos de la selva central
La selva central desde 1940
Problemas que enfrentan los asentamientos en los trópicos húmedos
Referencias

Geografía de los asentamientos humanos

La totalidad del territorio peruano - 1 285 215 km2 - se halla en las latitudes tropicales entre los 0° y los 18° de latitud sur. Varios factores geográficos crean un ambiente natural extremadamente diversificado: una corriente fría a lo largo de la Costa determina que las temperaturas sean inferiores a lo esperado; la Cordillera de los Andes, cubierta de nieve durante todo el año, origina diferencias entre el este y el oeste, mientras que el estrechamiento de los Andes y la disminución de las precipitaciones pluviales determinan diferencias entre el norte y el sur. Ello determina la existencia de cuatro diferentes zonas: la Costa, la Sierra, la Selva Alta y la Selva Baja, que poseen características demográficas, económicas y socioculturales muy distintas.

Cuadro 8-1 DISTRIBUCION DE LA POBLACION PERUANA, CRECIMIENTO INTERCENSAL Y DENSIDADa

Regiones

1940

1961

1972

1981

Tasa de crecimiento (%)

Densidad

(Hab/Km2)

N

%

N

%

N

%

N

%

1940-61

1961-72

1972-81

1940

1961

1972

1981

Coste

1759

28

3860

39

6243

46

8513

50

3.8

4.5

3.5

10

24

39

53


(Lima-C.)

645

10

1846

19

3303

24

4601

27

5.1

5.5

3.7

168

480

858

1195

Resto

1114

18

2014

20

2940

22

3912

23

2.8

3.5

3.2

7

13

19

25

Sierra

4034

65

5182

52

5953

44

6704

39

1.2

1.2

1.3

10

13

15

17

Selva

415

7

865

9

1342

10

1814

11

3.6

4.1

3.4

1

1

2

2

País

6208

100

9907

100

13538

100

17031

100

2.2

2.9

2.6

5

8

11

13

a. En miles de habitantes.

Fuente: Instituto Nacional de Estadística, Perú, 1981.

La Costa - que constituye sólo el 12 por ciento del territorio - contiene el 50 por ciento de la población, gran parte de la cual ha emigrado de la zona montañosa (Cuadro 8-1). Estos pobladores han sido atraídos por las tierras fértiles irrigadas de la zona costera (alrededor de 750 000 ha), que cuenta con una agricultura de alta productividad y concentra no menos del 65 por ciento de la actividad industrial del país. Ello ha permitido el desarrollo de ciudades dinámicas, la más importante de las cuales es el conjunto metropolitano de Lima-Callao, que contiene el 45 por ciento de la población urbana y el 27 por ciento de la población total del país.

La Sierra, que abarca el 28 por ciento del territorio, tiene una topografía sumamente accidentada, con angostos y profundos valles y vertientes de gran inclinación. A 4 000 m sobre el nivel del mar, las mesetas o "punas", de suave topografía, contienen alrededor de 14 millones de hectáreas de pastos naturales donde se crían ovinos y camélidos sudamericanos. En contraste, las tierras de labranza (alrededor de 1 800 000 hectáreas) se hallan ubicadas en su mayor parte en laderas de pronunciada pendiente, y se utilizan para cultivos anuales de secano (sólo el 21 por ciento de las tierras están irrigadas). Las escasas industrias que se encuentran en las ciudades departamentales y provinciales proporcionan limitadas oportunidades de empleo. La región no ha atraído inversiones públicas debido a la limitación de los mercados, a la infraestructura inadecuada (carreteras, electricidad y agua) y a los elevados costos de producción. Más aún, desde la reforma agraria de 1969, la mayor parte de las tierras ha sido ocupada por sociedades agrícolas y cooperativas agrarias constituidas por un número relativamente reducido de personas. La mayoría de los habitantes - campesinos o comunidades indígenas y miembros individuales de asentamientos dispersos - explota limitadas y dispersas parcelas de tierra que apenas permiten la supervivencia de las familias en constante aumento.

En consecuencia, las poblaciones andinas, particularmente después de la Segunda Guerra Mundial, han emigrado a las ciudades y valles costeros y a la Selva Alta. Ello explica en parte por qué la Sierra, que en 1940 albergaba el 65 por ciento de la población del país, ha perdido población en forma constante (Cuadro 8-1). En efecto, en 1981 la región sólo contenía el 39 por ciento de la población del país, con una tasa de crecimiento inferior al promedio nacional.

La Selva cubre una superficie de 78 millones de hectáreas, o sea el 60 por ciento del territorio nacional: 13 por ciento en la Selva Alta y 87 por ciento en la Selva Baja. Un 54 por ciento de esta superficie está constituida por bosques de producción, el 32 por ciento son bosques de protección, el 8 por ciento son tierras apropiadas para la producción ganadera, el 3 por ciento, tierras apropiadas para actividades agrícolas intensivas y permanentes, y el 3 por ciento restante está cubierto por ríos, lagunas, caminos, pueblos y ciudades.

La población de la región boscosa se ha incrementado desde la década de 1940, del 7 al 11 por ciento de la población total. La mayor parte de la población de la región - 1 800 000 personas - se concentra en las riberas de los principales ríos, que proporcionan las tierras más útiles. La población ribereña - 22 000 habitantes - pertenece a más de 1 320 comunidades nativas y 56 grupos etnolingüísticos,

El rápido proceso de ocupación en la Selva comenzó en el siglo pasado cuando la industria moderna y la expansión del mercado mundial permitió a los pobladores explotar lucrativamente los productos que contienen estos bosques. Entre 1862 y 1918 se extrajeron grandes cantidades de caucho, hasta que la competencia de las plantaciones asiáticas de caucho detuvieron el crecimiento de las plantaciones sudamericanas. En 1918 se inició la extracción y exportación de maderas; en 1928 la de pieles, cueros y animales exóticos; en 1931 la exportación de barbasco, y en 1938 se iniciaron las exportaciones de chicle y de petróleo. Todas estas actividades definen una economía de exportación ligada fundamentalmente a los mercados exteriores.

El área del presente estudio está comprendida dentro de la Selva Alta (Provincias de Chanchamayo, Satipo y Oxapampa). En ella viven no menos de 230 comunidades nativas, pertenecientes a los grupos etnolingüísticos campa (191 unidades), amuesha (28 comunidades) y campa ashaninga (4 comunidades), que contienen una población de alrededor de 38 000 habitantes, apenas un pequeño porcentaje de la población de 1 394 869 personas de las comunidades tribales que pueblan los bosques de Sudamérica y Panamá (Mayer y Masferrer, 1979).

Antecedentes históricos de la selva central

Los datos provenientes de fuentes arqueológicas, los archivos de las misiones religiosas y los relatos de viajeros y expediciones científicas, permiten disponer de un cuadro histórico preciso de la ocupación de esta parte del país y contribuyen a una mejor comprensión del uso y los asentamientos humanos actuales.

Período Prehispánico

A la llegada de los españoles a la Selva Central, las cuencas de los ríos Chanchamayo, Perené, Pichis, Bajo Urubamba y Alto Ucayali, y las regiones de Satipo y del Gran Pajonal se hallaban ocupadas por los campas, mientras que las cuencas del Palcazu y el Alto Pachitea por los amueshas (Mapa 8-1). Ambos grupos étnicos pertenecen a la familia lingüística arahuac, cuyos antecesores se establecieron en la región alrededor de 1800 A.C. (Lathrap, 1970).

Ambos grupos, constituidos por tribus aisladas integradas por pocas personas, no avanzaron a más de 1 500 m sobre el nivel del mar, el punto crítico del cultivo de la yuca, base de su alimentación y que representaba el 70 por ciento de sus cultivos (Denevan, 1979). La agricultura migratoria, la caza y la pesca constituían las fuentes de su subsistencia. Además de la yuca, cultivaban maíz, frijoles, dale-dale, maní, arracacha, calabazas, sachapapa, ajíes y pinas. También cultivaban coca, una pequeña parte de la cual se destinaba a usos medicinales y mágico-religiosos, y algodón, utilizado para la confección de vestidos, adornos, cestería y armas.

Aparte de estas especies, probablemente cultivaban muchas otras, ya que en la actualidad los campas de la región del Gran Pajonal utilizan no menos de 49 especies cultivadas para usos alimenticios, medicinales, mágico-religiosos y otros.

La técnica utilizada, igual que ahora, era la de la tala y quema para la preparación de los terrenos, reproduciendo en gran medida la estructura vertical de los bosques húmedos tropicales. Derribaban grandes árboles con hachas de piedra hasta la llegada de los españoles y sembraban semillas y retoños utilizando azadones, ahora reemplazados en parte por machetes y barras. Estos métodos primitivos de cultivo sugieren que la alimentación se basaba más en la caza, la pesca y la recolección, que en la agricultura.

En el pasado, las purmas (terrenos en barbecho cubiertos por bosques secundarios) tenían períodos de descanso de alrededor de 10 años antes de cultivarse nuevamente. Aún en la actualidad, a pesar de la escasez de tierras disponibles, los nativos utilizan los campos por períodos máximos de tres años (Várese, 1968), antes de dejarlos descansar.

Hacia los años 1000-1400 D.C., las poblaciones pertenecientes a los grupos étnicos Taruma (Tarma) y Huanca (Valle del Mantaro) se expandieron (Parsons y Natos, 1978), y penetraron por primera vez en los valles del Chanchamayo y del Satipo. Restos de plataformas y terrazas de obvio origen andino testimonian esas inmigraciones y coinciden con el ideal andino de dominio de una máxima variedad de biotipos (Murra, 1970). Aunque parece no haberse producido otras penetraciones, es posible que hayan existido contactos continuos entre los pobladores de la Sierra y los campas y amueshas, mediante el intercambio de productos.

MAPA 8-1 PERU - DISTRIBUCION DE LAS COMUNIDADES NATIVAS EN LA SELVA PERUANA

Período Colonial

Después de que los nativos hubieron completado la ocupación de la Costa y de la Sierra, el descubrimiento del río Amazonas por Francisco de Orellana, en 1542, marca el inicio del "ciclo amazónico" del desarrollo histórico y económico de la región. Con ello se iniciaron los intentos de ocupación por misioneros, capitanes y aventureros. Durante la primera mitad del Siglo XVI I, los frailes franciscanos, siguiendo las mismas rutas de penetración de los incas, comenzaron a establecer asentamientos en la Selva Central con el objeto de catequizar a los nativos. En 1635 fundaron las misiones del Cerro de la Sal, en la actual Villa Rica, y de San Juan Buenaventura de Quimiri, en las inmediaciones de la actual La Merced. Para 1667 existían 38 misiones con una población de alrededor de 8 500 personas, en su mayoría campas. La fundación del Convento de Santa Rosa de Ocopa (Valle del Mantaro) en 1725, les permitió catequizar a miles de nativos más.

Los misioneros también establecieron una serie de pueblos que sirvieron de sedes administrativas y religiosas (no sin una constante resistencia de los nativos). También se establecieron varias haciendas que cultivaban caña de azúcar y coca, tabaco y cacao, y todos los "ocupantes" mantenían un intenso comercio con Tarma, Cerro de Pasco, los pueblos vecinos y la Costa. Los nativos, por su parte, recolectaban e intercambiaban productos derivados de plantas silvestres como vainilla, achiote y cascarilla, muy cotizadas en las ciudades coloniales y en Europa. También establecieron centros artesanales, de los cuales el más importante estaba situado en las cercanías del actual San Ramón, donde producían machetes, hachas, clavos y martillos en una fundición. Hacia fines de 1740, según las crónicas de los misioneros, existían 45 pueblos en las zonas de Chanchamayo, Perené y el Gran Pajonal (Basurto y Trapnell, 1980).

Este rápido desarrollo se interrumpió en 1742 a raíz del movimiento militarista encabezado por Santos Atahualpa, que procuró restablecer el Imperio de los Incas. El movimiento intentó incorporar a los campas, amueshas, piros, mocholos, simirinches y shipibo-conibos, y como su intención era expulsar a todos los españoles, el área permaneció cerrada casi por un siglo a todo intento de colonización (Chirif y Mora, 1977). Aunque los nativos regresaron en cierta forma a su estado anterior a la colonización, sus patrones de vida se habían alterado profundamente por los nuevos cultivos (caña de azúcar, arroz, café, plátanos y cítricos); la crianza de nuevos animales domesticados (vacunos, cerdos y aves de corral); el uso de nuevas herramientas y nuevas formas de intercambio.

Después de la partida de Santos Atahualpa, hacia 1757, los franciscanos restablecieron sus misiones. En 1779 se fundaron los fuertes militares de Palca y Huasahuasi y se construyó un sendero hacia Chanchamayo (que fue abandonado cinco años después ante la falta de apoyo de la administración colonial). En 1788, vecinos del pueblo de Acombamba (Tarma) volvieron a ocupar sus maizales y campos de coca cerca del río Tulumayo y los pobladores de Tambillo (Ayacucho) recuperaron sus antiguos campos de Monobamba, cerca de dicho río (Recharte, 1981).

Durante el resto del Siglo XVIII y las primeras décadas del Siglo XIX la inmigración en la región fue menor, debido a la ausencia de un adecuado apoyo de la administración colonial ya las guerras de la independencia y los conflictos entre caudillos en los primeros años de la república. En 1824, las autoridades eclesiásticas decidieron abandonar sus misiones en la región (Ortiz, 1969).

Período Republicano

Los albores de la segunda mitad del Siglo XIX marcan el inicio de la ocupación plena y permanente de la Selva Central. La influencia de los cambios económicos producidos en las otras dos regiones del país, una política que promovió la construcción de caminos y la colonización de la región, así como la Guerra del Pacífico, forzaron a una existencia marginal a los campas y los amueshas, que habían residido en la región por espacio de 3 500 años.

En la Sierra se establecieron grandes latifundios para la cría de ganado ovino y para la producción agrícola, destinados a satisfacer las necesidades de las ciudades de la Costa y a proporcionar más productos agrícolas para la exportación (CIDA, 1966). La apropiación de tierras comerciales también promovió la ocupación de la zona, ya que produjo excedentes de mano de obra que podía dedicarse a los trabajos en las nuevas haciendas de la Selva Central. La legislación de 1845 declaró que las organizaciones tribales eran dueñas de los territorios que ocupaban, y que los colonos eran propietarios de las tierras en que viven. Esta política habría de producir más tarde profundos conflictos entre los dos grupos.

En 1847 se estableció el fortín de San Ramón, en la confluencia de los ríos Palca y Tulumayo, y bajo su amparo los mestizos e indígenas de Tarma establecieron chacras y haciendas. Se adquirieron grandes extensiones de tierras con fines comerciales, mientras que las chacras más pequeñas se dedicaron al cultivo del maíz, la yuca y la coca para satisfacer las necesidades del consumo tradicional.

El establecimiento del fortín de Quimiri (La Merced) en 1869, permitió una mayor penetración en el valle de Chanchamayo; hacia 1874 comenzó a incluir inmigrantes italianos, alemanes, franceses y, después de la Guerra del Pacífico, contingentes importantes de chinos (Stewart, 1951). Sólo una pequeña proporción de este contingente se dedicó a las labores agrícolas; la mayor parte se dedicó al comercio en los crecientes poblados de San Ramón y La Merced. Los franciscanos, mientras tanto, abrieron nuevas tierras a la inmigración andina campesina, estableciendo la misión de la Asunción de Quillazu (Oxapampa) en 1881, y las de San Luis de Shuaro y de San José de Sogorno, ambas en Chanchamayo en 1886 (Ortiz, 1967).

En 1890 existían en el valle 65 haciendas dedicadas al cultivo del café y la caña de azúcar para la fabricación de aguardiente. Numerosos fundos más pequeños, dedicados a los mismos productos, eran cultivados en su mayor parte por migrantes estacionales andinos, ajustados al modelo, probablemente panandino, de explotar el máximo número de ecosistemas para sustentar la economía de las sociedades andinas (Murra, 1970). Pero la escasez de mano de obra era el principal obstáculo para la expansión de la producción de estas haciendas, recurriéndose a cuatro sistemas de provisión de mano de obra. Las pocas más grandes contrataban trabajadores chinos pero la mayoría recurría a los sistemas de enganche, mejora y contrata para la obtención de mano de obra.

El enganche consistía en la entrega de una cantidad de dinero a campesinos de la Sierra, para gastos de viaje y como adelanto por un determinado número de días de trabajo, monto que aumentaba sustancialmente al contraer "deudas" por alimentos, medicinas, ropas y herramientas. De esta forma los hacendados se aseguraban la permanencia de los trabajadores por el tiempo en que requiriesen sus servicios. Una variación del sistema de enganche consistía en pagarles adelantos antes del regreso a sus pueblos de origen con el compromiso de que regresarían en la próxima temporada.

En el sistema de mejora, el hacendado entregaba terrenos de una a diez hectáreas a los campesinos. Estos "mejoreros" desbrozaban el bosque, preparaban el terreno, sembraban las plantas de café y se encargaban de las labores de cultivo hasta que comenzaba la cosecha, que era entregada al propietario, recibiendo en ese momento el salario pactado. El mejorero utilizaba sus propias herramientas y tenía derecho a cultivar alimentos para su familia, en parcelas separadas o entre el café, pero no podía establecer plantaciones permanentes. El sistema generaba otro tipo de subsidiario - el de los maquipuras - en el que el mejorero repartía las tierras recibidas a sus parientes y amigos, pagándoles una suma menor de la que recibía del hacendado.

En el sistema de contrata se contrataba a trabajadores para desbrozar, podar y cosechar el café. Por una suma de dinero convenida, el contratista trabajaba con su familia y, si era necesario, con trabajadores asalariados. Miles de campesinos migrantes temporales bajaban de la Sierra con sus familias en la época de cosecha.

Hasta 1919, cuando se terminó la carretera Tarma-San Ramón-La Merced, el café y la caña de azúcar eran los únicos cultivos rentables, ya que los productos se transportaban mediante acémilas. Pequeñas cantidades de maderas finas, principalmente cedro y caoba, también se transportaban de esta manera, pero posteriormente la producción de frutales y la explotación forestal selectiva en gran escala alteraron rápida y profundamente la vida del valle.

La política vial de fines del Siglo XIX (que continúa en la actualidad) promovía la penetración al interior de la Selva. Ello llevó a la Comisión Hidrográfica del Amazonas a buscar una ruta para la construcción de un camino que comunicara la Costa con algún río navegable, haciendo posible la comunicación con Iquitos. En 1860 comenzó la construcción del camino de Pichis, y en sólo cinco meses un camino de herradura de 155 km unía a San Luis de Shuaro con el actual Puerto Bermúdez. En 1892 se inició la navegación entre Puerto Bermúdez e Iquitos.

La política gubernamental durante el Siglo XIX promovió el asentamiento de europeos en la Selva, para lo cual entre 1832 y 1898 el gobierno aprobó una serie de disposiciones legales y reglamentaciones para el otorgamiento y la distribución de tierras, que llevaron a la ocupación y la colonización de Pozuzo, Oxampampa, Villa Rica y Palcazu.

En 1857, llegó al Callao el primer grupo de 297 alemanes y austríacos destinado al Mayro, un afluente del Palcazu. Estos primeros colonos fundaron el pueblo de Pozuzo en 1859, con calles delineadas, una iglesia y casas de madera construidas al estilo de los pueblos tiroleses. Plantaron café para la exportación y cultivos para su subsistencia y criaron vacunos para la producción de queso y mantequilla para los centros mineros de la región serrana. Sus contactos con el exterior fueron esporádicos, dependiendo de los ecosistemas naturales de la Selva para preservar sus valores culturales europeos. Recién en 1974 la construcción de una carretera terminó su aislamiento y su dependencia de los recursos naturales locales.

A este grupo original se sumaron en 1868 y 1895 otros colonos alemanes, y la tierra se hizo escasa. Incitados por la búsqueda de lugares más cercanos a sus mercados, algunos colonos fundaron Oxapampa en 1890 y Villa Rica en 1920, después de recibir una concesión de 3 000 hectáreas de tierras en el valle de Etay. En 1944 y 1953, respectivamente, Oxapampa y Villa Rica comenzaron a comerciar con La Merced, lo que produjo el crecimiento de la industria de la madera, el incremento de las plantaciones de café y de frutales para fines comerciales, y una disminución de las actividades ganaderas.

Los nativos de los ríos Perené y Ene comenzaron a perder sus tierras en 1889, cuando el Congreso sancionó una ley concediendo tierras amazónicas a empresas dedicadas a actividades agropecuarias y a la explotación de caucho. Con los ingresos generados por esas empresas, el Congreso esperaba solventar en parte las deudas contraídas con motivo de la Guerra del Pacífico. Se entregaron a acreedores extranjeros dos millones de hectáreas. Dichas tierras no podrían fraccionarse en lotes de más de medio millón de hectáreas, y los concesionarios deberían empezar a colonizarlas en un plazo no mayor de tres años y concluir la colonización en un período que no superara los nueve años. Por cada año de demora perderían una tercera parte de los terrenos recibidos. Los colonos debían ser de "raza europea" y estaban exentos de impuestos (Manrique, 1972).

Los acreedores, en su mayoría ingleses, cedieron sus derechos de propiedad a la empresa Peruvian Corporation, que recibió el primer medio millón de hectáreas a lo largo de los ríos Perené y Ene en 1891, aunque muchos de los lotes no fueron entregados por incumplimiento del contrato. En 1903, la empresa vendió partes importantes de las concesiones, contraviniendo las prohibiciones establecidas en la ley de 1889. Otras parcelas fueron plantadas con café por mejoreros. Mientras tanto, la empresa recibió una serie de otros beneficios económicos: pago de tierras invadidas entre 1956 y 1958, cobros por el uso de la carretera que la empresa construyó, y cobros por la transferencia de tierras a otras empresas. Esas tierras fueron ocupadas originalmente por numerosas familias campas y amueshas, que perdieron su libertad de movimiento y se vieron obligadas a prestar su mano de obra para la agricultura, la recolección de caucho y las labores domésticas. En suma, la empresa utilizó varios mecanismos para mantener la posesión de la tierra, controlar la producción y obtener mano de obra.

La cuenca del Palcazu, la última frontera de los amueshas, fue explorada a fines del Siglo XIX por las compañías caucheras que se remontaron hasta Iquitos. Los descendientes de los primeros colonos europeos de la región de Pozuzo también se trasladaron para dedicarse a la recolección y comercialización del caucho, dependiendo de la mano de obra amuesha y de las compañías caucheras para su comercialización. Una vez finalizado el auge del caucho en 1918, esas familias permanecieron en el valle.

Los inmigrantes europeos y sus descendientes monopolizaron las actividades económicas del valle hasta 1960: la cría de vacunos, y las industrias de la madera, del cuero, y otras se hallaban bajo su control (Smith, 1981) y permitieron a los amueshas llevar a cabo actividades agrícolas de susbsistencia en las tierras colonizadas. En 1960 se iniciaron las actividades de prospección petrolífera, provocando una gran cantidad de peticiones de tierras y una mayor inmigración. Al no cristalizarse las expectativas de riqueza petrolífera, la mayoría de los peticionarios abandonaron la región y, en 1969, al anularse las concesiones de tierras que no se explotaban, los amueshas comenzaron a solicitar el reconocimiento de la propiedad de las tierras que ocupaban. Esta petición se cristalizaría al promulgarse en 1974 la Ley de Comunidades Nativas y de Promoción Agropecuaria.

En Satipo, territorio de los campas, los franciscanos restablecieron las misiones de Panzoa y Samamoro. A fines del Siglo XIX existían pequeñas chacras de maíz, coca y yuca explotadas por escasos pobladores en la parte superior del valle del Mantaro, pero la conclusión del camino de Comas en 1917 sentaría las bases de una mayor colonización. Otra carretera a Concepción, construida en 1940, incrementó notablemente las posibilidades de trasladarse a través del país, pero un terremoto destruyó gran parte de esa carretera en 1947. Muchos colonos emigraron durante los tres años siguientes, hasta que volvió a abrirse la carretera. Entonces se produjo una ocupación más rápida que la anterior, dando origen a un acelerado crecimiento de Satipo, Pichanaqui y Mazamari. A partir de 1975, la nueva carretera a La Merced ha permitido a la región alcanzar un desarrollo más dinámico.

La selva central desde 1940

Proceso Demográfico

La población de la Selva Central se ha incrementado de alrededor de 23 000 habitantes en 1940 a aproximadamente 213 000 habitantes en 1981. La mayor parte de este crecimiento es el resultado de las migraciones, de la facilidad actual de acceso a la región y su cercanía a importantes mercados extrarregionales. También ha influido la continua disponibilidad de tierras para uso agropecuario en ciertas zonas, como Satipo, que permanece abierta a la colonización a través de otras rutas de acceso. Ello explica su rápido crecimiento en comparación con las otras dos provincias de la Selva Central (Cuadro 8-2).

El Cuadro 8-3 exhibe algunos indicadores socio-demográficos para el país y sus regiones naturales. En todos los casos, la Selva muestra notables diferencias con las otras dos regiones: mayores tasas de mortalidad y de fecundidad; una esperanza de vida superior al promedio nacional; un alto número de niños de menos de 14 años de edad; una tasa de analfabetismo sorprendentemente baja, y un alto porcentaje de población dedicada a las actividades agropecuarias, la caza y la silvicultura.

El Proceso de Asentamiento en la Actualidad

En el proceso de asentamiento de los colonizadores de la Selva Central puede distinguirse tres etapas. En primer lugar, una familia, debido a su experiencia como "enganchados", "mejoreros" y "contratistas", o como trabajadores voluntarios en las labores de recolección de café, decide obtener una parcela en la Selva Central, ya sea comprándola o recibiéndola gratuitamente. Aunque son propietarios de la tierra, durante los primeros años no residen allí en forma permanente, y por lo general dividen su tiempo entre el valle y la Sierra en períodos de dos a tres meses. Las mujeres permanecen en la Sierra al cuidado de sus heredades, cosechas, animales domésticos e hijos menores, y los hombres se dedican a la siembra y la cosecha en la Selva. Este movimiento entre la Sierra y la Selva implica la operación de dos sistemas económicos paralelos: uno eminentemente de subsistencia y otro proyectado hacia el mercado. Esta etapa se prolonga por espacio de tres a cinco años, período necesario para que las plantas de café empiecen a producir. Al comenzar la cosecha de café, mientras se han plantado árboles frutales y otros cultivos, toda la familia se traslada a la Selva para proporcionar más mano de obra para la cosecha y cuidar la parcela para evitar la invasión de otras personas en busca de tierras relativamente cercanas a los caminos. Este cambio de residencia no deja vacante la tierra en la que el colono vivía originalmente, ya que se mantiene el control como seguridad ante posibles contratiempos en la tierra colonizada y porque el colono está espiritualmente apegado a la tierra de sus mayores.

Cuadro 8-2 POBLACION DE LA SELVA CENTRAL EN COMPARACION CON LA SELVA ALTA Y SELVA EN GENERAL

Depto.

Provincia

1940

1961

1972

1981

Tasa de crecimiento

40-61
(%)

61-72
(%)

72-81
(%)

Junín










Satipo

2490

14360

37660

64595

8.7

9.2

6.1


Chanchamayo

14145

34576

61482

98508

4.3

5.4

5.3


Oxapampa

5881

25783

39794

49857

7.3

4.0

2.5

Total


22516

74719

138936

212960

6.7

6.2

4.6

- Selva Central en relación con la alta (%)

14

18

19

20

-

-

-

- Selva Central en relación con la Selva total (%)

5

8

10

11

-

-

-

- Selva alta

164444

411497

725417

1059686

4.1

5.0

4.2

- Selva baja

264153

488289

677987

852709

2.8

3.0

2,5

Total

428597

899786

1403404

1912395

3.6

4.1

3.4

Fuente: Instituto Nacional de Estadística, Perú, 1981.

Cuadro 8-3 INDICADORES SOCIODEMOGRAFICOS PARA TODO EL PAIS Y POR REGIONES NATURALES

Indicadores

Costa

Sierra

Selva

País

1. Tasa de crecimiento natural de la población (1972-81) (%)

3.5

1.3

3.4

2.6

2. Tasa de fecundidad (1970-75) (%)

4.2

7.0

7.3

5.6

3. Tasa de mortalidad (1970-75) (%)

8.9

17.1

13.3

13.0

4. Tasa de mortalidad infantil (1970-75) (%)

62.9

156.2

127.7

114.0

5. Esperanza de vida al nacer (años) (1970-75)

62.0

50.2

53.8

55.2

6. Porcentaje de analfabetos en la población de 15 años o más (1972)

13.5

44,3

24.8

27.6

7. Estructura por edad (1980) (%)






- 0 a 14 años

40.5

44.6

48.6

42.8


- 15 a 64 años

54.4

51.3

49.4

53.8


- 64 años o más

3.1

4.1

2.0

3.4

8. Porcentaje de PEA en agricultura (1981)

16.8

63.9

59.6

38.4

Fuente: INE, 1981; Aramburú et al, 1982.

La presencia de toda la familia en el nuevo asentamiento permite expandir la cantidad de tierra cultivada. Si se requieren más trabajadores, otras familias prestan la mano de obra - ayne - actitud que luego será reciprocada. Si el trabajo resulta demasiado para la familia y los amigos, se contratan trabajadores adicionales, con lo que se renueva el ciclo atrayendo a la región a nuevos colonizadores potenciales. El Censo Agropecuario de 1972, para las tres provincias de esta parte de la Selva Central, registraba que del total de 14258 unidades agropecuarias, el 49 por ciento utilizaba únicamente mano de obra familiar, el 44 por ciento hacía uso parcial de trabajadores asalariados y el 7 por ciento restante utilizaba trabajadores asalariados permanentes. La relocalización es la tercera etapa de este tipo de uso de la tierra. Algunos colonos, al agotarse la fertilidad de los suelos buscan nuevas tierras en lugares más lejanos, iniciando nuevamente el proceso. Sus parcelas son vendidas o simplemente abandonadas, y ocupadas por otros colonos menos experimentados. Otros, ante este paso inevitable, buscan empleos permanentes o parciales más lucrativos en otros lugares. Algunos se establecen en las ciudades trabajando en los sectores del comercio, los bienes o los servicios, y un número significativo de ellos retorna a sus lugares de origen.

Tenencia de la Tierra

Como en el pasado, la tierra continúa siendo el centro de ciertos problemas básicos de la Selva Central. El acceso a extensiones suficientes de tierras es limitado. Las mejores tierras, como las que contienen suelos aluviales, se hallan ya ocupadas desde hace mucho tiempo por los primeros colonos que establecieron haciendas medianas. Como consecuencia de la reforma agraria de 1969, sin embargo, algunas haciendas se han convertido en cooperativas, y otras se han subdividido para su venta a los campesinos.

A raíz de que muchas personas dividen sus tierras para traspasarlas a sus hijos, la mayoría de las haciendas son bastante pequeñas. Como lo exhibe el Cuadro 8-4, en 1972, el 23 por ciento de las 14 258 unidades agropecuarias tenían una extensión de menos de 5 hectáreas, y el 14 por ciento entre 5 y 10 hectáreas. El 20 por ciento de las unidades tenía de 10 a 20 hectáreas; estas haciendas, sin embargo, son en la práctica menos importantes que lo que indica su tamaño, ya que en general no toda su extensión es aprovechable.

Cuadro 8-4 TAMAÑO DE LAS UNIDADES AGROPECUARIAS EN LA SELVA CENTRAL: 1972

Tamaño de la unidad

Hectáreas

Superficie

N

%

N

%

Menos de 1.00

1 008

7

295

-

1.00a 1.99

553

4

4735

1

2.00 a 2.99

538

4



3.00 a 3.99

534

4



4.00 a 4.99

605

4



5.00 a 9.99

2041

14

50911

11

10.00a 19.99

2796

20



20.00a 49.99

4178

29

183345

41

50.00 a 99.99

1108

8



100.00a199.99

644

5

125512

27

200.00 a 499.99

184

1



500.00 a más

69

-

93552

20

Total

14258

100

468352

100

Distribución de las unidades

Unidad

Superficie

Chanchamayo

5705

134417

Satipo

4439

119895

Oxapampa

4114

214040

Total

14258

468352

Fuente: INE, 1972.

En la Sierra, entre tres y cinco hectáreas de tierras pobres pueden resultar suficientes para el mantenimiento de la familia y para la producción de excedentes. Pero no ocurre lo mismo en la Selva Central, donde la mayoría de las parcelas están constituidas por terrenos de pronunciada pendiente, son susceptibles a la erosión y la lixiviación, y para recuperar su productividad requieren años en barbecho. La amplia dispersión de las unidades agrícolas es otro factor importante que impide el mejor aprovechamiento de la tierra, ya que el 27 por ciento de las 14 258 unidades están constituidas por dos o tres parcelas y el 4 por ciento de cuatro a nueve parcelas, la mayor parte de las cuales se hallan situadas en laderas con pronunciada pendiente. Las comunidades nativas, en contraste con la creencia popular, no acumulan grandes extensiones de tierras. Por ejemplo, cada una de las 13 comunidades amueshas del Palcazu dispone de un promedio de 2 971 hectáreas; en Chanchamayo, cada una de la siete comunidades campas tenía sólo un promedio de 868 hectáreas, y las siete comunidades de campas de Oxapampa cuentan en promedio con 2 695 hectáreas cada una (Chirif y Mora, 1977).

Cuadro 8-5 CULTIVOS PRINCIPALES EN LA SELVA CENTRAL

Valles

Años

Aguacate

Bananas

Cítricos

Café

Cultivos de subsistencia

Total


%

%

%

%

%

%

Chanchamayo

1970

867

3

1300

4

1959

5

27145

75

4765

13

36034

100

1975

2585

6

2100

5

3725

9

27570

64

6965

16

42965

100

1980

1210

4

1983

5

4053

10

25447

64

6879

17

39572

100

Satipo

1970

2544

8

3340

11

3202

10

13947

44

8499

27

31532

100

1975

101

1

3000

13

837

4

12241

50

7623

32

23802

100

1980

145

1

2391

10

544

2

12663

54

7637

33

23450

100

Oxapampa

1972

633

5

1132

9

618

5

7169

54

3644

27

13196

100

1980

528

6

532

6

500

5

4114

45

3447

38

9121

100

Total

1970

3411

5

4640

7

5161

7

41090

61

13264

20

67566

100

1975

2694

4

5100

8

4562

7

39811

60

14600

21

66767

100

1980

1355

2

4374

7

4697

7

38110

60

14516

23

63052

100

Uso de la Tierra

La intensidad del uso de la tierra, la tecnología y la producción varían de acuerdo con los diversos componentes demográficos. La producción, excepto la de los nativos, está orientada al comercio (Cuadro 8-5). El café representa no menos del 50 por ciento de la superficie cultivada, seguido por los frutales, que cubren el 15 por ciento de las tierras, mientras que los cultivos de subsistencia (yuca, maíz, arroz, frijoles, rocoto y otros), apenas representan el 20 por ciento.

En las parcelas pequeñas se utiliza todo el espacio disponible, independientemente del grado de pendiente. En la Selva lluviosa, la erosión y la lixivación son muy rápidas una vez que se elimina la cobertura arbórea, mientras que en otras partes del país las lluvias no son tan intensas y el daño producido por la erosión sólo se observa a lo largo de prolongados períodos de tiempo. Las comunidades nativas que aún tienen acceso a tierras suficientes, continúan rotando los terrenos cada tres o cuatro años, como en el Palcazu y el Pichis. Sin embargo, cuando la presión demográfica o la limitación de las tierras obligan a una rotación menos frecuente, se produce la degradación de las tierras y cultivo.

Comercio

La producción de café, frutas, maderas y carne se destina principalmente a la exportación. La fruta, aparte de las pequeñas cantidades que se consumen en los centros urbanos y mineros de la Sierra, se envía directamente a Lima a través del mercado mayorista. El café se destina en su mayor parte a los mercados internacionales, mientras las maderas se envían a Lima, así como la carne del Palcazu y del Satipo. Los cultivos de subsistencia se consumen localmente, en los pueblos cercanos y centros mineros andinos.

Los compradores y los vendedores proceden de acuerdo con el tamaño de sus operaciones. Los productores más pequeños venden en las chacras o en lugares a donde llegan los compradores o los camioneros, así como en las ferias semanales de los pueblos. Los productores medianos venden sus cosechas a comerciantes de mayor escala, mientras que los productores más grandes venden directamente al mercado mayorista en Lima. Muchos venden el café a través de negocios en los cuales son accionistas. La carne del Palcazu y del Satipo es adquirida en su mayor parte por una empresa de la cual son accionistas varios de los cultivadores importantes de café. Las maderas se venden directamente en los aserraderos o depósitos en Lima. Las empresas de procesamiento de frutas adquieren sus materias primas cuando los precios en el mercado bajan, imponiendo sus propias condiciones. Debido a la complicada y poco comprendida cadena de intermediación, el precio de la fruta puede incrementarse 15 veces entre la chacra y el consumidor. En pocas de estas transacciones los precios favorecen a los pequeños agricultores.

Problemas que enfrentan los asentamientos en los trópicos húmedos

Tipos de Asentamientos Rurales

En la Costa, los asentamientos rurales son por lo regular nucleados. El campesino vive en el poblado y va diariamente al campo a atender su parcela. El corral para los animales forma parte de su vivienda en el pueblo, criándolos en establos y pastando en la parcela o en otras tierras accesibles. Este sistema sigue un modelo impuesto en el período colonial en los "pueblos de indios" o "reducciones", para facilitar el control de la población, recabar los tributos, facilitar la catequización y el establecimiento de las instituciones coloniales.

En las cooperativas agrícolas surgidas como resultado de la reforma agraria de 1969, sobre la base de las antiguas haciendas, los asentamientos también son nucleados, viviendo los cooperativistas alrededor de la antigua casa-hacienda (que ahora es principalmente el centro administrativo de la cooperativa), en "rancherías" construidas generalmente en hileras. En las cooperativas y en los asentamientos costeros el agua es provista por el Estado, mientras que los servicios de drenaje y de electricidad son proporcionados por los hacendados y, en algunos casos, por las mismas cooperativas.

Muchos de los antiguos pueblos de indios se han convertido en capitales de distrito con infraestructura y servicios urbanos. No obstante, siguen siendo asentamientos rurales, como lo demuestra la actividad agrícola predominante alrededor de los mismos. Un fenómeno similar ocurre en algunos de los asentamientos lineales que aparecen regularmente a lo largo de algunos tramos de carretera; inicialmente ofrecen algunos servicios a los camioneros, como descanso y expendio de bebidas, a los cuales agregan luego otros servicios para sí mismos. El asentamiento disperso, caracterizado por la vivienda dentro de la parcela, es menos típico de la región costera.

En la Sierra existen distintos tipos de asentamientos, desde los totalmente dispersos hasta los nucleados. Las comunidades más dispersas son las de los pastores que crían alpacas y ovinos en la puna. Viven en "estancias" aisladas, desde las cuales atienden diariamente el ganado, haciéndolo pastar libremente y guareciéndolo durante la noche en corrales contiguos a la vivienda. Venden o cambian la lana y fibras y adquieren alimentos y otros bienes en las comunidades vecinas.

Las comunidades campesinas, oficialmente reconocidas o no, son típicamente de dos clases: nucleadas o lineales. Los asentamientos nucleados tienen patrones semejantes a los de la Costa, en los que los poblados en la mayoría de los casos se han convertido en capitales de distrito. En torno del poblado existen con frecuencia viviendas aisladas.

En los últimos tiempos se ha observado la aparición de asentamientos lineales a lo largo de algunos tramos de carreteras, constituyendo "comunidades hermanas", con vivienda y pequeños negocios separados del asentamiento principal, pero aún vinculados a éste por la propiedad común de la tierra.

En la Selva las formas de asentamiento son variadas, pudiéndose clasificar como poblaciones ribereñas, comunidades nativas, colonizaciones espontáneas y dirigidas.

Las poblaciones ribereñas están formadas fundamentalmente por los descendientes de los colonos que se establecieron en el período del auge de la extracción del caucho, y nativos, como los cocamillas del Huallaga, que han perdido prácticamente su identidad étnica. Los asentamientos de este tipo se encuentran a lo largo de las riberas de los ríos. Los pobladores viven en parcelas individuales, aun cuando aparecen asentamientos nucleados en torno de las escuelas. De las viviendas familiares, los pobladores desarrollan actividades agrícolas, la pequeña ganadería, la pesca, la caza, el comercio y la extracción de madera. En algunos lugares, las grandes inundaciones han forzado a los asentamientos a llevar a cabo sus cultivos en terrenos altos, como en el caso de Choro Yacu en el río Amazonas y el de Jenaro Herrera en el río Ucayali.

Las comunidades nativas concentran sus formas tradicionales de asentamientos y organización tribal en torno de la maleca (la casa grande familiar y ceremonial), como se observa entre los Matzas de los ríos Gálvez y Yavarí. Estas comunidades viven en parcelas dispersas en las que han levantado sus viviendas, cerca de algún tipo de centro comunitario, como una escuela, campo deportivo o una iglesia. Estos asentamientos dispersos también tienden a localizarse en las riberas de los ríos o lagunas.

Las colonizaciones espontáneas siguen los patrones andinos, de acuerdo con los cuales el colono edifica su vivienda en la parcela que ha obtenido mediante herencia, compra, donación o de alguna otra forma. La distancia entre una y otra varía según el tamaño de la parcela poseída, siendo muy cercanas cuando éstas son pequeñas y alejadas cuando son de mayor tamaño. Los colonos normalmente tienden a construir sus viviendas cerca de las vías fluviales o caminos, que por lo regular ellos mismos construyen. Urgidos por el deseo de contar con una escuela, una iglesia, o un campo deportivo, los colonos tienden a erigir un poblado, con una "plaza de armas" y calles delineadas, en el cual normalmente obtienen un lote para levantar una segunda vivienda. Estos poblados frecuentemente compiten entre sí para alcanzar la categoría de capitales de distrito.

Los colonos de los asentamientos espontáneos provienen del mismo lugar de origen, y sus comunidades son similares a las que han dejado en los Andes. El trabajo voluntario resuelve los problemas de la escasez de mano de obra familiar y establece los servicios requeridos, como caminos, escuelas e iglesias, mientras que algunos pueblos se unen para proveer servicios municipales y para establecer diversos servicios estatales.

En las colonizaciones dirigidas predominan los asentamientos lineales, en los que las parcelas familiares se delimitan cartográficamente. En los casos en que los asentamientos nucleados también están afiliados a las cooperativas, cada colono dispone de una vivienda para él y su familia, y se beneficia de un centro de servicios administrativos, técnicos y sociales (tales como escuelas y puestos de salud).

Estos Centros de Servicios Básicos se hallan lejos de los poblados a los que los colonos acuden regularmente con propósitos comerciales, religiosos y otros motivos. En Tingo María se observa un tipo de asentamiento mixto, denominado "bilocular", consistente de parcelas familiares y una más grande para uso comunal.

Las granjas familiares individuales no constituyen la forma más eficiente de trabajar estas tierras, pero las cooperativas también presentan problemas derivados de la heterogeneidad de sus miembros, la ausencia de servicios básicos adecuados, deficiencias técnicas y crediticias, y la rudimentaria preparación en materia de cooperativas agrícolas y de producción.

Los Asentamientos Dirigidos

En los trópicos húmedos americanos, desde la década de 1950 los gobiernos han adoptado políticas de redistribución de la población, tendientes en parte a combatir las erráticas y masivas migraciones del campo hacia las ciudades. Estas políticas han incluido el establecimiento de áreas forestadas en los asentamientos dirigidos, orientadas a contrarrestar los efectos indeseables de las migraciones espontáneas. Los asentamientos dirigidos presuponen la existencia de grandes cantidades de recursos inagotables, capaces de alojar a miles de pobladores excedentes. La realidad, sin embargo, puede verse en las experiencias de Brasil, Solivia y Perú (Nelson, 1973).

En el Brasil, comenzaron a desarrollarse pequeños proyectos de colonización dirigida en 1970. Se creó el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA) para llevar a cabo "Proyectos integrados de colonización" (PICs), con objetivos económicos y de ordenación de los esfuerzos de colonización espontánea. Estos proyectos se concentraron en el nordeste del Mato Grosso (PIC Paulo de Assis Ribeiro), en Rondonia y el este del Acre, con el objeto de asentar unas 29 000 familias. Sin embargo, estudios independientes indican que fracasaron, debido a la incapacidad burocrática, la deficiente selección de los colonos, la contraproducente liberalidad para la titulación de tierras y la concesión de los préstamos, el alto costo impositivo de mantener a los colonos y la deficiencia de los servicios sociales y los mecanismos comerciales.

En Bolivia, la terminación de la carretera asfaltada Cochabamba-Santa Cruz en 1954, impulsó las migraciones espontáneas hacia la región oriental del país, iniciándose los trabajos tendientes a establecer colonizaciones dirigidas.

En 1953, con la asistencia técnica y financiera de la Misión Andina de las Naciones Unidas, el Programa Cotoca reasentó 78 familias del Altiplano y los valles, de las que quedaban sólo 10 familias en 1975. Aparentemente el excesivo paternalismo, al proporcionar a cada familia una casa, una a dos hectáreas desbrozadas, herramientas y otros insumos, no permitió alcanzar los resultados deseados, y los colonos, desalentados, regresaran a sus comunidades de origen.

En 1954, se estableció la Colonia Arena con 240 familias, 130 de las cuales eran de origen japonés, dentro de un arreglo cooperativo entre Bolivia y el Japón. Las familias japoneses posteriormente se separaron y formaron la Colonia Okinawa. En 1951,18 familias menonitas establecieron otra colonia en los alrededores de Santa Cruz. Estas colonias encontraron graves problemas derivados de la erosión y la pobreza de los suelos, la inadecuada asistencia técnica y falta de los conocimientos necesarios para llevar a cabo los proyectos.

El Plan de Desarrollo Económico y Social de Bolivia para 1962-71 contemplaba una intensiva colonización en las zonas del Alto Beni (La Paz), Chimore (noroeste de Cochabamba) y Yapacani-Puerto Grether (noroeste de Santa Cruz). El esfuerzo contaría con el financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo y del Gobierno boliviano, y tenía por objeto asentar 8 000 familias provenientes de los valles interandinos y del Altiplano, en 150 000 hectáreas en un período de tres años. El proyecto se inició en 1966, pero a fines de ese año sólo se habían asentado unas 3 200 familias, el 19 por ciento de las cuales había desertado. Hacia 1970 la tasa de deserción se había incrementado notablemente, lo que se atribuyó a las dificultades de adaptación de los pobladores andinos al medio selvático.

En las décadas de 1960 y 1970, el Perú experimentó una desordenada ocupación del territorio de la Selva, particularmente de la parte alta, por parte de miles de campesinos andinos. Su bajo nivel de vida produjo la degradación y destrucción de los bosques y los suelos. Para proteger los recursos de la Selva, el país encaró la ejecución de cuatro proyectos de ocupación dirigida: Tingo María-Tocache-Campanilla (en adelante Tingo María) y Picharí en la Selva alta, y Jenaro Herrera y Marichín-Río Yavarí en la Selva baja. También en esta subregión se inició el proyecto de Saispampa, por una empresa agrícola originada por la reforma agraria de 1969. En tres de los proyectos los colonos serían de origen serrano, mientras que en Jenaro Herrera y Marichín provendrían de la propia región de la Selva, para escapar de los problemas de las inundaciones y procurando incorporarse a la economía de mercado (Martínez, 1976).

Estos proyectos aún no han logrado asentar al número esperado de familias. Sólo el 59 por ciento de las tierras se han adjudicado (142 413 ha), de las cuales únicamente el 30 por ciento se ha utilizado en la práctica. Igualmente, sólo se ha asentado a un 59 por ciento del total proyectado de familias, cifras que serían mucho menores si se tuviera en cuenta la alta tasa de deserción (Cuadro 8-6).

Ninguno de estos esfuerzos de ocupación ha logrado adelantos significativos en cuanto al reasentamiento de pobladores y la explotación intensiva de la tierra; tampoco han podido disminuir la presión demográfica sobre la tierra en la región andina ni reorientar los flujos migratorios andino-costeños, incrementar la productividad agrícola ni transformar las economías ribereñas de subsistencia en economías de mercado. Los colonos experimentaron niveles de vida y de trabajo tan bajos como los observados en la migración espontánea.

Cuadro 8-6 INFORMACION BASICA SOBRE LAS COLONIZACIONES DIRIGIDAS (Antes de 1974)

Colonia

Ubicación Regional

Distancia a (km)

Años de establecimiento

Colonizada

Extensión Adjudicada

Aprovechada

Por establecer

Familias establecidas

Costob en soles (Millones)

Tingo Maria-T.C.

Selva Alta
(Huallaga)

Lima: 630

1966

140000

122685

39458

4680

3794

2104

Pichari

Selva Alta
(Apurimac)

Ayacucho: 200

1961

18710

7890

1710

500

360

100

Jenaro Herrera

Selva Baja
(Ucayali)

Iquitos: 300

1965

47500

6842

1328

1400

418

20

Marichin-RY

Selva Baja
(Ucayali)

Iquitos: 500

1971

10000

5000

400

100

50

22

Saispampaa

Selva Baja
(Ucayali)

Lima: 840

1972

26000

-

200

1500

30

15

Total




242210

142417

43096

7180

4252

2261

a. Duración 20 años.
b. Dolar = 43.58 soles.

El fracaso de los asentamientos dirigidos se debe a diversas razones, que van desde la inexperiencia y los errores humanos hasta la desastrosa experiencia de catástrofes naturales. En ausencia de una política coherente y decidida lejos de los principales mercados para sus productos, los planes de desarrollo rural y regional no fueron coordinados, y no se invirtió suficiente dinero como para que tuviese éxito. Otros problemas fueron la total dependencia de las actividades agropecuarias para generar ingresos, el lento establecimiento de las infraestructuras de comunicación y de servicios, la adjudicación individual de las parcelas en un medio donde los cultivos requieren muchos cuidados y, por último, la falta de conocimiento de los colonos sobre sus nuevas tareas.

La asistencia técnica - recursos humanos, materiales y financiamiento - fue insuficiente. El número de extensionistas no fue suficiente para atender a una población de campesinos dispersa y sin experiencia en agricultura y manejo de suelos, y los automóviles y las embarcaciones fueron demasiado escasos para permitir una rápida movilización. También resultó difícil la obtención de préstamos adecuados para el mantenimiento de los campesinos en el período de crecimiento de sus cultivos (Miller y Martínez, 1981).

El Plan Nacional de Desarrollo 1971 -1975 (INP, 1971) reconocía esta realidad. Al señalar los intentos de desarrollo fracasados en las que denominaba "zonas de frontera económica", expresaba que se promoverían los esfuerzos tendientes a lograr la incorporación de las tierras y efectuar inversiones complementarias a los intereses agropecuarios establecidos.

En las colonias, la ganadería reemplazó frecuentemente a la agricultura en los casos en que ésta había fracasado, pero tampoco fue demasiado exitosa. La tecnología empleada para la cría de ganado en la Selva tropical fue la misma utilizada en las regiones templadas, que cuentan con amplias praderas naturales. Pero el pastoreo en praderas que anteriormente estaban cubiertas de bosques compacta rápidamente los delicados suelos, y se ve expuesto al nuevo crecimiento de la vegetación boscosa. Ello obliga a los colonos a desbrozar nuevos bosques, haciendo que la cría de ganado se convierta en una actividad itinerante. Además, las razas utilizadas (Brown Swiss, Holstein, cebú, criollo) se seleccionan de acuerdo con la disponibilidad y se introducen sin un adecuado conocimiento de los cuidados que requieren. Los animales generalmente llegan en condiciones sanitarias deficientes por el largo viaje desde lugares lejanos. Además, en 1974, en Tingo María había sólo un veterinario para cubrir un área de 1 200 km2. Por último, las demoras en la obtención de préstamos y las fluctuaciones de precios impiden la adquisición de grandes cantidades de cabezas de ganado de alta calidad.

Los Riesgos Naturales

El curso caprichoso y las inesperadas crecientes de los grandes ríos, los bruscos cambios de temperatura, los deslizamientos en la Selva alta y la rápida difusión de las enfermedades amenazan el desarrollo de los asentamientos humanos de los trópicos húmedos. Estos fenómenos pueden destruir los ahorros de toda una vida e inutilizar la inversión de grandes cantidades de recursos empleados para combatirlos. Por ejemplo, Iquitos es la ciudad más importante del oriente peruano, fundada junto con Manaos, Brasil, durante el auge del caucho en el siglo pasado. Como consecuencia de las inundaciones y la erosión de las orillas, Iquitos sufre los embates anuales del Amazonas, que parece haberla condenado a una eventual desaparición. Todas las soluciones posibles han resultado inútiles, desde la construcción de costosos muros de contención hasta dejar que la naturaleza siga su curso.

En 1982, el río Huallaga inundó inesperadamente un amplio sector de Uchiza, un antiguo poblado de origen colonial, destruyendo viviendas, cultivos y caminos y causando la muerte de cientos de animales y seres humanos. Muchos pobladores perdieron todos sus bienes, y algunos se vieron forzados a emigrar hacia la Costa a vivir con parientes.

A principios de la década de 1950, las inesperadas inundaciones del Ucayali provocaron una considerable destrucción de cultivos y ganado en tierras que normalmente sólo se inundan en forma esporádica y leve. Ello impulsó a los pobladores a agruparse y fundar otro pueblo en terrenos más altos, que en la actualidad está siendo carcomido paulatinamente por el mismo río al cambiar de curso.

En 1970, las inundaciones causadas por las crecidas del Amazonas dieron lugar a la creación del poblado de Choro Yacu, en el camino entre Iquitos y la frontera con el Brasil. Unas 30 familias provenientes de varios caseríos cercanos se unieron para formar el pueblo. Esas mismas inundaciones originarían el fracaso del proyecto de asentamiento ganadero dirigido de Marichín-Río Yavarí, y las inundaciones provocadas por los ríos Tambopata y Madre de Dios amenazaban constantemente al pueblo Puerto Maldonado.

A principios de la década de 1950, el asentamiento de Pucaramayo, ubicado en la Selva alta de la Provincia de Sandia, en Puno, fue destruido casi totalmente por los deslizamientos originados en los cerros circundantes. Al mismo tiempo, las inesperadas bajas de las temperaturas en el valle alto selvático de Tambotara (Sandia, Puno) en la fase de maduración de los cafetos ocasionaron la ruina de muchos colonos, llevando a algunos a abandonar el valle.

Fuertes surazos (vientos que se originan en la Patagonia) causaron considerables perjuicios en Puerto Maldonado en la década de 1960, arrancando los techos de la mayoría de las viviendas, mientras que las menores temperaturas produjeron la pérdida de cultivos y de frutas.

Por último, las plagas como la broca (un barrenador del cafeto) y enfermedades como la fungosis de la papaya, son peligros latentes en grandes extensiones de la Selva Central que amenazan la estabilidad de los colonos, les causan grandes dificultades económicas y determinan altas tasas de deserción en los asentamientos dirigidos.

Problemas de Planificación

Los factores naturales que constantemente afectan a los asentamientos humanos de los trópicos húmedos, pueden desbaratar los planes mejor intencionados. Los planificadores deben considerar factores tales como las pronunciadas pendientes en la Selva alta y los meandros que forman los grandes ríos, así como los cambios provocados por la actividad humana.

Una adecuada planificación se sustenta fundamentalmente en el conocimiento de todos los factores que dicha planificación habrá de afectar. Sin embargo, los conocimientos acerca de la Selva alta y baja son escasos, como lo revela lo ocurrido con los esfuerzos anteriores de colonización. La insuficiente comprensión de las características de la Selva, de las propiedades físicas de las maderas, de la capacidad de los suelos o de los flujos estacionales de los ríos, de los efectos de los cambios en el curso de los mismos, de la actividad humana, el comportamiento de los peces y otros factores, limitan seriamente la capacidad de planificar en forma adecuada.

El factor humano también tiene importancia. El funcionamiento de la economía de los pobladores ribereños es apenas comprendido. Sólo se conocen los tipos de sus asentamientos y que sus economías son multifacéticas. Los estudios acerca de esta región son más escasos que los que describen a algunas poblaciones nativas. El manejo del bosque se basa más en supuestos que en cuidadosas observaciones empíricas, y los limitados conocimientos que se tienen de algunas comunidades deben aplicarse a otras. El sistema de comercio impuesto por los rescatistas es apenas conocido; sin embargo se le considera a priori perjudicial para todos los productores. La forma en que los colonizadores espontáneos organizan el trabajo comunal para realizar tareas concretas no es bien comprendida. La estructura de poder dentro de una microrregión es casi totalmente desconocida. Igualmente es poco comprendida la forma en que los colonos participan en el proceso de planificación, a pesar del difundido concepto de que la población debe participar en los proyectos de desarrollo. En resumen, los cambios que se proyectan para esas poblaciones se basan más en nuestros propios preconceptos que en los conocimientos que surgen de la investigación. Hasta que no comencemos esa investigación, nuestro fracaso será seguro.

Referencias

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