Discursos

DR. OSCAR ALFREDO SANTAMARÍA
DÉCIMO NOVENA CÁTEDRA DE LAS AMÉRICAS - PROCESOS DE RECONCILIACIÓN EN LAS AMÉRICAS: EL CASO DE EL SALVADOR

16 de febrero de 2007 - Washington, DC


Señoras y Señores:

Me complace y tengo el honor de participar ante tan distinguida y selecta audiencia en este im-portante Foro: “La Cátedra de las Américas”, para disertar conjuntamente con mi compatriota el Dr. Fidel Chávez Mena, sobre el proceso de reconciliación llevado a cabo en El Salvador hace quince años.

Deseo agradecer al Señor Secretario General su gentil invitación para intervenir como orador en la decimonovena Cátedra de la Serie de Cátedras de las Américas, agradecimiento que hacemos extensivo a la Junta Directiva de la Cátedra.

Asimismo, no puedo dejar de manifestar que nos sentimos sumamente honrados y motivados al hablar desde emblemática tribuna, pues sabemos que por ella han desfilado prestigiosas persona-lidades internacionalmente reconocidas, enfocando temas centrales de la agenda hemisférica, por lo que gozando de tan enorme privilegio, procederemos a compartir nuestras reflexiones con el público de las Américas, sobre la experiencia vivida por la sociedad salvadoreña en sus esfuerzos por la construcción de la Paz de que actualmente goza.

I- EL CONFLICTO ARMADO Y SUS ORIGENES

En el marco de una visión general acerca del conflicto armado de El Salvador, podemos sostener que sus orígenes se basan en dos referentes: el interno relacionado con un sistema político autori-tario y represivo durante las décadas anteriores a los años 80, donde los continuos fraudes electo-rales, el cierre de espacios a la participación política de los sectores de oposición, la restricción de las libertades fundamentales y violaciones sistemáticas de los derechos humanos, aunados a la marginación social e injusticia económica, se constituyeron en principales detonantes que condu-jeron vertiginosamente a una situación de inestabilidad política y social, que se tradujo en una polarización creciente de las fuerzas sociales, en la pérdida de confianza y credibilidad en los partidos políticos y en un acelerado proceso de deterioro de las instancias de mediación entre la sociedad civil y Estado; fenómeno que desencadenó finalmente en una crisis nacional.

Y por otra parte el externo, donde el conflicto armado se vio altamente influenciado y estimulado por la lucha política, ideológica y militar producto de la confrontación Este-Oeste, que se trasla-dó con mayor fuerza a Centroamérica, mediante una clara intervención extranjera en los asuntos internos, como ocurrió en el caso de Nicaragua y El Salvador.

En el marco de la polarización interna y de la intromisión externa, tanto el Gobierno como los grupos aglutinados en y alrededor del FMLN, mantenían la tesis de la vía armada como medio para la solución de la grave problemática del país, bajo el firme convencimiento de una victoria militar. Esta tesis se fue fortaleciendo en la medida que aumentaba el apoyo político–diplomático, logístico, militar y financiero proveniente del exterior para ambos bandos.

II. PRIMERAS SEÑALES PARA UNA SOLUCIÓN POLÍTICA DE LOS CONFLICTOS ARMADOS EN CENTROAMERICA

Por otra parte, si bien durante el desarrollo del conflicto hubo varios intentos de diálogo, particu-larmente durante el período entre 1981 y 1986, éstos no tuvieron el resultado esperado debido a que obedecían más que todo a una estrategia de tipo táctico dentro del marco de la guerra y no a una verdadera voluntad para alcanzar la paz.

En el plano político éstos diálogos se orientaban predominantemente a una propaganda interna y externa, tratando de demostrar una voluntad de negociar inexistente; en el plano militar, se bus-caba ganar tiempo para el rearme, reagrupamiento y movilización estratégico-táctica de las posi-ciones; y en el plano político se pretendía obtener la simpatía y apoyo del pueblo respecto a las “buenas intenciones de las partes”.

No obstante, es de destacar que durante el transcurso de la guerra la comunidad internacional lle-vó adelante diferentes iniciativas para promover una solución política negociada al conflicto, rea-lizando gestiones y haciendo llamados al diálogo, tal como fue el caso del Grupo de Contadora, integrado por Colombia, México, Panamá y Venezuela, y al cual posteriormente se agregó el Grupo de Apoyo, constituido por Argentina, Brasil, Perú y Uruguay; así como también contribu-yó en el mismo sentido, la Comunidad Económica Europea.

Asimismo, el Secretario General de las Naciones Unidas y el Secretario General de la Organiza-ción de los Estados Americanos, emprendieron diversas iniciativas para ayudar a renovar el pro-ceso de diálogo. En enero de 1987, en un esfuerzo concertado por formular un enfoque conjunto que permitiera abordar los problemas que aquejaban a la región, los dos Secretarios Generales, acompañados por los Cancilleres de esos ocho países, visitaron las naciones de Centroamérica para impulsar un proyecto de acuerdo regional.

Aunque las iniciativas externas eran valiosas por cuanto representaban aportaciones a la paz y a la seguridad regional, en los países centroamericanos existía la convicción de que los problemas debían resolverse por los propios actores involucrados directamente en la crisis, es decir por los mismos centroamericanos, a través de propuestas de solución regional.

De tal consideración surge el Acuerdo de Esquipulas II, suscrito por los Presidentes Centroame-ricanos, el 7 de agosto de 1987, el cual contenía el “Procedimiento para Establecer la Paz Firme y Duradera en Centroamérica”, a fin de favorecer mediante el diálogo, la solución pacífica de los conflictos, contribuyendo a la vez, a la generación de las condiciones para impulsar los procesos de transición hacia la democracia en determinados países de la región.

Estos Acuerdos desentrañaban una de las claves más importantes – sino la principal - de lo que posteriormente sucedería en El Salvador: el hecho de que una solución militar a los problemas en Centroamérica no tenía cabida. Era necesario llegar a acuerdos sobre la base de una solución político-diplomática referida a la negociación de los conflictos prevalecientes. El primer impe-rativo de los Acuerdos de Esquipulas II era entonces la búsqueda del diálogo como instrumento de solución pacífica para las diferencias existentes.

Los citados Acuerdos planteaban un diseño general dentro del esquema de solución pacífica de los conflictos. En este sentido, el fin de la guerra no era concebido como resultado únicamente de un cese de las acciones militares, sino de la realización de un conjunto interdependiente de acciones dirigidas a: la consolidación de las Instituciones democráticas y el Estado de Derecho; la promoción de un diálogo nacional y una amnistía general; la celebración de elecciones libres y periódicas y la reincorporación de las fuerzas irregulares o insurgentes a la vida política, civil, institucional y productiva, acompañado todo ello del compromiso de los países de impedir el uso de su territorio para desestabilizar a otros Estados de la región.

III. EL PROCESO DE DIALOGO: INSTRUMENTO PARA ALCANZAR LA PAZ EN EL SALVADOR

La noche del 31 de Diciembre de 1991 cambió el curso de la Historia de El Salvador de manera definitiva. Ese día memorable se firmó el Acta de Nueva York que declaraba que se habían al-canzado acuerdos definitivos, cuya ejecución pondría fin al conflicto armado en El Salvador. Con ello, cambio también la Historia de los países centroamericanos que hemos vislumbrado nuestro destino como una región única e indivisible, donde cualquier conflicto en una de nues-tras naciones termina –como en efecto sucedió en los años ochenta- por afectar al resto de los países.

El Acta constituía la culminación de veintiocho meses de arduas conversaciones de paz, cele-brada bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Esa noche también concluía el último día del período del anterior Secretario General de las Naciones Unidas, Doctor Javier Pérez de Cuellar que coronó su mandato con ese importante logro para la paz regional.

Atrás quedaba una cruenta conflagración civil que duró doce años, al alto costo de mas de 75,000 víctimas entre la población salvadoreña y profundas heridas en una sociedad que se fracturó dramáticamente en posiciones aparentemente antagónicas e irreconciliables, en un entorno de conflicto social, destrucción devastadora y pobreza. Ese mismo día se anunció que el Acuerdo final de paz sería firmado en la ciudad de México, el 16 de Enero de 1992 en lo que se conoce históricamente como los Acuerdos de Chapultepec.

Por circunstancias del destino me correspondió presidir el Grupo de negociadores del Gobierno de El Salvador, por mandato expreso del Presidente Alfredo Cristiani y confieso sinceramente que sólo la perspectiva del tiempo transcurrido desde entonces, ha permitido a muchos salvado-reños, incluyéndome a mí mismo, apreciar en toda su dimensión y magnitud, el impacto tan pro-fundo, decisivo y permanente de los acuerdos alcanzados en nuestro proceso posterior de re-construcción y refundación de las bases de una visión de nación a la que todos los salvadoreños estamos llamados a participar y contribuir.

Desde aquella noche, han transcurrido ya más de quince años de aquellos transcendentales acuerdos. Por eso, considero que esta exposición no debo limitarla a un recuento frío y mecánico de las intensas reuniones celebradas entre el Gobierno de El Salvador y el FMLN bajo los auspi-cios de las Naciones Unidas.

Por el contrario, esta exposición me brinda la ocasión de compartir con todos Ustedes -con la objetividad que da el transcurso de más de un decenio-, los hechos y las claves que posibilitaron el éxito de este proceso; su intrínseca relación con el proceso global de paz en Centroamérica y, especialmente, su invaluable contribución a la nueva etapa que se vive en El Salvador.

De ahí que deba dar a los organizadores de este evento, mis agradecimientos por darme un espa-cio en el cual compartiré mis reflexiones sobre este período de nuestra historia que ha tenido tan profundas implicaciones y que involucró un esfuerzo nacional, regional e internacional sin pre-cedentes, particularmente por el involucramiento tan directo y activo de las Naciones Unidas y del grupo de países amigos del Secretario General, España, México, Venezuela, Colombia y los Estados Unidos de America, en apoyo al Proceso de Paz de El Salvador.

IV. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES QUE GUIARON LA NEGOCIACIÓN DE LOS ACUERDOS DE PAZ EN EL SALVADOR

Solución Política

Siempre hemos considerado que una de las claves del éxito del proceso negociador en El Salva-dor se basó en el convencimiento de que era necesario dar una respuesta política a una crisis de carácter bélico, pero con orígenes políticos.

Sabíamos que mantener la confrontación interna en el terreno militar, no conduciría a ninguna parte, retornándonos al eterno circulo vicioso donde sólo hay vencidos y el pueblo de El Salva-dor, resultaba ser siempre el único gran perdedor.

La solución política permitía, entonces romper la constante histórica donde los vencidos de ayer eran los vencedores de hoy y viceversa, hundiendo al país en una guerra de costos y proporcio-nes incalculables que alejaban cada vez más la posibilidad de construir los perfiles y los intereses comunes que efectivamente tenemos como nación.

Los acuerdos se alcanzan por consiguiente, en la medida en que abandonamos la idea de imponer una salida armada a la crisis prevaleciente y, en su lugar instalamos un esfuerzo de concertación y de búsqueda de consensos de naturaleza política que no solo se lograron finalmente, sino que incluyeron la reforma, transformación y creación de un conjunto de instituciones y del marco legal de nuestro país, cuyas repercusiones como lo desarrollaré más adelante, perduran hasta nuestros días.

En su discurso de Toma de Posesión, el Primero de Junio de 1989, el Presidente Alfredo Cristia-ni no sólo expresó la disposición de “trabajar, desde el primer día de nuestro gobierno en la bús-queda de la paz, ... “, sino que también definió el perfil político del diálogo al indicar que “no estamos pidiendo la rendición de nadie... el diálogo con todos los sectores debe de hacerse dentro del marco de la ley y el que tengamos con el FMLN no tiene porque ser la excepción”.

Ahí mismo propuso un diálogo con las siguientes características:
- Un diálogo permanente, serio y reservado entre el sector democrático del país y el FMLN.
- Constituir una Comisión del Diálogo con personalidades democráticas de amplio recono-cimiento nacional, que inspiren confianza por su honorabilidad y capacidad.
- Que el FMLN, designe las personas que dialogarán en representación de ellos para cons-tituir la Mesa de Diálogo.
- El Diálogo seguirá la calendarización convenida y no se suspenderá unilateralmente por ningún motivo.
- Realizar por parte del Gobierno de El Salvador, todas las etapas del proceso negociador en constante consulta con las fuerzas políticas establecidas.
- Que el diálogo, al menos durante un tiempo prudencial, se realice fuera del país, de ser posible en Centroamérica.

Reformas democráticas

Creo que otro principio fundamental que guió el diálogo fue precisamente la disposición que siempre tuvo el Gobierno de El Salvador, de abrir las puertas a una reforma profunda de las insti-tuciones democráticas del país, dentro del marco de la ley como lo dijo el propio Presidente Cris-tiani. Esto implicaba la posibilidad – llevada después al terreno de las realizaciones- de efectuar las reformas jurídicas necesarias para dar cumplimiento a los acuerdos que se llegaran a conve-nir.

Nunca tuvimos entonces la idea de negociación sin contenidos sustanciales. Sabíamos -y está-bamos dispuestos a ello- que el fin de la guerra implicaba necesariamente profundas transforma-ciones en el sistema político y que sería tremendamente difícil convencer a algunos sectores so-bre la necesidad y conveniencia de proceder a su realización en aras del interés nacional mayor de El Salvador.


Garantía de los Derechos Humanos
En este sentido los Acuerdos de Paz trazan la necesidad de profundizar nuestro proceso democrá-tico, abriéndolo a una mayor participación y a la construcción de Instituciones con legitimidad democrática, garantes del Estado de Derecho y de la promoción y defensa de los Derechos Humanos.

Reunificación de la sociedad dividida

Un cuarto principio fundamental que guió nuestras negociaciones, está profundamente ligado al anterior. Era evidente que nuestra sociedad estaba profundamente escindida y que era necesario dar cabida a un proceso político de reunificación y reconciliación nacional.

Esta tarea no podía hacerse únicamente en las palabras, era necesario traducirla en hechos: es decir, transformaciones institucionales y en acciones vinculadas a la promoción y preservación d los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Todos estos principios sustantivos que guiaron la negociación reflejaban cada uno de ellos el ca-rácter político de la misma, inspirada realmente en la voluntad de encontrar soluciones reales y concretas que permitieran superar de manera definitiva el conflicto bélico en El Salvador.


Verificación internacional

Finalmente, una idea innovadora y audaz que permeó todo el proceso desde el inicio, fue la deci-sión de dar participación activa, mediante los buenos oficios y la intermediación, a las Naciones Unidas, que llegaron a jugar un papel clave evidente en las diferentes etapas del proceso, gene-rando confianza al interior de las negociaciones, mediante un estrecho seguimiento a los acuer-dos alcanzados y colaborando en su papel de verificador en la adopción de los mismos.

Es así que en diciembre de 1989, en forma separada, el Gobierno de El Salvador y el FMLN so-licitaron al Secretario General que les apoyara en sus esfuerzos por lograr la pacificación del pa-ís.

V. EL ITINERARIO FORMAL DEL PROCESO

En términos generales, estos mismos principios fueron recogidos desde los inicios del proceso de concertación y van a estar presentes a todo lo largo del mismo.

En la reunión celebrada en México en septiembre de 1989, el Gobierno de El Salvador y el FMLN acordaron entablar un proceso de diálogo con el objeto de poner fin, por la vía política, al conflicto en El Salvador y continuar las reuniones para tal fin.

Los Acuerdos de Ginebra del 4 de abril de 1990, señalaron los objetivos del proceso –que real-mente no variaron en ningún momento- y que guardan total armonía con los principios a los que antes me he referido:

a) Terminar el conflicto armado por la vía política al más corto plazo posible.
b) Impulsar la democratización del país.
c) Garantizar el irrestricto respeto a los Derechos Humanos y
d) Reunificar a la sociedad salvadoreña.

Un primer problema planteado consistió en definir las etapas del proceso que abarcaría la nego-ciación de los acuerdos que permitirían el cese del enfrentamiento armado, para dar paso luego a otra etapa orientada a establecer garantía y condiciones que posibilitaran la incorporación de los antiguos combatientes del FMLN a la vida civil, institucional y política del país, en un marco de plena legalidad.

Estos primeros esfuerzos de aproximación, se plasmaron en la Agenda General y el Calendario del proceso de negociaciones, acordado en Caracas, el 21 de mayo de 1990. La agenda Política contemplaba los siguientes temas:

• Fuerza Armada
• Derechos Humanos
• Sistema judicial
• Sistema Electoral
• Reforma Constitucional
• Problema Económico y Social
• Verificación de las Naciones Unidas

Luego vino la negociación de uno de los Acuerdos mas importantes en el proceso, que catapultó realmente las negociaciones y abrió las puertas a situaciones jamás conocidas antes y a hechos sin precedentes en la Historia de las Naciones Unidas, salvo posiblemente en países que aún no habían alcanzado su plena independencia, pero en una situación completamente diferente.

Me refiero al Acuerdo de San José sobre Derechos Humanos del 26 de julio de 1990. Podemos decir que este acuerdo estuvo en la base de la adopción de la Resolución 693 (1991) del Consejo de Seguridad que estableció la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL).

El mandato de esta Misión consistió en la verificación de todos los Acuerdos Políticos que se firmaran entre las partes, pero que en una primera fase solo estaría referida al Acuerdo de Dere-chos Humanos. Fue integrada con un triple componente sin antecedentes conocidos:
• Una División de Derechos Humanos que tuvo especial preponderancia en el desarrollo del resto de la negociación.
• Una División Militar y
• Una división de Observadores Policiales

LA PARTICIPACION DE NACIONES UNIDAS

Se requería de un firme compromiso y una voluntad real de lograr el objetivo de la paz, ante la presencia de una instancia neutral que fuera capaz de llevar adelante un proceso imparcial y con-fiable para ambas partes, que pudiera conciliar los intereses y aspiraciones de cada uno de los contendientes y que actuara como facilitador, con iniciativa y creatividad para superar los mo-mentos difíciles que surgen en toda negociación, en fin, una instancia aceptable, que tuviera re-conocimiento internacional y poder de convocatoria para apoyarse en la comunidad internacional en torno a dicho proceso . Esta institución solo podía ser la Organización de las Naciones Uni-das.

Consecuentemente, Naciones Unidas inicia su rol con la firma del Acuerdo de Ginebra, mediante el cual las partes negociadoras se obligaron con el Secretario General de la organización mun-dial, a buscar una solución negociada a la crisis salvadoreña. Esto significó la participación de las Naciones Unidas en un proceso de paz muy diferente a las operaciones de mantenimiento de la paz de primera generación, limitadas a la observación y supervisión de etapas de tregua; cons-tituyéndose el caso salvadoreño en el precursor de una segunda generación de operaciones mas complejas y multidisciplinarias, que incluía no solo el establecimiento y mantenimiento de la paz, sino también la reconstrucción en la etapa post-conflicto.

El papel de las Naciones Unidas fue esencial durante todo el proceso, no solo en relación a las negociaciones para llegar a un acuerdo de paz, sino también en cuanto a la creación de condicio-nes para garantizar el éxito de este, dando origen a la opción de medidas extraordinarias en una situación de conflicto armado, estableciéndose por mandato del Consejo de Seguridad, la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL), inicialmente como una operación limitada para verificar y supervisar los compromisos del Acuerdo de San José sobre Derechos Humanos y la cesación del fuego, antes de constituirse en una operación integral para verificar todos los aspectos del enfrentamiento armado, como lo son la separación de fuerzas, el desarme y desmovilización de los ex – combatientes y el fin normal de las hostilidades, amplián-dose aun más sus funciones con el mandato de verificar el cumplimiento de otros compromisos políticos, económicos y sociales de los acuerdos de paz, incluyendo la incorporación formal del FMLN como nueva fuerza política.

El camino recorrido en todo el proceso de paz, desde sus inicios en 1989 hasta la firma de los acuerdos en 1992, así como en la etapa de cumplimiento de los compromisos adquiridos, fue sumamente complejo y difícil, con momentos críticos que pusieron a prueba al voluntad de las partes negociadoras y la capacidad creativa de las Naciones Unidas para superarlas, constituyén-dose al final en una experiencia original y primaria de un nuevo enfoque y metodología para la organización mundial, en relación al cumplimiento de su mandato en materia de paz y seguridad internacionales.


COOPERACIÓN INTERNACIONAL

No hay duda en afirmar, reconocer y agradecer la solidaridad y el apoyo político de la comuni-dad internacional al proceso de paz salvadoreño en el logro de una solución política negociada, pero como se ha señalado anteriormente, con base en el estrecho vínculo e interdependencia que existe entre la paz, la democracia y el desarrollo, se puso en marcha una política de complemento a los esfuerzos de pacificación para promover la asistencia y cooperación técnica y financiera internacional, no solo para resolver cuestiones derivadas del conflicto mismo, sino también me-diante la ejecución de proyectos de desarrollo para atender cuestiones prioritarias que habían si-do la causa de este.

Los Acuerdos finalmente se dieron por cumplidos y concluidos el 20 de diciembre de 2002, dan-do el Secretario General por terminada la verificación de las Naciones Unidas en El Salvador. Al concluir esta fase, se habían cumplido los grandes objetivos de los acuerdos de paz: el fin de la guerra, el compromiso del respeto, defensa y promoción de los derechos humanos, el impulso a la democratización y la reconciliación y reunificación de la sociedad salvadoreña.

A este respecto, el Secretario General de las Naciones Unidas, en su informe sobre la situación en Centroamérica A/57/384 Add. 1, de 20 de diciembre de 2002, expresó: “A LO LARGO DE LOS ONCE AÑOS TRANSCURRIDOS DESDE QUE SE FIRMO EL ACUERDO DE PAZ, LAS NACIONES UNIDAS (...), HAN SUPERVISADO ESTRECHAMENTE EL PROCESO DE PAZ Y HAN INFORMADO PERIÓDICAMENTE ACERCA DE LAS MEDIDAS ADOP-TADAS PARA DAR CUMPLIMIENTO A SUS AMPLIAS DISPOSICIONES (...) ASI, PUES, EN VISTA DEL PROGRESO ALCANZADO RESPECTO DE LA CUESTION DE LOS LI-SIADOS DE GUERRA, LA FUNCION DE VERIFICACIÓN QUE LA ORGANIZACIÓN CUMPLIO DESDE QUE SE FIRMO EL ACUERDO DE PAZ, HA LLEGADO A SU FIN”. “EL SALVADOR DE 2002 ES UN PAIS TRANSFORMADO: EL FMLN SE HA INTEGRA-DO PLENAMENTE EN LA VIDAD INSTITUCIONAL DEL PAIS, HAY AMPLIA LIBER-TAD DE EXPRESIÓN, LAS FUERZAS ARMADAS SE HAN REFORMADO. NO OBSTAN-TE, EL SALVADOR ATRAVIESA UNA TRANSICION DELICADA HACIA LA INTEGRA-CIÓN REGIONAL Y HEMISFÉRICA CON INSTITUCIONES AUN FRAGILES, CON UNA CULTURA POLÍTICA ENDEBLE Y AMPLIAS DESIGUALDADES SOCIO-ECONOMICAS”.(Fin de la cita).

VI. BALANCE

El Salvador es hoy un país en paz y en concordia. A más de quince años de la firma de los Acuerdos de Paz, como dije en una entrevista hace algún tiempo, El Salvador es otro país. Su futuro se vislumbra distinto.

Podemos decir con verdadero satisfacción que se desmantelaron las estructuras que sostenían el conflicto y las antiguas fuerzas insurgentes se incorporaron a la vida civil, institucional, política y productiva.

Las disputas que antes pretendían resolverse en los campos de batalla, hay se resuelven en la Asamblea Legislativa del país. Hoy ya no es necesario tomar un arma para luchar por un mejor destino para El Salvador. Las instituciones democráticas son hoy un recinto de un debate plura-lista y amplio, donde la sociedad civil tiene una destacada participación en las grandes decisiones que tienen que ver con el desarrollo. Ahora estamos todos participando en la toma de decisiones para construir un futuro mejor para nuestro país, ya no hay exclusiones como en el pasado.

Los antiguos contendientes en el conflicto armado, hoy razonan sus diferencias civilizadamente en el ámbito parlamentario y dentro del marco de la libre expresión del pensamiento y la palabra. Las disputas han dejado de resolverse por la fuerza de las armas e impera el diálogo civilizado en todo el país.

Las antiguas organizaciones insurgentes, hoy son partidos políticos organizados legalmente y participan en los diferentes comicios electorales a todos los niveles y tienen sus representantes en la Asamblea Legislativa y Consejos Municipales.

Las instituciones sufrieron una profunda reforma y transformación que alteró los antiguos pará-metros del Poder; la Constitución refleja hoy un nuevo consenso y alberga un nuevo pacto social.

El país se ha desmilitarizado y el Poder civil impera sobre las autoridades militares. Hoy somos una sociedad civil y civilista.

Hay efectivamente un Nuevo El Salvador.

Hoy por hoy, el impacto de los Acuerdos de Paz continúa siendo un marco de referencia en la construcción de la visión de Nación. Se marcaron verdaderos cambios estructurales que conmo-vieron los cimientos de nuestra sociedad y consolidaron la Democracia, el Estado de Derecho y las garantías relativas al respeto irrestricto de los Derechos Humanos, removiendo estructuras que ya no respondían ni a las necesidades ni a las aspiraciones del país.

Muchos han dicho que los Acuerdos de Chapultepec debieron ir más lejos. Sin embargo, estamos totalmente conscientes de las limitaciones de tales acuerdos que no pretendían de ninguna mane-ra resolver todos los problemas y menos aquellos problemas de honda raíz económica y social.

Es cierto que construimos una agenda de paz, pero la Agenda del Desarrollo está aún pendiente. La verdad es que no nos propusimos una negociación sobre el desarrollo del país, que tiene su propia mecánica, compromisos amplios y gradualidad.

Es obvio que el desarrollo no se alcanza en una negociación de 28 meses, es un desafío del país, que mueve todos los resortes nacionales y que se ubica en otras coordenadas y en otros paráme-tros y atiende otras circunstancias muy diferentes.

El desarrollo es un problema común a muchos países y tiene una agenda, una dinámica y actores distintos. Nuestra agenda fue eminentemente política y con un objetivo fundamental de ponerle fin a la guerra. La sola pretensión de haber querido abarcar más, nos hubiera condenado al fraca-so.

El reto de la Agenda del Desarrollo es un desafío nacional que compete a todas y a todos los sal-vadoreños, pues implica enfrentarse con problemas de gran magnitud como la pobreza, la margi-nalidad, las carencias en materia de educación, salud, empleo y vivienda que aún perviven en nuestro país y que solo pueden resolverse actuando con visión de nación.

No es un reto fácil. Lo que sí estoy seguro es que requiere de la participación de todos –incluida la Comunidad Internacional- en apoyo a nuestros propios esfuerzos.

Tengo la certeza de que El Salvador, sabrá sacar en la construcción de su futuro, las mejores lec-ciones del pasado. Lo que se hizo en el tema de la paz, fue posible porque antepusimos los inter-eses que tenemos como nación, a los intereses partidarios o ideológicos.

Puedo afirmar que libramos no una guerra entre nosotros, sino una batalla para la paz de todos. Como dije al inicio, sin vencidos ni vencedores. Sin “exigir la rendición de nadie”, sostenía el Presidente Cristiani cuando asumió su mandato.

Ese espíritu participativo, de tolerancia y solidaridad, puede ayudarnos nuevamente a lograr el éxito en la construcción y ejecución de la Agenda de Desarrollo de El Salvador y convertir los Acuerdos de Chapultepec, en inspiración para alcanzar consensos en favor del Desarrollo Huma-no con equidad, en una nueva etapa de concertación, esta vez, nacional y con claros referentes que permitan ejecutar un verdadera Agenda de Nación para el progreso económico y social de nuestro pueblo, cuyo sacrificio y valentía le ha hecho merecedor de un mejor destino.

Muchas gracias!!!!!