Discursos

ING. CARLOS MORALES TRONCOSO, CANCILLER DE LA REPÚBLICA DOMINICANA
PALABRAS DEL CANCILLER DE LA REPÚBLICA DOMINICANA, ING. CARLOS MORALES TRONCOSO, EN EL ACTO DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA OEA EN EL NUEVO SALÓN DE CONFERENCIAS DE LA SECRETARÍA DE ESTADO DE RELACIONES EXTERIORES

5 de junio de 2006 - Santo Domingo, D. N. República Dominicana


Excelentísimo Señor Presidente de la República, Dr. Leonel Fernández Reyna
Honorable Primera Dama de la República, Dra. Margarita Cedeño de Fernández
Honorables Señores Cancilleres y Jefes de Delegación
Honorable Señor Secretaria General de Estados Americanos, Dr. José Miguel Insulza
Honorable Señor Secretario General Adjunto, Sr. Albert Ramdin
Reverendo Padre Ramón Alonzo, Rector Magnífico de la Universidad Santo Domingo,
Señoras y Señores Representantes de los Países Observadores Permanentes,
Representantes de Organismos Internacionales,
Invitados Especiales;
Señoras y Señores:


Hoy tenemos sobrados motivos para celebrar. Uno es el gran honor y satisfacción que constituye para nosotros, que el Trigésimo Sexto Período de Sesiones de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) se esté celebrando en la República Dominicana; y el otro, que la misma tendrá como escenario este nuevo y moderno salón de conferencias, construido en ocasión de este importante evento y dotado con la más alta tecnología.

Cuando hace diez años, durante su primer mandato, el Presidente Leonel Fernández hizo la promesa de introducir la Era Digital en el sistema público escolar, hubo quienes miraron ese compromiso con la misma desorbitación de ojos que si hubiera dicho que iríamos de excursión a la Luna. Así de lejana y ajena a nuestras posibilidades pareció aquella propuesta.

En ese proyecto de 1996 estaba el germen de una de las principales preocupaciones del Presidente Fernández: la de ver que no contábamos con la plataforma de un plan consensuado de desarrollo nacional.

La preocupación de que como nación, la República Dominicana había estado llegando con retraso a todos los esquemas que prometían crecimiento, la superación del subdesarrollo y el fin de las desigualdades. El temor de que repitiéramos la tardanza, y que el país no estuviera preparado para montarse en el próximo tren: el tren de la Era Digital.

La mayor riqueza de la República Dominicana son los dominicanos.

Nuestra vía segura al desarrollo es la educación, la difusión universal de la información y del conocimiento, y por eso estamos políticamente comprometidos a estimular el desarrollo de las infinitas posibilidades del potencial de nuestros recursos humanos. Y para hacerlo, tenemos que utilizar las tecnologías de la información y la comunicación, que son las que nos llevarán a convertirnos en una sociedad del conocimiento.

Una sociedad en la que la conversión del conocimiento es un factor crítico para el desarrollo productivo y social.

Una sociedad en la que se fortalezcan los procesos de aprendizaje como medio para asegurar la apropiación social del conocimiento y su transformación en resultados útiles.

Esa visión fue la que nos llevó a proponer el tema de gobernabilidad y desarrollo en la sociedad del conocimiento como eje central de los debates.

Permítanme agradecer la gran acogida que nuestra sugerencia ha tenido entre todos los Estados miembros, y la variedad de propuestas con las que han estado enriqueciendo el proyecto de la Declaración de Santo Domingo, nombre con el que pasará a la historia hemisférica el documento central de esta Asamblea.

La República Dominicana sugirió ese tema, porque en el continente americano hemos observado cómo la democracia y su vulnerabilidad se mantienen en una constante contradicción.

Ayer en todo el día sostuvimos los diálogos que han servido de ambientación y de base para la plenaria. Probamos el valor, el alcance y las limitaciones de ese instrumento maravilloso que es el diálogo.

Hoy se dará inicio a este trigésimo sexto período de sesiones de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, donde habremos de conocer el tema general de este encuentro, el de la gobernabilidad y el desarrollo en la sociedad del conocimiento, y los otros importantes asuntos que figuran en la agenda.

Al debatir y reflexionar en las sesiones plenarias sobre el tema que hemos propuesto, les exhortamos a que lo hagamos con el mayor detenimiento y amplitud, con la conciencia puesta en el reconocimiento de que el de la sociedad de la información y el conocimiento es un nuevo paradigma, el paradigma clave de nuestro tiempo, un paradigma en el que la riqueza de las naciones es medida por la capacidad de su gente.

Les pedimos que se preocupen por colocar este tema, tan trascendental y estratégico para nuestras naciones, en la dimensión en la que adquiere mayor sentido. En vez de poner el énfasis en las sofisticadas y frías tecnologías que caracterizan la sociedad del conocimiento, los propósitos deben estar puestos en darle la dimensión social a la tecnología,

• Ver cómo podemos utilizar esas herramientas para reducir la pobreza.
• Cómo emplearlas para mejorar la productividad, hacer a nuestros productores más competitivos y estimular el principio del desarrollo sustentable.
• Cómo usarlas para hacer a nuestras sociedades más igualitarias.
• Cómo pueden servir para hacer más participativos los regímenes democráticos que hoy predominan en el panorama político de nuestro Continente, y
• De qué manera esas tecnologías pueden garantizar la gobernabilidad.

Pensemos en las dudas, los descreimientos, en lo incierto que ha sido siempre el cambio dramático de un viejo estado de cosas. Identifiquemos los factores positivos con que contamos en nuestros pueblos.

Pongamos en la columna de los haberes la capacidad inventiva que demuestra nuestra gente, acostumbrada a buscar soluciones cuesta arriba y a encontrar insospechados nichos de actividades productivas para sobrevivir.

Tengamos en cuenta que en el contexto de la cultura popular, ya se le asigna un papel de primera importancia al estudio y al conocimiento. Que todos los padres están dispuestos a realizar cuantos sacrificios sean necesarios a fin de que sus hijos se eduquen, capaciten y profesionalicen.

Sabemos que hay mucha gente descreída en nuestras sociedades, o que sólo miran las limitaciones, el lado problemático y difícil de la realidad. Los que dicen que no podemos pensar en computadoras para los niños en las escuelas mientras haya adultos analfabetos.

Los que sólo asocian el Internet al entretenimiento y no alcanzan a ver cómo esa herramienta está cambiando el mundo y puede contribuir a la difusión de información, educación, entrenamiento y desarrollo.

Ahí está para desmentirlos, por ejemplo, el Fondo de Solidaridad Digital, una iniciativa de pequeñas naciones africanas pobres, que está utilizando conexiones de Internet de alta velocidad para tratar pacientes de VIH/SIDA en más de veinte hospitales en Burundi y en Burkina Faso.

Ese Fondo nos sirve de inspiración para quienes creemos que se puede reducir la brecha digital.

No perdamos de vista que avanzar hacia una sociedad del conocimiento sobre la base del acceso y el uso de las tecnologías de la información y la comunicación sólo tiene sentido si contribuye al desarrollo de las personas y a la ampliación de sus capacidades y sus oportunidades.

Como región, tenemos el gran desafío de mejorar nuestra posición relativa en el campo de la economía basada en el conocimiento y en el desarrollo de las tecnologías.

Hagamos que nuestros pueblos vean las tecnologías de la información como medios para universalizar la educación.

Que las vean como medios para hacer eficientes los servicios públicos.

Que las vean como una ayuda para el desarrollo industrial y agrícola

Que las vean como agilizadoras del comercio.

Y que las vean como el camino hacia la masiva creación de empleos de calidad, como una vía segura hacia el mejoramiento de sus condiciones generales de vida.


Muchas gracias.