Discursos

DR. JUAN IGNACIO SILES DEL VALLE, MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO DE BOLIVIA
DISCURSO DEL DR. JUAN IGNACIO SILES DEL VALLE, MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO DE BOLIVIA, DURANTE EL TRATAMIENTO DEL TEMA 5° DE LA AGENDA “INFORME SOBRE EL PROBLEMA MARÍTIMO DE BOLIVIA” EN EL XXXV PERIODO DE SESIONES DE LA ASAMBLEA ORDINARIA DE LA ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS

7 de junio de 2005 - Fort Lauderdale, FL


Señor Presidente, señoras y señores Ministros, señor Secretario General, señor Secretario General Adjunto:

Estamos reunidos en esta oportunidad para tratar el tema 5° de la agenda “Informe sobre el problema marítimo de Bolivia”, tal como se viene haciendo desde 1979, cuando se aprobó una primera Resolución que establecía que el asunto es de “interés hemisférico permanente” y desde 1989 cuando en una última resolución se determinó dejar abierta su consideración en cualesquiera de los próximos periodos ordinarios de sesiones, a requerimiento de una de las partes involucradas.

El hecho de que estemos presentes aquí, 16 años después de la última resolución que reiteraba que el tema es de interés permanente, no puede ser más significativo. Primero, porque ello encierra el reconocimiento de que el asunto aún no ha sido resuelto, que está pendiente, y que el hemisferio sigue teniendo interés de que se resuelva.

Es más, nuestra presencia aquí manifiesta que sigue existiendo un problema. Un problema que hay que solucionar. Ahora bien, ¿a quién corresponde solucionar este problema? Evidentemente, a las partes involucradas, tal como se repite una y otra vez en las resoluciones relacionadas con el tema. Pero, al ser un asunto de interés hemisférico, corresponde a todos los demás países de la región invitar o exhortar a las partes a iniciar un diálogo que lleve a resolver el problema.








Entendámonos bien. No se trata de que los demás países se involucren en la discusión, sino, más bien, de que apoyen el diálogo bilateral, que motiven a las partes a iniciar una negociación que, como resultado, dé una solución que permita a Bolivia obtener un acceso libre, útil y soberano al océano Pacífico, pero que, al mismo tiempo, sea positiva, beneficiosa para los países directamente involucrados.

Muchos de ustedes se preguntarán por qué es un asunto de interés hemisférico. La respuesta es muy sencilla: porque la no solución del problema marítimo boliviano afecta no sólo al desarrollo de uno de los miembros de la OEA, sino porque impide, o al menos dificulta, el normal desenvolvimiento de la integración de toda la región sudamericana.

No me refiero sólo a la integración política, hecho que queda patente por la no existencia de relaciones diplomáticas entre Bolivia y Chile, sino también a la integración física, comercial, energética o cultural entre esos dos países, que no puede desarrollarse plenamente por haber un tema pendiente y aún no resuelto entre las partes.

¿Cuál es entonces el problema y cómo podemos resolverlo?

Partamos, en primer lugar, por señalar que no se trata de una simple aspiración a resolver una dificultad proveniente del hecho de que Bolivia sea un país mediterráneo. No en absoluto.

No estamos hablando de una aspiración a nada. Sólo aspira a algo aquel que nunca tuvo. Y déjenme recordar que Bolivia ni siquiera puede reconocerse como país mediterráneo, porque en realidad es un país enclaustrado. Bolivia nació como república independiente con más de 400 kms. de costa marítima y perdimos esa costa en una guerra injusta que no iniciamos los bolivianos. Más aún, tenemos plena conciencia de que antes incluso de ser una nación, durante el periodo colonial, el territorio de la Audiencia de Charcas incluía una costa marítima y, en la era prehispánica, el pueblo tiahuanacota se proyectaba también hacia el océano Pacífico.





Debemos hablar entonces de una reivindicación. No pretendemos venir a plantear aquí la devolución de aquellos territorios perdidos. Lo que queremos es la reparación histórica de nuestra cualidad marítima. Lo venimos señalando en esta Asamblea desde hace más de 25 años.
Lo dicen nuestros niños en las escuelas y los soldados en los cuarteles: “recuperemos el litoral”.

Es pues el mar, el acceso marítimo a la vecindad del mundo lo que reivindicamos los bolivianos. Se me dirá entonces que ese acceso existe y que está reconocido por el Tratado de 1904 que establece el libre tránsito de bienes y personas a través de territorio chileno.

De acuerdo. Pero la verdad es que ese derecho al libre tránsito no se ha cumplido en muchas ocasiones y está siempre sometido al tutelaje chileno. Es más, últimamente ha sido puesto en duda con la concesión unilateral del puerto de Arica a una entidad privada, desconociéndose los derechos que el Tratado otorga a mi país.

Por lo demás, debo decir que los bolivianos no nos reconocemos en el Tratado de 1904, porque es un acuerdo que determina el despojo definitivo no sólo de nuestro territorio y del acceso al mar, sino también de la posibilidad de la utilización de los recursos marítimos. Pero, contrariamente a lo que podría pensarse, no pretendemos denunciarlo. Y no vamos a hacerlo por razones prácticas, porque sabemos que por allí no va la solución a nuestro enclaustramiento.

La solución –al menos así lo hemos comprendido desde las negociaciones del año 1950 y aquellas de los años 1975 y 1987- busca, más bien, un acceso a través de una franja de al menos 10 Kms. de ancho al norte del territorio actual de Chile, con continuidad territorial hacia Bolivia, con proyección marítima. Con ello aseguraríamos la soberanía.








Pero eso no basta indudablemente. El territorio debe ser útil, debe servir para que Bolivia tenga posibilidad de exportar e importar productos a través de ese territorio. Y para ello necesitamos un puerto. Construir uno nuevo sería demasiado costoso y determinaría la decadencia del actual puerto de Arica, que se sustenta en la carga y descarga de y hacia Bolivia.

Deberíamos pensar entonces en la administración conjunta del puerto de Arica en territorio chileno y también en la administración conjunta del aeropuerto de Chacayuta, que debería quedar como parte del territorio boliviano. Hay muchas experiencias internacionales que podrían perfectamente servir de modelo de lo que estamos proponiendo. La carga destinada a Bolivia pasaría sin ningún trámite al territorio boliviano y aquella destinada a Chile quedaría en el puerto de Arica.

¿Qué gana Chile con esta solución? Para comenzar, el buen entendimiento con un pueblo hermano que reclama una justa reparación histórica. Y, a partir de ello, la integración que abre caminos al desarrollo de una de las regiones más pobres del continente. La integración comercial entre dos países que son económicamente complementarios. La exportación de gas natural de Bolivia a Chile una vez que se asegure la recuperación de nuestra cualidad marítima. La solución de otros temas fronterizos pendientes. La amistad permanente entre nuestros pueblos.

Ahora bien, si hablamos de desarrollo y de integración de la región debemos incluir también al hermano pueblo del Perú, no sólo porque se requeriría de su participación activa para pensar en el mejor desenvolvimiento de la zona limítrofe entre los tres países, sino porque el Tratado de 1929 entre Chile y Perú exige un acuerdo previo entre los dos países a la hora de entregar parte del territorio sujeto a ese tratado, que fue peruano antes de la Guerra del Pacífico, a una tercera potencia, que en verdad no puede ser otra que Bolivia.




El artículo primero del Protocolo complementario del Tratado de 1929 fue pensado para obstaculizar el acceso al mar de Bolivia, pero leído con amplitud también puede comprenderse como el reconocimiento implícito de que con la firma del tratado se dejaba de lado a un tercero y que era necesario encontrar una solución al problema que se creaba cerrándole el paso hacia el mar.

Tengo la certeza de que el Perú sabrá comprender el papel que le toca jugar en esta coyuntura, porque las autoridades peruanas han asegurado en varias oportunidades que su actitud será constructiva y positiva.

En diciembre del año 2004 entregué en Belho Horizonte a mi colega el Canciller de Chile, don Ignacio Walker, un proyecto de agenda de trabajo entre los dos países que todos los puntos de discusión que a nuestro juicio debieren ser parte de la agenda bilateral. El último punto de ese proyecto está relacionado con la solución del problema marítimo.

Desde entonces hemos discutido invariablemente sobre los alcances de nuestra propuesta, muchas veces sin poder avanzar nada por no poder lograr un acuerdo sobre cuándo y cómo ingresar en diálogo sobre el punto principal de nuestra agenda.

Hace dos semanas, también en Brasil, recibí finalmente una respuesta importante del Ministro Walker. Es una contrapropuesta. No incluye el tema marítimo, lamentablemente. Sin embargo, en nuestro último encuentro hemos podido avanzar algo más. Hay disposición de las partes para unir ambas propuestas, en un ámbito que recupere el concepto de diálogo sin exclusiones que abra la discusión sobre el tema marítimo.

Es un primer paso y por ello es necesario ser muy cautos, porque no podemos crear falsas expectativas.







Nuestra responsabilidad, frente al hemisferio será, dar continuidad a la discusión o al inicio de este diálogo que debe necesariamente fructificar en una negociación que nos lleve a la resolución de nuestras diferencias. Lo importante es que dejemos establecido el fundamento de ese diálogo.

Me acompaña en esta ocasión el Presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de Honorable Senado Nacional, Don José Guillermo Justiniano, como testimonio de que, a pesar de las grandes divergencias que nos separan hoy a los bolivianos, estamos todos unidos cuando se trata de nuestra reivindicación marítima.

Son los Estados más que los gobiernos los que deben acordar la solución de una de las pocas heridas históricas que quedan en nuestro continente. Y para ello no sólo se requiere de inteligencia e imaginación, sino sobre todo de la voluntad política de nuestros gobernantes.

Muchas Gracias.