Discursos

MINISTRO JOSE MIGUEL INSULZA DE CHILE, EN LA XXX PERIODO EXTRAORDINARIO DE SESIONES DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA OEA
ACEPTACION COMO SECRETARIO GENERAL ELECTO

2 de mayo de 2005 - Washington, DC


SEÑOR PRESIDENTE, SEÑORES JEFES DE DELEGACION, OBSERVADORES PERMANENTES, SEÑOR SECRETARIO GENERAL INTERINO, SEÑORES Y SEÑORAS DELEGADOS, FUNCIONARIOS DE LA ORGANIZACION

Agradezco profundamente la distinción que me han concedido al elegirme como nuevo Secretario General de la Organización de los Estados Americanos.

Quiero expresar mi gratitud a los Estados miembros que compartieron mi propuesta programática desde el comienzo y aquellos que con generosidad se sumaron a la amplia votación alcanzada, que es reflejo de lo que la región y la OEA necesitan.

Deseo también agradecerle a Ud. los esfuerzos que, como presidente de la Asamblea, ha efectuado.

A mis hermanos bolivianos, quiero asegurarles que en mis acciones como Secretario General nunca haré nada que pueda perjudicar objetiva o subjetivamente sus intereses. Manifiesto mi esperanza de que los problemas que han dividido a Chile y Bolivia, dos países cercanos con un destino común, puedan resolverse a través del diálogo para beneficio mutuo.


Agradezco al Presidente Ricardo Lagos la confianza que me otorgó al presentarme como candidato de Chile para ocupar tan alto cargo. No puedo dejar de mencionar también a todas las fuerzas representativas de mi país que dieron su apoyo a esta postulación para asumir responsabilidades y obligaciones en la común tarea hemisférica.

Reitero al Presidente de México, y especialmente al Secretario de Relaciones Exteriores señor Luis Ernesto Derbez, mi agradecimiento por su decisivo gesto en beneficio de la unidad hemisférica. Ello demuestra, una vez más, el compromiso interamericano del noble pueblo mexicano, al cual me unen los sentimientos y vínculos más profundos.

Quiero también expresar mi especial reconocimiento al Secretario General Adjunto Embajador y amigo Luigi Einaudi y a todos los funcionarios de esta Secretaría, por el trabajo realizado en la Organización, particularmente en este crítico periodo.

Hace tres meses, cuando tuve la oportunidad de exponer algunas ideas ante el Consejo Permanente, señalé que mi principal preocupación era empeñarme en que esta Organización fortaleciera su relevancia política y su capacidad de acción.

Dije que una OEA efectiva debía constituir un espacio de expresión y movilización de los intereses de sus todos Estados miembros y de las sociedades que éstos representan. Señalé, igualmente, que debía existir una clara coherencia sobre la base de los principios que compartimos: la consolidación de una cultura democrática y el reforzamiento de la gobernabilidad; la promoción y protección de los derechos humanos, civiles y políticos, económicos, sociales y culturales; el desarrollo integral y la seguridad multidimensional.

Hoy quiero renovar este compromiso con el fortalecimiento de la OEA y con su vocación de integración hemisférica. Aspiro a que ese sea el espíritu que guíe, tanto a los Estados miembros como a la Secretaría, para abordar, con sentido realista, la coyuntura y las necesidades regionales, así como también las demandas ciudadanas.

Tengo claro que la Organización vive un momento complejo. Sin un apoyo político de todos sus miembros, es difícil pensar en una revitalización, en iniciar una nueva etapa, en tener la capacidad de priorizar y focalizar nuestro trabajo. Ello implica también abordar con realismo el déficit presupuestario crónico que afecta a nuestra Organización.

Debemos ser capaces de forjar los consensos que nos permitan superar la equivocada percepción de irrelevancia que perjudica nuestro esfuerzo hemisférico. Estoy convencido de que la OEA tiene un papel clave que jugar en el establecimiento de reglas que conduzcan un mundo global hacia formas más justas y maduras de integración, proyectando una perspectiva regional rica en su diversidad.

Contamos para ello, en nuestro Sistema Interamericano, con un acervo importante de instrumentos que deben ser aprovechados para reforzar la gobernabilidad y promover el desarrollo social con pleno respeto de la dignidad humana.

Tengo la convicción que para hacernos cargo de los desafíos que nos impone la agenda del Siglo XXI, es fundamental renovar el compromiso colectivo con los principios y valores consagrados en la Carta de la Organización.

Esta es la convocatoria que les hago hoy. Los llamo a hacer del momento en que vivimos, una oportunidad para reforzar la OEA, para fortalecerla como espacio de concreción de los valores democráticos y de cautela de los diversos intereses del hemisferio.

Los pueblos de las Américas tienen derecho a la democracia y los gobiernos tienen la obligación de generar las condiciones de gobernabilidad y ejercer su mandato de manera también democrática. Es indispensable garantizar el pleno respeto de los derechos fundamentales de los ciudadanos, el Estado de Derecho, las libertades públicas, el respeto por las minorías y las instituciones del sistema democrático. Sólo así se podrá promover efectivamente el desarrollo social, político, económico y cultural que nuestras naciones merecen.

Es imperativo que los compromisos asumidos en la Carta Democrática Interamericana se cumplan integralmente. La OEA debe tener una capacidad de conducción que la habilite para anticipar las crisis que surjan, en sus múltiples dimensiones y causas; para actuar cuando éstas ya se han desencadenado y acompañar los procesos de rehabilitación institucional y recuperación democrática. Si no abordamos en forma sustantiva este tema, seguirá latente el riesgo de inestabilidad y persistirán las debilidades estructurales que nos hacen vulnerables al populismo, al autoritarismo y a la indiferencia ciudadana.

Si aspiramos a una OEA con relevancia, debemos privilegiar la misión de este organismo que nos reúne a todos.

Pondré mi trabajo y experiencia al servicio de los Estados miembros. La OEA debe tener en cuenta los intereses de todos sus integrantes y atender particularmente las prioridades de los países más pequeños. Debemos contribuir eficazmente, mediante el diálogo y la cooperación, a construir un futuro con más democracia, crecimiento, integración social, libertad y diversidad cultural.


Esta es una tarea política y estoy convencido de que la OEA tiene las condiciones, las capacidades y la convocatoria para enfrentarla con éxito.

Yo pido a todos los Estados miembros que le demos a esta Organización un lugar en los sueños y esperanzas de los pueblos de las Américas.

Muchas gracias.