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Anexo 1. Palabras del secretario general de la organización de los estados Americanos, César Gaviria, al inaugurar el seminario interamericano de infraestructura de transporte como factor de integración

1. Introducción
2. Integración
3. Infraestructura
4. Conclusión

1. Introducción

Me complace dar la bienvenida a la sede de la Organización de los Estados Americanos a los distinguidos expertos de varias naciones del Hemisferio que participan en este seminario convocado para analizar el aporte de la infraestructura de transporte al proceso de integración y al desarrollo económico en las Américas.

La integración es tema apropiado para el diálogo, la investigación y la acción de la OEA, y constituye uno de los objetivos del Sistema Interamericano. Es materia que reclama la acción colectiva de los Estados miembros, requiriendo el concurso de la voluntad política de sus gobiernos para ser utilizada como instrumento de aplicación conjunta.

La integración constituye uno de los múltiples campos de acción tendientes a elevar la productividad en el mediano y largo plazo en la región, conjuntamente con la desregulación de mercados, el equilibrio fiscal, la liberalización de los diferentes precios de las economías, la apertura del régimen de inversión extranjera, la protección del medio ambiente y la enajenación de aquellos activos ajenos a las funciones escenciales del Estado.

Sabemos hoy con certeza que la apertura y la liberalización económica producen efectos positivos sobre la productividad. Las economías exportadoras exitosas basan en mayor medida su crecimiento en el cambio técnico (no tanto en la inversión o la mano de obra), y promueven los tamaños adecuados de planta y la especialización. La competencia internacional conlleva efectos benéficos sobre la innovación, la calidad del producto, y la eficiencia de los directivos de las empresas. El exportador goza de acceso a bajo costo a un sin número de mejoras tecnológicas transmitidas desde el exterior, cuenta con diseños superiores para sus productos, y controla más la calidad.

Pero el desarrollo económico y social del continente no solo requiere de políticas económicas acertadas, sino también de la conducción política donde la consideración central deberá ser el fortalecimiento de la democracia. La relación entre democracia y crecimiento es de doble vía, y su permanencia requerirá del crecimiento sostenido y de una estrategia que permita incorporar a los grandes sectores marginados a la economía de mercado, a la justicia y a la participación ciudadana. Se requieren mayores niveles de inversión social, el fortalecimiento de la democracia y el respeto de los derechos humanos.

En resumen, las reformas económicas antes mencionadas pretenden elevar el nivel de vida de nuestra población, mejorar la distribución del ingreso y adelantar reformas políticas que permitan la mayor participación ciudadana.

2. Integración

Antes de referirme a los temas de infraestructura, quisiera decir algunas palabras sobre el tema de la integración.

Durante los últimos años ha existido un avance sustancial en materia de comercio e inversión en la región, y especialmente en el campo de la integración. Además de un conjunto sumamente amplio de acuerdos bilaterales, se firmó el año pasado el TLC entre los Estados Unidos, Canadá y México, y el Grupo de los Tres entre Colombia, Venezuela y México; finalmente, continuaron consolidándose el Mercosur, el Grupo Andino, el Caricom y el Mercado Común Centro Americano.

Los resultados económicos han sido sorprendentes, pero existe un relativo concenso en nuestros países sobre la necesidad de una estrategia que conduzca al libre comercio hemisférico en un plazo relativamente cercano, y que entre sus elementos podría contener los siguientes:

a) un conjunto de acciones de carácter multilateral;

b) la profundización de los esquemas bilaterales y plurilaterales, en el camino de la integración abierta;

c) la compatibilización de las normativas y disciplinas existentes en los diferentes acuerdos;

d) el apoyo a la integración de los países "pequeños".

Hemos ofrecido esta organización como foro de discusión para la consolidación del proceso propuesto. La OEA agrupa a todos los países involucrados en la integración hemisférica, y puede colaborar con las demás entidades que conforman el sistema inter-americano (BID y CEPAL entre otras) para decidir sobre las prioridades de investigación, la sistematización de la información en la región, y la conformación de las reglas de juego que guiarían el proceso.

Las acciones multilaterales pueden tomar la forma de adhesiones sucesivas a un acuerdo sub-regional importante (el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, el Pacto Andino, el Grupo de los Tres, o el Mercosur aparecen como candidatos obvios); la adopción de un esquema tendiente a extender a la región las preferencias otorgadas en los diferentes acuerdos; o la adopción de reglas simples de liberalización multilateral.

También puede avanzarse en el campo bilateral y plurilateral, tratando de lograr que los acuerdos existentes correspondan a lo que la CEPAL ha denominado la integración abierta. En esencia, ésta requiere que, en los Tratados, la desgravación cubra buena parte del comercio potencial entre los países (vgr. que las excepciones sean mínimas o inexistentes), se regule un conjunto amplio de actividades además de la comercial, y que existan cláusulas de adhesión relativamente simples, transparentes y operacionales.

Finalmente, para la integración hemisférica se requiere contar con una estrategia que minimize los costos de ajuste de los países pobres y pequeños, considerando las especiales de los países centro americanos y del Caribe.

3. Infraestructura

El desarrollo de las obras de infraestructura ha sido un elemento esencial en el crecimiento de nuestros países. Nuevos puertos y ferrocarriles generaron posiblidades de exportación de productos primarios, la generación de electricidad permitió el desarrollo industrial, y el suministro de agua potable contribuyó a erradicar enfermedades y a mejorar las condiciones sociales de la población. De otra parte, puesto que más del 60% de las exportaciones de los países en vías de desarrollo se dirigen hoy a los países de la OECD (más de la mitad son productos manufacturados), y solo contando con facilidades similares de transporte, almacenaje y comunicaciones, podrán nuestros exportadores vender en estos mercados internacionales cada vez mas competidos.

Desgraciadamente, la crísis de los 80s también condujo al deterioro de la infraestructura en América Latina, pues se redujeron sustancialmente las inversiones que tradicionalmente habían sido financiadas con déficits fiscales o con deuda externa; los gastos en infraestructura representaron el 4% del producto interno bruto de la región durante los 70s, y se redujeron a solo el 3 % en los años 80. Según un documento reciente del Banco Mundial:

América Latina es la región más urbanizada del planeta, y los niveles de contaminación del aire y del agua han alcanzado niveles críticos en Ciudad de México, en Sao Paulo y en Santiago. El deterioro paulatino en el suministro de agua y servicios sanitarios condujo a la presencia del cólera en la región en 1991, luego de una ausencia de más de 100 años. La congestión de tráfico en las grandes ciudades ha reducido la productividad urbana, y los agudos problemas en la distribución del ingreso han limitado las posiblidades de acceso a los servicios esenciales para los grupos marginados de la población. La evidencia empírica indica que ha sido baja la eficiencia en la inversión y en la operación. Es la regla y no la excepción el hecho de que las caídas en la corriente eléctrica sean superiores al 20%, que un número excesivo de llamadas telefónicas no puedan conectarse, que el 45% de las rutas pavimentadas estén en pobres condiciones, y que se pierda el 50% del agua producida debido a filtraciones y malas conecciones.

En contraste, los países del Asia destinan hoy más del 5 % del producto interno bruto a las obras de infraestructura, y proyectan elevar dicho porcentaje al 7% durante la presente década. Existe una diferencia abismal en la calidad de los servicios de puertos, carreteras, y comunicaciones en los dos grupos de países, y por ello se requiere repensar a fondo los esquemas del pasado, encontrando soluciones novedosas a tan apremiante situación.

En primer lugar, es necesario introducir criterios comerciales en la construcción y manejo de nuestra infraestructura. Se trata de una industria de servicios, que debe responder a las necesidades del usuario, y que puede generar grandes utilidades. Estudios recientes adelantados para países desarrollados indican que la contribución de la infraestructura al crecimiento puede ser incluso mayor que la de la inversión en maquinaria y equipo, y los estudios disponibles para los países en vías de desarrollo encuentran tasas de rendimiento superiores al 60%. Por supuesto, el sector privado no obtendrá la rentabilidad potencial que brindan dichos proyectos si las tarifas no reflejan el costo de provisión del servicio.

En segundo lugar, debe buscarse a toda costa la competencia entre los productores. Deben removerse las barreras a la entrada en aquellos sectores en que no existan barreras tecnológicas, y garantizar la competencia por el derecho a proveer el servicio en caso contrario. El desarrollo tecnológico y las nuevas formas de regulación han disminuído sensiblemente las barreras "naturales" a la entrada en las actividades de infraestructura, y especialmente en las comunicaciones y la generación de energía. También ha resultado exitosa la estrategia seguida por Argentina, Chile, Colombia y Guatemala, consistente en separar la producción, la transmisión y la distribución de electricidad. El papel del sector privado puede tomar múltiples formas, desde el mantenimiento de las obras ya construídas por el sector público, hasta la administración de concesiones de largo plazo, en que este construye y opera las obras. Por supuesto, también puede administrar totalmente algunos sectores como las comunicaciones o el suministro de agua.

Continuará siendo central el papel del Estado, pero su tarea deberá desplazarse de la producción directa de los servicios hacia la creación de políticas y marcos regulatorios y hacia un adecuado control del medio ambiente. En muchos casos se requerirá de proyectos conjuntos entre los sectores público y privado.

Por supuesto, el beneficio central de esta estrategia no se derivará únicamente de la mayor eficiencia que brinda una mejor infraestructura. Tan importante como lo anterior, la participación masiva del sector privado en los proyectos de infraestructura permitirá liberar recursos para el gasto "social" en educación, salud y justicia en nuestros países, y así podrán contribuir los gobiernos a mejorar las condiciones de vida de los grupos marginados.

Los fondos "liberados" serán sustanciales, si se consideran las proyecciones del Banco Mundial para el período 1994-2000, según las cuales América Latina requerirá un monto anual de inversiones cercano a los US$24 billones en electricidad, US$14 billones en transporte, US$12 billones en agua y alcantarillado, y US$10 billones en telecomunicaciones.

Por supuesto, la integración económica entre nuestros países requiere contar con esfuerzos adicionales en los campos de la infraestructura y el transporte, y brinda nuevas posibilidades de cooperación.

El tema de la interrelación física entre los países del continente ha estado presente desde los inicios de los proyectos de integración panamericana: el desarrollo de las redes de transporte carretero y ferroviario evolucionó constituyendo una red relativamente estructurada, cuya particularidad consistió en estar orientada hacia las exportaciones de ultramar. La columna vertebral en lo vial fue la carretera Panamericana. Posteriormente las redes nacionales fueron diversificandose, como así mismo lo hicieron las redes de conexión internacional.

En una segunda etapa los problemas del transporte para la integración pasaron a ser el de la integración operacional de las diferentes redes y el del perfeccionamiento de los mercados de transporte mediante acuerdos bilaterales o regionales.

Son de destacar en este período las diversas iniciativas de reorganización en el sector transporte que se llevan adelante en la región y que inciden en la conceptuación de los proyectos de infraestructura y su financiamiento. Entre ellas fueron importantes la desregulación de los puertos y de los ferrocarriles; las leyes de Reforma Portuaria y su correspondiente reglamentación.

En la actualidad, en lo que se refiere a infraestructura de transporte, el tema de la integración física es tratado en los diferentes esquemas de integración y en los mecanismos operativos de asociación tales como la Conferencia de Ministros de América del Sur, entre otros de similar relevancia. Los aspectos tratados en esas reuniones son, básicamente:

· El desarrollo de redes de infraestructura de transporte para la integración de los sistemas subcontinentales. (Red de Transporte para la América del Sur, Red de Transporte de Centroamérica, proyectos binacionales y multinacionales).

· El afianzamiento de los ejes de integración interoceánicas con el concepto de intermodalidad, como una forma de funcionamiento de puentes terrestres.

· El fortalecimiento de las comunicaciones de los países y regiones mediterráneas entre si y con los puertos marítimos con el objetivo de que todos los países miembros puedan acceder en términos más equitativos a los mercados de ultramar así como a las zonas económicas oceánicos.

· El uso eficaz de la infraestructura existente y de las vías de navegación interior y la construcción de puertos para permitir la modernización del transporte inter y multimodal.

· La identificación y la provisión de las fuentes de recursos para la mantenimiento y recuperación de la infraestructura de transporte, lo cual en muchos países va rezagado respecto de las necesidades de mantenimiento.

4. Conclusión

Es mi deseo que este seminario pueda ofrecer alternativas de solución a los diversos desafíos, ya sea caracterizando los problemas que existen en el sector, analizando con profundidad las opciones de que puedan contribuir a su solución y aportando recomendaciones que puedan ser presentadas a los Gobiernos.

Esta será, sin duda, una importante contribución para la formulación de políticas nacionales y regionales que jerarquicen el rol de la infraestructura de transporte en los procesos de integración de la Región Americana.

Estas contribuciones podrían servir, además, como insumos en la preparación de las agendas de las futuras reuniones interamericanas de Ministros de Obras Públicas y Transporte y como un elemento relevante en la articulación de la cooperación, de los Organismos Internacionales de financiamiento y desarrollo.

Señores participantes, les deseo el mayor de los éxitos en los trabajos que van a realizar en los días en que se desarrolla este seminario.

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