Discursos

SRA. ANTONIA URREJOLA NOGUERA
PRESENTACIÓN DE CANDIDATURA POR LA MISIÓN PERMANENTE DE CHILE PARA LAS VACANTES QUE SE PRODUCIRÁN EN LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS (CIDH), CUYAS ELECCIONES TENDRÁN LUGAR DURANTE EL CUADRAGÉSIMO SÉPTIMIO PERÍODO ORDINARIO DE SESIONES DE LA ASAMBLEA GENERAL

5 de mayo de 2017 - Washington D.C.


Agradezco a los paises miembros de la OEA y al Presidente del Consejo Permanente por la oportunidad que se nos da a los candidatos y candidatas a la CIDH para presentarnos en este espacio, exponer nuestras ideas y, muy especialmente, recoger de los estados miembros sus visiones sobre el SIDH, sus aprehensiones y sus prioridades al respecto. I would also like to apologize to the non spanish speaking members of the OAS for doing my presentation in spanish. I am glad that the OAS has very good interpreters that will no doubt at all translate in very good terms our presentations and  I apologize to them if my spanish gets a little bit too chilean, I know that chilean spanish is not always easy to translate. 

Quisiera partir mi presentación contándoles quién soy, de adónde vengo. Pienso que las historias, el pasado, los contextos desde donde venimos, ayudan a entender hacia dónde vamos. Eso es aplicable no sólo respecto de las personas sino, muy especialmente, respecto de los paises. Cada uno debe ser escuchado y comprendido, no sólo por sus palabras, discursos y hechos, sino también desde dónde viene, su propia historia y su contexto. 

Soy abogada, chilena, madre de cuatro hijos. Mi padre fue detenido y torturado después del Golpe Militar en Chile y luego, cuando salió en libertad, mi familia fue exiliada y nos fuimos a vivir a Inglaterra. Allí viví gran parte de mi niñez. Volví a Chile en plena adolescencia y cuando se inciaban las protestas contra el régimen, a través de los movimientos sociales y políticos. La experiencia de padres exiliados en un país extranjero para ellos pero que para mí pasó a ser mí país,  me dio un interés particular, ya desde niña, en los procesos políticos que vivió Chile y la gran mayoría de los países de la región durante la década de los 70. También al haber sido refugiada en un país que nos acogió, pero en una ciudad pequeña en el norte de Inglaterra, cuyos habitantes no conocían Chile, me permitió vivir lo dulce y agraz de lo que es ser inmigrante. Inglaterra el año 1975 acogió a muchos chilenos, les brindaba educación, perspectivas laborales, etc. Pero también muchos vecinos nos miraban con desconfianza. En ese entonces el mundo no era un mundo globalizado y muchos profesores y compañeros míos desconfiaban de esta extranjera que venía del sur del mundo. Sentí la acogida y también el rechazo y la discriminación de lo que es ser inmigrante. Al volver a Chile en los años 80 y ya una adolescente, me involucré mucho en el proceso de retorno a la democracia, en el movimiento estudiantil y tomé plena conciencia de lo que eran las  violaciones a los derechos humanos y lo que significaba no vivir en democracia.

Cuento todo esto porque creo que la profesión que uno elige y el enfoque que uno quiere darle luego a su profesión, no sólo tiene que ver con nuestras capacidades intelectuales o habilidades sino con los procesos personales y las convicciones éticas. Yo decidí estudiar derecho con el objeto de tener herramientas para luchar por la democracia, el Estado de Derecho y el respeto a los derechos humanos. No sólo elegí una carrera sino elegí un compromiso y una convicción: no puede haber democracia sin respeto a los derechos humanos y el respeto a los derechos humanos sólo puede estar garantizado en un sistema democrático. Hoy llevo 25 años ejerciendo la profesión de abogada, siempre enfocada en la defensa y promoción de los derechos humanos, y con la convicción de que la construcción de políticas públicas en la materia es la mejor manera de fortalecer el Estado de Derecho y la democracia.

Inicié mi carrera pofesional  en el primer gobierno demócratico, liderado por don Patricio Aylwin Azócar. Trabajé en la Comisión Especial de Pueblos Indígenas, creada para, entre otras cosas, elaborar una propuesta de ley indígena a partir de un trabajo participativo con las comunidades indígenas a lo largo de Chile. Esa experiencia marcó mi mirada, no sólo respecto de la importancia de avanzar en el reconocimiento de los pueblos indígenas y  sus derechos en el continente, sino en la importancia de trabajar, en temas de derechos humanos, a través de procesos participativos y dialogantes con todos los actores. 

Al presentarme ante Uds no puedo sino intentar reflejar las experiencias de mi propio país, al resistir a la dictadura; reconstruir las instituciones de una sociedad fracturada, rescatando los principos esenciales de los derechos humanos y la justicia transicional; y luchar por una nación que ha obtenido logros muy importantes, aunque insuficientes, para dar iguales oportunidades de acceso a la justicia para todos.

Los embajadores cuentan con mi curriculum y no es del caso en esta presentación entrar en detalles del mismo. Sin embargo, quisiera resaltar la amplia experiencia política que tengo en altos cargos y responsabilidades en diversos gobiernos de Chile. Dicha experiencia me ha brindado la oportunidad de trabajar con los tres poderes del Estado, muy especialmente con el legislativo en la construcción de leyes que han significado grandes avances en materia de recepción interna de estándares de derechos humanos. En ese proceso, he trabajado mucho con las víctimas y con la  sociedad civil, quienes han sido actores fundamentales en los avances que Chile ha tenido en estas materias. Esta trayectoria me ha enseñado una cosa fundamental: que desde nuestras diferencias, debemos siempre procurar encontrar los elementos comunes, el consenso y a partir de alli ir avanzando y construyendo. Y no es posible lograr aquello, sin un díalogo respetuoso y franco. Soy una convencida, por la propia historia reciente de mi país, que el diálogo es una herramienta fundamental, que nunca debemos menospreciar.

Tengo además una amplia experiencia regional, no sólo por mi participación en diversas reuniones y grupos de trabajo en el sistema universal e interamericano sino muy especialmente por haber servido como asesora principal del Secretario General de la OEA durante seis años. Desde esa posición tuve la oportunidad de trabajar con los órganos de promoción y protección de derechos humanos y me correspondió, entre otros asuntos, hacer la coordinación y enlace de la Secretaría con la CIDH, la Corte, la Comisión Interamericana de Mujeres y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos en materia de proyectos de promoción, diálogo con los jueces de la Corte y los miembros de la Comisión y hacer seguimiento a temas de derechos humanos con alto impacto político en los países de la región. 

Esta experiencia me permitió conocer desde adentro el sistema interamericano, sus órganos, su jurisprudencia y sus actores como también me permitió conocer la realidad política, institucional y de derechos humanos de otros países del hemisferio. Tengo un conocimiento profundo de la OEA y de la propia Comisión Interamericana, sus fortalezas y desafíos y el papel de la sociedad civil en el Sistema.

También he realizado consultorías a varias organizaciones internacionales, entre ellas el BID, la OIT, el PNUD. Por otra parte, he realizado consultorías independientes a empresas del sector privado, elaborando informes en derecho y propuestas sobre estándares de derechos humanos y pueblos indígenas como también en relación a los principios rectores de Naciones Unidas sobre empresas y derechos humanos.

A inicios de abril estuve en Chile en el lanzamiento de un Libro Homenaje a José Zalaquett, un gran profesor y activista de los derechos humanos, quien además fuera miembro de la Comisión Interamericana, entre muchos otras cosas. En dicho acto, la profesora Verónica Undurraga comentaba sobre los diversos aportes del profesor  y nos recordó una de sus tantas enseñanzas. José Zalaquett nos dice “si usted está pensando en establecer un vínculo entre las acciones que desarrollamos y los cambios concretos, está en el negocio equivocado.  En derechos humanos, se tira una flecha y no se sabe dónde cae.  El éxito se mide por el número de flechas que se tiran.” Los verdaderos defensores de derechos humanos actúan por convicción.  Así nos enseña el Profesor Zalaquett cuando insta a sus estudiantes, entre los cuales tuve el privilegio de estar,  a “aprender a vivir con las restricciones de la vida real, pero no obstante promover los valores propios más importantes, día tras día, en la medida de lo posible.  Incesantemente.  Responsablemente”. 

En el lanzamiento del Libro Homenaje a Zalaquett, la profesora Verónica Undurraga nos recordaba al actual Relator Especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos de Naciones Unidas, Philip Alston. Alston dice que existe la tentación para los defensores de derechos humanos, de invertir el aforismo y de asumir que lo bueno es enemigo de lo perfecto.  ¿Cómo podríamos transar con la justicia, la verdad, la plena reparación?  Sentimos que estaríamos fallando en nuestra defensa de los derechos humanos si no exigimos insistentemente, hasta las últimas consecuencias, que la realidad siempre se ajuste a la perfección de estos valores. Pero el mundo es mucho más complejo. Un compromiso profundo con los derechos humanos es compatible con una actitud de flexibilidad, comprensión, persuasión y diálogo. Y eso no significa renunciar a nuestras convicciones ni transar. Los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes. Se debe establecer claramente el imperativo de no retroceder. Ese imperativo se ejerce a través del diálogo, la voluntad y la responsabilidad en procesos constructivos y no de la noche a la mañana. 

Gracias al trabajo incesante y responsable de muchos defensores de derechos humanos, del compromiso generoso de las víctimas organizadas, y del compromiso que han ido asumiendo los Estados ahora tenemos tratados internacionales y jurisprudencia internacional que han fijado los diversos estándares en materia de derechos humanos.  En la aplicación de dichos estándares, se debe asumir el contexto complejo de los procesos políticos, históricos y culturales  que requieren un análisis mucho más profundo. Asi por ejemplo, Albie Sachs, activista de derechos humanos en Suadafrica y quien fue miembro de la Corte Constitucional, nos señala, a propósito del proceso de la Comisión de Verdad de Sudáfrica, que no debiera ser igual la evaluación que hacen los organismos de derechos humanos, de una ley de autoamnistía que se da un dictador que nunca fue capaz de reconocer sus hechos, que una amnistía condicionada cuyos términos han sido establecidos por las propias víctimas o que tiene el respaldo de un proceso deliberativo serio y maduro llevado adelante en democracia.  Hacer estas distinciones con sentido de justicia, con la convicción de que se trata de avanzar en el respeto de derechos humanos, a partir de los diversos contextos, es un desafío actual para los defensores y organismos de los derechos humanos. Y es un desafío personal que yo he asumido y para el cual trabajaré desde la CIDH, en caso de ser elegida.

La CIDH ha hecho contribuciones significativas a la protección y promoción de los derechos humanos en las Américas desde su creación en 1960. La evolución de los regímenes políticos en el hemisferio, pasando de un contexto en el que las dictaduras se extendieron en la región a otra con gobiernos democráticamente elegidos, ha presentado retos mayores a la labor de la Comisión. Además, la OEA pasó de ser una organización con una membresía latinoamericana casi exclusiva a otra en la que los países del Caribe comprenden casi la mitad de los Estados, presentando otro conjunto de desafíos que hay que considerar. La región ha tenido notables avances en las últimas décadas. Pero tiene aún un largo camino por recorrer, y enfrenta desafíos nuevos muy importantes en materia de derechos humanos, sobretodo respecto de lo que hoy se denominan los derechos humanos  de segunda y tercera generación. Si tuviéramos que hacer un balance, pienso que nuestros países en general han hecho enormes esfuerzos por hacerse cargo de la pesada herencia de brutales violaciones a los derechos humanos. En esta construcción no cabe duda que el apoyo de las instituciones multilaterales, en especial de la Comisión Interamericana ha sido central.  Sin embargo, los  nuevos desafíos en materia de derechos humanos son  inmensos. Persisten violaciones sistemáticas a los derechos humanos que la Comisión debe enfrentar y procurar hacer justicia. Pero también, tal como señalaba, hoy hay desafíos tremendos en materia de reconocimiento de los derechos humanos de segunda y tercera generación.  

El compromiso con los derechos humanos hoy adquiere nuevas dimensiones en un contexto global cambiante y complejo. Por eso pienso que debemos promover nuevas respuestas a los desafíos que nos presenta la situación actual. Persisten las violaciones a los derechos humanos y al Derecho Internacional Humanitario en muchas regiones del mundo, y existen importantes retrocesos en áreas críticas como la igualdad y no discriminación por razones de nacionalidad, religión, sexo, raza o etnia. Continúan existiendo desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y la práctica de la tortura. Es preocupante pero así es. En el ámbito de la igualdad de género y la protección de las mujeres, niñas y jóvenes, hay serios problemas que resolver, enormes desafós contra la violencia machista. La pobreza extrema, la corrupción, los efectos inesperados y cada vez más frecuentes del cambio climático con dramáticas consecuencias socioeconómicas y en los derechos humanos. En demasiados casos no se respetan los derechos de los migrantes y refugiados, y los discursos xenófobos proliferan no sólo en Europa y el mundo, sino también en nuestra Región. La importancia de proteger los derechos humanos en el ámbito de las inversiones privadas es otro desafío que requiere ser asumido y enfrentado de manera coordinada. Me parece fundamental trabajar con fuerza en la incorporación de los Principios Rectores de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos y Empresas, que nos dan directrices claras a Estados y empresas sobre la protección y respeto de los derechos humanos.  

Como candidata a la CIDH, considero que el papel de la Comisión para recibir, analizar e investigar peticiones individuales en las que se alegan violaciones de derechos humanos es un pilar fundamental, que distingue a la Comisión de otros órganos de protección. Es necesaro proteger ese rol y asegurarlo. Al mismo tiempo, considero que es fundamental fortalecer la función de la Comisión en promover la observancia y protección de los derechos humanos en las Américas y desarrollar la conciencia de los derechos humanos entre los pueblos de la región. Para ello es fundamental el intercambio de buenas prácticas, la cooperación entre los estados miembros, la universalidad del sistema, a través de la ratificación por parte de los estados de todos los tratados interamericanos de derechos humanos. Eso es un desafío pendiente que como Organización y como órganos del sistema no se ha logrado alcanzar. 

Uno de los desafíos importantes que enfrenta la Comisión en la actualidad, a mi juicio, es en materia de reconocimiento de derechos y de generación de institucionalidad interna, o que en inglés conocemos como “capacity building”. No es lo mismo denunciar violaciones de derechos humanos que la falta de reconocimiento de algunos de ellos. Entiendo que en ambos casos estamos ante el incumplimiento de compromisos internacionales de los Estados que ellos deben cumplir. No pretendo relativizar la importancia de aquello. Pero asi como la CIDH debe ser firme, denunciar y en su caso, procurar que las violaciones a los derechos humanos sean investigadas y sancionadas, me parece que existe un claro desafío respecto de “los nuevos derechos”. Por supuesto que se debe denunciar la falta de reconocimiento de derechos en los diversos países, pero además la CIDH en estas materias debe ser un órgano que apoye a los Estados a lograr que las leyes y la institucionalidad demócratica se adecúen a los nuevos estándares. Para que al interior de los países se generen los cambios necesarios para que todos los derechos humanos sean reconocidos y protegidos, se requieren muchas veces cambios que lamentablemente no son lo suficientemente rápidos para atender las urgencias que las personas de nuestro hemisferio requieren. Los cambios internos requieren muchas veces de acuerdos societarios y en  ocasiones, no son necesariamente los distintos poderes del Estado los reacios sino que la sociedad en su conjunto. La comprensión de los derechos humanos, de qué son los derechos humanos, muchas veces no existe en la ciudadanía. Se requieren procesos de cambio cultural, y para eso es necesario trabajar en la promoción de los derechos, en generar conciencia colectiva que aquellos temas que antes no eran considerados derechos humanos, o no eran visibilizados como tales, hoy lo son. Los cambios requieren de acuerdos políticos entre la sociedad y sus diversos actores, las organizaciones de la sociedad civil, el Congreso, los partidos políticos. Y muchas veces esos acuerdos demoran mucho más de lo que se quisiera. Elaborar programas de educación y capacitación y otras actividades de promoción de los derechos humanos sin duda es esencial. La CIDH lo hace hoy y me parece que es una línea de trabajo que debe ser fortalecida.  Esas actividades no sólo son esenciales para que los funcionarios gubernamentales de los estados miembros comprendan de mejor manera la labor de la OEA en materia de derechos humanos. Además estimulan un mayor interés por las cuestiones de derechos humanos entre la ciudadanía en general. La Comisión debe tratar de intensificar y ampliar esta línea de trabajo. 

En ese sentido, me parece esencial continuar promoviendo sesiones de trabajo de la CIDH en los países. Y en esta materia, ojalá que el 2018 se pueda hacer una sesión de trabajo de la CIDH en un país perteneciente a CARICOM. Estas sesiones, abiertas al público, ayudan a sensibilizar sobre la importancia de la Comisión y constituyen una oportunidad clave para que la Comisión tenga un diálogo con la población y tenga una mayor comprensión de cuestiones y visiones particulares.

Estoy conciente que en ocasiones los Estados miembros no se sienten necesariamente representados por la CIDH en asuntos que son de su propio interés, en asuntos que son parte de sus desafíos cotidianos en su propio país. Estoy conciente también que los gobiernos de la región muchas veces perciben que están permentemente bajo el escrutinio de la Comisión.Y lo están. Es parte de la función. Pero por otra parte, creo firmemente en la necesidad de generar espacios permanentes de diálogo y cooperación con los Estados miembros en una amplia gama de asuntos, generar una agenda común. Es muy importante la asistencia técnica, el asesoramiento legislativo y la construcción de relaciones más sólidas y permanentes entre la CIDH con las autoridades locales  de los distintos poderes del Estado.

La relación entre los Estados y los organismos internacionales es bidireccional. Los órganos internacionales deberían ayudar a los Estados a establecer políticas públicas y un marco institucional compatible con el respeto de los derechos humanos. Al hacerlo, al trabajar mancomunadamente con los Estados, existe un espacio positivo para que los órganos también aprendan de los estados miembros, teniendo debidamente en cuenta sus diferentes orígenes, contextos culturales y políticos, y los obstáculos y desafíos que enfrentan los países. Los órganos internacionales como la CIDH deben condenar cuando tienen que hacerlo, pero también deben desempeñar un papel asesor y consultivo para que los estados miembros avancen en la construcción de sociedades más justas e inclusivas.

En este sentido,  me parece que sería muy bueno que se generen grupos de trabajo con los Estados miembros, a través de los distintos grupos subregionales, y la Comisión para discutir asuntos de interés común y proponer una agenda de derechos humanos para trabajar en conjunto. Dicha agenda debe estar relacionada con las prioridades de los países y construirse en un proceso conjunto, entre los gobiernos y la sociedad civil, con el apoyo de la Comisión. En ello, se debe considerar la capacidad institucional de cada país para construir una agenda No es posible construir una agenda sin tener en cuenta el punto de partida, su propia historia y su capacidad política e institucional.

Por otra parte, me parece que la CIDH necesita hacer mucho más para incluir entre su personal de la Secretaría Permanente profesionales provenientes de los diversos países miembros, en especial del Caribe. Es necesario que la Secretaría permanente sea un reflejo de la diversidad de nacionalidades, culturas e idiomas de la región. Esto facilitará un sentimiento más fuerte de pertenencia a la organización. En este sentido, la CIDH cuenta con un programa de pasantías que se gestiona conjuntamente con el Programa de Pasantías de la OEA. También cuenta con un programa de becas dirigido a jóvenes profesionales de los Estados Miembros de la OEA que han terminado sus estudios de derecho universitario y tienen un título de abogado. Estos programas deben ser fortalecidos entre los nacionales de los Estados miembros. Pienso que es una manera de abordar la actual crisis financiera, al colaborar los Estados miembros con profesionales que hagan pasantías en la Comisión. Pero también es una herramienta fundamental para que la secretaría de la Comisión cuente con el aporte de profesionales que provengan de los distintos países, con sus propios backgrounds, intercambiando visiones y luego volviendo a sus países para aportar en la construcción de políticas públicas en materia de derechos humanos.

En otros asuntos, nadie puede desconocer que en la actualidad existe una creciente desconfianza en las instituciones multilaterales. Todos nuestros países tienen una responsabilidad común. Es indispensable que los Estados busquen, entre todos, la manera de aumentar el presupuesto regular que la Organización destina en la actualidad a la agenda de derechos humanos. Soy una convencida que necesitamos más multilateralismo, más cooperación, y más acción coordinada. Pienso que los Estados deben asumir compromisos realistas, de acuerdo a sus necesidades pero exigentes. Se puede avanzar hacia el logro pleno de los derechos humanos, con voluntad y sin por ello dejar de respetar nuestras diferencias y particularidades. La credibilidad de la CIDH requiere estados comprometidos. La manera cómo afrontar la actual crisis financiera de la Comisión no es un problema de la comisión. Es un deber ético y un compromiso que los Esatdos, junto con la CIDH deben abordar conjuntamente, creativamente y con convicción. La CIDH es un órgano de la OEA y es responsabilidad de sus estados miembros que ella no sólo siga existiendo, sino que se fortalezca. 

No cabe duda que el tema del retraso procesal es también un desafío concreto, dificil de resolver. La CIDH ha hecho esfuerzos, ha hecho una propuesta para abordarlo en su Plan Estratégico. Pienso que esa propuesta es un punto de partida para dialogar con los Estados y definir conjuntamente cómo abordar este problema. No es un problema de la CIDH. Ni de los Estados. Es un problema que afecta a las víctimas y es un compromiso con ellas, lograr abordarlo de manera conjunta. No podemos olvdar que tras la crisis financiera, que tras el retraso procesal hay personas, hay niños, mujeres, adolescentes, personas de carne y hueso que son víctimas y que esperan de sus Estados y de los órganos internacionales una respuesta. 

Para terminar, quisera recalcar cuál sería mi aporte principal a la Comisión en caso de ser elegida. Piesno que mi aporte, el que me distingue del resto de las candidaturas,  no es desde mis conocimientos técnicos sobre asuntos de derechos humanos, que sin duda son indispensable para el cargo. Tampoco lo es mi trabajo conla sociedad civil organizada, que también es muy importante. Mi aporte es principalmente desde los diversos roles que he cumplido desde el poder ejecutivo, por un lado, y desde la Secretaría General de la OEA, por otro. Me ha tocado un trabajo que muchas veces quienes no han trabajado desde los distintos poderes del Estado, no lo ven. Y mi trabajo ha sido remover obstáculos al interior del propio ejecutivo, encontrarse con funcionarios y autoridades que no comprenden los estándares de derechos humanos o simplemente no tienen la sensibilidad. Conozco en primera persona lo difícil que es remover obstáculos desde la burocracia, entre los funcionarios de gobierno, como también con el congreso. Me ha tocado liderar comisiones interministeriales, donde los conocimientos técnicos y las convicciones son muy disímiles. He liderado también trabajo con la sociedad civil, quienes me parecen actores fundamentales para presionar e ir avanzando en la construcción de políticas públicas. Y me toca tratar mucho con el congreso y la diversidad de conocimiento y compromiso que existe en estos temas entre los parlamentarios. Conozco de primera mano lo difícil que es generar institucionalidad de derechos humanos, generar políticas públicas en la materia. Para ello se requiere claridad, convicción, y capacidad de diálogo. Y paciencia. Comprender que se trata de un proceso donde lo importante es lanzar las flechas, a la que aludía al inicio, no importa donde caigan. Lo importante es avanzar. Aunque a veces sea un avance lento peor no retroceder. 

La actual crisis de la CIDH, que no sólo es financiera sino también de credibilidad debe enfrentarse con decisión, capacidad técnica y también habilidad política. El diálogo y la construcción de consensos es esencial para avanzar e impedir retrocesos en lo ya logrado. Me parece que la La CIDH es un soporte fundamental para los Estados, a fin de generar la institucionalidad interna necesaria para prevenir las violaciones a los derechos humanos, y no sólo sancionar cuando ello ocurre. Mi visión a 20 años plazo no es que no ocurran más violaciones de derechos humanos en la región. Sería un mundo ideal, pero no creo que lleguemos a ese sueño. Pero a lo que aspiro es a generar mayor conciencia en la ciudadanía del valor y respeto que los derechos humanos merecen para tener una democracia estable y un verdadero Estado de Derecho. Se necesitan ciudadanos concientes de aquello y Estados que cuenten con una institucionalidad adecuada para prevenir la violación de derechos humanos y, en caso de que aquello ocurra, investigar, sancionar y reparar a las víctimas. Para ello, se requiere trabajar con fuerza y convicción en capacity building al interior de cada uno de los estados miembros. Mi compromiso es trabajar para que en 20 años más ojalá a la CIDH lleguén muy pocos casos de violaciones a los derechos humanos. Que los casos que ocurran sean atendidos y resueltos al interior de lospaises. Y que las víctimas sientan que sus Estados las acogen y les dan una respuesta justa  y a tiempo.