Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
SIMPOSIO SOBRE COOPERACIÓN INTERNACIONAL CONTRA EL TERRORISMO ORGANIZADO POR EL SECRETARIO GENERAL DE LA ONU

19 de septiembre de 2011 - Nueva York


Permítanme, ante todo, expresar mi sincero agradecimiento al Señor Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Ban-Ki Moon, así como al Equipo Especial para la Ejecución de la Lucha contra el Terrorismo de esta Organización (CTITF por sus siglas en inglés) por su honrosa invitación a participar en este trascendente Simposio.

La carga de trascendencia la aporta, en primer lugar, el recuerdo ineludible diez años después, por las 2977 víctimas procedentes de más de 90 países que perecieron en los atentados terroristas que sufrió el país que nos acoge hoy, los Estados Unidos de América. También los innumerables heridos, física y psicológicamente, así como las familias y amigos de las víctimas están hoy en nuestra memoria y a ellos acompaña nuestro sentido reconocimiento.

No existe para la Organización de los Estados Americanos (OEA) ni para la ONU concepto más preciado que el de la defensa de la vida, dignidad y derechos inalienables del ser humano. Por lo tanto, no puede existir mayor afrenta a los valores y principios que nuestras Organizaciones defienden y representan, que el asesinato indiscriminado de miles de inocentes.

Luego de la Segunda Guerra Mundial y a poco de constituidas las Naciones Unidas la comunidad internacional abrió un nuevo capítulo en la historia de estos derechos y valores cuando en 1948 la Asamblea General de esta Organización adoptó la Declaración Universal de Derecho Humanos como expresión global de la vigencia universal e imprescriptibilidad de dichos derechos humanos fundamentales.

Sin embargo el terrorismo pretendió, en aquella mañana del 11 de septiembre de 2001, cuestionar la fortaleza de dicho propósito. Ante ello, los Estados Miembros de la OEA, que se encontraban reunidos en Lima ese mismo día en sesión especial de la Asamblea General, se tornaron, por uno de esos azares de la Historia, en símbolo memorable de nuestra inalterable voluntad y resolución. Informados de los atentados los ministros de relaciones exteriores allí reunidos decidieron proseguir sus trabajos y aprobar la Carta Democrática Interamericana, principal asunto por el que estaban reunidos. La Carta nacía así como renovación del compromiso regional por la democracia y los derechos humanos, y como inequívoca respuesta a aquellos terribles hechos que buscaban mermar, cuando no destruir, los principios y valores que la conforman.

La unión y fortaleza de nuestros países y organizaciones en aquellos momentos de adversidad, es la segunda carga de trascendencia sobre la que proponemos reflexionar. Hemos trabajado mucho en estos años para perfeccionar un sistema internacional de prevención y combate al terrorismo que, aunque nacido en los años 1960 y desarrollado a través de los 18 convenios y protocolos universales en la materia acumulados en el tiempo, ha vivido cambios sin parangón en los últimos diez años. En el contexto interamericano la OEA aprobó ya en 2002 una Convención Interamericana contra el Terrorismo cuyo articulado gira fundamentalmente entorno a dos ejes: la importancia de la cooperación internacional en la lucha contra el terrorismo, y el necesario respeto a los derechos humanos al hacer frente a esta amenaza. También los Estados Miembros de la OEA decidieron tomar medidas en el ámbito institucional y dotar Comité Interamericano contra el Terrorismo (CICTE) –que fuera creado en 1999- de una Secretaría Permanente establecida en el año 2002 para apoyar y desarrollar sus trabajos y cometidos. Este tipo de medidas han sido así mismo complementadas por numerosas declaraciones y resoluciones políticas adoptadas por la Asamblea General de la OEA, su Consejo Permanente, el propio CICTE y la Comisión de Seguridad Hemisférica.

Estas acciones de nuestro ámbito regional han encontrado su marco, reflejo y crucial complemento en el ámbito universal. Las resoluciones 1373 del año 2001, 1267 (1999) 1540 (2004) y 1624 (2005), 1673 (2006) y 1810 (2008) del Consejo de Seguridad de la ONU así como otras adicionales de suma relevancia, han marcado un hito en lo que hace al derecho internacional en la materia. Sin obviar el trabajo que aún resta por hacer, creemos necesario expresar el debido reconocimiento por la tarea que nuestros ordenamientos jurídicos han realizado ante tan complejo reto.

Adicionalmente, la creación de los Comités establecidos en virtud de las tres primeras resoluciones antes mencionadas, del Equipo Especial para la Ejecución de la Lucha contra el Terrorismo (CTITF) de la ONU así como el desarrollo del entramado institucional que apoya a los Estados en sus esfuerzos contra el terrorismo, merecen una especial mención por su importante trabajo. Finalmente, los avances en materia de tratados y la fundamental Estrategia Mundial contra el Terrorismo de la Asamblea General de la ONU adoptada el año 2006, no pueden sino hacernos evaluar positivamente los logros alcanzados por la cooperación internacional en la lucha contra este flagelo, a la vez que mirar hacia el futuro con fundado optimismo acerca del desarrollo de dicha cooperación para maximizar su potencial.

Todas estas medidas adoptadas en el marco regional y universal de la acción de los organismos multilaterales, así como aquellas adoptadas por cada país en su ámbito interno y a través de sus relaciones bilaterales, representan hoy una compleja red de prevención y acción frente al terrorismo que, aunque mejorable, se ha mostrado indudablemente efectiva. No debemos de dejar de tener presente que en estos diez años, aunque se han producido atentados repudiables, es mucho lo que se ha evitado y avanzado en el combate al flagelo del terrorismo. Y ello, insistimos, no hubiera sido posible sin la imprescindible cooperación internacional que las políticas antiterroristas demandan por su naturaleza.

De ahí nuestro prudente y razonable optimismo, como introducción a un tercer punto de reflexión. Si se ha demostrado en la última década que la crucial relevancia de la cooperación internacional, como condición ineludible para la primacía de la paz frente a los actos terroristas, ¿cuáles son los siguientes pasos a seguir para continuar transitando ese camino? ¿No habremos de buscar, con franqueza y confianza, las áreas de esa cooperación que admiten mejoras? ¿No deberemos explorar, dentro del pleno respeto al Estado de Derecho y los derechos fundamentales, soluciones creativas a los desafíos planteados?

Este es el tipo de preguntas que deben ayudar a formular nuestra visión estratégica sobre la cooperación internacional contra el terrorismo de cara a los próximos diez años. Desde el punto de vista de la OEA, y siguiendo la voluntad de nuestros Estados Miembros expresada en la Convención Interamericana contra el Terrorismo, esta visión estratégica, optimista y con demostradas garantías de éxito, pasa por la profundización y búsqueda de la excelencia en lo que respecta a la cooperación internacional frente al terrorismo, así como por la reafirmación de la vigencia del marco que constituye la defensa del Estado de Derecho, la democracia, la libertad y los derechos humanos fundamentales.

Los dos ejes de esta visión estratégica, aunque pudieren parecer abstractos, de hecho no lo son y están esencialmente consustanciados. La profundización y mejora de la cooperación internacional se traduce en la práctica a través de la ratificación de los tratados regionales y universales en la materia, en primer lugar, por ser una base legal firme y confiable. Segundo, y en consecuencia, a la ratificación ha de seguir una transposición o adaptación legislativa en el ámbito nacional, que busque la excelencia en lo relativo a mejores prácticas internacionales y adopte los estándares que en materia de seguridad permitirán una mayor armonización de esfuerzos. Ello facilita, entre otras cuestiones, la prestación de asistencia jurídica mutua, la viabilidad de los procedimientos de extradición, la cooperación transfronteriza entre agencias de aplicación de la ley, una mejor coordinación nacional entre las diferentes instituciones públicas con responsabilidad en materia de lucha contra el terrorismo y seguridad, y la transparencia y respeto a la ley durante la investigación y enjuiciamiento de estos casos.

El segundo eje de nuestra visión, la plena complementariedad existente entre la lucha contra el terrorismo y el respeto al Estado de Derecho y los derechos humanos, reafirmada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos , tiene también efectos prácticos incuestionables. Sólo los países que se atengan a estas premisas transmiten un elemento fundamental para poder cooperar internacionalmente: confianza. Confianza en el respeto a unos valores y principios comunes que ponen al ser humano, a su vida, libertad, y dignidad, en el centro de nuestro accionar. Sin la generación de esa confianza, la colaboración se torna difícil, parcial y, en el peor de los casos, inexistente, de lo cual se aprovechan delincuentes, el crimen organizado y, evidentemente, terroristas.

Ese marco jurídico, respetuoso y propio de los valores fundamentales inherentes a nuestras sociedades abiertas, nos obliga además a ser creativos, dentro de marcos predeterminados y conocidos, para poder alcanzar nuestro objetivo. Pruebas tangibles del éxito de esta aproximación, que entronca y en gran medida depende de la confianza a la que aludíamos anteriormente, son, por ejemplo, los equipos conjuntos de investigación o el reconocimiento de sentencias judiciales—herramientas que tan excelentes resultados han dado en el seno de la Unión Europea; resultado de una reflexión creativa acerca de cómo sortear, dentro de un marco legal concreto y respetuoso de la persona y sus derechos, dificultades que hasta hace relativamente poco tiempo parecían insuperables.

Señor Presidente, Excelencias, damas y caballeros,

Quisiéramos terminar con un cuarto punto trascendente, que juega un papel fundamental en la visión estratégica centrada en dos ejes que acabo de proponer: el rol de las organizaciones internacionales, regionales y sub-regionales en la lucha contra el terrorismo no debe ser menospreciado.

La Estrategia Mundial de la ONU contra el Terrorismo, aprobada por todos sus países en 2006 y revisada en 2008 y 2010, enfatiza el valor de la cooperación y coordinación a diferentes niveles y entre diferentes instituciones. Tanto la OEA como la ONU, la Unión Europea, la Organización para la Cooperación Islámica y la Unión Africana, ASEAN, CARICOM, SICA y otras existen para servir a sus Estados Miembros. Pero para poder servirles mejor, han de colaborar entre sí. Ello las hace a todas mejores.

De ahí que la Secretaría General de la OEA, a través del concepto de “seguridad multidimensional”, institucionalizado a través de una de sus Secretarías, y del dedicado trabajo de sus diferentes áreas, ha venido promoviendo alianzas estratégicas a diferentes niveles en la ejecución de sus proyectos. Así pretendemos asegurar que los actores más cualificados y con mandatos en la materia a nivel universal, regional, sub-regional y nacional, formen parte del proceso programático respectivo. La alianza estratégica que, por poner un ejemplo, ha desarrollado a lo largo de los años la Secretaría del CICTE, en el marco de su Programa de Asistencia Legislativa y Lucha contra el Financiamiento del Terrorismo, con la Dirección Ejecutiva del Comité contra el Terrorismo (CTED), UNODC, el Grupo de Acción Financiera de Sudamérica (GAFISUD) y otras áreas de la Secretaría de Seguridad Multidimensional de la OEA, es buena muestra de esta voluntad de cooperación interinstitucional y de los sobresalientes resultados que este enfoque ofrece.

De la misma manera, el concepto de “seguridad multidimensional” en la OEA ha dado lugar a esfuerzos analíticos y programáticos para trazar líneas de intersección entre las diferentes formas de criminalidad contemporáneas, sus métodos y medios, y el impacto de las mismas en nuestras sociedades. Por ejemplo, las similitudes encontradas entre cómo diferentes delincuentes llevan a cabo el contrabando de armas, drogas, personas, etc. han permitido que programas comprehensivos como el de Seguridad Marítima del CICTE tengan un impacto beneficioso no sólo en lo que hace a las capacidades antiterroristas del país receptor, sino también lo tocante a capacidades amplias en materia de seguridad y de controles fronterizos, las cuales engloban pero trascienden temáticas específicas.

En conclusión: hemos recorrido un sustancial camino, especialmente en el último decenio, para dotarnos de las herramientas jurídicas, institucionales, y operativas que nos permitan defendernos frente al terrorismo. Debemos ser conscientes de que hacemos frente a una amenaza cambiante y que por lo tanto debemos estructurar una visión estratégica de futuro consecuente, centrada en el pleno desarrollo de la cooperación internacional y el respeto al Estado de Derecho y los derechos humanos fundamentales. En ese contexto, las organizaciones internacionales juegan un papel clave en la respuesta al flagelo del terrorismo, y por ello han de fortalecer su propia cooperación, afrontando el problema del terrorismo desde una perspectiva multidimensional y abarcadora.

Señor Secretario General, no me queda sino agradecerle de nuevo la invitación que nos extendió para participar en este Simposio, y asegurarle nuestra perenne voluntad de seguir profundizando en nuestra cooperación, para beneficio de nuestros Estados Miembros, en esta nuestra tarea común de construir un futuro de paz y libertad para la comunicada internacional.

Gracias señor Presidente.