Discursos


INTERVENCIÓN DE ENRIQUE V. IGLESIAS, SECRETARIO GENERAL IBEROAMERICANO, EN LA CONMEMORACIÓN DEL 60 ANIVERSARIO DE LA CARTA DE LA OEA (1948-2008)

30 de abril de 2008 - Washington, DC


Sr. Presidente,
Sr. Secretario General,
Sres. Embajadores,
Sres. Invitados Especiales,
Estimados amigas y amigos

Quiero comenzar mis palabras agradeciendo al Secretario General, mi querido amigo José Miguel Insulza, por su amable invitación a participar en este acto de conmemoración del 60 aniversario de la Organización, lo que me honra muy especialmente. Durante la casi totalidad de ese periodo tuve el placer de estar cerca de la Institución, con distintos sombreros y, muy especialmente, al frente del Banco Interamericano de Desarrollo, institución que nace como iniciativa de esta Casa, lo que hace obviamente que estén estrechamente ligadas.

Más de un siglo de presencia internacional de esta Institución –que fundó sus raíces en las postrimerías del siglo XIX.- en una región que se apresta a iniciar las celebraciones del bincentenario de sus independencias, constituyen una presencia institucional inesquivable cuando se quiere interpretar o analizar las relaciones políticas o económicas en las Américas.

Para enmarcar esta conmemoración me ha parecido oportuno reflexionar sobre las grandes macrotendencias mundiales y regionales que han enmarcado el desarrollo de las relaciones en el hemisferio americano en ese período, en un contexto internacional extremadamente dinámico y cambiante.

Permítame comenzar por hablar sobre algunas de esas macrotendencias mundiales en las cuales ha debido navegar la OEA.

I. Macrotendencias mundiales relevantes.

a. Primero, el tránsito de la Guerra Fría a la Postguerra Fría. Esto es, la reestructuración de fondo del ordenamiento político internacional que vertebró el período posterior a la segunda guerra mundial.

b. Luego el proceso de descolonización. El mundo pasó de 74 países en 1945 a dos centenares en la actualidad (192 miembros en Naciones Unidas). Basta pensar que la Carta de San Francisco, constitutiva de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue firmada por solamente 51 países, de los cuales 22 países eran del hemisferio americano, 20 de ellos latinoamericanos (de aquí arranca, para estar en lo cierto, el cambio de importancia relativa de América Latina en el mundo). Cuando se juzga la eficacia del multilateralismo con frecuencia se olvida que desde Naciones Unidas se ha tenido que lidiar con una heterogeneidad dramáticamente más amplia que la inicial, y que la propia organización jugó un papel relevante en el proceso de descolonización, así como en la contención de guerras entre Estados, pese al dramático incremento de su número.

c. Por la razón anterior, y en contra de la opinión frecuente sobre su crisis o irrelevancia, es que afirmamos la vigencia, renovada, ajustada, de las grandes organizaciones multilaterales que se diseñaron para lidiar con los problemas de la paz y la seguridad internacional, y con la reconstrucción económica postbélica, las finanzas, el comercio internacional y el desarrollo (ONU, FMI, BM, GATT, hoy OMC). Y en la perspectiva de ese desarrollo del multilateralismo, hay que mencionar el surgimiento y consolidación de muchas organizaciones multilaterales, algunas globales (normalmente de naturaleza temática), y otras regionales y subregionales. Lo que queremos subrayar es que durante este período, a diferencia de las formas previas de Alianzas entre países y potencias - alianzas generalmente ofensivas o defensivas- y las Conferencias Diplomáticas, el multilateralismo se graduó como estadio superior y de naturaleza diferente de organización de las relaciones entre Estados.

d. En la misma dirección, opera la reconstrucción, y sobre todo la rapidez y la naturaleza de la reconstrucción, de Europa y Japón. La rapidez es conocida, Japón en 20 años, entre 1950 y 1970 multiplicó por 7 su ingreso per cápita, y semejante fue el desempeño europeo. Pero tan o más sorprendente, dada la historia previa, esa reconstrucción se hizo en democracia y procesando, al interior de un amplio consenso societal, tendencias políticas e ideológicas que antes habían sido fuentes de conflicto y desgarro. Y, en el caso europeo, irradiando, incorporando a ese proceso de prosperidad, paz y democracia, a espacios cada vez más amplios de su entorno.

e. Por lo anterior, y como quinta macrotendencia, mención aparte merece la Unión Europea, sin duda la construcción política más importante, más imaginativa y más valiente del siglo XX.

f. No menos relevante ha sido el más acelerado y difundido proceso de crecimiento económico, material y espiritual en la historia de la humanidad. En medio siglo la riqueza mundial se multiplicó como nunca antes, y para todos los efectos los niveles promedio de bienestar, longevidad, liberación de las carencias materiales, y disminución de la exposición frente a plagas y epidemias, mejoraron como nunca antes. Muchos países duplicaron el ingreso per cápita en un tercio del tiempo que le tomó hacerlo al Reino Unido o los Estados Unidos 100 años antes. He usado el concepto niveles promedio, porque subsisten a nivel internacional, y dentro de muchos países, rezagos y exclusiones infamantes.

g. Una séptima macrotendencias la ubicamos en la reincorporación de China como un actor protagónico en la escena mundial. Y lo mismo cabría decir de India, que juntas representan casi el 40% de la población mundial. Estas dos tendencias recientes, unidas a lo que representó la reconstrucción de Japón, primero, y la emergencia de los “tigres asiáticos” (Corea, Taiwán…) después, están significando en términos históricos un cambio colosal. El mundo ya no es, en términos económicos y geopolíticos, fundamentalmente Mediterráneo y Atlántico (del norte), y pasa a ser también Pacífico (del norte y del sur), con lo cual se recrean las posibilidades del hemisferio americano, anclado en ambas cuencas.

h. Atravesando todas las macrotendencias anteriores, la revolución tecnológica. Esta revolución no solamente ha cambiado la función de producción mundial, sino que también, por la revolución en las comunicaciones y el transporte, ha apuntalado dos macrotendencias asociadas, en adición al crecimiento económico y del comercio: por un lado, las migraciones y las remesas, que están reconfigurando el perfil demográfico y financiero a nivel mundial; y por otro lado, el turismo, que es el mayor instrumento de redistribución de la renta a nivel global.

i. No podemos desconocer el surgimiento de nuevas amenazas y riesgos para la paz, la seguridad y el bienestar mundial. Ahora los riesgos no proceden solamente de la relación entre Estados, sino también de tendencias transversales y de agentes no estatales. Cabría mencionar, en primer lugar, las presiones que todas las tendencias anteriores han puesto sobre la naturaleza, y su consecuencia en cuanto al cambio climático, cuyos efectos devastadores actuales y potenciales ya nadie cuestiona; en segundo lugar, la pobreza y las enfermedades infecciosas; en tercer lugar, el crimen organizado y la delincuencia transnacional; en cuarto lugar, la proliferación, no solamente entre Estados pero también entre particulares, de tecnologías de gran potencial destructivo; en quinto lugar, la intransigencia y la frustración derivadas del mayor contacto y diferenciación entre culturas y niveles de vida, dentro de los países y entre países y regiones; y en sexto, la recurrencia al terrorismo para expresar esa intransigencia y frustración.

j. Por último en décimo lugar, querría destacar la gran tendencia a la democratización, en términos liberales, a nivel mundial, y consecuentemente una enorme difusión y apropiación de las reivindicaciones -en especial las de género, etnia, diversidad- consagradas en las diversas Declaración de los Derechos Humanos. La difusión y apropiación de esos derechos incluso permea en sociedades todavía no liberales.

Y sobre esas macrotendencias mundiales, que permanentemente están reconfigurando el perfil del mundo y de cada país, solamente quisiera añadir lo que es el rasgo esencial de esta nueva y más planetaria ola de globalización: la interrelación entre todas esas tendencias, y la incapacidad, como en el no tan lejano pasado, para países y personas, de tomar unas y descartar otras. Percibirlas en su conjunto, y empezar a conocerlas, es cosa del último cuarto de siglo, y tener conciencia de las mismas, y generar ideas y políticas para lidiar con las mismas, es tarea que apenas empieza.

Qué ha pasado mientras tanto en nuestra región?

II. Macrotendencias hemisféricas relevantes.

En el marco de esas macrotendencias mundiales, que sin duda han tenido una proyección específica en nuestro hemisferio y a las cuales nuestros países han contribuido de una manera significativa, como es el caso del desarrollo del multilateralismo, del cual el Derecho Internacional Americano ha sido pionero en muchos sentidos, quisiera reflexionar brevemente sobre lo que han sido, desde mi periscopio de tantos años asociados al desarrollo de las relaciones en la región, las macrotendencias hemisféricas más relevantes en ese período:

a. En primer lugar, durante ese período se completó la construcción de la geografía política del hemisferio, con la descolonización de los países del Caribe y, de gran importancia, la incorporación en 1990 de Canadá a la OEA. La organización pasa de los 21 países signatarios originales de la Carta de Bogotá, a los 35 actuales.

b. En igual sentido, la fundación y consolidación de la OEA como la columna vertebral del sistema panamericano. La constitución de la OEA fue el resultado de un esfuerzo paciente y un proceso no exento de dificultades, que arrancó en 1889 con la Conferencia Diplomática Americana realizada en Washington. En términos de las contribuciones que el hemisferio ha hecho al multilateralismo, debemos mencionar que en las primeras décadas del siglo XX, mucho antes de la existencia de Naciones Unidas, se establecieron la Organización Panamericana de la Salud, el Comité Jurídico Interamericano, la Comisión Interamericana de Mujeres, el Instituto Interamericano del Niño y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura. Visto desde la perspectiva que dan 60 años, habría que reconocer que la OEA, organización en que cada país es un voto, y ninguno con poder de veto, pese a los enormes desequilibrios entre sus integrantes, en términos de tamaño y poderío económico y militar, ha significado una verdadera relativización de esos desequilibrios, concretamente del poder de los Estados Unidos.

c. En tercer lugar, la ampliación y cambio de naturaleza del entramado multilateral hemisférico con la constitución de numerosas otras organizaciones regionales y subregionales. En la medida que la agenda del desarrollo se fue graduando en las relaciones hemisféricas, más allá de los temas de concertación política y conservación de la seguridad, vinieron surgiendo organizaciones e iniciativas especializadas. En ese contexto quisiera recordar lo que para el diálogo hemisférico significó la Alianza para el Progreso, iniciativa del Presidente Kennedy a inicios de los sesenta. Inmediatamente antes había concluido el proceso de constitución del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cuya creación ya estuvo presente en las deliberaciones de la Primera Conferencia Diplomática Americana de 1889.

En el contexto del desarrollo del multilateralismo hemisférico, cabe mencionar la propia evolución de la OEA. En particular quiero mencionar el importante proceso que se dio al impulso de la ola democratizadora que empezó en 1978 y que condujo, en la Asamblea de Santiago de 1991, a adoptar “El Compromiso de Santiago con la Democracia y la renovación del Sistema Interamericano”, y la Resolución 1080 sobre la democracia representativa. Ese proceso habría de culminar, en 2001, con la adopción de la Carta Democrática Interamericana, en lo que representa uno de los desarrollos políticos más sustantivos del derecho interamericano.

d. Vinculado a la existencia del entramado multilateral que se mencionaba antes, la consolidación del hemisferio como la mayor zona de paz en el mundo. Hemos sido desgarrados por conflictos y confrontaciones internas, pero desde la guerra del Chaco no hubo ninguna guerra significativa entre Estados en todo el siglo XX. Es sorprendente y admirable, al ver lo que ha ocurrido en otras regiones, como el mapa político del hemisferio que surgió del proceso de independencia de inicios del siglo XIX permaneció estable durante el siglo XX, con la sola alteración derivada del proceso de descolonización del Caribe. Y está ahí, como un amojonamiento crucial de las fronteras de la paz, el Tratado de Chapultepec de proscripción de las armas nucleares en la región. No poca cosa, en términos de apuntalar el multilateralismo para la paz y la seguridad en las relaciones internacionales.

e. En quinto lugar, la Revolución Cubana, las reacciones que provocó y los compromisos que se asumieron significó, en términos generales, el aterrizaje en nuestra región de la Guerra Fría, hasta entonces fundamentalmente demarcada en la frontera oriental de Europa y en China-Corea. No puede olvidarse, por un lado, que la Revolución Cubana también coincidió con el período más agudo del proceso de descolonización, y, por otro, que la Guerra Fría en nuestro continente implicó acciones y omisiones que sometieron a tensión los objetivos y propósitos de la Carta de Bogotá. Concretamente, la prevalencia en la región de una noción de seguridad que privilegió los elementos de contención vinculados a la guerra fría sobre los de democratización contenidos en la Carta de la OEA.

f. La ola de democratización que se inició en 1978, con los cambios políticos en Ecuador y República Dominicana ha reconfigurado de manera profunda el escenario político del hemisferio. Ha quedado atrás la historia de golpes de Estado, o de luchas armadas para acceder al poder. Asociado a ese proceso de democratización, hemos percibido la visibilización, primero, y protagonismo después, de las reivindicaciones de género y etnia, que están empujando significativas reconfiguraciones del panorama político en nuestros países.

g. No menos significativo ha sido, lo que llamaría la “frustración del desarrollo” latinoamericano. Frustración en términos del ritmo y estabilidad de ese crecimiento, y frustración en términos de su calidad pues no se ha logrado, en general, romper el patrón histórico de crecimiento con exclusión. La región, sin duda, se ha rezagado. Según cuantificaciones disponibles, en 1960 un país latinoamericano medio tenía un PIB por trabajador correspondiente a un tercio del PIB en Estados Unidos, la mitad del PIB de un país medio de Europa Occidental, y 2.4 veces el PIB de un país medio de Asia. Cuarenta años después, en 2000, esas cifras habían variado de forma dramática y negativa para la región: el PIB por trabajador en América Latina era la quinta parte del de Estados Unidos, la tercera parte del europeo y las tres cuartas partes del asiático.

h. En octavo lugar, el entramado de tratados de libre comercio, dentro de América Latina y el Caribe, y de muchos países con los Estados Unidos y la creciente lista de proyectos de cooperación como los energéticos y la pujanza de las empresas multilatinas. Sin duda, la interdependencia económica se ha reforzado, a nivel hemisférico y en las diferentes subregiones, y se están liberando las fuerzas que harán esa interdependencia aún mayor en el futuro. En este contexto, quisiera discutir la a veces engañosa noción de la creciente marginalidad de América Latina. La relativización de su peso económico, por su limitado crecimiento y la expansión económica de otras regiones, no debe confundirse con marginalización. Basta pensar en lo que significa el suministro de materias primas para sostener el crecimiento del Asia, o la participación de México en las importaciones de los Estados Unidos, o el peso estratégico que los países de continente, incluido Canadá, tienen en el suministro energético a los Estados Unidos (muy superior al proveniente de los países del Golfo Pérsico).

i. Todo esto está contrastado con el crecimiento de la inseguridad ciudadana, y las amenazas a la institucionalidad democrática ya no por razones políticas, sino por la expansión del narcotráfico, el crimen organizado transnacional, y fenómenos específicos como el pandillerismo juvenil, todos con naturaleza específica, pero con áreas de traslape entre ellos. Independientemente de las causas particulares asociadas a cada uno de esos fenómenos delincuenciales, no pueden ignorarse las consecuencias derivadas de la brecha de frustración que ha crecido en medio de una gigantesca democratización cultural, por la expansión de la educación y el acceso a la radio, televisión e internet, en medio de una limitadísima democratización económica.

j. Por último, el crecimiento de la población hispana en los Estados Unidos que está reconfigurando el rostro de ese país y los vínculos de interdependencia con América Latina y el Caribe.

III. Desafíos y oportunidades del Sistema Interamericano.

Permítanme que en el marco de esas macrotendencias mundiales y hemisféricas, me interrogue sobre los desafíos que enfrentan los países del hemisferio y, en particular, el Sistema Interamericano.

Me parece que cualquier reflexión sobre esos desafíos y oportunidades, deber partir de dos premisas fundamentales.

La primera es reconocer que los pesos y balances económicos y políticos en el hemisferio se han reconfigurado en comparación con aquellos de 1946. La segunda, que ello ha aumentado la capacidad de los países latinoamericanos y caribeños, de hacerse cargo por sí mismos de sus desafíos y oportunidades.

Efectivamente, tres factores han actuado detrás de la primera premisa, y reconfigurado los balances políticos y económicos. Por un lado, al fortalecimiento de las relaciones de los países latinoamericanos y del Caribe con otras regiones del mundo como Europa, y más recientemente Asia. Por otro, las nuevas oportunidades que ofrecen a la Región, la revalorización en términos de la función de producción mundial de los recursos naturales, que han posibilitado un ritmo de crecimiento inédito en el último medio siglo. Por último, y acompañando lo anterior, la mayor capacidad de gestión macroeconómica que se ha extendido en toda la región, y que junto a la estabilidad que ha traído, ha abierto nuevas oportunidades a la diversificación productiva de la región y a sus oportunidades exportadoras.

Estos tres elementos han aumentado considerablemente los márgenes de autonomía económica, financiera y, por tanto, política de muchos países, algunos de los cuales están alcanzando posiciones preeminentes en el escenario económico y político del mundo.

Esta mayor autonomía política y económica ha abierto también nuevas oportunidades para que los países de América Latina y el Caribe quieran asumir por sí mismos el enfrentamiento de algunos desafíos y oportunidades. El Sistema Interamericano deberá asumir esas realidades, y coexistir y cooperar con ellas.

Quisiera ahora señalar algún área donde la cooperación hesmiférica puede y debe hacerse presente.

Los siguientes temas, en mi opinión, desafían la imaginación y la voluntad política de nuestros países en los años próximos:

a. En primer lugar, crear y expandir las bases socioeconómicas de la legitimidad del sistema democrático. Los países latinoamericanos y del Caribe deben crecer más, crecer sostenidamente, y crecer mejor en términos sociales y territoriales. Los instrumentos técnicos del desarrollo no son un secreto, pero a veces la región luce con un discurso envejecido, como incapaz de aprender de los casos de éxito que revelan que el desarrollo es imposible sin grandes consensos nacionales sobre estrategias de mediano y largo plazo, y que es posible conciliar el mercado con la equidad, y la justicia social con la libertad. Las naciones hemisféricas se benefician con un gran diálogo sobre la forma cómo cada país, a su manera, prefiere encontrar su forma específica de articular el Estado con el mercado, más allá de los fundamentalismos del mercado o los fundamentalismos del Estado. La mayor autonomía económica y política de los países de América Latina y el Caribe, abona en la dirección de sostener hoy un diálogo más equilibrado.

b. En segundo lugar, cada país está llamado a profundizar el proceso democrático más allá de las normas y procedimientos democráticos para alcanzar el poder, y reconocer la importancia de consolidar las instituciones de un Estado de Derecho Democrático y Social. En este contexto, un diálogo hemisférico puede contribuir a que los países puedan propiciar por sí mismos aquellos acuerdos que hagan posible encauzar en las instituciones de la democracia representativa las crecientes demandas de participación y empoderamiento de sectores históricamente excluidos.

c. Junto con lo anterior, relanzar los procesos de integración regional y subregional. Mientras el diálogo va posibilitando la solución de las diferencias políticas e institucionales que tienen limitados o estancados esos procesos, se podría pensar en un programa de gran aliento para impulsar decididamente los núcleos duros de la integración, como la infraestructura o la cooperación energética. Ya hay en marcha iniciativas creativas y vigorosas. Pero aún puede hacerse mucho más. Esta integración por proyectos complementa y abre espacios a la integración formal, y se constituye en un poderoso instrumento de cooperación, donde deben ponerse de relieve principios de solidaridad regional frente a las grandes asimetrías que existen en los niveles de desarrollo entre países.

d. La migración, que ha generado y seguirá generando una interdependencia demográfica creciente en las Américas, debe ser vista como un fenómeno que presenta tensiones, pero que también es una oportunidad, pero en ningún caso un tema de seguridad. Un acuerdo migratorio con México y los países de Centroamérica y el Caribe resulta urgente, y a la vez hacer arreglos sobre remesas y pensiones que ayuden al desarrollo de los países de origen y al eventual retorno de los migrantes. Si los “baby boomers” están dinamizando la industria del turismo y la construcción en algunos países, ¿porqué no pensar en una corriente específica de retorno de los migrantes?

e. Otro frente donde ningún país o grupo de países del Hemisferio puede resolver sólo el problema es en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. El diálogo debe partir de la complejidad del fenómeno, evitar enfoques simplistas, pensar en la importancia de actuar también sobre la demanda de drogas, y, sobre todo, evitar que los conceptos y criterios de la guerra contra el terrorismo se trasladen a fenómenos que requieren otro tratamiento.

f. El mundo se ha visto profundamente impactado por la reciente explosión de la crisis alimentaria, que amenaza con generar dramáticos impactos en los sectores más desamparados de la población mundial, especialmente en nuestra región, y perder algunas de las ganancias de los últimos años en reducción de la pobreza. El continente americano representa la mayor reserva de producción de alimentos del mundo. Son conocidas las medidas que cabe adoptar en el campo del comercio mundial para estimular una mayor producción. Pero más allá de esas áreas, es preciso proponerse un ambiciosos programa de mejoramiento integral de la productividad del agro, donde la cooperación hemisférica podría alcanzar grandes logros para beneficio de sus poblaciones y del mundo.

g. En la misma dirección, y dadas las tendencias de largo plazo en materia de energía y de alimentos, diseñar y poner en marcha un programa específico para los países Centroamericanos y del Caribe, donde se concentran la mayor parte de países importadores de petróleo, en los cuales se sentirán con más fuerza los efectos de la desaceleración o recesión de los Estados Unidos, y dónde el crecimiento del precio de los alimentos puede hacer estragos en amplios sectores pobres y que destinan casi todo su ingreso a la compra de alimentos.

h. Creo que ha llegado el momento de institucionalizar un diálogo del Gran Atlántico, en el cual converjan los esfuerzos que ya se realizan en el ámbito interamericano, donde participan Estados Unidos y Canadá, con los que se dan en el campo de la Unión Europea con América Latina y el Caribe y los que se promueven en la Comunidad Iberoamericana de Naciones. Este diálogo permitiría una visión integral de América Latina y el Caribe con los países desarrollados de Norteamérica y Europa, simétricos con los que ya se vienen realizando en el área del Pacífico.

i. Por último y no por ello menos importante, abordar de manera creativa, flexible, pragmática, el caso de Cuba. No se puede enfrentar el futuro con los conceptos de una situación, la Guerra Fría, que ya no existe. Todos los países del hemisferio tienen una responsabilidad, Cuba incluida, pero quisiera llamar la atención sobre la preocupación que reiteradamente ha manifestado la Comunidad Iberoamericana de Naciones por el tema del embargo, y la posibilidad que en una nueva administración norteamericana se enfrenten las restricciones que, en la búsqueda de una solución al tema, plantea la ley Helms-Burton.

Estimadas amigas y amigos,

Estas son las reflexiones que he querido compartir en ocasión de la conmemoración del 60 aniversario de la OEA. Estoy convencido que las ideas de libertad, paz y progreso que inspiraron su fundación, han quedado validadas por el desempeño de la organización y del sistema panamericano, y que los desafíos que subsisten sencillamente fortalecen la legitimidad y vigencia de esas ideas.