Discursos

EMBAJADOR ALBERTO BOREA ODRÍA, PRESIDENTE DEL CONSEJO PERMANENTE, REPRESENTANTE PERMANENTE DEL PERÚ
TOMA DE POSESIÓN DEL SECRETARIO GENERAL DE LA OEA, DON JOSÉ MIGUEL INSULZA

26 de mayo de 2005 - Washington, DC


Sr. Dr. José Miguel Insulza

Es un símbolo de nuestra democracia en las Américas que el poder transitorio de la OEA, consignado en la Presidencia del Consejo Permanente, invista de su autoridad al personaje encargado de liderarla en los próximos cinco años.

Asume usted una organización que se mueve constantemente entre las categorías aristotélicas de la potencia y el acto.

El imaginario de América le acuerda a nuestro organismo una inmensa potencialidad. No le cabe pensar que una reunión de 34 estados de un continente tan rico pueda ser frágil y débil. Sin embargo, parece que a esta criatura que ya tiene 57 años no queremos mandarla al gimnasio para que fortaleza los músculos y pueda ser también grande en acto.

La OEA que usted. recibe se mueve entre los magníficos ideales repetidos una y otra vez en cuanto discurso se pronuncia en su ámbito y su nombre y la realidad no tan luminosa de la discusión sobre los puntos, las comas, los corchetes y los acentos del debate cotidiano, que es donde nos conduce todavía una desconfianza que no nos abandona y no nos permite desatar nuestras fuerzas para dirigirnos a ser uno de verdad, en la diversidad y en el pluralismo, pero uno como América.

Quienes vivimos en la zona amazónica sabemos que los meandros, los avances y retrocesos de los ríos son mayores cuanto más pequeñas son las corrientes de agua. Cuando estas se reúnen, forman un torrente caudaloso que se dirige casi sin desviaciones a su destino. Eso es lo que nosotros conocemos desde chicos del Amazonas formidable, esa es la fuerza que debemos desencadenar en América y ese es el curso que creemos usted debe ayudar a nuestros pueblos a trazar.

La OEA es más de lo que se dice, pero es todavía menos de lo que debería ser. Hemos avanzado en derechos humanos. ¿Quién se hubiera imaginado la vigencia de un sistema como el nuestro hace sólo 20 años? ¿Quién hubiera pensado incluso en las épocas de las dictaduras más recientes que muchos de nosotros vivimos que la democracia, por lo menos al nivel de valores asumidos, sería moneda de curso corriente en el continente? ¿Quién habría imaginado que nuestros países hubieran podido dar una respuesta al sistema de calificaciones unilaterales y crear el mecanismo de evaluación multilateral que hoy hace realidad nuestros principios sin zaherir nuestra personalidad?

En eso y en más se ha avanzado en la OEA. Pero tenemos que ver, al comenzar un nuevo período, la parte que todavía esta vacía del vaso y no regodearnos en lo obtenido.

Una primera y más urgente tarea es la de terminar la promesa de democracia que hicimos a los pueblos en el artículo 1 de la Carta Democrática Interamericana. La democracia es un derecho de los pueblos y un deber de los gobiernos y es, también, una obligación del colectivo hemisférico ayudarnos a protegerla y a promoverla, a restaurarla cuando se quiebre.

En este punto todavía anda nuestro continente en un dilema. Conceptos que nacieron con la paz de Westfalia en la segunda mitad del siglo XVII no han sido revisitados a la luz de estos nuevos desafíos que debemos acometer. Debemos ver de procesarlos hoy de otra manera. Eso no atenta contra nuestra identidad como naciones. Ese equilibrio tenemos que procesarlo para pasar de las palabras a los hechos, para que el fruto de la democracia no sólo sea vistoso en el árbol de las declaraciones, sino sabroso en el paladar de nuestros pueblos. Los pueblos que han alcanzado bienestar en las últimas centurias han revisitado y han redefinido este concepto. Le pasó a los trece estados recién independizados a fines del siglo XVIII en estos Estados Unidos, le ha pasado a la Europa de la postguerra a partir de la Comunidad del Carbón y del Acero. Nos toca hacer que eso nos suceda también a nosotros. Hay que imaginar esos caminos, hay que emprender sin miedo esta tarea.

Prudencia sí, pero empuje también. Paciencia sí, pero acción de todas maneras. San Francisco decía en el siglo XIII en Asís que le pedía a Dios paciencia para aceptar las cosas que no podía cambiar, fuerza para acometer aquellas que podía modificar y sabiduría para saber distinguir entre ambas.

Eso es lo mismo que necesitaríamos hoy día, pero con un agregado. Quienes nos dedicamos a la actividad pública, y usted se ha dedicado a ella toda su vida, sabemos que nuestra obligación es tratar de cambiar las cosas, hacer que las cosas pasen de una manera que no hubieran sucedido si el político no hubiera participado. Esa es la misión propia de aquella vocación que constituye, al decir de Juan XXIII, la forma más elevada de la caridad. Quienes se dedican a la actividad pública participan activamente en el proceso de la co-creación.

Por otra parte, la fe en los ideales integracionistas del hemisferio americano, debe acompañarnos siempre sabiendo que esta mueve montañas.

La OEA puede ser ó una reunión de 34 distintos países o un magnífico vehículo para promover una integración grande, de verdad, donde además de libertad, promovamos la igualdad y la solidaridad.

La historia nos demostró, con el fracaso del comunismo, que cancelando la libertad no alcanzamos la igualdad, pero todavía esta pendiente la tarea de alcanzar esa igualdad por la vía de la libertad. América tiene que empeñarse en darle al mundo ese ejemplo. Pero ha de ser, también, un hemisferio de solidaridad.

Y en este camino de la solidaridad, hay que decirlo con claridad, también arrastran los pies los países más prósperos. En sus grandes declaraciones, ellos dicen lo que saben, que pueden contribuir más a desaparecer la pobreza del universo. Pero a la hora de poner eso en práctica van demasiado despacio y como lo señala Jeffrey Sachs en su libro sobre como terminar con la pobreza.

Un buen líder puede romper ese círculo y puede movilizar esas voluntades y hacer que esa solidaridad, incluso fuera de nuestra Organización, se desarrolle. Desencadenará sinergias que harán que nuestros pueblos puedan satisfacer los déficit de obras en infraestructura, como está pasando en la Europa que se allega a la integración.

Todo esto sin descuidar que nuestro desarrollo depende de un esfuerzo sostenido de nosotros como países y como Hemisferio. Mirando y desencadenando nuestras potencias dormidas. Precisamente el despertarlas es un reto fundamental que le pedimos al Secretario General acometa.

La justicia, se dijo hace ya una buenas décadas, es el nuevo nombre de la paz y esa sentencia ya no es tan reciente, ese llamado a la conciencia que es de ayer, sin embargo todavía no lo hemos andado y nos falta un trecho largo para cumplirla. Esperamos que usted sea un promotor de la paz permanente duradera y estable en el Hemisferio como lo manifestó cuando fue elegido. Que ayude a que se superen todas las incomprensiones y que no haya más puentes rotos en nuestros pueblos que pongan dificultades a nuestra unidad.

Muchas veces en nuestros países el “no se puede” parece ser el himno nacional. Hay que acabar con eso. En la OEA hay que tener siempre una mentalidad positiva y eso nos toca a todos en esta Organización. Los embajadores debemos ayudar al Secretario General a transmitir a nuestros gobiernos todas esas potencialidades que se pueden desarrollar desde acá.

Hoy seguimos necesitando imaginación. Los jóvenes más cercanos a nuestra época acuñaron una frase que a todos nos impactó. La imaginación al poder. Imaginación para no dejarse aplanar por lo rutinario o por el desencanto frente a la inmensidad de la tarea que vemos delante de nosotros. Pensamiento y acción decía un importante pensador y político venezolano, don Eduardo Fernández. Eso debemos rescatar para la OEA.

Es verdad que Roma no se construyó en un día, pero es verdad también que América esta demorando un tanto en construirse no obstante las condiciones de homogeneidad favorable. El comercio que se está desatando entre nuestros países en diversos acuerdos regionales y subregionales es muy importante, pero hay que añadirle a ello una gran dosis de valores y de voluntad.

Aspiramos Señor Secretario General a que en su mandato cada vez sea menor la distancia entre el dicho y el hecho y reformemos ese refrán castellano antiguo que nos condena a la distancia entre lo que se dice y lo que se hace.

La OEA, como toda organización, es un “continuum”. Usted recibe la posta de don Luigi Einaudi, una persona que se caracterizó por luchar por el continente y la unidad del continente, y lo digo desde uno de los países que fue beneficiado por este trabajo constante de este personaje americano. Con diferencias, con discrepancias en algunos puntos, pero con la clara visión de que había que llegar a esa paz que todos hemos alcanzado.

También recibe la Secretaría General de César Gaviria quien puso lo suyo para fortalecer la democracia después de la desafortunada experiencia de los años previos donde muchos de nuestros países padecieron dictaduras, entre ellos el mío. Época en la que la OEA anduvo con demasiados remilgos y demasiado miedo para poder confrontar con coraje esas situaciones que destrozan las democracias.

Sin embargo, poco a poco se fue generando en su mandato, una herencia que hoy usted recoge, pero que también señor Secretario General tiene que ahondar. En nombre de todos los que estamos reunidos aquí, se lo pedimos.

Quienes lo conocen de cerca dicen, Señor Secretario General que usted es un realizador. Un “doer” dirán los anglófonos, esa característica esperamos también que la muestre en la OEA. Ponga la fe y el liderazgo para que América se convierta en obras. Ayúdenos a destruir las desconfianzas y a construir permanentes, duraderos y superables constantemente los afectos de americanos, como lo quisieran muchos de nuestros próceres.

Que los rostros esperanzados de cada uno de los americanos que usted verá en sus giras, lo acompañen y le den fuerza para llevar adelante esta tarea que hoy asume.

Señor Dr. José Miguel Insulza, como Presidente del Consejo Permanente y en representación de todos nuestros países, lo invisto del cargo de Secretario General de la Organización de los Estados Americanos.

Que Dios lo bendiga.